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J. ÁNGEL BERGUA
1. Introducción
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Delgado (1999) ha descrito magníficamente ese estado de efervescencia
permanente que nos encontramos en la vida urbana informal y del que emergen
las tribus y las nuevas comunidades. «Lo urbano está constituido por todo lo que
se opone a cualquier cristalización estructural, puesto que es aleatorio, fluc-
tuante, fortuito (p. 25). Por eso las «realidades sociales» están enredadas «en
una tupida red de fluidos que se fusionan y licúan o que se fisionan y escinden,
en un espacio de las dispersiones, de las intermitencias» (p. 45).
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2. Lo simbólico
3. Lo imaginario
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De esta liberación definitiva de los signos resulta un grave problema polí-
tico. Si las ideologías críticas modernas apostaron por una libertad que consis-
tió en la actualización o reapropiación del valor suplantado por los signos (caso
del marxismo respecto al «trabajo socialmente necesario» que da valor a las
mercancías), ahora que tenemos conciencia de la desaparición de los valores
inmanentes aparece otra clase de libertad. De lo que se trata es de multiplicar
los sentidos de los signos, de in ventarlos incluso:«el desfondamiento que reco-
noce la frivolidad del valor se prolonga en un imaginario que prolonga la frivoli-
dad del valor» (Goux, 2000: 308).De ahí que para los postmodernos la vida se
convierta en material artístico y que la realidad se haya estetizado. A nivel ideo-
lógico el ascetismo revolucionario ha sido sustituido por el hedonismo estético.
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Maffesoli (1993b: 44) aún va más allá. “Gracias a ellas (las imágenes) las
sociedades sueñan y así recuperan una parte de ellas mismas de la cual habían
sido frustradas por una modernidad esencialmente racionalista.”
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jabergua@posta.unizar.es
5. Referencias bibliográficas