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Índice

1. Introducción_______________________________________________________3

2. ¿Qué son las actitudes? ______________________________________________3

3. Estructura de las actitudes____________________________________________3

2.1. Relaciones entre los componentes actitudinales__________________4

4. Funciones de las actitudes____________________________________________5

5. Discusión_________________________________________________________5

6. Referencias________________________________________________________6

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1. Introducción

El elevado interés que este tema, desde hace tiempo, ha despertado en la investigación

psico-sociológica radica, según Ortega (1986, p. 187), en primer lugar, en que la actitud no es un

concepto exclusivo de ninguna escuela o tendencia en particular, lo que ha favorecido su general

aceptación. En segundo lugar, se trata de un concepto que escapa a la controversia sobre la

importancia relativa de la herencia y del medio ambiente. Además, dicho autor, siguiendo a

Allport (1968), señala que el término parece lo bastante flexible como para poder ser aplicado

tanto a las disposiciones de un individuo aislado como a las pautas generales de una cultura.

Tanto es así, que comenzaremos nuestro trabajo atendiendo a la definición/concepto de

las actitudes.

2. ¿Qué son las actitudes?

De acuerdo con Briñol, Falces y Becerra, 2015, podríamos definir las actitudes como

“evaluaciones globales y relativamente estables que las personas hacen sobre otras personas,

ideas o cosas que, técnicamente, reciben la denominación de objetos de actitud” (p. 459).

3. Estructura de las actitudes

Las actitudes constan de tres componentes: cognitivo, afectivo y conductual (Briñol,

Falces y Becerra p. 460). El componente cognitivo incluye los pensamientos y creencias de la

persona acerca del objeto de actitud. El afectivo agrupa los sentimientos y emociones asociados

al objeto de actitud. Y el componente conductual recoge las intenciones o disposiciones a la

acción, así como los comportamientos dirigidos hacia el objeto de actitud.

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3.1. Relaciones entre los componentes actitudinales

La relación entre el componente cognitivo y el afectivo se ha tendido a conceptuar como

una consistencia afectivo-cognitiva. Es decir, se supone que la naturaleza del afecto que

despierta el objeto de la actitud coincide con el contenido de la creencia. Si una persona cree que

el objeto de la actitud facilita la obtención de objetivos importantes, tal creencia debería

traducirse en un afecto positivo hacia el objeto (Morales et al., 1994, p.501).

Sin embargo, las actitudes no siempre presentan esa consistencia afectivo-cognitiva que

se les supone. La razón según Morales et al., 1994, es que muchos objetos de actitud son

ambiguos y la persona sabe perfectamente que, si bien favorecen la consecución de ciertos

objetivos, impiden igualmente la de otros. En realidad, lo difícil es encontrar objetos de actitud

monolíticamente positivos o negativos. En contra de la consistencia afectivo-cognitiva operan

también las actitudes que surgen de una experiencia intensa de carácter afectivo, ya que su

componente cognitivo suele ser bastante débil.

En este sentido, siguiendo a estos mismos autores (Morales et al., 1994, p.502) la

consistencia afectivo-conativa es el grado en el que el afecto actitudinal y la intención conductual

coinciden. En principio habría que esperarla, porque las personas tienden a realizar aquellas

conductas que les resultan positivas y a evitar las negativas, y también porque es socialmente

censurable que la conducta de una persona no coincida con las preferencias que ha manifestado

públicamente. Tres importantes teorías psicosociales – la de la disonancia cognitiva, la de la

autopercepción y la del manejo de la impresión- predicen este tipo de consistencia, si bien no

entraremos a explicar las mismas al ser más interesante para este trabajo atender ahora a las

funciones de las actitudes.

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4. Funciones de las actitudes

Para Durán y Cabezinhas (2014, p. 46), siguiendo a Katz (1960), las actitudes cumplen

cuatro funciones: función de conocimiento, función instrumental, función de defensa del yo y

función de expresión de valores.

La primera permite al individuo estructurar el medio ambiente exterior, simplificando la

realidad, rentabilizando los recursos cognitivos y maximizando los beneficios percibidos.

La segunda establece la afirmación de que las personas tienden a construir actitudes

favorables hacia objetos que satisfacen sus necesidades o que suponen recompensas, mientras

que construyen actitudes desfavorables hacia los objetos no deseados o que suponen un castigo.

En cuanto a la tercera, la Función ego-defensiva o defensiva del yo, alude a como el

individuo forma actitudes que le permiten defender el yo tanto de amenazas internas

(sentimientos negativos hacia sí mismo) como externas (sentimientos negativos hacia el propio

grupo), proyectando estas amenazas hacia otras personas o grupos.

Por último, la Función de expresión de valores o autorrealización expresiva hace

referencia a la idea de que el individuo necesita expresar sus actitudes para delimitar y reforzar

su propia imagen. La expresión de valores personales y del concepto interiorizado de sí mismo le

proporcionan satisfacción.

5. Discusión

Como puede apreciarse tras profundizar en la estructura, los componentes y las funciones

de las actitudes, en la medida en la que un trabajo de este tipo lo permite, dentro del concepto de

actitud pueden incluirse problemas prácticos y teóricos relevantes en diversos campos, como son

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el de las ciencias humanas, la religión, el rechazo entre grupos… temas todos ellos

frecuentemente estudiados por la Psicología Social, entre otras ciencias.

No obstante, en concordancia con el razonamiento de Ortega (1986, p. 188), quizás, la

razón de más peso en el interés que la actitud ha despertado radique en que se piensa, en general,

que las actitudes, en cuanto producto de un proceso de socialización, influyen o condicionan

fuertemente las distintas respuestas a los diversos estímulos que un individuo recibe de personas,

grupos, objetos o situaciones sociales. Y es que, de este modo, conocidas las actitudes de una

persona hacia determinados objetos sociales, su conducta o respuesta hacia esos mismos objetos

podría fácilmente inferirse, controlarse y modificarse.

6. Referencias

Allport, G. W. (1968). The historical background of modern social psychology. En G.

Lindzey y E. Aronson (Eds.) Handbook of Social Psychology, vol. l, Addison-Wesley, Boston,

pp. 59-60.

Briñol, P., Falces, C. y Becerra, A. (2007). Actitudes. En J. F. Morales, C. Huici, M.

Moya y E. Gaviria (Eds.), Psicología Social, 3ª ed., pp. 457-490. Madrid: McGraw-Hill.

Katz, D. (1960). The functional approach to the study of attitudes. Public Opinion

Quarter!y, 24, 163-214.

Durán, M., y Cabecinhas, R. (2014). Actitudes y estereotipos sociales en la

comunicación. En R. Martinez-Pecino, Aspectos psicosociales de la comunicación, 1ª ed., pp.

43-52.

Morales, J.F., Moya, M., Rebolloso, E., Fernández, J.M., Huici, C., Marques, J., Páez, D.,

y Pérez, J.A. (1994). Psicología Social. Madrid: McGRAW-HILL.

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Ortega, P. (1986). La investigación en la formación de actitudes: Problemas

metodológicos y conceptuales. Anales de Pedagogía, 4,187-201.

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