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La economía del discurso,

por Hugo Perea


"La economía peruana no tiene estabilizadores automáticos
potentes, aquí se requiere una intervención pública agresiva".

HUGO PEREAECONOMISTA JEFE PARA PERÚ DE BBVA RESEARCH

"Es importante resaltar el énfasis a los esfuerzos para relanzar el crecimiento de corto plazo, ya que ello
ayudará a romper el círculo vicioso que se ha instalado en la economía peruana". (Ilustración: Rolando
Pinillos Romero)

Hugo Perea02.08.2017 / 06:00 am

El discurso que el presidente Pedro Pablo Kuczynski


(PPK) dio al país el pasado 28 de julio dejó cuatro aspectos
económicos para comentar. El primero fue la explicación sobre el
pobre desempeño que mostró la economía en su primer año de
gestión. Como era previsible, el Caso Lava Jato y El Niño costero
fueron puntos centrales aquí. Pero PPK también reconoció que
subestimó la dimensión de estos choques, lo que puede
interpretarse como un factor adicional que incidió
desfavorablemente sobre el dinamismo de la actividad económica.

Un segundo tema económico giró alrededor de la necesidad de


implementar de manera urgente medidas para “retomar la senda
del crecimiento y del dinamismo económico”. Es importante
resaltar el énfasis que en la coyuntura actual se pretende dar a los
esfuerzos para relanzar el crecimiento de corto plazo, ya que ello
ayudará a romper el círculo vicioso que se ha instalado en la
economía peruana. Este va de bajo crecimiento a poca inversión, y
nuevamente a bajo crecimiento, y así sucesivamente. La
percepción de que el “mercado no crece” ha reducido los
incentivos para invertir.

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Lo pernicioso detrás de esta debilidad de la demanda a corto plazo
es que, si se vuelve prolongada, tendrá consecuencias negativas
sobre el potencial de crecimiento de mediano plazo. La baja
inversión implicará una menor acumulación de capital, lo que, a
su vez, ralentizará el ritmo de expansión del PBI en el futuro.

Lamentablemente, la economía peruana no tiene estabilizadores


automáticos potentes (como un sistema de tributos más cargado
sobre impuestos a la renta o un seguro de desempleo que suavice
el consumo de las personas que pierden sus puestos de trabajo) ni
una estructura de precios y salarios flexibles que, como ocurre en
otras economías que sí cuentan con ellos, siembran las semillas de
la recuperación. Por lo tanto, aquí se requiere una intervención
pública agresiva. Así, sería ideal que las medidas fiscales
reactivadoras mencionadas en el discurso (como el gasto de
reconstrucción, el destrabe de grandes proyectos de
infraestructura, las obras para los Juegos Panamericanos, el bono
extraordinario para sectores vulnerables) sean complementadas
con un mayor estímulo monetario.

Un tercer aspecto económico abordado en el discurso, aunque


poco desarrollado en cuanto a las posibles líneas de acción, fue el
declive que vienen mostrando los ingresos fiscales. Efectivamente,
los ingresos corrientes del gobierno general como porcentaje
del PBI han pasado de 22,8% en el 2012 a 18,5% en el 2016. Se
trata de una caída de más de cuatro puntos porcentuales
del PBI que equivalen a unos US$8.000 millones.

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Se requieren medidas para elevar rápidamente los ingresos del


Gobierno. De otro modo, va a ser muy difícil que este pueda
cumplir con la trayectoria del déficit público a la que se ha
comprometido. En el discurso se aludió a que la evasión del IGV
había aumentado, lo que sugiere que el Gobierno podría optar por
medidas administrativas para fortalecer la efectividad de la
recaudación de este impuesto.

Finalmente, PPK también hizo menciones generales sobre


aspectos que tendrán incidencia sobre el crecimiento de mediano
plazo. Mejoras en educación, salud, informalidad, así como metas
de reducción de la pobreza, estuvieron en el discurso pero faltaron
detalles acerca del cómo se lograrán esos objetivos.

En el balance, el discurso fue más preciso en cuanto a las medidas


reactivadoras de corto plazo. El diseño institucional para la
autoridad encargada de la reconstrucción, así como los recientes
anuncios de destrabe de algunos de los grandes proyectos de
infraestructura, sugieren que un mayor estímulo fiscal finalmente
dará soporte a un mejor desempeño económico en el 2018. Quedó
pendiente una mayor claridad en las medidas para apuntalar los
ingresos del Gobierno y el crecimiento de mediano plazo.
Tres discursos conciliados
sobre el crecimiento
Según el autor del artículo, a más corto plazo, el equilibrio del
crecimiento bajo probablemente se mantenga, y los bancos centrales
sigan teniendo todavía cierta capacidad para reprimir la volatilidad
financiera.

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REDACCIÓN GESTIÓN / 17.05.2016 - 06:00 AM
Hay, con respecto a la economía mundial, tres grandes discursos rivales
sobre el crecimiento, y cada uno tiene consecuencias muy diferentes para
los mercados, las políticas y la política. Pese a parecer argumentos que a
corto plazo se excluyen mutuamente, podrían terminar siendo
congruentes con el tiempo. Por otra parte, combinar los tres podría
brindar una hoja de ruta para lo que probablemente se avecine.

Según el primer discurso, un número creciente de economistas que


venían resistiéndose a datos cada vez más convincentes ha ido aceptando
la idea de un período todavía más prolongado de crecimiento bajo, o de
lo que ha dado en llamarse "nueva normalidad", "nueva mediocridad" o
"estancamiento secular". Impulsado por economías avanzadas que no
logran sistemáticamente alcanzar velocidad de escape, el crecimiento
mundial se mantiene bajo, lo cual también ejerce una presión
descendente sobre el potencial futuro. Mientras tanto, los bancos
centrales activos, utilizando un menú cada vez mayor de políticas no
convencionales, continúan reprimiendo con éxito la volatilidad
financiera. El resultado es un equilibrio de bajo nivel que es estable y
persistente, pero decepcionante.

La segunda visión tiene que ver con interrogantes acerca de la


continuidad de la eficacia de los bancos centrales. Señalando que una
excesiva dependencia prolongada de la política monetaria no
convencional ya tomó prestado del futuro un nivel considerable de
retornos financieros y de la producción, este discurso plantea dudas
respecto de la sostenibilidad a largo plazo del crecimiento bajo pero
estable. Conforme a esta situación, el crecimiento se vuelve cada vez
menos estable y la volatilidad financiera más pronunciada.

El resultado final ya sea un crecimiento alto sostenido o un crecimiento


bajo con recesiones periódicas depende de que los bancos centrales sean
o no capaces de trasladar el peso de apuntalar la economía a un conjunto
más integral de respuestas políticas de parte de las ramas legislativa y
ejecutiva del gobierno.
La tercera visión deriva de grandes preocupaciones por el crecimiento,
como las de enero y febrero pasado, y habrá momentos de relativa calma
y hasta complacencia, como en abril. Estas fluctuaciones, que traerán
aparejados rebasamientos en los mercados financieros, serán impulsadas
principalmente por el sentimiento cambiante en cuanto a la capacidad de
China de llevar su economía a un aterrizaje suave, y la evidencia de que
Estados Unidos continúa su proceso de reparación.

Sin una respuesta oportuna y más holística de la política, es probable que


estas fluctuaciones se tornen más frecuentes y más pronunciadas,
aumentando la inestabilidad financiera y los bucles de retroalimentación
adversos y, con ello, los riesgos de accidentes de mercado y errores de
política.

A simple vista, estos discursos parecen ser contradictorios, sobre todo el


primero y el segundo. No tienen por qué serlo, empero, si se desarrollan
de una manera más secuencial que simultánea.

A más corto plazo, el equilibrio del crecimiento bajo probablemente se


mantenga, y los bancos centrales sigan teniendo todavía cierta capacidad
para reprimir la volatilidad financiera. Pero como detallé en mi reciente
libro "The Only Game in Town: Central Banks, Instability and Avoiding
the Next Collapse", este estado de cosas sufre cada vez más presiones; y
esto se verá amplificado en el futuro.

Los problemas más visibles a corto plazo tienen que ver con las
consecuencias políticas y de gobernanza del bajo crecimiento, como el
avance de los partidos contrarios al sistema a ambos lados del Atlántico y
cada vez más en las economías emergentes, así como también las
consecuencias involuntarias adversas y los daños colaterales de las tasas
de interés negativas.

Menos visible, pero al menos igualmente instrumental en la erosión de la


estabilidad económica y financiera, es el impacto más profundo de un
prolongado crecimiento bajo y no inclusivo. Realidades como el
alarmante desempleo juvenil en muchas partes de Europa y los grandes
aumentos generalizados de la triple desigualdad (ingreso, riqueza y
oportunidades) están acentuando una pérdida de confianza ya notable en
el régimen establecido, tanto público como privado. Sumado esto a la
transformación y la migración del riesgo financiero, incluida la confianza
excesiva de los inversores en la profundidad de la liquidez del mercado,
estas condiciones están haciendo que el sistema global sea menos estable
y las políticas económicas no convencionales menos eficaces. Si
agregamos la inadecuada coordinación mundial de las políticas, existen
serias dudas de que el equilibrio del crecimiento, bajo pero estable, se
pueda mantener muchos años más.

En lugar de enmarcar estas hipótesis como discursos rivales, sería más


apropiado y perspicaz combinar las tres en una hoja de ruta para el futuro
de la economía y los mercados mundiales.

Excluyendo un error grande de política y/o un gran accidente de


mercado, el futuro inmediato promete más de lo mismo: un crecimiento
mundial bajo y relativamente estable con los bancos centrales empeñados
en tratar de reprimir la volatilidad financiera. Pero dado que los
mercados son cada vez más sensibles al grado de las tensiones y las
contradicciones subyacentes, es probable que la inestabilidad financiera
se acentúe, lo cual podría complicar la situación incluso en las economías
mejor manejadas. En esas condiciones, el crecimiento bajo pero estable y
la calma financiera resultarían más difíciles de mantener, y la confianza
del mercado fluctuaría en una banda cada vez más ancha, con
oscilaciones más frecuentes y más violentas.

En dicho entorno, las políticas de represión de la volatilidad de los


bancos centrales se verían cada vez más presionadas, y algunas podrían
ver que su participación se vuelve ineficaz y quizás hasta
contraproducente. Todo lo cual llevaría la economía mundial a una
bifurcación dentro de los 3 próximos años: el camino actual del
crecimiento bajo y estable, combinado con la volatilidad financiera
reprimida acabaría dejando una opción de dos caminos divergentes por
delante. Qué camino se siga más crecimiento inclusivo y estabilidad
financiera o recesión e inestabilidad financiera dependerá de que los
políticos permitan una buena transición de la excesiva dependencia de
los bancos centrales a una postura más integral de la política económica.

Esta columna no necesariamente refleja la opinión del consejo editorial o


de Bloomberg LP y sus propietarios.

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