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Amado Ezaldi: «... Proceso es el estado dinámico producido para obtener la aplicación de la ley a
un caso concreto. Es el instrumento esencial para que se realice a plenitud la función
jurisdiccional».
Ramiro J. Podetti,:
«Del talión, impulso individual de la venganza, se pasa a la indemnización patrimonial del daño, y del asalto de
la tribu a la que pertenece el ofendido contra la tribu del ofensor, se pasa a la sustanciación de una especie de
juicio ante la tribu constituida en jurado, ante el cual comparecen la víctima y el victimario».
«En esta etapa de la génesis del proceso aparece el derecho probatorio en forma de invocaciones a la
divinidad y actos mediante los cuales se cree que aquella ha de manifestarse (ordalías). En este período nacen,
también, las dos primeras formas de prueba, aun en uso, el juramento o confesión y el testimonio oral».
El Estado moderno, posterior a la Edad Media, se atribuye el monopolio del uso de la fuerza para resolver
las controversias entre los particulares cuando estos no logran arribar a una solución pacífica.
Surge así la necesidad de crear órganos especiales, con atribuciones y reglas para su actuación.
«El Estado se arroga para sí la jurisdicción (jurisdictio: facultad de declarar el derecho),
reconociendo a los particulares el derecho de requerir su intervención en los supuestos conflictos,
naciendo el concepto de acción», o sea, la facultad del derecho de petición para que se le administre
justicia, CPE art. 24° derecho de petición y art. 178° de la C.P.E., potestad que emana del pueblo
boliviano, se ejercita a través de los órganos y sistemas que organiza el Estado.
De hecho, la misma Constitución no está únicamente constituida por las disposiciones que han sido
aprobadas por la Asamblea Constituyente. Esta es la Constitución formal. Pero, al lado de ella e
impregnando su contenido normativo, se encuentran otros mandatos igualmente insoslayables para el
cuerpo social. Así, categorías -hoy en trance de discurrir desde la sociología a la esfera jurídica- como la
reciprocidad, el «vivir bien», la solidaridad (como el ayni y otros comportamientos sociales deseables),
también son invocables y lo serán, en especial, si se establece formalmente la jurisdicción indígena-
originario-campesina.
En suma, lo que la sociedad, hoy encarnada en el Estado aspira es, precisamente, a moldear conductas
sociales dignas de tutela. En algún caso -como ocurre con las normas ya positivadas, es decir, escritas- la
referencia las encontramos en un código o en una determina ley. En otros, atentos al sistema jurídico
plural que se ha venido en establecer, en categorías sociopolíticas que ingresan paulatinamente al orden
jurídico. En ambos casos, la lectura de tales normas, o su invocación, se deben hacer siempre a la luz de
la Constitución. Es, no cabe duda, en nuestro sistema y en el de todos los países que han organizado un
circuito jurisdiccional al que se le atribuye la función de juzgar, una tarea de constante pacificación y de
resolución de los inevitables conflictos y controversias que se suscitan en la convivencia humana.
Por esta última razón, el procesalista italiano CARNELUTTI pregonaba, con toda razón, que, a lo que
aspira la sociedad organizada es a «la paz con justicia y no la paz de los cementerios». Y,
verdaderamente, los jueces al ejercer la función jurisdiccional y dictar la sentencia, crean una norma
individual para el caso que resuelven. Esta norma tendrá carácter definitivo si, al ejecutoriarse, pasa en
autoridad de cosa juzgada a la que se atribuye toda la fuerza coercitiva del Estado, destinada a su
cumplimiento si no es aceptada voluntariamente por el litigante perdidoso (art. 517° del C.P.C.).
Las digresiones anteriores permiten relievar la importancia del Derecho Procesal en estos otros aspectos:
a) Lo resuelto por un juez en sentencia ejecutoriada no puede volverse a discutir nunca más, en
aplicación del principio «non bis in ídem»: no puede juzgarse dos veces el mismo hecho y por la misma
causa (arts. 514° y ss. del C.P.C.).
b) La sentencia judicial, pasada en autoridad de cosa juzgada es inclusive creadora de derechos, la cual
acepta la doctrina actual del Derecho Procesal, (art. 514° y ss. C.P.C.).
c) La función jurisdiccional es el instrumento de protección de las garantías individuales, que no son otra
cosa que los principios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos consagrados
constitucionalmente (arts. 15° y ss. de la C.P.E., por sólo citar algunos, debiéndose confrontarlos con el
art. 410°, parágrafo II, también constitucional, que establece cuál es el «bloque de constitucionalidad»). La
sociedad o el individuo sin protección jurídica, serían el símbolo de la «negación del régimen jurídico».
d) El Derecho Procesal garantiza la vigencia de las leyes del Estado resolviendo las controversias y
conflictos de las personas que acuden a los órganos judiciales y conteniendo a los particulares y al propio
Estado en la observancia del límite ajeno, por el temor a las sanciones y que, en nuestro texto
fundamental se listan de manera enunciativa, en tanto son deberes ciudadanos, en el art. 108° de la
C.P.E.
e) El carácter de irrevisabilidad, inmodificabilidad e inmutabilidad de la cosa juzgada es seguramente
una de las notas distintivas más importantes que revelan la autoridad y eficacia de una sentencia, es
decir, cuando ya no existen contra ella medios de impugnación que permitan modificarla. En efecto,
puede cambiar la Constitución, un código o cualquier ley, no así la sentencia pasada en autoridad de cosa
juzgada (ejecutoriada). La trascendencia de la cosa juzgada en el proceso se advierte si vemos que las
disposiciones legales, códigos, resoluciones supremas, ordenanzas municipales, ministeriales, etc.;
pueden ser objeto de revisión, modificación, derogatoria o abrogatoria. Más aún si recordamos que la
misma Constitución Política del Estado puede ser reformada total o parcialmente, pero nunca una
sentencia que hubiera alcanzado categoría de cosa juzgada.