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SIGLO XIX
En la lectura se mencionan los derechos que podemos tener como habitantes del Estado, en
nuestro caso en B.C. S si somos nacidos en esta region, si nuestros padres nacieron en baja
california sur o en otra parte de la republica, o si somos nacidos en el extranjero pero los padres
son mexicanos que no hayan perdido el derecho de la ciudadanía, como hijos o procedientes
somos merecedores de oportunidades en el territorio mexicano.
Todas las constituciones Estatales siguen el mismo criterio, un ejemplo seria, el Estado de Chiapas
ya que cabe mencionar que los habitantes de esta región se dividen en dos, unos serian los
chiapanecos y los ciudadanos, los chiapanecos vendrían siendo los extranjeros que actualmente
son vecinos del Estado.
Los ciudadanos con los habitantes nacidos en cierto Estado y los vecinos son las persona que
migran de un Estado a otro y por consecuencia no llegan a poseer ese derecho de ser vecino, por
no contar con un tiempo determinado viviendo en cierto Estado.
Los ciudadanos son los nacidos y avecinados en todo el Estado chiapaneco, lo mismo acontece en
otros Estados del norte como Sonora, Coahuila entre otros. Se menciona que para ser vecino se
podría poner de ejemplo nuestro Estado de Baja California, es aquella persona que tenga viviendo
en nuestro territorio al menos un año y deberá ser poseedor de un arte o profesión, otro aspecto
es que deberá ser dueño de alguna propiedad de al menos 6,000 pesos.
Estos requisitos son tomados en cuenta, para que alguna persona pueda ser vecino en nuestro
Estado.
En este caso el vecino es un elemento básico en nuestra sociedad y la cedula esencial vendría
siendo el padre de familia, ya que es el encargado en colaboración de la madre, de proporcionar
buenas hábitos, valores, costumbres, cultura etc. Los cuales van enfocados a crear buenos
prospectos en cuanto una educación para los hijos. Siendo capaces de tener las herramientas
necesarios para formar y ser participe dentro de una sociedad.
Es relevante mencionar que en una región para poder llamar vecindad o vecinos, tiene que
cumplir un modo honesto de vivir, tener un trabajo, contribuir con lo que marca la ley.
Para terminar menciona que la comunidad territorial vendría siendo el ayuntamiento, que son los
encargados de velar por los intereses de los ciudadanos de una determinada región.
Dándole un enfoque educativo considero que todos los conceptos (vecino, ciudadano,
ayuntamiento etc.) vienen a tener una gran repercusión en la región.
Tener una diversidad de alumnos me permite enriquecer la propia practica docente y sobre todo
me incita a tener que investigar sobre los asy pecto de vida de cada uno de mis alumnos. Con el fin
de comprender aspectos económicos, sociales, políticos, religioso, culturales e históricos de los
niños. Y saber como docente en qué momento o situaciones pueden ser los niños
una oportunidad para enriquecer alguna actividad.
25SEP
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Un último problema al cual también se hará referencia, es el de las identidades, esto es, ¿cuál es el
grado de identificación de la población con la nación en gestación?
En ella se marca el énfasis en un discurso unificador que, me atrevo a calificar, en algunos de sus
seguidores más conspicuos tiene un carácter inminente.
La existencia de realidades sociales, culturales y económicas tan diversas heredadas del período
colonial contribuyó a complicar las posibilidades de construir la nación.
Uno de los temas fundamentales que se analizaron fue el explorar acerca de la existencia de una
identidad criolla y los primeros pasos para la formación de una conciencia nacional privilegiando el
estudio de autores y políticos.
Siguiendo a Brading:
Mientras que en Peril la via hacia el pasado indígena estaba bloqueada por la supervivencia de la
nobleza, en México los intelectuales criollos, especialmente el clero, expropiaron ese pasado para
ellos mismos librarse de España. Los temas que caracterizan el patriotismo criollo –
neoaztequismos, guadalupanismo y el repudio a la conquista- fluyeron directamente hacia el
nacionalismo mexicano. La fuerza de esta tradición distinguiría la ideología de la insurgencia
mexicana de los demás movimientos contemporáneos que se registraron en América del Sur.10
Al respecto habría que hace hincapié en el interés que existe de la historia social y del estudio de
las mentalidades para profundizar en el problema desde una perspectiva colectiva y ya no tan sólo
individual.
En periodos de auge nos revelan una problemática más que sugerente acerca de los intereses que
se generaron, lo que se tradujo en diferentes expresiones que sin duda no se contemplan en los
discursos unificadores y generales que la historia de las ideas privilegió.
e) Lo étnico
Al respecto, estudios como los de Eric Van Young nos muestran una faceta más del problema. Este
autor señala que en relación con las comunidades indígenas se aprecian a finales de la colonia
tendencias contradictorias en la sociedad campesina indígena; por un lado se intensifica -
aparentemente en contraposición- se fortalece y sobrevive la corporación, particularmente de los
propietarios indígenas.
En la primera década del México independiente fue complejo y difícil de abordar el problema de
las identidades en una nación en construcción, fue necesario tomar en cuenta que estaban frente
a una multiplicidad de identidades, en la medida en que la realidad sociopolítica fortalece y
estimula los regionalismos y diferencias, queriéndonos decir que estamos regidos por el
movimiento político de acuerdo a sus necesidades y conveniencias, por lo mismo fue difícil
establecer un patrón único que defina al conjunto, pero es necesario como punto de partida la
presencia de múltiples condicionantes geográficos, culturales, políticos y étnicos que
contribuyeron a diferenciar espacios como los de la provincias e intendencias novohispanos.
Toda esta problemática está estrechamente ligada con la construcción de la nación y sus orígenes
históricos, dicha problemática abre nuevas perspectivas en los terrenos de la historia social y
regional, pero también se sigue mencionando el de la política, y particularmente en el ámbito
administrativo político y todas las identidades que lo conllevan.
Para abordad dichos problemas parten de la construcción de la nación y su propia historia, en ella
se pueden distinguir tres etapas fundamentales las cuales son , la conformación de la idea de la
nación, la difusión de un sentimiento nacional y el paso a la organización de la nación.
La existencia de realidades sociales, culturales y económicas tan diversas heredadas del periodo
colonial contribuyó a complicar las posibilidades de construir la nación. La obsesión por la nación
es una vivencia directa en tanto que su referente fundamental era una nueva España integrada
que consideraban como la semilla de la nueva nación independiente.
La presencia indígena era un lastre que cargaba el nuevo país, ya que su atraso impedía su
incorporación a una nación que se reconocía en la tradición hispánica, así Alamán escribía:
“En países que carecen de homogeneidad en la masa de su población, y que por esto, más bien
que una nación, son una reunión de diferente origen y que pretenden tener diversos derechos,
esta diversidad no se funda solo en leyes, sino que procede de la naturaleza” pág. 115
En este apartado los autores nos narran algunos estudios que analizaron con mas interés y se
encuentran testimonios que pueden ser considerados como parte de los orígenes del
nacionalismo y que son muestra de un patriotismo criollo, cuyo sustento principal era la exaltación
del pasado indígena, la denigración de la conquista etc. Pero dichos análisis tienen sus limitantes,
por lo que también es indispensable abordar el estudio de las realidades locales y regionales, pero
enfocadas desde una perspectiva más compleja que no pierde de vista el funcionamiento real de
la sociedad.
Más adelante nos hablan de que el territorio novohispano sufre modificaciones importantes
durante el siglo XVIII que no alteraron del todo la organización pasada pero si modificaron algunas
cuestiones administrativas, también nos habla de la cantidad de personas que Vivian en la nueva
España como solían llamar al territorio mexicano la lectura es un recuento de lo que paso en esa
época enfocándose de cómo se fue formando y los procesos y cambios de transformación por los
que tuvo que pasar una nación, como ya se menciono anteriormente los grupos étnicos no
estaban del todo conformes porque sentían que estaban eliminado sus tradiciones y bien o mal
vinieron a invadir su espacio, y se muestra que aumento el número de habitantes en diferentes
estados de la republica pero en exageración en solo 10 años. Una nueva nación es ahí donde se
edifican los estados que conformarían la federación, primero como diputaciones provisionales y
posteriormente como estados, con este cambio el territorio mexicano adquirió una nueva
característica al convertirse en criterio fundamental para la representación política, es decir cobró
un nuevo significado.
El autor resalta cómo en sus principios el regionalismo jugó un papel de conciencia regional que
desembocaría en el movimiento de independencia y a la postre en una guerra civil a través de la
cual se buscaba configurar un proyecto de nación. Afirma que para consolidar el Estado mexicano
se tuvo que recurrir a la conjugación de los intereses locales con los nacionales. En este proceso
los dirigentes políticos apelaban a lo nacional mi entras que las elites locales hacían un reclamo y
defensa histórica de la participación regional.
En la siguientes páginas deseamos explorar hasta qué punto las identidades territoriales
constituyen un factor político en México. No el único ni el más importante, pero susceptible de ser
potenciado por otros conflictos centrales que cruzan 4 la sociedad mexicana. Creemos que la
existencia de, una sociedad regional constituye un marco y casi un instrumento que diversas clases
sociales han podido utilizar sucesivamente para sus fines políticos. En tales. Reivindicaciones se
entrelazan regionalismos burgueses y conservadurismos populares, pero también manifestaciones
de autodefensa que en determinadas ocasiones clan lugar a expresiones sociales y políticas de
profunda radicalidad.
Historia de un ombligo
El país no nació de la convergencia de una serie de regiones que poco a poco se fueron dotando de
un centro begemónico y una unidad política mayor. Por el contrario, la preeminencia de la ciudad
de México ha sido una constante desde el principio.
El desarrollo de gran parte del territorio nacional, y sus respectivos grupos, históricamente ha
estado vinculado al desarrollo de un mercado, una comunidad y un Estado nacional. Esto es
particularmente observable durante el porfiriato y a todo lo largo del presente siglo.
En el principio va el centro
La explotación y control de la población indígena requirió del establecimiento de una vasta orga-
nización técnica y política. La elección de Tenochtitlan como cimiento de la nueva sociedad
responde a esta necesidad. El sitio, además de una ubicación estratégica en el centro del mundo
indígena, gozaDel de una estructura preexistente de tributación que, en un primer momento, los
españoles aprovecharon del viejo imperio azteca.
Sin embargo, la colonización y la ocupación del territorio durante la Colonia comenzarían a gestar
grupos de interés regional. Las reformas borbónicas alentaron la conformación de estos grupos y
su enfrentamiento con la burocracia civil, religiosa y militar de la capital (David Brading, 1975). El
trabajo de Eric Wolf sobre el Bajío (1972) ilustra en qué medida el desarrollo de una conciencia
regional entre diversos grupos sociales del Bajío, constituyó un elemento central para explicar las
luchas insurgentes.
El resultado fue una permanente guerra civil apenas interrumpida por el inicio de un nuevo
gobierno. La incapacidad de las oligarquías para encontrar una fórmula viable de alianza política
significó en la práctica la carencia de un Estado reemplazante de la administración colonial. La
ausencia de un eje ordenador propició la fragmentación de la vida económica, social y política del
país. En este marco de fragmentación económica, luchas civiles y disputa por proyectos
alternativos de Estado, las identidades de base territorial comenzarían a adquirir mayor
sustancialidad. Los grupos de poder regionales y en general las corrientes Federalistas recogieron
los sentimientos de pertenencia local y parroquial ismo y los dotaron de un impulso político. La
constitución de estados federados y el reclamo a su soberanía fueron la contraparte del desarrollo
de una conciencia regional.
UN CENTRALISMO MATIZADO.
En este punto cabría preguntarse las modalidades que asumen las relaciones entre las oligarquías
regionales y el Estado porfirista. Es obvio que dicha articulación varía de región en región,
dependiendo de un cúmulo de factores: las funciones que adopta la región con respecto al
mercado interno y externo; la posibilidad de las oligarquías regionales de articularse directamente
al capital externo (ejemplo Yucatán); el grado de hegemonía de los grupos dominantes locales
sobre la formación política y social regional.
En algunas regiones dicha resistencia dio lugar a insurrecciones de amplia envergadura. Por lo
general los grupos revolucionarios recurrieron a la movilización popular para quebrar la base de
poder de las élites locales. El agrarismo y la sindicalización proporcionaron una base social para los
proyectos de recambio político regional. En la mayoría de los casos el proceso culminó en una
recomposición de la relación entre poderes locales y poder central, siempre a favor de este
Último.
LA NACIONALIZACION DE LA PROVINCIA
Dentro de este esquema, la situación de cada estado, y al interior de cada entidad, presenta
muchas peculiaridades. Hay gobernadores débiles y gobernantes fuertes; regiones con posiciones
de fuerza y regiones absolutamente subordinadas; grupos de poder regional con capacidad de
negociar frente a los intereses foráneos y regiones que son territorio inerme frente a tales
intereses. Por una parte, el contraste reside en la importancia económica de la región y el grado
de articulación de los grupos que regentean la acumulación regional. A ese respecto destacan
aquellas zonas vinculadas a la exportación o a los intereses del capital transnacional, sin pasar por
la mediación de las élites nacionales.
Por otra parte, la fuerza de una región, y de sus dirigencias locales, frente al centro se encuentra
en el grado de cohesión de la propia regionalidad.
En las zonas de agricultura temporalera y tradicional las formas de organización política son muy
diversas. Las peculiaridades de cada región matizan fuertemente cualquier caracterización
general, pero pueden distinguirse los siguientes elementos: diversas modalidades de caciquismo;
preeminencia de una burguesía rural asentada en ciudades medias y pequeñas, que se apropia y
traslada a los circuitos urbanos los excedentes locales, vía la intermediación, acaparamiento,
comercio de implemento e insumos, transporte y agiotismo; el papel mediatizador de las centrales
campesinas y de la institución ejidal como aparato de estado; el involucramiento de los
funcionarios de las agencias públicas en la vida política de la comunidad rural.
Pero el control de los recursos y las decisiones ha constituido también un poderoso instrumento
de la burocracia central en la relación a las burguesías regionales. No sólo por la relación de fuerza
que otorgan estos recursos, sino por la potencialidad que mantiene el Estado para movilizar a los
sectores populares locales sin pasar por la mediación de estas burguesías.
Un viejo axioma político señala que los sujetos se constituyen en la lucha (no son entidades
preexistentes a ésta). El horizonte político regional revela hasta qué punto la premisa sigue siendo
vigente: la pobreza de escenarios de confrontación explica en parte la ausencia de actores
organizados de los grupos subordinados. Todo conflicto pasa por el Estado y no por la
confrontación diametral de los grupos locales. Con su enorme constelación de recursos el Estado
central es capaz de mediatizar, postergar, cooptar, atomizar y eventualmente reprimir las
demandas e impugnaciones.
Paradójicamente, pese a la profunda desigualdad social que acusan amplias regiones del país, en
términos políticos la configuración clasista se encuentra sumamente desdibujada. La ausencia de
conflictos canalizados regionalmente inhibe la identificación entre los distintos miembros de las
clases trabajadoras y, en esa medida, limita su expresión política.
Extrañamente, las políticas de descentralización han acentuado este descrédito. En parte por la
presión de los grupos regionales, pero sobre todo por la crisis fiscal y administrativa del Estado, el
centro ha intentado devolver a los gobiernos locales el control de algunos servicios y recursos.
Este ha sido uno de los huevos de la política económica más cacareados en los últimos tres
sexenios. Los resultados han sido insuficientes, por decir lo menos. A la postre las expectativas
generadas por tales programas han provocado más frustraciones en los grupos locales que el
centralismo desembozado de épocas anteriores.
El problema de estas políticas es de origen. Por una parte la dirigencia nacional busca
desembrazarse de servicios y obra pública de difícil administración, sin replantear las relaciones de
poder entre los grupos locales y los nacionales. Por otra parte, mediante estas políticas, el Estado
central ha buscado un mayor involucramiento e incorporación de las élites regionales a la política
oficial, pero se ha visto maniatado por su profunda desconfianza en la fidelidad política y en la
capacidad técnica de los grupos locales.
La premisa “nación vs. regiones” es el fondo una falsa oposición. Pero políticamente tendrá
sentido en tanto que un parte de los grupos regionales perciban en la sociedad nacional una
amenaza secular a sus intereses. Es menos una crisis de nacionalidad que de liderazgo de la
comunidad nacional. En todo caso lo que está en discusión es la relación de los miembros de esta
comunidad y el papel del Estado central como articulador de la misma.
JORGE ZEPEDA
En la lectura, el Autor nos deja ver como Las regiones dependen de la nación y esta última de las
primeras, esta dependencia no es totalmente sana y constructiva en muchas ocasiones, pues
resultan unas más beneficiadas que las otras, considerando que la historia, la política y la
economía son aspectos que favorecen, de manera desigual a entidades y regiones, es decir, con
base en su importancia política o económica, es como serán tomados en cuenta.
Las regiones, han hecho siempre un reclamo y defensa de su historia, con el fin de tener una
participación en la historia nacional. Se habla de una cultura política dentro de la sociedad
nacional pues el aspecto político es un factor que permite caracterizar o delimitar territorios por
regiones especificando o etiquetando por partidos políticos, aunque todo está regido por el
poder de la federación, eso queda claro, y es llamado Estado central, esto se refiere a la
centralización que ha sido y será una situación que siempre prevalecerá, puesto que
gobernantes de estados- regiones, terminan por llegar al Estado central, para encontrar y
obtener beneficios para su territorio y para ellos mismos, algo que no es desconocidos para las
personas que vivimos en los cabos , ya que se ven los derroches de algunos políticos , cuando
hace falta tanto en materia de educación pero esto parece no ser visto . Ahora bien,
considerando la incidencia y la importancia de la economía y política en el estado, nación y
regiones, la historia como ya se había mencionado, también tiene repercusiones, ya que si bien
es cierto hablando de las provincias, algunas de estas han tenido trascendencia por hechos
políticos, históricos, económicos que en ella han sucedido, es así, como la provincia pasa a ser
una protagonista central en los grandes procesos nacionales.
La historia de México, es la que se extrae de los procesos compatibles que forman a la nación, al
Estado, a las regiones, es así como se entiende que, es en un inicio que se forma o se funda una
sociedad mexicana en el centro para de este se desprendan sus estados y regiones que la
conformen, sin perder
En definitiva existe y existirá un centralismo con poder, que sin lugar a dudas no sería fuerte
sino dependiera de regiones que lo hacen sustancial, debido a las exigencias que ambos
requieren, Jorge Zepeda, quiso con esta lectura recalcarnos lo determinantes que son los
aspectos políticos, económicos y sociales, para delimitar, clasificar o caracterizar a un Estado-
Nación, capaz y fortalecido.
Con el primer ejemplo, relacionado con la identidad y la etnia, muestra que al etnia no puede ser
definida exclusivamente a partir de las relaciones sociales personales concretes, ya que es una
categoría abstractas que supone un modelo de grupo social. A algunas etnias se las ha identificado
como unidades campesinas indígenas; sin embargo, esta circunstancia no es homogénea. Así,
aunque en algún momento el Estado ha reconocido 52 etnias indígenas, ello solo hace alusión a
millares de comunidades en todo el territorio y no señala los procesos históricos que les dan
identidad y que finalmente las definen. En la perspectiva del discurso del Estado mientras estos
grupos no generen su identidad como tales, con base en relaciones de pertenencia y exclusión,
seguirán siendo utilizados como temática del discurso teórico.
Con el segundo ejemplo presentado, relativo a una identidad nacional que aparece como
obligatoria, el autor muestra otro nivel del problema de la identidad. Señala que se han elaborado
diferentes definiciones sobre el contenido de identidad nacional desde la perspectiva de los
antropólogos, pero con base en su análisis considera que las definiciones que se han dodo sobre la
identidad nacional son un conjunto vacío, con el que se puede estar de acuerdo o no, pero que
mientras no contengan un contenido empírico resulta ocioso hablar de identidad concreta o
proceso histórico concreto.
La identidad, “las identidades son atributos de todo ser social”. No existe individuo o grupo que no
participe de la identidad.
La identidad significa en primera instancia pertenencia, y por lo tanto exclusión: “la pertenencia y
la exclusión son condiciones de toda existencia social”.
No deben confundirse por lo tanto la identidad como fenómeno asumido, con las identidades que
pueden surgir de criterios clasificatorios externos, particularmente los que devienen de los de-
nominados marcos teóricos.
En base a estas seis consideraciones básicas puede acotar mínimamente el fenómeno identitario y
asimismo me permite diseñar, para propósitos analíticos un “piano de las identidades”.
Este “piano de las identidades” está pensado como una primera guía de análisis del fenómeno
identitario, no es por supuesto una metodología para su investigación y estudio, es un primer
intento de aproximación que permitiera en los trabajos sucesivos un acercamiento, en tal sentido
es claro que presenta más problemas e interrogaciones que los que se resuelven en este trabajo.
PLANO DE IDENTIDAD
Relaciones sociales
Comunidad barrio personales
Relaciones sociales
EtniaRegión
abstractas (teóricas)
(aztequismo,
Clase
(relaciones sociales guadalupismo,
Actividad productiva obligatorias) priísmo)
Estrato
Nación
Planeta
Universo
otras
El carácter contradictorio que pueden asumir los diferentes niveles de identidad entre sí en la
práctica cotidiana. Contradicción que puede darse en el individuo o en el grupo o contradicción
que puede darse en la cabeza de los analistas.
Es, a mi juicio, evidente que el análisis de la identidad debe ser una de las tareas fundamentales de
los antropólogos contemporáneos es a mi juicio también evidente que la tarea es compleja y que
requiere de un trabajo de investigación concreta, reflexión y análisis teórico importante.
Dos ejemplos me voy a permitir desarrollar en primera instancia para problematizar las
proposiciones anteriores.
De acuerdo a él, la etnia se encuentra fuera de la dimensión de las relaciones sociales personales
concretas; es por lo tanto una categoría de adscripción abstracta, que requiere de una voluntad de
participación para poder expresarse como modelo de una agrupación humana, y esto debe ser
verificable en la investigación, debe significar una serie de atributos compartidos (temas de
identidad) explícita y específicamente.
Por lo demás en nuestro caso, la organización de los indios de manera autónoma estuvo prohibida
desde el fin de la revolución pasta 1934, en que el presidente Cárdenas permitió e impulso la
creación de los “Congresos de Raza”, cuyo objetivo, según ciertos analistas, correspondía con un
intento estatal por separar a los indígenas de las organizaciones campesinas.
Parece ser que es éste el periodo en el cual la noción de etnia inicia su camino exitoso en la
discusión nacional y sin duda como brazo derecho del “indigenismo paternalista”.
Las polémicas más recientes al respecto han puesto en cuestión el asunto de la identidad étnica, a
partir de la denominada “identidad de clase”.
De acuerdo al piano propuesto, ésta, la identidad de clase es un nivel específico de la identidad,
diferente del nivel étnico; aquella, tiene determinaciones específicas, -temas de la identidad-
surgidas de la ubicación concreta que como clase tendrían en la estructura productiva de la
sociedad, precisamente en las relaciones de producción. En el caso de la supuesta “identidad de
clase campesina”, los problemas son aún más complejos, ya que teóricamente el campesinado no
constituye histórica y estructuralmente una dase; es decir, que no puede generar una “identidad
de clase” (aun en el caso extremo que se considerara a los campesinos “clase en si”,
históricamente nunca han transitado de clase”). Cuando se adentra uno más en las polémicas, co-
mo por ejemplo, la que vienen desarrollando desde hace varios años los llamados
“etnopopulistas” vs. los “etnomarxistas” se explícita más el nivel de confusión.
Los etnopopulistas (EP) postulan la permanencia de la identidad étnica, específica de Gala grupo a
través del tiempo y a través de las diversas formas sociales. Sin definir los contenidos de esta
identidad étnica que permanece; se ha planteado que la lengua puede ser el “índice sintético de la
etnicidad”, la “matriz de identidad”.
Los etnomarxistas (EM), por su parte, plantean que la identidad cambia al cambiar la sociedad y
que lo único que permanece es la identidad contrastante o la alteridad étnica.
Desde otra perspectiva, se ha definida la identidad nacional como: “…la totalidad social que a
través de una comunidad de destino articula e integra a los hombres en una comunidad de
carácter”. Acotan los autores de esta cita que: .. “el carácter (resultante) no constituye ni una
substancia, ni un dato permanente sino una categoría, cuyo contenido está sujeto a constantes
cambios históricos; no es inmutable ni algo etéreo sino resultado de la historia.”
Ya que he formulado que es a partir de los “temas de la identidad”, que se puede analizar la
identidad nacional. ¿Cuáles serían esos temas, en el momento contemporáneo, que están en
peligro de desaparecer como fundamentos de la identidad nacional?
De manera arbitraria, no por orden de importancia, si no por facilidad de exploración escojo tres:
Otra vez las metas de la modernización se enfrentan a los principios de la identidad nacional, sin
solución de continuidad.
Hoy por hoy de manera preponderante hemos visto que un proceso de elecciones en donde se
cuestiona al PRI ha sido interpretado por amplios sectores de diversas ideologías como un peligro
para la identidad nacional.
Cualquier proceso de modernización implica necesariamente la distribución del poder entre los
grupos que mayoritariamente lo obtengan en las urnas, en elecciones libres. No es posible
continuar, si el objetivo es la modernización con situaciones confusas y emanadas en torno a quien
gala unas elecciones.
Si no somos capaces de desmitificar la igualdad, el priísmo es y será una de las trabas ideológicas
de la modernización En tal sentido si el priísmo es uno de los temas clave de la identidad nacional,
todo intento de modernización del país pone en peligro este núcleo temático.