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El fenómeno de las solicitadas:

"Lo primero que debemos hacer, ¡matemos a


todos los abogados!"

Michael Ritter 20-08-2010

No se puede negar que William Shakespeare era un genio de la comunicación.


De hecho en su época el teatro –ironías mediante- era muy utilizado para decir
en público aquello que estaba censurado por la corona, para mandar mensajes
subliminales a una audiencia ingenua, o para darle voz a los plebeyos sin voz.

Y no hay duda que la frase del título, que el poeta pone en boca de un
personaje secundario en la segunda parte de "Enrique VI" (acto IV, escena 2),
responde al pensamiento del autor que conocía bastante de derecho y del arte
de litigar. Muchas de sus obras, El Mercader de Venecia, entre las más
conocidas, tienen escenas enteras de corte jurídico.

Si Shakespeare volviera a renacer 400 años después, al ver las solicitadas que
se publican hoy en día en los diarios argentinos, muy probablemente renovaría
aquella sentencia de entonces. De paso sea dicho, los anglosajones, que no
las conocen, traducen “nuestras” solicitadas como paid announcement (aviso
pagado) o paid press release (información de prensa pagada), algo que en
realidad no responde a lo que es una solicitada.

Tampoco lo es lo que nos enseña la Real Academia Española, que sostiene


que es un “artículo o noticia cuya publicación interesa a un particular y que a
petición de este se inserta en un periódico mediante pago”. Si fuera así,
cualquier anuncio publicitario sería una solicitada.

La frase de Shakespeare viene a colación porque en realidad una solicitada es


un engendro. Un engendro que quisiera parecerse a un aviso publicitario pero
que ha sido redactado por abogados. Y como sabemos, el problema de los
abogados es que ellos redactan “escritos”, que son textos que solo entienden
otros abogados, los jueces (que han estudiado para abogados) y los
empleados de los juzgados (aprendices de abogados). Textos sin comas ni
párrafos y de corrido, como aquellas locuciones radiales ultrarrápidas de la
“letra chica” de los concursos. Escritos cuya finalidad es cubrirle al autor las
espaldas de algo o de alguien. Galimatías para el resto de los mortales, que
venimos a ser nosotros, los no-abogados (personalmente, aún tengo
dificultades para saber por ejemplo si alguien que quedó “exonerado” es
porque es inocente o porque es culpable y fue despedido).

Y tan adefesio es este engendro, que los medios exigen para su publicación un
reaseguro en forma de firma de un responsable y que la pieza en cuestión lleve
impresa en su parte superior la palabra “Solicitada”, como diciendo “esto con el
diario no tiene nada que ver”. Además cobran por su publicación una tarifa más
elevada que por un aviso publicitario del mismo tamaño y ubicación. Es que en
realidad no quisieran publicarlas pero…, como decía el emperador Vespasiano,
"El dinero no tiene olor".

El 19 de julio pasado YPF publicó su segunda y fuerte solicitada a página


entera contra el diario La Nación en una veintena de grandes periódicos del
país, incluido La Nación (la primera fue en octubre de 2009, cuando acusó al
columnista Carlos Pagni de "mentir para perjudicar a la petrolera"). En ella
revela cartas del presidente del diario, Julio Saguier, quejándose ante el CEO
de la petrolera, Enrique Eskenazi, porque la compañía le había cortado su
apoyo publicitario. Mientras la solicitada habló de “extorsión” por parte del
diario, el matutino contestó que detrás de la decisión de YPF había un intento
por coartar su libertad de prensa.

La relación entre YPF y el diario ya venía en picada, desde que meses antes
estallara el escándalo por las cámaras ocultas a Pagni –habitual crítico de los
Eskenazi y de su ingreso a la petrolera –, episodio que YPF denunció que
venía a confirmar una campaña en su contra.

El diario no se quedó atrás. En la misma edición, en la página enfrentada a la


solicitada de YPF, publicó un extenso artículo sin firma en el cual ofreció su
versión de la polémica, transcribiendo integras las tres cartas que se cruzaron
ambos presidentes de empresa. En la suya Eskenazi dejó flotando la
posibilidad de que “conductas ideológicas y/o antisemitas” hayan motivado lo
que a su entender es un ataque del matutino “implementado contra mi en los
últimos años, hiriendo mi honor y el de mi familia”.

Sin entrar en la polémica de la cuestión de fondo, un tema absolutamente


opinable, pero políticamente incorrecto, el punto es: ¿Un anunciante puede
exigir un trato favorable a cambio de pautar en un medio? ¿Cual es el punto
intermedio entre la presión a la libertad de prensa y la extorsión? Por otra parte
¿un medio puede exigir una pauta publicitaria a una empresa anunciante,
mientras editorializa sistemáticamente contra ella? Se trata de una materia
espinosa, como suele ocurrir cuando se mezclan debates sobre valores con
cuestiones económicas. Algo sin embargo es seguro: con libertad de prensa y
antisemitismo esta pelea no tiene nada que ver.

Otra solicitada de estos días (5 de agosto) fue la publicada por Telecom


Argentina en la que el Grupo Telecom Italia y el grupo W de Argentina de la
familia Werthein afirmaron que habían llegado a “acuerdos mutuamente
satisfactorios”.

Ambas compañías habían mantenido una larga disputa desde que uno de los
accionistas originales de Telecom de Argentina, France Telecom, vendió en
2003 con el visto bueno del gobierno argentino, su participación a la familia
Werthein, reservándose sin embargo el otro accionista, Telecom Italia, una
opción de compra sobre dicho paquete accionario.

En 2008, el ingreso de Telefónica de España en el directorio de Telecom Italia,


a través de su controlante Olimpia, dividió las aguas en Telecom Argentina, y
dio pie al grupo W para poner sus reparos sobre el supuesto impacto que
podría tener a nivel local esa operación. Lo hizo a través de notas a la bolsa
local de valores, acusando a los españoles de pretender ejercer un monopolio
en Argentina, dado que ya controlaban a Telefónica de Argentina que posee la
otra mitad de la red fija de telecomunicaciones en el país. El motivo real de esta
acusación sin embargo fue otro. Unos meses antes, en marzo de 2008, los
italianos habían anunciado su intención de ejercer su opción de compra sobre
las acciones en poder de los Werthein quienes pretendían que los italianos
(controlados ahora indirectamente por los españoles) pagasen las acciones a
valor de mercado y no al mucho más bajo estipulado originariamente en la
opción de compra. En otras palabras: una guerra más de intereses
económicos.

En su momento tanto los italianos como los Werthein acudieron a toda la


artillería a mano para defender sus intereses, artillería que incluyó la vía
judicial, los contactos políticos y los medios de prensa. Telecom Italia, a falta
del poder local de lobbying del que disponen los W, publicó el 20 de septiembre
de 2008 una solicitada acusando veladamente a sus rivales de haber instigado
un programa de “investigación periodística” por el canal C5N que dio cuenta de
supuestas actividades de “seguimiento de personas” y “escuchas telefónicas”
por parte de Telecom Italia. El aviso concluyó con la afirmación “Telecom Italia
niega categóricamente las falsas y temerarias acusaciones vertidas en el
programa en cuestión”. Quien no tuvo ocasión de ver el programa televisivo,
difícilmente haya entendido una jota de lo que decía la solicitada.

La del 5 de agosto último, en la que los ahora antiguos-nuevos socios


declararon deponer las armas, es un texto que pese a ocupar una página
entera en los medios más importantes del país, que sostiene que ambas
empresas “han resuelto poner fin a todas sus demandas, juicios y reclamos
recíprocos procediendo de esta manera a la normalización de sus relaciones,
con el consiguiente impacto favorable en todas las empresas que integran el
Grupo Telecom Argentina", no dice más que eso. Ni una palabra sobre el
contenido del acuerdo, sus condiciones o porque ahora están todos felices.
Nada de nada!, solo bla, bla, bla. Escrito claro, por una legión de abogados.

Los descritos constituyen solo un par de ejemplos de un recurso extendido en


los tiempos que corren. Desde la solicitada de los hijos de la señora de Noble
en contra de la persecución que sienten para saber si son hijos de
desaparecidos o no (22 de abril); la del vicepresidente Cobos presionando a los
senadores ausentes a presentarse para votar el proyecto de cambio de la Ley
del Cheque (11 de abril) y la de la respuesta en sentido contrario de los 14
gobernadores “K” (20 de abril); todas tienen un rasgo en común: quien apela a
una solicitada para anunciar o llamar la atención sobre algo, agredir a alguien o
desmentir una información, lo hace porque es el único recurso que le asegura
tres cosas: a) que eso y nada más que eso será lo dicho por el autor sobre el
tema, b) que pese a ser un “escrito” (impublicable) llegará a los lectores (que
en realidad no importan ya que lo que interesa es llegar –tiro por elevación
mediante- a las autoridades), y c) que nadie podrá iniciar una demanda por lo
que se haya dicho en la solicitada en cuestión porque ésta tiene el visto bueno
de todo un regimiento de abogados. En otras palabras: la antítesis de una
buena comunicación, cuyo principal objetivo es el feedback que permita
comprobar que ha tenido éxito. En una solicitada lo que menos interesa es la
retroalimentación. Se redacta “ad acta”, para que se tome conocimiento y para
los archivos “de quien corresponda”.

Un dato final: tal vez la única solicitada verdaderamente estremecedora de la


historia del periodismo argentino haya sido aquella que vio las páginas (en
plural) del diario Clarín aquel 25 de octubre de 1983, 46 días antes de asumir
Raúl Alfonsín como nuevo presidente constitucional. Llevaba el título "¿Cómo y
dónde votarán los detenidos-desaparecidos?" y fue firmada por ocho
organismos de derechos humanos. En ocho páginas del diario, con letra
apretada como en una guía telefónica, detallaba los nombres y apellidos y el
número de documento de la larga lista de detenidos desaparecidos por la
dictadura, incluyendo los datos de los extranjeros, adolescentes y bebés
detenidos-desaparecidos. Fue mucho antes de publicarse el libro “Nunca más”.
Tal vez esa solicitada haya sido la excepción que confirma la regla.

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