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EL PROCESO DE LECTURA:
ENFOQUE FENOMENOLÓGICO*
WOLFGANG ISER
Universidad de Constanza

La teoría fenomenológica del arte hace particular hin


capié en la idea de que, a la hora de considerar una obra
literaria, ha de tenerse en cuenta no sólo el texto en sí sino
también, y en igual medida, los actos que lleva consigo el
enfrentarse a dicho texto. Así, Román íngarden confronta
la estructura del texto literario con los modos por los cua
les éste puede ser konkretísiert (concretizado) K El texto como
tal ofrece diferentes «visiones esquematizadas» 2 por medio
de las cuales el tema de una obra puede salir a la luz, pero
su verdadera manifestación es un acto de honkretisation. Si
esto es así, la obra literaria tiene dos polos, que podríamos
llamar el artístico y el estético: el artístico se refiere al tex
to creado por el autor, y el estético a la concretización lle
vada a cabo por el lector. A partir de esta polaridad se de
duce que la obra literaria no puede ser completamente
idéntica al texto, o a la concretización del texto, sino que
de hecho debe situarse a medio camino entre los dos. La
obra es más que el texto, pues el texto solamente toma
vida cuando es concretizado, y además la concretización no
es de ningún modo independiente de la disposición indiv^
dual del lector, si bien ésta a su vez es guiada por los dife-

• Título original: «The Reading Process: A Phenomenological Ap-


proach», publicado en New LUerary Hütory, 3, 1972, pags. 279-299. Tra
ducción de Eugenio Contreras. Texto traducido y reproducido con au
torización del autor.
1 Cf. Román Íngarden, Vom Erkennen des literarischen Kunstwerks. Tu-
binga, 1968, págs. 49 y sigs.
2 Para una discusión detallada de este término, véase Román Íngar
den, Das literarische Kunstwerk. Tubinga, 19602, págs. 270 y sigs.
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rentes esquemas del texto. La convergencia de texto y lec man los límites más allá de los cuales el lector abandonará
tor dota a la obra literaria dt* existencia, y esta convergen el terreno de juego.
cia nunca puede ser localizada con precisión, sino que debe La medida en que la parte «no escrita» de un texto es
permanecer virtual, ya que no ha de identificarse ni con la timula la participación creativa del lector se pone de ma
realidad del texto ni con la disposición individual del lector. nifiesto en una observación de Virginia Wooíf en su estu
Es la virtualidad de la obra la que da origen a su natu dio de Jane Austen:
raleza dinámica, y ésta a su vez es la condición previa para
Jane Austen es por tanto una señora de sensibilidad
los efectos que la obra suscita. A medida que el lector uti
mucho más profunda de lo que aparece en la superficie.
liza las diversas perspectivas que el texto le ofrece a fin de
Ella nos estimula a suplir lo que no se encuentra explícito.
relacionar los esquemas y las «visiones esquematizadas» en
Lo que nos ofrece es, aparentemente, una insignificancia,
tre sí, pone a la obra en marcha, y este mismo proceso tie y, sin embargo, está compuesta por algo que se expande
ne como último resultado un despertar de reacciones en su en la mente del lector y que dota de la forma más perdu
fuero interno. De este modo, la lectura hace que la obra li rable de vida a escenas que son externamente triviales.
teraria revele su carácter inherentemente dinámico. Que Siempre se hace hincapié en el carácter... Los vericuetos
esto no supone un descubrimiento original es algo eviden del diálogo nos mantienen sobre las ascuas del suspense.
te a partir de comentarios hechos ya en los primeros mo Nuestra atención se encuentra a medias en el momento
mentos de la novela. Laurence Sterne, en Tristram Shandy, presente, a medias en el futuro... Aquí, en efecto, en este
relato inacabado y en el relato principal subyacente, se en
afirma: «... ningún autor que comprenda los justos límites
cuentran todos los elementos de la grandeza de Jane
del decoro y de la buena educación presumiría de pensar
Austen 4.
en todo: El respeto más verdadero que puede profesarse a
la comprensión del lector es compartir este asunto amiga
Los aspectos no escritos de escenas aparentemente tri
blemente, y dejar algo para que él, por su parte, al igual
viales y el diálogo no hablado dentro de los «vericuetos»
que uno mismo, despliegue su imaginación. Por lo que a
no sólo lanzan al lector a la acción, sino que también lo de
mí respecta, jamás ceso de ofrecerle invitaciones en este
sorientan en los numerosos bocetos sugeridos por las situa
sentido, y hago todo lo que está a mi alcance para mante
ciones dadas, de manera que éstas cobran una realidad que
ner su imaginación tan ocupada como la mía propia» 3. La
les es propia. Pero a medida que la imaginación del lector
concepción de Sterne de un texto literario es la de algo pa
anima estos «bocetos», éstos a su vez influirán en el resul
recido a un terreno en el cual lector y autor participan en
tado de la parte escrita del texto. Así comienza un proceso
un juego de la imaginación. Si al lector se le diera la histo
dinámico completo: el texto escrito impone ciertos límites
ria completa y no se le dejara hacer nada, entonces su ima
a sus implicaciones no escritas con objeto de impedir que
ginación nunca entraría en competición, siendo el resulta
se vuelvan demasiado vagas y confusas, pero al mismo
do el aburrimiento, que inevitablemente aparece cuando
tiempo estas implicaciones, elaboradas por la imaginación
un fruto se arranca y se marchita ante nosotros. Un texto
del lector, oponen la situación dada a un trasfondo que le
literario debe por tanto concebirse de tal modo que com
dota de mucha mayor significación de lo que hubiera pa
prometa la imaginación del lector, pues la lectura única
recido tener de por sí. De este modo, las escenas triviales
mente se convierte en un placer cuando es activa y creati
repentinamente adquieren la configuración de una «forma
va. En este proceso de creatividad, puede que el texto se
perdurable de vida». Lo que constituye esta forma nunca
quede corto o bien que vaya demasiado lejos, de modo que
podemos decir que el aburrimiento y el agotamiento for-
4 Virginia Woolf, The Common Reader, First Series. Londres, 1957,
8 Laurence Sterne. Trütam Shandy. Londres, 1956, II, 11:79. pág. 174.
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aparece mencionado, y mucho menos explicado en el tex
«partes integrantes» en la medida en que hacen afirmacio
to, aunque de hecho es el producto final de la interacción
nes, declaraciones u observaciones, o proporcionan infor
entre texto y lector.
mación, y así establecen diversas perspectivas en el texto.
Pero siguen siendo sólo «partes integrantes»; no son la
II
suma total del texto en sí. Pues los correlatos intencionales
Surge ahora la cuestión de hasta qué punto puede des revelan sutiles conexiones que aisladamente son menos
cribirse adecuadamente dicho proceso. Para este propósito concretas que las afirmaciones, declaraciones y observa
es aconsejable un análisis fenomenológico, sobre todo dado ciones, incluso aunque éstas solamente adquieran su signi
que las observaciones algo dispersas que se han realizado ficación verdadera mediante la interacción de sus correla
tos.
hasta ahora acerca de la psicología de la lectura tienden a
ser principalmente psicoanalíticas, estando así restringidas ¿Cómo ha de concebirse la conexión entre los correla
a la aclaración de ideas predeterminadas referentes al in tos? Dicha conexión señala aquellos puntos por los cuales
consciente. Sin embargo, luego examinaremos más deteni el lector es capaz de «abordar» el texto. El lector tiene que
damente algunas observaciones psicológicas útiles. aceptar ciertas perspectivas dadas, pero con ello inevitable
Como punto de partida para un análisis fenomenológi mente hace que interactúen. Cuando Ingarden habla de
co podríamos examinar el modo según el cual las oracio correlatos oracionales intencionales en literatura, las afir
nes consecutivas actúan entre sí. Esto reviste una especial maciones hechas o la información proporcionada están ya
importancia en los textos literarios a la vista del hecho de en cierto sentido cualificadas: la oración rió se compone
que éstos no corresponden a ninguna realidad objetiva ex únicamente de una afirmación —lo cual, después de todo,
terior a ellos mismos. El mundo presentado por los textos sería absurdo, pues sólo se pueden hacer afirmaciones so
literarios se elabora a partir de lo que Ingarden ha llamado bre cosas que existen—, sino que aspira a algo que sobre
intentionale Satzkorrelate (correlatos oracionales intenciona pasa lo que realmente dice. Esto es válido para todas las
les): oraciones de las obras literarias, y es mediante la interac
ción de estas oraciones como se cumple esta aspiración co
Las oraciones se entrelazan de modos diferentes para mún. Esto es lo que les da su propia cualidad especial en
formar unidades más complejas de significado que revelan
los textos literarios. En su calidad de afirmaciones, obser
una estructura muy diversa y que originan entidades tales
vaciones, proveedoras de información, etc., siempre son in
como un relato breve, una novela, un diálogo, un drama,
una teoría científica... En el análisis final, surge un mundo
dicaciones de algo que está por llegar y cuya estructura está
particular, con partes integrantes determinadas de uno u prefigurada por su contenido específico.
otro modo, y con todas las variaciones que pueden produ Las oraciones ponen en marcha un proceso del cual
cirse dentro de dichos elementos, y todo ello como corre emerge el auténtico contenido del texto mismo. Al descri
lato puramente intencional de un complejo de oraciones. bir la conciencia interna del tiempo en el hombre, Husserl
Si este complejo acaba por formar una obra literaria, lla observó en cierta ocasión: «Todo proceso originalmente
maré a toda la suma de correlatos oracionales intenciona constructivo está inspirado por pre-intenciones, las cuales
les consecutivos el «mundo presentado» en la obra5. construyen y recogen la semilla de lo que ha de venir, como
tal, y lo hacen fructificar» 6. Para esta fructificación el tex
Sin embargo, este mundo no transcurre ante los ojos to literario precisa de la imaginación del lector, que da for
del lector como si fuera una película. Las oraciones son ma a la interacción de correlatos prefigurados en estructu-

5 Ingarden, Vom Erkennen des literaríschen Kunstwerks, pág. 29. 6 Edmund HUSSERL, Zur Phánomenologie des inneren Zeitbexvusstsein Ge-
sammelte Werke. La Haya, 1966, 10:52.

m¡-
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ra por la secuencia de oraciones. La observación de Hus- tuarse frente a un trasfondo distinto con el resultado de
serl dirige nuestra atención hacia un aspecto que desempe que el lector se encuentra capacitado para establecer co
ña un nada despreciable cometido en el proceso de lectu nexiones imprevisibles hasta entonces. La memoria evoca
ra. Las oraciones individuales no sólo funcionan en conjun da, sin embargo, nunca puede recuperar su forma original,
to para delinear lo que ha de venir; también crean una ex pues esto equivaldría a decir que memoria y percepción
pectativa a este respecto. Husserl llama a esta expectativa son idénticas, lo cual es manifiestamente inexacto. El nue
«pre-intenciones». Como esta estructura es característica de vo trasfondo saca a la luz nuevos aspectos de lo que había
todos los correlatos oracionales, la interacción de estos mos confiado a la memoria; a la inversa, éstos, a su vez, pro
correlatos no será tanto un cumplimiento de la expectati yectan su luz sobre el nuevo trasfondo suscitando así anti
va como una continua modificación de ella. cipaciones más complejas. De este modo, el lector, al esta
Por esta razón, las expectativas casi nunca se cumplen blecer estas interrelaciones entre pasado, presente y futu
en los textos verdaderamente literarios. Si se cumplieran, ro, en realidad hace que el texto revele su multiplicidad po
dichos textos estarían entonces confinados a la individua tencial de conexiones. Estas conexiones son el producto de
lización de una expectativa dada, y uno inevitablemente la mente del lector que trabaja sobre la materia prima del
preguntaría qué es lo que se ganaría con tal intención. Por texto, si bien no son el texto en sí, pues éste sólo se com
extraño que parezca, tenemos la impresión de que cual pone de oraciones, afirmaciones, información, etc.
quier efecto de confirmación —tal y como implícitamente Este es el motivo por el cual el lector se siente a menu
exigimos a los textos expositivos, ya que nos remitimos a do implicado en acontecimientos que, en el instante de la
los objetos que. pretenden presentar— constituye un defec lectura, le parecen reales, incluso aunque de hecho se en
to en un texto literario. Pues cuanto más individualiza o cuentren muy lejos de su propia realidad. El hecho de que
confirma un texto una expectativa que ha suscitado origi lectores completamente distintos se puedan ver afectados
nalmente, más cuenta nos damos de su propósito didácti de manera diferente por la «realidad» de un texto deter
co, de manera que a lo sumo sólo podemos aceptar o re minado muestra suficientemente hasta qué punto los tex
chazar la tesis que se nos impone. En la mayoría de las oca i tos literarios transforman la lectura en un proceso creativo
siones, la misma claridad de dichos textos provocará nues que se encuentra muy por encima de la mera percepción
tro deseo de liberarnos de sus garras. Pero generalmente de lo escrito. El texto literario activa nuestras propias fa
los correlatos oracionales de los textos literarios no se su cultades, permitiéndonos recrear el mundo que presenta.
ceden de este modo tan rígido, pues las expectativas que El producto de esta actividad creativa es lo que podríamos
evocan tienden a invadirse el terreno unas a otras, de tal denominar la dimensión virtual del texto, que lo dota de
manera que se ven continuamente modificadas a medida $ su realidad. Esta dimensión virtual no es el texto mismo,
que avanza la lectura. Simplificando se podría decir que ni tampoco la imaginación del lector: es la confluencia de
cada correlato oracional intencional abre un horizonte con texto e imaginación.
creto, que es modificado, si no completamente cambiado, Como hemos visto, la actividad de la lectura puede des
por oraciones sucesivas. Mientras que estas expectativas cribirse como una especie de caleidoscopio de perspectivas,
despiertan un interés por lo que ha de venir, la modifica preintenciones, recuerdos. Toda oración contiene un avan
ción subsiguiente de ellas tendrá también un efecto retros ce de la siguiente y forma una especie de visor de lo que
pectivo en lo que ya había sido leído, lo cual puede ahora ha de venir; y esto a su vez altera el «avance» y se convier
cobrar una significación diferente de la que tuvo en el mo te así en «visor» de lo que se ha leído. El proceso completo
mento de leerlo. representa el cumplimiento de la realidad potencial e inex-
Todo lo que leemos se sumerge en nuestra memoria y presada del texto, pero ha de considerarse solamente como
adquiere perspectiva. Luego puede evocarse de nuevo y si- un marco de referencia para una gran variedad de medios
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por los cuales puede engendrarse la dimensión virtual. El Estos huecos tienen un efecto diferente en e? proceso
proceso mismo de anticipación y retrospección de ningún de anticipación y retrospección, y por tanto en la «gestalt»
modo se desarrolla siguiendo un curso tranquilo. Ingarden de la dimensión virtual, puesto que pueden llenarse de di
ya ha llamado la atención sobre este hecho al cual le atri ferentes maneras. Por este motivo, un texto es potencial-
buye una considerable importancia: mente susceptible de admitir diversas realizaciones diferen
tes, y ninguna lectura puede nunca agotar todo el poten
Una vez que nos hallamos inmersos en el curso del Satz- cial, pues cada lector concreto llenará los huecos a su
denken (oración-pensamiento), nos encontramos dispues modo, excluyendo por ello el resto de las posibilidades; a
tos, después de completar el pensamiento de una oración, medida que vaya leyendo irá tomando su propia decisión
a elaborar la «continuación», también en forma de oración,
en lo referente a cómo ha de llenarse el hueco. En este
esto es, en forma de una oración que conecte con la ora
acto mismo se revela la dinámica de la lectura. Tomando
ción en la cual acabamos de pensar. De esta manera el pro
ceso de lectura avanza sin esfuerzo. Pero si por casualidad su decisión, el lector reconoce implícitamente la calidad de
la siguiente oración no tiene ninguna conexión tangible inagotable que el texto posee; al mismo tiempo, esta mis
con la oración en la cual acabamos de pensar, se produce ma calidad de inagotable es la que le fuerza a tomar su de
entonces un bloqueo en la corriente de pensamiento. Este cisión. Con los textos «tradicionales» este proceso era más
hiato va unido a una sorpresa más o menos activa, o a una o menos inconsciente, pero los textos modernos lo explo
indignación. Este bloqueo debe superarse si se quiere que tan con frecuencia de manera bastante deliberada. Estos
la lectura siga su curso 7. textos a menudo son tan fragmentarios que nuestra aten
ción está casi, exclusivamente ocupada en la búsqueda de
El hiato que bloquea el curso de las oraciones es, según el
conexiones entre los fragmentos; el objeto de esto no es
modo de ver de Ingarden, producto del azar, y ha de con
tanto complicar el «espectro» de conexiones como el ha
siderarse como una grieta; esto es típico de su adhesión á cernos conscientes de la naturaleza de nuestra propia ca
la idea clásica del arte. Si uno considera la secuencia ora
pacidad para establecer vínculos. En tales casos, el texto
cional como un curso incesante, esto implica que la antici
nos remite directamente a nuestras propias preconcepcio-
pación estimulada por una oración será realizada por la si nes, que se manifiestan en el acto de interpretación, el cual
guiente, y la frustración de las expectativas despertará reac
es un elemento básico del proceso de lectura. De todos los
ciones de exasperación. Y sin embargo los textos literarios textos literarios, por tanto, podemos decir que el proceso
están llenos de vericuetos inesperados y de frustración de
de lectura es selectivo, y que el texto potencial es infinita
expectativas. Incluso en el relato más simple tiene forzosa mente más rico que cualquiera de sus realizaciones concre
mente que haber algún tipo de bloqueo, aunque sólo sea
tas. Esto viene confirmado por el hecho de que una segun
porque ningún cuento puede nunca contarse en su totali da lectura de una obra literaria produce con frecuencia una
dad. En efecto, sólo mediante omisiones inevitables es
impresión distinta de la primera. Las razones de esto pue
como un relato alcanza su dinamismo. Así, siempre que el den encontrarse en el cambio de circunstancias propio del
curso se ve interrumpido y a nosotros se nos abren cami
lector, y con todo, el texto debe reunir unas características
nos en direcciones inesperadas, se nos presenta la ocasión
que permitan esta variación. En una segunda lectura los
de poner en juego nuestra propia facultad para establecer acontecimientos conocidos tienden a aparecer ahora bajo
conexiones: para llenar los huecos dejados por el propio
texto *.

en los textos literarios, véase Wolfgang Iser, «Indeterminacy and the


7 IncARDEN, Vom Erkennen des literarischen Kunstwerh, pág. 32. Reader's Response in Prose Fiction», Aspecto o/Narrative. English Institute
8 Para una discusión más detallada de la función de los «huecos» Essays, ed. J. Hillis Miller. Nueva York, 1971, págs. 1-45.
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una nueva luz y parecen a veces corregirse, a veces enrique riencias en la vida. Y así la «realidad» de la experiencia lec
cerse. tora puede arrojar luz sobre modelos básicos de experien
En todos los textos hay una secuencia potencial de tiem cia real:
po que el lector debe inevitablemente realizar, al ser impo Tenemos la experiencia de un mundo, no entendido
sible absorber incluso un texto breve en un momento úni como un sistema de relaciones que determinan completa
co. De este modo el proceso de lectura siempre supone el mente todos y cada uno de los acontecimientos, sino como
ver el texto a través de una perspectiva que está en conti una totalidad abierta cuya síntesis es inagotable... Desde el
nuo movimiento, acoplando las diferentes fases, y constru momento en que la experiencia —esto es, la apertura a
yendo así lo que hemos llamado la dimensión virtual. Por nuestro mundo de Jacto— se reconoce como el comienzo
supuesto, esta dimensión varía durante todo nuestro perío del conocimiento, ya no hay modo de distinguir un nivel
de verdades a priori y otro de verdades fácticas, lo que el
do de lectura. Sin embargo, cuando acabamos el texto y lo
mundo debe necesariamente ser y lo que en realidad es 9.
leemos de nuevo, evidentemente nuestro conocimiento ad
quirido dará como resultado una secuencia temporal dis La manera según la cual el lector experimenta el texto re
tinta; tenderemos a establecer conexiones remitiéndonos a flejará su propia disposición, y en este sentido el texto li
lo que ya sabemos que va a ocurrir, y así determinados as terario funciona como una especie de espejo; pero, al mis
pectos del texto cobrarán una importancia que no le con mo tiempo, la realidad que este proceso contribuye a crear
cedimos en una primera lectura, mientras que otros se ve
será diferente a la suya propia (puesto que, normalmente,
rán relegados al trasfondo. Resulta bastante corriente oírle tendemos a aburrirnos con textos que nos presentan cosas
decir a una persona que en una segunda lectura había ad que nosotros mismos ya conocemos perfectamente). De
vertido cosas que se le habían pasado por alto cuando leyó
fe: este modo llegamos a una situación aparentemente para
el libro por primera vez, pero esto no es tan sorprendente. m
dójica según la cual el lector se ve forzado a revelar aspec
a la vista del hecho de que la segunda vez se está enfocan
tos de sí mismo a fin de experimentar una realidad que es
do el texto desde una perspectiva distinta. La secuencia
diferente a la suya propia. El impacto que esta realidad pro
temporal que se realizó en una primera lectura ya no pue
duzca en él dependerá en gran parte de la medida en que
de repetirse en una segunda lectura, y esta irrepetibilidad
él mismo proporcione activamente la parte no escrita del
tendrá que dar necesariamente como resultado una serie
texto, y con todo, al suplir todos los eslabones ausentes, de
de modificaciones en la experiencia lectora. Esto no equi
berá pensar en función de experiencias diferentes a la suya
vale a decir que la segunda lectura es «más verdadera» que
propia; en efecto, sólo dejando atrás el mundo conocido
la primera; son, simplemente, distintas: el lector establece
de su propia experiencia es como el lector puede partici
la dimensión virtual del texto realizando una nueva secuen
par verdaderamente en la aventura que el texto literario le
cia temporal. De este modo, incluso a partir de enfoques ofrece.
repetidos, un texto permite y, en realidad, provoca una lec
tura innovadora.
III
Independientemente de las circunstancias personales
del lector y del modo concreto en que éste encadene las di
Hemos visto que, durante el proceso de lectura, hay un
ferentes fases del texto, siempre se tratará del proceso de
entretejido activo de anticipación y retrospección, que en
anticipación y retrospección que lleva a la formación de la
una segunda lectura puede convertirse en una especie de
dimensión virtual, la cual a su vez transforma el texto en
una experiencia para el lector. La manera en que esta ex
periencia se da mediante un proceso de continua modifi 9 M. Merleau Ponty. Phenomenology oj Perception, trad. Colín Smith.
Nueva York, 1962, págs. 219, 221 (trad. csp. Fenomenología de la percep
cación es muy similar al modo en que acumulamos expe- ción, Barcelona, Península).
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retrospección anticipada. Las impresiones que nacen como montaña presupone su ausencia. De manera parecida, en
resultado de este proceso variarán de individuo a indivi un texto literario únicamente podemos representar men
duo, pero sólo dentro de los límites impuestos por el texto talmente cosas que no están presentes; la parte escrita del
escrito en oposición al texto no escrito. De la misma ma texto nos da el conocimiento, pero es la parte no escrita
nera, dos personas que contemplen el cielo nocturno pue la que nos da la oportunidad de representar cosas; en efec
den estar mirando el mismo grupo de estrellas, pero una to, sin los elementos de indeterminación, sin los huecos
verá la imagen de un arado, y la otra pensará en un carro. del texto, no podríamos ser capaces de usar nuestra imagi
Las «estrellas» de un texto literario están fijas; las líneas nación n.
que las unen son variables. El autor del texto puede, por La exactitud de esta observación se ve corroborada por
supuesto, ejercer una influencia considerable en la imagi la experiencia que mucha gente tiene al ver, por ejemplo,
nación del lector —él tiene todo el abanico de técnicas la película de una novela. Leyendo Tom Jones puede ser que
narrativas a su disposición—, pero ningún autor que se pre nunca hayan tenido una idea muy clara del aspecto con
cie de tal intentará nunca poner el cuadro completo ante los creto que tiene el héroe, pero al ver la película es posible
ojos del lector. Si lo hace, lo perderá muy pronto, pues sólo que algunos digan: «Así no es como yo me lo había imagi
mediante la estimulación de la imaginación del lector pue nado». Lo importante aquí es que el lector de Tom Jones es
de el autor tener la esperanza de implicarlo y llevar así a capaz de visualizar al héroe virtualmente para él mismo, y
cabo las intenciones del texto. así su imaginación percibe toda una inmensa gama de po
Gilbert Ryle, en su análisis de la imaginación, formula sibilidades; en el momento en que estas posibilidades se re
la pregunta: «¿Cómo puede una persona creerse que está ducen a un retrato acabado e inmutable, la imaginación
viendo una cosa sin darse cuenta- de que no la está vien queda invalidada y tenemos la impresión de que de alguna
do?» Su respuesta es la siguiente: manera se nos ha engañado. Posiblemente sea esto una sim
plificación excesiva del proceso, pero ilustra plenamente la
Ver Helvellyn [nombre de una montaña] con los ojos
riqueza vital de potencial que surge del hecho de que el hé
de la mente no supone lo que ver Helvellyn y ver instan
táneas de Helvellyn supone, esto es, el tener sensaciones vi
roe de la novela debe ser representado mentalmente y no
suales. Sí implica el pensamiento de tener una vista de Hel visto. Con la novela el lector tiene que usar su imaginación
vellyn y es por tanto una operación más sofisticada que la para sintetizar la información que se le da, y por ello su per
de tener una vista de Helvellyn. Se trata de una utilización cepción es simultáneamente más rica y más privada; con
entre otras del conocimiento del aspecto que tendría Hel la película se ve confinado a una percepción meramente fí
vellyn, o, en cierto sentido del verbo, se trata del pensar sica y por ello todo lo que recuerda del mundo que había
qué aspecto tendría. Las expectativas que se cumplen en representado en su imaginación queda brutalmente elimi
el reconocimiento a partir de la vista de Helvellyn no se nado.
cumplen, en efecto, al representarla mentalmente, pero su
representación es algo parecido a un ensayo de hacer que
se cumplan. Más que el tener vagas sensaciones, o atisbos
de sensaciones, la representación implica el no alcanzar IV
precisamente aquello que se debiera estar obligado a con
seguir, si se estuviese viendo la montaña l0. La «representación» que se produce en nuestra imagi
nación es tan sólo una de las actividades mediante las cua
Si uno ve la montaña, está claro que ya no puede imagi les formamos la «gestalt» de un texto literario. Ya hemos
nársela, y por ello el acto de representar mentalmente la

10 Gilbert Ryle. The Concept oJMind. Harmondsworth, 1968, pág. 255. 11 Cf. Iser, «Indeterminacy», págs. 11 y sigs., 42 y sigs.
1>28 WOLFCANG IStR
IX PROCESO DE LECTURA
229
discutido el proceso de anticipación y retrospección, y a
ción»15. La «gestalt» de un texto normalmente adopta (o,
esto debemos añadir el proceso de agrupamiento de todos
mejor dicho, recibe) este perfil fijo o definible, ya que esto
los diferentes aspectos de un texto para formar la coheren
es esencial para nuestro propio entendimiento, pero, por
cia que el lector siempre andará buscando. Mientras que
otra parte, si la lectura sólo hubiera de consistir en una
las expectativas pueden continuamente modificarse y las
creación ininterrumpida de ilusiones, se trataría de un pro
imágenes continuamente expandirse, el lector siempre se
ceso sospechoso, si no completamente peligroso: en lugar
esforzará, aunque sólo sea inconscientemente, por encajar
de hacernos entrar en contacto con la realidad, nos haría
todo en un esquema coherente. «En la lectura de imáge
evadirnos de ella. Por supuesto, hay un elemento de «esca
nes, así como al oír un discurso, siempre es difícil distin
pismo» en toda literatura, como resultado de esta misma
guir lo que viene dado de lo que nosotros completamos en
creación de ilusión, pero hay algunos textos que no ofre
el proceso de proyección que se desencadena por el acto
cen más que un mundo armonioso, purificado de toda con
de reconocimiento... Es la conjetura del espectador la que
tradicción y que excluyen deliberadamente cualquier cosa
pone a prueba la mezcolanza de formas y colores para lle
que pudiera perturbar la ilusión una vez que ha sido esta
gar a un significado coherente, cristalizándola en una for
blecida, si bien éstos son los textos que no nos gusta con
ma concreta cuando se encuentra una interpretación con
siderar como literarios. Las revistas para mujeres y las for
secuente» 12. Agrupando las partes escritas del texto, per
mitimos que interactúen, observamos la dirección hacia la fe mas más toscas de novela policiaca podrían citarse como
ejemplos.
cual nos están guiando y proyectamos en ellas la coheren
Sin embargo, incluso aunque una sobredosis de ilusión
cia que nosotros, como lectores, requerimos. Esta «gestalt»
pueda desembocar en trivialidad, esto no quiere decir que
debe inevitablemente matizarse por nuestro propio proce
sea conveniente prescindir por completo del proceso de
so de selección característico. Pues no viene dada en el tex
creación de ilusiones. Por el contrario, incluso en textos
to mismo; surge del encuentro entre el texto escrito y la
que parecen resistirse a la formación de ilusión, y que di
mente individual del lector con su particular historia de ex
periencias, su propia consciencia, su propia perspectiva. La É, rigen de este modo nuestra atención hacia la causa de esta
resistencia, seguimos necesitando la permanente ilusión de
«gestalt» no es el significado verdadero del texto; a lo
sumo, se trata de un significado configurativo; ...«la com
que la resistencia misma es el esquema coherente subya
prensión es un acto individual consistente en ver cosas en
cente al texto. Esto se puede afirmar especialmente con re
conjunto, y sólo eso» IS. En el caso de un texto literario tal
lación a los textos modernos, en los cuales la misma preci
sión de los detalles escritos es lo que aumenta la propor
comprensión es inseparable de las expectativas del lector,
ción de indeterminación; un detalle parece contradecir
y allí donde tenemos expectativas nos encontramos con
una de las armas más potentes del arsenal del escritor: la otro, y por ello simultáneamente estimula y frustra nues
ilusión. tro deseo de «representar», haciendo así que la «gestalt»
que imponemos al texto se desintegre. Sin la formación de
Siempre que «hay lectura coherente.- la ilusión apare
ilusiones, el mundo desconocido del texto seguiría siendo
ce en escena» ". La ilusión, dice Northrop Frye, es «fija o
definible, y la realidad se comprende mejor como su nega- desconocido; mediante las ilusiones, la experiencia ofreci
da por el texto se nos vuelve accesible, pues es sólo la ilu
sión, en sus diferentes niveles de coherencia, la que hace
que la experiencia sea «legible». Si no podemos encontrar
12 E. H. Gombrich. Art and Illusion. Londres, 1962, pág. 204.
IS Louis O. MiNK, «History and Fiction as Modes of Comprehension»
New Literary History I (1970): 553.
14 Gombrich, Art and Illusion, pág. 278. 15 Northrop Frye, Anatomy ofCriticism. Nueva York, 1967, págs. 169
y sigs. (trad. esp. Anatomía de la crítica. Caracas, Monte Ávila).
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KL PROCESO DE LECTURA 231

(o imponer) esta coherencia, más pronto o más tarde aban Este hecho tiene diversas consecuencias, las cuales, con
donaremos el texto. El proceso es virtualmente hermenéu- vistas a un análisis, pueden tratarse por separado, si bien
tico. El texto provoca ciertas expectativas que a su vez no en el proceso de lectura todas estarán funcionando en con
sotros proyectamos sobre el texto de tal modo que redu junto.
cimos las posibilidades polisemánticas a una única interpre Como hemos visto, un significado coherente y configu
tación que convenga a las expectativas creadas, extrayen rativo es esencial para la aprehensión de una experiencia
do así un significado individual y configurativo. La natura desconocida, que mediante el proceso de creación de ilu
leza polisemántica del texto y la creación de ilusión del lec sión podemos incorporar a nuestro propio mundo imagi
tor constituyen factores opuestos. Si la ilusión fuera com nativo. Al mismo tiempo, esta coherencia entra en conflic
pleta, la naturaleza polisemántica se desvanecería; si la na to con las otras muchas posibilidades de cumplimiento que
turaleza polisemántica fuera todopoderosa, la ilusión que procura excluir, con el resultado de que el significado con
daría completamente destruida. Ambos extremos son con figurativo va siempre acompañado de «asociaciones extra
cebibles, pero en cada texto literario concreto encontramos ñas» que no encajan con las ilusiones formadas. La prime
alguna forma de equilibrio entre las dos tendencias en con ra consecuencia es, por tanto, el hecho de que al formar
flicto. La formación de ilusiones, por consiguiente, nunca nuestras ilusiones, producimos al mismo tiempo una per
puede ser total, pero es su misma calidad de incompleta la turbación latente de dichas ilusiones. Por extraño que pa
que de hecho le da su valor productivo. rezca, esto también se aplica a aquellos textos en los cuales
Gon respecto a la experiencia de la lectura Walter Pa- nuestras expectativas se cumplen realmente, aunque uno
ter observó en cierta ocasión: «Pues para el lector solemne hubiera pensado que el cumplimiento de las expectativas
las palabras también son solemnes; y la palabra ornamen contribuiría a completar la ilusión. «La ilusión se desvane
tal, la figura, la forma accesoria, o el matiz, o la referencia, ce una vez que se alcanza la expectativa; nos parece bien
raramente se contentará con morir en el pensamiento pre y queremos más» I7.
cisamente en el momento justo, sino que inevitablemente
Los experimentos en psicología de la «gestalt» mencio
permanecerá durante un rato, haciendo despertar una idea nados por Gombrich en Art and IIlusión dejan una cosa cla
tras ella, o quizás asociaciones bastante extrañas» 16. Inclu ra: «... aunque podemos darnos cuenta intelectualmente del
so mientras se encuentra buscando un esquema coherente hecho de que cualquier experiencia dada debe ser una ilu
en el texto, el lector está también descubriendo otros im sión, no podemos, estrictamente hablando, observarnos en
pulsos que no pueden ser inmediatamente integrados o que
el momento de tener una ilusión» 18. Ahora bien, si la ilu
incluso se resistirán a una integración definitiva. De este
sión no fuera un estado transitorio, esto querría decir que
modo, las posibilidades semánticas de un texto siempre se
podríamos estar, por así decir, permanentemente atrapa
guirán siendo más ricas que cualquier significado configu dos en ella. Y si la lectura consistiera exclusivamente en la
rativo formado durante la lectura. Pero esta impresión, por
producción de ilusión —por necesario que sea esto para la
supuesto, sólo podrá alcanzarse mediante la lectura del tex
comprensión de una experiencia desconocida— correría
to. Así, el significado configurativo no puede ser más que
mos el riesgo de caer víctimas de un burdo engaño. Pero
un cumplimiento pan pro toto del texto, y con todo, este
es precisamente en el momento de la lectura cuando la na
cumplimiento da origen a la riqueza misma que está pro
turaleza transitoria de la ilusión se revela en su totalidad.
curando restringir, y en algunos textos modernos, en efec
Como la formación de ilusiones va constantemente
to, nuestra consciencia de esta riqueza prima sobre todo sig
nificado configurativo.
17 Gombrich, Art and Illusion, pág. 54.
16 Walter Pater, Appreciaíions. Londres, 1920, pág. 18. 18 Ibid., pág. 5.
232 WOLFGANG ISF.R
EL PROCESO ÜE LECTURA 233
acompañada de «asociaciones extrañas» que no pueden po
ha sucedido antes, con todos los desplazamientos de la ex
nerse de acuerdo con las ilusiones, el lector constantemen periencia, y el disfrute de estos valores es entonces extre
te tiene que levantar las restricciones que aplica al «signi madamente intenso. Finalmente, parece que debe haber
ficado» del texto. Puesto que es él el que crea las ilusiones, siempre un grado de novedad o sorpresa en todos estos va
él muestra una oscilación entre el sentirse implicado por di lores si se quiere que haya una especificación progresiva
chas ilusiones y el observarlas; se abre al mundo desco de la dirección del acto completo... y cualquier experien
nocido sin estar aprisionado por él. Mediante este proce cia estética tiende a exhibir una continua interacción entre
so el lector penetra en el mundo de ficción y experimen operaciones «deductivas» e «inductivas» 19.

ta así las realidades del texto a medida que van ocurrien


Es esta interacción entre «deducción» e «inducción» la
do.
que da origen al significado configurativo del texto, y no
En la oscilación entre coherencia y «asociaciones extra
las expectativas, sorpresas o frustraciones individuales que
ñas», entre el sentirse implicado en la ilusión y la observa
surgen de las diferentes perspectivas. Como esta interac
ción de ésta, el lector ha de dirigir su propia operación equi-
ción no tiene lugar, claro está, en el texto mismo, sino que
libradora, y es esto lo que conforma la experiencia estética
aflora mediante el proceso de lectura, podemos concluir
ofrecida por el texto literario. Sin embargo, si el lector tu
que este proceso formula algo que no está formulado en el
viera que lograr un equilibrio, evidentemente ya no tendría
texto y que, con todo, representa su «intención». De este
que estar comprometido en el proceso de establecimiento
modo, al leer descubrimos la parte no formulada del texto
y ruptura de coherencia. Y puesto que es este mismo pro
y esta misma indeterminación es la fuerza que nos condu
ceso el que da origen a la operación equilibradora, pode
ce a elaborar un significado configurativo mientras que al
mos decir que la no consecución del equilibrio es un requi
mismo tiempo nos concede el grado necesario de libertad
sito previo para el propio dinamismo de la operación. Al
para hacerlo.
buscar el equilibrio tenemos que partir con ciertas expec
A medida que vamos elaborando un esquema coheren
tativas, cuyo aniquilamiento es esencial para la experiencia
te en el texto, encontraremos nuestra «interpretación»
estética.
amenazada, por así decir, por la presencia de otras posibi
Además, decir simplemente que «se han satisfecho lidades de «interpretación», y por ello surgen nuevas áreas
nuestras expectativas» es ser culpable de otra grave ambi de indeterminación (si bien, como mucho, sólo podemos
güedad. A primera vista, tal afirmación parece negar el he ser vagamente conscientes de ellas, pues constantemente
cho evidente de que gran parte de nuestro disfrute se de estamos tomando «decisiones» que las irán excluyendo). En
riva de las sorpresas, de las traiciones a nuestras expecta el desarrollo de una novela, por ejemplo, encontramos a ve
tivas. La solución a esta paradoja es encontrar alguna base ces que los personajes, los acontecimientos y los trasfon-
para una distinción entre «sorpresa» y «frustración». De dos parecen cambiar de significación; lo que realmente
manera aproximativa, la distinción puede hacerse en fun
ocurre es que las otras «posibilidades» empiezan a emerger
ción de los efectos que los dos tipos de experiencia tienen
con mayor fuerza, de manera que nos volvemos conscien
sobre nosotros. La frustración bloquea u obstaculiza la ac
tividad. Necesita una nueva orientación para nuestra acti tes de ellas. En efecto, es este mismo desplazamiento de
vidad, si queremos huir del callejón sin salida. Por consi perspectivas el que nos hace tener la impresión de que una
guiente, abandonamos el objeto que causa nuestra frustra novela se asemeja mucho más «a la vida misma». Puesto
ción y retornamos a la actividad regida por impulsos a cie que somos nosotros los que establecemos los niveles de in-
gas. Por otro lado, la sorpresa ocasiona meramente un cese
temporal de la fase exploratoria de la experiencia y un re
curso a la contemplación y examen intensos. En esta fase 19 B. Ritchie, «The Formal Structure of the Aesthetic Object», en The
Problems ojAesthetics, ed. Elisco Vivas y Murray Krieger. Nueva York, 1965,
los elementos sorprendentes se ven en conexión con lo que págs. 230 y sigs.
!*«•;

EL PROCESO DE LECTURA 235


234 WOLFGANC ISER

do reconocer crea forzosamente una tensión que intensifi


terpretación y pasamos de uno a otro a medida que vamos
cará sus expectativas al mismo tiempo que su desconfianza
dirigiendo nuestra operación equilibradora, nosotros mis
hacia dichas expectativas. Del mismo modo, es posible que
mos dotamos al texto de la conformación dinámica con la
nos enfrentemos a técnicas narrativas que establezcan vín
realidad que, a su vez, nos permite integrar una experien
culos entre cosas que nos resultan difíciles de conectar, de
cia desconocida en nuestro mundo personal.
manera que nos vemos forzados a reconsiderar datos que
A medida que vamos leyendo, oscilamos en mayor o
al principio tomamos como inequívocamente claros. Sólo
menor grado entre la creación y la ruptura de ilusiones. En
hace falta mencionar la sencilla estratagema, tantas veces
un proceso de tanteo, organizamos y reorganizamos los di
empleada por los novelistas, por la cual el autor mismo
versos datos que nos ofrece el texto. Estos son los factores
toma parte en la narración, estableciendo así perspectivas
dados, los puntos fijos en los cuales basamos nuestra «in
que no habrían surgido del mero relato de los aconteci
terpretación», intentando encajarlos de la manera en que
mientos descritos. Wayne Booth ha llamado a esta técnica
creemos que el autor pretendió hacerlo. «Pues para perci
la del «narrador poco fiable» 21 para mostrar hasta qué pun
bir, un espectador debe crear su propia experiencia. Y su
to puede un recurso literario contrariar las expectativas que
creación debe incluir relaciones comparables a aquellas que
surgen del texto literario. La figura del narrador puede ac
sintió el productor original y que, en sentido estricto,
tuar en permanente oposición a las impresiones que noso
no son las mismas. Pero con el perceptor, al igual que
tros, de lo contrario, podríamos formarnos. Surge enton
con el artista, debe haber un ordenamiento de los elemen
ces la cuestión de si esta estrategia de oposición a la for
tos del conjunto que es en la forma, aunque no en los de
mación de ilusiones puede integrarse en un esquema cohe
talles, el mismo que el proceso de organización que el crea
rente que esté situado, por así decir, en un nivel más pro
dor de la obra experimentó conscientemente. Sin un acto
fundo que el de nuestras impresiones originales. Es posible
de recreación el objeto no es percibido como obra de ar
que descubramos que nuestro narrador, enfrentándonos a
te» 20.
El acto de recreación no es un proceso tranquilo o in nosotros, nos vuelva de hecho contra él, y por ello refuer
ce la ilusión que aparentemente pretende destruir; alterna
cesante, sino que, esencialmente, depende de interrupciones
en su curso para que sea eficaz. Miramos hacia adelante, ha tivamente, es posible que lleguemos a estar tan dudosos
que empecemos a poner en tela de juicio todos los proce
cia atrás, tomamos decisiones, las cambiamos, creamos ex
pectativas, nos extraña que no se cumplan, preguntamos, sos que nos lleven a tomar decisiones interpretativas. Cual
meditamos, aceptamos, rechazamos. Este proceso es guia quiera que sea la causa, nos encontraremos sometidos a
do por dos componentes estructurales principales dentro esta misma interacción de formación y ruptura de ilusio
del texto: en primer lugar, un repertorio de esquemas lite nes que hace de la lectura un proceso esencialmente re
rarios conocidos y de temas literarios recurrentes, junto creativo.

con alusiones a contextos sociales e históricos conocidos; Podríamos considerar, como simple ilustración de este
en segundo lugar, diversas técnicas y estrategias utilizadas complejo proceso, el incidente del Ulises de Joyce en el cual
para situar lo conocido frente a lo desconocido. Los ele el cigarro de Bloom alude a la jabalina de Ulises. El con
mentos del repertorio se colocan constantemente en pri texto (el cigarro de Bloom) evoca un elemento concreto del
mer o segundo plano, dando como resultado una estrate repertorio (la jabalina de Ulises); la técnica narrativa los re
gia de exageración, trivialización, o incluso aniquilación de laciona entre sí como si fueran idénticos. ¿Cómo hemos de
la alusión. Este extrañamiento de lo que el lector había creí- «organizar» estos elementos divergentes que, por el hecho

21 Cf. Wayne Booth, The Rhetoric o/Fiction. Chicago, 1963, págs. 211
20John Dewey, Art as Experience. Nueva York, 1958, pág. 54 (trad.
y sigs., 339 y sigs. (trad. esp. La retórica de la ficción, Barcelona, Bosch).
esp. Arte como experiencia, México, FCE).
236 WOLFGANG ISER EL PROCESO DE LECTURA 237

mismo de ponerse uno junto a otro, se distinguen tan cla él; lo que queremos es simplemente entender más clara
ramente entre sí? ¿Cuáles son aquí las probabilidades de lle mente qué es aquello en lo que nos hemos visto enfrasca
gar a un esquema coherente? Podríamos decir que es iró dos. Hemos tenido una experiencia, y ahora queremos co
nico; al menos así es como lo han entendido muchos re nocer conscientemente aquello que hemos experimentado.
nombrados lectores de Joyce 22. En este caso, la ironía se Quizás sea ésta la utilidad primordial de la crítica literaria:
ría la forma de organización que integra el material. Pero ayuda a hacer conscientes aquellos aspectos del texto que
si esto es así, ¿cuál es el objeto de la ironía? ¿La jabalina de otro modo quedarían ocultos en el subconsciente; satis
de Ulises o el cigarro de Bloom? La incertidumbre que ro face (o ayuda a satisfacer) nuestro deseo de hablar sobre lo
dea a esta simple pregunta ya pone en aprietos a la cohe que hemos leído.
rencia que hemos establecido y, en efecto, comienza a ame La eficacia de un texto literario viene producida por la
nazarla, sobre todo cuando empiezan a dejarse sentir otros aparente evocación y posterior negación de lo conocido.
problemas referentes a la singular conjunción de jabalina Lo que al principio parecía una afirmación de nuestras su
y cigarro. Vienen a la mente diversas alternativas, pero la posiciones nos lleva a nuestro rechazo de ellas, contribu
sola diversidad es suficiente para dejar a uno con la impre yendo así a prepararnos para una reorientación. Y sólo
sión de que el esquema coherente se ha venido abajo. E in cuando dejamos atrás nuestras ideas preconcebidas y aban
cluso si, después de todo, uno puede estar todavía conven donamos el refugio de lo conocido es cuando estamos en
cido de que en la ironía está la clave del misterio, esta iro condiciones de cosechar nuevas experiencias. En la medi
nía debe ser de una índole muy extraña; pues el texto for da en que el texto literario implica al lector en la forma
mulado no significa meramente lo contrario de lo que ha ción de ilusión y la simultánea formación de medios por
sido formulado. Incluso es posible que signifique algo que los cuales la ilusión se ve amenazada, la lectura reflejará el
no pueda ser formulado en absoluto. En el momento en proceso por el cual adquirimos experiencia. Una vez que el
que intentemos imponer al texto un esquema coherente, lector se ve metido en el texto, sus propias ideas precon
surgirán sin remedio discrepancias. Estas son, por decirlo cebidas se verán continuamente superadas, de modo que
así, el reverso de la moneda interpretativa, un producto in el texto se convierte en su «presente» mientras que sus pro
voluntario del proceso que crea discrepancias al tratar de pias ideas se difuminan en el «pasado»; en cuanto esto
evitarlas. Y es su presencia misma la que nos hace penetrar ocurre, el lector está abierto a la experiencia inmediata del
en el texto, obligándonos a realizar un examen creativo, no texto, cosa que era imposible mientras sus ideas preconce
solamente del texto, sino también de nosotros mismos. bidas constituyeran su «presente».
Este enfrascamiento del lector es, por supuesto, vital
para cualquier tipo de texto, pero en el texto literario nos
encontramos con la extraña situación de que el lector no
puede saber lo que realmente supone su participación. Sa
bemos que participamos de ciertas experiencias, pero no sa En nuestro análisis del proceso de lectura que hemos lle
bemos lo que ocurre en el transcurso de este proceso. Este vado a cabo hasta ahora, hemos observado tres importan
es el motivo por el cual, cuando un libro nos ha impresio tes aspectos que forman la base de la relación entre lector
nado particularmente, sentimos la necesidad de hablar de y texto: el proceso de anticipación y retrospección, el
él; no es que queramos librarnos del libro hablando sobre consiguiente desarrollo del texto como acontecimiento vi
vo y la impresión resultante de conformación con la reali
22 Richard Ellmann, «Ulysses. The Divine Nobody», en Twelve Ori dad.
ginal Essays on Great English Novéis, ed. Charles Shapiro. Detroit, 1960, Todo «acontecimiento vivo» debe, en mayor o menor
pág. 247, denominó esta alusión concreta como «heroicocómica». medida, permanecer abierto. En la lectura, esto obliga al
238 WOLFGANG ISER EL PROCESO DE LECTURA 239

lector a buscar continuamente una coherencia, porque sólo tagema de la que se vale el autor para estimular actitudes
entonces puede establecer una relación más estrecha entre en el lector.
las situaciones y comprender lo desconocido. Pero la for Esto, por supuesto, no equivale a negar que efectiva
mación de coherencia es en sí misma un proceso vivo en mente surge una forma de participación a medida que uno
el cual uno se ve constantemente forzado a tomar decisio va leyendo; uno desde luego se ve metido en el texto de
nes selectivas, y estas decisiones a su vez dan una realidad tal modo que se tiene la impresión de que no hay distancia
a las posibilidades que excluyen, en la medida en que pue entre uno mismo y los acontecimientos descritos. Esta im
den tener el efecto de una perturbación latente de la co plicación se encuentra bien expresada en la reacción de un
herencia establecida. Esto es lo que hace que el lector se crítico al leerJane Eyre, de Charlotte Bronte: «Cogimos/an*
vea metido en la «gestalt» del texto que él mismo ha produ Eyre una tarde de invierno, algo picados por las extrava
cido. gantes alabanzas que habíamos oído, y firmemente resuel
Mediante este enfrascamiento el lector tiene forzosa tos a ser tan críticos como Croker. Pero a medida que fui
mente que dejarse guiar por las maniobras del texto y de mos leyendo, olvidamos tanto las alabanzas como la críti
jar atrás sus ideas preconcebidas. Esto le da la oportunidad ca, identificados con Jane en todos sus problemas, y final
de tener una experiencia de la manera en que George Ber- mente casados con Mr. Rochester alrededor de las cuatro
nard Shaw la describió en cierta ocasión: «Has aprendido de la mañana» 24. La cuestión es ¿cómo y por qué se iden
algo. Al principio eso siempre parece como si hubieras per- tificó el crítico con Jane?
dido^lgo» 2S. La lectura refleja la estructura de la experien ~ Con objeto de comprender esta «experiencia», merece
cia hasta el punto de tener que poner en suspenso las ideas la pena tener en cuenta las observaciones de Georges Pou-
y actitudes que conforman nuestra propia personalidad an let acerca del proceso de lectura. Este autor afirma que los
tes de que podamos experimentar el mundo desconocido libros sólo adquieren plena existencia en el lector25. Es cier
del texto literario. Pero durante este proceso algo nos suce to que se componen de ideas elaboradas por otra persona,
de. pero en la lectura el lector se convierte en el sujeto que rea
Este «algo» requiere un examen detallado, sobre todo liza la elaboración. Desaparece así la división sujeto-objeto
dado que la incorporación de lo desconocido en nuestro que en otros casos es condición previa de todo conocimien
propio ámbito de experiencia ha sido en cierta medida os to y toda observación, y la supresión de esta división colo
curecida por una idea muy frecuente en la crítica literaria ca a la lectura en una posición aparentemente única por lo
y que consiste en que el proceso de absorción de lo desco que se refiere a la posible absorción de nuevas experien
nocido se etiqueta con el término de identificación del lector cias. Es muy probable que ésta sea la razón por la cual los
con lo que lee. Con frecuencia se utiliza el término de «iden vínculos con el mundo del texto literario con tanta frecuen
tificación» como si fuera una explicación, cuando en reali cia se hayan interpretado erróneamente como identifica
dad no es más que una descripción. Lo que normalmente ción. A partir de la idea de que en la lectura debemos te
se quiere decir con «identificación» es el establecimiento ner los pensamientos de otra persona, Poulet saca la si
de afinidades entre uno mismo y alguien exterior a uno guiente conclusión: «Todo lo que pienso es parte de mi
misino: un terreno conocido en el cual somos capaces de mundo mental. Y sin embargo aquí me encuentro tenien-
experimentar lo desconocido. El propósito del autor, no
obstante, es transmitir la experiencia y, por encima de 24 William George Clark, Fraser's (diciembre, 1849): 692, citado por
todo, una actitud hacia la experiencia. Por consiguiente, la Kathleen Tillotson, Novéis of the Eighteen-Forties. Oxford, 1961, págs. 19
«identificación» no es un fin en sí mismo, sino una estra- y sig.
25 Cf. Georges Poulet, «Phenomenology of Reading», New Literary
23 G. B. Shaw, Major Barbara, Londres, 1964, pág. 316. History I, 1969, 54.
240 WOLFGANG ISER EL PROCESO DE LECTURA 241

do un pensamiento que pertenece manifiestamente a otro ser humano, que es una mente consciente de sí misma y
mundo mental, que está siendo pensado en mí tal y como que se constituye en mí como el sujeto de sus propios ob
si yo no existiera. Ya la idea es inconcebible y resulta más jetos» 28. Incluso aunque sea difícil estar de acuerdo con una
inconcebible todavía si medito que, puesto que todos los concepción tan realista de la consciencia que se constituye
pensamientos necesitan un sujeto que los piense, este pen en la obra literaria, hay, no obstante, ciertos puntos en el
samiento que es ajeno a mí y que sin embargo está dentro razonamiento de Poulet que merece la pena mantener. Pe
de mí, debe tener también un sujeto que es ajeno a mí... ro éstos deben desarrollarse desde presupuestos algo distin
Siempre que leo, pronuncio mentalmente un yo, y sin em tos.
bargo el yo que pronuncio no es yo mismo» 26. Si la lectura suprime la división sujeto-objeto que cons
Pero para Poulet esta idea es sólo parte del asunto. El tituye toda percepción, se deduce que el lector se verá «ocu
extraño sujeto que tiene el extraño pensamiento dentro del pado» por los pensamientos del autor, y que éstos, a su
lector indica la presencia potencial del autor, cuyas ideas vez, causarán la delimitación de nuevas «fronteras». Texto
pueden ser «interiorizadas» por el lector: «Tal es la condi y lector ya no se oponen entre sí como objeto y sujeto,
ción característica de cada obra que retrotraigo a la exis sino que en lugar de ello, la «división» ocurre dentro del
tencia al colocar mi consciencia a su disposición. Le conce lector mismo. Al tener los pensamientos de otro, su propia
do no sólo existencia, sino el darme cuenta de su existen individualidad queda relegada temporalmente en el tras-
cia» 27. Esto significaría que la consciencia forma el punto fondo, puesto que es suplantada por estos pensamientos
en el cual convergen autor y lector, y al mismo tiempo ten ajenos, que ahora se convierten en el tema en el cual se cen
dría como resultado el cese de la autoalienación temporal tra su atención. A medida que leemos tiene lugar una divi
que le sucede al lector cuando su consciencia anima las sión artificial de nuestra personalidad, ya que tomamos
ideas formuladas por el autor. Este proceso da origen a una como tema para nosotros mismos algo que no somos. Por
forma de comunicación que, sin embargo, según Poulet, de consiguiente, cuando leemos actuamos en niveles diferen
pende de dos condiciones: la historia personal del autor tes. Pues aunque podamos estar teniendo los pensamien
debe quedar excluida de la obra y la disposición individual tos de otra persona, lo que nosotros somos no desaparece
del lector debe quedar excluida del acto de lectura. Sólo en rá completamente, sino que permanecerá meramente
tonces pueden los pensamientos del autor tener lugar sub como una fuerza virtual más o menos poderosa. Así, al leer
jetivamente en el lector, que piensa lo que él no es. Se de existen estos dos niveles —el «yo» ajeno y el «yo» real y vir
duce que la obra misma debe ser pensada como conscien tual— que nunca se desgajan entre sí por completo. En efec
cia, pues sólo de esta manera hay una base adecuada para to, únicamente podemos convertir los pensamientos de
la relación autor-lector, relación que sólo puede ocurrir me otra persona en un tema absorbente para nosotros, siem
diante la negación de la propia historia personal del autor pre y cuando el trasfondo virtual de nuestra propia perso
y de la propia disposición del lector. A esta conclusión lle nalidad pueda adaptarse a él. Cada texto que leemos mar
ga en realidad Poulet cuando describe la obra como la au- ca una frontera distinta dentro de nuestra personalidad, de
topresentación o materialización de la consciencia: «Y por modo que el trasfondo virtual (el verdadero «yo») adopta
tanto yo no debería vacilar en reconocer que en tanto que rá una forma distinta de acuerdo con el texto de que se tra
está animada por este soplo vital inspirado por el acto de te. Esto es inevitable, aunque sólo sea por el hecho de que
lectura, una obra literaria se convierte (a expensas del lec la relación entre tema ajeno y trasfondo virtual es lo que
tor, cuya propia vida deja en suspenso) en una especie de hace posible que se comprenda lo desconocido.

26 Ibxd., pág. 56.


27 Ibid., pág. 59. " Ibíd.
EL PROCESO DE LECTURA 243
242 VVOLFCANC ISER

En este contexto es reveladora la observación hecha por sotros mismos y descubrir así lo que anteriormente había
D. W. Harding, atacando la idea de identificación con lo parecido eludir nuestra consciencia. Estos son los procedi
que se lee: «Lo que a veces se denomina como cumplimien mientos según los cuales la lectura de obras literarias nos
to del deseo en las novelas y en las obras... puede descri da la oportunidad de formular lo no formulado.
birse de manera más plausible como formulación del de
seo y la definición de los deseos. Los niveles culturales en
los cuales procede pueden variar mucho; el proceso es el
mismo... Parece más cercano a la verdad... decir que las fic
ciones contribuyen a definir los valores del lector o espec
tador, y quizás a estimular sus deseos, más que suponer que
satisfacen el deseo mediante algún mecanismo de experien
cia vicaria» 29. En el acto de lectura, tener que pensar algo
que todavía no hemos experimentado no quiere decir so
lamente estar en condiciones de concebirlo o incluso en
tenderlo; significa también que tales actos de concepción
son posibles y acertados hasta el punto de que hacen que
algo se formule en nosotros. Pues los pensamientos de otra
-persona sólo pueden tomar forma en nuestra consciencia
si, en el proceso, interviene nuestra facultad no formulada
para descifrar dichos pensamientos, facultad que, en el acto
de desciframiento, también se formula a sí misma. Ahora
bien, ya que esta formulación se lleva a cabo en los térmi
nos establecidos por otra persona, cuyos pensamientos son
el tema de nuestra lectura, se deduce que la formulación
de nuestra facultad para descifrar no puede situarse según
nuestras propias líneas de orientación.
En esto radica la estructura dialéctica de la lectura. La
necesidad de descifrar nos da la oportunidad de formular
nuestra propia capacidad para descifrar. Esto es, situamos
en lugar preeminente un elemento de nuestro ser del cual
somos directamente conscientes. La producción del signifi
cado de los textos literarios —que discutimos en conexión
con la formación de la «gestalt» del texto— no entraña me
ramente el descubrimiento de lo no formulado, que puede
ser asumido por la imaginación activa del lector; también
entraña la posibilidad de que podamos formularnos a no-

29 D. W. Harding, «Psychological Processes en the Rcading of Fic


ción», en Aesthetia in the Modera World, ed. Harold Osborne. Londres,
1968, págs. 813 y sig.

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