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BRUJAS Y HECHICERAS EN LA MITOLOGÍA CASTELLANOMANCHEGA

Si bien la imagen típica de una bruja es muy


variable según la cultura, en el mundo
occidental se asocia particularmente a la
bruja con una mujer generalmente fea y
vieja, con capacidad de volar montada en
una escoba. La bruja es en realidad un
personaje recurrente de la imaginación
humana que perdura y se afirma gracias a
las leyendas, los cuentos, la literatura, el
cine…, y también a través de distintas
fiestas populares y de sus especiales
máscaras. Las palabras que designan este
concepto, en catalán Bruixa y en español
Bruja, posiblemente provienen del
términoíbero Bruixa o del gallego Bruxa.
La toponimia manchega recoge este
término. Estos son algunos de los lugares
que contienen la expresión bruja o algún
derivado de ella: Las Brujas en Malagón;
casa de los Brujos en Cózar; Matabrujas y
camino de Matabrujas en Agudo; cañada del
Brujo en La Solana; camino del Brujo en
Alcázar de San Juan; carril de las Brujas en
Daimiel…
Panel dedicado a la brujería en la Exposición 'Mitología y Superstición en La Mancha'. Marcel Félix
Es difícil llegar a concretar una visión más o
menos exacta de la brujería en la antigüedad, aunque ya existen referencias de su existencia en la Biblia. Sin duda, en aquellos
tiempos la brujería era reprobada o al menos temida por amplios sectores de población, e incluso prohibida. Plinio el Viejo, hacia
el 450 a. C., alude a la existencia de la brujería en Roma por la Ley de las XII Tablas y la Lex Cornelia prohibió su práctica,
condenando a muerte a aquellos que se daban a los procedimientos de la brujería en los términos siguientes: “Los adivinadores,
los hechiceros, y los que hacen uso de la brujería con malos fines, los que evocan a los demonios, los que intentan confundir con
insistencia y violencia, los que, para perjudicar, emplean imágenes de cera, serán castigados con la muerte”. No obstante lo
señalado, numerosas referencias, especialmente literarias, testimonian la práctica continua de la brujería durante la antigüedad.
La diosa Hécate era quien entonces dirigía la magia y los encantamientos y ciertas regiones y lugares eran considerados puntos
de pasaje al mundo infernal, asociados a parajes como pantanos, lagos, cementerios o bosques. La Tesalia, pradera fértil con
múltiples cursos de agua, sería la región de origen de las brujas en Grecia; Lucio Apuleyo la califica de “tierra natal del arte
mágico”, y muchos personajes mencionados en la literatura tienen ese origen. Estas son algunas referencias:
-“Erictho, bruja tesaliana, es un personaje importante del Libro VI de la Farsalia de Marco Anneo Lucano. En esa epopeya, que
cuenta la batalla de Farsalia, Sexto Pompeyo se encuentra con ella y le pregunta cuál sería el resultado de la guerra. Erictho
hace hablar a un muerto para así revelar la suerte de la batalla. La Bruja vive en medio de tumbas y desde esa posición puede
escuchar lo que pasa en los infiernos. En la descripción que de ella se hace es delgada y fea y sus cabellos revueltos tienen el
aspecto de serpientes. Solo sale durante la noche o con tiempo de tormentas”.
-“Pamphile es un personaje de El Asno de Oro de Lucio Apuleyo y también habitaba en Tesalia. La obra evoca los espíritus de los
muertos; ella se apodera de todos los jóvenes que ve transformándolos en piedras o en animales si se resisten”.
-“La Cólquida, actualmente Georgia, es la tierra de origen de Medea, quien conoce los encantamientos, los afrodisíacos, y los
ritos de Hécate, e incluso es capaz de amaestrar a un dragón”.
-“En el Esquilin, una de las siete colinas de Roma en la que antes del imperio se encontraba el cementerio de los pobres, Quinto
Horacio Flaco evocó a la Bruja Canidia expresando que, con otras brujas tan pálidas como ella, escavaron fosos y allí hicieron
correr sangre de muertos y hablaron con ellos”.
Podemos afirmar que el origen de las brujas se remonta a las primeras eras de la humanidad. Según la tradición son aquellas
mujeres que aprendieron de la naturaleza y tienen el don para manipularla. Las gobiernan sus propios deseos y raras veces las
motiva ayudar a los demás. El origen de su don se encuentra, al igual que el de los brujos, en relaciones con seres de otras
esferas (dioses, diosas, ángeles, demonios, genios, hadas…), razón por la que se les tiene miedo, ya que su presencia implica
muchas veces la cercanía del progenitor mágico. En algunas culturas, cuando nacían mujeres pelirrojas o el saco vitelino que
envuelve a los niños no se rompía durante el parto, se consideraba signo de que se trataba de mujeres con el don, esto es,
futuras brujas.
Es necesario distinguir varios estadios dentro de esta superstición en la Europa de la edad moderna. Básicamente se podrían
contar tres niveles: el curanderismo, la hechicería y la brujería. Por supuesto, la brujería era la culminación de este tipo de
actuaciones y en los países occidentales siempre tuvo las connotaciones más negativas, y fue perseguida por las clases
dirigentes con todas sus fuerzas y medios. Aunque, en esa época histórica, todo lo que se pueda decir de las brujas es aquello
que ellas mismas declararon en los procesos judiciales, bajo la presión del tormento, o lo que escribieron algunos fanáticos
teólogos, pues nadie se planteó, entonces observar el fenómeno con objetividad.
Las brujas son habitualmente acusadas de perseguir al héroe o la heroína aunque, en realidad, son seres mucho más complejos.
Su papel en nuestros cuentos y leyendas puede variar sustancialmente desde la bondad hasta la maldad extrema. Suelen vivir
normalmente solas y excepcionalmente en tríos. Quizá en recuerdo de las tres hiladoras griegas que tejen y destejen el destino
de los hombres y los dioses.
Una primera categoría de brujas las asemeja a las hadas y pueden predecir el destino del héroe. Ejemplo de este grupo son las
tres brujas que se le aparecen a Macbeth y le profetizan su ascenso y caída, –en la obra de W. Shakespeare–, o cuando las
Erinias, viejas caníbales que compartían un único ojo y un único diente, le explican a Perseo como vencer a Medusa para que les
devuelva su ojo; o el hada mala de la bella durmiente que le decreta la muerte a la recién nacida.
Un segundo grupo de brujas lo integran aquellas mujeres que por edad ya no son actas para tener hijos por lo que se pueden
dedicar a mezclar pociones y ser parteras. Pueden también ejercer el papel de alcahuetas aunque tratando siempre de velar por
sus intereses. Podríamos poner de ejemplo a “la Celestina” de Fernando Rojas y también podemos encuadrar aquí a la Bruja de
Blancanieves con sus venenos y pociones de mutación. Este grupo explicaría la iconografía tradicional de las brujas como viejas
mujeres feas y repulsivas.
El tercer tipo de bruja, y quizás la más peligrosa si es un enemigo, es la hechicera, aquella que no se limita a elaborar pociones
sino que tiene poderes sobrenaturales con los que puede controlar los elementos. La Circe de Ulises es el ejemplo de este tipo.
Estas brujas son restos de lo que alguna vez fue una diosa de algún panteón hoy desaparecido. A estas brujas se les asocia la
capacidad de volar sobre escobas.
En las tierras castellano manchegas la brujería no alcanzó niveles como los del norte de España si bien tuvo su relevancia,
especialmente en el sustrato popular donde la impronta de la brujería y las brujas ha sido común. Un refrán manchego dice: “ni
pueblo sin brujas, ni hervor sin burbujas, ni cesta de brevas sin papandujas”.
¿Y qué pasa en nuestra provincia? ¿Qué referencias tenemos sobre la existencia de brujas? Puede que sea Daimiel el punto de
referencia principal sobre la brujería manchega pero, como veremos después, no es el único municipio donde se cuentan
leyendas sobre la existencia de estos seres mágicos. En Daimiel existía una conciencia clara del mundo de la brujería tradicional
y desde época islámica fue un enclave con fuerte implantación de elementos mágicos trascendentes. El asentamiento de
moriscos en esta villa fue mayor que el de judíos. Estos eran antiguos mudéjares convertidos a principios del XVI. Los conversos
parece que no habían abandonado del todo sus costumbres o formas de vida y para los demás vecinos cristianos éstas siempre
habían sido sospechosas, pues para ellos estaban llenas de misterio. Supersticiosos hasta la médula, pronto las relacionaban con
la magia y la hechicería, aunque para los inquisidores el peligro radicaba sobre todo en la heterodoxia, que había que combatir
de cualquier forma.
Pese a lo anterior, no da la sensación de que Daimiel destaque por su alto número de brujas. En el catálogo de procesos del
Tribunal de Toledo sobre hechicería hay registrados tan sólo ocho procesos, lo cual no es muy elevado comparado con otros
municipios de la provincia, que más o menos cuentan con casi los mismos procesos: seis en Malagón, ocho en Ciudad Real, tres
en Alcázar de San Juan, seis en Almagro, seis en Argamasilla de Alba, siete en Campo de Criptana, tres en Herencia, cuatro en
Membrilla, seis en Socuéllamos, siete en Tomelloso, cuatro en Manzanares, dos en Fuente el Fresno, dos en Villarrubia y Carrión de
Calatrava.
Si bien es Daimiel quien parece tener el protagonismo histórico, los datos muestran que la brujería pareció estar más presente
en La Mancha que en los Montes de Toledo o en la zona del Valle de Alcudia-Sierra Madrona, donde los procesos de la Inquisición
son meramente testimoniales. Una posibilidad es imaginar que la población local de las zonas montañosas, más hermética y
aislada, tuviera más asumido el papel de la bruja-hechicera-sanadora y no la denunciara a las instituciones. Tomelloso parece
que gozó de gran protagonismo en el ámbito de la brujería si atendemos a las cancioncillas que se cantaban en los pueblos
cercanos. Dejamos aquí dos ejemplos de estas letrillas dedicadas a las brujas:
“Cuatro son de Hontanaya
tres del Toboso
y la capitanilla
del Tomelloso”
“Cuatro son del Provencio
tres del Toboso
y la capitanilla
del Tomelloso”
Año Cero, revista especializada en esoterismo, publicaba un artículo dedicado a Daimiel y su relación con la brujería durante los
siglos XVI y XVII. En el artículo, firmado por el periodista e investigador ciudadrealeño Javier Pérez Campos, se citan algunos de
los casos documentados en el Archivo Histórico Nacional, fruto de investigaciones realizadas por el Tribunal de la Inquisición en
Toledo. Según Pérez, a pesar de que toda la zona de La Mancha es rica en este tipo de historias, lo cierto es que la
documentación que alude a Daimiel es mucho más extensa y su repercusión muy importante.
En el artículo se cita el caso de Isabel de la Higuera, acusada de herejía e invocación de demonios. En el archivo de este caso se
cuenta con la interesante descripción que la acusada hace de los demonios con los que se relacionaba. Según los documentos de
la Inquisición, Isabel los describía como “de un palmo de altura, de color negro, vestido con calzón y acompañados de un intenso
olor a azufre”. Curioso es también el caso de Ana López, a la que se acusó de brujería e incluso se llegó a registrar su casa,
encontrando varios elementos susceptibles de ser utilizados para realizar conjuros.
En cualquier caso, según palabras de Pérez, detrás de muchos de estos casos de brujería existían distintos motivos, como las
rencillas vecinales que cristalizaban en acusaciones basadas en hechos poco probables, que acababan exagerándose, o la
incomprensión de algunos vecinos ante los supuestos conocimientos sanatorios que tendrían estas personas, por los que se les
llamaba brujas, a falta de otra denominación mejor. Por supuesto la relación con Las Tablas es inevitable. El investigador
comentaba al respecto que en la zona del Parque Nacional sería bastante fácil conseguir las plantas e ingredientes necesarios
para la realización de diversos conjuros. También relaciona en su artículo la posible relación del nombre de La Isla del Pan con el
culto al dios griego Pan.
El testimonio más reciente que hemos encontrado cuenta lo siguiente: “Hace algún tiempo, cierto hortelano de Daimiel se
levantó temprano para ir a la huerta. Agarró su borrico y se puso en camino. Cuando estaba llegando, algo llamó su atención.
Había un extraño jaleo junto al pozo. Se acercó con cuidado, rodeando la casilla, y cuál sería su sorpresa cuando descubrió que
todo provenía de un montón de gallinas que estaban alborotando subidas en la palanca de la noria. Extrañado todavía por no
saber de dónde había salido tanta gallina intentó asustarlas, pero lo único que consiguió fue que aumentasen la algarabía como
si estuvieran burlando de él. Entonces fue cuando el hortelano vislumbró la verdadera naturaleza de aquellas ensordecedoras
aves. ¡Estas no son gallinas!, se dijo, ¡estas son brujas!”.
J. G. Velasco publicó un interesante artículo en la revista Legados del Misterio, en el que se preguntaba si estaba en Daimiel el
secreto de la brujería. Lo hacía basándose en las investigaciones de la antropóloga británica Margaret Murray, pero si atendemos
al número de víctimas que la Inquisición condenó allí por brujería podríamos considerar que no, aunque Murray refuerza su tesis
en la etimología del topónimo Daimiel, cuyo origen estaría en el término griego Daimon, que en la antigüedad no significaba
demonio en sentido cristiano aunque si hacía referencia a cualquier tipo de entidad sobrenatural, y podría estar asociado al culto
de la diosa Diana porque en Las Tablas habría existido en la antigüedad un culto a esta diosa o a algún espíritu asociado a ella.
Este culto podría haber pervivido durante la época oficialmente cristiana y habría dado lugar a la leyenda negra de Daimiel como
pueblo de brujas.
Por su parte, Jesualdo Sánchez Bustos, estudioso de la tradición daimieleña, afirma que el nombre de Daimiel podría tener
relación con la brujería y que su origen etimológico no estaría en Daimon sino en la voz Laminium, –así se llamaba la población
romana que se supone existía en el actual emplazamiento de Daimiel o en sus alrededores–, pues la raíz de Laminium tendría
que ver con las lamias, que eran una especie de hechiceras de la mitología romana. Investigaciones arqueológicas recientes
cuestionarían esta tesis ya que Laminium se correspondería con Alhambra y no con Daimiel.
En Almadén, más allá de los procesos inquisitoriales, destacó por su fama de bruja Ana Marín, poseedora de una modesta piara
de cochinos de la que a duras penas conseguía sobrevivir. Uno de sus cerdos fue atropellado a las puertas de su casa, en la calle
real, por el carro que guiaba José Arenas, ante el alboroto de viandantes y vecinos salió y amenazó al carretero con sus artes
sino reparaba el valor del cerdo. Este se negó y amenazó con molerla a palos si le ocurría algo a algunos de los miembros de su
familia. El carretero y familia padecieron en los meses siguientes toda suerte de desdichas.
Una de las hijas de Ana Marín había puesto los ojos en el mozo más guapo de Almadén, un tal Usano, que contrajo una rara
enfermedad a la que los médicos fueron incapaces de poner remedio, diagnosticándole que estaba poseído por algún tipo de
demonio. Con semejante pronóstico no hubo otra opción que llevarle al convento franciscano para que le practicaran un
exorcismo, que tampoco tuvo éxito. Como última opción acudió a Ana Marín pero esta le puso como condición que debía casarse
con su hija, lo que el pobre Usano debió considerar peor que la propia muerte rechazando la propuesta de la bruja. Pocos días
después falleció.
Estas y otras comidillas hicieron crecer la fama brujeril de Ana Marín, al tiempo que crecía el miedo que provocaban sus hechizos
y los de sus tres discípulas: la Coja Pata Palo, la Jalias y Jerónima la Berrueca.
Otras brujas y hechiceras de la comarca de Almadén fueron la Valentina, procesada por la Inquisición y con fama de vidente;
Concán, un vecino de Gargantiel; Bartolomé el de la Joya; la Pepa; María la Segadora, que ejercía en Chillón; los hermanos
Diego e Isabel de Sola y Miguel de Paz.
Carlos Villar Esparza, en su libro Con Once Orejas, recoge el testimonio de una abuela manriqueña que dice: “antes había
muchas brujas y fue venir la Bula de la Santa Cruzada (?) y desaparecieron las brujerías (…) a lo mejor te encontrabas por la
calle un ovillo hermoso de lana y cuando ibas a cogerlo se transformaba en un gorrinete (…) estaban un grupo de hombres
reunidos haciéndose una cuerva, cuando echaron en falta el azúcar. Mandaron a uno a por ella, tardó mucho, cuando llegó, los
demás le preguntaron el motivo de la tardanza, él les dijo que había sido raptado por las brujas que le habían llevado a Murcia.
Los demás se rieron y dijeron que era imposible, entonces el hombre sacó como prueba de su estancia en Murcia unos dátiles”.
Más tenebroso es el testimonio que hace referencia a un viejo suceso ocurrido en Ruidera: Un hombre, que vivió en una caseja
cerca de la laguna Colgada, tuvo una temporá que estaba acostao en los poyos que tienen las casas de campo al lao del fuego
(…) y este hombre a medianoche se levantaba desesperao a echar lumbres y a veces echaba tres o cuatro gavillas de
sarmientos, porque decía que entraban por la chimenea y se lo llevaban: “¡que vienen, que están aquí, que las he visto, que s’a
asomao una por la chimenea!”, entonces la mujer decía: “venga pues, echa lumbre”. Y echaba unas lumbres tremendas y ponía
las tenazas en cruz y así parece que ahuyentaba a las brujas.
Otro testimonio recogido por Esparza asegura que “en Torre de Juan Abad, en el siglo XIX, vivió una mujer a la que culparon de
numerosas maldades, fue acusada de bruja y de tener escarceos con el maligno. A su muerte todos los perros del pueblo y de la
zona hicieron juntas ante las puertas de su casa, aullando lúgubre y lastimosamente”.
En el siglo XVII, vivió una hechicera en Villanueva de los Infantes que hacía las típicas pócimas y, según nos cuenta Juan
Blázquez de Miguel, fue muy conocida por lo que tenía una nutrida clientela que le permitía sobrevivir. Se llamaba Francisca
Rodríguez y elaboraba una pócima con propiedades amorosas a base de callos, pelos y uñas de los pies. Una vez dado el
bebedizo al hombre que se pretendía ligar con alguna mujer, salía a la calle y recitaba oraciones para completar el conjuro. Otra
fórmula mágica que utilizaba era fabricar una torcida de trapo que la amante o pretendiente se untaba por los muslos para
mezclarlo después con semen del hombre. A los nueve días la torcida era quemada y recitaba un conjuro a la vez que llenaba un
plato de agua donde flotaban velas encendidas. Sobre la vela colocaba una mano en forma de media luna y recitaba unos
conjuros. Cuando el Tribunal de la Inquisición la visitó en 1645 poseía muñecos de cera para maleficiar a las personas. ¿Un caso
de vudú?
En todos los casos que hemos conocido se dan coincidencias en la descripción y también
en los remedios frente a ellas: “aspecto de bruja típica. Tenían mejunjes debajo de las
losas del fuego. Iban por dátiles a Murcia. Si la bruja entraba en una casa, la dueña de
ésta ponía detrás de la puerta una escoba con unas tijeras cruzadas para que saliera de
la casa y se fuera”. Características propias de las brujas: nariz larga, usar pócimas para
estar presente o hacer brujerías, aparecer a veces por las chimeneas. Un gañan,
cuentan, que oyó ruidos extraños en la chimenea en una noche de temporal y sacando
una banca consiguió que la bruja se quedará atrancada en la chimenea. Otra variante de
la historia es que pusieron una cruz de hierro, con lo que la bruja se quedó colgada de la
misma.
Juan G. Atienza, en su Guía de las Brujas de España incluye un apartado titulado “quién
fue y es quien es en la brujería”. En La Mancha hace referencia a las siguientes personas
por su condición de brujas-brujos: Constanza Alfonso (s. XVI, Argamasilla de Calatrava);
Hernando Alonso (s. XVI, cura de El Viso), Inés Alonso “la Manjirona” (s. XVI, Puebla de
Montalbán), María Fernández (s. XVI, Madridejos), Ana García (s. XVII, Miguelturra),
María González “la Boquineta” (s. XVI, maestra de brujas de Madridejos), El Doctor de
las Moralejas (s. XVI, cura de El Viso y maestro de Hernando Alonso), Juana Ruiz (s.
XVI, Daimiel), Catalina Salazar (s. XVI, vidente de Ciudad Real), la Pastora de
Argamasilla de Alba, Beatriz Pérez de Membrilla, Ana de Santa Cruz de Campo de
Criptana, Catalina Rodríguez de Tomelloso, Angela la Cañamera de Manzanares, María la
Reguera de Manzanares, María Hernández “la Morisca” de Aldea del Rey, la Polonia de
Visión clásica de un 'aquelarre'. Marcel Félix
Malagón, Catalina Parrilla de Malagón, Josefa Carrera de Carrión, Antonia García Navarro
de Carrión, Francisco Sánchez de Carrión, María Márquez de Daimiel, María Marta de
Daimiel, María “la Gallega” de Malagón, José García Miguel “el Longino” de Herencia, Ana Carretero de Herencia y María Ruiz de
el Viso del Marqués.
Las invocaciones brujeriles más corrientes en el centro sur de España, incluida La Mancha, eran a Santa Marta, supuesta
hermana de María Magdalena. A ella se dirigían nuestras brujas con el siguiente conjuro:
“Marta, Marta
la que los montes salta
y los infiernos quebranta”
Otra variante de estas figuras brujeriles es la Zamarraca, anciana espanta niños y algún que otro adulto con su punto de
bruja.“Mi abuela me la presentaba como una aparición que entraba por la chimenea, bajaba por la escalera del granero y se
llevaba bajo sus amplios mantos a los niños malos o desobedientes”. Así la recuerda un informante en Torre de Juan Abad en el
libroCon Once Orejas de Carlos Villar Esparza: “Nombre femenino que demuestra ser una mujer mal presentada, mal vestida y
mal vista en la sociedad”. En Villanueva de los Infantes también se la llamaba Zamarra.
La Bruja es también eficaz asusta niños en sus variantes Caperuja, Piruja, Rebruja y Pirulí.

Marcel Félix de San Andr

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