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incorrectas del actual gobierno, encabezado por Muricio Macri, para revertir esas medidas de control

estatal; por otra parte, en lo externo influyó el fortalecimiento del dólar en los mercados de divisas
internacionales y el incremento de las tasas de interés en Estados Unidos.

“Una llovizna en el exterior puede generar una tormenta al interior.”

En términos internos, la economía argentina se encuentra en un periodo de apertura a los mercados,


debido a que durante el kirchnerismo, se estableció un modelo de intervención estatal, en donde,
entre otras cosas, se privilegió el gasto público y se controló el tipo de cambio. En ese sentido, la
economía de Argentina sufrió una distorsión, la cual tarde o temprano se iba a ajustar.

La liberalización del mercado emprendida por Macri a partir de la política de “gradualismo”


(liberalización en fases), de hecho, puso el terreno fértil para que el mercado se reajustara en
cualquier momento, es decir, el proceso mismo de liberalización aumentó los riesgos de volatilidad en
su economía. Además, el gobierno argentino no entendió que la economía del país necesitaba ser
manejada de manera quirúrgica, no visualizó escenarios en donde dicho reajuste en los mercados
derivara en una crisis económica, dicho de otra forma, dejó de lado un principio básico de cualquier
economía abierta: el entorno global tiene influencia en tu propio sistema económico, pero no solo
eso, una llovizna en el exterior puede generar una tormenta al interior.

Y justo eso fue lo que sucedió: por una parte el dólar se fortaleció en los mercados internacionales
afectando sobre todo a las monedas emergentes y, por otra parte, la FED incrementó sus tasas de
referencia, lo que normalmente se traduce en una atracción de capitales a ese país. Pues esos sucesos
externos fueron suficientes para activar el disparador que reventara la burbuja y se depreciara
sostenidamente el peso argentino y desatara una reacción en cadena hacia las tasas de interés y la
inflación.

Antes de que sucediera esto, el gobierno de Macri había generado un entorno de incertidumbre
debido a que mandó mensajes negativos a los mercados cuando miembros de su gobierno estuvieron
en el anuncio del pronóstico de inflación del Banco Central a principios de este año, lo cual se
interpretó como si este estuviera perdiendo autonomía.

En ese contexto, la divisa argentina llegó a depreciarse frente al dólar 4.61% en un solo día y lleva 20%
acumulado en el año, poniendo al peso argentino a 23.41 unidades por dólar y la Bolsa cayó en un 5%,
lo que detonó que el Banco Central Argentino elevara bruscamente la tasa de interés al 40% y al
mismo tiempo vendiera mil 500 millones de dólares de sus escasas reservas internacionales para
amortiguar el tipo de cambio, estas medidas por supuesto tuvieron consecuencias: el pronóstico de
inflación pasó del 15% al 20% anual. Además anunció el recorte de alrededor de 3 mil millones de
dólares de gasto público. (Vía: El Financiero)

Ante este desastre, el gobierno argentino decidió acudir al Fondo Monetario Internacional para pedir
una línea de crédito preventiva de 20 mil millones de dólares. Esto ha causado críticas de la oposición
debido a que el FMI otorga créditos, siempre y cuando el país que lo solicita implemente políticas
económicas aprobadas por la institución financiera.

Aunque como tal esto no es una crisis económica como tal, sí es la antesala de una, en ese sentido, el
gobierno argentino debe tomar medidas quirúrgicas.

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