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REVISTA

SEGUNDA EDICIÓN

MOVIMIENTO ESTUDIANTIL ECUATORIANO:


Más allá de la Reforma de Córdoba

AÑO MMXVIII
PRESENTACIÓN

La segunda edición de la revista CORAJE: “Movimiento estudiantil ecuatoriano, más allá de la Refor-
ma de Córdoba” comprende una serie de reflexiones, recapitulaciones y críticas al movimiento
estudiantil como un caso particular de la articulación social. Se trata de un ejercicio de crítica y
autocrítica, necesaria para situarnos en nuevos movimientos estudiantiles alejados de viejas prácti-
cas políticas, entendiendo que, si bien es importante resaltar el accionar de la y el estudiante como
sujeto histórico y político impulsor de importantes transformaciones, lejos de glorificarlo es preci-
so afrontar el reto de asumir sus nuevos contextos y desafíos.

Es justamente la confianza que tenemos en el movimiento estudiantil - por su capacidad de provo-


car y entusiasmar- lo que nos lleva a reconocer tanto sus alcances como limitaciones. De las aulas
a la politización de la sociedad.

Coordinadora Alternativa de
Jóvenes y Estudiantes
CRÉDITOS

COMITÉ EDITORIAL

Lenin González
Kay Castillo
Daniel Vizuete

COLABORADORES:

Giussepe Cabrera
Cinthya Carrazco
Elisa Castillo
Kay Castillo
Gonzalo Criollo Galván
Alejandro Espín
Selene López
Sebastián Martines
Vanessa Paéz
Wendy Rosero
Valeria Sánchez
Blas Santos
Yura Serrano
Junior Suárez
Daniel Vizuete
Juan Xavier Zalamea
Liz Zhingri

#QueNoFalteCoraje
ÍNDICE

Editorial ____________________________________________________ 1
Poderes fácticos en la Universidad ecuatoriana ______________________ 2
Hágase la crisis: ¿Saldremos bien libradxs? _________________________ 5
Estudiante: Enfrentar el repliegue romántico de fuerzas_______________ 7
El movimiento estudiantil ecuatoriano, a 100 Años de la
Reforma de Córdoba___________________________________________ 10
La utopía del movimiento estudiantil ecuatoriano: ¿Qué movimiento?
¿Qué utopía?_________________________________________________ 13
Movimientos estudiantiles: entre la necesidad y su justa dimensión_____ 15
¿Sujetos de la educación universitaria o actores de contra hegemonía?
Repensando la democratización y movilización estudiantil ____________ 17
Lecciones 100 años después del centenario de Córdoba _______________ 21
Revoluciones juveniles del siglo XXI _____________________________ 23
El movimiento estudiantil ecuatoriano: Conquistas y nuevas luchas _____ 24
Crónicas del 68 _______________________________________________ 27
La identidad del movimiento estudiantil universitario ________________ 28
El debate vigente entre la palabra y el pensamiento __________________ 31
EDITORIAL

La angustia existencial de quienes colaboraron en esta edición de la Revista Coraje parece ser ¿en
qué está el movimiento estudiantil ecuatoriano? Esa pregunta esconde un diagnóstico: el movi-
miento estudiantil está debilitado. Pero es que en realidad ¿algún momento estuvo fuerte? o en
realidad ¿está más débil respecto a lo que quisiéramos que fuese?

¿Por qué dirigentes estudiantiles de varias generaciones, universidades y provincias tienen un


diagnóstico de alguna forma similar? Quizás por la inmediata realidad de quienes pelean por una
universidad más democrática frente a poderes fácticos o por la crisis social que los síntomas
neoliberales dan cuenta, parece que todo lo que se hace es inútil.

En otros textos, más que existencialismo colectivo, habita una suerte de pesimismo bien informa-
do: desde la forma en que se entiende el legado del ideario de la Reforma de Córdoba, hasta las
lecciones (no) aprendidas de la contienda política por una universidad más democrática.

Hay también escritos que ponen en duda, no solo como el movimiento estudiantil percibe el
contexto en que habita, sino como se percibe a sí mismo y las opciones de acción política que posee
para conseguir sus objetivos.

¿Qué sería de la izquierda sin la esperanza? Menos mal hay líneas a lo largo de los textos que nos
hacen pensar que no todo está perdido y que, mal que mal, hemos avanzado en algunas reinvindica-
ciones.

Será entonces que entre tanta pregunta autorreferencial ¿nos hemos olvidado de otros hitos del
movimiento estudiantil? no escatimamos entonces, en traer a colación la experiencia del mayo
francés para dar otra mirada al movimiento estudiantil.

No hemos pretendido descifrar los problemas del mundo contemporáneo, ni la ontología del movi-
miento estudiantil en una docena de textos. Hemos pretendido contribuir a la discusión, reunirlos
con los “fantasmas del 68”, o mas bien con las reflexiones que nos acercan a ellos y sobre todo a la
introspección del movimiento estudiantil ecuatoriano con los escritos de quienes lo hemos vivido
de una u otra forma, pero que sobretodo, nos reconocemos como parte de él.

No dejaremos de plantear preguntas, ni ensayar respuestas. No dejaremos de hacer, pensar o decir.


No dejaremos de pensar que la imaginación (política y utópica) es la principal herramienta de los
estudiantes, y para ser creativos, es indispensable conocer la realidad.

Coordinadora Alternativa de Comité Editorial


Jóvenes y Estudiantes CORAJE
1
PODERES FÁCTICOS EN LA UNIVERSIDAD ECUATORIANA

Vanesa Páez1 & Wendy Rosero2

A tiempo de celebrar el centenario de la Reforma Universitaria de Córdoba, hablar sobre la educación


superior se vuelve un ejercicio necesario. Su análisis nos permitirá tener claro el panorama que se
vive en la actualidad y sobre el cual podemos, y sobretodo debemos, incidir para apuntar a una
educación integral y de calidad en el Ecuador. En este sentido es necesario analizar rápidamente la
estructura de la universidad del siglo XIX en Latinoamérica. Esta se configuró bajo un modelo
basado en los lineamientos de la Iglesia Católica y la universidad napoleónica: un modelo de adminis-
tración totalmente vertical que impedía determinantemente la participación de profesores y estudi-
antes en la orientación, perspectiva y toma de decisiones dentro de la universidad. Así el poder políti-
co y el orden eclesiástico determinaban el mandato universitario. El movimiento estudiantil de Cór-
doba apostó a la creación de conocimiento y no a su mera transmisión. Se exigía democracia y sobre
todo, que la universidad tuviese una clara función social respondiendo de forma efectiva al contexto
y dando solución a la problemática social en la que se desenvolvía.
Dentro de los puntos fundamentales consignados en el documento de 1918 se encontraba:
- La autonomía universitaria, con la construcción de estatutos internos, impiden así la influen-
cia de la política externa nacional.

- El cogobierno, permite la participación de profesores, estudiantes y egresados en el gobier-


no universitario.

- Libertad de cátedra o docencia libre, con el enfoque de tener mayor diversidad de corrientes
de pensamiento y tendencias que deberían ser elegidas libremente por el estudiante.

- Así como tener una misión social más allá de la simple enseñanza; es decir, el involucramien
to de la academia promoviendo soluciones a los problemas de la sociedad. Una vinculación
efectiva de la universidad con el resto del sistema educativo nacional o base (nivel medio gen-
eral, técnico y primario), y;

- Gratuidad de la enseñanza superi-


or, haciéndola más asequible a todas
las clases sociales.

Desde nuestra perspectiva estos


puntos planteados en la reforma,
apuntaban a una educación superior
asentada en un escenario que tendía
a lo ideal, del que poco se cumplió al
aterrizar en la realidad de las univer-
sidades latinoamericanas. Los puntos
de mayor incidencia alcanzada,
1. Militante de la Coordinadora Alternativa de Jóvenes y Estudiantes. Egresada de
Ingeniería en Biotecnología por la Universidad de las Fuerzas Armadas – ESPE. Represen- mediante normativas que buscaban
tante estudiantil. garantizar su cumplimiento,
2. Egresada de Ingeniería en Biotecnología por la Universidad de las Fuerzas Armadas –
ESPE. Dirigente del Movimiento Estudiantil Unión Deliberante - ESPE.

2
fueron: la autonomía y gobierno universitario, cambios en la enseñanza y métodos docentes y la
proyección política y social de la universidad.

El legado de Córdoba

A partir de los ideales de los jóvenes de Córdoba, hemos analizado el escenario educativo
ecuatoriano actual. Este se contrapone con los ideales planteados, ya que en la actualidad han sido
sublevados por ciertos poderes fácticos que no se han logrado desplazar en su totalidad. Siendo
jóvenes estudiantes de la Universidad de las Fuerzas Armadas - ESPE de Ecuador hemos decidido
hablar desde la experiencia y el conocimiento de nuestro paso por esta institución ya que, entre
todas, ésta tiene un régimen que la convierte en un escenario sumamente particular: es una
universidad de naturaleza jurídica pública, pero que orgánicamente posee un régimen especial que
permite la administración de esta por la cúpula militar.La institución tiene noventa y seis años de
trayectoria. En sus inicios, su formación era netamente orientada a carreras técnicas diseñadas
para personal de la ínsula militar. Este hecho cambia en el gobierno del Gral. Guillermo
Rodríguez Lara, quien abre las puertas de la academia a los estudiantes civiles, dando lugar al 4 de
diciembre de 1977 donde la primera promoción de ingenieros de uniforme y civiles en forma
conjunta se gradúan de las carreras de Ingeniería Civil y Geográfica. En lo sucesivo la universidad
atravesó múltiples procesos de expansión, crecimiento y reingeniería institucional ampliando su
oferta académica hacia carreras ligadas al mundo del trabajo y abriendo distintos campus universi-
tarios en distintos cantones del país. Otro hecho relevante ocurre en el periodo presidencial de
Rafael Correa: la entrada en vigor de la gratuidad en el tercer nivel, vigente para las instituciones
públicas que entra en vigor en la Constitución de 2008, retira el privilegio económico que
percibían las Fuerzas Armadas desde la universidad al cobrar matrícula, permitiendo así que
muchos jóvenes puedan acceder a un derecho de la educación pública y gratuita. Finalmente, en el
año 2013 la universidad integra a las que ahora se conocen como unidades especiales, que son los
institutos de formación netamente militar, a partir de la absorción de otras entidades de educación
superior militares, cambiando así su nombre a Universidad de las Fuerzas Armadas - ESPE. Estos
hechos han marcado diferentes puntos críticos y de análisis dentro de la instittución, con la
perspectiva estudiantil. Ahondando mucho más, la Ley Orgánica de Educación Superior (LOES)
es la encargada de garantizar la autonomía universitaria responsable, la forma de cogobierno,
entre muchos otros aspectos que apuntan a la generación de una educación inclusiva, holística y de
calidad. De esta manera todas las universidades del Ecuador deben regirse a su reglamentación
estipulada, sorprendentemente dentro de la misma encontramos artículos que abiertamente otor-
gan facultades únicas que le permiten a la Universidad de las Fuerzas Armadas ESPE autodeter-
minarse bajo sus normativas. Entonces podemos decir que esta universidad es única entre las
demás. Citando textualmente el Art. 55:
“…Las autoridades académicas de la Universidad de las Fuerzas Armadas, se elegirán conforme a
lo que determinen sus estatutos.”
Revisando lo que estipulan dichos estatutos encontramos que en el Art. 47 se establece que:
“El Rector, será designado por el Jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas…”

3
Dentro del mismo artículado, literal a, se dictamina que sus deberes y atribuciones serán:
“Cumplir y hacer cumplir … las políticas emanadas por el Comando Conjunto de las Fuerzas
Armadas…”.

Es claro que los intereses que gobiernan a la institución no responden al ámbito académico,
netamente, sino más bien a los de un grupo social selecto, rompiendo así la idea fundamental de
autonomía universitaria encargada de velar por la academia y excluir que el poder e intereses
políticos externos interfieran con su libre proceder. Un hecho penoso e indignante: en pleno siglo
XXI no se han alcanzado plenamente los ideales de una reforma democrática planteada hace un
siglo. Si contraponemos esta realidad con la universidad de dos siglos atrás, nuestra conclusión
será que el poder fáctico que gobernaba la academia, en la actualidad solo haya cambiado de manos
del clerical al militar.

Un punto sensible es el gobierno universitario. Gracias a las luchas ganadas en Córdoba, tenemos
hoy que el máximo órgano decisorio de la universidad es manejado como un cogobierno, donde
todos los diferentes miembros de la comunidad universitaria pueden participar de forma libre e
independiente. Dentro de nuestra institución el derecho a la participación estudiantil ha sido
sistemáticamente limitado al mínimo legal necesario y en ocasiones inexistente debido a la dinámi-
ca institucional. En nuestro paso por la universidad, tan solo nos han enseñado que nosotros como
jóvenes y estudiantes nada tenemos que ver con nuestros mandatarios. En un sistema en el que se
designa a las autoridades que la gobernarán, sin la mínima contemplación de la perspectiva estudi-
antil, estamos destinados a formar hombres y mujeres con una visión de total desinterés y apatía
por todo lo consiguiente a la política y sin duda su relevancia en la construcción de un entorno
social democrático e inclusivo. Formamos capital humano altamente disciplinado para ingresar al
mercado laboral; nada diferente a las tan recriminadas universidades del siglo XIX, dejando de
lado la formación de ciudadanos críticos, que apunten a una verdadera transformación política y
social a la que nos debemos.

Creemos que como estudiantes al no contar con total empoderamiento de nuestro rol fundamental,
no hemos logrado incidir realmente en cuestiones determinantes para la academia. Consideramos
que, no solo dentro de nuestra institución, deberíamos empezar por el sano ejercicio de re-plan-
tearnos hacia dónde vamos como institución, si estamos respondiendo o no a los intereses y necesi-
dades de nuestra sociedad, y sin duda, el cómo nuestra institución puede aportar a la verdadera
generación de ciencia y tecnología asentada en la realidad nacional. Con total indignación
consideramos que estas debilidades radican en el hecho de que aún existen poderes fácticos de
grupos específicos que rigen la academia. Con cierta tristeza reconocemos que los ambiciosos
planteamientos de los jóvenes de Córdoba no llegaron a cristalizarse en su totalidad, pero como
bien se ha dicho ya “no fue lo que ha de ser, pero dejó de ser lo que venía siendo”, esta realidad se
cumple en la mayoría de los casos de los institutos de Educación Superior. Pero tras nuestro
análisis particular, en ocasiones sentimos que para vivir el escenario del siglo XIX podemos volver
en el tiempo o simplemente trasladarnos a instituciones que de una u otra forma han mantenido
un régimen anacrónico de gobernación.

Compartimos la idea de que la juventud es pura y no ha tenido el tiempo de contaminarse todavía,


por ello creemos que es hora de que los y las estudiantes despertemos del trance en el que hemos
aceptado vivir sin cuestionamiento alguno. Dejemos de escapar de esta penosa realidad y seamos
los protagonistas del cambio.

4
Es hora de empoderarnos de nuestra historia, de nuestras luchas y de nuestros derechos. Para
conseguirlo debemos empezar por romper con la idea de que la educación pública es un obsequio
y tiene la potestad de atropellarnos cuantas veces quieran. Debemos romper con la idea de que nos
hacen un favor al otorgarnos una educación que muchas veces se encuentra coartada de verdaderos
derechos y libertades.

Lo que nos disputamos no es la “Universidad de las Fuerzas Armadas - ESPE”, nos disputamos la
academia: el templo del conocimiento, la enseñanza y nuestros derechos. Nos disputamos el futuro.

HÁGASE LA CRISIS: ¿SALDREMOS BIEN LIBERADXS?

Liz Zhingri 1

Si pensamos la política formal a nivel mundial, evidenciamos que


existe una grave crisis de representación para las grandes mayorías.
Si bien siempre este campo ha estado ocupado mayoritariamente por
hombres blancos, cis, de los nortes globales, pertenecientes a las
élites económicas, y un largo etcétera de privilegios; cuando
hablamos de crisis de representación política también nos referimos
a la poca/nula capacidad de estas esferas para recoger demandas
colectivas y plurales y llevarlas a concretarse en políticas públicas
que aseguren una mayor redistribución de la riqueza y, por ende, la
reducción de la desigualdad dentro de los Estados.

Esta crisis a su vez, se refleja en cada institución que media la


sociedad. Así, la universidad, que es parte de un sistema educativo
regido a unos parámetros hegemónicos, no es la excepción y, quienes
pretenden ostentar cargos de representación estudiantil tampoco; ya
sea que hablemos tanto de las representaciones institucionalizadas
(Consejos Universitarios) como de aquellas que gozan de cierta
autonomía respecto a cada institución de educación superior
(FEUE).

Pero para entender esta crisis dentro de nuestro contexto nacional,


hace falta desmenuzar las condiciones que la suscitan. Una de esas,
fue la lógica gubernamental del régimen político encabezado por el
ex – presidente Correa.

1. Feminista, ecologista. Egresada de la carrera de Comunicación de la Universidad de


Cuenca. Ex representante estudiantil de dicha carrera. Ex integrante del movimiento
universitario Utopía.

5
De una lectura acertada de la sociedad, en donde las organizaciones sociales son el motor
fundamental de cambio, se generó toda una institucionalidad y una política para perseguir y/o
cooptar la participación ciudadana. El debilitamiento de las organizaciones sociales, fue entonces
clave para impulsar políticas públicas que convirtieron ciertos servicios (a través de los cuales se
garantizan derechos) exclusivos para las minorías económicas y políticas. Esto, para la universidad
ecuatoriana significó la creación de una institucionalidad compleja que, alineada con un proyecto
económico, consiguió excluir a miles de estudiantes provenientes de los quintiles más pobres de la
sociedad y que son quienes menos tienen garantizados sus derechos más básicos. SENESCYT,
CEAACES y CES fueron los ejecutores de esta política. La creación del SNNA, por ejemplo,
reforzó a través del ENES un ideal meritocrático para justificar la evidente elitización de la
universidad.

A la par de estos procesos, se venían gestando también las cooptaciones de movimientos y dirigen-
cias estudiantiles por parte del partido de gobierno y afines, quienes, a través de la inyección de
capital para las campañas estudiantiles, consiguieron reducir las exigencias de la población
universitaria al punto en que cada vez más primaron demandas ya no por la garantía de derechos
y calidad de la educación, sino por la garantía del entretenimiento y calidad de “la farra”, lo cual
fue contraproducente no sólo con los procesos sociales en general, sino con la formación misma de
las juventudes en su diversidad.

Cabe acotar que todos estos procesos se enmarcan en un momento fundamental para el orden
hegemónico mundial, mismo que al comprender el potencial de las juventudes, fraguó como
respuesta a nuestras múltiples demandas una salida interesante: la del emprendimiento. Con esto,
a más de reforzar el imaginario individualista de que “el pobre es pobre porque quiere”, afianza el
estigma de la política como aquella labor en cuyo trasfondo siempre están la corrupción, la
deshonestidad y el egoísmo más rampante (si bien ésta puede ser una crítica potente a los partidos
políticos tradicionales, se desvirtúa en medida que ese vacío lo cubren las diferentes opciones que
el mercado ofrece).
Con una universidad “pública” cuya mayoría de estudiantes provienen de la clase media – alta, se
identifican como mestizos – blancos, viven en las urbes y demás características de evidente
privilegio, en la que además - a pesar de que se diga lo contrario - aún prevalecen esquemas
racistas y sexistas; y en la que, por si fuera poco, los movimientos estudiantiles son reducidos cada
vez más a tareas administrativo-informativas o a cubrir con las expectativas de entretenimiento
del resto de la población universitaria, es lógico que en épocas electorales universitarias, el sentir
general sea: “no nos representan”.

Con esto no se quiere decir que las personas que tengan un perfil privilegiado no puedan generar,
impulsar y sostener propuestas estudiantiles que reten las relaciones de poder imperantes dentro
de la universidad. Pero sí que es más difícil que lo hagan y, que aún cuando tengan puedan recoger
estas demandas más amplias, logren consensuar y legitimar propuestas progresistas que abarquen
e impliquen responsabilidades más allá de las necesidades inmediatas del estudiantado actual.
Por otra parte, los movimientos universitarios también han venido a menos, ya que al constituirse
únicamente en coyunturas específicas no construyen procesos reales de formación, participación,
inclusión e incidencia puertas adentro del movimiento y por eso, necesitan fuertes cantidades para
el financiamiento de sus campañas; una vez más, caen en el juego del mercado que consiste en
sustituir la reflexión política por el marketing y la propaganda. Después, cuando los compañeros
y compañeras prefieren votar por el nulo nos preguntamos ¿qué pasó? ¿qué debemos cambiar?
¿será porque no se hizo la farra – concierto por cierre de campaña? ¿será que nuestro candidato/a
no fue tan simpático/a?

6
Y no, éstos son sólo elementos de los que bien se pudiesen dispensar si tan sólo empezaríamos a
pensar más allá de los fines electorales y reivindicar que, en efecto, se llama política al hecho de
pensar sobre las lógicas que rigen a la institución y las maneras para incidir en las mismas, con la
finalidad de crear un cambio significativo para quienes hacemos la comunidad universitaria.

Por otro lado, también se trata de tomar posturas políticas claras y crear identidades políticas para
nuestros movimientos. A raíz de esta demonización de la política, también se ha creado una
demonización de todo aquello que amenace al orden hegemónico dominante y, por ende, se posici-
one tanto desde la izquierda, como desde el feminismo, la decolonialidad, el ecologismo y demás
reivindicaciones sociales. En este marco, ser “neutral” (cosa que es imposible), “independiente”,
“emprendedor”, etc… son los nuevos eufemismos que adoptan muchos movimientos para evitar
ser asociados con cualquier postura política que signifique disidencia.

Sin estos elementos, poco o nada podremos hacer por saldar esa crisis de representación. Si bien
las universidades son un reflejo de lo macro, también pueden ser buenos laboratorios desde los
cuales inventar una nueva forma de hacer política, retando sí a las formas pacatas, obtusas y
verticales de ver a nuestros compañeros y compañeras, pero también aprendiendo y tomando de
los movimientos predecesores lo mejor de sus procesos, lo principios más adecuados y, sobretodo,
la valentía para continuar el camino que entiende que en los/as estudiantes está la fuerza necesaria
para movilizar y cambiar, al menos un poquito, el orden impuesto.

ESTUDIANTE: ENFRENTAR EL REPLIEGUE ROMÁNTICO DE FUERZAS

Elisa Castillo 1 & Gonzalo Criollo Galván 2

Una ola neoliberal aborda a la región. Con ella, agendas regresivas se posicionan; su respectiva
resistencia, también. Una gran reconfiguración de fuerzas organizativas se da lugar, donde el rol
de los movimientos sociales es más urgente que nunca. La organización estudiantil, no ajena a esta
realidad, vio necesario entenderse y adaptarse a (en) la coyuntura. ¿De qué forma? Retomando el
rol de aliada de agendas como respuesta inmediata. Con matices, esta circunstancia maduró el
papel político del movimiento de estudiantes, permitiéndose pensar más allá de las instituciones
educativas.

1. Estudiante de antropología. Ex dirigente estudiantil secundiaria. Ex representante del colegio Eugenio Espejo. Representante estudiantil de
la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Militante de la Coordinadora Alternativa de Jóvenes y Estudiantes. Feminismo y Software Libre.
2. Estudiante de economía, escritor y feminista. Ex dirigente estudiantil secundario. Ex representante estudiantil del colegio Juan Pío Montúfar
de Quito. Representante estudiantil de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Actual Coordinador General de la Coordinadora Alternati-
va de Jóvenes y Estudiantes del Ecuador.
3. Es preciso agradecer a Luis Esparza, compañero militante del Perú, quien ha logrado comunicar oportunamente el accionar organizativo
para una transición democrática y participativa en la coyuntura del hermano país.

7
Sin embargo, aunque el contexto refleja nuevas dinámicas de articulación, un pliegue corporativo
aún se expone en la organización. Una intención de regresar (o no salir) de la disputa estudiantil
romántica a la condición de estudiante, incapaz de rebasar las aulas como único espacio de disputa
y negada a aterrizar en otras realidades. Esta implicación resulta contraria a la agenda de respaldo
a otras luchas sociales, limitando el accionar del movimiento y dispersando esfuerzos de
movilización masiva.

Con la intención de entender estas dos características, el presente texto estudia en tres secciones
el reciente caso ecuatoriano en donde se exponen ambas condiciones (con mayor o menor medida).
Características del movimiento, errores para la comprensión, retos de movilización y disputa: a
enfrentar el repliegue romántico de fuerzas.

Espacio de encuentro: rompiendo el pliegue corporativo

El movimiento estudiantil latinoamericano de los últimos años ha sido un interesante espacio de


fortalecimiento de esfuerzos para la consecución de reivindicaciones sociales. Son varias las
evidencias especialmente desde las instituciones de educación superior: apoyo a movilizaciones por
la legalización del aborto en Argentina y Chile, el planteamiento y problematización de una nueva
ola progresista en la región –Colombia–, la canalización de procesos de resistencia y no
criminalización de la protesta –el especial caso de Nicaragua–, la organización por la garantía de
una estructura institucional democrática y lucha contra la corrupción en el Perú , entre muchas
otras. En conflictiva coyuntura, las demandas de las organizaciones sociales han sido reforzadas
por las y los estudiantes dada la compatibilidad entre 1) el movimiento de estudiantes como
espacio de encuentro de agendas, y 2) una ola de resistencia organizativa poshegemónica en la
región – el retorno de gobiernos neoliberales –. Estas dos condiciones plantean una configuración
especial para la articulación estudiantil: se amplían sus fuerzas y el accionar del movimiento no se
limita a una pugna solamente referente a las instituciones educativas. Al contrario, en su cualidad
de articulación heterogénea y empatando con la coyuntura de resistencia, el movimiento
estudiantil se transforma en potente aliado de agendas. Madura su rol político: los y las estudi-
antes desarrollan un nuevo momento de la organización que traspasa antiguas lógicas de pliegue
corporativo.

Las circunstancias, sin embargo, dictan casos con los cuales corresponde descifrar esta condición
(movimiento estudiantil a manera de aliado) como aún insuficiente para despojar otra agenda
(¿histórica?) de carácter corporativo: la reivindicación del estudiantado por el estudiantado. Una
suerte de chovinismo, romántico hacia la condición de estudiante y en el cual solo las instituciones
de educación caben como espacio de disputa. Es preciso aterrizar en el reciente caso ecuatoriano 4.
para entender un interesante diálogo entre ambas condiciones del movimiento estudiantil: inicial-
mente pensarse como aliado de agendas y, en un segundo momento, fracasar en la articulación
masiva.

Ecuador: crónica de un fracaso

Amparadas en una propuesta de reforma a Ley Orgánica de Educación Superior (LOES) de


concepción y ejecución democrática, federaciones y organizaciones estudiantiles se encontraron
para defender históricas reivindicaciones así como replantear problemáticas en el sistema
educativo.5
4. La cercanía a este proceso (desarrollado aproximadamente desde el segundo semestre de 2017) facilita este análisis sucinto.
5. La posibilidad de establecer procesos horizontales en la planificación de las instituciones de educación superior, junto con nuevas
discusiones como la maternidad universitaria caracterizaron esta propuesta.

8
Ante esta articulación, varias autoridades educativas esbozaron, al contrario y con complicidad
del estado, una reforma pensada para que el manejo de las universidades de pregrado y posgrado
resulte en el absoluto control de los rectores –con bajísimos aportes a la participación estudiantil–,
además de un aumento (irresponsable) en la oferta de carreras (conveniente al lucro de las
autoridades). La universidad pensada como autarquía: mercantilización de la academia, ruptura a
la pertinencia educativa en un proyecto de carácter nacional –junto a la implícita agenda
gobiernista de los notables (rectores) sobre los comunes (estudiantes)–. Comprendiendo estos
elementos y la necesidad de superar la concepción de las universidades como llanas fábricas de
títulos, los y las estudiantes provocaron un inicial momento de disputa con mesas de trabajo y
foros orientados a la lucha por los derechos estudiantiles reflejados en la reforma a la LOES.
Esfuerzo virtuoso que se vería opacado por una segunda etapa caracterizada por la interpelación a
la participación estudiantil desde la lógica de la Asamblea Nacional. Es decir, todas las acciones del
movimiento se centraron en lograr posicionar sus reformas con los y las asambleístas. Aquí
empieza el gran fracaso.

No cabe profundizar en los últimos instantes de esta segunda etapa, puesto que, más allá de una
movilización de 200 personas y otros esfuerzos colectivos, la reforma a la LOES aterrizaría en la
propuesta de los rectores, construida sin estudiantes y facultada por el estado; una ley a disposición
de las autoridades y con mínimos contrapesos estudiantiles.6 Derrota para la organización, que,
tras su máxima, afrontó la carga de no haber ampliado a otros espacios su disputa. Si bien el estado,
de manera evidente, inclinó su maquinaria hacia la propuesta de los rectores, no puede negarse que
la articulación estudiantil resultó insuficiente y, sobre todo, equívoca. El motivo recae en la
transición entre el primer momento de predisposición plural y el segundo momento mucho más
corporativo: las condiciones, entendidas como la indignación provocada por el quiebre a la
pertinencia educativa en un proyecto nacional, se interpretaron erróneamente.

Pese a la posibilidad de una agenda con capacidad de movilización no solamente estudiantil, la


organización no logró canalizar sus propuestas en actos de identificación masiva; al contrario, la
lucha, impulsada desde élites estudiantiles 7 aún incapaces de explotar la cualidad de espacio de
encuentro del movimiento, se limitó a una agenda que no se pensó por fuera de la universidad. Se
impidió el apelar a una mayoría que, por lo tanto, permaneció periférica. Se comprueba: la
condición romántica a la condición de estudiante replegó fuerzas que el momento pudo haber
permitido como masivas.

Entenderse en el nuevo momento: el reto, la agenda

Más allá de la derrota con la ley, el movimiento acumuló fuerzas que, en una coyuntura conflictiva
y con una transición neoliberal más marcada por el gobierno de Moreno, todavía poseen la
capacidad de transformar la indignación colectiva en manifestaciones concretas y masivas. Se
produce un tercer momento del movimiento estudiantil ecuatoriano que radica en madurar
(tomando el ejemplo de las experiencias latinoamericanas) el rol como sujeto político de los y las
estudiantes: sin agotarse, como se dijo antes, solamente en la problemática estudiantil. En ese
marco, existen agendas que han tenido un tibio respaldo (aún) de la organización de estudiantes y
precisan ser fortalecidas desde sus virtudes.

6. Aumentó la participación en cogobierno universitario, sin embargo paralelamente se creó un consejo conformado por autoridades, en
universidades privadas, capaz de tomar decisiones administrativas sin mayor participación estudiantil.
7. Cabe hacer la diferenciación de ‘élites’ dada la facilidad de movilización de un grupo de estudiantes respecto a otros grupos periféricos. Esta
facilidad está determinada por formación, trayectoria organizativa, ubicación y posicionamiento en otros espacios.

9
Se identifican como retos por fortalecer (incluso pendientes): el
apoyo de redes feministas impulsadas dentro de universidades
–visibilizando estructuras de violencia contra la mujer y
fortaleciendo la discusión por la legalización del aborto–; el
desarrollo de espacios de discusión para la problemática del
empleo juvenil –que, a propósito, debe pensarse más allá del
emprendimiento como respuesta fácil de la política pública–, la
movilización por una comprensión y política pública distintas
respecto a la cuestión de las drogas (especialmente la marihuana),
la articulación de redes académicas de democratización educativa,
entre muchas otras experiencias que prueban cómo el movimiento
estudiantil del siglo XXI es y puede ser aliado fundamental de
agendas en disputa a realidades conservadoras. El reto es,
entonces, empatar el contexto educativo con las contiendas que
los diversos momentos sabrán presentar. Sabremos prepararnos,
organizarnos y movilizarnos.

EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL ECUATORIANO


A 100 AÑOS DE LA REFORMA DE CÓRDOBA

Sebastián Martines1 & Juan Xavier Zalamea2

A los 100 años de la Reforma de Córdoba, es preciso analizar la


situación actual del sistema de educación ecuatoriano, que revela
la persistencia de algunos de los problemas que los estudiantes de
Córdoba ya llamaban “arcaicos” 100 años atrás. Uno de ellos tiene
que ver con los esfuerzos que se han hecho por impulsar nuevos
enfoques en la pedagogía en el país, esfuerzos que no han venido
acompañados de cambios profundos en las estructuras que dan
forma al sistema educativo en sí y que se han tocado levemente.
Por ejemplo, los métodos rígidos no permiten el funcionamiento
cotidiano del sistema educativo de nuestro país que, en definitiva,
determina la relación pedagógica entre alumnos y profesores.

Así también podemos observar que los estudiantes de Córdoba


tenían una preocupación sobre la forma en que debía realizarse su
participación dentro de la Academia. Reconociendo las grandes
distancias que separan las formas de organización estudiantil en
1918 y las actuales, es medular el tema, ya que casi ninguna
organización estudiantil de nuestro país ha logrado consolidar
una estructura que permanezca en el tiempo y de respuestas
acordes a nuestro momento histórico.

1. Egresado de la carrera de Sociología de la Universidad de Cuenca. Ex dirigente estudiantil de


dicha carrera. Miembro del equipo de investigación Alter-DE.
2. Egresado de la carrera de Derecho de la Universidad de Cuenca. Miembro del Movimiento
Pensamiemto Krítico Universitario.

10
La herencia más clara de la Reforma de Córdoba y que ha llegado a expresarse en forma y fondo
es la separación entre iglesia y academia, por lo menos, hablando del sistema de educación público.
Aunque se celebre esta separación, se podría decir que la iglesia proporcionó un norte moral para
la academia, como a cualquier actividad política. La secularización que resultó de la reforma es una
victoria innegable, pese a ello, dejó un vacío que será aprovechado por los nuevos ideales que
dieron sentido a la explosión del movimiento estudiantil de los años 60s.
Hoy, sin embargo, aquellos objetivos la década de los años 60s, también han perdido su vigencia y
el norte del movimiento estudiantil se encuentra diluido por las diferentes crisis en las que transita
hoy en general: La Política.

¿Cuáles son esos principios que llenarían ese espacio, en la sociedad del capitalismo tardío?
Actualmente, en el Ecuador, el movimiento estudiantil no logra consolidar de manera autónoma
una seria de principios que le permitan tener una influencia tal, para no ser absorbido por partidos
políticos nacionales. En las Universidades, sobre todo las públicas, se han visto cooptados por la
ideología de dos sectores de la izquierda, la Juventud Comunista Ecuatoriana y Movimiento
Unidad Popular (movimiento que representa una visión marxista-leninista), sectores que se
encuentran desgastados, al punto de que reconocemos su imposibilidad de liderar los cambios
necesarios en la Universidad ecuatoriana.

Esta cooptación de la ideología provoca una insalvable polarización de las posiciones políticas, que
no necesariamente son opuestas, ya que ambas son de izquierda, pero que significan un reduccio-
nismo del discurso político y de los campos de acción que puede llegar a tener un nuevo movimien-
to estudiantil. En un primer momento, para pensar en un nuevo movimiento estudiantil, conside-
ramos importante visualizar la situación política en la que se encuentra el estudiantado, dado que
podemos observar que estos no se ven representados por los dirigentes estudiantiles, es decir, el
estudiantado mira a su representación como algo externo, una imagen de la política que no se
vincula con sus intereses y aspiraciones.

Para este problema, es necesario aclarar que esta visión desgastada que el estudiantado suele tener
de sus representantes es la expresión de La Política que, para Bolívar Echeverría, significa prácti-
cas, usos o costumbres que conforman los actos diarios de estos representantes. Son estas las que
se encuentran corruptas. Debido a esos actos, nos vemos cansados, ajenos y desinteresados, ya que
parecen responder solo a intereses individuales que usan la estructura de la política universitaria
para lograr victorias personales. Como si entrar en espacios de poder e incidencia, solo cumpliera
la función de enaltecer la personalidad de quienes llegan a ser dirigentes estudiantiles.

Echeverría diferencia La Política de Lo Político, y es la segunda acepción la que debería guiar la


reflexión y el interés de los estudiantes universitarios. Entendiendo como Lo Político, los efectos
y condiciones que resultan de las relaciones y el accionar humano, es decir, nuestra forma de ser
animales sociales. A la academia y al movimiento estudiantil, le corresponden por excelencia
reflexionar sobre lo político, sobre todo para generar una mejora en las condiciones donde se da
dicha relación; componer una estructura que, con esos principios, logren transformar nuestras
realidades, transformación que, sin lugar a duda, se logrará con la profundización del sentido del
amor y de la cooperación, como lo proclamó la juventud cordobesa, en 1918.

Los 100 años de la Reforma de Córdoba nos invita a generar dos reflexiones centrales sobre las
victorias conseguidas: la primera implica una vista hacia atrás para revisar lo que ha implicado hoy
en el imaginario del estudiantado, por ejemplo, la gratuidad de la educación superior en nuestro
país y en nuestra región en general, en qué condiciones y bajo qué concepto está siendo entendida,
porque tal vez hoy nos parecen naturales. Esta y otras victorias nos obligan a volver

11
sobre ellas, a las circunstancias en que se desarrolla la alcanzada gratuidad ¿Es una victoria que
representa un techo que no parece poder superarse? Sería mejor plantearse las acciones que hacen
falta para hacerla realmente efectiva y de calidad, es decir, pensar sobre las condiciones que son
necesarias para hacer posible el acceso de todos los sectores sociales, especialmente, para los hijos
de las clases con menor poder adquisitivo.

La segunda reflexión tiene que ver con mirar hacia adelante; pensar cuales son las nuevas victorias
que exige nuestra época, luego de las que alcanzó la Reforma de Córdoba, pensar en las
condiciones de la política contemporánea y cuáles son las exigencias de los estudiantes, así como
cuáles serán las estrategias para conjurar las diferentes necesidades en una misma fuerza política
¿Córdova marcó un límite de las victorias posibles y con ello un tiempo de vigencia de la necesidad
en sí del movimiento estudiantil? ¿Cuál es o debe ser el norte actual del movimiento estudiantil?

Podemos concluir que hemos identificado dos -entre muchos otras que pueden existir- problemas
que actualmente aquejan a la fortaleza del movimiento estudiantil ecuatoriano; la polarización
partidaria de los estudiantes que supone estigmatizar ciertas capacidades políticas de los
estudiantes e invisibilizar otras. Para luchar contra ello, es necesario que los estudiantes
conquistemos espacios reales de poder, espacios de democracia directa para tener una incidencia
efectiva, preocupación que también estaba en Córdova pero que hoy consiste en otro tipo de
problemas. Debemos promover el interés de los estudiantes en hacer uso del poder, en la toma de
decisiones públicas, sin tener como mediadores a ningún partido político externo a la universidad.
Las condiciones adecuadas para logar esta participación real de los estudiantes, sin el peso e
influencia de políticos y partidos externos, pasan por una inversión mayor y apuesta no solo por
mejoras sustantivas en la infraestructura de la academia sino también por la construcción de una
conciencia política que esté dentro de ella, con mayor razón en las universidades públicas.

12
LA UTOPÍA DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL ECUATORIANO
¿QUÉ MOVIMIENTO? ¿QUÉ UTOPÍA?

Daniel Vizuete1
A propósito de las conmemoraciones por el Centenario de la Reforma de Córdoba, han estado
presentes diferentes evocaciones a su sentido, sus protagonistas y una (¿pretenciosa?)
resignificación o actualización de su herencia primordial para nuestros días. No casualmente los
eventos conmemorativos han sido convocados desde espacios estatales (como SENESCYT),
multilaterales (ligados a la Conferencia Regional de Educación Superior) o institucionales (por
parte de varias universidades). Una crítica formulada desde organizaciones sociales, juveniles y
estudiantiles ha sido cuestionar ¿por qué no hubo un evento exclusivamente organizado por el
movimiento estudiantil? Lo cierto es que para ello debería existir una vitalidad organizativa y una
articulación que, al momento, no existe.

La discusión sobre los motivos por los cuales no existen estas condiciones es extensa y está
también ausente. Es frecuente escuchar que el movimiento estudiantil está debilitado por la acción
del Estado, por intereses corporativos, por la desidia de los estudiantes o por la falta de liderazgos
que logren articular movilizaciones: ¿son estas explicaciones realidades ineludibles o son lugares
comunes? A mi forma de ver hay múltiples causas por las cuales esto ocurre y las enuncio como
tres situaciones: 1) transformaciones de los sistemas educativos impulsadas por actores externos,
2) conflictividad y articulación entre organizaciones sociales y propiamente estudiantiles y 3)
tradiciones y trayectorias de la organización estudiantil. El siglo XX terminó y con él varios de los
códigos sociales que dimos por hechos están siendo modificados.

Las transformaciones a los sistemas universitarios, en este periodo, emanaron desde sus
protagonistas: los estudiantes y fueron ellos quienes, al movilizarse, generaron cambios en las
universidades, que en algunos casos fueron también fuertes críticas sociales, como el Mayo
Francés o las movilizaciones en Chile. Otros cambios que ha sufrido la universidad han sido
direccionados por actores más bien externos, siendo los gobiernos u organismos internacionales
sus promotores. El Plan Bolonia en Europa y las reformas nacionales en América Latina son
ejemplos de esto. Cada una posee particularidades y requiere un análisis pormenorizado, lo cierto
es que no todas las reformas emanan desde abajo y sus características dependerán cuanto de sus
impulsores, como de las articulaciones con otros actores involucrados.

Si los sistemas educativos se han convertido en espacio de disputa de diferentes intereses sociales,
es lógico imaginar que las articulaciones internas y de la universidad con otros actores será difícil.
La complejidad radica tanto en el lugar que cada sociedad ha otorgado a las universidades, como
en la vocación que tengan estas de inmiscuirse en los problemas sociales. Existe una
esencialización del movimiento estudiantil que emana desde lecturas romantizadas y épicas de lo
que un movimiento social es y debería ser. Los movimientos estudiantiles no siempre logran ser

1. Ingeniero en Biotecnología por la Universidad de las Fuerzas Armadas – ESPE. Ex Presidente de la asociación de estudiantes de dicha carrera.
Ex Presidente de la federación de estudiantes de dicha universidad. Ex vocero de la Confederación de Estudiantes Universitarios y Politécnicos
del Ecuador. Estudiante de Sociología Política en FLACSO – Ecuador. Miembro de CORAJE

13
hegemónicos en la conducción del sentido de las instituciones educativas y, lo que resulta más
problemático, no siempre promueven demandas o intereses democráticos e inclusivos. ¿Qué
actores se acercan a las universidades en ese contexto? Seguramente serán aquellos que vean a las
universidades como aliadas para conseguir sus intereses particulares. Sin un aliado natural con
presencia en las universidades, es difícil que otros movimientos sociales quieran articularse con
estas. (Siempre suponiendo a los movimientos sociales como espacios colectivos que promueven
demandas inclusivas y en pro del interés general)

El último de los aspectos que refiere más a la lógica interna de las universidades y del movimiento
estudiantil, no es menos problemático. El protagonismo de los estudiantes en procesos de
democratización y de impugnación radical a mecanismos sociales, ha hecho que se vea en él cierta
“vocación revolucionaria”, por lo que partidos de inspiración marxista han estado siempre cercanos
a estos espacios, sobre todo en la universidad pública latinoamericana. En mi lectura ello produjo
varios efectos, tanto una monotonía de las organizaciones estudiantiles cuyo discurso se fue
agotando al no renovar sus repertorios de acción y no extender sus marcos conceptuales de
interpretación de la realidad, como un agotamiento de dichas organizaciones como referencia de
organización juvenil y social. No es casual que los debates del movimiento estudiantil, cuando los
hay, giren en torno a sus formas organizativas u otras demandas sociales (generalmente
posmateriales e identitarias).

Mi crítica no asume una negación de los repertorios de acción propios de los movimientos sociales
del siglo XX. Menos, de uno cuya memoria histórica nutre su propia capacidad de articulación y
su influencia a la sociedad en general. Sino una falta de reflexión hacia y desde el movimiento
estudiantil para poder situarse más precisamente en el contexto actual con otras estructuras socia-
les vigentes, otros procesos sociales y otros sentidos comunes instalados. Asumir que el
movimiento estudiantil está activo y vital, en tanto tenga capacidad de movilización en la calle,
genere conflictos prolongados en universidades y existan referentes presentes en la opinión
pública, es encerrar al movimiento estudiantil en una forma ideal. Ello no implica, sin embargo,
que exista una plena vitalidad más allá de esos repertorios. ¿Cuáles son los nuevos repertorios del
movimiento estudiantil? ¿Dé qué discute este movimiento hoy?
No está claro qué es el movimiento
estudiantil hoy en día y mucho se
debe a su incapacidad de pensarse y
reconocerse en el concierto social. La
paradoja está en que es el movimiento
social que habita las instituciones
encargadas de pensar a la sociedad,
sus procesos, necesidades y
problemas. Es por ello que, por
ejemplo, suele comprimirse el ideario
de la Reforma de Córdoba, como la
proposición y la implementación de
un modelo de gestión de universitario
basado en un conjunto de atributos y
no como un hecho social. Sobre estas
nociones se han construido tanto los
discursos oficiales en torno a la
conmemoración de la reforma. La
plasticidad con la que se ha
intentado

14
(y logrado) enunciar estos principios de formas diferentes a sus sentidos primigenios es, al menos,
generosa.

En Ecuador el centenario coincidió con un juego de modificaciones a la Ley de Educación Superior


cuya discusión a más de no ser amplia y participativa (por diversas razones) giró en torno a las
cuotas de cogobierno, financiamiento y rearticulación del sistema de educación superior. El
confinamiento del ideario de la reforma a esta dimensión, es la principal evidencia de la debilidad
del movimiento estudiantil ecuatoriano: las nulas menciones de la reforma como un proceso
diferenciado y por etapas o la nula alusión a las nociones políticas e intelectuales (como la
Revolución mexicana) de las cuales se nutrió este proceso, evidencia la debilidad o falta de vitalidad
organizativa del movimiento estudiantil: no es el desconocimiento de la historia en sí mismo, sino
el confinamiento del sentido de su trayectoria a una visión parcial y reducida, que no permite
recuperar los legados más valiosos de ciertas experiencias históricas. Por ello, llevado por la
inercia de los discursos oficiales, redunda en análisis y fórmulas de articulación que son
insuficientes, al día de hoy.

¿Es posible la formulación de una utopía en un movimiento que está atrapado entre un recuerdo
de sí, el deseo de lo que debería ser y una realidad que cambia vertiginosamente?

MOVIMIENTOS ESTUDIANTILES:
Entre la necesidad y su justa dimensión

1
Yura Serrano

A escala continental y también mundial el 2018 constituye un año de conmemoración para los
movimientos sociales estudiantiles. El centenario del Grito de Córdoba como el hito más
importante a ser revisado, pero también los cincuentenarios del Mayo francés y de la matanza de
Tlatelolco en México constituyen una oportunidad a la vez que una responsabilidad ineludible:
todos ellos, sin caer en groseras simplificaciones, representan la expresión de un sector de la
sociedad que supo hacer historia contestándola, articulándola, cambiándola.

Volviendo al día de hoy, es necesario preguntarse por el lugar que guardan las y los estudiantes
(organizados o no) en el quehacer del conocimiento, la producción y la vida social. Si en distintos
momentos de la historia han sido ellas y ellos los que han interpelado los cimientos más firmes y
profundos de la sociedad ¿dónde están hoy esos estudiantes? Sin duda, no puede pretenderse dar
una respuesta general que se aplique a todos los contextos y coyunturas nacionales sin considerar
además los distintos acumulados y trayectorias de actoría política, sin embargo, sí es posible
reconocer algunas pistas que podrán dar luz de los desafíos a los que deben enfrentarse los
movimientos estudiantiles hoy en día.

Así, en primer lugar, se puede sostener que nos encontramos ante un escenario en que las distintas
expresiones de articulación estudiantil difícilmente tienen como horizonte cuestionar el sentido
mismo del conocimiento; es decir: la razón de ser de las instituciones universitarias. Hace 100 años
los estudiantes de Córdoba pusieron precisamente esto en el centro de la disputa que conllevaría

1. Comunicador Social con mención en Desarrollo por la Universidad Politécnica Salesiana. Ex presidente de la asociación de estudiantes de
dicha carrera. Ex presidente (s) de Federación de Estudiantes de la UPS. Ex vocero de la Confederación de Estudiantes Universitarios y Politécnic-
os del Ecuador - CEUPE. Estudiante de Sociología Política en FLACSO – Ecuador. Presidente de la Juventud Socialista del Ecuador

15
a las demandas más particulares de autonomía, cogobierno, extensión, laicidad entre otras. El
horizonte era mucho más lejano que la consecución de especificidades: la universidad debía
responder (y construir) al pueblo, por ende había que contestar las subterráneas relaciones entre
“los pocos” que accedían al conocimiento y sus privilegios para mantener esa condición. El
conocimiento como democratizador de la sociedad y no como elitizador de la misma.

Como segundo elemento, la “causa estudiantil” mutó en sus prioridades también estratégicas. Se
generó un reduccionismo en términos de que el acceso al gremio se fue convirtiendo en el fin y no
en uno de los mecanismos para. En el Ecuador, el caso es emblemático, en los últimos años se pensó
que la legitimidad del movimiento estaba determinada por la legalidad del gremio y las acciones
estuvieron encaminadas a arrebatar esta condición. Las instituciones -favorecidas y hasta casi
impulsoras de la situación- “marcaron la cancha y pusieron las reglas”. La política estatal ejerció
presión y, cualquier articulación estudiantil por más sólida que fuere, sucumbió ante la agenda
oficial. Los gremios, que hace largo tiempo no eran más la expresión de una voluntad
democratizadora, se limitaron a disputar su lugar de instancias legales cuando la situación
demandaba profundidad estratégica. Como reflejo: en el lapso de ocho años entró en vigencia una
nueva Ley de Educación Superior (LOES) y su posterior reforma. La primera se construyó
fundamentalmente desde la tecnocracia bajo una intención de ajuste en términos de calidad y
gobernanza; su reforma en cambio emergió de un pacto por arriba para descomprimir la tensa
relación generada. Cabe preguntarse ¿dónde estuvieron los estudiantes?

En tercer lugar, como se suele sostener, el campo de la educación (en particular el de las universi-
dades) es un reflejo de lo que sucede en la sociedad. Lejos de asumir esta aseveración como deter-
minista, es necesario reconocer que en un contexto de desmovilización social generalizada –sus
causas son motivo de otro análisis- la articulación estudiantil es propensa a desmovilizarse. Sin
bien, en Francia o México de los años 60, el movimiento de estudiantes fue de los sectores más
activos, el clima de ese entonces era de una acción colectiva transversalizada; es clave entonces
insistir en el vínculo entre universidad y sociedad. En el Ecuador de los últimos años la
movilización social y popular entró en crisis y con ello, obviamente, la estudiantil. ¿Síntoma o
causa?

Por lo anterior, los desafíos en clave de presente y futuro son múltiples: como acto central está la
necesidad de levantar un horizonte de nuevas utopías, de rupturas, de nuevas ilusiones que
revitalicen y desinstrumentalicen a las y los estudiantes, así como los espacios en donde estos
confluyen. La tarea pasa además por superar la visión clásica del gremio como única posibilidad de
organización y de interlocución con la sociedad; superar la idílica postura de erigirse como el
“sujeto histórico” del cambio y entregarse a la idea de una necesaria articulación ampliada de un
“sujeto pueblo”: sin pretensiones exclusivistas, sin reducciones estratégicas, sin claudicaciones
idealistas.
16
De esta manera, la intención de hacer movimiento estudiantil pasa por asumir dos
responsabilidades antes de cualquier otra. Por un lado, la de multiplicar los elementos, mecanismos
y acciones que posibiliten la politización tanto de sus propias instituciones como de la sociedad en
momentos en que la expresión política está siendo atacada y descalificada; en momentos en donde
conocimiento y política están siendo disociados incluso por los mismos actores a la interna de las
instituciones educativas. Es decir, facilitar el proceso para la generación de conciencias críticas y
sentidos comunes nuevos.

Por otro lado, en consonancia con lo antes dicho, existe una responsabilidad de sostener e
intensificar el vínculo entre universidad y sociedad. De nada sirve acción estudiantil que, en lugar
de acortar las distancias entre conocimiento y sociedad, las acentúe. El principio de extensión,
vinculación o como quiera llamárselo debe convertirse en el quehacer fundamental de las y los
estudiantes en las universidades en la medida en que este proceso garantiza democratización,
pertinencia, cambio. ¿Es esto lo que buscan los movimientos estudiantiles? El peso de la historia
demuestra que sí.

Finalmente, lo que se ha pretendido aquí ha sido proporcionar un criterio particular levantado de


la experiencia con la organización estudiantil y de las inquietudes devenidas a partir de ello. Esa
experiencia sugiere que el momento actual del movimiento estudiantil requiere de una intensa
dosis de idealismo para levantar la mirada y de una justa dimensión de fuerzas para cristalizar
acciones. Hace 100 años las y los estudiantes nos dieron “una libertad más y una vergüenza
menos”; que ahora podamos ser dignos de llevar esa herencia.

¿SUJETOS DE LA EDUCACIÓN UNIVERSITARIA O


ACTORES DE CONTRA HEGEMONÍA?
Regresando la democratización y movilización estudiantil
1
Cinthya Carrazco Montalvo

Nos encontramos en un momento que rememora eventos y revueltas protagonizadas por


estudiantes en Nuestra América. Así, conmemoramos cien años de la reforma de Córdoba,
cincuenta de la matanza de Tlatelolco y del Mayo Francés.

La Reforma de Córdoba-Argentina se cuestionó el modelo clerical-autoritario sobre el que


se habría construido la Universidad. Las irregularidades de la elección rectoral de 15 de junio de
1918 generaron la explosión de la organización estudiantil agrupada en la Federación
Universitaria de Córdoba. Reclamaron un gobierno democrático, donde la autoridad no sea
imposición coercitiva y se reemplace por el principio de enseñanza vocacional y plural. La forma
de distribución del poder en las casonas Universitarias es disputada y se pugna que “la soberanía
y el demos de la Universidad debe radicar principalmente en los estudiantes” (Manifiesto Liminar
1918). El efecto que el estudiantado de Córdoba tuvo se extendió hacia la región; de modo que en
Ecuador el 30 de octubre del mismo año, los estudiantes logran el Decreto legislativo del
Congreso Nacional para incorporar la representación estudiantil en los cuerpos directivos de la
universidad; cuatro años después se amplía la participación estudiantil con voz y voto en la Junta
General de Profesores y de Facultad.

1. Abogada feminista, Ing. en gestión de gobiernos seccionales, Maestrante de Sociología política. Militante del Movimiento Juventud Contra-
corriente. Ex representante estudiantil de la Universidad Nacional de Chimborazo. representante estudiantil de la Facultad Latinoamericana de
Ciencias Sociales – Sede Ecuador. Ex integrante de la Secretaría de Género de CEUPE. Directora académica del Instituto de Liderazgo e Investi-
gación Contracorriente.

17
El mayo del 68 francés, arrancó con protestas estudiantiles, que en unidad con trabajadores
lograron una huelga con tal fuerza que pretendían la salida del presidente Charles De Gaulle. El
impacto social que alcanzó esta serie de movilizaciones fue altamente significativo, en la medida
que lograron posicionar su cuestionamiento no sólo al gobierno represor, sino a la emergente
sociedad de consumo, conservadora en términos de libertades sexuales y con políticas que
favorecían al capitalismo global. En el barrio latino sucedieron gran parte de las revueltas,
barricadas callejeras, formas de movilización creativas; las disputas e inconformidad se hicieron
sentir, generando un precedente histórico en Paris, Francia y el mundo.

En octubre del mismo año, el régimen político de México se habría caracterizado por el ejercicio
de autoritarismo, persecución, control y muy pocas libertades. El movimiento estudiantil
agrupado en el Consejo Nacional de Huelga - CNH, convocó a varias huelgas, terminando el 2 de
octubre en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco. En aquella protesta, se pretendía hacer
llegar una serie de peticiones al gobierno del PRI (Partido revolucionario institucional), entre
ellas: libertad a presos políticos; supresión de delitos de disolución social; destitución del jefe y
subjefe de la policía preventiva del DF; indemnización a víctimas de actos represivos; supresión del
cuerpo de granaderos; castigo a funcionarios responsables de actos de violencia contra estudiantes.
La represión ejercida abre fuego contra los manifestantes y deja un resultado de cientos de
estudiantes muertos.

Sin duda, Córdoba cuestionó el modelo educativo y sobre todo político en las Universidades, de
modo que el cogobierno estamental sería una de las apuestas para lograr democratizar con
participación y decisión del sujeto estudiantil. Los mayo francés y mexicano se habrían originado,
a su vez, contra el autoritarismo implantado en los gobiernos nacionales, demandando mayor
democratización, libertad y derechos para el campo popular. Aunque con temporalidades distintas,
las tres revueltas históricas cuestionan la construcción y ejercicio de la autoridad, del sistema
político: el debate de la autonomía, la libertad y democratización se pone en el centro. Para los
protagonistas de Córdoba, la autonomía y libertad se invocan para combatir un modelo de
autoridad basado en cierto principio de divinidad, anclado a la religión y al clero; mientras que, en
el mayo francés y mexicano, se antagoniza con el sistema político represor fundado en la autoridad
del mercado. La noción de autonomía y autoridad evidentemente varían en las tres revueltas, en
tanto los actores en disputa se hallan ante contextos y experiencias distintas. Cada una de las
revueltas con sus debidos alcances, permiten ubicar al actor estudiantil como sujeto de
transformación, no sólo de la educación universitaria sino de las sociedades, las naciones y los
sistemas políticos.

18
La democratización y los estudiantes hoy

Aquella libertad y autonomía pugnada por los protagonistas de la historia estudiantil, se


corresponden con la reflexión sobre la democratización del sistema político, tanto a nivel
universitario como a nivel estatal.

La tradición democrática que apela al gobierno del pueblo ha estado en constante debate con la
noción aristocrática del gobierno de los “mejores” 2. Sin embargo, esta vieja pero vigente discusión
ha presentado variaciones a lo largo de la historia de Nuestra América. En la práctica no son
tradiciones totalmente acabadas ni excluyentes entre sí. La orientación procedimental de
democracia ha hecho que los enfoques se coloquen en el cumplimiento de listas estáticas de requis-
itos, centrándose en las elecciones y el acto de votar. Este enfoque evalúa principalmente la
democracia en términos electorales a nivel de estados nacionales, mientras que las instituciones
sociales que no se encuentran en este nivel suelen ser excluidas del análisis. En el campo
Universitario, aunque Córdoba ya planteo la democratización, el momento actual de la región y el
Ecuador invita a repensar este debate en la educación universitaria. Muchas veces en nombre de
la proclamada autonomía universitaria (respecto del estado y no del mercado) no se han tocado
aquellos hilos en los que se fundamenta el sistema político democrático interno de las
Universidades.

Ya no se trata únicamente de la disputa entre el gobierno de los “notables” y del pueblo. En


sistemas aparentemente democráticos, con elecciones universales a nivel estatal nacional, el
principio de los notables coexiste en espacios como las Universidades. Es complejo que alguien se
declare en las instituciones universitarias como antidemocrático o aristocrático, pero si van a
pugnar por una tradición democrática que elimina el conflicto y retoma la lógica consensual. La
tradición consensual vacía la democracia en tanto le quita el carácter político. La política es la que
ordena el conflicto, “es la actividad social fundante” (Amadeo), por lo tanto, una sociedad (a
cualquier escala) sin conflicto, simplemente no existe; quienes la postulan intentan anular e
invisibilizar aquella lógica conflictual constitutiva de lo social y por ende las relaciones de poder,
dominación y opresión que coexisten.

La mirada estudiantil de la democratización universitaria en la región y el país ha puesto en


agenda el principio de cogobierno estamental y las elecciones universales de autoridades, como
ejes de la cristalización democratizadora. El cogobierno estamental propone que la dirección de las
Universidades sea conducida por un espacio colegiado que se conforme por representantes
estudiantiles, docentes, trabajadores y autoridades, todas electas por votación de cada estamento.
Esta propuesta de gobierno y democratización permite posicionar al actor estudiantil como sujeto
activo de la educación y la Universidad, en tanto posibilita que las demandas, argumentación y
criterios estudiantiles puedan canalizarse a través del ejercicio de voz y voto ante los órganos de
gobierno. Aunque esta premisa ha ocupado la agenda estudiantil en Ecuador desde hace casi cien
años, no ha logrado ser el eje de unificación de las organizaciones estudiantiles. El campo
universitario no puede ser asumido como homogéneo, en el país la principal diferenciación se
presenta entre las Universidades de financiamiento público-estatal y Universidades de
financiamiento particular. De modo que hablar de cogobierno en las públicas no será lo mismo que
hablar de cogobierno en las particulares.

Con la misma heterogeneidad que se organiza el campo universitario, las organizaciones

2. Esta tradición asume que hay peligro en atribuir el poder de gobernar a quien estaría en peores condiciones para hacerlo: la gran masa de la
población» (Williams, 1976; McPherson, 1972).

19
estudiantiles se agrupan y movilizan. En Ecuador existen varias organizaciones estudiantiles,
entre ellas a nivel nacional están: FEUE Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador,
FEUPE Federación de Estudiantes Particulares del Ecuador, FEPE Federación de Estudiantes
Politécnicos del Ecuador. Las tres organizaciones vienen de una tradición organizativa con más de
cincuenta años de existencia. En 2012 se funda la CEUPE Confederación de Estudiantes
Universitarios y Politécnicos del Ecuador, con el afán de articular al estudiantado ecuatoriano en
un mismo espacio, sin subsumir sus propias identidades. Esta organización tiene una corta
actividad en razón de la complejidad, fragmentación y particularidad del campo universitario, su
última acción pública sería el rechazo al anuncio presidencial de explotación del Yasuní ITT. En
2014 se refunda la FEUE con varias filiales alineadas a esta acción y otras filiales que se mantienen
en la tradicional FEUE, esta escisión provoca una pugna de legitimidad entre los dos espacios
paralelos de la organización estudiantil nacional.

La hegemonía de una lógica política determinada y la agenda estudiantil cuyas consignas se ubican
en la autonomía, libre ingreso y cogobierno, ocuparon el espacio tradicional de la FEUE en la
última década; por el lado de las particulares la politización de la cuestión del lucro en la educación
fue creciendo con base a la consigna constitucional que lo prohíbe; en las politécnicas la realidad
de los estudiantes auto denominados de “ciencias duras”, sectorizó enormemente las disputas. Las
reformas a la Ley de Educación Superior aprobadas en abril de 2018, tomaron desprevenidos a los
estudiantes universitarios, de manera que, en el año de conmemoración de los eventos
estudiantiles descritos, aquellas reformas prevén la creación de un Consejo de Regentes (notables)
en las Universidades particulares, lo que vendría a reemplazar la elección universal de autoridades,
poniendo en debate el tema de la orientación de la democracia en espacios institucionales no
estatales nacionales.

Todo esto, ha dificultado la articulación de espacios organizativos estudiantiles a nivel nacional y


por lo tanto la discusión sobre la democratización, disputas y agendas estudiantiles fue postergada
o particularizada. En este contexto, es complejo definir al movimiento estudiantil en términos de
un movimiento social homogéneo. La perspectiva Touraineana entiende al movimiento social
como “la conducta colectiva organizada de un actor luchando contra su adversario por la dirección
social de la historicidad en una colectividad concreta” (Touraine). En el caso de reflexión el actor
estudiantil y su heterogeneidad organizativa no permiten identificar el adversario ni la dirección
de la historicidad.

Más allá de ser actores de la educación universitaria, los actores de la movilización estudiantil
deberán preguntarse por la pretensión y lugar que ocupan en la disputa contrahegemónica. Con
las escisiones que la práctica política misma provoca en los movimientos sociales en general y en
el movimiento estudiantil (para el caso de esta reflexión), sería de alcance limitado seguir
planteando (con los mismos principios de homogeneidad y esencialismo de la vía y forma de
transformación) la anhelada unidad del movimiento estudiantil. Deberemos empezar a replantear
la noción de unidad a partir de preguntas, discusiones y prácticas que tengan como base lo
realmente existente.

Diseñar un proyecto contrahegemónico, que dispute dirección en la trinchera de la educación, pero


sin abandonar las demandas sectoriales y diversidades para lograr la articulación con otros
espacios, disputas y sentidos del campo popular es indispensable para comprender la materialidad
de los sentidos comunes que se pretenden disputar. A partir de ello se cristaliza el reto principal:
poner en marcha una alternativa política desde una actoría compartida, que busque ampliar su
propia panorámica y que salga del eterno relato de los movimientos sociales y las izquierdas: la
autorreferencialidad.
20
LECCIONES 100 AÑOS DESPUÉS DEL CENTENARIO DE CÓRDOBA
1
Selene López

“Seamos realistas, pidamos lo imposible” era una de las consignas en medio de la efervescencia de
los disturbios estudiantiles que marcaron la historia de Francia en Mayo (y junio) del 1968, el
pensamiento y la narrativa de los movimientos sociales. Revoluciones, huelgas, motines,
movilizaciones, protestas, han sido demostraciones constantes en diferentes tiempos y lugares, sin
embargo, no constituyeron un tema de interés en la ciencia social hasta 1990 y en el siglo XXI.
Uno de los principales teóricos del modelo de Estructuras de Oportunidades Políticas (EOP),
Doug McAdam cuenta que para poder discutir sobre movimientos sociales tenía que asistir a los
Departamentos de Piscología. Participar en una protesta era considerado algo completamente
individual-irracional, no era un fenómeno de estudio legítimo en el seno de las ciencias sociales.

En una perspectiva muy similar, cincuenta años antes el movimiento estudiantil universitario de
Córdoba, Argentina marcó un hito importante en la historia contemporánea del país y de la región.
El proceso de 1918 representa una suerte de Revolución Francesa para las luchas universitarias en
general: un hito, un punto de inicio en una narrativa que determina y transforma lo que
entendemos por universidad. Por ende, esta pequeña reflexión buscar situar el proceso de Córdoba
en el tiempo-oportunidad y el destino del grupo insurgente para la democratización de los
procesos de educación. Considero, que el mejor aporte que estos momentos nos dejan para el país
y en toda la región de América Latina más allá de actualizar el debate sobre la realidad de los
sistemas de educación superior, es entender estos momentos históricos como un proceso doble de
las oportunidades y fisuras de la estructura institucional desde arriba y la presión estratégica e
inteligente desde abajo.

Estructura de oportunidades políticas

Existen cambios que favorecen la estructura de oportunidades políticas, pues incrementan la


posibilidad de éxito de la acción insurgente. En este caso, la presidencia de Hipólito Yrigoyen
cambió considerablemente la composición social de la sociedad argentina de la época. Las
elecciones de 1916 permitieron que un amplio sector social excluido hasta entonces de los puestos
públicos de dirección llegara a la conducción de diferentes ámbitos estatales. La ampliación de la
clase media que caracterizaría a la Argentina en la segunda mitad del siglo XX, empezó a tomar
cuerpo. En ese contexto la universidad pública sería uno de los espacios de movilidad social para
la clase media, un sector social que se identificaría en la reforma, estrechamente con el radicalismo
(doctrina impulsada por el partido Unión Cívica Radical – UCR).

Identidad colectiva

La organización previa de los grupos insurgentes permiten que se exploten las “oportunidades”.
Es decir, el movimiento estudiantil había comenzado a organizarse desde principios de siglo en
centros de estudiantes por facultad, federaciones por cada universidad y una federación nacional 2 .
cfr. (Castro, 2011).
1. Socióloga. Maestrante en Estudios Políticos en London School of Economics - Inglaterra. Ex representante estudiantil de la Pontificia Universi-
dad Católica del Ecuador. Militante de la Coordinadora Alternativa de Jóvenes y Estudiantes
2. Los primeros centros de estudiantes surgieron en la UBA, en Medicina (1900), en Ingeniería (1903) y en Derecho (1905), que en 1908 se
federaron en la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA)

21
A pesar de que la fecha simbólica de la reforma sea el 15 de junio de 1918, momento en el cual los
estudiantes irrumpieron en la Universidad e izan la bandera en el antiguo edificio, lo que
realmente permitió el proceso fue las organizaciones preexistentes, las formas de comunicación ya
establecidas, los vínculos entre federaciones, etc.

Actualmente, no es inhabitual observar una pluralidad movimientos sociales de toda índole y


organizaciones sociales en diferentes niveles y espacios. Incluso, es común debatir en el seno de las
federaciones estudiantiles los temas de cogobierno, la discusión de sus programas, etc. Lo
importante de episodios de insurgencia como el de Córdoba no recae en repetir las mismas tesis ni
las consignas. Es menester entender al mismo como un proceso social que se forma y opera por un
largo periodo de tiempo; un proceso acumulativo, de naturaleza menos dramática y más
estratégica. Así, para generar un movimiento social, la población agraviada debe tener la
posibilidad de transformar una estructura de oportunidades políticas favorables en una campaña
de protesta social (McAdam, 1985).

Se ha explicado brevemente la reforma universitaria de Córdoba con el enfoque de oportunidades


políticas con el objetivo de plantear a futuro exigencias estratégicas a ser alcanzadas por las
universidades latinoamericanas. No es posible pensar una universidad por fuera del destino social
de un pueblo, una generación o un continente. Procesos como el de Córdoba nos recuerdan que
toda reforma universitaria debe ser una reforma social en el cual individuos evalúan y reconocen
lo que tienen en común y decidan actuar conjuntamente, enfatizando en las oportunidades del
sistema político, en las pequeñas fisuras que permiten que una acción organizada e inteligente sea
canalizada. Si seguimos una narrativa nostálgica y consignas ajenas a generaciones de jóvenes
beneficiarios de ciertos derechos sociales e inmiscuidos en la sociedad de consumo, que los
subordina a determinadas prácticas en lo cultural y lo político, no podremos debatir a plenitud, el
sentido mismo de la universidad y su vínculo con la emancipación colectiva.

La importancia de la pluralidad de
organizaciones de toda índole que existen
actualmente no es añorar con nostalgia
procesos como el 1918, sino determinar
colectivamente nuevas oportunidades
políticas en una nueva oleada estratégica
de acción colectiva. Varias tradiciones de
pensamiento sobre acción colectiva
reconocen que lo especial de los
movimientos sociales, lo que los
diferencia, de otro tipo de fenómenos
como revoluciones, huelgas, ritos, es la
posibilidad de transformar la consciencia
individual sobre un determinado asunto
en el marco de un colectivo. Es decir,
descubrir que cierta práctica es injusta o no, y entender que algo se puede cambiar es un proceso
que solo se da en el marco de una organización que permite un cambio en la dimensión
cultural-psicológica de los individuos que son parte. El legado de estos procesos y el reto por
ahora y a futuro, es determinar colectivamente las oportunidades políticas que tenemos a la mano.

22
REVOLUCIONES JUVENILES DEL SIGLO XXI
1
Kay Castillo

Hay quienes dicen que la época de revoluciones se quedó ya muy atrás, que el impulso por una
búsqueda de justicia, igualdad y bien común es sólo un discurso, repetido ya tantas veces, que uno
lo deja pasar, lo oye, no lo escucha, lo ve, no lo observa. Callados nos hemos quedado todos ante la
hipocresía. Inmóviles nos hemos pasmado todos ante la injusticia. No me mientan. A veces,
preferimos el conformismo (y digo “preferimos” porque me incluyo a mí misma y los incluyo a
todos ustedes) porque así nos evitamos problemas, y una, a ratos, está ya tan cansada, ¡tan cansada!
Que problemas es lo que menos se quiere, y mucho menos en esta generación en la que más nos
dan y menos tenemos, en la que menos hay, y más pedimos. Pero ¿qué pedimos? ¿qué buscamos?
¿qué reclamamos? ¿qué exigimos? Me parece a mí, o ¿estamos en un limbo en el que ahora las
nuevas revoluciones sólo son un reflejo de vanidad y egocentrismo? O debería decir, los nuevos
revolucionarios.

La revolución es una palabra exaltada, a veces, con odio, a veces con goce. Revolucionarios y
revolucionarias, protagonistas culpables de originar dichas emociones al exaltar sus luchas por un
cambio social que sustente sus creencias. Uno/a no nace creyendo en una revolución. Se crece, se
aprende, se indigna, se duele, y lucha por un cambio. Este ciclo, por lo general, empieza cuando
somos pequeños: cuando caminábamos de la mano de mamá, o viajábamos en el auto en la parte de
atrás, y veíamos a un niño, a una señora, a un viejito pidiendo caridad; y comienza el
cuestionamiento: ¿por qué esa persona pide dinero? ¿por qué esa persona no tiene nada de comer?
Mientras vamos creciendo, probablemente, hayamos dejado de preguntarnos sobre ello, pero
nacen otras interrogantes: ¿Por qué mi maestro me mira directo a las piernas cada vez que uso la
falda del uniforme? ¿por qué gente que no conozco me gritan cosas morbosas, de camino a casa?
Con el tiempo, lo normalizamos, pero nacen más preguntas: ¿por qué mi compañero gana mucho
más que yo, si tenemos el mismo trabajo? ¿por qué mi familia me presiona para casarme y tener
familia? Y cedemos. Y aceptamos. Y lo conllevamos. Y lo normalizamos. Y tantas veces, habernos
repasado por la cabeza, que las cosas sólo son así, hace que conduzcamos a la siguiente generación
a un círculo vicioso de conformismo y monotonía. La pregunta es, ¿cómo podemos cortar esta serie
de eventos desafortunados?

No hay que ser sabio para darnos cuenta de que este siglo XXI y su efecto globalizador, nos ha
alcanzado a casi todos, por completo. Nos empapamos de “conocimiento” en las redes sociales, nos
enteramos de las últimas noticias mundiales sin regresar a ver la televisión, y destellamos amor
por la humanidad sin hacer contacto visual con las personas que nos rodean. Ahora todos somos
“políticos”, “críticos”, y no nos exceptuamos de ser “revolucionarios”. Somos conscientes de que, ni
siquiera, el siglo presente puede evadir injusticias, pobrezas, hambrunas, discriminaciones,
sexismo, corrupción y una infinidad de problemáticas sociales que nos persiguen, desde hace ya
bastante tiempo.

1. Feminista. Estudiante de arquitectura interior de la Universidad de las Américas. Artista. Fotógrafa. Militante de la Coordinadora Alternativa de
Jóvenes y Estudiantes del Ecuador y vice-coordinadora general de la misma.

23
Al enterarnos de un caso de injusticia,
reaccionamos, al menos nos inmutamos, y
damos un like, tal vez, para que nuestros
seguidores vean que apelamos a la causa;
probablemente, discutamos el tema con un
círculo de amigos, y hablamos del encabezado
de la publicación, porque sólo de eso nos
acordamos; vamos a la marcha porque nos falta
el famoso selfie para que digan que somos
revolucionarios. Y al final de la semana, después de la marcha, el tema se acaba, no hay una
resolución tangible, sólo quedan las fotos y los comentarios en Facebook. ¿Y? Pues, nos sentimos
bien. Sentimos que hemos hecho algo bueno, y eso nos pone felices, y eso nos dura unos días, y lo
mencionamos en clases, y eso nos hace revolucionarios del siglo xxi. Llenos de vanidad, aunque
lo neguemos o sea inconsciente, puro egocentrismo, porque nos valemos de nuestra imagen
externa y de que los de afuera nos vean revolucionarios; nos convertimos en aquello por lo que
marchamos para erradicar.
Pero, me pregunto ¿y si, aprendemos a cortar estos círculos? ¿y si intentamos llegar al caso a tal
punto de indignarnos de verdad? Que nos duela la situación del otro no es malo, y anteponerla
antes de nuestra vanidad y las opiniones, tampoco lo es. Tal vez, así, las siguientes generaciones
puedan aportar verdaderas revoluciones, desde sus inicios estudiantiles hasta la cotidianidad.
Dejemos en casa los celulares para que nuestras manos estén libres de alzar los puños en la lucha.
No dejemos que el exceso de globalización nos conforme a luchar desde Facebook. Velemos por un
sincero sentir fuera de pantallas, ya que la vida nos está pidiendo a gritos que la transformación de
esta generación, sea parte de una verdadera revolución del siglo xxi.

EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL ECUATORIANO:


Conquistas y nuevas luchas

Junior Suárez Baque1 & Blas Santos Soledispa2

“Las luchas del presente forman la historia revolucionaria del mañana”

El movimiento estudiantil que lograra hace 100 años una de las mayores reformas universitarias,
la de Córdoba (Argentina) y toda Latinoamérica, es en la actualidad un referente para todos los
estudiantes que buscamos avances significativos en la universidad, en aspectos académicos,
sociales o culturales. Por tanto, es imprescindible para la generación universitaria actual
plantearse un proceso continuo de reforma a la Universidad latinoamericana en el marco de un
nuevo contexto social, político y cultural en la que está sumergida.

El papel desempeñado por los movimientos estudiantiles a lo largo y ancho de estos 100 años, han
sido fundamentales para la gestación de varias conquistas, así como fueron y son las siguientes: el

1. Estudiante de la carrera de Educación Básica de la Universidad Nacional de Educación - UNAE. Miembro del Frente de Becarios Nacionales
(zona 6)
2. Estudiante de la carrera de Educación Básica de la Universidad Nacional de Educación - UNAE. Miembro del Frente de Becarios Nacionales
(zona 6)

24
cogobierno estudiantil, elecciones democráticas para la designación de autoridades, concursos de
oposición y evaluaciones para docentes, y libertad de cátedra sin influencias teológicas, entre otras.
Sin embargo, luego de un siglo de la Reforma de Córdoba es pertinente revisar cuáles deberían ser
las nuevas luchas que los movimientos estudiantiles de Sudamérica y en especial de nuestro país
deben abanderar. Es decir, si ya se lograron grandes conquistas y cambios en la Universidad,
¿acaso no hay nada más por lo que luchar? y aún más importante ¿está el movimiento estudiantil
ecuatoriano organizado y consciente para emprender nuevas luchas?

A nivel Latinoamericano, entre los movimientos estudiantiles que más han destacado está, por
ejemplo, la revolución de los pingüinos en Chile, movimiento que empezaría por una protesta
masiva de estudiantes de secundaria, pero que en el camino tomó mucha fuerza y tuvo entre sus
principales aliados a los universitarios y sindicatos de obreros. En nuestro país en cambio, desde
1942 cuando se creó la FEUE, empezó a organizarse el movimiento estudiantil universitario, más
tarde, en 1966 se organizan los estudiantes de colegios creando la FESE, y es así que a través de
muchos años han defendido los derechos de los estudiantes y han luchado por otros que garanticen
la justicia social y el mejoramiento de la calidad educativa.

Cabe hacer memoria histórica, no solo reconociendo el aporte de los movimientos estudiantiles,
sino también recordando que hubo tres largas décadas, que comprenden entre el año 1980 y 2006,
en las que el país estuvo dirigido por gobiernos neoliberales que marcaron una deuda externa
altísima y en cuyos gobiernos la riqueza se concentró en los sectores privados y la pobreza creció
muchísimo dejando una gran brecha de desigualdad social, y por supuesto, cómo olvidar esa gran
inestabilidad política que vivimos, 7 presidentes en 10 años, mostrando una corrupción detestable
y traición a la patria que marcó al pueblo ecuatoriano.

Sin embargo, a partir del 2007 el país tomo un nuevo rumbo de la mano de un gobierno socialista
que traería consigo grandes cambios para la patria. Primero, la nueva constitución del 2008,
garantizó el acceso a la educación, reconoció al país como una nación pluricultural, planteando
todos sus lineamientos a partir del Buen Vivir. Luego, la Ley Orgánica de Educación Superior
(LOES) estableció otras disposiciones para regular el sistema de educación superior, se creó la
Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (SENESCYT), a
través de la cual se implementó el Sistema Nacional de Nivelación y Admisión (SNNA)

25
que instauró una prueba estandarizada para el ingreso a la universidad, el Examen Nacional para
la Educación Superior (ENES). Esta prueba fue blanco de muchas críticas por parte de los
estudiantes y varios actores políticos de la sociedad ecuatoriana que lo catalogaron como un
sistema discriminador y que no permitía escoger la carrera y/o universidad que el estudiante
quisiera. Sin embargo, fue un mecanismo que permitió a muchos estudiantes optar por una carrera
que antes solo lo hubieran conseguido gracias a influencias de las autoridades universitarias.
Paralelamente, se inició un sistema de Becas Nacionales e Internacionales para los mejores puntu-
ados del ENES. Esto significó derribar una larga brecha de desigualdad, pues gracias al apoyo
económico que recibieron, más de 20 000 estudiantes destacados pudieron estudiar en las mejores
universidades del Ecuador y el mundo.

Tras diez años de grandes reformas sociales en el Ecuador, en especial lo referente a la educación
(en todos sus niveles), cabe preguntarse ¿se acabó la lucha que dio vida a los movimientos
estudiantiles? La educación gratuita hasta el tercer nivel (universidades), docentes de calidad con
el más alto nivel académico, ingreso a la educación superior por méritos, becas nacionales e
internacionales para los mejores estudiantes y para quienes han sido históricamente excluidos,
podrían ser razones suficientes para pensar que los movimientos estudiantiles no tienen más por
qué luchar. Pero al parecer estas conquistas no son eternas y, con una simple votación en la
Asamblea Nacional o un cambio en la voluntad política, todo lo conquistado se puede desvanecer.
Es por esto que, a 100 años de la Reforma de Córdoba, los movimientos estudiantiles deben ser los
abanderados en la defensa de derechos de todos los colectivos. Por tanto, no puede concebirse un
movimiento estudiantil que perpetúe la normalización del machismo, el irrespeto a las diversas
opciones de género y sexualidad, el capital sobre el ser humano, la destrucción del ambiente, entre
otras muchas luchas que aún siguen siendo temas polémicos y de muy poco debate como el aborto,
la adopción a padres y madres homosexuales, etc.

Pero en pleno siglo XXI, donde se habla de derechos e igualdades, ¿por qué estos temas siguen
siendo un tabú? Para encontrar la respuesta basta con observar a la sociedad ecuatoriana, la cual
sigue aún muy arraigada a las creencias clericales caducas que no permiten pensar en el otro como
una persona libre y con derechos pero también con obligaciones. Por tanto, quienes se están
formando como futuros profesionales e incluso futuros líderes políticos de la patria deben empezar
a quitarse esos sesgos religiosos y brindarse entre todos, el respeto y el espacio para ser quienes
quieran ser, retomando el legado laico de la Reforma de Córdoba.

Esta no es una tarea fácil, si no lo fue para otros países, que son pioneros en el establecimiento de
esos derechos, mucho menos lo será para quienes recién quieren germinar la idea. Entonces, son
los jóvenes los llamados a romper estereotipos desde sus contextos para que estos vayan
desapareciendo en todo el Ecuador, la región y el mundo. Aquí, merecen una especial referencia los
estudiantes de docencia porque son estos quienes van a trabajar con las futuras generaciones y
permitirán que sus mentes sean tan amplias para abarcar, respetar y convivir con la infinita
diversidad que existe en el mundo.

Finalmente, acuñar una frase de Antonio Gramsci, “la indiferencia es abulia, parasitismo y
cobardía, no es vida. Por eso odio a los indiferentes”. Con esto no queremos hacer un llamado a
odiar los indiferentes, sino más bien, combatir la indiferencia y afrontarla como uno de nuestros
grandes retos, porque hoy en día impera una gran apatía hacia la política, y también hoy en día es
cuando más necesaria es la ideología marcada, pensada y practicada. Es decir, hacer un llamado
urgente a la juventud ecuatoriana a empoderarse de las nuevas sendas de luchas que nos lleven
hacia un bienestar común sin discriminación alguna.

26
CRÓNICAS DEL 68

Alejandro Espín1

El movimiento estudiantil francés se levantaba un mes de mayo en 1968, primero como una toma
de la Universidad de Nanterre y luego con un boicot general y huelga estudiantil en todo el país,
con una fuerte presencia en París. Las paredes de la Sorbona gritaban "Decreto el estado de
felicidad permanente."; "Prohibido prohibir. La libertad comienza por una prohibición."; "La
revuelta y solamente la revuelta es creadora de la luz, y esta luz no puede tomar sino tres caminos:
la poesía, la libertad y el amor.”; etc. Hablaban desde la poesía -con y sin permiso de sus autores-.
La tónica general era una crítica a lo establecido, partiendo desde el sistema educativo, y su
evidente connotación clasista, una crítica de la academia, su rol y sistemas de reproducción; pero
también era una crítica social y política (a lo impoluto, lo sacrosanto, la comodidad y el consumo
que alcahueteaba –alcahuetea- todo lo anterior).

La juventud en las calles, la poesía en las paredes y los obreros en huelga general; la protesta era
también una fiesta. Ese mayo transformaría la dinámica de las organizaciones tradicionales; las y
los jóvenes construirían un nuevo relato del movimiento estudiantil -heredero del grito de
Córdoba de 1918-, un relato que retaba a lo “viejo” y su dogmatismo. Muchos arcaicos dirigentes
criticaron esta efervescencia, por la “falta de claridad” en su accionar político o más bien dicho en
lo que consideraban “debería” hacerse. Pero esta revuelta interpeló a las clases medias y su zona de
conforto, a la miopía y memoria selectiva; logró cohesionar un malestar general.
El movimiento estudiantil se planteó el derecho a soñar, las demandas post-materiales, y la estética
de la protesta, fueron de alguna forma una “revuelta cultural” que tendría impacto más allá de sus
propios fines y objetivos, pero evidentemente había una connotación ideológica que no se puede
dejar de lado. La construcción de una sociedad mejor, la contraposición a las instituciones y el
sistema partidario, tenía como fin implícito el enterrar lo obsoleto y apostar por una
transformación ambiciosa casi utópica, una ruptura con la tradiciones y el conservadurismo –la
moral y las buenas costumbres-. Las manifestaciones fueron en sí mismas una crítica no solo de la
política que y sus gobernantes, fueron también una crítica de lo político, es decir las relaciones
entre los gremios y las formas de la disputa del poder o al menos de los sentidos; es una lección
para el movimiento estudiantil, y en un sentido más amplio, para la izquierda.

Es necesario prestar atención a lo que sucedió en esos años en su globalidad, pues es tal vez la
única forma de entenderlo. No solo habría de levantarse el movimiento estudiantil en Francia, en
ese mismo año en América Latina, la juventud disputaba hombro con hombro el derecho a la
educación, pero también el derecho a la dignidad. El 2 de octubre en Tlatelolco asesinaban a
cientos de estudiantes tras una larga jornada de protestas, en una emboscada cobarde; en nuestro
país un año más tarde, en 1969, se intervendría la Universidad de Guayaquil –años antes se había
disuelto la Universidad Central-. Es importante apropiarnos de la historia, porque así como

1. Ingeniero en Biotecnología por la Universidad de las Fuerzas Armadas ESPE: Ex Representante estudiantil del Grupo de Gestión y Liderazgo de
la Universidad de las Fuerzas Armadas ESPE. Ex Representante del Grupo de Gestión y Liderazgo de la Carrera de Ingeniería en Biotecnología de
la misma universidad. Ex representante estudiantil de la Confederación de Estudiantes Universitarios y Politécnicos del Ecuador – CEUPE. Ex
Presidente Nacional de la Coordinadora Alternativa de Jóvenes y Estudiantes del Ecuador CORAJE. Militante de la Coordinadora Alternativa de
Jóvenes y Estudiantes del Ecuador CORAJE .

27
sostiene Walter Benjamín “Sólo a la humanidad redimida le concierne enteramente su pasado”, para que
este pasado pueda interpelarnos.

La lección que queda al final es la versatilidad de la juventud y la posibilidad latente que posee de
generar procesos de cambio. Hoy como en el 68, es necesario plantearse la disputa al confort, a la
absurda indiferencia, a la academia. No podemos permitir que la modernidad líquida acabe por
licuar todo, que la juventud no sea presa fácil del culto al placer y al hedonismo habiendo vaciado
el contenido ideológico, la historia se repite como tragedia y luego como farsa –diría Marx-; y si
no somos cuidadosos podemos quedar encerrados en una especie de bucle sin posibilidad de
“redención”. Debemos aferrarnos a la esperanza –como certeza- "Nuestra esperanza sólo puede venir
de los sin esperanza".

LA IDENTIDAD DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL UNIVERSITARIO

Giuseppe Cabrera1
El movimiento estudiantil universitario, genera la percepción de encontrarse desmovilizado o
cuanto menos con un enfoque diferente al que mantenía en los años 80 en el país.

A 50 años del mayo francés, que nace en el seno de la militancia universitaria, deberíamos
replantearnos si las propuestas anti sistémicas y el cuestionamiento estructural sigue teniendo
vigencia en el pensamiento político juvenil o si hemos descubierto que bajo los adoquines no había
arena de playa, incluso en las universidades públicas -espacio de resistencia popular histórico para
el movimiento social- se han visto desplazadas las organizaciones que representan las repuestas
más a la izquierda del espectro político. Pero, a la par de este orillamiento de los movimientos
progresistas universitarios tradicionales, han surgido otras expresiones de organización
estudiantil: desde movimientos vinculados a la moda libertaria, de las antorchas iluminadas hacia
el camino de la Escuela de Economía Austriaca, que atrae a cada vez más simpatizantes a sus filas
y que toma más fuerza en las instituciones de educación superior privadas, hasta

1. Abogado por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Activista juvenil. Articulista de opinión política en Diario La Hora, La República EC
y La Prensa de Chimborazo.

28
el aparataje y el idilio encarnado a la competencia a través de los ‘modelos’ de los organismos
multinacionales, que ahora se organizan para replicar cualquier exteriorización de la búsqueda de
formar parte, a través de la teatralización, de la elite política o diplomática nacional y mundial.
Esto es una consecuencia global, en la cual las respuestas colectivas se ven bajo ataque, el individuo
ha cobrado fuerza, bajo el relato del “Estado opresor”, que ha desdibujado la modernidad liquida,
solo se está viviendo en la Universidad, la traslación desde el espacio de la sociedad al último
recóndito de resistencia que aún teníamos.

Lo cierto también es que, las luchas no han acabado, solo se han trasladado a un espacio urbano, el
de la ciudad, de los reclamos inmediatos, que giran en torno al diario vivir de los ciudadanos; así,
como respuestas anti hegemónicas, se nos presentan los urbanismos, ecologismos y feminismos,
que ocupan un ámbito menos universitario y pasan al de la convivencia colectiva, en algunos casos
respuestas vecinales ante los problemas que se generan desde el sistema.

Las luchas juveniles en la mayoría de los casos, han dejado de tener un elemento material, no se
cuestionan la relación capital-trabajo, como en el pasado, sino que pasan por la reivindicación de la
individualidad, sobre las consignas que defienden; el reclamo a ser individualmente libre bajo la
autoafirmación de la identidad propia, bajo esta premisa es que se constituyen los movimientos
universitarios libertarios, bajo los cuales, la premisa económica toma fuerza y legitimidad sobre
cualquier otra agenda social y política, bien podemos ver en convivencia armónica, a
conservadores “pro familia” y anti-abortistas, con liberales políticos que están a favor de las
diversidades sexuales y reproductivas. Esto, por lo contrario, no pasa en los movimientos de
izquierda: aquellos comunistas de la vieja escuela que mantienen el relato de que una vez
terminadas las inequidades económicas, por ende, terminarán las diferencias sociales. El
reduccionismo al que limitan al ecologismo en razón de que el término del capitalismo voraz,
también llevará a una mejor racionalización de los recursos naturales y por lo tanto acabará con
los problemas medioambientales, imposibilita que los grupos ecologistas, feministas
29
y urbanistas se unifiquen a las izquierdas tradicionales, sino es bajo la condición inexcusable de
acoger en la totalidad sus agendas planteadas, mostrando claramente que las relaciones internas
de organización han cambiado.

La derecha liberal austriaca, ha usado a su favor la agenda económica, que antes servía de punto de
encuentro de todas las izquierdas y progresismos. El ejemplo del conservador pro familia y el
liberal político, es solo uno de varios. Aupados por académicos libertarios, se promueve en ellos la
renuncia a agendas políticas y sociales, en beneficio del sentido material de sus consignas, la
aceptación a sacar de la esfera de lo público estos temas, al inducir en ellos la idea, de que
pertenecen al mundo de los privado, por lo tanto bien puede convivir una feminista o activista
LGBTI liberal con un conservador retrógrado, siempre que ambos asuman sus posiciones
políticas y sociales como producto de sus decisiones personales, “libres” y aisladas al mundo de lo
privado y compartan apasionadamente las propuestas del laissez faire.

Se han disipado las causas sociales que unificaban a las grandes mayorías bajo banderas comunes,
que no nazcan desde la búsqueda del reconocimiento a un derecho individual, legitimo, pero que
no sirven como sentimiento catalizador de la movilización de masas.

El nacimiento de ese sentir colectivo, que agilite la condensación de luchas en una sola, parece hoy
un sueño distante, que tal vez debería de nacer en el seno del movimiento estudiantil universitario,
tal como lo hizo hace 50 años en las barricadas del París de Sartre y Foucault. La idea de una
intelectualidad de izquierda académica unida con los activistas populares, que se articulan con los
movimientos indígenas y sindicalistas, sería una forma posible de repensar los movimientos
contrahegemónicos, que encuentren en las universidades puntos de coerción. El movimiento
universitario puede jugar ahí un protagonismo histórico: presentarse como aquellos mediadores
que incorporen todas las agendas progresistas para una lucha común, una que sea capaz de
levantar a todos los sectores y no al limitado espacio de los mismos grupos que, marchan y
marcharán en los eventos conmemorativos de cada año, sino que sean capaces de crear un
movimiento de masas, en la horizontalidad de la legitima voluntad, de ser más favorables a ciertas
agendas de izquierda que a otras, pero que se entiende tienen un sentido material que los une por
las grandes desigualdades económicos, de donde derivan muchos de los problemas que todos
combatimos.

30
EL DEBATE VIGENTE SOBRE
LA PALABRA Y EL PENSAMIENTO

1
Valeria Sánchez Aguilar

Pensar en Mayo del 68 implica dar cuenta de dos cosas: primero,


que consistió en una época llena de cuestionamientos materiales
y simbólicos, que surgieron desde muy variados lugares
alrededor del mundo, hacia un orden dominante caracterizado
por su jerarquía y su violencia.

Segundo, que se pone sobre la mesa un debate que no debe perder


actualidad, que al contrario resulta muy vigente: la apertura de
la palabra, y el trabajo de liberación de las posibilidades de
expresión, de comunicación, de arte y de sexualidad que implicó,
tocando directamente a ciertas lógicas verticales de instituciones
básicas en el ordenamiento dominante como son los roles de la
escuela y de la familia tradicionales.

Podemos acercarnos a ello a través de recordar algo que está en


el corazón de la tradición política occidental: la distribución de la
palabra. Aristóteles distingue como rasgo privilegiado del
animal político a la posesión del logos como capacidad que
expresa lo útil y lo dañino a un nivel colectivo, frente a la
posesión de solo la phoné para indicar placer y dolor individuales,
que compartimos con otros los animales. Sin embargo, deviene
en un problema práctico cuando se trata de definir que signo
devela el signo privilegiado.

Y es que antes del conflicto de intereses entre diversos actores


está un conflicto primordial sobre qué hace a alguien, alguien
partícipe de una palabra con cuenta para tratar esos asuntos
comunes y qué hace a algo un asunto público para ser discutido en
los planes colectivos. Se trata de un conflicto primordial sobre lo
que se percibe sensiblemente como ruido o discurso, y desde allí
las posibilidades sobre lo hace motivo de razón, de visibilidad, de
escucha o de acción comunes.

Pero si hay algo fundamental en la experiencia crítica de los


movimientos emancipadores es el cuestionamiento profundo de
esa distribución de la palabra y el mundo que se deriva de ello.

1. Sociológa en Ciencias Políticas por la PUCE. Integrante de El Colectivo. Estudiante Música.


Representante de la Asociación Ecuatoriana de Go.

31
Y sus condiciones de posibilidad implican siempre la creencia en una igualdad en la capacidad de
todos (es decir, más allá de un título para hablar) para tomar parte “en la diversas de formas de
experiencia y tener algo que decir en cada aspecto de la vida de la comunidad” (Rancière, 2010)

Este conflicto primordial se pone sobre la mesa con los acontecimientos del Mayo francés que, en
palabras de De Certeau, no se pueden pensar por fuera de la toma de la palabra como derecho a
todos, sin importar quién como “experiencia creadora y entonces poética”. “Peligrosa para todo
‘especialista’ y para toda nación […] La palabra, de principio a fin, ha desempeñado un papel
decisivo.” (Certeau, 1995, pp. 31 y 32).

Desde allí, mayo del 68 se muestra como la constitución de momentos anti-autoritarios e


intensamente creativos. De aquí surgieron inscripciones que hoy nos pertenecen a todos como:
“Prohibido prohibir” y “La imaginación toma el poder”; lemas provocadores como “Tenemos una
izquierda prehistórica” o “Civismo rima con fascismo”. Y pensamientos defensa hacia una
búsqueda propia como: “En los exámenes, respondan con preguntas”, “La libertad no se da, se
toma” o “Seamos realistas, pidamos lo imposible”.

Estas características que lo sitúan como un momento histórico de la crítica radical del modelo
“científico”, le han otorgado también la cualidad controversial del objeto de denuncia de una
permisividad irresponsable y egoísta, provocadora incluso del nuevo triunfo del mercado.
Al propósito es pertinente recordar el rastreo que realiza Rancière sobre esa denuncia. Bajo el
título de “El Nuevo Espíritu del Capitalismo”, un libro influyente en Francia denunciaba en los
movimientos franceses del 68 el desarrollo de una “crítica artística” del capitalismo que, en defensa
de los valores de autenticidad, autonomía y creatividad, dejaron de lado una lucha social “real” en
contra de la miseria, la inequidad social y el egoísmo burgués, facilitando además el desarrollo de
las nuevas formas de reorganización mercantil de la flexibilidad global, la iniciativa individual y las
redes empresariales.

Si a primera vista parece una posición crítica, basta con recordar una vieja ecuación platónica
según la cual el ordenamiento legítimo es aquel en donde cada “parte de la comunidad” permanece
en su sitio, se dedica a sus asuntos y no más. Platón abogaba por una comunidad comunidad-cuerpo
donde los campesinos se ocupan estrictamente de los asuntos del trabajo manual bajo la guía de los
filósofos, dedicados al pensamiento como función restringida de su esfera.

Esta óptica contrarrevolucionaria, está presente en para quienes democracia es sinónimo de


peligro, y el poder corresponde por derecho a los elegidos por naturaleza, por su familia o por sus
competencias (aristoi). Rancière lo comprende con la categoría de reparto de lo sensible policial, e
implica la creencia, de partida, en la incapacidad para pensar más allá de las exigencias de una vida
“privada” de producción y de reproducción, proyectando un anudamiento entre ser – hacer – decir,
donde el ser de los cuerpos (y sus posibilidades) se percibe fundido con las categorías sociales que
les otorga el orden dominante.

Dicha “crítica artística”, que en la era actual se recicla como crítica al individuo democrático
representado como un individuo narcisista, avaro y atontado por la avalancha de imágenes
ilusorias, en sus orígenes en el siglo XIX, tomó primero la forma de una preocupación Burguesa
por controlar la proliferación de textos e imágenes, y con ello la multiplicidad de las formas de
experiencia que ya se mostraban abiertas a la mirada de todos. El desconsuelo por “una sociedad
donde hay demasiados individuos capaces de apropiarse de las palabras, imágenes y formas de experiencia
para sí mismos.” (Rancière, 2010)

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Ese miedo, hoy como ayer, se descubre en el matiz paternalista donde la igualdad de participación
del pueblo se transforma trabaja como participación pero bajo el modo de su instrucción.
Pero si hay algo que nos ha enseñado la experiencia histórica es que la igualdad como la libertad
no es algo que da sino que se toma y se trabaja. Los procesos de emancipación social necesitan
entenderse también como procesos de emancipación estética e intelectual, como posibilidad de
reconfiguración sensible de lo dado capaz de hallar una distancia entre un cuerpo y la identidad
que el orden le otorga. Ese espacio que abre una imaginación más amplia sobre el futuro, implica
de hecho la conquista de mayor autonomía sobre nuestro presente.

Creo que ante la oleada de explicaciones dominantes que, en un intento de alineación con las
necesidades del mercado global, pretenden justificar las desigualdades sociales tan salvajes y
precarias de esta era, posicionando qué tipo de presente corresponde a nuestro mundo, qué futuros
podemos esperar, y qué asuntos hacen objetos de pasado y no tiene razón de pensarse, debemos
retomar consignas como las del mayo francés y no dejar que el pensamiento se privatice. Pensemos
nosotros nuestro mundo, atendamos nuestras experiencias y concluyamos desde nuestras obser-
vaciones, exploremos lo que sentimos, hagamos en función de lo encontrado, aventurémonos en la
comunicación y sus posibilidades, que el pensamiento se enriquece con más pensamiento, y esa
capacidad la tenemos todos.

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COORDINADORA ALTERNATIVA DE JÓVENES Y ESTUDIANTES DEL ECUADOR

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Coraje Ecuador

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Coraje Ecuador

#QueNoFalteCoraje
“Instrúyanse, porque necesitaremos de toda nuestra inteligencia,
conmuévanse, porque necesitaremos de todo nuestro entusiasmo,
organícense, porque necesitaremos de toda nuestra fuerza”
Antonio Gramsci

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