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SENTENCIA CONSTITUCIONAL PLURINACIONAL 1840/2013

Sucre, 25 de octubre de 2013

SALA PLENA

Magistrada Relatora: Dra. Ligia Mónica Velásquez Castaños

Acción de inconstitucionalidad concreta

Expediente: 03934-2013-08-AIC

Departamento: Cochabamba

En la acción de inconstitucionalidad concreta interpuesta por Rubén Coca Muñoz, Juez


Disciplinario de la Oficina Departamental del Consejo de la Magistratura, a instancia de Nuria
Gisela Gonzáles Romero, Vocal de la Sala Penal del Tribunal Departamental de Justicia, ambos
de Cochabamba en el proceso disciplinario seguido en su contra, demandando la inconstitucionalidad
delos arts. 188.I.1, 196.II y 208.III de la Ley del Órgano Judicial (LOJ),por ser presuntamente
contrarias a los arts. 13.I, 14.I, 109.I, 115.II, 116.I, 117.I y 119.I de la Constitución Política del Estado
(CPE).

I. ANTECEDENTES CON RELEVANCIA JURÍDICA

I.1. Contenido de la acción

Por memorial presentado el 29 de mayo de 2013, cursante de fs. 197 a 205, ante el Juez Disciplinario
Primero de la Oficina Departamental del Consejo de la Magistratura de Cochabamba, dentro del
proceso disciplinario seguido contra Nuria Gisela Gonzáles Romero, ésta afirma lo siguiente:

Ejerce la función de Vocal del Tribunal Departamental de Justicia de Cochabamba, labor en la que
actuó en la ejecución de sentencia del proceso penal seguido contra José Rubén Camacho Arnez, en el
cual éste accionó incidente de prescripción de la pena, el que fue rechazado por el Juez de Partido
Penal de Sustancias Controladas y Liquidador del mismo departamento, originando la apelación de esa
decisión, trámite en el que el Presidente de la Sala Penal Tercera Wilfredo Patiño Socia se excusó del
conocimiento de la causa, por lo que la Vocal Mirtha Meneses Gómez la convocó el 30 de mayo de
2012,a objeto de resolver la excusa, lo que cumplió el 20 de junio de dicho año.

Refiere que luego, el 16 de enero de 2013, ante excusa de 14 de enero del mismo año, de la Vocal
Mirtha Meneses Gómez, la causa le fue remitida; empero, para eso ya había tomado conocimiento de la
existencia de acciones constitucionales por sus actos en el proceso penal seguido por José Rubén
Camacho Arnez contra Rureck Pérez, cuando era Jueza Técnica del Tribunal Segundo de Sentencia
Penal del departamentode Cochabamba, dos acciones que aún se encontraban en trámite. Razón que
obligó a su excusa el 17 de enero de 2013.
Señala que el 7 de febrero de 2013, fue denunciada por la presunta comisión de faltas graves y
gravísimas previstas en los arts. 187.17 y 188.I.1 de la LOJ, alegando que junto a la Vocal Mirtha
Meneses Gómez alargaron maliciosamente el trámite de la apelación presentada; y el 4 de marzo de
“2012”, el Juez Disciplinario Primero, dispuso la apertura de proceso disciplinario, emitiendo al efecto
el Auto de inicio de proceso disciplinario, por las faltas descritas en la denuncia, siendo notificada el 28
de marzo de 2013.

Expone que el nuevo sistema constitucional de 2009, es de tipo axiológico y se basa en el respeto y la
igualdad entre todos, por ello comprende los principios de complementariedad, solidaridad, armonía y
equidad, respetando la pluralidad en todos los ámbitos, así como los bienes de la naturaleza; irradiando
de contenido dogmático a toda las normas orgánicas comprendidas en la Ley Fundamental, entre ellas
las que regulan la función judicial, que tiene sus propios principios como el debido proceso, igualdad
de las partes, imparcialidad de los jueces y su independencia, garantizando así su probidad y
honestidad, valores que generan responsabilidad en los funcionarios judiciales cuando son
corrompidos.

Relata que el principio de responsabilidad funcionaria deviene de la potestad administrativa


sancionadora, la que a su vez encuentra respaldo en el poder punitivo del Estado, que al ser una
potestad reglada encuentra sustento en el dogma de la legalidad, que a su vez genera otros principios
esenciales, como la buena fe y la proscripción del método de la analogía, conforme lo anotó la SCP
0137/2013 de 5 de febrero.

Manifiesta que la presunción de inocencia es vulnerada por el art. 188.I.1 de la LOJ, que calificacomo
falta gravísima y le impone la sanción de destitución, con una redacción que no es precisa: “cuando no
se excuse del conocimiento de un proceso, estando comprendido en alguna de las causales previstas por
ley”; nomenclatura incompleta, puesto que da a entender que se refiere a todas las causales de excusa
previstas en el Capítulo VI art. 27de la LOJ, así como las limitaciones para recusar previstas por el art.
29 de la misma Ley,y de igual manera a las normas previstas en leyes especiales relativas a la excusa,
como los arts. 3 y 9.III de la Ley de Abreviación Procesal Civil y de Asistencia Familiar (LAPCAF)
modificada por la Ley 007, que a su vez modifican el Código de Procedimiento Civil, obviando las
limitaciones para la recusación emergentes de la SSCC 0054/2005-R de 12 de septiembre y 1656/2010-
R de 25 de octubre, que establecieron la imposibilidad de recusar a los miembros de los tribunales que
resuelven excusas o recusaciones, porque no atienden el fondo de lo judicializado; pero la calificación
del art. 188.I.1 de la LOJ, parece comprender toda la actividad jurisdiccional, careciendo de taxatividad
en la enunciación de la conducta prohibida.

Continúa explicando que la norma demandada no toma en cuenta la carga procesal existente en los
tribunales, la complejidad de los casos con muchas personas o la simple ignorancia de la existencia de
causal de excusa o recusación, lo que provoca que las partes no formulen oportunamente las
recusaciones, casos que no son adecuadamente previstos, todo lo que provoca que la norma demandada
sea “maliciosa” (sic); empeorando la situación al sancionar con la destitución del cargo la comisión de
los supuestos que prevé de forma ambigua, por lo que la posterior sanción es desproporcional,
afectando con ello a la vida digna de las personas, pues aunque en la defensa de la acción disciplinaria
se demuestre que existieron algunas de las limitaciones a la excusa, el proceso disciplinario indebido
causaría un daño irremediable.

Expone que el debido proceso también es afectado por la normas demandadas, puesto que comprende
diversas instituciones jurídicas que rodean al proceso de garantías mínimas, por eso es un Estado de
Derecho, según el tratadista Luigi Ferrajoli toda sanción debe cumplir cuatro axiomas: 1) nulla culpa
sine indicio; 2) Nullumindicium sine accusatione; 3) Nullaaccusatione sin probatione; y 4) Nula
probatio sine defensum” (sic); pero, afirma la accionante, el art. 196.II de la LOJ, incumple el debido
proceso; luego, la accionante presenta también los razonamientos de German Bidart Campos, quien
afirma que un debido proceso supone la no privación de derechos sin un procedimiento regular fijado
por ley; ese procedimiento debe ser el debido; debe procurar la participación del acusado con utilidad;
y esa utilidad supone el derecho a la defensa.

Continúa exponiendo que el derecho al debido proceso se encuentra previsto en las normas de los arts.
115.II, 117.I. 119.I y 180.I de la CPE, así como en normas internacionales; y que la jurisprudencia
contenida en la SC 1234/2000-R de 21 de diciembre, ha establecido que es aplicable al ámbito
administrativo sancionador, conclusión repuesta por la SC 1077/2010-R de 27 de agosto; y finalmente,
que las SSCC 0896/2010-R de 10 de agosto y 0293/2011-R de 29 de marzo, establecieron la
progresividad en los elementos del debido proceso.

Exhibe al art. 196.II dela LOJ, como vulneratorio del debido proceso, porque desconoce la
imparcialidad del juzgador, ya que permite al juez la producción de la prueba mediante acciones de
investigación, para luego usar las mismas a tiempo de emitir resolución sancionatoria, lo que reúne en
una sola persona las facultades de investigación y decisión, impidiendo una defensa útil en los procesos
disciplinarios, lesionando con ello el derecho a la defensa, por la no existencia de juez o tribunal
imparcial, afectando al juez natural.

Establece que la conjunción de las normas de los arts. 188.I.1, 196.II y 208.III de la LOJ y su
aplicación, vulneran la presunción de inocencia, puesto que el juez encargado de resolver la denuncia
reúne las funciones de investigador y decisor, presumiendo la culpabilidad para imponer una sanción
desproporcional y excesiva, sin permitir ningún mecanismo para la defensa violentando así la dignidad
humana de los jueces y vocales del Órgano Judicial.

Finalmente, señala que las normas demandadas al imponer la sanción de destitución de los funcionarios
judiciales, afecta el derecho al ejercicio de la función pública ligado con el derecho al trabajo, el que
supone la posibilidad de dedicarse a alguna actividad lícita para procurar asegurar su subsistencia y la
de su familia. Razones por las que pide la inconstitucionalidad de las normas demandadas.

I.1.1.Trámite procesal de la acción

Notificado con la acción de inconstitucionalidad concreta, José Rubén Camacho Arnez, en


cumplimiento del traslado previsto por las normas del art. 80.I del Código Procesal Constitucional
(CPCo); mediante memorial presentado el 7 de junio de 2013, cursante de fs. 207 a 208 vta.de obrados,
expuso los siguientes argumentos jurídicos constitucionales:

Expone que las normas de los arts. 188, 208 y 196 de la LOJ, refieren a las faltas gravísimas y motivos
de destitución establecidas para los operadores de justicia, cuando no se excusen del conocimiento de
un proceso existiendo causal para su separación del caso; a ese efecto, establecen el procedimiento a
ser aplicado por el juez disciplinario cuando se investiga una denuncia en ese sentido, facultando a
dicha autoridad realizar las diligencias necesarias, para luego de un debido proceso emitir la
correspondiente resolución.
Señala que las normas demandadas fueron emitidas por la Asamblea Legislativa Plurinacional en
ejercicio de la competencia asignada por el art. 158.I.3 de la CPE, para dictar leyes, cumpliendo
requisitos de forma y contenido, puesto que ante la existencia de una nueva Constitución, era también
necesario un nuevo marco legal para el Órgano Judicial.

También informa que la accionante tenía conocimiento de la existencia de procesos entre su persona y
el señor Rureck Pérez, así como de los procesos contra ella, por lo que afirma que se excusó dentro de
las veinticuatro horas, pero que debió tomar esa actitud a tiempo de radicar la causa y no de forma
posterior.

Finalmente, describe que el art. 319 del Código de Procedimiento Penal (CPP), también determina que
omitir la excusa hace pasible a la autoridad judicial de la sanción respectiva, por lo que defiende la
constitucionalidad de las normas demandadas, aseverando que declararlas inconstitucionales sería
atentar contra los principios de imparcialidad y celeridad en la función de impartir justicia plural.

I.1.1.1.Resolución de la autoridad administrativa

Por Resolución de 10 de junio de 2013, el Tribunal Disciplinario Primero de la Oficina Departamental


del Consejo de la Magistratura de Cochabamba, rechazó promover la acción de inconstitucionalidad
concreta, presentada por Nuria Gisela Gonzáles Romero, con los argumentos siguientes: a) El proceso
disciplinario se basa en la necesidad de imponer disciplina administrativa a los funcionarios
jurisdiccionales, por elloel legislador emitió la Ley del Órgano Judicial y el Consejo de la Magistratura
los Acuerdos 165/2012 y 75/2013 para su aplicación, normas en las que se establece la naturaleza y los
principios de este tipo de procesos, en respeto de los de orden constitucional, pues conforme a las
normas del art. 193.I de la CPE, le ha sido encargado la responsabilidad disciplinaria en el Órgano
Judicial; b) El objetivo de los procesos disciplinarios es encontrar la verdad material, por encima de la
verdad formal, por su naturaleza diferente a los procesos civiles, por ello el denunciado tiene que
demostrar la corrección de su conducta, teniendo para ello a su disposición todos los medios
probatorios disponibles para su defensa; c) La sanción impuesta por las normas cuestionadas no
atropellan la dignidad y la vida, puesto que los derechos de la sociedad se “sobreponen” a los
individuales, por lo que no es necesario crear sanciones menos severas y proporcionales, pues lo que se
defiende es la imagen de todo el Órgano Judicial, pues las infracciones disciplinarias lo afectan
íntegramente; y, d) El debido proceso es respetado, puesto que la actuación del juez disciplinario se
activa ante denuncia de la parte agraviada, y la práctica investigativa del juez disciplinario no implica
contaminación de la prueba, sino sólo la acumulación de elementos para mejor resolver.

I.2. Trámite procesal en el Tribunal Constitucional

Recibido el expediente el 18 de junio de 2013, este Tribunal Constitucional Plurinacional emitió el AC


0282/2013-CA de 10 de julio (fs. 219 a 223), por medio del cualse revocó la Resolución de 10 de junio
de 2013, y admitió la acción de inconstitucionalidad concreta, disponiendo la notificación de la acción
a Álvaro Marcelo García Linera, Presidente de la Asamblea Legislativa Plurinacional, como personero
del órgano que generó la norma impugnada; actuado cumplido el 2 de septiembre de 2013, conforme
consta en la notificación cursante a fs. 248.

I.3. Alegaciones del personero del órgano que generó la norma impugnada
Álvaro Marcelo García Linera, Presidente de la Asamblea Legislativa Plurinacional, como personero
del órgano que emitió la norma demandada, mediante memorial presentado el 9 de septiembre de 2013,
cursante de fs. 252 a 256 vta. de obrados, manifestó lo siguiente:

Debido a la necesidad de reprimir conductas contrarias a la Constitución Política del Estado, la Ley del
Órgano Judicial, ha previsto el procedimiento disciplinario al interior del Órgano Judicial,
estableciendo tres tipos de faltas, las leves, graves y gravísimas; las primeras con sanción de
amonestación o multas; las segundas con suspensión de funciones temporal y las últimas con la
destitución previo proceso.

Las normas demandadas de los arts. 188.I.1, 196.II y 208.III de la LOJ, determinan como falta
gravísima que la autoridad judicial no se excuse de una causa, existiendo causal para ello, y que
iniciado el procedimiento, la autoridad jurisdiccional disciplinaria practicará durante cinco días
diligencias para recabar prueba; mandatos que no lesionan el debido proceso, puesto que más bien
garantizan las reglas adjetivas del mismo, garantizando las tres expresiones del juez natural,
imparcialidad, independencia y competencia; la defensa irrestricta, la decisión motivada incongruente y
la revisión de la misma.

De igual manera, el procesado debe ser notificado con la denuncia, conforme el art. 196.I de la LOJ,
para que pueda ejercer su defensa y presentar las pruebas a su favor que demuestren la inexistencia del
hecho, lo que también desvirtúa la denuncia de vulneración a la presunción de inocencia, porque en el
procedimiento administrativo no se presume la culpabilidad del acusado, el que tiene la posibilidad de
probar la no realización de la acción u omisión acusada, pues conforme los arts. 198.I.2 y 202.2 de la
citada Ley, la autoridad disciplinaria puede declarar improbada la denuncia, lo que demuestra la
aplicación del principio hasta que se demuestre la culpabilidad en el proceso disciplinario; respetándose
las tres reglas del debido proceso: 1) Tipificación de la conducta disciplinable; 2) Comprobación de la
existencia del hecho; y, 3) Autoría y responsabilidad en el sujeto pasivo.

La sanción disciplinaria es consecuencia de haberse probado en un procedimiento la comisión de una o


varias faltas disciplinarias; mientras que de otro lado, el derecho al trabajo, así como el de estabilidad
laboral no son absolutos, pues tiene limitaciones, entre ellas, las emergentes de la potestad
sancionadora del Estado, que en resguardo de intereses generales y constitucionalmente protegidos,
como la función judicial, puede imponer sanción de destitución; como lo ha señalado la SC 1132/2000-
R de 1 de diciembre.

Los fundamentos de la excusa y recusación, se encuentran en la necesidad de asegurar la independencia


e imparcialidad del juez, para evitar que tenga algún interés en el proceso ymantenga objetividad a
tiempo de emitir resolución; por ello, cuando una autoridad judicial no cumple el deber de excusarse,
comete una falta gravísima, la que se sanciona con la destitución de forma proporcional.

Los procedimientos disciplinarios se rigen por el principio de investigación integral, por cuyo mandato
la autoridad disciplinaria tiene la obligación de acumular los hechos y circunstancias acusatorias como
las favorables al investigado para encontrar la verdad; de igual manera, al existir diferencia entre los
distintos tipos de faltas, las gravísimas son juzgadas por tribunales disciplinarios presididos por el juez
disciplinario; en consecuencia no existen dos etapas, sino una única encargada de la investigación y el
procesamiento de faltas disciplinarias, todo ello posibilitadopor el principio de no formalismo, el que es
aplicable a todos los procedimientos internos en el Estado, como los previstos en la Ley de
Administración y Control Gubernamentales y el Decreto Supremo (DS) 23318-A de 3 de noviembre de
1992, y permea a éstos con características propias en la búsqueda de la verdad material bajo el
principio de la oficialidad (Dromi), eliminando obstáculos para que tenga agilidad y celeridad, no
siendo por ello dos autoridades, una que investigue y otra que sancione.

De igual manera, la naturaleza jurídica del procedimiento administrativo sancionador, tiene por objeto
resguardar los fines de la justicia, por medio de servidores públicos que cumplan su función para
satisfacer los intereses de la sociedad, concepción que según el tratadista Otto Mayer genera relación de
poder o potestad de la administración sobre sus servidores; máxime en el caso de los servidores
judiciales que cumplen una función pública esencial, situaciones en las que prevalece el interés público
respecto de los intereses personales o corporativos.

La igualdad que se expresa como igualdad en la ley e igualdad en la aplicación de la ley, la primera
como prohibición de discriminación legislativa y la segunda como el respeto a las mismas
oportunidades en proceso no ha sido afectado, puesto que tanto denunciante como denunciado tienen
similares prerrogativas; y de igual manera, el principio de igualdad, se materializa en la igual gradación
de la sanción y en la similar posibilidad de presentar prueba.

Finalmente, afirma que en el proceso disciplinario la prueba debe cumplir con el principio de legalidad,
para obtener una decisión legítima, y que la norma demandada así como el Estado en general, considera
al ser humano un fin, siendo ese parámetro el que otorga consonancia a las normas demandadas con el
principio de la dignidad humana. Todo por lo cual solicita que se declare la constitucionalidad de las
normas demandadas.

II. CONCLUSIONES

II.1. El 7 de febrero de 2013, José Rubén Camacho Arnez, presentó denuncia contra Nuria Gisela
Gonzáles Romero y otra, por la presunta comisión de las faltas disciplinarias previstas en los arts.
187.17 y 188.1 de la LOJ (fs. 31 a 33 vta.); luego, mediante Resolución de 4 de marzo de 2013, el Juez
Disciplinario Primero de la Oficina Departamental del Consejo de la Magistratura de Cochabamba,
dispuso iniciar la investigación previa establecida por las normas del art. 199 de la LOJ y 41 inc.b) del
Reglamento aprobado mediante Acuerdo 165/2012 (fs. 34); y el 14 de marzo de 2013, el mismo
juzgador realizó inspección de los documentos relativos al proceso penal seguido por el Ministerio
Público contra José Ruben Camacho Arnez (fs. 53).

II.2. El 18 de marzo de 2013, el Juez Disciplinario Primero de la Oficina Departamental del Consejo de
la Magistratura de Cochabamba, emitió Autode apertura de proceso disciplinario, en la denuncia
expuesta en la conclusión precedente (fs. 55); notificando a la accionante el 28 del citado mes y año (fs.
56).

II.3. El 29 de abril de 2013, se llevó a cabo la audiencia de conformación de Tribunal Disciplinario con
jueces ciudadanos, para el proceso descrito anteriormente (fs. 190).

II.4. Las normas demandadas de inconstitucionalidad son las siguientes:

“Artículo 188. (FALTAS GRAVÍSIMAS).

I. Son faltas gravísimas y causales de destitución:


1. Cuando no se excuse del conocimiento de un proceso, estando comprendido en alguna de las
causales previstas por ley, o cuando continuare con su tramitación, habiéndose probado recusación en
su contra;

(…)

Artículo 196. (TRÁMITE)

(…)

II. La Jueza o el Juez Disciplinario, de manera directa, practicará las diligencias necesarias, a fin de
recabar los elementos de convicción útiles para la comprobación del hecho denunciado. La
investigación no podrá exceder de cinco (5) días; este plazo podrá ser prorrogado antes de su
vencimiento en casos graves y complejos.

Artículo 208 (SANCIONES)

(…)

III. Por la comisión de faltas gravísimas, serán sancionados con la destitución del cargo”.

III. FUNDAMENTOS JURÍDICOS DEL FALLO

En la presente acción se cuestiona la constitucionalidad de los arts. 188.I.1, 196.II y 208.III de la LOJ,
por infringir las normas de los arts. 13.I, 14.I, 109.I, 115.II, 116.I, 117.I y 119.I de la CPE. En
consecuencia, corresponde a este Tribunal pronunciarse respecto a la impugnación referida.

III.1. A efectos de una debida resolución de la presente causa, es necesario primero delimitar el
problema jurídico presentado por el accionante, puesto que aunque la denuncia de inconstitucionalidad
expone como preceptos constitucionales infringidos los arts. 13.I, 14.I, 109.I, 115.II, 116.I, 117.I y
119.I de la CPE, los fundamentos expuestos por al accionante, sólo contienen elementos
argumentativos referidos a la vulneración al debido proceso contenido en las normas del art. 115.II y el
principio de imparcialidad judicial previsto por los arts. 120.I de la CPE; ese contenido presentado por
la propia accionante, define el alcance de la presente Sentencia Constitucional Plurinacional.

En esa comprensión, corresponde primero exponer que respecto el debido proceso, es un


principio desarrollado desde múltiples perspectivas por nuestro sistema constitucional; así, la
jurisdicción constitucional en una primera aproximación ha señalado en el AC 289/99-R de 29 de
octubre de 2009, la siguiente doctrina constitucional:“... la garantía constitucional del debido proceso,
el mismo que exige que los litigantes tengan el beneficio de un juicio imparcial ante los tribunales y
que sus derechos se acomoden a lo establecido por disposiciones jurídicas generales aplicables a
todos aquellos que se hallen en una situación similar, es decir, implica el derecho de toda persona a un
proceso justo y equitativo, lo que importa a su vez el derecho a la defensa, el emplazamiento personal,
el derecho de ser asistido por un intérprete, el derecho a un juez imparcial…”; luego, la SC 418/2000-
R de 2 de mayo, manifestó que el debido proceso es: “…el derecho de toda persona a un proceso justo
y equitativo en el que sus derechos se acomoden a lo establecido por disposiciones jurídicas generales
aplicables a todos aquellos que se hallen en una situación similar (...)”; la SC 1276/2001-R de 5 de
diciembre, expuso que: “…comprende ‘el conjunto de requisitos que deben observarse en las
instancias procesales’, a fin de que ‘las personas puedan defenderse adecuadamente ante cualquier
tipo de acto emanado del Estado que pueda afectar sus derechos’".

La SC 0021/2007 de 10 de mayo, que declaró la inconstitucionalidad del art. 50 del DS 23215 de 22 de


julio de 1992, norma que posibilitaba la prescindencia de procedimiento de aclaración a favor del
sindicado de responsabilidad penal o civil, expuso que el debido proceso contiene en su núcleo esencial
el conocimiento previo de toda imputación: “…el derecho al debido proceso contiene en su núcleo
esencial el derecho a conocer tan pronto como sea posible la imputación o la existencia de una
investigación penal o administrativa en curso -previa o formal-, a fin de poder tomar oportunamente
todas las medidas que consagre el ordenamiento en aras del derecho de defensa, así como del derecho
a la presunción de inocencia, que acompaña a toda persona hasta el momento en que se le condene en
virtud de una sentencia firme, derechos que se ven vulnerados si no se comunica oportunamente la
existencia de una investigación a la persona involucrada en los hechos, de modo que ésta pueda
ejercer su derecho de defensa, conociendo y presentando las pruebas respectivas” (el resaltado es
nuestro).

Ahora bien, el debido proceso como institución jurídica constitucional, ha encontrado reposición
en la nueva Constitución Política del Estado de 2009, puesto que las normas del art. 115.II determinan
que el Estado garantiza el derecho al debido proceso; pero además, su evolución dogmática ha
encumbrado a esta institución a otras categorías, así el art. 180.I de la CPE, lo identifica como uno de
los principios que hacen a la función de impartir justicia, adquiriendo con ello la trascendencia
definitiva de principio constitucional y con ello las cualidades propias de una norma dogmática
superando su percepción de simple regla de conducta, para ascender a la categoría de dogma
constitucional y con ello parámetro de conducta de jueces y demás autoridades jurisdiccionales, de
legisladores en la elaboración de normas procesales, así como de las autoridades administrativas en la
aplicación de normas legales en procedimientos administrativos de tipo sancionador o
cuasijurisdiccionales.

La evolución del dogma debido proceso, ha estimulado que la jurisdicción constitucional lo


comprenda en su verdadera magnitud; así, en la SC 0014/2010-R de 12 de abril, lo siguiente:“…la
Constitución Política del Estado en consideración a la naturaleza y los elementos constitutivos del
debido proceso como instituto jurídico y mecanismo de protección de los derechos fundamentales, lo
consagra como un principio, un derecho y una garantía, lo que implica que la naturaleza del debido
proceso está reconocida por la misma Constitución en su triple dimensión: como derecho fundamental
de los justiciables, como un principio procesal y como una garantía de la administración de justicia”.

La comprensión del debido proceso en su triple dimensión, ha sido explicada también por la SCP
1023/2012 de 5 de septiembre, la que recopilando su desarrollo doctrinal ha expuesto lo siguiente:

“Sobre el derecho al debido proceso

La jurisprudencia del extinto Tribunal Constitucional, ahora Tribunal Constitucional Plurinacional


mediante las SSCC 0902/2010-R y SC 1756/2011-R, estableció que: ‘Considerando los criterios de la
doctrina, en su jurisprudencia previa este Tribunal ha señalado que el debido proceso consiste en «…
el derecho de toda persona a un proceso justo y equitativo en el que sus derechos se acomoden a lo
establecido por disposiciones jurídicas generales aplicables a todos aquellos que se hallen en una
situación similar (...) comprende el conjunto de requisitos que deben observarse en las instancias
procesales, a fin de que las personas puedan defenderse adecuadamente ante cualquier tipo de acto
emanado del Estado que pueda afectar sus derechos (SSCC 0418/2000-R 1276/2001-R y 0119/2003-R,
entre otras).

La trascendencia del debido proceso se encuentra en íntima vinculación con la realización del valor
justicia en el procedimiento, así lo ha entendido este Tribunal cuando en la SC 0999/2003-R de 16 de
julio, señalo que: «La importancia del debido proceso está ligada a la búsqueda del orden justo. No es
solamente poner en movimiento mecánico las reglas de procedimiento sino buscar un proceso justo,
para lo cual hay que respetar los principios procesales de publicidad, inmediatez, libre apreciación de
la prueba; los derechos fundamentales como el derecho a la defensa, a la igualdad, etc., derechos que
por su carácter fundamental no pueden ser ignorados ni obviados bajo ningún justificativo o excusa
por autoridad alguna, pues dichos mandatos constitucionales son la base de las normas adjetivas
procesales en nuestro ordenamiento jurídico, por ello los tribunales y jueces que administran justicia,
entre sus obligaciones, tienen el deber de cuidar que los juicios se lleven sin vicios de nulidad, como
también el de tomar medidas que aseguren la igualdad efectiva de las partes’.

En similar sentido se ha pronunciado la reciente jurisprudencia de este Tribunal en las SSCC


0086/2010-R y 0223/2010-R, entre otras.

En el ámbito normativo, el debido proceso se manifiesta en una triple dimensión, pues por una parte,
se encuentra reconocido como un derecho humano por instrumentos internacionales en la materia
como el Pacto de San José de Costa Rica (art. 8) y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos (art. 14), que conforme al art. 410.II de la CPE forman parte del bloque de
constitucionalidad, y también se establece como un derecho en el art. 115.II de la misma norma; al
mismo tiempo, a nivel constitucional, se le reconoce como derecho fundamental y como garantía
jurisdiccional, configuración jurídica contemplada ya por el art. 16 de la CPE abrg, que se ha
mantenido y precisado en el art. 117.I de la CPE que dispone: «Ninguna persona puede ser condenada
sin haber sido oída y juzgada previamente en un debido proceso…».

En consonancia con los tratados internacionales citados, a través de la jurisprudencia constitucional


se ha establecido que los elementos que componen al debido proceso son el derecho a un proceso
público; derecho al juez natural; derecho a la igualdad procesal de las partes; derecho a no declarar
contra si mismo; garantía de presunción de inocencia; derecho a la comunicación previa de la
acusación; derecho a la defensa material y técnica; concesión al inculpado del tiempo y los medios
para su defensa; derecho a ser juzgado sin dilaciones indebidas; derecho a la congruencia entre
acusación y condena; la garantía del non bis in idem; derecho a la valoración razonable de la prueba;
derecho a la motivación y congruencia de las decisiones (SSCC 0082/2001-R, 0157/2001-R,
0798/2001-R, 0925/2001-R, 1028/2001-R, 1009/2003-R, 1797/2003-R, 0101/2004-R, 0663/2004-R,
022/2006-R, entre otras); sin embargo, esta lista en el marco del principio de progresividad no es
limitativa, sino más bien enunciativa, pues a ella se agregan otros elementos que hacen al debido
proceso como garantía general y que derivan del desarrollo doctrinal y jurisprudencial de este como
medio para asegurar la realización del valor justicia, en ese sentido la Corte Interamericana de
Derechos Humanos en la Opinión Consultiva OC-16/99 de 1 de octubre de 1999, ha manifestado: «En
opinión de esta Corte, para que exista “debido proceso legal” es preciso que un justiciable pueda
hacer valer sus derechos y defender sus intereses en forma efectiva y en condiciones de igualdad
procesal con otros justiciables. Al efecto, es útil recordar que el proceso es un medio para asegurar, en
la mayor medida posible, la solución justa de una controversia. A ese fin atiende el conjunto de actos
de diversas características generalmente reunidos bajo el concepto de debido proceso legal. El
desarrollo histórico del proceso, consecuente con la protección del individuo y la realización de la
justicia, ha traído consigo la incorporación de nuevos derechos procesales. (…) Es así como se ha
establecido, en forma progresiva, el aparato de las garantías judiciales que recoge el artículo 14 del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, al que pueden y deben agregarse, bajo el mismo
concepto, otras garantías aportadas por diversos instrumentos del Derecho Internacional».

Así configurado, es preciso recordar que el derecho y garantía genérica del debido proceso no se
restringe en su aplicación al ámbito jurisdiccional solamente, sino que es extensiva a cualquier
procedimiento en el que deba determinarse una responsabilidad (SSCC 0042/2004 y 1234/2000-R
entre otras).

Resumiendo, podemos decir que el debido proceso ha sufrido una transformación de un concepto
abstracto que perseguía la perfección de los procedimientos, es decir que daba preeminencia a la
justicia formal, a un ideal moderno que destaca su rol como única garantía fundamental para la
protección de los derechos humanos. El debido proceso constitucional no se concreta en las
afirmaciones positivizadas en normas legales codificadas, sino que se proyecta hacia los derechos,
hacia los deberes jurisdiccionales que se han de preservar con la aspiración de conseguir un orden
objetivo más justo, es decir, el debido proceso es el derecho a la justicia lograda a partir de un
procedimiento que supere las grietas que otrora lo postergaban a una simple cobertura del derecho a
la defensa en un proceso.

Por otra parte, el debido proceso también es considerado como un principio, que emanó del principio
de legalidad penal en su vertiente procesal, y que figura como un principio de administración de
justicia en el art. 180 de la CPE.

Concluyendo este punto, se debe remarcar que, como se aprecia de las citas de los artículos 115.II y
117.I de la CPE, efectuadas anteriormente, la Constitución vigente, en el marco de las tendencias
actuales del Derecho Constitucional ha plasmado de manera expresa el reconocimiento del debido
proceso; derecho-garantía-principio, respecto al que existe consenso en la doctrina y la jurisprudencia
en cuanto al contenido e implicaciones referidos por la jurisprudencia glosada, la que por ello guarda
estrecha congruencia con la carta fundamental vigente y es plenamente aplicable, a pesar de haber
sido desarrollada en el marco de la abrogada, resaltando que su carácter de derecho fundamental lo
hace exigible ante cualquier procedimiento, sea público o privado.

En similar sentido se pronunció la SC 0086/2010-R de 4 de mayo, que sostuvo que: «…el debido
proceso, consagrado en el texto constitucional en una triple dimensión, en los arts. 115.II y 117.I como
garantía, en el art. 137 como derecho fundamental y en el art. 180 como principio procesal; y, en los
arts. 8 del Pacto de San José de Costa Rica y 14 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos (PIDCP), como derecho humano…»'.

En ese sentido la SC 1756/2011-R de 7 de noviembre señaló que: ‘En mérito a lo anteriormente


desarrollado, y tomando en cuenta el nuevo entendimiento asumido por el Tribunal Constitucional
mediante su jurisprudencia, es necesario concluir recalcando que este derecho fundamental no se
satisface solamente con el cumplimiento mecánico de las reglas formales, sino que tiene una
naturaleza protectora de fondo, es decir, que si bien es importante el tratar de que se logre el objetivo
de llevar adelante un proceso -sea este administrativo o judicial- sin errores formales, es aun más
importante, si cabe el término, el velar por un orden justo, o mejor dicho en otras palabras, velar por
la justicia material’” (el resaltado es añadido).
Tal y como la abundante jurisprudencia constitucional lo demuestra, el debido proceso es una
institución jurídico constitucional en permanente progresión, asimilando nuevos ámbitos de aplicación
que aseguren el cumplimiento de su rol constitucional, cual es el de asegurar que la función de impartir
justicia sea esencialmente un proceso equitativo y justo, y que los procesos judiciales o administrativos
no sean una vía instrumentada para atropellar los derechos y las libertades ciudadanas.

Una de sus características, como ha sido expresado es la constante asimilación de elementos nuevos al
arsenal del debido proceso; así lo determina su propia naturaleza y lo consagró el constituyente, puesto
que ha dotado a este instituto de una pléyade de condiciones para ser satisfecho, de ese modo es que a
partir del art. 109 al124 de la CPE, existen las garantías jurisdiccionales, todas como elementos del
debido proceso que legitima cualquier proceso judicial, en particular aquellos de naturaleza
sancionadora, sea penal, disciplinaria o administrativa.

Entre las normas previstas como garantías jurisdiccionales por la Constitución Política del Estado y que
constituyen el debido proceso, el art. 116.II establece que “Cualquier sanción debe fundarse en una ley
anterior al hecho punible”; que se constituye en el conocido principio de legalidad beccariano, el que
por el carácter expansivo del texto constitucional y el fenómeno de constitucionalización del sistema
normativo de todo Estado democrático, se aplica también al ámbito disciplinario y administrativo
sancionador; así en ese sentido la SC 0022/2006 de 18 de abril, ha manifestado que:“…el derecho
administrativo disciplinario, por afectar la esfera de autodeterminación de las personas mediante la
imposición de sanciones personales, alberga los principios del Derecho Penal en cuanto al debido
proceso, la prohibición de sanción sin la oportunidad de acceder a la defensa técnica y material, el
principio de legalidad, por cuya imposición sólo pueden dar lugar a sanciones las conductas
previamente tipificadas, etc.”.

Del principio de legalidad, cuya premisa clásica es el aforismo “nullum crimen, nullapoena sine lege”;
emerge su aplicación práctica, en la formulación constitucional de que toda sanción debe fundarse en
ley anterior, pero también que toda sanción debe ser proporcional, de tal modo que la proporcionalidad
de la sanción es también parte de un debido proceso sustantivo, pues sólo la relación entre la gravedad
del hecho y la sanción que la ley impone por el mismo, resguarda el ejercicio de los derechos de las
personas y conserva las características del Estado democrático constitucional, ya que sanciones
desproporcionadas con expresiones de sistemas de gobiernos despóticos, autoritarios e irracionales que
no armonizan con los principios democráticos y constitucionales previstos por nuestra Ley
Fundamental de 2009.

La proporcionalidad de la pena o de la sanción en materia penal, sancionatoria disciplinaria o


administrativa, equivale a la prohibición de exceso que debe guiar la función legislativa a tiempo de
configurar las sanciones restrictivas de los derechos de las personas por la comisión de delitos, faltas
disciplinarias o administrativas; y de igual manera, se expresa en la prohibición de exceso a tiempo de
la imposición de las sanciones en casos concretos; debiendo existir siempre una relación de proporción
entre la conducta prohibida o realizada y la sanción.

La verificación de la proporcionalidad de una sanción creada legislativamente corresponde ser


realizada mediante un test de proporcionalidad, en el que se debe determinar primerola adecuación de
la restricción a los derechos constitucionales para lograr el fin perseguido, segundo si la restricción es
necesaria, en el sentido de que no exista otro medio menos oneroso en términos de sacrificio de otros
principios constitucionales para alcanzar el fin perseguido y, tercero, la proporcionalidad stricto sensu,
esto es, que no se sacrifiquen valores y principios que tengan un mayor peso que aquellos que se
pretende proteger.

III.2. Ahora bien, en opinión de esta Sala Plena, para resolver el presente asunto es también necesario
traer a colación que conforme al sistema constitucional vigente, el ejercicio de toda función pública,
incluida la judicial, se encuentra sujeta a principios imperativos que deben acatar de modo ineludible
todas las personas que los ejerzan; así, las normas del art. 232 de la CPE, disponen que la
administración pública se rige por los principios de; legitimidad, legalidad, imparcialidad, publicidad,
compromiso, ética, transparencia, igualdad, competencia, eficiencia, calidad, calidez, honestidad,
responsabilidad y resultados.

El principio de responsabilidad, de acuerdo con el diccionario jurídico disponible en la página web de


este Tribunal Constitucional Plurinacional, vincula a los funcionarios públicos con lasituación jurídica
derivada de una acción u omisión ilícitas, que consiste en el deber de reparar el daño causado; es decir,
que supone la imposición a todo servidor público de responder por sus actos, reparando el daño
causado o en su caso, siendo pasible de la imposición de una sanción previamente determinada.

Articulado al principio de responsabilidad en y por el ejercicio de la función pública previsto por la Ley
Fundamental de 2009, el sistema constitucional ha previsto que la función disciplinaria en el Órgano
Judicial se encuentra a cargo del Consejo de la Magistratura, conforme a las normas del art. 193.I de la
CPE; luego, el art. 195 a tiempo de establecer las atribuciones de este organismo, en su numeral 2
determina que el control disciplinario de los funcionarios judiciales comprende la posibilidad de
cesación del cargo por faltas gravísimas, expresamente establecidas en la ley.

Conforme a las normas precedentes, el constituyente ha establecido que la potestad disciplinaria en el


Órgano Judicial, la posibilidad de cesación del ejercicio de la función jurisdiccional por faltas
gravísimas, así como la determinación de los actos que serán considerados faltas gravísimas,
corresponde al Órgano Legislativo mediante una ley.

Las disposiciones constitucionales que promulgan la vinculación de todo servidor público con las
consecuencias de sus actos y que de ese modo permiten establecer un sistema de calificación de
responsabilidad por el ejercicio de la función pública, incluida la judicial, han merecido desarrollo por
parte de la Ley del Órgano Judicial.

Así, las normas del art. 185 de la LOJ, determinan que las faltas disciplinarias se clasifican en: “1.
Leves; 2. Graves; y, 3. Gravísimas”; correspondiéndole a cada una de ellas un nivel sancionatorio
proporcional; así, para las faltas leves, merecen una amonestación; las graves son causales de
suspensión temporal; y finalmente, las gravísimas son causales de destitución. Todas se califican
mediante un proceso disciplinario en el quese juzga el comportamiento de los servidores públicos
frente a normas administrativas de carácter ético, destinadas a proteger la eficiencia, eficacia y
moralidad de la administración de justicia.

En razón a esos postulados constitucionales y legales, este Tribunal Constitucional Plurinacional,


respecto la naturaleza de la responsabilidad de los funcionarios judiciales y su relación con un debido
proceso, en la SCP 0137/2013de 5 de febrero, ha expuesto los siguientes razonamientos:
“III.4. El principio de responsabilidad funcionaria aplicable a autoridades jurisdiccionales y al
personal de apoyo jurisdiccional para el ejercicio de la jurisdicción ordinaria, agroambiental y
especializada

En un Estado Constitucional de Derecho, si bien las autoridades jurisdiccionales se encuentran


amparadas por los principios de imparcialidad e independencia, tal cual se desarrolló en el
fundamento jurídico precedente, no es menos cierto que también se encuentran sometidas al principio
de ‘responsabilidad funcionaria’, el cual, en la nueva ingeniería estructural del órgano judicial,
constituye la piedra angular para una administración de justicia con legitimidad, principio que
también es extensible al personal de apoyo jurisdiccional.

En efecto, la Ley del Órgano Judicial, que desarrolla normativamente la parte orgánica de la
Constitución Política del Estado en lo referente al Órgano Judicial, en su artículo octavo, consagra el
principio antes mencionado, ya que en su tenor literal, establece que todas las autoridades, servidoras
y servidores del Órgano Judicial, son responsables de sus decisiones y actos, por cuanto, en el marco
del nuevo diseño estructural del órgano judicial, los Magistrados y Magistradas, Vocales, Juezas y
Jueces de instancia, así como el personal de apoyo de la jurisdicción ordinaria, agroambiental y
especializada, deberán responder por las decisiones y actos jurisdiccionales asumidos o omitidos en
el ejercicio de sus funciones; en este marco, debe señalarse que los servidores judiciales antes
precisados, se encuentran sujetos a tres ámbitos de responsabilidad específicos: 1) A la
responsabilidad civil; 2) La responsabilidad penal; y, 3) A la responsabilidad disciplinaria.

La responsabilidad civil, emerge de un daño económico que en el ejercicio jurisdiccional pudiere


ocasionarse a una de las partes procesales o a un tercero con interés en el litigio; asimismo, la
responsabilidad penal, se genera por toda acción u omisión tipificada como hecho punible por el
ordenamiento penal vigente; finalmente, existe responsabilidad disciplinaria, cuando la acción u
omisión de un servidor judicial, contraviene el ordenamiento administrativo imperante para el
ejercicio de la función judicial.

Las esferas de responsabilidad antes descritas, por su naturaleza y génesis, son sustanciadas en vías
procesales y procedimentales autónomas, debiendo en cada caso cumplirse con las reglas de un
debido proceso para asegurar así la vigencia del Estado Constitucional de Derecho.

Ahora bien, de acuerdo al objeto y causa de la presente acción de inconstitucionalidad concreta, para
una coherente argumentación jurídica, corresponde desarrollar de manera específica la
responsabilidad disciplinaria en el Órgano Judicial, aspecto que será precisado en el siguiente
acápite.

III.5. La responsabilidad disciplinaria en el Órgano Judicial y su génesis en la potestad


administrativa sancionatoria

Con el objeto de desarrollar una coherente argumentación jurídica, es imperante prima facie, señalar
que en mérito a la teoría de la ‘fractura del poder’, ya desarrollada en el Fundamento Jurídico III.1
de la presente Sentencia Constitucional Plurinacional, existe una distribución de competencias
específicas para el ejercicio del poder entre los cuatro órganos diseñados; por tal razón, la Asamblea
Legislativa Plurinacional, ejerce roles legislativos; el Órgano Ejecutivo, ejerce roles reglamentarios,
de administración y ejecución; el Órgano Judicial ejerce roles jurisdiccionales propios de
administración de justicia y el Órgano Electoral, ejerce atribuciones de índole electoral propias del
sistema democrático imperante. En este contexto, la gestión pública contemporánea, postula una
separación inter orgánica sin que las funciones de cada órgano se configuren como compartimentos
estancos y absolutamente delimitados entre ellos, razón por la cual, la compleja realidad social
contemporánea, hace necesaria la ductilidad de funciones orgánicas para que el Estado pueda cumplir
sus fines de manera satisfactoria y en armonía con los postulados propios del Estado Constitucional
de Derecho, por esta razón, si bien a la función judicial, tal como ya se señaló, por mandato
constitucional se le encomendó la administración de justicia, no es menos cierto, que el ejercicio de
este rol constitucional, genera al interior de este órgano el desarrollo de funciones administrativa-
disciplinarias, con génesis directa en la llamada potestad administrativa sancionatoria.

En este marco, es evidente que la responsabilidad disciplinaria para servidores del Órgano Judicial,
debe ser abordada a partir de la concepción de la ‘potestad administrativa sancionatoria’, la cual,
debe ser desarrollada en el marco de los alcances de la ‘función administrativa’.

En efecto, debe precisarse que la función administrativa, debe ser entendida como un rol esencial del
Estado que tiene por objeto el cumplimiento de sus fines y la efectiva satisfacción directa e inmediata
de las necesidades colectivas e individuales en una sociedad[8]. En ese orden, es pertinente señalar
que la función administrativa en el Estado Plurinacional de Bolivia, está destinada a cumplir con los
fines del Estado plasmados en el art. 9 de la CPE y además efectivizar a través de sus órganos el pleno
goce y ejercicio de derechos fundamentales de naturaleza individual o colectiva.

En coherencia con lo indicado, es necesario precisar también que uno de los causes propios de la
función administrativa, se manifiesta en la llamada ‘potestad administrativa sancionatoria’, cuyo
fundamento encuentra razón de ser en el ‘poder punitivo del Estado’[9], presupuesto que en el
ámbito disciplinario, debe enmarcarse a los postulados propios de un Estado Constitucional de
Derecho[10], en el cual, los procedimientos sancionatorios, son coherentes con los derechos
fundamentales, entre los cuales, inequívocamente se encuentran las reglas de un debido proceso.

En el orden de ideas expuesto, es imperante señalar que la potestad administrativa sancionatoria, a la


luz de postulados propios de teoría de Derecho Administrativo, constituye una ‘potestad reglada’[11],
a partir de la cual, encuentra razón de ser el principio de legalidad, el que, en un Estado
Constitucional de Derecho como es el caso del Estado Plurinacional de Bolivia, expande su contenido
dogmático para configurar el ‘principio de constitucionalidad’, en cuya virtud, todos los actos de la
administración, incluidos por supuesto aquellos que emanen de la potestad administrativa
sancionatoria, se someten no solamente a un bloque de legalidad imperante, sino a la Ley
Fundamental, entendiendo que en esta nueva visión de Estado, la Constitución Política del Estado
tiene un ‘valor normativo’, es decir constituye fuente directa de derecho, presupuesto a partir del cual,
se concibe la aplicación directa de los derechos fundamentales y la eficacia del fenómeno de
constitucionalización del ordenamiento jurídico, es decir, la irradiación de contenidos constitucionales
y en particular de lineamientos insertos en la parte dogmática de la Norma Suprema en todos los actos
de la vida social y por supuesto en aquellos emergentes de la función administrativa[12].

Por lo señalado, al ser evidente que el Estado Constitucional de Derecho, sustenta su estructura en el
respeto a derechos y garantías fundamentales, es precisamente a la luz de éstos postulados que deben
establecerse los principios de raigambre constitucional propios de la potestad administrativa
sancionatoria, los cuales inequívocamente al tener génesis constitucional, harán posible la
materialización del llamado ‘fenómeno de constitucionalización’ de los derechos fundamentales en el
procedimiento administrativo sancionador y que serán plenamente aplicables al ámbito disciplinario
en el Órgano Judicial.

En ese orden, debe establecerse que el proceso administrativo sancionador, se encuentra configurado
por principios esenciales que aseguren el respeto pleno a las reglas de un debido proceso
administrativo, entre los cuales se encuentran verbigracia el principio de independencia, de
imparcialidad, de competencia, de buena fe, el non bis in ídem, el principio de legalidad vinculado a la
potestad reglada, el de proscripción de aplicación del método analógico, entre otros.

En el marco de los principios antes mencionados, el proceso administrativo sancionador, con génesis
en la potestad administrativa sancionatoria, en un Estado Constitucional de derecho, encuentra un
límite específico para su ejercicio: El respeto a los derechos fundamentales.

(…)

III.7. El debido proceso como límite del ejercicio de la potestad administrativa sancionatoria

El debido proceso se configura como una verdadera garantía constitucional que abarca los
presupuestos procesales mínimos a los que debe regirse todo proceso judicial, administrativo o
corporativo, observando todas las formas propias del mismo así como las leyes preexistentes, para
hacer posible la materialización de la justicia en igualdad de condiciones; lo que implica la
posibilidad de ser juzgado por un juez o tribunal imparcial, independiente, competente y
preestablecido legalmente con anterioridad a los hechos atribuidos.

Con relación a su naturaleza jurídica, la SC 0316/2010-R de 15 de junio, señaló lo siguiente: ‘La


Constitución Política del Estado en consideración a la naturaleza y los elementos constitutivos del
debido proceso como instituto jurídico y mecanismo de protección de los derechos fundamentales, lo
consagra como un principio, un derecho y una garantía, es decir, la naturaleza del debido proceso es
reconocida por la Constitución en su triple dimensión: como derecho fundamental de los justiciables,
de quien accede reclamando justicia, la víctima y de quien se defiende el imputado. A la vez es un
principio procesal, que involucra la igualdad de las partes art. 119.I CPE y una garantía de la
administración de justicia, previniendo que los actos del proceso se ceñirán estrictamente a reglas
formales de incuestionable cumplimiento. De esa triple dimensión, se desprende el debido proceso
como derecho fundamental autónomo y como derecho fundamental indirecto o garantía…’.

Dicho entendimiento jurisprudencial, agregó también lo siguiente: ‘Esa doble naturaleza de


aplicación y ejercicio del debido proceso, es parte inherente de la actividad procesal, tanto judicial
como administrativa, pues nuestra Ley Fundamental instituye al debido proceso como:

1) Derecho fundamental: Como un derecho para proteger al ciudadano en primer orden de acceso a la
justicia oportuna y eficaz, como así de protección de los posibles abusos de las autoridades originadas
no sólo en actuaciones u omisiones procesales, sino también en las decisiones que adopten a través de
las distintas resoluciones dictadas para dirimir situaciones jurídicas o administrativas y que afecten
derechos fundamentales, constituyéndose en el instrumento de sujeción de las autoridades a las reglas
establecidas por el ordenamiento jurídico.

2) Garantía jurisdiccional: Asimismo, constituye una garantía al ser un medio de protección de otros
derechos fundamentales que se encuentran contenidos como elementos del debido proceso como la
motivación de las resoluciones, la defensa, la pertinencia, la congruencia, de recurrir, entre otras, y
que se aplican toda clase de actuaciones judiciales y administrativas, constituyendo las distintas
garantías jurisdiccionales inherentes al debido proceso, normas rectoras a las cuales deben sujetarse
las autoridades pero también las partes intervinientes en el proceso en aplicación y resguardo del
principio de igualdad’.

De lo referido, se infiere que doctrinalmente el debido proceso tiene dos perspectivas: Como un
derecho en sí reconocido a todo ser humano y como garantía jurisdiccional que tiene la persona
para ver protegidos sus derechos en las instancias administrativas, jurisdiccionales o corporativas
donde puedan verse involucrados.

En cuanto a la importancia del debido proceso, la jurisprudencia constitucional precisó que: ‘…está
ligada a la búsqueda del orden justo. No es solamente poner en movimiento mecánico las reglas de
procedimiento sino buscar un proceso justo, para lo cual hay que respetar los principios procesales de
publicidad, inmediatez, libre apreciación de la prueba; los derechos fundamentales como el derecho a
la defensa, a la igualdad, etc., derechos que por su carácter fundamental no pueden ser ignorados ni
obviados bajo ningún justificativo o excusa por autoridad alguna, pues dichos mandatos
constitucionales son la base de las normas adjetivas procesales en nuestro ordenamiento jurídico, por
ello los tribunales y jueces que administran justicia, entre sus obligaciones, tienen el deber de cuidar
que los juicios se lleven sin vicios de nulidad, como también el de tomar medidas que aseguren la
igualdad efectiva de las partes’ (SC 0999/2003-R de 16 de julio).

Es imperante indicar también que en lo que respecta a los elementos constitutivos del debido proceso,
la reciente jurisprudencia de este Tribunal, en la SC 0915/2011-R de 6 de junio, entre otras, se
pronunció señalando: ‘En consonancia con los tratados internacionales citados, a través de la
jurisprudencia constitucional se ha establecido que los elementos que componen al debido proceso son
el derecho a un proceso público; derecho al juez natural; derecho a la igualdad procesal de las partes;
derecho a no declarar contra sí mismo; garantía de presunción de inocencia; derecho a la
comunicación previa de la acusación; derecho a la defensa material y técnica; concesión al inculpado
del tiempo y los medios para su defensa; derecho a ser juzgado sin dilaciones indebidas; derecho a la
congruencia entre acusación y condena; el principio del non bis in idem; derecho a la valoración
razonable de la prueba; derecho a la motivación y congruencia de las decisiones (SSCC 0082/2001-R,
0157/2001-R, 0798/2001-R, 0925/2001-R, 1028/2001-R, 1009/2003-R, 1797/2003-R, 0101/2004-R,
0663/2004-R, 0022/2006-R, entre otras).

En este marco, los entendimientos jurisprudenciales antes precisados, establecen también lo siguiente:
‘…esta lista en el marco del principio de progresividad no es limitativa, sino más bien enunciativa,
pues a ella se agregan otros elementos que hacen al debido proceso como garantía general y que
derivan del desarrollo doctrinal y jurisprudencial de éste como medio para asegurar la realización del
valor justicia, en ese sentido, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en la Opinión
Consultiva OC-16/99 de 1 de octubre de 1999, ha manifestado: «En opinión de esta Corte, para que
exista “debido proceso legal” es preciso que un justiciable pueda hacer valer sus derechos y defender
sus intereses en forma efectiva y en condiciones de igualdad procesal con otros justiciables. Al efecto,
es útil recordar que el proceso es un medio para asegurar, en la mayor medida posible, la solución
justa de una controversia. A ese fin atiende el conjunto de actos de diversas características
generalmente reunidos bajo el concepto de debido proceso legal. El desarrollo histórico del proceso,
consecuente con la protección del individuo y la realización de la justicia, ha traído consigo la
incorporación de nuevos derechos procesales. (…) Es así como se ha establecido, en forma progresiva,
el aparato de las garantías judiciales que recoge el artículo 14 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos, al que pueden y deben agregarse, bajo el mismo concepto, otras garantías
aportadas por diversos instrumentos del Derecho Internacional».

Al margen de los entendimientos jurisprudenciales antes citados, es imperante precisar que a la luz de
teoría constitucional contemporánea, la garantía de presunción de inocencia como componente del
derecho al debido proceso, disciplinada por el art. 116.I de la CPE, en una terminología acorde con
los postulados del Estado Constitucional de Derecho, debe ser denominada como garantía del ‘Estado
de Inocencia’, ya que en instancias jurisdiccionales, administrativas o corporativas, sin que exista un
juicio previo, no opera una simple presunción de inocencia, sino un verdadero estado de inocencia.

En este contexto, al ser el Estado de inocencia un elemento específico del debido proceso, de acuerdo
al objeto y causa de la presente acción de inconstitucionalidad concreta, corresponde desarrollar el
contenido esencial de esta garantía para luego determinar su irradiación en los procesos
disciplinarios a ser desarrollados en el Órgano Judicial” (las negrillas son nuestras).

III.3. Ahora bien, con esas premisas es que corresponde analizar las normas demandadas de
inconstitucionalidad; a ese efecto, disgregaremos las mismas en dos temas, el primero referido a la
impugnación al art. 188.I.1 de la LOJ, que junto al art. 208.III de la misma ley, configuran el mandato
normativo demandado, pues la primera de ellas, expone que es una falta gravísima y por ello causal de
destitución del funcionario judicial, la siguiente omisión:

“Cuando no se excuse del conocimiento de un proceso, estando comprendido en alguna de las causales
previstas por ley, o cuando continuare con su tramitación, habiéndose probado recusación en su
contra”.

En ese orden, lo que demanda la accionante, es la tipificación de la falta gravísima descrita, así como
su consecuencia; es decir, la sanción emergente consistente en la destitución del cargo de autoridad
judicial; de tal modo que el cuestionamiento de la accionante es a la tipificación, como falta gravísima,
de la omisión en el deber de excusa o apartamiento del juez de un caso concreto, que resulta
sancionado con la destitución del cargo, por considerar ese hecho desproporcionado, así como a su
posterior sanción, que también califica de exagerada, debiendo ser analizados esos extremos. Aclarando
la demanda, la mención al art. 208.III de la LOJ, sólo es para relacionarla con la norma del art. 188.I.1
de la misma Ley y argumentar la desproporción de la sanción, más no se demanda la
inconstitucionalidad del art. 208.III pues esta es una norma de aplicación general a muchos supuestos,
por ello e interpretando la demanda, corresponde analizar sólo la concreta tipificación del art. 188.I.1
de La LOJ.

A ese efecto, en relación a la falta gravísima descrita dos párrafos atrás, se tipifica como tal la omisión
en el deber de excusa existiendo alguna de las causales previstas por ley, o no apartarse del
conocimiento de un caso habiéndose probado recusación en su contra, respecto de la cual el Presidente
de la Asamblea Legislativa Plurinacional afirma que ha sido emitida para la protección y resguardo del
derecho a un juez imparcial, puesto que las causales de excusa y recusación tiene ese objetivo
fundamental, explicación de la cual se colige que el bien jurídico protegido es la imparcialidad judicial.

Pues bien, la imparcialidad judicial como bien jurídico protegido por la norma demandada, encuentra
su manifestación constitucional en las normas del art. 178.I de la CPE, que a tiempo de exponer los
principios que rigen la función de impartir justicia determina que la imparcialidad de los jueces es uno
de ellos; revisada la jurisprudencia constitucional, se tiene que conforme a la SC 0491/2003-R de 15 de
abril, “…Juez imparcial aquel que decida la controversia judicial sometida a su conocimiento exento
de todo interés o relación personal con el problema, manteniendo una posición objetiva al momento de
adoptar su decisión y emitir la resolución…”.

En ese orden de ideas, la imparcialidad judicial, protegida por la norma sometida a examen de
constitucionalidad, supone que el juez decida las causas librado de todo interés personal con el
problema, para asegurar el mínimo de objetividad posible, en tal sentido, se cometerá la falta gravísima
ahora denunciada cuando se quebrante la imparcialidad judicial, por omisión de excusarse del tema
concreto, y teniendo interés o relación personal con el tema que se discute, pierda objetividad por ese
interés personal.

Desde otra perspectiva, las normas que prevén las causales de excusa y de recusación, tiene un carácter
previsor, puesto que para evitar que el juzgador pierda objetividad por tener interés en el pleito, le
otorgan la posibilidad de anunciar ese interés y apartarse del proceso, imponiendo esa obligación
ineludible, pues el incumplimiento de ese deber es sancionado por la norma ahora demandada de
inconstitucionalidad.

Ahora bien, para solventar la denuncia de inconstitucionalidad expuesta por la accionante, es necesario
someter a test de proporcionalidad la tipificación explicada precedentemente; a ese efecto, recordemos
que conforme ha sido expuesto en el Fundamento Jurídico III.1 de esta Sentencia Constitucional
Plurinacional, son tres las interrogantes a responder; la adecuación, la necesidad y la proporcionalidad
stricto sensu.

Respecto a la adecuación de la tipificación en estudio para el fin perseguido, se tiene que siendo el fin
perseguido garantizar que todo juzgador participe en los procesos judiciales en calidad de autoridad
liberado de todo interés personal sobre el asunto, para lo cual tiene el deber de excusarse; es apropiado
que de no hacerlo se le imponga una sanción, puesto que caso contrario el deber de excusa o
apartamiento del conocimiento del caso concreto, quedaría en una norma declarativa y librada a la
discrecionalidad del juez o funcionario judicial, quitando al Estado la posibilidad de garantizar la
imparcialidad judicial y con ello la objetividad del juzgador, repercutiendo todo en una amenaza a la
función de impartir justicia, por lo que se identifica adecuación entre la norma demandada y el fin
buscado por la misma, que no es otra cosa que garantizar la imparcialidad del juzgador de cada trámite
judicial.

La necesidad de la medida o norma ahora demandada es el segundo supuesto que se debe responder en
el test de proporcionalidad; a ese efecto, se tiene que se debe verificar que no exista otro medio menos
gravoso de otros principios constitucionales que el que se pretende resguardar; por ello debemos
recordar una vez más que el principio resguardado es la imparcialidad del juez, para lo cual se impone
responsabilidad por el deber de excusa omitido; en ese orden, se tiene que se impone responsabilidad
disciplinaria por incumplir las normas que garantizan la objetividad del juzgador, lo que puede
sacrificar algunos derechos de los jueces, como el derecho al trabajo y a la estabilidad laboral, además
de la garantía de la independencia judicial como es la carrera judicial, conforme al art. 178.II.1 de la
CPE.

El análisis de la onerosidad o intensidad del gravamen establecido por la norma analizada depende de
que no exista otro medio menos gravoso para garantizar, en este caso la imparcialidad judicial; a ese
efecto, la primera conclusión es que el legislador mediante la norma demandada, ha establecido que es
una falta disciplinaria gravísima del juez, no excusarse del conocimiento de un asunto existiendo
causales para ello.

Ahora bien, en este punto, corresponde recordar que el legislador ha previsto niveles de responsabilidad
y sanciones de forma proporcional a los bienes jurídicos protegidos y a la intensidad de la gravedad que
conlleva cada una de las faltas disciplinarias; así, existen faltas leves, otras graves y finalmente las
gravísimas, las primeras destinadas a la tipificación de acciones que son merecedoras de una
amonestación; las segundas, acreedoras de suspensión temporal; y finalmente aquellas que se sanciona
con la destitución del cargo; estructura de la que se colige que estas últimas deben corresponder a
acciones que son agudamente lesivas de los bienes jurídicos protegidos por vía disciplinaria, y que
causan daño irreversible a la función judicial en cada caso concreto o en general; es decir, que siendo la
destitución una sanción definitiva en contra del juez, separando a esta persona de la función
jurisdiccional, sólo debe ser impuesta en casos en los cuales el daño causado a la función judicial es de
tal magnitud que haya suprimido alguno de los principios en la función de impartir justicia previstos
por la Constitución Política del Estado, y en grado tal que esa supresión haya provocado que el
principio constitucional resulte inaplicado, vulnerado o imposibilitado de asistir al caso concreto; sólo
de ese modo, cuando el acto indisciplinario ha tenido la intensidad de suprimir alguno de los principios
constitucionales de la función de impartir justicia, es proporcional la sanción de destitución del juez.

A efectos de aclarar lo expuesto, se debe exponer que en ningún caso las decisiones o sentencias que en
el ámbito jurisdiccional emitan las autoridades jurisdiccionales, pueden dar lugar a sanción alguna,
puesto que el principio de independencia judicial previsto por las normas del art. 178.I de la CPE,
supone, entre otros aspectos, la libre apreciación y resolución del caso concreto por parte de cada juez,
sin estar reatado más que a su conciencia y a los elementos aportados por las partes, emitiendo en base
a los mismos su decisión, misma que se constituye en inimputable desde la perspectiva de la
responsabilidad del juzgador, dicho de otro modo, ningún juez puede ser sujeto a proceso disciplinario,
penal, civil ni de ninguna otra índole, por las expresiones contenidas en sus resoluciones,
interpretaciones de la ley o por sus fallos, pues amenazarlos, cuestionarlos o procesarlos mediante la
vía disciplinaria o penal, es someter a la actividad jurisdiccional a una inaceptable presión externa
lesiva de la independencia judicial.

En consecuencia, corresponde ahora verificar que la norma demandada sea necesaria por no existir otro
medio para garantizar el principio de imparcialidad del juzgador, a ese efecto, se tiene que la
tipificación de la omisión de excusa como falta gravísima, es una norma que pretende garantizar la
imparcialidad del juzgador; empero, del análisis de las normas existentes en el plexo jurídico nacional,
se verifica que no es el único medio para lograr tal objetivo, puesto que las normas procesales y en base
a la ley orgánica judicial, también consagran el instituto de la recusación, como un medio adecuado
para suplir la inadvertencia de la causal de excusa; es decir, que no sólo ante la omisión del deber de
excusa, sino desde el primer momento de todo proceso, las partes tienen la posibilidad de recusar a los
jueces, instituto jurídico por medio del cual el legislador protege el principio de imparcialidad del
juzgador, conclusión que autoriza a este Tribunal afirmar que la tipificación de la omisión de excusa
como falta gravísima y con ello como causal de destitución de los jueces, no es necesaria, puesto que
existen otros medios, que sacrifican menos los derechos de los jueces, y que son igual de útiles para
alcanzar el fin perseguido, por lo que la norma demandada, cuando estatuye como una falta
disciplinaria gravísima la omisión de excusa de los jueces, comete una transgresión al principio de
proporcionalidad, el que es parte del principio de legalidad que proclama que toda sanción debe basarse
en ley anterior, y que debe cumplir con el requisito de la proporcionalidad, pues de no hacerlo,
quebranta el debido proceso en su naturaleza sustantiva, cual es la de buscar un orden sancionador justo
y equitativo, en el que cada persona recibe por sus actos una sanción proporcional, lo que no ocurre en
el caso en estudio, en el que la tipificación de la omisión de excusa como falta gravísima contra la
función de impartir justicia, ha sido un exceso legislativo, puesto que existen otros medios para la
preservación del principio de imparcialidad en el cumplimiento de la función de impartir justicia, como
la recusación.

Como ha sido expuesto, las normas del art. 188.I.1 de la LOJ, al disponer: “Cuando no se excuse del
conocimiento de un proceso, estando comprendido en alguna de las causales previstas por ley…”,
comete inconstitucionalidad por exceso y con ello vulneración del principio de proporcionalidad de la
sanción que es parte del principio de legalidad y del de debido proceso en su faceta sustantiva; por los
argumentos ya expuestos.

No obstante lo anotado, la segunda parte del mencionado artículo, que dispone: “…o cuando continuare
con su tramitación, habiéndose probado recusación en su contra”; no contiene la misma desproporción,
puesto que la realidad emergente de la omisión de excusa, ante lo cual las partes tienen la posibilidad
de la recusación, resulta diferente y menos lesiva que la persistencia del juez en el conocimiento de un
caso cuando ha sido probada la recusación en su contra, puesto que ante esta otra situación, no existe
otro medio para defender el principio de imparcialidad judicial, por lo que se abre para el legislador la
posibilidad de imponer las sanciones apropiadas, que de acuerdo a la intensidad del principio de
imparcialidad, puede ser la máxima sanción en vía disciplinaria.

Pues bien, conforme a los razonamientos expuestos, si bien la tipificación como falta disciplinaria de la
omisión de excusa, es inconstitucional por lesión al principio de legalidad inmerso en el debido proceso
y en el art. 116.II de la CPE,así como del principio de proporcionalidad de la sanción también
componente del debido proceso y del principio de legalidad; la norma demandada no incurre en la
misma inconstitucionalidad, en la segunda parte, cuando tipifica y sanciona la continuidad de la
tramitación de un proceso, habiéndose probada recusación en contra del juez, pues a partir de la
comprobación de la existencia de causal de recusación, la imparcialidad de la autoridad recusada es
inexistente, razón por la que debe apartarse del proceso, pues al no hacerlo fractura el principio
constitucional y no existe otro medio más que la amenaza de sanción gravísima para recuperar el
equilibrio procesal emergente de la asistencia al caso de un juzgador no imparcial. Por lo expuesto, la
norma demandada debe ser declara constitucional en su segunda parte.

III.4. De otro lado, la accionante demanda de inconstitucionalidad también las normas del art. 196.II de
la LOJ; empero, este Tribunal ha emitido la SCP 1462/2013 de 21 de agosto; mediante la cual se ha
determinado la constitucionalidad de la norma demandada; por lo que no es viable una nueva demanda
al respecto.

Aquí conviene reiterar que la acción de inconstitucionalidad concreta es el instrumento adecuado para
la defensa de la vigencia material de la Constitución Política del Estado, encontrando regulación tanto
en la Constitución Política del Estado, como en las leyes de desarrollo de la función de control de
constitucionalidad.

Es así que las normas del art. 203 de la CPE, determinan que las sentencias emitidas por el Tribunal
Constitucional Plurinacional son de carácter vinculante y de cumplimiento obligatorio, contra ellas no
cabe recurso ordinario ulterior alguno, mandato del cual se extrae que, de la función de control de
constitucionalidad que cumple la instancia concentrada creada por el constituyente, emerge la cosa
juzgada constitucional, que a su vez significa la irrevisabilidad de las sentencias constitucionales, su
inmodificabilidad así como su vinculación obligatoria a todas las personas y autoridades del Estado
Plurinacional de Bolivia; una segunda consecuencia, es la improcedencia de nuevas demandas cuando
ya se ha emitido una resolución constitucional respecto de un tema concreto.

De su lado, las normas del Código Procesal Constitucional también regulan la naturaleza de las
sentencias constitucionales y la cosa juzgada constitucional; así, el art. 15 del CPCo, dispone lo
siguiente:

“I. Las sentencias, declaraciones y autos del Tribunal Constitucional Plurinacional son de
cumplimiento obligatorio para las partes intervinientes en un proceso constitucional; excepto las
dictadas en las acciones de inconstitucionalidad y recurso contra tributos que tienen efecto general.

II. Las razones jurídicas de la decisión, en las resoluciones emitidas por el Tribunal Constitucional
Plurinacional constituyen jurisprudencia y tienen carácter vinculante para los Órganos del poder
público, legisladores, autoridades, tribunales y particulares”.

También respecto a la naturaleza de las sentencias constitucionales plurinacionales, las normas del art.
78 del CPCo, discriminan las consecuencias emergentes de cada forma de resolución que emita la
jurisdicción constitucional, al establecer las siguientes reglas:

“I. La sentencia podrá declarar la constitucionalidad o inconstitucionalidad de la Ley, Estatuto


Autonómico, Carta Orgánica, Decreto, ordenanza y cualquier género de resolución no judicial.

II. La sentencia que declare:

1. La constitucionalidad de una norma contenida en una Ley, Estatuto Autonómico, Carta Orgánica,
Decreto, ordenanza y cualquier género de -resolución no judicial, hace improcedente una nueva
demanda de inconstitucionalidad contra la misma norma, siempre y cuando se trate del mismo objeto o
causay se argumente los mismos preceptos constitucionales impugnados.

2. La inconstitucionalidad de una norma tendrá valor de cosa juzgada y sus fundamentos jurídicos
serán de carácter vinculante y general.

3. La inconstitucionalidad total de una norma legal impugnada tendrá efecto abrogatorio sobre ella.

4. La inconstitucionalidad parcial de una norma legal impugnada tendrá efecto derogatorio de los
Artículos o parte de éstos, sobre los que hubiera recaído la declaratoria de inconstitucionalidad y
seguirán vigentes los restantes.

5. La inconstitucionalidad de otros preceptos que sean conexos o concordantes con la norma legal
impugnada que deberán ser referidos de forma expresa, en cuyo caso tendrán los mismos efectos que
en lo principal”.

La precisión de las reglas respecto de las consecuencias de las sentencias constitucionales


plurinacionales, releva de cualquier labor interpretativa, ya que de modo expreso se ha dispuesto la
actuación que se espera de este Tribunal Constitucional, cuando existe una sentencia constitucional que
se ocupó de un mismo tema con antelación, en ocasión de repetirse una demanda similar y contra el
mismo artículo o norma legal.

Así, la regla del art. 78.II.2 del CPCo, impone que la declaración de inconstitucionalidad de una norma
legal mediante una sentencia constitucional plurinacional, concibe la cosa juzgada constitucional, lo
que además supone la derogatoria de la misma, conforme al siguiente numeral del mismo artículo, ello
implica que la norma ha dejado de tener vigencia material; lo que provoca que toda demanda posterior
sea inútil por tener por objeto algo inexistente, lo que la inviabiliza por completo.

Ahora bien, dado el caso de nuevas demandas sobre una norma que ya fue objeto de control y
declarada inconstitucional, la jurisprudencia ha explicado que deben ser declaradas improcedentes,
excepto cuando aún mantengan sus efectos, así el AC 0047/2005-CA de 27 de enero, manifestó lo
siguiente:

“...el control normativo de constitucionalidad se ejerce sobre las normas vigentes que tengan vida en
el ordenamiento jurídico del Estado; ahora bien, en la doctrina constitucional, así como en la
jurisprudencia comparada, entre ellas la alemana, española o colombiana, para citar algunos casos,
reconocen que excepcionalmente procede el control normativo de constitucionalidad contra las
normas no vigentes; empero, la condición es que las mismas, a pesar de no estar vigentes
formalmente, todavía producen efectos jurídicos...”.

En consecuencia, para el caso de que la sentencia constitucional plurinacional previa, declare


constitucional el precepto demandado, será posible una nueva demanda de inconstitucionalidad,
siempre y cuando no se trate del mismo objeto o causay no se argumente la vulneración de los mismos
preceptos constitucionales.

Ahora bien, en el caso concreto, se demanda la inconstitucionalidad de las normas del art. 196.II
de la LOJ, centrando la fuerza argumentativa de la acción en la vulneración del derecho al juez
imparcial, conflicto jurídico constitucional resuelto por la SCP 1462/2013;

“El tenor literal ahora cuestionado del art. 196.II de la LOJ, en su contenido normativo dispone que:
‘la Jueza o el Juez Disciplinario, de manera directa, practicará las diligencias necesarias, a fin de
recabar los elementos de convicción útiles para la comprobación del hecho denunciado’.

En primer lugar y de acuerdo a una pauta exegética de interpretación y en una descomposición


temática de contenidos de la disposición normativa analizada, se tiene que la frase ahora cuestionada,
tiene dos partes esenciales: i) La atribución de recolección probatoria directa asignada a los jueces
disciplinarios; y, ii) La finalidad de dicha atribución, que siguiendo el tenor literal de la disposición
ahora analizada, no es otra que la de recolectar elementos que generen convicción en el juez
disciplinario para la verificación de los hechos.

En el orden de ideas mencionado, los dos elementos de la norma descompuestos; es decir, la


atribución de recolección probatoria directa y la finalidad de la misma, deberán ser interpretados a
través de la pauta ‘desde y conforme a la Constitución’ para establecer su conformidad o posible
incompatibilidad de contenido con el bloque de constitucionalidad imperante.

Así las cosas, debe desarrollarse el test de constitucionalidad del art. 196.II de la LOJ, en este
contexto y para efectos del pertinente contraste constitucional, es preciso destacar que en el
Fundamento Jurídico III.6 de la presente Sentencia Constitucional Plurinacional, se señaló que el
principio de verdad material forma parte del bloque de constitucionalidad imperante y debe irradiar
de contenido todos los ámbitos de la vida jurídica, en este marco, se afirmó también que para el
ejercicio de la potestad disciplinaria, el principio de verdad material, como pauta directriz inserta en
el bloque de constitucionalidad, asegura el cumplimiento eficaz de valores plurales supremos como
ser el de justicia, entre otros, ya que en aplicación del mismo, la autoridad jurisdiccional o
disciplinaria tiene roles destinados a la consolidación de una amplia recolección probatoria
destinada a la búsqueda de medios destinados a desvirtuar o sustentar objetivamente los actos u
omisiones atribuidas al procesado.

En este marco, el primer elemento fáctico-normativo descompuesto del art. 196.II; es decir, aquel que
establece la atribución de recolección probatoria directa asignada a los jueces disciplinarios, tiene
génesis en el principio de verdad material antes desarrollado y en mérito al alcance de dicho
principio, el segundo elemento fáctico normativo descompuesto del art. 196.II, o sea, decir la
finalidad de dicha atribución encomendada a los Jueces Disciplinarios, responde también al
contenido del principio de verdad material, por lo que la facultad de recolección probatoria directa ,
está destinada no solamente a sustentar una posible responsabilidad, sino también a desvirtuarla,
aspecto íntimamente relacionado con valores plurales supremos como ser la justicia o igualdad entre
otros.

Ahora bien, en el Fundamento Jurídico III.6 de la presente Sentencia Constitucional Plurinacional, se


señaló también que en el Estado Constitucional de Derecho, el principio de verdad material, tiene un
límite objetivo: La vigencia y respeto del principio de ‘bilateralidad del impulso’, postulado que
encuentra razón de ser en el proceso justo y que se configura como un eje directriz propio de un
sistema procedimental democrático, en virtud del cual, se asegura la publicidad de los actos
impulsados por la autoridad encargada del procesamiento disciplinario, aspectos que aseguran la
plena vigencia del principio de contradicción y un tratamiento igualitario.

En este marco, en el Fundamento Jurídico III.6 de este fallo constitucional, se señaló que el principio
de contradicción, asegura que el procesado, conozca de manera real y efectiva todas las actuaciones
impulsadas por el juzgador disciplinario para poder así rebatirlas y ejercer un amplio derecho a la
defensa, aspecto que condice plenamente con el Estado Constitucional de Derecho.

Por lo expuesto, el primer supuesto fáctico-normativo descompuesto del art. 196.II de la LOJ, que
encomienda a los jueces disciplinarios el rol de recolección probatoria directa y cuya génesis es el
principio de verdad material tal cual se señaló, para una armonía con el bloque de
constitucionalidad imperante, debe enmarcarse al principio de bilateralidad de impulso, ya que la
atribución encomendada por la disposición ahora cuestionada, debe ser ejercida asegurando un real
‘equilibrio armónico’ entre el ejercicio del principio de verdad material y el resguardo al principio
de bilateralidad del impulso, para asegurar así una verdadera vigencia del Estado Constitucional de
Derecho.

De acuerdo a lo señalado, el art. 196.II de la LOJ, en la frase ahora cuestionada, es acorde al bloque
de constitucionalidad imperante en la medida en la cual el ejercicio encomendado por dicha
disposición a los jueces disciplinarios, sea ejercida en el marco del equilibrio armónico entre el
principio de verdad material y el principio de bilateralidad de impulso”.
Conforme ha sido anotado, en el caso presente existe cosa juzgada constitucional, por lo que no
es admisible un nuevo juicio de inconstitucionalidad de las normas del art. 196.II de la LOJ, máxime,
siendo los mismos argumentos los expuestos por el accionante, que aquellos resueltos por la referida
Sentencia Constitucional Plurinacional, por lo que corresponde declarar la improcedencia de la acción
de inconstitucionalidad concreta en lo referido al art. 196.II de la LOJ.

POR TANTO

La Sala Plena del Tribunal Constitucional Plurinacional, en virtud de la jurisdicción y competencia que
le confieren la Constitución Política del Estado y el art. 12.2 de la Ley del Tribunal Constitucional
Plurinacional, resuelve declarar:

1° La InconstitucionalIDAD de la frase: “Cuando no se excuse del conocimiento de un proceso,


estando comprendido en alguna de las causales previstas por ley…”; del art. 188.I.1 de la Ley del
Órgano Judicial; quedando la norma redactada de la siguiente manera: “Cuando continuare con su
tramitación (del proceso), habiéndose probado recusación en su contra”;

2° La IMPROCEDENCIA de la demanda de inconstitucionalidad del art. 196.II de la Ley del Órgano


Judicial.

3° La CONSTITUCIONALIDAD del art. 208.III de la Ley del Órgano Judicial.

4º Notifíquese a la Asamblea Legislativa Plurinacional.

Regístrese, notifiqué y publíquese en la gaceta Constitucional Plurinacional.

No interviene el Presidente, Dr. Ruddy José Flores Monterrey por estar declarado en misión oficial y
los Magistrados, Dr. Efren Choque Capuma y la Dra. Neldy Virginia Andrade Martínez, por ser ambos
de voto disidente.

Fdo. Soraida Rosario Chánez Chire


MAGISTRADA
Fdo. Dra. Mirtha Camacho Quiroga
MAGISTRADA
Fdo. Dra. Ligia Mónica Velásquez Castaños
MAGISTRADA
Fdo. Tata Gualberto Cusi Mamani
MAGISTRADO

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