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LA NAVE Y LAS
TEMPESTADES
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LA NAVE Y LAS
TEMPESTADES
Las invasiones de los bárbaros
EDICIONES GLAD1US
LA NAVE Y LAS TEMPESTADES
CUARTA TEMPESTAD
Las invasiones de los bárbaros 53
I. El huracán de las bárbaros 59
II. Los bárbaros eran arríanos 72
III. El extraño parecer de Salviano 75
IV. La caída de Roma 87
V. Dos estrategias empleadas por
los bárbaros 90
VI. La contraofensiva de la Iglesia 100
1. La conversión de los francos 101
2. La conversión de los visigodos 110
3. La conversión de las islas británicas 117
VII. Los grandes obispos del momento 132
VIII. El papel de los monasterios 143
IX. El legado de ía sangre bárbara 150
1. El sentido sacro de la realeza 152
2. La canalización cristiana de
la violencia: la Caballería 156
X. El Imperio Romano, la Iglesia y
la Barbaria: crisol de la Cristiandad 161
XI. La figura de Carlomagno 167
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Presentación 7
Amordazar al tranagresor
Bárbaros
Otros vínculos
Zeus
Cultura greco-latina
n m n l n l i d a d " , q u e c o n t i n u ó y p e r m i t i ó l u e g o al
uunlo fabuloso d e Esquilo p o n e r e n escena sus
¡\ i mis sin odio ni hostilidad: "'En el rostro de Jerjes
emboza n i n g ú n rastro de caricatura" 9 . El bár-
l i n o Alarico. c o m o vimos, al igual q u e Ulfilas, el
iJn r.tvo caudillo que convirtió a ios germanos, apre-
«Imon esa obra y toda la cultura antigua infinita-
uu-nte mejor q u e tantos teólogos e intelectuales
• nstianos de la actualidad. Es q u e la cultura n o
iisi.i por inventarse, c o m o dijo u n Papa. Específi-
• nrnente la grecorromana es irremplazable en sus
lundamentos. m u y en especial respecto de los pue-
blos gentiles d e todos los tiempos y milenios. Sus
cumbres iniciales, c o m o H o m e r o y Esquilo, desa-
bollan el t e m a d e los bárbaros con u n a simpatía y
delicadeza absolutamente ajenas a la actitud con-
temporánea, c o n t a m i n a d a por el progresismo y la
ideología. Imagínese u n p r e m i o N o b e l p o n i e n d o
en escena a los derrotados e n las últimas guerras
y en las gloriosas revoluciones, o entre nosotros a
Sarmiento injuriando a sus bárbaros, equiparados
con los animales. Esos bárbaros son todos Uds. e
Incluso yo. n o se e q u i v o q u e con la terminología y
el enemigo.
La experiencia de Taciano
N a c i ó a p r o x i m a d a m e n t e entre los a ñ o s 1 2 0 y
125; se d i p l o m ó , por así decir, c o m o sofista, u n a
14» tortilla
I
a m c n d e los factores ya mencionados, se resolvió
ni la notable a m a l g a m a d e las tradiciones, judías,
i|u t i>-romanas y bárbaras, eso sí a partir de u n
>i incipio a u t ó n o m o , inalcanzable, original y verte-
•i. i d o r la Revelación y su asentimiento intelectual
«i ln fe objetiva e n s e ñ a d a por la Iglesia mediante
I
tu* documentos, su Tradición y sus dogmas, fóra
Imcer la tortilla se necesitan los ingredientes y los
ii «'.frumentos: sin los grecorromanos a q u í aludidos
46 LA NAVE Y TIÍMHE>TADES
OCTAVIO A . S E Q U E I R O S
CUARTA TEMPESTAD
LAS INVASIONES
DE LOS BÁRBAROS
L
A aparición del Cristianismo trajo consigo
u n a auténtica revolución e n el seno del Im-
perio. C u a n d o leemos el relato de los viajes
d e S a n Fteblo y las cartas que escribió a las prime-
ras comunidades cristianas del Asia Menor y de
Europa advertimos hasta q u é p u n t o el Evangelio
implicó u n cambio sustancial en el m o d o de pensar
y de obrar del m u n d o romano. L o atestigua aquella
multitud de Tesaiónica que acusaba al Apóstol y
sus seguidores d e alborotar la tierra y obrar contra
el César al decir que había otro rey, nuestro Señor
Jesucristo. N o se equivocaban aquellos Judíos. El
cristianismo era, realmente, u n a revolución, pero
u n a revolución creadora y fundacional. En la con-
ferencia anterior, d o n d e tratamos de las persecu-
ciones romanas y la ulterior conversión del Impe-
rio, hemos señalado c ó m o para S a n León y sus
c o n t e m p o r á n e o s , d i c h o Imperio h a b í a sido u n
instrumento en m a n o s de la Providencia para q u e
las naciones recibieran el Evangelio. Nacía u n a
56 LA NAVE Y I A S TEMPESTADES
El m i s m o vendaval q u e se desencadenó e n el
norte d e África con la invasión de los vándalos,
azotó a Galia e Italia con la llegada de los hunos,
pueblo feroz y belicoso. Esta tribu escita, prove-
niente del fondo de Asia, luego de atravesar el Vol-
ga y el D o n . arribó al Danubio. Al m a n d o de Atila,
su jefe, se lanzaron sobre Escandinavia, luego ame-
nazaron al Imperio de Oriente, sin llegar a atacarlo,
y finalmente se volvieron hacia el Occidente. E n
el 451, aquel caudillo partió de Panonia con u n
ejército de 700.000 hombres. Logrando que a su
paso varias tribus se le aliasen por la fuerca, devas-
tó y saqueó gran número de ciudades, entre las cua-
les Tréveris, W o r m s y Spira. Luego marchó sobre
Italia, atravesó Verona, Milán, y se dispuso a entrar
en R o m a d o n d e lo detuvo el p a p a S a n León. Lue-
g o de dejar la península, tras u n a expedición contra
los visigodos de Galia. m u r i ó p o c o después. Ulte-
riormente los hunos serían rechazados hacia el mar
Negro, perdiendo así vigencia e n la historia. Pero
el mal ya estaba hecho. El terror se había apodera-
d o de Europa.
68 LA NAVE Y LAS TEMPESTADES
* * *
s
'León. P a p a " , le respondió. El jefe d e los h u n o s
v a c i l ó u n instante, p e r o luego a c a b ó d e atravesar
el río. saliendo al encuentro del Santo Padre. ¿ Q u i é n
fue el d e la idea de realizar este gesto? N a d a m e n o s
q u e Valentiniano III. Al darse cuenta de q u e t o d a
esperanza terrestre se h a b í a disipado. le p i d i ó al
Pontífice q u e tratase d e detener la invasión amari-
lla. Tras u n a misteriosa conversación entre el P a p a
y Atila, éste ú l t i m o o p t ó por retirarse, limitándose
a exigir un tributo. " D e m o s gracias a Dios -dijo L e ó n
a l Emperador, al regresar d e su misión- pLies nos
h a salvado d e u n gran peligro." Pronto la leyenda
se a p o d e r ó del hecho. Para explicar la repentina
retirada d e los h u n o s , se aseguró q u e mientras el
P a p a h a b l a b a . Atila habría visto detrás de su inter-
locutor a u n personaje vestido de blanco, que creyó
u n ángel, o S a n Pedro, o S a n Pablo, quien lo ame-
n a z a b a con u n a espada. Sea io q u e fuere, este epi-
s o d i o resultó verdaderamente aleccionador, consti-
t u y e n d o u n implícito mentís a aquellas reiteradas
críticas d e los p a g a n o s , obstinados en pretender
q u e el a b a n d o n o d e los antiguos cultos era la cau-
s a d e las derrotas del Imperio. L o q u e S a n Agustín
a c a b a b a d e responderles en su o b r a De Ciuitale
Dei, S a n L e ó n lo hacía de otro m o d o , con la expre-
sividad d e u n a acción.
Libros consultados
LA NAVE Y LAS
TEMPESTADES
La Sinagoga y U lgl«s<a pr m u í a
Las persecución»® í • ! ifljperío Rcsur.o
E) »rr-8f»isi«0
E N la catolización de Europa influyó también
la a ñ o r a n z a del Imperio, el ideal imperial e
imperialista de la u n i d a d d e las gentes y sus
sangres b a j o u n a ley, u n Dios y u n Jefe, pero man-
teniendo lo q u e d e n o m i n a m o s culturas o identi-
dades populares. D e allí esa compleja a r m o n í a d e
personalidades nacionales q u e constituyeron Euro-
p a y cuyos residuos recibimos a través d e E s p a ñ a .
OCTAVIO A . SEQUEIROS
De la Presentación