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LEOPOLDO EULOGIO PALACIOS
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la dignidad del hombre, por encima de los otros seres del mundo
que tocamos, y nada más fácil que sentirse tentado a ponerla
como norma y modelo de nuestras acciones. No es raro que al eri-
gir en moral lo que sólo es una física o una ontología, se pase
por alto la auténtica faz del bien, dando el cambiazo con secreta
satisfacción del que lo sufre. Sucediendo lo que vemos en mu-
chos libros modernos de Medicina, en que el bien que busca el
médico, que es un físico, llegue a ser propuesto como un bien
moral, cuando en verdad es muchas veces de signo inverso y con-
tribuye a crear un ambiente moralmente malo por medio de una
práctica médicamente irreprochable. Diré, a modo de ejemplo, que
hoy se recurre con exceso, por una costumbre que se está introdu-
ciendo al arrimo del bien físico y de las conveniencias del médico,
a! parto en los hospitales, en vez de hacerlo sobre el tálamo,
como lo aconsejó siempre la significación estable del hogar, que
debe ser la casa donde se nace y se muere.
En verdad el ser del hombre, lo que para entendernos he
llamado su sustancia, su esencia o su naturaleza, no es el bien,
o la bondad, o el valor máximo que puede alcanzar el ser hu-
mano. El hombre puede valer mucho, y entonces podemos decir,
contra el apotegma de nuestro poeta, que de todas las cosas que
en él valen, lo que menos vale es el ser hombre. Ser hombre es
compartir él género humano con el ladrón, con el usurero, con el
chabacano, con el demócrata. Ser bueno y valer mucho sin rec-
tncción es compartir el género con el santo o con el héroe, que
nos interesan por ser santos y por ser héroes además de ser
hombres.
Es cierto que cuando aparece Adán sobre la tierra se ha en-
gendrado lo que tiene más entidad, supuesto que todo lo demás,
esto es, todo lo que el hombre haga o reciba, le será cosa sobre-
añadida, adventicia y accidental. Los autores modernos se' han
dejado seducir por esta evidencia y han' entendido que lo mejor
del hombre era el ser hombre, con lo que han dado en la filoso-
fía falsa del humanismo.
Esta filosofía sería inevitable si fuera cierto que lo sustan-
cial en el orden del ser fuese también lo sustancial en el orden
del bien, o lo accidental y secundario en el orden del bien fuera
también accidental y secundario en el orden del ser.
Pero aquí viene lo sorprendente, y esto hay que decirlo con
la voz queda y temblorosa del que va a formular un principio que
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RESUME
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not nave as its only purpose and aun this same human being.
The archetype of our moral behaviour cannot be found in the
natural man of classic philosophers, ñor in the superman of the
Germans, ñor m the proletariat of marxist humanism, but in a
Maximun Being ivhich is at the same time Máximum Good, a
Substance •which is at the same time Action and ivhose ruling
law is its own Will.
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