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Introducción

En la cotidianidad somos testigos, y a veces ejecutores, de incontable violencia.


Nos percatamos desde que abrimos los ojos en la mañana, que la violencia habita
entre nosotros, entre las cosas que nos rodean. En los últimos días, los medios de
comunicación nos han bombardeado con crueles y brutales femicidios que no nos
permite olvidar la violencia que es ejercida sobre las mujeres. Al mismo tiempo, la
discriminación que se ejercer diariamente a las personas extranjeras es un tema
rutinario. También, la normalización de conductas violentas y de aceptar un
sistema opresor para reproducirlo, es violento.

Podemos distinguir varios tipos distintos de violencia, las cuales abarcan desde la
agresión física a una persona, como la agresión psicológica o simbólica, por lo
tanto, a la hora de hablar de violencia, a modo general, ¿de qué hablamos?

A continuación se realizará un análisis del concepto de violencia, en donde se


responderán las preguntas sobre si la violencia es natural o cultural, el uso de la
violencia, si se puede valorizar la violencia como buena o mala y si se puede
detener, para concluir con una reflexión entorno a lo escrito.
Desarrollo

La contingencia nacional y la urgencia por darle un freno a la creciente violencia


que se vive día a día, da paso a la necesidad de conceptualizar el concepto de
violencia, para poder escapar del círculo vicioso en el que se cae, pero primero, es
fundamental lanzar directrices para guiar la discusión.

¿Qué consideramos como violencia?

Violencia son todas aquellas acciones agresivas en donde se hace daño a otra
persona involucrada. Esta sencilla definición permite desmenuzar puntos por
dónde empezar a hilar. La violencia consta de agresiones que hacen daño, este
daño bien puede ser físico o psicológico, por lo que las agresiones como los
golpes y las cachetadas, por nombrar algunos, son actos de violencia al igual que
los insultos y las humillaciones, por nombrar algunos. Las conductas violentas se
han normalizados a tal punto que en la sociedad actual concebimos la violencia
como exclusivamente agresiones físicas, tendiendo a darle más importancia por
sobre la violencia psicológica que se ejerce. La normalización que se hace en
torno a esta concepción de violencia, permite que se reproduzca un patrón
conductual en la sociedad, invisibilizando la violencia psicológica como algo de
segundo plano. Eso igual es violencia, pero una violencia simbólica. Con esto ya
tenemos una primera impresión acerca de la definición formulada, sin embargo
queda otro punto importante por tratar y es la relación que se estable en el acto
violento, en donde encontramos al victimario y a la víctima de la acción violenta. El
victimario realiza la acción violenta con o sin intencionalidad, afirmar que siempre
el agresor violenta con intencionalidad, sería demasiado pretensioso, puesto que
no es difícil encontrar casos en los que no hay una intencionalidad de agredir, sin
ir más lejos, la violencia simbólica realiza agresiones sin intencionalidad al
normalizar conductas e invisibilizar otras, como lo son la normalización del acoso
callejero o la invisibilización y discriminación que sufren las familias
homoparentales. En tanto, cuando la agresión es intencional, asumimos que el
agresor está incurriendo en un mal actuar moral, lo juzgamos como ‘el malo’, el
que hizo una mala acción, sin embargo el criterio moral que utilizamos para medir
los actos como agresiones varían constantemente entre circunstancias, culturas o
personas, por nombrar algunos factores; por ejemplo, si actuamos con violencia
para defendernos, o sea, agredimos física o psicológicamente a otra persona,
llamamos a eso ‘defensa personal’, sin embargo es violencia de igual forma y no
anula sus propiedad y características intrínsecas, aunque la estamos usando para
un fin que culturalmente es visto como ‘bueno’, otro ejemplo, en esta parte del
mundo, los matrimonios arreglados son considerados como un acto de violencia
en donde se anula la voluntad los afectados, en pos de un motivo que terceros
acordaron y con ello, juzgamos aquellos actos de manera negativa, sin embargo,
estos arreglos matrimoniales en países de medio oriente son bien vistos y tienen
una buena valoración. La intencionalidad en la violencia no logra ser un criterio
objetivo para limitarla, puesto que sería fijar un estándar moral y ético sobre lo que
concebimos como ‘bueno’ y ‘malo’, y eso es fijado por la cultural en la que se está
inmerse.

Otra forma de interpretar la violencia es de manera instrumental. La violencia es


un medio para un fin, por ejemplo, las grandes guerras que arrasan con el
territorio, con las vidas de millones de personas, con las familias, son para traer la
paz. Un ejemplo más cotidiano de la violencia como un medio sería el siguiente:
cuando a una persona la asaltan, no se busca hacerle daño por hacerle daño, sino
que buscan algo más que ellos tienen, por ejemplo su dinero, sus pertenencias,
sus objetos de valor, etc. En este sentido, no se le atribuye un valor moral al acto
violento, solamente es una acción que sirve para un fin posterior.

Esta visión sobre la violencia es vista en la relación que hay entre las persona, sin
embargo, en el reino animal igual podemos identificar violencia por parte de una
especie sobre otra, por lo que no podemos afirmar con exactitud que la violencia
se aun fenómeno netamente cultural. Podemos identificar, además, que la
violencia no se da exclusivamente en la relación persona-persona, sino que
también entre animales o entre animales y personas o, a veces, hasta la misma
naturaleza nos parece violenta cuando arremete con fuerza en la tierra. Un
ejemplo de la violencia entre animales, son los delfines, quienes atacan a otros
animales, hasta de su misma especie, sin razón aparente. Por lo tanto, la violencia
no puede ser detenida, lo cual resulta ser utópico, porque al igual que las
tormentas y los terremotos, es algo natural, que es inherente a la relación de las
cosas mismas; al mismo tiempo, tampoco se puede afirmar que la violencia es
mala, porque es imponer una forma de ver el mundo que es tan violenta como la
violencia misma.

Así se ilustra la generalidad de la violencia, como una propiedad de las cosas que
es inherente a ellas, por lo que se debe aprender a convivir con ella.
Conclusión.

A pesar de que la violencia es algo natural, que no se puede detener y que no es


buena ni mala, se puede aprender de ella y educar con conciencia de la misma,
para enseñar a canalizar la energía que la violencia transmite por medio de la
disciplina y la rigurosidad.

No se puede negar que grandes obras de artes han nacido a partir de un


sentimiento violento, el cual no fue perpetuado en un acto, pero sí en una obra, o
también, las disciplinas que entrenan el budismo y el taoísmo ayuda a elegir un
camino distinto frente al fenómeno de la violencia.

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