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En un país, cuyas más representativas instituciones están infiltradas por todo tipo de
criminales, pero esencialmente por quienes han hecho de la corrupción uno de los más
rentables negocios, es preocupante que se deba cumplir el absurdo requerimiento de
poner en línea todas las órdenes de captura, entre ellas las de casos de alto impacto.
Ayer, durante un operativo del Ministerio Público, la Comisión Internacional contra la
Impunidad en Guatemala y agentes de la Policía Nacional Civil, los allanamientos y
capturas se vieron frustrados porque los sindicados fueron alertados y se dieron a la
fuga.
Más vergonzoso resultó que al menos en uno de los lugares a los que acudieron las
autoridades encontraron a los abogados de los señalados, como si esa no fuera la más
contundente evidencia del tiempo que estos tuvieron no solo para escapar, sino para
alertar a sus defensores darles la oportunidad para presentarse sin el menor rubor en
representación de quienes evadieron a la justicia.
En un entorno bajo el predominio de una extendida criminalidad, la medida adoptada
por los magistrados de la Cámara Penal, entre quienes se encuentra uno de los
máximos aspirantes a sustituir a Thelma Aldana al frente del MP, es a todas luces
contraproducente y debe ser corregida de manera inmediata, mientras se lleva a cabo
una profunda investigación para dar con los responsables de este vergonzoso acto.
Por más que los promotores de la medida argumenten que fue consensuada, esto no
debería ser excusa para revisar tal disposición, porque siendo las órdenes de captura
información comercialmente invaluable, esta no debería estar a cargo de cualquier
persona, mucho menos convertirse en un mecanismo rutinario desprovisto de la
discrecionalidad que deberían asumir quienes son responsables del manejo de esos
datos.
El magistrado Arnulfo Rafael Rojas, quien aspira a dirigir el MP, es uno de los firmantes
de la medida que permitió la fuga de tres personas involucradas en denuncias de
compra fraudulenta de ambulancias para el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social,
y ahora queda mal parado con esta acción tan chusca, porque él sabe perfectamente
cómo funciona el crimen en Guatemala, y en un medio con esas características, los
máximos esfuerzos deberían estar orientados a no poner en manos de criminales
herramientas que vulneren la institucionalidad.
Innovaciones como las que permitieron burlar a la justicia podrían funcionar en medios
menos infiltrados por el crimen y la corrupción. Por ello se debe también hacer una
exhaustiva revisión de cada caso, para salir de la automatización de procesos que
requieren discrecionalidad y discernimiento para evadir el acecho de las mafias.
Desnutrición
Cuando pensamos en la desnutrición, lo primero que nos viene a la cabeza es la falta
de alimentos y el hambre. Las imágenes que probablemente vengan a nuestra cabeza
son las de niños extremedamente delgados que apenas tienen fuerza para sostenerse
en pie.
Imágenes que suelen dar la vuelta al mundo cuando se produce una emergencia
nutricional, como ya pasó en Etiopía, Somalia o el Cuerno de África. En la actualidad,
cerca de 212 millones de niños en todo el mundo sufren algún tipo de desnutrición.
Pero la desnutrición, que está detrás de la muerte de 8.000 niños cada día, casi 3
millones al año, es el resultado de un proceso más complejo.
Un niño que sufre desnutrición no solo ha tenido una cantidad suficiente de alimentos,
sino que además lo que ha ingerido no tenía los nutrientes necesarios para su
desarrollo. No obstante, la desnutrición no se reduce exclusivamente a una cuestión de
alimentación.
Cuando hay algún desastre natural, se produce una sequía, una inundación o un
conflicto, es cuando se generan las mayores situaciones de emergencia nutricional,
como ocurrió en Etiopía, Somalia, el Sahel o el Cuerno de África. Es entonces, cuando
no queda más que atender las necesidades de los niños de manera urgente e
inmediata.
Un niño que sufre desnutrición aguda grave tiene 9 veces más de posiblidades de
morir que un niño cuyo estado nutricional es normal. Sus defensas debilitadas no
pueden hacer frente a las enfermedades y, cuando la desnutrición se complica,
el riesgo de muerte es muy alto.