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Fase lútea
Si el óvulo no se encuentra con el espermatozoide en la Trompa de Falopio muere (puede durar
de 1 a 3 días después de salir del ovario). Esto es lo que ocurre en la mayoría de los casos,
bien porque no ha habido copulación o porque el espermatozoide no se ha encontrado con el
óvulo (se han utilizado determinados métodos anticonceptivos que veremos más adelante o por
otras causas).
Aproximadamente 14 días después de la ovulación, los ovarios dejan de producir hormonas y
esto constituye la señal para que la capa que recubre el útero, el endometrio, se desprenda y
salga por la vagina al exterior, produciendo una hemorragia denominada menstruación. Puede
durar entre 3 y 4 días, pero su duración es variable en cada ciclo y en cada mujer.
El ciclo vuelve a empezar.
RELACIÓN CON LA FECUNDIDAD.
La fecundidad femenina está íntimamente relacionada con el ciclo menstrual. Como podrás
imaginar, hay determinadas etapas en la vida de una mujer en las que se la considera fértil, es
decir puede quedarse embarazada y otras en las que no.
Vesículas seminales: Secretan un líquido alcalino viscoso que neutraliza el ambiente ácido de
la uretra. En condiciones normales el líquido contribuye alrededor del 60% del semen. Las
vesículas o glándulas seminales son unas glándulas productoras de aproximadamente el 3%
del volumen del líquido seminal situadas en la excavación pélvica. Detrás de la vejiga urinaria,
delante del recto e inmediatamente por encima de la base de la próstata, con la que están
unidas por su extremo inferior.
Conducto eyaculador: Los conductos eyaculatorios constituyen parte de la anatomía
masculina; cada varón tiene dos de ellos. Comienzan al final de los vasos deferentes y terminan
en la uretra. Durante la eyaculación, el semen pasa a través de estos conductos y es
posteriormente expulsado del cuerpo a través del pene.
Próstata: La próstata es un órgano glandular del aparato genitourinario, exclusivo de los
hombres, con forma de castaña, localizada enfrente del recto, debajo y a la salida de la vejiga
urinaria. Contiene células que producen parte del líquido seminal que protege y nutre a los
espermatozoides contenidos en el semen.
Uretra: La uretra es el conducto por el que discurre la orina desde la vejiga urinaria hasta el
exterior del cuerpo durante la micción. La función de la uretra es excretora en ambos sexos y
también cumple una función reproductiva en el hombre al permitir el paso del semen desde las
vesículas seminales que abocan a la próstata hasta el exterior.
Glándulas bulbouretrales: Las glándulas bulbouretrales, también conocidas como glándulas
de Cowper, son dos glándulas que se encuentran debajo de la próstata. Su función es secretar
un líquido alcalino que lubrica y neutraliza la acidez de la uretra antes del paso del semen en la
eyaculación. Este líquido puede contener espermatozoides (generalmente arrastrados), por lo
cual la práctica de retirar el pene de la vagina antes de la eyaculación no es un método
anticonceptivo efectivo.
FISIOLOGÍA DEL APARATO REPRODUCTOR MASCULINO.
A diferencia de lo que ocurre en el sexo femenino, la formación del gameto masculino no
comienza hasta la pubertad y luego dura toda la vida. El proceso de formación del gameto
masculino se denomina Espermatogénesis y se realiza en los testículos.
El esquema siguiente representa la Espermatogénesis:
Como resultado de este proceso, se producen Espermatozoides, con 23 cromosomas, la mitad
que la célula de la que se origina (espermatogonia). El espermatozoide es una célula muy
especializada, se reduce el tamaño de la célula eliminado gran parte del citoplasma y se
desarrolla una larga cola denominada flagelo, que le permitirá moverse hasta alcanzar el óvulo,
también presenta gran cantidad de mitocondrias que le proporcionarán la energía necesaria
para moverse.
El espermatozoide sale de los testículos y se mezcla con los líquidos producidos por las
vesículas seminales y la próstata para formar el semen. Estos líquidos son imprescindibles para
la alimentación y supervivencia de los espermatozoides hasta alcanzar el óvulo. Solamente el
10% del semen está formado por espermatozoides (cientos de miles).
Al igual que con la formación de los óvulos, el proceso está regulado y controlado por el Sistema
Endocrino y, a su vez, los testículos funcionan como glándulas endocrinas, como ya has visto
al estudiar la unidad del Sistema Endocrino.
MUSCULATURA DEL SUELO PELVICO
El piso pélvico es una estructura de músculos, y tejido conectivo que entrega soporte y
estructuras de suspensión a los órganos pélvicos y abdominales. Su principal componente es
el músculo elevador del ano, un músculo que cubre la mayor parte de la pelvis. Los órganos
pélvicos pueden dividirse en 3 compartimentos: anterior (vejiga y uretra), medio (útero y vagina,
próstata y vesículas seminales) y posterior (recto, conducto anal y aparato esfinteriano).
Estas estructuras se encuentran en íntima relación con la musculatura del piso pélvico, el cual
tiene participación en las funciones de cada uno de éstos. Determinando no sólo un soporte
mecánico sino además participando en la continencia urinaria y fecal.
La musculatura del piso pélvico corresponde a un grupo de músculos estriados dependientes
del control voluntario, que forman una estructura de soporte similar a una “hamaca” para los
órganos de la pelvis. El músculo más importante es el elevador del ano. Descrito inicialmente
por Andreas Vesalius en el siglo XVI, ha sido objeto de múltiples estudios en cuanto a su
estructura y función.
Entre la séptima a novena semana del desarrollo intrauterino se observan los primeras esbozos
del músculo. Su desarrollo está determinado por una serie de interacciones moleculares y
celulares con las estructuras que lo rodean. Existe evidencia de cierto dimorfismo sexual
(desarrollo diferente según el sexo) de este músculo visto en estudios histológicos de recién
nacido, donde los individuos de sexo femenino presentan un músculo más laxo y con mayor
cantidad de tejido conectivo. El músculo elevador del ano en conjunto con un segundo músculo
del piso pélvico, el músculo coccígeo, forman el llamado diafragma pélvico, siendo el primera el
componente principal. Este diafragma se extiende hacia anterior desde el pubis, posterior hacia
el cóccix y lateral hacia ambas paredes laterales de la pelvis menor. Se extiende como un
embudo hacia inferior formando la mayor parte del suelo de la pelvis. Existe además otro grupo
muscular que conforma el diafragma urogenital, más inferior, es decir superficial al elevador del
ano que, al igual que éste, participa en la continencia urinaria.
El elevador del ano es el músculo más extenso de la pelvis. Está compuesto por tres fascículos
o haces: el haz puborrectal, pubococcígeo e iliococcígeo. El haz puborrectal se origina desde
la cara posterior de ambos lados de la sínfisis del pubis. Su origen es medial al origen del haz
pubococcígeo. El haz puborrectal es un fascículo muscular grueso que avanza hacia posterior
e inferior hasta detrás del recto a nivel de la unión anorrectal donde sus fibras se cruzan dando
la característica forma de “U”. El haz pubococcígeo se origina lateral al origen del haz
puborrectal, en la sínfisis del pubis, sobrepasando el recto e insertándose a nivel del cóccix. El
haz iliococcigeo se inserta en las regiones laterales a la sínfisis de pubis y en el arco tendinoso
de músculo elevador del ano (un engrosamiento ancho curvo y cóncavo de la fascia obturatoria)
y hacia posterior se inserta en el ligamento anococcígeo lateral a las dos últimas vértebras
coccígeas. La disposición de las fibras adopta una dirección hacia inferior y medial en dirección
al conducto anal, formando un “embudo” con forma de V o de “alas de paloma” al observar
cortes coronales a esta altura.
El control de este músculo está dado por inervación proveniente del nervio para el músculo del
elevador del ano proveniente del plexo sacra, ramas del nervio pudendo, perineal y rectal
inferior.
Sultán describió en 1994 que tras los partes vaginales existe la posibilidad de trauma sobre este
músculo, determinando una prevalencia de entre un 15 a 35% de alteraciones anatómicas en
esta población. Durante el parto además, pueden producirse lesiones a nivel de la inervación,
especialmente de los nervios pudendos lo cual provocaría una denervación y atrofia de este
músculo. Lo anterior determina una pérdida de la estructura y secundariamente descenso del
piso pélvico, especialmente de los compartimentes anterior y medio. Sin embargo, estas
alteraciones no siempre se asocian con la aparición de síntomas como incontinencia urinaria y
fecal así como sensación de bulto por prolapso uterino.
El músculo elevador del ano es una estructura dinámica que en reposo presenta la forma de un
“embudo” o “domo”, que al contraerse se horizontaliza, elevando y llevando hacia anterior a la
unión anorrectal generando un ángulo que dificulta el paso de las heces desde el recto hasta el
ano por un cambio en los ejes de ambos, y finalmente se relaja y estira coordinadamente
durante la defecación descendiendo la unión anorrectal y alineando el recto con el conducto
anal para permitir la defecación. Este es parte del mecanismo tanto de continencia fecal, para
evitar la salida de la heces en un momento inapropiado, como de defecación adecuada. En
algunos pacientes puede producirse una descoordinación de este mecanismo y al momento de
la defecación se genera una contracción paradojal e inconsciente del haz puborrectal lo que es
causa de constipación por obstrucción defecatoria. Esta alteración funcional pude ser tratada
ya que al ser un músculo estriado dependiente del control voluntario, puede ser reeducado y
entrenado para devolver la coordinación inconsciente al acte defecatorio.
TRANSTORNOS DEL SUELO PELVICO
Los trastornos del suelo pélvico implican un descenso (prolapso) de la vejiga, la uretra, el útero,
el intestino delgado, el recto o la vagina causado por debilidad o lesión de los ligamentos, del
tejido conjuntivo y de los músculos de la pelvis.
Se puede sentir presión o una sensación de pesadez en la pelvis, o tener problemas con la
micción o las deposiciones.
Se realiza una exploración ginecológica mientras la mujer hace presión hacia abajo, como al
defecar, para hacer más evidentes los síntomas.
Los ejercicios de la musculatura pélvica y los pesarios son beneficiosos, pero puede resultar
necesaria una intervención quirúrgica.
Los trastornos del suelo pélvico solo se producen en mujeres y su frecuencia aumenta con la
edad. A lo largo de la vida, aproximadamente una de cada 11 mujeres necesita cirugía para
corregir un trastorno del suelo pélvico.
El suelo pélvico es una red de músculos, ligamentos y tejidos que actúan como una hamaca
para ofrecer soporte a los órganos pélvicos: el útero, la vagina, la vejiga, la uretra y el recto. Si
los músculos se debilitan o los ligamentos o tejidos se distienden o lesionan, los órganos
pélvicos o el intestino delgado pueden sufrir un descenso y protruir en la vagina. Si el trastorno
es grave, los órganos pueden sobresalir del todo por la abertura de la vagina al exterior del
cuerpo.
Por lo general, los trastornos del suelo pélvico se deben a una combinación de factores. Los
factores siguientes suelen contribuir a la aparición de estos trastornos:
Tener un bebé, sobre todo si el bebé nace por vía vaginal
Ser obesa
Someterse a una histerectomía (extirpación del útero)
Envejecimiento
Realizar con frecuencia actividades que aumentan la presión en el abdomen, como el
esfuerzo durante la defecación o levantar objetos pesados.
El embarazo y el parto vaginal pueden debilitar o distender algunas estructuras que sirven de
soporte a la pelvis. Los trastornos del suelo pélvico son más frecuentes en caso de haber tenido
varios partos vaginales, y el riesgo aumenta con cada parto. El parto en sí puede lesionar los
nervios, lo que ocasiona debilidad muscular. El riesgo de desarrollar un trastorno del suelo
pélvico puede ser menor en un parto por cesárea que en un parto vaginal.
A medida que se envejece, las estructuras que sostienen la pelvis pueden debilitarse, lo que
aumenta la probabilidad de presentar trastornos en el suelo pélvico. Haberse sometido a una
histerectomía también debilita las estructuras en la pelvis, por lo que estos trastornos resultan
más probables.
Otros factores que pueden contribuir incluyen: acumulación de líquido en el abdomen (ascitis,
que ejerce presión sobre los órganos de la pelvis), trastornos de los nervios que inervan el suelo
pélvico, tumores y enfermedades del tejido conjuntivo. A veces hay defectos congénitos que
afectan a esta zona, o se nace con unos tejidos pélvicos muy débiles.
TIPOS Y SÍNTOMAS
Por lo general, todos los trastornos del suelo pélvico son hernias en las que los órganos
sobresalen de manera anómala porque se ha debilitado el tejido. Los diferentes tipos de
trastornos del suelo pélvico reciben su nombre según el órgano afectado. A menudo se presenta
más de un tipo. En todos los tipos, el síntoma más frecuente es la sensación de pesadez o
presión en la zona de la vagina, como si el útero, la vejiga o el recto se estuvieran
desprendiendo.
Prolapso en la pelvis
Los síntomas suelen aparecer cuando se está en posición vertical, se hace presión o se tose, y
desaparecer a tumbarse y relajarse. A veces, el coito es doloroso. Puede que no se presenten
síntomas en los casos leves hasta que se envejezca.
El prolapso del recto (rectocele), del intestino delgado (enterocele), la vejiga (cistocele) y la
uretra (uretrocele) son particularmente propensos a ocurrir simultáneamente. Un uretrocele y
un cistocele casi siempre ocurren simultáneamente.
Los daños en el suelo pélvico a menudo afectan las vías urinarias. Como resultado, las mujeres
con un trastorno del suelo pélvico a menudo tienen problemas para controlar la micción, lo que
da lugar a escapes involuntarios de orina (incontinencia urinaria) o problemas para vaciar por
completo la vejiga (retención urinaria).
Rectocele
El rectocele aparece cuando el recto desciende y sobresale en la pared posterior de la vagina.
Es consecuencia del debilitamiento de la pared muscular del recto y del tejido conjuntivo que
se encuentra a su alrededor.
El rectocele puede dificultar la deposición y causar estreñimiento. Las afectadas pueden ser
incapaces de vaciar sus intestinos por completo. A veces es necesario colocar un dedo en la
vagina y presionar contra el recto para poder evacuar.
Enterocele
El enterocele aparece cuando el intestino delgado y el revestimiento de la cavidad abdominal
(peritoneo) sobresalen hacia abajo entre la vagina y el recto. Esto se produce con mayor
frecuencia después de la extirpación quirúrgica del útero (histerectomía). Un enterocele es
consecuencia del debilitamiento del tejido conjuntivo y de los ligamentos que sostienen el útero
o la vagina.
El enterocele no suele ocasionar síntomas. Sin embargo, a veces se experimenta una
sensación de pesadez, presión o dolor en la región pélvica. También puede sentirse dolor en la
parte inferior de la espalda.
Cistocele y cistouretrocele
El cistocele aparece cuando la vejiga desciende y sobresale en la pared anterior de la vagina.
Es consecuencia del debilitamiento del tejido conjuntivo y de las estructuras que sirven de
soporte alrededor de la vejiga. La aparición simultánea de un uretrocele y un cistocele se
denomina cistouretrocele.
Con cualquiera de estos trastornos se puede tener incontinencia urinaria de esfuerzo (escape
de orina durante un acceso de tos o de risa, o al realizar una acción que aumente de forma
brusca la presión dentro del abdomen), incontinencia por rebosamiento (escape de orina
cuando la vejiga está demasiado llena) o retención de orina. Después de la micción, puede que
la vejiga no se vacíe por completo. A veces aparece infección de las vías urinarias. Debido a
que es posible que los nervios de la vejiga o la uretra estén lesionados, algunas mujeres con
estos trastornos pueden desarrollar incontinencia de urgencia (un intenso e irreprimible deseo
de orinar que produce como resultado la salida de orina).
Prolapso del útero
En el prolapso del útero, este desciende dentro de la vagina. Generalmente se produce como
resultado del debilitamiento del tejido conjuntivo y de los ligamentos que sirven de soporte al
útero. El útero puede abultarse:
Sólo hacia la parte superior de la vagina
Por debajo de la abertura de la vagina
Parcialmente a través de la abertura
Durante todo el camino a través de la abertura, lo que resulta en prolapso uterino total
(procidencia)
El prolapso del útero produce dolor en la parte inferior de la espalda o sobre el cóccix, aunque
en muchas ocasiones no produce síntomas. El prolapso uterino total puede causar dolor al
caminar. Pueden aparecer úlceras en el cuello uterino prolapsado y causar sangrado, secreción
e infección. El prolapso del útero puede suponer un obstáculo para la uretra. Si existe
incontinencia urinaria, este obstáculo puede ocultarla o dificultar la micción. Las mujeres con
prolapso uterino total pueden presentar también dificultades para defecar.
Prolapso de la vagina
En el prolapso de la vagina, la parte superior de esta desciende hacia la zona inferior, de tal
forma que se da la vuelta de dentro afuera. La parte superior puede descender parcialmente en
la vagina, o en su totalidad, sobresalir fuera del cuerpo y causar un prolapso vaginal total. Por
lo general también está presente un cistocele o un rectocele.
El prolapso vaginal total puede causar dolor al sentarse o al caminar. Pueden aparecer úlceras
en la vagina prolapsada y dar lugar a sangrado y secreción. El prolapso de la vagina puede
ocasionar una apremiante o frecuente necesidad de orinar, así como obstaculizar el recorrido
de la uretra. Si existe incontinencia urinaria, este obstáculo puede ocultarla o dificultar la
micción. También es posible que la defecación resulte dificultosa.
TRATAMIENTO FISIOTERAPEÚTICO
EJERCICIOS DE KEGEL
Los ejercicios de Kegel pueden ayudar a
fortalecer los músculos debajo del útero, la
vejiga y el intestino (grueso). Pueden ayudar
a hombres y mujeres que tengan problemas
con escape de orina o control intestinal.
Usted puede tener estos problemas:
A medida que envejece
Si aumenta de peso
Después de un embarazo y parto
Después de una cirugía ginecológica (mujeres)
Después de una cirugía de la próstata (hombres)
Las personas que tienen trastornos cerebrales y nerviosos también pueden tener problemas
con escape de orina o control intestinal.
Los ejercicios de Kegel se pueden hacer en cualquier momento cuando usted esté sentado o
acostado. Puede hacerlos cuando esté comiendo, sentado en su escritorio, manejando y
cuando esté descansando o mirando televisión.
Cómo encontrar los músculos correctos:
Un ejercicio de Kegel es como fingir que usted tiene que orinar y luego contenerse. Usted
relaja y aprieta los músculos que controlan el flujo de orina. Es importante encontrar los
músculos correctos que va a apretar.
La próxima vez que tenga que orinar, arranque y luego pare. Sienta los músculos de la vagina
(para las mujeres), la vejiga o el ano ponerse firmes y desplazarse hacia arriba. Estos son los
músculos del piso pélvico. Si los siente firmes, ha hecho el ejercicio correctamente. Sus
muslos, glúteos y abdomen deben permanecer relajados.
Si todavía no está seguro de estar apretando los músculos correctos:
Imagine que está tratando de evitar expulsar una flatulencia.
Mujeres: introduzca un dedo dentro de la vagina. Apriete los músculos como si estuviera
conteniendo su orina y luego suelte. Debe sentir que los músculos se tensan y se desplazan
hacia arriba y hacia abajo.
Hombres: introduzca un dedo dentro del recto. Apriete los músculos como si estuviera
conteniendo su orina y luego suelte. Debe sentir que los músculos se tensan y se desplazan
hacia arriba y hacia abajo.
Cómo hacer los ejercicios de Kegel
Una vez que usted sepa cómo es el movimiento, haga los ejercicios de Kegel 3 veces por día:
Cerciórese de que la vejiga esté vacía, luego siéntese o acuéstese.
Apriete los músculos del piso pélvico. Manténgalos apretados y cuente hasta 8.
Relaje los músculos y cuente hasta 10.
Repita 10 veces, 3 veces al día (mañana, tarde y noche).
Respire profundamente y relaje el cuerpo cuando esté haciendo estos ejercicios.
Verifique que no esté apretando el estómago, los muslos, los glúteos ni los músculos
del pecho.
Después de 4 a 6 semanas, debe sentirse mejor y tener menos síntomas. Siga
realizando los ejercicios, pero no aumente la cantidad que haga. El exceso puede llevar
a distenderse al orinar o defecar.
Algunas notas de precaución:
Una vez que usted aprenda cómo hacerlos, no practique los ejercicios de Kegel en el
momento en que esté orinando más de dos veces al mes. Hacerlo mientras orina puede
debilitar los músculos del piso pélvico con el tiempo o causar daño a la vejiga y los riñones.
En las mujeres, hacer los ejercicios de Kegel incorrectamente o con demasiada fuerza puede
llevar a que los músculos vaginales se tensionen demasiado. Esto puede causar dolor durante
las relaciones sexuales.
La incontinencia retornará si usted deja de hacer estos ejercicios. Una vez que usted empiece
a realizarlos, posiblemente necesite hacerlos por el resto de su vida.
Pueden pasar varios meses para que su incontinencia disminuya una vez que usted empiece
a hacer estos ejercicios.