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http://perio.unlp.edu.ar/ojs/index.php/revistadejuventud/article/view/1483/1257
–Lo primero que habría que hacer es una distinción entre lo que podríamos llamar la
política formal, es decir, la relacionada con las asociaciones y/o partidos políticos, con
las cuestiones electorales o con las acciones gubernamentales que, quizá con excepción
de los comicios electorales que siguen convocando a los jóvenes de cuando en cuando,
el resto poco le dice a las nuevas generaciones, porque insisten en sus viejos y gastados
discursos, porque nunca cumplen sus promesas de campaña o porque están llenos de
acuerdos oscuros o relaciones vinculadas con la corrupción. Se puede decir que estamos
ante una constante de este tipo de extrañamientos juveniles en toda América Latina,
aunque habría que poner entre paréntesis los contextos venezolano, boliviano y cubano,
donde hay un vínculo más tradicional, donde persiste, según algunos, una visión
utilitarista de los movimientos juveniles. Esa parte formal de la política, me parece, cada
vez se aleja más de los horizontes y perspectivas de interés de los jóvenes en nuestro
continente.
Por el otro lado, está el lugar de la política como espacio de encuentro, de acuerdos, de
acciones con otros que pueden o no compartir mis perspectivas, pero que se busca
“hacer algo”, sea en el ámbito cultural, el medio ambiental, el de solidaridad, etc. Ahí
suceden cosas interesantes en torno a las manifestaciones o al trabajo que se hace desde
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y con los jóvenes. Esto pasa por este interés más por lo local que se combina con la
preocupación por el entorno o el contexto más amplio o virtual, por esa constitución de
identidades no territorializadas pero que implica el encuentro en zonas concretas, con
temáticas específicas, sean virtuales o mundializadas. El más claro ejemplo de este
interés, su mejor manifestación, son los movimientos globalizados, que algunos llaman
altermundistas y otros globalifóbicos, que de esto último no tienen nada porque su
acción está totalmente vinculada a lo mundial, ya que finalmente están preocupados por
temas comunes a nivel de aldea global. Es un asunto muy interesante porque estamos
ante posibilidades renovadas de la incidencia del trabajo juvenil en diversas áreas con
verdaderos impactos, aunque sea a nivel de opinión pública. Si articulamos esto con los
eventos locales, culturales, que la mayoría de las veces tienen una profunda carga
política, me parece que estamos ante nuevas vertientes de la participación política
ampliada de los jóvenes. Esos serían los dos campos que veo en torno a los jóvenes y la
política.
–Obviamente, siempre hay sectores que están vinculados a las instituciones políticas
formales, cada vez menos como militantes y más como simpatizantes, pero me parece
que en términos relativos es una proporción muy menor, lo cual no significa que tengan
menos acceso al poder o a la toma de decisiones, a veces es inversamente proporcional.
Pero, pensando en el impacto que tiene en las preocupaciones o cotidianidades
juveniles, creo que cada vez se alejan más.
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la mayoría de la sociedad, y que, no obstante su contenido eminentemente político, es
un movimiento que, cuando menos hasta el momento, se queda en el rechazo a lo
instituido, pero sin una alternativa concreta; aunque quizá aquí radica su atractivo.
Cuando menos en México, y creo que en otras partes es similar, empezó a estar presente
en las elecciones formales más recientes, pero sólo a manera de desdén a la política
formal.
Y yo diría que esta actitud se contagia o se extiende hacia la política pública
gubernamental que cada vez tiene menos impacto en el trabajo con los jóvenes;
contrariamente con lo que veíamos al inicio del milenio, hace diez años, cuando la
institucionalidad gubernamental dedicada a los jóvenes parecía que venía con un
renacimiento interesante. En cambio, en la actualidad, la institucionalidad juvenil está
prácticamente desaparecida. Si hacemos una revisión de los institutos de juventud en
América Latina, como quiera que se llamen, son instancias muy débiles, con un trabajo
con los jóvenes irrelevante por sus presupuestos y por la incidencia política que tienen.
Este es otro tema de esta política formal, que ya no se engarza con los jóvenes.
¿En qué sentido deberían pensarse las políticas públicas destinadas a los diferentes
jóvenes desde su punto de vista?
–Yo creo que las políticas públicas en su sentido más extenso y actual es un concepto
que se extiende cada vez más. Es una noción renovada en los temas de gobernanza
donde la participación social es muy importante en materia de presupuesto y demás
decisiones. La misma incidencia de políticas sociales instrumentadas desde las
organizaciones sociales de la sociedad civil, aunque acotadas en lo territorial, muestran
novedosas metodologías, etcétera. Pero en el tema de las políticas públicas juveniles se
presentan retrocesos radicales. Uno es esta baja incidencia de las políticas sociales que
provienen de los gobiernos. Como era de esperarse, la última crisis económica ha tenido
un impacto en las políticas sociales gubernamentales. Y dentro de estas, unas de las
primeras que se abandonan como tales son las políticas de jóvenes. No hay en este
momento en ningún lugar del continente una política pública destinada a jóvenes que se
pueda decir que es importante. Esto es, con un destino claro a la población joven como
lo fue hace diez años, con objetivos explícitos, donde hubo un florecimiento en los
aspectos de empleo o de participación comunitaria, o de construcción de la ciudadanía,
etcétera. Me parece que ahora esa política social está empequeñecida como lo ha hecho
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la política social en general de esta crisis. A cambio, ha florecido una nueva política que
tiene una perspectiva punitiva en torno a los jóvenes, que ve en el sector juvenil uno de
los grupos “peligrosos” de la sociedad. Y, por lo tanto, todas esas políticas de mano
dura, super dura, de persecución, donde sólo predomina el enfoque policial, que ya son
tradicionales en algunos países, ahora se están extendiendo en nuestro continente en
nuevos ámbitos como las escuelas, por ejemplo.
En el contexto de este panorama, las políticas de juventud, creo, deberían plantearse
como una reconceptualización hacia nuevos topos y manifestaciones de este siglo. En la
actualidad, muchas de las políticas sociales que se están elaborando en torno a los
jóvenes tienen todavía un resabio de la visión del siglo XX que fundamentalmente tuvo
un enfoque muy sectorial. Se hablaba de las políticas de salud y los jóvenes, la
educación y los jóvenes, la cultura y la juventud. Me parece que esto todavía no se ha
podido abandonar, a pesar de que estamos en contextos totalmente diferentes.
Entonces, esas políticas públicas se siguen pensando con este retraso conceptual. Este
rezago implica no entender las nuevas condiciones y manifestaciones de los jóvenes,
donde hay que incidir con otras políticas públicas. Así, deberíamos primero cambiar por
un enfoque mucho más complejo de la realidad, donde ya no podemos hablar de un solo
tema tomando un solo aspecto. Y, por otra, tendríamos que enfocarnos en
manifestaciones concretas. Por ejemplo, habría que considerar que uno de los aspectos
de la política de juventud que debería estar presente es el tema de la migración, los
efectos que esta produce, no sólo en los países de llegada, sino también en las regiones
expulsoras. El tema juvenil en este fenómeno se convierte en central por la cantidad de
población joven que está involucrada en este proceso, pero también por las
implicaciones cualitativas que tiene sobre las sociedades que sus jóvenes emigren. Así,
tenemos que estas poblaciones que se mueven han incrementado su nivel de
escolaridad, por lo tanto llegan con mejor capacitación y conocimientos a las zonas de
destino y al mismo tiempo “descobijan” sus lugares de origen. El asunto de la
escolaridad es una renovación. Otro elemento a tener en cuenta es que en muchos de
estos movimientos ya están colocadas mujeres jóvenes, lo cual modifica culturas,
familias, perspectivas. En este sentido, el tema migratorio, que no sólo es un tema de
empleo, sino un tema de derechos humanos, de ciudadanía, está vinculado con asuntos
de vivienda y de educación. Es decir, requiere un enfoque de política juvenil que
debería estar pensando de manera integral y específica. ¿Algún instituto de la juventud
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está haciendo algo en este sentido? Es más, ¿algún gobierno está pensando este
fenómeno social como un tema juvenil?...
Otro asunto que me parece también fundamental es el tema de lo que se ha llamado la
emancipación juvenil. Este es un proceso que antes era claramente transitorio en el peor
sentido de la palabra. La sociedad y las familias formaban a los niños y jóvenes para
convertirlos en adultos y se pensaba que “mientras aprendían” o “mientras adquirían
experiencia” era aceptable que tuvieran bajos salarios, que su empleo fuera inestable,
que no tuvieran las debidas prestaciones, etcétera; total, cuando crecieran, esto
cambiaría... Sin embargo, ahora es un proceso que se ha detenido. Los jóvenes se
quedan mucho más tiempo en la casa y sus opciones de trabajo, digo yo, ya no se
pueden entender como una forma de inserción laboral, porque habrá casos que nunca se
inserten de verdad al mercado laboral, sino que serán como intermitencias, una colega
dice “como pulsos”. Son como posiciones laborales intermitentes, que pueden durar tres
o seis meses y después quedarse sin trabajo el mismo lapso, y cuando vuelven será en
otra ocupación totalmente distinta a la anterior para lo cual la experiencia adquirida no
les sirve de nada. Este es el proceso de emancipación que se está modificando
radicalmente. Y ahí habría que pensar en políticas de juventud, dirigidas integralmente,
por ejemplo, a la institución familiar que también se ha transformado profundamente,
que a pesar de todos los intentos conservadores, de “defensa de LA familia (con
mayúsculas)”, es una estructura muy flexible que se ha ido adaptando a las nuevas
necesidades. Las familias se convierten ahora en la única institución, que sirve de
colchón para la inoperancia de las otras instituciones. En este sentido, una política para
jóvenes debería estar pensando en otras cosas que hacer concursos o conciertos de
música. ¿Qué harán las familias sosteniendo a sus hijos hasta los 35 o 40 años? ¿Qué
sucederá cuando los adultos pasen a la tercera edad y sus hijos nunca hayan tenido una
ocupación medianamente estable? Empezamos a ver en algunos sectores que estas
incertidumbres están provocando verdaderos retrocesos en los niveles de calidad de vida
de familias enteras, y estas cosas hay que enfrentarlas de manera puntual y a la vez
integral. Por eso hay que darle una vuelta total a los enfoques de políticas de juventud.
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–Creo que el sentido presentista se refiere a que el horizonte de futuro se les ha acercado
demasiado a los jóvenes en relación con lo que sucedía con generaciones anteriores, que
tenían oportunidad de soñar el futuro. Me parece que el “por-venir”, usando una
construcción muy derridiana, de los jóvenes está muy cercano al día de hoy, porque no
viene nada como expectativa. Cuando hemos realizado investigaciones y preguntamos a
los jóvenes cómo ven su futuro en cinco o diez años, no saben cómo estarán ni se lo
imaginan. En ocasiones, con mucho trabajo piensan lo que estarán haciendo la próxima
semana, porque “no tengo ni ocupación, ni ingresos, ni vivienda estables...”.
Este sentido presentista es un componente que ha modificado las capacidades de las
nuevas generaciones, en el sentido positivo y negativo. En el sentido negativo, porque
esta posibilidad de no imaginar futuro es bastante complicada como construcción de
proyecto de vida. Pero también esta nueva generación tiene cualidades y habilidades
distintas a las generaciones anteriores, porque finalmente ellos han estado inmersos en
este cambio permanente de condiciones y de posibilidades, lo que les otorga nuevas
capacidades y cualidades a las nuevas generaciones para adaptarse rápidamente y tener
elementos para enfrentar situaciones inesperadas.
Me parece que hay una nueva manera de ver el mundo que está atravesada por las
contradicciones de clase; donde se reúnen las antiguas desigualdades (pobreza, ingreso,
escolaridad, empleo, etcétera) con nuevas, las cuales se producen dentro de las mismas
categorías sociales. De esta manera, vemos que entre los universitarios, a los que de
alguna forma les iba mejor en el mercado de trabajo, ahora encontramos profesionistas
que tampoco tienen una ocupación o que pueden estar ganando una miseria al lado de
otros a los que les va mejor.
De esta manera, a pesar de que existe y persiste la importancia de la educación, este
deseo de aumentar la escolaridad pasa menos por un asunto de utilidad y más se refugia
en un asunto de prestigio y reconocimiento social: no importa para qué sirve, pero hay
que tenerlo. Este es uno de los ejemplos más claros de este presentismo. Los jóvenes se
quedan en la escuela no porque piensen que les vaya a servir para un futuro, sino –
estamos haciendo ahora una investigación sobre el tema– por otros motivos. Algunas
jóvenes dicen estar en la escuela porque les permite no estar en la casa y, por lo tanto,
no estar haciendo labores domésticas o cuidando a los hermanitos, o, simplemente, para
no estar aguantando a la mamá o al papá o a los abuelos. Tiene otro sentido estar en la
escuela, porque ahí se encuentran los/as amigos/as o los grupos de pares para
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interactuar, ahí se van a hacer lazos y enlaces, que, si bien siempre ha sido así, ahora
ocupa un lugar central.
Supongo también que este sentido presentista tiene que ver con otras situaciones o
condiciones. Por ejemplo, el asunto del narcotráfico, donde el tema de la duración de la
vida está ligado a la incertidumbre. El futuro se agota a la vuelta de la esquina, y contra-
parafraseando a Antonio Machado podríamos decir que para ellos: la vida es corta y
además no importa; y si lo juvenil tuvo su transformación fundamental con el
crecimiento de la expectativa de vida que se dio durante el siglo XX, ahora se ha
transformado de nuevo, cuando se reduce la expectativa de vida dados los altos niveles
de violencia, de incertidumbre e inseguridad pública, lo que genera que para los jóvenes
lo único real y concreto sea el presente, porque del pasado ni se acuerdan y el futuro ni
lo piensan; no saben si van a vivir mañana, y esto, creo, está vinculado no sólo con
sectores pauperizados, sino aún en sectores a los que antes no les llegaba este tipo de
situaciones.
En una de las investigaciones que realizamos, conversábamos con maestros de
educación media superior en México (de muchachos pre-universitarios), sobre todo en
la zona de frontera con Estados Unidos. Nos decían que era muy común que algunos
jóvenes desaparecieran desde dos semanas a tres meses, y que todo el mundo sabía a
dónde se iban. Volvían después de ese tiempo con buena ropa, autos..., es decir,
trabajaban de camellos, transportistas de drogas. Yo les preguntaba entonces para qué
seguían estudiando si su vínculo con ese tipo de actividades les aseguraba, cuando
menos en lo inmediato, un buen vivir, y respondían los maestros que la credencial de
estudiante era muy valiosa porque les quitaba el estigma de ser muchachos que no
hacían nada, e identificarlos como estudiantes los convertía automáticamente en
“buenos muchachos”. Y así es, la percepción del joven estudiante es por lo general de
un muchacho que estudia, con una valoración distinta del que no, que tiene una carga
social negativa. En este sentido, sectores juveniles que no se vinculaban con ese tipo de
cosas ahora lo hacen. Porque estamos hablando de jóvenes con educación media
superior o universitaria que están vinculados al narcotráfico como una opción de vida.
Es una opción cercana de un mercado de trabajo disponible para ellos, y para algunos es
quizás la única a la que tendrán acceso a pesar de los riesgos.
El tema del riesgo, por otro lado, es un tema cultural y vinculado con la edad. La
percepción del riesgo es diferente cuando hay jóvenes que han crecido en ese contexto.
En algunos casos, ya es la tercera generación que ha crecido en este ambiente, por lo
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cual se vuelve más natural. En este sentido, el futuro sólo está vinculado con el próximo
viaje/transportación que van a hacer. Y esto, creo, no sólo está vinculado con la
pobreza, sino con una opción de mercado de trabajo, de prestigio, de valoración.
De alguna manera, en lo que está diciendo, la educación aparece con menos peso
que la socialización entre los jóvenes en relación con la proyección del futuro.
–El tema educativo, si bien sigue siendo un eje de las preocupaciones en la mayoría de
los sectores, a mi parecer da cada vez menos en los extremos de la segmentación social.
Los jóvenes pauperizados no le encuentran sentido a estar en la escuela más que, como
vimos antes, por lo que les permite hacer en otras esferas; mientas que los jóvenes de
los sectores altos se están desvinculando del asunto educativo, pues tienen su futuro
asegurado y eso implica que no necesitan de la escuela, sino más bien experimentar
otras cosas. Esos dos extremos, los jóvenes de los sectores muy bajos y muy altos, creo,
son los más desilusionados y desafectados de la escuela. El resto de la sociedad sigue
pensando que la educación es un elemento central en su formación y sus posibilidades
de futuro. Esto, a pesar de que saben que no les va a servir como seguro de nada llegar a
la educación superior.
No obstante, sigue en pie una valoración desde aspectos del proyecto moderno...
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El tema de Ciudad Juárez en la frontera entre México y Estados Unidos, ya famosa por
desgracia debido a las mujeres jóvenes que aparecieron asesinadas hace años, ahora
vuelve a ser noticia porque hace poco hubo otra matanza de jóvenes que estaban en una
fiesta privada en su casa y fueron ametrallados. Sólo festejaban los quince años de una
de ellas, y llegaron otros y los balacearon. Lo primero que dijo el presidente Felipe
Calderón fue que seguro se trató de un ajuste de cuentas entre narcotraficantes; pero en
realidad eran muchachos preparatorianos, pre-universitarios, que estaban en una fiesta
familiar. Con lo cual se muestra que, si ya no pueden ir a los bares o discotecas porque
es muy peligroso en esa ciudad, ahora tampoco pueden divertirse en una casa, porque
también los matan. Mientras que el gobierno, para lavarse las manos y evadir su
responsabilidad, lo atribuye simplemente a la delincuencia organizada.
Una de las cosas que precisamente llaman la atención en Ciudad Juárez, región de
grandes maquiladoras, muy importante hace diez años, es que al analizar las tasas de
desempleo juvenil por sexo, la desocupación femenina es cero, mientras que desempleo
juvenil masculino es altísimo, consecuencia de que las maquilas emplean
fundamentalmente a jóvenes mujeres. En este contexto, mi hipótesis es que la agresión a
las mujeres se relaciona con la transformación social que esto generó. Los sábados en
las maquilas es día de pago. Entonces, uno ve en las salidas de las fábricas, recargados
en las paredes del frente, a grupos de jóvenes que esperan que sus parejas salgan del día
de pago. En algunos casos se puede ver que las muchachas salen y en seguida les
entregan a ellos el sobre con el pago. Pero, independientemente del enfoque de género a
que sometamos esta situación, hay algo que estamos olvidando y es que a todos estos
jóvenes varones, desde que eran niños, se les dijo que ellos iban a ser los proveedores,
los jefes de hogar, e iban a llevar el dinero a la casa. Pero, llegado ese momento, no lo
pueden hacer porque no tienen empleo y, por lo tanto, dinero; mientras que quienes
tienen el dinero y la ocupación son las mujeres. Por lo que se puede prever que hay una
gran frustración en el sector masculino joven porque no están cumpliendo lo que se les
dijo que tenían que cumplir. Y, a pesar de todos los avances que han hecho las mujeres,
los varones seguimos teniendo una cierta primacía en el uso de la fuerza física, por lo
que, en este contexto de frustración, los sectores masculinos juveniles pueden percibir
que el único elemento que les queda para mostrar el dominio sobre las mujeres está
precisamente en el uso de esta fuerza. De ahí viene todo este contexto de violencia en
esa zona fronteriza mexicana. Estamos generando una gran frustración en los jóvenes
varones que encuentran como su única manifestación de resistencia la agresión física.
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Así, las políticas públicas deben tener en cuenta esto: los efectos de las
transformaciones sociales donde hay un sector masculino muy frustrado. El asunto de la
masculinidad está muy difuso, por lo que habría que preguntarse: ¿qué significa ser
varón en esta sociedad?
–Puede tener varios aspectos, si tomamos algunos datos. Por un lado, algo que ya se ha
dicho muchas veces, una vuelta a lo individual, aunque me parece que en los países
latinoamericanos no se vuelve a lo individual de la misma manera como sucede en los
países europeos o en Estados Unidos, que es un individualismo recortado de lo social.
En nuestros países, esta vuelta pasa por estructuras comunitarias. Somos sociedades
donde el tema comunitario sigue siendo importante en las tomas de decisiones. Este es
un elemento que transforma las estructuras de participación. Por ejemplo, el tema
religioso puede ser un canal de participación muy importante. De hecho, desde las
comunidades eclesiales de base de los años ochenta, la participación de los jóvenes en
este campo fue trascendental; aunque sin esa parte crítica, que fue la teología de la
liberación, ahora me parece que hay un elemento que está vinculado con lo mágico, y
ante la incertidumbre que representa la experiencia cotidiana cuando el mundo se
mueve, diría Mafalda, hay que agarrarse de algo fijo, y ahí la religión se vuelve
importante. El gran crecimiento de lo que se llaman sectas o nuevas iglesias puede ser
una muestra de esta implosión o participación que, finalmente, también es política, la
califiquemos positiva o negativamente. En México y en Centroamérica, hay
acontecimientos donde la transformación de las profesiones de fe han quebrado y
enfrentado entre sí a comunidades rurales. El tema religioso está en la base de los
conflictos regionales más importantes del nuevo siglo, y los jóvenes son un sector
directamente involucrado.
La otra perspectiva es la de los movimientos más vinculados a lo cultural o al uso de las
tecnologías. Por ejemplo, la famosa anécdota del movimiento de los “pingüinos”
(estudiantes de secundaria) en Chile de hace algunos años, cuando, mientras celebraban
acuerdos con el Ministerio de Educación, pidieron consultar a la base antes de
responder, entonces, sacaron su teléfono móvil y enviaron un mensaje que casi
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inmediatamente empezó a ser contestado por todos los demás participantes del
movimiento. En mi generación, consultar a la base era organizar asambleas
interminables... Como vemos, las tecnologías también modifican la participación
política. El movimiento del voto en blanco es otro ejemplo; se produjo, cuando menos
en México, reuniendo los dos elementos: lo virtual y lo juvenil. Otro aspecto es el tema
global, donde la participación por asuntos medioambientales es un tema que importa y
preocupa sobremanera a las nuevas generaciones. Son, en síntesis, formas de
participación que, por lo general, la política formal desconoce.
Los temas del siglo XXI en torno a lo juvenil han cambiado radicalmente. Y han
cambiado porque lo político no es lo que tradicionalmente considerábamos político en
sentido estricto. Temas como el narcotráfico, la violencia o la delincuencia organizada
no pasan sólo por temas policíacos, sino que tienen que ver con mercados de trabajo,
con culturas, con sentir que existe un sentido como miembros de una comunidad, así sea
delincuencial. Tenemos un mundo diferente.
Pero los ámbitos de decisión política hoy siguen siendo los mismos de tiempos
pasados...
–Por desgracia sí, pero creo que también empiezan a pasar por otros lados. Y aquí hay
que hacer una distinción entre riesgo y peligro. Peligro es una situación en la que no
puedes intervenir, sucede de repente, puede ser decisión de otro y pocas veces lo puedes
prever. El riesgo, en cambio, es una decisión que tú tomas consiente o
inconscientemente, informado o no, es un elemento que olvidamos. Así que, en lugar de
que las políticas públicas intenten “proteger a los jóvenes”, resabio del enfoque de las
políticas infantiles, las nuevas generaciones deberían estar educadas en el riesgo. Con
los jóvenes, esa protección se debe transformar en participación a partir de una
formación para asumir riesgos. Lo que deberíamos estar haciendo los adultos es
educando en el riesgo y no protegiendo. En esta vida todo es así. Enamorarse es un
riesgo, pero es un riesgo que hay que tomar para poder disfrutar todo lo que significa
eso.
La sociedad está construida bajo un sistema de riesgos. Debemos formar para tomar
decisiones propias, individuales y colectivas, responsables o arriesgadas, pero tomar
decisiones es central y ahí empezaríamos a quitarles el poder a los que siempre han
tomado decisiones por nosotros y han convertido el riesgo en peligro, porque no
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participamos en esas tomas de decisión. Creo que, nos guste o no a los adultos, las
nuevas generaciones tienen que tomar riesgos, pero como tales y no como peligros. En
ese sentido, ellos deben estar involucrados con las decisiones que los afectan. Si no
participan en esa construcción de condiciones nuevas para ellos, sólo es peligro porque
nunca tuvieron oportunidad de decidir por eso. Quizá aquí radique lo central de la nueva
política...
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CAPITULO I
SER JOVEN EN MÉXICO: CONCEPTO Y CONTEXTO
El aspecto teórico en torno al significado del término “juventud”, siempre ha sido visto
como un campo secundario, tanto en el tema de las políticas de juventud, donde quienes
toman decisiones lo consideran poco relevante al momento de diseñar acciones; como en el
ámbito académico, donde pocas investigaciones abordan este reto, complejo para ser
resuelto conceptualmente, sobre los límites y significados de lo juvenil. En ambos casos la
opción preferida es establecer rangos de edad para delimitar el universo por atender o por
estudiar.
De todas formas, la no explicitación de este aspecto central, no significa que tanto
en los programas como en las investigaciones no quede subyacente la visión que cada uno
de ellos posee en torno a las y los jóvenes. En este capítulo se abordarán algunos elementos
fundamentales que tienen relación directa con la construcción conceptual de lo juvenil, y su
importancia en la construcción de políticas públicas.
1 Pierre Bourdieu. “La ‘juventud’ no es más que una palabra”, en Sociología y Cultura, CONACULTA-Grijalbo, Colección
Los Noventa, México, 1990, pp. 163-173.
2 José Manuel Valenzuela, “Culturas juveniles. Identidades transitorias”, JOVENes. Revista de Estudios sobre Juventud,
SEP, Causa Joven-CIEJ, Cuarta época, Año 1, núm. 3, México, enero-marzo, 1997, pp. 12-35. José Manuel Valenzuela,
El color de las sombras. Chicanos, identidad y racismos, El COLEF-UIA, México, 1998.
• Un concepto relacional. Sólo adquiere sentido dentro de un contexto social más amplio
y en su relación con lo no juvenil (la interacción con categorías como las de género,
étnicas, de clase social, etcétera).
• Históricamente construido. No ha significado lo mismo ser joven ahora que hace veinte
años, el contexto social, económico y político configura características concretas sobre
el vivir y percibir lo joven.
• Es situacional. Por lo que responde sólo a contextos bien definidos, en tanto se debe
evitar las generalizaciones, que hacen perder lo concreto y específico de cada caso.
• Es representado. Pues sobre lo juvenil se dan procesos de disputa y negociación entre
las “hetero-representaciones” (elaboradas por agentes o instituciones sociales externos a
los jóvenes) y las auto-percepciones de los mismos jóvenes. En algunos casos ambas
coincidirán, en otros se establecerán relaciones conflictivas o de negociación, donde se
delimita quiénes pertenecen al grupo juvenil y quiénes quedan excluidos.
• Cambiante. Se construye y reconstruye permanentemente en la interacción social, por lo
tanto, no está delimitado linealmente por los procesos económicos o de otro tipo, y
aunque éstos inciden, el aspecto central tiene que ver con procesos de significado.
• Se produce en lo cotidiano. Sus ámbitos de referencia son íntimos, cercanos, familiares:
los barrios, la escuela, el trabajo, etcétera.
• Pero también puede producirse en “lo imaginado”. Donde las comunidades de
referencia tienen que ver con la música, los estilos, la internet, etcétera.
• Se construye en relaciones de poder. Definidas por condiciones de dominación /
subalteridad o de centralidad / periferia, donde la relación de desigualdad no implica
siempre el conflicto, pues también se dan procesos complejos de complementariedad,
rechazo, superposición o negación.
• Es transitoria. Donde los tiempos biológicos y sociales del joven o la joven en lo
individual, los integran o expulsan de la condición juvenil, a diferencia de las
identidades estructuradas / estructurantes que son perdurables (como las de clase,
étnicas, nacionales, de género).
3 Carles Feixa, El reloj de Arena. Culturas juveniles en México, SEP, Causa Joven-CIEJ, Colección JOVENes núm. 4,
México, 1998.
• La cultura hegemónica. Que refleja la distribución del poder cultural a escala de la
sociedad más amplia. La relación de los jóvenes con la cultura dominante está
mediatizada por las diversas instancias en las cuales este poder se transmite y se
negocia: escuela, sistema productivo, ejército, medios de comunicación, órganos de
control social, etcétera. Frente a estas instancias, los jóvenes establecen relaciones
contradictorias de integración y conflicto, que cambian con el tiempo. Las culturas
juveniles provenientes de una misma cultura parental pueden negociar de forma
diferente sus relaciones con la cultura hegemónica: las culturas juveniles obreras
pueden adoptar soluciones adaptativas (el “buen estudiante”, el “chico trabajador”) o
disidentes (el “chavo banda”, el “punk”); las culturas juveniles de clase media pueden
seguir itinerarios normativos (“situarse”) o contestatarios (“rebelarse”).
• Las culturas parentales. Que pueden considerarse como las grandes redes culturales,
definidas fundamentalmente por identidades étnicas y de clase, en el seno de las cuales
se desarrollan las culturas juveniles. Las culturas parentales establecen las normas de
conducta y valores vigentes en el medio social de origen de los jóvenes. Pero no se
limitan a la relación directa entre “padres” e “hijos”, sino a un conjunto más amplio de
interacciones cotidianas entre miembros de generaciones diferentes: en el seno de la
familia, el vecindario, la escuela local, las redes de amistad, las organizaciones
asociativas, etcétera. Mediante la socialización primaria, el joven interioriza elementos
culturales básicos (uso de la lengua, roles sexuales, formas de sociabilidad,
comportamiento no verbal, criterios estéticos, criterios de adscripción étnica, etcétera),
que luego utiliza en la elaboración de estilos de vida propios.
• Las culturas generacionales. Este ámbito se refiere a la experiencia específica que los
jóvenes adquieren en el seno de espacios institucionales (la escuela, el trabajo, los
medios de comunicación), de espacios parentales (la familia, el vecindario) y, sobre
todo de espacios de ocio (la calle, el baile, los locales de diversión). En estos ámbitos
circunscritos, el joven se encuentra con otros jóvenes y empieza a identificarse con
determinados comportamientos y valores, diferentes a los vigentes en el mundo adulto.
Como se advirtió más arriba, las “culturas juveniles” no son homogéneas ni estáticas: las
fronteras son laxas y los intercambios entre los diversos estilos numerosos. Los jóvenes no
acostumbran identificarse siempre con un mismo estilo, sino que reciben influencias de
varios y, a menudo construyen un estilo propio. Todo ello depende de los gustos estéticos y
musicales, pero también de los grupos primarios con quienes el joven se relaciona.
A un nivel más cotidiano, las “culturas juveniles” pueden analizarse desde dos
perspectivas:
• En el plano de las condiciones sociales. Entendidas como el conjunto de derechos y
obligaciones que definen la identidad del joven en el seno de una estructura social
determinada; las culturas juveniles se construyen con materiales provenientes de las
identidades generacionales, de género, clase, etnia y territorio.
• En el plano de las imágenes culturales. Entendidas como el conjunto de atributos
ideológicos y simbólicos asignados y/o apropiados por los jóvenes; las culturas
juveniles se traducen en estilos más o menos visibles, que integran elementos materiales
e inmateriales heterogéneos, provenientes de la moda, la música, el lenguaje, las
prácticas culturales y las actividades focales.
Por otra parte, una contribución importante de la investigación sobre juventud al reto de
diseñar proyectos o programas, es la que propone situarse en las lógicas de producción de
sentido de los propios jóvenes y entender desde ahí, cómo y con qué están haciendo frente a
las experiencias fragmentadas, en las que se ha roto la unidad y continuidad de su mundo
de vida. En este sentido, los referentes de estas nuevas identidades juveniles se articulan y
organizan en torno a los más variados objetos, creencias, estéticas y consumos culturales de
acuerdo al sexo, nivel socioeconómico, región de pertenencia y el grado de escolaridad.
Este proceso se hace por la vía de la agrupación, de la identificación “con” y/o de la
diferenciación “de”. 4
Esta multiplicidad de referentes ha producido una ruptura entre las prácticas y su
sentido, en lo que se podría llamar una “implosión” que erosiona el tejido social y
desarticula las expectativas juveniles en torno a cuestiones como el matrimonio, la
paternidad, el trabajo, la política, etcétera. El deterioro de estos mecanismos de integración
de la sociedad actual, hace que los jóvenes solo tengan certidumbre de la incertidumbre,
donde sus trayectorias de vida están sujetas a los avatares de un sistema de instituciones, la
mayoría de las veces, distantes.
Precisamente, leer las representaciones y prácticas juveniles como “metáforas del
cambio social” es romper con interpretaciones lineales, que permiten “hacer hablar”, al
conjunto de elementos que entre los jóvenes apuntan a nuevas concepciones de la política,
de lo social, de la cultura en lo general; al mismo tiempo que en lo particular, reeditan los
modos de relación con el cuerpo, con los elementos mágico-religiosos y con las
instituciones.
Tres son los ámbitos desde donde las y los jóvenes han adquirido visibilidad social
en las sociedades actuales, y desde donde se han elaborado, las concepciones
predominantes en torno a ellos:
• Las instituciones de socialización. Sea por afirmación o negación, su paso, permanencia
o expulsión en la familia, la escuela, el barrio, la comunidad, etcétera, y las relaciones
de subordinación o conflicto que se establezcan, determinarán las estrategias y actitudes
institucionales que se generen en torno a ellos, para cada una de estas esferas
institucionales.
• El conjunto de políticas y normas jurídicas que definen su estatus ciudadano. A partir
del cual se clasifican las competencias y atributos que una sociedad particular considera
deseables en las generaciones de relevo, estableciendo los criterios de protección y/o
castigo, así como de límites sobre quien puede ser considerado joven, que la mayoría de
las veces se define por negación u oposición a “lo adulto”.
• El consumo o acceso a bienes simbólicos y a productos culturales. A diferencia de los
dos anteriores, este ámbito ha consolidado sus dominios a partir de una
conceptualización activa del sujeto juvenil, generando espacios para la producción,
reconocimiento e inclusión de la diversidad de las culturas juveniles. De aquí el papel
protagónico que ha adquirido lo cultural en todas las esferas de la vida juvenil,
4 Rossana Reguillo, “Las tribus juveniles en tiempos de la modernidad” en Revista de Estudios sobre las Culturas
Contemporáneas, Universidad de Colima, Vol. V, núm. 15, marzo de 1993, pp. 171-184. Rossana Reguillo, “Culturas
juveniles. Producir la identidad: un mapa de interacciones”, JOVENes. Revista de Estudios sobre Juventud, Cuarta
época, Año 2, núm. 5, SEP, Causa Joven-CIEJ, julio-diciembre 1997, pp.12-31. Rossana Reguillo, “El año dos mil,
ética, política y estéticas: imaginarios, adscripciones y prácticas juveniles. Caso mexicano”, en Viviendo a toda.
Jóvenes, territorios culturales y nuevas sensibilidades. Universidad Central-DIUC/Siglo del Hombre Editores, Bogotá,
1998, pp. 57-82.
subordinando a los demás aspectos que conforman la identidad. No obstante, la alta
incidencia que tienen las llamadas industrias culturales, que distorsionan y
mercantilizan este espacio.
Estos tres procesos que hacen visible a lo juvenil, hacen que “la edad” como criterio de
diferenciación adquiera una densidad que no se agote en lo biológico, en lo psicológico o
en lo demográfico, pues abre una diversidad no sólo entre sociedades distintas, sino al
interior de una misma, en función de los lugares que las y los jóvenes ocupan en ella.
Estamos entonces, ante una profunda recomposición de lo que significa “ser joven”, que
implica desde la exterioridad (institucional o de adultez), buscar y comprender los sentidos
que animan a los diversos sectores juveniles y sus colectivos, agrupaciones, organizaciones
o “acuerpamientos” (como concepto menos cargado de pre-juicios), desplazando las
visiones normativas y estáticas, hacia el terreno de lo incorporado y lo actuado (su praxis);
buscando lo que al joven a partir de múltiples mediaciones, lo configura como actor social. 5
Estas lógicas de análisis muy someramente aquí planteadas y muy centradas en las
prácticas más visibles de los jóvenes, podrían contribuir enormemente a descubrir los
códigos e interpretaciones al momento de diseñar políticas, programas o acciones de
juventud, desde diferentes perspectivas y más cercanas a la cambiante y heterogénea
realidad juvenil.
Encontrar nuevas formas de abordar la complejidad que tiene el sector juvenil, es quizá uno
de los primeros retos que enfrenta quien desee trabajar superando las concepciones
cotidiano”, JOVENes, Revista de Estudios sobre Juventud, Cuarta época, año I, núm. 4, SEP, Causa Joven-CIEJ.
México, abril-junio,1997, pp. 72-81.
tradicionales, lo cual tiene que ver inicialmente con dos conflictos al momento de pensar
operativizar la teoría: el primero de ellos es la delimitación de las fronteras sobre lo juvenil;
el segundo, sobre cuál es la mejor manera de elaborar una clasificación de la
heterogeneidad juvenil, que ayude a concretar objetivos e impactos. A continuación, sobre
ambos retos se propondrán algunas ideas a manera de aportación al debate.
La CEPAL8 se ha planteado estos mismos temas recientemente, concluyendo que
para el caso de los límites inferior y superior, independientemente de lo arbitrario que
siempre implica establecer fronteras, se puede arribar a ciertos acuerdos sobre la entrada y
salida de esta etapa de la vida, dado que coinciden con procesos relevantes. Respecto a
límite inferior, el criterio elegido tiene que ver con el desarrollo de las funciones sexuales y
reproductivas que diferencian claramente al adolescente (etapa inicial del periodo juvenil)
del niño, proceso que se da alrededor de los 12 años. Para el caso del límite superior, la
discusión se vuelve más complicada, pues tiene que ver con el momento en el cual los
individuos llegan al cierre del ciclo educativo formal, su ingreso al mercado del trabajo y la
formación del hogar propio.
Es decir, el inicio tiene un límite muy ligado a lo psicobiológico, mientras su
conclusión se refiere en lo fundamental, a aspectos sociales y económicos; no obstante,
habría siempre que contextualizarlos cultural y simbólicamente, lo cual le da una
significación diferenciada en función de cuatro variables básicas: género, clase social (en
un sentido más operativo, quizá sería origen social), escolaridad y región de pertenencia
(rural o urbano, y todas las etapas intermedias que se quieran elaborar).
Por la gran influencia del criterio demográfico, el establecimiento de rangos de
edad, si bien necesarios a nivel operativo, las más de las veces han olvidado o soslayado las
discusiones precedentes, siendo uno de los factores de homogeneización que han provocado
una inadecuada concreción de programas y acciones. Estos criterios etarios han variado, el
más común es el que limita al sector juvenil entre los 15 y los 25 años de edad, que hasta
hace muy poco usaban las diferentes agencias de la ONU y que ahora, cuando menos la
CEPAL, lo ha ampliado de 10 a 29 años. No obstante, en estas mismas instancias
internacionales, existen discusiones sobre las mismas definiciones y, por lo tanto,
empalmes en los criterios de delimitación de los grupos poblacionales, por ejemplo, la
UNICEF considera como niños a los menores de 18 años.
Adicionalmente, en la práctica se presentan otro tipo de problemas, al tratar de
compilar la información estadística disponible, debido a los pocos acuerdos que existen
entre los responsables de generar estos datos por grupos de edad en los diferentes países.9
En México la situación al respecto no dista mucho de ser diferente, se usan a veces
de manera indiferenciada los términos “adolescente”, “menor” o “joven”, sin especificar
definiciones en cada caso y variando los grupos etarios de referencia que, para el primer
caso pueden variar de 12 a 15 o 16 años o extenderse hasta las 18; para el segundo término,
usado generalmente en el ámbito jurídico o de ciudadanía, significa menor de 18 años; y,
para el de “joven” la variación puede estar entre los 12 o 15 años como límite inferior, hasta
los 25 o 29 años como superior.
8 CEPAL, Juventud, Población y Desarrollo en América Latina y el Caribe, 28º periodo de sesiones, México, D.F., 3-7 de
abril del 2000, (Doc.LC/L1339).
9 A pesar de que cada vez es más común procesar por propia cuenta las bases de datos de las diferentes encuestas o
10Ricard Vergés E. (editor), La edad de emancipación de los jóvenes, Urbanitats, Centre de Cultura Contemporánia de
Barcelona, Barcelona, 1997.
identidades de género están en una aguda transformación de roles y funciones dadas los
modificaciones en la escolaridad, incorporación al mercado de trabajo, participación
social, consumo, etcétera.
• Escolaridad. Este aspecto cada vez excluye o integra a los diversos sectores juveniles,
aún dentro de un mismo origen social; la permanencia, la calidad y tipo de instrucción
recibida, la misma institución donde se cursó, entre otros elementos, establecen
diferenciaciones, en algunos casos profundas, entre las y los jóvenes de una misma
generación y también intergeneracionalmente. En México, aún los universitarios han
dejado de ser un sector homogéneo, por lo que establecer precisiones al respecto es
indispensable en ciertos temas (como por ejemplo, el empleo o la participación
política).
• Región de pertenencia. La distinción entre jóvenes urbanos y rurales sin mayores
acotamientos, deja de ser funcional si se toma en cuenta la alta dispersión de tipos y
tamaños de localidad donde se vive en la actualidad en el país; es completamente
diferente vivir en una zona metropolitana con cerca de 20 millones de habitantes (como
la ciudad de México), que en una ciudad de un millón de habitantes; por muchas
semejanzas que existan, las diversidades siempre estarán presentes; no se diga en las
áreas eminentemente rurales, semirurales o fronterizas, que adicionalmente al tamaño
de la población, se encuentran inmersas en procesos sociales y culturales distintos.
• Clase social. Este es un elemento crucial de diferenciación juvenil a pesar de las
manifestaciones documentadas en torno a que ciertas expresiones culturales de las y los
jóvenes son transclasistas (la ecológica, por ejemplo); pero la conformación que del
mundo se hace, las expectativas que se generan, etcétera, están profundamente
influenciadas por esa “cultura parental”, descrita con anterioridad, que se enraíza en el
origen social del que se procede, sea para reproducirlo, para negarlo o “hibridizarlo”. Se
sabe de lo complejidad que tiene operacionalizar un concepto como el de clase social
(además de los pre-juicios que por su historia posee), pero no discutirlo, caracterizarlo y
readecuarlo al momento del diseño de políticas públicas, es obviar un tema central de
diferenciación juvenil.
Estos elementos pueden servir de guía para evitar la homogeneización de lo juvenil como
punto de partida, pero no son un antídoto para continuar con los preconceptos, los
estereotipos o la esencialización de lo juvenil.
Quizá la mejor metodología para evitar este tipo de peligros, sea cambiar el tipo de
miradas que tradicionalmente se realiza desde la instituciones sociales sobre las y los
jóvenes, cargadas de “adultez”, es decir; lo joven adquiere desde la institución, un estatus
de indefinición y de subordinación: a los jóvenes se les prepara, se les forma, se les recluye,
se les castiga y, pocas veces, se les reconoce como otro. En el mejor de los casos, se les
concibe como sujetos sujetados, con posibilidades de tomar algunas decisiones, pero no
todas; con capacidad de consumir pero no de producir, con potencialidades para el futuro
pero no para el presente.11
535
Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud
Por lo pronto, cabe agregar que lo propio ha acontecido en el campo de los estudios de juventud.
No está de más recordar que la juventud, como concepto o categoría social, ha sido abordada desde
distintas corrientes teóricas y asociada a diferentes características que se considera definen, según
el enfoque, lo que significa ser joven en un momento histórico y en una sociedad determinada.
En el desarrollo prolífico de los estudios de juventud han entrado en disputa distintos saberes que
han intervenido el significado de “lo joven” desde apuestas y perspectivas variadas tanto de corte
biológico, como pedagógico, antropológico, sociológico, crítico, político, entre otros. En este sentido,
los sujetos considerados jóvenes han sido interpelados desde la academia, pero también desde otros
ámbitos de la sociedad (instituciones, industrias culturales, medios de comunicación, etc.), por
discursos que configuran imágenes e imaginarios múltiples y que obedecen a intencionalidades
diversas. Así, se ha hablado de los jóvenes como sujetos inmersos en un periodo de transición, o
en búsqueda de identidad, sujetos que representan el motor del cambio social, sujetos vulnerables y
proclives al riesgo, o sujetos naturalmente peligrosos y desadaptados, por nombrar tan solo algunas
de las nociones de joven identificadas en distintas investigaciones y estados del arte (Arango, Escobar
& Quintero, 2008, Pérez-Islas, 2008, Muñoz, 2010, Gómez-Esteban, 2011).
Algunos de los discursos más destacados en términos de lo que han aportado para instituir una
manera particular de pensar/construir la juventud, han sido los siguientes: 1) El discurso psicobiológico
o evolutivo que desde una perspectiva etaria considera la juventud como una etapa en un desarrollo
humano lineal, unívoco, continuo, progresivo y acumulativo, que se caracteriza por ciertos rasgos
psicobiológicos y sociales predeterminados y asociados a la transición y a la incompletud. 2) El
discurso de las políticas sociales que transita desde representaciones de los jóvenes como “el futuro
de la sociedad”, actores estratégicos del desarrollo y sujetos de derechos, hasta visiones negativas
que los asocian a individuos en situación de riesgo, de dependencia, de falta de autonomía e incluso
a delincuentes en potencia (Gómez-Esteban, 2011). 3) El discurso pedagógico que se refiere a
la juventud como una etapa de la vida para formarse, para explorar, para dedicar un periodo de
tiempo (de moratoria social) exclusivamente al estudio, postergando responsabilidades económicas
y exigencias “vinculadas con un ingreso pleno a la madurez social: formar un hogar, trabajar, tener
hijos” (Margulis & Urresti, 1998, p. 4). 4) El discurso de las ciencias sociales que agrupa diversas
vertientes: culturalismo estadounidense, teoría de las generaciones, enfoque funcionalista, perspectiva
de la complejidad y la constructividad, entre muchas otras. 5) El discurso de los Estudios culturales
cuyo origen por lo general se asocia a la Escuela de Birmingham (sin reducirse a ésta), y a las
investigaciones relacionadas con las subculturas juveniles como formas de resistencia simbólica de
los grupos dominados frente a los dominantes (Pérez-Islas, 2008).
Ante este panorama y teniendo en cuenta la advertencia hecha por Reguillo (2003) acerca de no
caer en el error de pensar la juventud como un continuo temporal, homogéneo, ahistórico o esencial;
la investigación social y cultural en el campo de las juventudes también ha transitado hacia lugares
que problematizan las concepciones más tradicionales y apuestan por discursos constructivistas,
críticos o complejos en los que la condición juvenil no es una “simple etapa en una secuencia lineal
biológico-biográfica, sino una construcción sociocultural históricamente definida” (Rossi, 2006,
p. 13). Como señala Valenzuela (2005) “la juventud es un concepto vacío fuera de su contenido
histórico y sociocultural” (p. 19), razón por la cual, ésta varía según el momento histórico, según
ciertos marcadores de identidad (clase social, lugar de procedencia, etnia, género, orientación sexual,
etc.), según su relación con lo que se define como “no juvenil” e incluso, según elementos como la
esperanza de vida, que está mediada por los contextos socioeconómicos. En este sentido, aquellos
sujetos de carne y hueso y sus identidades juveniles, tienen que ver mucho más con construcciones
sociohistóricas, polisémicas, relacionales, cambiantes y transitorias, que con totalidades esenciales,
cristalizadas o definidas por factores exclusivamente físico-biológicos.
...
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Manizales, Colombia - Vol. 13 No. 2, julio - diciembre de 2015
Los 46 artículos del presente número de la Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez
y Juventud, pueden asociarse en tres grandes grupos de acuerdo a sus intencionalidades, que se
mueven entre las concepciones, las afectaciones y las propuestas. En el primer grupo relativo a las
concepciones, identificamos los trabajos que se centran en las percepciones, principios, perspectivas
o sentidos asociados a algún tema de exploración ligado a la niñez, la juventud o la educación
(migración, desplazamiento, desigualdad social, entre otros). El segundo grupo enfatiza en las
dificultades o problemáticas que afectan a niños, niñas y jóvenes en contextos diversos. Por último, el
tercer grupo de textos, destaca las posibilidades y deja planteadas propuestas de cara a nuevas formas
de vida, de educación o de sociedad.
537
Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud
En este sentido, en la primera sección de teoría y metateoría, varios artículos indagan en las
concepciones acerca de aspectos de espacial interés investigativo. El trabajo de Luís Antonio
Groppo se propone como objetivo comprender el concepto sociológico de la juventud en la sociedad
contemporánea, a partir de un análisis bibliográfico en el campo de la sociología de la juventud. Ana
María Arias-Cardona y Sara Victoria Alvarado exploran las perspectivas desde las que se realiza el
acercamiento teórico al concepto “juventud” y presentan una síntesis de un estado del arte consolidado
a partir de las categorías “jóvenes” y “política”. Lo anterior lo establecen con el fin de proponer un
cambio de concepción, de las miradas adultocéntricas que señalan a los y las jóvenes como “apáticos
y desinteresados”, a lecturas transdisciplinarias basadas en la diversidad y el reconocimiento de los
contextos.
En otra línea, Carlos Federico Ayala-Zuluaga, Alejandra María Franco-Jiménez y José Enver
Ayala-Zuluaga, abordan los sentidos asociados a las prácticas profesionales educativas y las tensiones
entre los postulados teóricos y la realidad de los sujetos que viven la práctica, a partir de una reflexión
desde la formación en educación física. Por su parte, Yicel Nayrobis Giraldo y Alexander Ruiz-Silva
identifican tres tendencias en el abordaje investigativo de la solidaridad por medio de un análisis
documental cuyo corpus estuvo integrado por 39 textos de carácter investigativo.
Con respecto a las afectaciones, desde una lectura crítica que retoma los mapas parlantes de la
Investigación Acción Participativa, Dery Lorena Suárez-Cabrera destaca los discursos estigmatizantes
de la migración en Chile y en especial de la niñez migrante, que está siendo configurada como un
nuevo sujeto problemático. En el tercer grupo, relativo a las propuestas, Felip Gascón y Lorena
Godoy proponen un nuevo estatus visual de la niñez que confronte la visualidad dominante asociada
a las infancias, y que cuestione las prácticas de minoridad que la mirada adulta construye sobre
los niños y niñas. De igual forma, Óscar Leonardo Cárdenas- Forero contribuye a visibilizar La
Participación del Maestro Docente de Preescolar Público en el Movimiento Pedagógico Colombiano,
con el fin de otorgarle a esta subjetividad recientemente creada en la escuela pública, un estatus
distinto y un reconocimiento a su participación en dicha movilización política. Martín Ierullo propone
problematizar las tensiones y desafíos en relación con las prácticas de crianza y cuidado de niños, niñas
y adolescentes en contextos de pobreza urbana persistente en distintas zonas del área metropolitana
de Buenos Aires, en el marco del programa Piubamas y se pone en evidencia la consolidación de
prácticas defensivas de cuidado en los barrios populares, así como también la extensión de las acciones
hacia los individuos adolescentes.
Ahora bien, en la segunda sección de la revista orientada a estudios e investigaciones y que incluye
un abundante número de artículos, también se pueden evidenciar los tres grupos recién señalados.
Respecto a las concepciones, Débora Imhoff y Silvina Brussino se proponen conocer las nociones
asociadas al origen de la desigualdad social en niños y niñas cordobeses de 10 y 11 años; mientras que
Karla Yunuén Guzmán-Carrillo, Blanca Sharim González-Verduzco y María Elena Rivera-Heredia
parten de un estudio con la participación de 177 estudiantes de primaria de la comunidad de Jesús del
Monte, Michoacán (México), para comparar los recursos psicológicos y la diferentes percepciones de
la migración que poseen los niños y niñas que tienen experiencia de migración dentro de su familia,
frente a aquellos que no la tienen. Por su parte, Catalina González-Penagos, Melissa Cano-Gómez,
Edwin J. Meneses-Gómez y Annie M. Vivares-Builes identifican las necesidades de salud bucal de
los niños y niñas de 2 a 5 años del programa Buen Comienzo-Fantasías de las Américas, abogando
también a las percepciones, en este caso de las agentes educativas en la ciudad de Medellín-Colombia
para el año 2013.
Otro trabajo, como el de André Vilela Komatsu y Marina Rezende Bazon, permite caracterizar
los comportamientos de una muestra de adolescentes brasileños (de escuelas públicas y adolescentes
judicializados), a partir de las respuestas a un cuestionario que indagaba por sus concepciones frente
al comportamiento asociado al consumo de alcohol, drogas y la participación en actos delictivos.
De la misma manera, Carolina Bringas-Molleda, Lourdes Cortés-Ayala, María Ángeles Antuña-
Bellerín, Mirta Flores-Galaz, Javier López-Cepero y Francisco Javier Rodríguez-Díaz, exploran en
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Manizales, Colombia - Vol. 13 No. 2, julio - diciembre de 2015
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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud
contribuyen con su trabajo a evidenciar el caso de jóvenes infectadas con VIH/Sida y a indagar en los
prejuicios, aspiraciones y miedos que atraviesan su cotidianidad y proyectos de vida.
De igual forma, Carolina González-Laurino nos presenta el debate de la seguridad pública
centrado en la infracción penal juvenil, en el contexto uruguayo mediado por la presentación de un
proyecto que en el año 2014 propone bajar la edad de imputabilidad penal de dieciocho a dieciséis años
de edad. En el caso del artículo de Alexander Alvis-Rizzo, Carmen Patricia Duque-Sierra y Alexander
Rodríguez-Bustamante, a través de narraciones autobiográficas se habla de las configuraciones
identitarias de jóvenes que experimentaron en la infancia la desaparición forzada de un familiar.
También sobre jóvenes y configuraciones familiares en este caso en Zaragoza, España, a partir de
historias de vida David Pac-Salas y Tirso Ventura de Pedro establecen una relación entre el capital
educativo interiorizado y la extensión de las trayectorias educativas de jóvenes con configuraciones
familiares obreras.
En otra línea, el trabajo de Marcos Jacobo Estrada-Ruiz sobre las jóvenes que desertan de
la educación media en Hermosillo, Sonora, México, expone las causas y consecuencias de dicha
deserción, así como las distintas situaciones de vulnerabilidad a las que quedan expuestas las mujeres
que abandonan sus estudios por distintos factores relacionados con su condición social juvenil y de
sexo. La preocupación ya no por la deserción escolar sino en general por la educación y la pedagogía,
se evidencia en la investigación de Juan Beltrán- Véliz y Juan Mansilla-Sepúlveda que devela los
aspectos que obstaculizan las prácticas de las coordinaciones pedagógicas en liceos situados en
contextos de vulnerabilidad social en la Araucanía chilena. Los autores concluyen que la ausencia
de liderazgo, de competencias de los Jutp y su rol enfocado en una “conducción técnica basada en
el control”, obstaculizan las prácticas de las coordinaciones pedagógicas. En la bisagra entre las
afectaciones y las propuestas, el trabajo de Nicolás Aguilar-Forero y Germán Muñoz expone algunos
de los efectos de la violencia estructural en la vida de niños, niñas y jóvenes en Colombia, para
luego analizar las posibilidades de construcción de paz que pueden estar emergiendo desde la acción
colectiva juvenil. Asimismo, María Isabel Valencia-Suescún, Mónica Ramírez, María Alejandra
Fajardo y María Camila Ospina-Alvarado se refieren a la situación de niños y niñas en el conflicto
armado colombiano, con el fin de evidenciar múltiples afectaciones y vulneraciones a sus derechos,
pero también, las potencias y capacidades de acción que se expresan en contextos adversos y en
procesos de socialización política en los que los niños y niñas participan.
Para terminar, en el tercer grupo de artículos relativo a las propuestas, Fernando Salinas-Quiroz
y Germán Posada presentan la necesidad de dirigir intervenciones a sujetos cuidadores de niños
y niñas menores de 6 años y proponen un método para la evaluación de su sensibilidad y orientar
intervenciones dirigidas a las personas cuidadoras de la primera infancia. De igual forma, Marta
Martínez, María Cristina García y Daniel Camilo Aguirre-Acevedo analizan el temperamento, la
respuesta al estrés y las expectativas y prácticas de crianza en niños colombianos de 1 año, lo cual
les permite llegar a resultados relevantes para los programas de formación de padres al destacar la
importancia de erradicar el castigo físico y promover prácticas de crianza alternativas.
Por su parte, Daiana Russo, Florencia Arteaga, Josefina Rubiales y Liliana Bakker establecen
relaciones entre la autopercepción de la competencia social en niños con trastorno por déficit de
atención e hiperactividad y el status sociométrico escolar. Sus resultados se presentan como una
base para elaborar estrategias de intervención psicológica y diseñar abordajes educativos en el
aula que fortalezcan la interacción social de estos niños. Verónica Marín-Díaz y Carmen Sánchez-
Cuenca destacan la propuesta de educar en valores a través de los cuentos tradicionales en la etapa de
Educación Infantil, como una metodología válida para la socialización de los niños y las niñas.
Acerca de los y las jóvenes, Pere Soler-Masó, Anna Planas-Lladó y Judit Fullana-Noell presentan
un sistema de indicadores (SIAPJove) para evaluar políticas municipales de juventud que ha sido
aplicado a tres municipios de Cataluña en el Estado Español para comprobar su aplicabilidad y
eficacia. Walter Manuel Molina-Chávez e Iván Gabriel Oliva-Figueroa por medio de un estudio
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Manizales, Colombia - Vol. 13 No. 2, julio - diciembre de 2015
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Lista de referencias
Arango, A. M., Escobar, M. R. & Quintero, F. (2008). Nos miran pero ¿Ven más allá?: La construcción
del sujeto joven desde las investigaciones de juventud. Para cartografiar la diversidad de los
jóvenes. Bogotá, D. C.: Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas.
Carli, S. (2011). El campo de estudios sobre la infancia en las fronteras de las disciplinas. Notas
541
Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud
para su caracterización e hipótesis sobre sus desafíos. En I. Cosse, V. LLobet, C. Villalba & Ma.
Zapiola (eds.) Infancias: Políticas y Saberes en Argentina y Brasil. Buenos Aires: Teseo.
Gómez-Esteban, J. H. (2011). Discursos sobre la juventud o las tribulaciones para ser lo que uno es.
En J. C. Amador, R. García-Duarte & Q. M. Leonel Loaiza (eds.) Jóvenes y derechos en la acción
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C.: Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Personería de Bogotá.
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del Hombre Editores.
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Pérez-Islas, J. A. (2008). Juventud: un concepto en disputa. Teorías sobre la juventud; las miradas de
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Reguillo, R. (2003). Jóvenes y estudios culturales. Notas para un balance reflexivo. En J. M. Valenzuela
(coord.) Los estudios culturales en México, (pp. 354-379). México, D. F.: Consejo Nacional para
la Cultura y las Artes, Fondo de Cultura Económica.
Rossi, F. (2006). Las juventudes en movimiento: informe sobre las formas de participación política
de los jóvenes. Quito: Universidad Politécnica Salesiana.
Valenzuela, J. M. (2005). El futuro ya fue. Juventud, educación y cultura. Anales de la Educación
Común, 1 (1-2), pp. 1-38.
La sección tercera de “Informes y Análisis”, recoge una variada agenda de eventos y programas.
En primer lugar, Vianey Johana Salazar-Villegas y Eliana Samara Sepúlveda-Villegas presentan el
documento “Movilización Social como Política Pública: Experiencia Buen Comienzo de Medellín-
Colombia”, en donde se desarrolla la movilización social como proceso mediante el cual se construyen
ambientes de diálogo, concertación y estrategias conjuntas que permiten la generación de capital
social para favorecer el desarrollo integral de los niños y las niñas.
A continuación, el Grupo de Trabajo de Clacso con énfasis en el eje “Acción colectiva,
Participación, Políticas Públicas y Estado”, comparte el Seminario Virtual: “Movilización social,
activismo y acción colectiva juvenil en América Latina y el Caribe” que será coordinado por
René Unda, Melina Vásquez y Silvia Borelli y contará con la participación de algunas y algunos
investigadores del GT como docentes: René Unda, Melina Vásquez, Silvia Borelli, Carles Feixa,
Rose de Melo Rocha, Oscar Aguilera, Sara Victoria Alvarado, Ernesto Rodríguez, Pablo Vommaro,
Angélica María Ocampo Talero, Juan Romero, María Isabel Domínguez García y Jorge Benedicto.
Del 12 al 15 de Agosto de 2015, en la ciudad de Santa Marta, se desarrollará el XVI Congreso
Colombiano de Nutrición y Dietética, organizado por la Asociación Colombiana de Nutricionistas
Dietistas (Acodin), sede Magdalena, con el apoyo de miembros de Acodin Atlántico. El tema central
del congreso es: “Pandemia de Cronicidad, Epigenética y Educación Nutricional, Herramientas de
Afrontamiento”.
Por último, el boletín N° 102 de la Organización de Estados Iberoamericanos, informa sobre
uno de los grandes proyectos que marcan la agenda planetaria: Beyond 2015/Más allá del 2015:
una agenda universal para la transición a la sostenibilidad. También se publican como parte de este
proyecto las “Recomendaciones para la Declaración Política sobre la Agenda Post-2015”.
En Revisiones y Recensiones (Cuarta Sección), Lorena Natalia Plesnicar entrevista a una
investigadora reconocida en el campo de los estudios sobre juventudes en América Latina, Martiza
Urteaga Castro-Pozo. De este diálogo resulta el interesante texto: Itinerarios de investigación sobre
culturas juveniles.
“Qualitative studies in quality of life. Methodology and practice” es el libro coordinado por la
542
Manizales, Colombia - Vol. 13 No. 2, julio - diciembre de 2015
investigadora argentina Graciela Tonon y que recoge capítulos en donde se resalta la importancia
de los métodos cualitativos que se aplican en diferentes campos del estudio de la calidad de vida en
contextos latinoamericanos y explora sobre el uso y la pertinencia de los métodos cualitativos en
investigaciones sobre calidad de vida. La reseña de este libro es elaborada por Antonio José López.
Una novedad en la revista es la publicación de correos al editor, y que inauguran Sergio Domínguez-
Lara y César Merino-Soto, en donde realizan algunos comentarios del documento “Sobre el reporte
de confiabilidad del CLARP-TDAH” (Salamanca, 2010), y que apareció en el Volumen 8, N° 2 de
nuestra revista. A su vez, la autora del artículo, Luisa Matilde Salamanca-Duque envía un correo de
respuesta que también publicamos.
Los mismos César Merino-Soto y Sergio Domínguez-Lara remiten otro correo al editor: “Sobre
la elección del número de factores en estudios psicométricos en la Revista Latinoamericana de
Ciencias Sociales, Niñez y Juventud”. El motivo de la carta es poner de relieve que, en una revisión
de la literatura recientemente publicada en la Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y
Juventud, los estudios psicométricos (Álvarez-Ramírez, 2014, Durán-Aponte & Pujol, 2013, Jiménez,
Castillo & Cisternas, 2012, Zicavo, Palma & Garrido, 2012) que usaron un enfoque de reducción
de variables (componentes principales o análisis factorial), pueden tener debilidades metodológicas
que se agregan a los límites naturales de las investigaciones. De los autores mencionados, responde
Emilse Durán-Aponte en comunicado también publicado.
“¿Por qué es importante reportar los intervalos de confianza del coeficiente alfa de Cronbach?”,
carta enviada por Sergio Alexis Domínguez-Lara y César Merino-Soto, expone brevemente la
importancia de incluir información adicional a las estimaciones de confiabilidad, un aspecto que parece
ser desconocido o aún no valorado apropiadamente en la investigación publicada en Latinoamérica.
Como corolario de esta carta, se presenta una aplicación informática relevante al tema presentado.
...
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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud
El Director-Editor,
El editor invitado,
Nicolás Aguilar-Forero
Profesor Universidad de Los Andes, Colombia.
Editoras asociadas,
Marta Cardona
Integrante del Colectivo Coordinador de la Maestría en Educación y Derechos Humanos de la
Universidad Autónoma Latinoamericana, Medellín, Colombia.
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ÚLTIMA DÉCADA, N°46, JULIO 2017, PP. 4-43
LA GRAMÁTICA DE LA JUVENTUD:
UN NUEVO CONCEPTO EN CONSTRUCCIÓN1
RENÉ BENDIT2
ANA MIRANDA3
RESUMEN
El artículo expone enfoques teóricos desarrollados dentro del campo de los estudios de
juventud desde una perspectiva histórica. Las teorías en análisis fueron seleccionadas
con el objetivo de aportar al debate desde la perspectiva sociológica, al tiempo que
sentar bases para el desarrollo de la idea de “gramática de la juventud”. Una noción
que expresa la preocupación de los autores por dar cuenta de la estructura de activida-
des y accesos que las sociedades contemporáneas ofrecen a los y las jóvenes, y de los
marcos normativos que subyacen en el contorno de las expectativas que se depositan
en su cumplimiento.
1
Los autores agradecen los comentarios de los evaluadores externos por su
rigurosidad, sus consideraciones fueron las cuales fueron ampliamente significativas en
el desarrollo del artículo,
2
Dr. en Ciencias Sociales (Universidad de Kassel Alemania). Investigador Senior del
Deutsches Jugend Institut /Instituto Alemán de la Juventud (DJI) (Retirado). Docente
de la Universidad Ludwig Maximilian Munich, Alemania; Coordinador Académico del
Programa de Investigaciones de Juventud de la Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales (FLACSO) sede Argentina. renebendit@aol.com
3
Dra. en Ciencias Sociales (FLACSO Argentina). Investigadora Independiente del
Consejo Nacional de Investigaciones Científico Tecnológicas (CONICET, Argentina) ,
Docente de la Universidad de Buenos Aires y Coordinadora del Área Sociedad y Vida
Contemporánea de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) sede
Argentina, amiranda@flacso.org.ar.
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A GRAMÁTICA DA JUVENTUDE:
UM NOVO CONCEITO EM CONSTRUÇÃO
RESUMO
ABSTRACT
The article presents theoretical approaches developed within the field of youth studies
from a historical perspective. The theories analyzed were selected in order to add a
sociological perspective to the debate while laying the foundations of a notion of
"grammar of youth". This concept shows the authors’ concern about the relationship
between the structure of activities and approaches offered by contemporary societies to
young men and women, and on the regulatory frameworks underlying the expectations
placed on its compliance.
1. INTRODUCCIÓN
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René Bendit, Ana Miranda 11
GÉNERO.
res una cultura juvenil relativamente diferenciada que les permite enfrentarse o
convivir con las contradicciones a que los somete la sociedad adulta. Con ello
va apareciendo un sistema diferente de relaciones sociales y de comportamien-
tos juveniles en el contexto de sociedades industriales complejas que desarro-
llan un sistema de organización de roles adultos altamente universalizados y
que con el tiempo se tornan más o menos institucionalizados (Parsons, 1962).
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que nos quiere hacer creer que con la llegada de una nueva generación se pro-
duce el advenimiento de nuevos comportamientos. En segundo lugar, la ilusión
culturalista que quiere hacer creer la existencia de un carácter extendido y ho-
mogéneo de la cultura juvenil. Chamboredon postula una hipótesis “difusionis-
ta” según la cual la escuela y el ascenso de las clases media serían el motor de
dicha ilusión: para los jóvenes de las clases medias, la juventud no sería más
que la prolongación escolar categorizada ahora como una nueva clase de edad.
Chamboredon critica sobre todo la hipótesis de la homogeneidad cultural de la
adolescencia, en reacción al discurso en boga en dicha época, y que ha encon-
trado una cierta consagración intelectual en los trabajos de Edgar Morin (1962)
quien puso en evidencia la importancia creciente del fenómeno juvenil y de la
cultura que se le asocia. En oposición a la propuesta de Chamboredon que la
sociedad puede ofrecerle a la adolescencia socialmente prolongada esquemas de
identificación fuerte, Morin propone la idea de que la cultura juvenil puede
orientar la cultura de masas y sobretodo infiltrarla a través de una juvenilización
de los modelos dominantes:
René Bendit, Ana Miranda 21
René Bendit, Ana Miranda 23
ventud” que durante todo este tiempo ha ido documentando el creciente trabajo
de investigación sobre jóvenes y políticas de juventud que han surgido y surgen
en España hasta la actualidad.
René Bendit, Ana Miranda 25
extendida tendió a abarcar un período más extenso delimitado entre los 15 y los
30 años de edad. En ese movimiento, la juventud dejó de ser vista como un pro-
ceso de transición relativamente corto y a la formación de una familia para pa-
sar a constituirse en una fase autónoma del ciclo vital con características pro-
pias.
René Bendit, Ana Miranda 27
rural; mujeres jóvenes, jóvenes obreros, etc.) (Jacinto, 1996; Filmus y Miranda,
1999).
René Bendit, Ana Miranda 29
gica impulsada por investigadores de los países del sur de Europa, particular-
mente en España, Italia y Portugal ofreció también las bases para los estudios
de transición educación-trabajo (Casal, 1996; 2000); culturas juveniles (Feixa,
2001), juventud y tiempo (Leccardi, 2005), entre otros. La riqueza de la pro-
ducción de esos años fue muy significativa y por lo cual se hace muy difícil
hacer justicia en comentar la preponderancia de alguno de estos enfoques, que
abarcaron también las nociones de trayectorias, transiciones y situaciones socia-
les de los y las jóvenes entre los elementos centrales de las investigaciones
(Dávila León, 2004).
René Bendit, Ana Miranda 31
René Bendit, Ana Miranda 33
René Bendit, Ana Miranda 35
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René Bendit, Ana Miranda 43
Editor
Centro de Investigación Sociedad y
Politicas Públicas (CISPO)
Edición electrónica
URL: http://polis.revues.org/10553
ISSN: 0718-6568
Referencia electrónica
María Eugenia Pico Merchán y José Hoover Vanegas García, « Condición juvenil contemporánea:
reflexiones frente a las realidades del actual contexto sociohistórico y laboral », Polis [En línea],
39 | 2014, Publicado el 23 enero 2015, consultado el 30 septiembre 2016. URL : http://
polis.revues.org/10553
© Polis
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sociocultural desde los estudios de las ciencias sociales. Esta visón es más reciente e
incluye diversas perspectivas como la postura antropológica del culturalismo
estadounidense de Margaret Mead, (1972/1928), quien analizó y comparó las vivencias
marcadas por una transición suave y la educación impartida por la familia en las
adolescentes nativas de la isla Tau, en Samoa, océano Pacífico, con la educación familiar y
escolar, los conflictos, indecisiones e inestabilidades en esa misma etapa de la vida de las
norteamericanas, en lo que encontró que eran muy disímiles, lo cual atribuyó a las
diferencias entre culturas y los diferentes momentos de civilización que vivía cada
sociedad. También Margaret Mead (1980/1972) publicó una serie de ensayos conceptuales
en los que elaboró una tipología de sociedades de acuerdo con las interrelaciones entre
las nuevas y las viejas generaciones, llamó sociedad posfigurativa a la colectividad que
tiene una transformación lenta y en la que los jóvenes aprenden de los adultos, sociedad
cofigurativa a la que tiene cambio moderado y en la que los jóvenes y los adultos
aprenden de sus pares, y sociedad prefigurativa a la de cambio acelerado y en la que los
adultos aprenden de los jóvenes (Pérez Islas 2008:13-14). Ruth Benedict (1938) abordó las
diferencias entre la naturaleza y el comportamiento humano encontrando que existen
una serie de mediaciones que parten de la cultura y que influyen en la conformación de
contrastes y diferencias entre los individuos de acuerdo con los roles que desempeñan, tal
es el caso de la condición del individuo como niño y como padre (joven/adulto), en la que
se presentan las oposiciones responsabilidad-no responsabilidad, dominio-sumisión y
sexualidad-asexualidad.
4 De la Escuela de Chicago fue Frederic Thrasher quien primero investigó sobre jóvenes. Su
obra: The gang. A study of 1313 gangs in Chicago (1927), está dedicada a analizar las formas de
integración de las pandillas juveniles, su estructura organizativa, las ocupaciones de sus
miembros, las normas que las rigen, sus prácticas, fines y propósitos desde una
perspectiva microsociológica, llegando a la conclusión que las bandas les proporcionan a
los jóvenes lo que la exclusión social les niega, como la protección, el acompañamiento y
la solidaridad. Por su parte, William Foote Whyte (1971/1943) estudió las condiciones de
los jóvenes del vecindario de Corneville entre 1937-1940 distinguiendo a los habitantes de
las esquinas por su desempleo y abandono escolar y los muchachos de colegio como los
que tienen la posibilidad de educarse en niveles superiores y tener una vida de
reconocimiento social y profesional. Whyte también describe y analiza las relaciones del
líder con los integrantes del grupo y viceversa (Ibíd: 15).
5 A partir de los desarrollos de la sociología siguiendo la pista de Pérez Islas (2008), surge la
propuesta de las generaciones, de José Ortega y Gasset quien expresa que una generación
es un colectivo de hombres que coinciden en el mismo espacio y en el mismo tiempo,
tienen la misma edad y poseen alguna relación vital; los periodos que caracterizan a cada
generación pueden ser de dos tipos: épocas cumulativas, las que se caracterizan por la
dirección de los ancianos y en las que los jóvenes se doblegan a ellos; y, las épocas
eliminatorias y polémicas, en ellas son los jóvenes quienes llevan la dirección y
orientación con su beligerancia constructiva. En La rebelión de las masas (1930), Ortega y
Gasset respondiendo a la pregunta de quién manda en el mundo, dice que en el siglo XX
son los jóvenes quienes mantienen la preeminencia, porque es la época en que el hombre
es productivo, lo cual le permite crear su particular forma de vivir, de esta manera lo que
está expresando es que cada generación tiene su propio estilo de vida, de lo cual se
desprende que la edad no es una fecha concreta, sino una época que entrelaza diversas
fechas, en la que se suelen realizar ciertas especificidades de ese ciclo de la vida.
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incursionado desde las experiencias de los y las jóvenes en los contextos situados de
América Latina y de algunos países de habla hispana que han permitido su continua
reflexión e indagación desde aquellas opacidades o cisuras que comúnmente han pasado
desapercibidas. En este sentido es necesario ir perfilando que de acuerdo a Valenzuela “la
juventud es un concepto vacío de contenido fuera de su contexto histórico y
sociocultural” (2005: 19), en el que el autor enfatiza que lo juvenil no se puede analizar
fuera de su contexto social y relacional, no sin antes dejar claro que no siempre desde lo
juvenil se pueden dar respuestas abarcativas sobre el conjunto de elementos que dan
cuenta de los proyectos de vida de los jóvenes, se precisa entonces de pensar la juventud
“como construcción sociocultural históricamente definida” (Ibíd: 20).
10 Desde otra postura Reguillo argumenta sobre la inestabilidad y la incertidumbre en la que
viven y habitan los jóvenes y es clara con respecto a la centralidad sociopolítica y
capacidad analítica de la categoría condición juvenil a la que define “como el conjunto
multidimensional de formas particulares, diferenciadas y culturalmente “acordadas” que
otorgan, definen, marcan, establecen límites y parámetros a la experiencia subjetiva y
social de los/las jóvenes […] (Reguillo 2010:401). Continuando con la misma teórica,
plantea dos entradas analíticas para el estudio de los jóvenes, en la medida de poder
incursionar por un lado, con la dependencia de las estructuras sociales y por el otro, con
base en la idea de que la condición juvenil no tiene sentido por sí sola, sino que se
pretende integrar lo subjetivo como constitutivo del papel de los jóvenes como actores
sociales, por esto en palabras de Reguillo […] “la condición juvenil es un concepto que
posibilita analizar, de un lado, el orden y los discursos prescriptivos a través de los cuales
la sociedad define lo que es “ser joven” y, de otro, los dispositivos de apropiación o
resistencia con que los jóvenes encaran estos discursos u órdenes sociales” (Ibíd: 402).
11 Por condición se entiende desde la visión de posiciones, categorías, clases, situaciones,
prácticas, prescripciones, proscripciones que se asumen como esenciales y naturales al
orden vigente, las cuales también tienden a ser vistas como propias de estas edades, de
aquí se desprende que la condición juvenil sea entendida como parte de los mecanismos
tanto de carácter estructural como cultural que determinan los procesos de inserción de
los jóvenes concretos, en una dinámica social, económica y cultural configurada.
12 Según Rossi, 2006, la condición juvenil desde la participación política, es interpretada en
cierta medida como transitoria por algunos jóvenes, dicha participación confluye en el
horizonte de estos jóvenes como medio, más no como parte constitutiva de su actoría, ni
estructura la participación política de los mismos, además que ésta no representa un
deber, ni fidelidad a las diferentes organizaciones en las que ellos participan, ya que la
fidelidad se da en el sentido de los principios que las sustentan.
13 Margullis señala la significación social de la condición juvenil, en tanto es una noción no
natural, ni esencial, que no depende de la asociación biológica que se inscribe en la
reflexión de lo que sucede naturalmente. Desde esta mirada la noción de juventud no
estaría circunscrita a la demarcación dada por la edad o el tiempo vivido por una persona,
en razón a que la edad como criterio de orden biológico es desbordada y afectada por la
complejidad de significaciones sociales y una de estas significaciones es la juventud que
alude a una condición social (Margullis 2001: 41).
14 En este sentido, la condición juvenil no puede ser definida por un rango etario, en razón a
su insuficiencia explicativa y abarcativa, puesto que no considera el contexto histórico y
sociocultural de relaciones sociales, además de las particularidades específicas. Es por lo
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anterior, que hay que tener en cuenta como puntos clave para pensar la condición juvenil
contemporánea, a los componentes de lo relacional y la identificación, además de su
carácter de construcción sociocultural históricamente definida.
15 Con respecto a lo relacional se plantea que la concepción de condición juvenil es
necesario incluirla dentro del sistema de relaciones sociales, de interacciones, de fuerza,
de sentido que es posible definir según las características específicas y de situación
espacio- temporal de los jóvenes donde de paso adquiere sentido (Castellanos, 2011), por
tanto, lo relacional como elemento constitutivo de la condición juvenil se inscribe dentro
de un entramado de relaciones y de naturaleza contextual a la vez que le imprime su
carácter de sentido.
16 Para hablar de la identificación es pertinente referirnos a la perspectiva constructivista y
procesual de Hall o teoría cultural inglesa (2003:16), la aborda como “proceso que actúa a
través de la diferencia, entraña un trabajo discursivo, la marcación y ratificación de
límites simbólicos, […] Necesita lo que queda afuera, su exterior constitutivo, para
consolidar el proceso”. Con esto se argumenta que se construye a través de la diferencia y
que la identidad siempre es una relación con el otro; identidad y alteridad están en una
relación dialéctica, en tanto obedece a la lógica del más de uno (el sujeto y ese “otro” con
el que se identifica) con lo que implica la continua marcación y ratificación de limites
simbólicos, la producción de efectos de frontera, es decir, necesita de lo que queda afuera
(Derrida, 1891, Laclau, 1990; Butler,1993 citados por Hall 2003:18).
17 Así para Hall lo relacional es un elemento fundante en la constitución de la identidad
teniendo en cuenta que las representaciones motivan la adhesión identitaria de los
sujetos y lo hacen mediante la identificación, ésta siempre está en proceso, es siempre
inestable, una fantasía de incorporación, por lo tanto, la identificación es un proceso de
articulación, una sutura; así Hall (2003:20) plantea que la identidad es el punto de sutura
entre, por un lado, los discursos que nos interpelan y tratan de “ponernos en nuestro
lugar”, y por otro lado, los procesos y prácticas con que se construyen sujetos susceptibles
de decirse.
18 Por tanto, para pensar la condición juvenil es pertinente analizar la identificación a la luz
de una perspectiva alejada de la postura esencialista y como algo dado y fijo, mediante el
reconocimiento de la expresión cambiante, dinámica, transitoria, fragmentada, flexible y
contradictoria de las identidades particularmente las juveniles en un determinado
contexto sociohistórico; entendida la condición juvenil como noción que instituye un
referente desde el cual se puede entender la multiplicidad de formas de ser joven en los
diferentes contextos, además de su carácter relacional como parte de las expresiones y
representaciones que crean y recrean los actores juveniles y grupos sociales, que sólo se
explican y definen en relación con los demás: en lo que compartimos, en las similitudes y
en las diferencias, en la que las características de lo juvenil adquieren significación. “No
existe un único modo de ser joven, no podemos hablar de juventud en singular. De
acuerdo con el lugar que se ocupe en el espacio social, de acuerdo con el género, con los
capitales materiales y simbólicos por los cuales se esté atravesado, se es joven de distinta
manera” (Muñoz 2011:61).
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32 En el debate sobre el fin del trabajo, Castel (1997, 2010), argumenta que el trabajo no
desaparece sino que se transforma, desarrollándose nuevas modalidades de trabajo,
proceso en el que el trabajo estable se fragiliza en razón al desempleo, ser desempleado
no significaría vagancia o falta de voluntad para trabajar, o tener las condiciones para
trabajar, ya no garantiza una inserción en el mundo del trabajo, sino que lo anterior se
avizora como problemática estructural de las sociedades posmodernas.
33 Las anteriores propuestas se complementan con la visión posmoderna caracterizada por
la fragmentación social, en tanto la crisis de la sociedad actual es en todas las esferas de la
acción entre las que se encuentra la del trabajo. Para los seguidores de esta perspectiva,
es evidente que ya no serían posibles los proyectos globales y universalistas basados
únicamente en la razón científica, puesto que incursionan otras miradas desde lo local y
particular, además de la pérdida de relevancia de los metadiscursos y de los sujetos
sociales, en especial de la capacidad de articulación social y política de la clase obrera,
otrora en la industrialización vista como actor de referente social e identificación de la
sociedad y sus instituciones (Carpio y otros: 2000). Paralelo a esto, se daría paso a la
fragmentación de las nuevas subjetividades sociales, identidades, culturas y
concretamente con las posibilidades de creación de proyectos que llevarían a
transformaciones de la sociedad, con la consiguiente “atomización del mundo del trabajo,
de los trabajadores, y de todos aquellos espacios donde irrumpía lo colectivo como
potencial germen de cambios profundos en la sociedad” (Aravena 1999: 13). En últimas,
estas posturas del fin del trabajo coinciden en plantear el fin del trabajo como articulador
de identidades y de sensibilidades sociales y culturales.
34 De acuerdo con De la Garza (2001), en cuanto a la posibilidad de construir subjetividades e
identidades colectivas en torno al trabajo - posición que han disentido las perspectivas
posmodernas y de fin del trabajo- dicho teórico nos presenta otra mirada que apuesta a
reconocer nuevas formas de identidad en el trabajo; así señala que antes de proceder a
negarlas, es necesario examinarlas a la luz de las transformaciones que se han presentado
en el mundo del trabajo. Por esto ha propuesto una nueva articulación entre
subjetividades, acción y las estructuras, en la que los sujetos no actúan sólo en función de
su ubicación en las estructuras, sino que los sujetos llevan a cabo un proceso de reflexión,
de dar sentido y decisión sobre sus cursos de acción y de vida. La subjetividad según de la
Garza:
“no es una estructura que da sentido de uno a uno, sino un proceso que pone en
juego estructuras subjetivas parciales (cognoscitivas, valorativas, de la
personalidad, estéticas, sentimentales, discursivas y de formas de razonamiento); es
subjetividad con estructuras parciales en diferentes niveles de abstracción y
profundidad que se reconfigura para la situación y decisión concretas” (De la Garza
2000: 28-29).
35 En este sentido la subjetividad según de la Garza, es un proceso de dar sentido a
situaciones específicas, que admite incoherencias, además de discontinuidades y
contradicciones. La identidad la concibe de la Garza como una forma particular de
subjetividad que se da en una diversidad de expresiones y manifestaciones:
“En tanto sentido de pertenencia colectiva, con sus signos compartidos, su memoria
colectiva, sus mitos fundacionales, su lenguaje, su estilo de vida, sus modelos de
comportamiento y, en niveles superiores, sus proyectos y enemigos comunes; esta
identidad como la subjetividad, puede reconocer niveles desde los más ambiguos
hasta los más específicos y, en esta medida, aceptar la pregunta. ¿Identidad para
cuales espacios de acción?” (De la Garza 2000:29).
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36 Para el caso de los jóvenes las posturas de De la Garza son esclarecedoras, en tanto, en
este contexto socio histórico y económico se plantea que esta población es afectada por
las mismas fuerzas del mercado, ya que frente al trabajo le restringen e inmovilizan las
posibilidades de elección para acceder a puestos laborales, en contraposición a la libertad
y flexibilidad del gran capital inversor para imponer las leyes y normas globales. Este
fenómeno se observa en la mayoría de países Latinoamericanos e incluso los europeos
como España, en donde el desempleo juvenil ronda por el 22% uno de los más altos de
dicho continente. Quizá esta sería una explicación para el proceso de movilización de los
“indignados” en el 2012 que en su mayoría eran jóvenes desempleados que propugnaban
por cambios en la sociedad española y en el sistema financiero global. Resulta paradójico
que la juventud a pesar de manejar y consumir los nuevos medios de procesamiento de
información y de una mayor participación de redes a distancia, e incluso más años de
educación, no ve que se traduzca en mayor presencia en las instancias de decisión
política, a la par de un mejoramiento de condiciones materiales, planteando desafíos a la
inclusión (Hopenhayn, 2008, p. 18). En el mismo sentido, se argumenta que las
reclamaciones de los jóvenes apuntan en asuntos relacionados con la inconformidad en
cuanto a las condiciones precarias, los altos costos de vivienda, imposibilidad de acceder a
una pensión y el mejoramiento de condiciones de la educación, son aspectos que sugieren
que la situación de la condición juvenil en los países periféricos como Colombia es a todas
luces también precaria.
37 Así la expresión de la globalización en Colombia que afecta lo local, encuentra su nicho en
el sistema económico y las relaciones productivas que privilegian el modelo exógeno de
afuera hacia adentro, basado en la competitividad global de los mercados, con un débil
apoyo a la investigación, la innovación y el desarrollo de los sistemas productivos locales,
afectando el capital social y el conocimiento producido. De ahí que sería deseable para el
contexto local, el planteamiento de un sistema territorial de innovación de carácter
endógeno, de adentro hacia afuera, que surja como parte de los procesos de desarrollo
gestados en los territorios regionales, solidario y colaborativo, basado en el conocimiento,
como principal factor de desarrollo de los sistemas productivos locales, se plantea como
una necesidad (Acevedo, 2010).
38 Los estudios en las sociedades latinoamericanas (De la Garza, 2001, Neffa, 2001), han
coincidido en asegurar que el trabajo no ha desaparecido según lo argumentado por
Rifkin, pero si se ha transformado, es así que es necesario estudiarlo desde las condiciones
en que se realiza y sus expresiones en la actualidad. Para Cortés (2000), el trabajo
continúa siendo fundamental y relevante en la sociedad, como se aprecia en las diferentes
transformaciones y dinámicas socio laborales surgidas en el trabajo asalariado y el
creciente aumento del trabajo informal, con lo cual se evidencia que la experiencia
laboral continua siendo esencial en la vida de las personas. Con lo anterior, es posible
plantear que la tesis sobre la crisis del trabajo en la mayoría de países de América Latina,
está estrechamente ligada a una crisis de precarización de las actividades, de exclusión
social vinculada a la creciente pobreza, por tanto, no se puede enfatizar que en nuestro
contexto latinoamericano el trabajo no es relevante, sino que los cambios han llevado a
procesos de pérdida de las condiciones de seguridad y de realización que antes si se
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Condición juvenil contemporánea: reflexiones frente a las realidades del actu... 13
garantizaban como el trabajo protegido, con seguridad social integral, estabilidad laboral,
por tiempo indefinido, entre otros.
39 Para teóricos como De la Garza, (2001) la crisis del trabajo en Latinoamérica adquiere
otras connotaciones diferentes a los llamados países centrales, en razón a que es sobre
todo la crisis del empleo en las unidades de tamaño mediano y pequeñas, además por la
presencia de microunidades de trabajo que son tan pequeñas y a la vez separadas unas de
otras, esto tanto en los sectores de servicios, manufacturero y de autoempleo; de lo
anterior se desprende que la fragmentación de las identidades de los trabajadores “no es
por la diversidad de mundos de vida (trabajo, familia, ocio, etc.) para la mayoría de la
población en América Latina, sino por laborar en unidades tan pequeñas y desarticuladas.
Sin embargo este sentido de la fragmentación tiene una parte importante de
homogeneidad: la precarización” (De la Garza 2001:28). Continúa argumentando este
autor que otra característica de los trabajadores de estas unidades de trabajo es que son
de baja calificación y de condiciones precarias semejantes y, concluye que “tampoco se
trata de un aumento espectacular del desempleo, sino un incremento sustancial de las
actividades precarias” (Ibíd).
40 Por esto el capitalismo de marcado corte neoliberal, ha permeado todo el tejido social, en
la que los jóvenes se encuentran inmersos; es indudable que los jóvenes actualmente
desde el punto de vista de las nuevas realidades, se dedican a experimentar caminos
diversos para sobrevivir e innovar, García Canclini explica el evidente cuestionamiento y
malestar de los jóvenes manifestado en discursos de carácter cultural representado en
canciones, videos, blogs, twitters y en prácticas que conllevan autoorganización o como
muchos que deciden emigrar, ello ha promovido la emergencia y la importancia de la
creatividad en muchos ámbitos vitales. Lo anterior se presenta, porque de la mano del
avance de las tecnologías de la comunicación y la informática, la expansión de la
conectividad ha posibilitado a las personas el desarrollo de la creatividad con el fin de
alcanzar por medio de ésta mejores condiciones de vida y trabajo, en sentido contrario,
las desventajas socioeconómicas y el riesgo de exclusión representado en inestabilidad y
precariedad laboral, se vinculan a la falta de competencia en las nuevas tendencias de
innovación y creatividad (García Canclini 2012: 20). Siguiendo a García Canclini
argumenta que no basta con concebir la creatividad
“como recurso para superar estructuralmente la pérdida de seguridad en el trabajo,
la inestabilidad y precarización. Lo que logramos captar son algunas vías a través de
las cuales ciertos sectores se reubican. Una ponderación adecuada de su alcance
requiere verlos en el contexto de creciente desempleo; en el marco de la
tercerización y la subcontratación temporal, las redes informales donde la
sobreexplotación del trabajo y del tiempo impide a muchos concluir la formación
escolar y reciclarse “ (Ibíd).
41 Así mismo, la condición juvenil ha mutado en diferentes perspectivas (la cultural, la del
consumo, la de la participación) pero especialmente ha desplegado su proceso de
valorización como nueva fuerza de trabajo. Según (Pérez Islas, 2010), se da la confluencia
de trabajos enmarcados en la incertidumbre en los que los jóvenes son importantes por el
presentismo, en tanto no construyen proyectos de largo alcance, sino que los proyectos
que construyen son marcados por la rapidez, lo efímero y la intensidad, es el caso típico
de los jóvenes trabajadores del mundo del espectáculo, de las entidades financieras,
corredores de bolsa, la industria de la moda, la publicidad y los deportes, entre otros. Una
segunda forma de valorización de la fuerza de trabajo juvenil es la que involucra de
acuerdo con Pérez Islas, (2010) la superexplotación que se relaciona con “la reducción del
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Condición juvenil contemporánea: reflexiones frente a las realidades del actu... 14
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Condición juvenil contemporánea: reflexiones frente a las realidades del actu... 15
Conclusiones
45 El resurgimiento de nuevas formas de plantear la incursión de los jóvenes en las
sociedades, como lo es la interpretación de las experiencias que los atañe, ha implicado el
reconocimiento de la diversidad, heterogeneidad, movilidad, lo efímero, lo circunstancial,
lo indeterminado que acompaña muchas de las expresiones de lo juvenil. La mirada de la
condición juvenil es una apuesta que en la contemporaneidad nos estimula a indagar en
otras discursividades diferentes a la oficial/hegemónica, que apunte a la visibilidad de las
prácticas que emergen en contextos específicos, como el laboral, donde los y las jóvenes
configuran sensibilidades, utopías y transitoriedades, en tanto necesitan el
reconocimiento en su especificidad y a la vez como parte de un todo en el sentido de
unicidad. Junto a la erosión de algunos referentes como lo fue el trabajo e incluso la
escuela, y frente a los contextos de violencia latinoamericanos, es importante plantear
que lo que buscan los jóvenes y las jóvenes es su inclusión como pares, a la vez articulados
en las redes institucionales y sociales donde viven y a la vez en las que participan, más
que ser reconocidos desde la política como “juventud”. De esto se desprende que la
condición juvenil es una construcción sociocultural, definida históricamente, cambiante y
transitoria, que se presenta como parte de los procesos de disputa y negociación, entre las
representaciones externas y las propias de los sujetos jóvenes en esta condición; lo
anterior teniendo en cuenta la heterogeneidad cultural y la desigualdad estructural que
perfilan la condición juvenil y las identificaciones laborales específicas.
46 Es evidente que desde nuestros espacios académicos y partiendo desde la vida cotidiana
de los jóvenes para explorar sus experiencias, nos impulsa a repensar que si se quiere
generar una alternativa a las posturas hegemónicas, hay que generar desde los escenarios
donde vive, trabaja e interactúa la gente, un pensamiento y unas ciencias sociales críticas
capaces de revertirlas, de generar otros mundos posibles, que tenga en cuenta también la
relación capital-trabajo en un contexto de mayor equidad en especial con la masa de
trabajadores informales, jóvenes flexibles y que permita la afiliación social de los
desafiliados que habitan las ciudades y zonas rurales, sin esperanza de formar parte de la
sociedad de la que han sido expulsados.
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NOTAS
1. El artículo de reflexión se constituye en uno de los insumos teóricos de la investigación
doctoral que se realiza en la Universidad de Manizales- CINDE, sobre las narrativas de identidad
desde la experiencia de trabajo en sujetos jóvenes: el caso de los vendedores callejeros.
2. Por “gubernamentalidad” entiendo el conjunto constituido por las instituciones, los
procedimientos, análisis y reflexiones, los cálculos y las tácticas que permiten ejercer esta forma
específica, tan compleja, de poder, que tiene como meta principal la población, como forma
primordial de saber, la economía política, como instrumento técnico esencial, los dispositivos de
seguridad” (Foucault 1999:195).
RESÚMENES
El artículo aborda la propuesta temática de las nuevas realidades del contexto socio histórico y,
en especial, el laboral, y su relación con la condición juvenil contemporánea, entendida ésta
como noción que instituye un referente desde el cual se puede entender la multiplicidad de
formas de ser joven en los diferentes contextos. En un primer momento se desarrolla el recorrido
de la noción de condición juvenil, a la luz de los cambios y desplazamientos teóricos de ésta,
según las diferentes tendencias que la han reconceptualizado, y en un segundo momento se
pretende dar cuenta de cómo el contexto laboral, desde sus diferentes formas adoptadas en la
modernidad tardía, configuran la construcción de las identificaciones de los jóvenes en el ámbito
laboral como espacio social de relaciones.
The article discusses the proposal of the new realities of social and historical context and, in
particular, the labor context, and its relation to youth’s contemporary condition, understood as a
concept that establishes a reference from which we can understand the multiplicity of ways of
being young in the different contexts. The first part develops the route of the notion of youth
condition, in the light of its theoretical displacements, according to the different trends that
have reconceptualized it, in a second stage, it gives account of how the employment context,
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Condición juvenil contemporánea: reflexiones frente a las realidades del actu... 19
from its different forms it has taken in late modernity, build up the identifications of young
people in the workplace as social space for relationships.
O artigo aborda a proposta temática para as novas realidades do contexto social e histórico e,
principalmente, do trabalho e sua relação com a condição juvenil contemporânea, entendida
como um conceito que estabelece um ponto de referência a partir do qual se pode compreender a
multiplicidade de formas de ser jovem em diferentes contextos. Inicialmente se desenvolve o
percurso da noção de situação da juventude à luz das mudanças e deslocamentos teóricos desta,
segundo as diferentes tendências que o reconceitualizaram. Num segundo momento procura
explicar como os contextos do emprego em suas diferentes formas adoptadas na modernidade
tardia configuram a construção das identificações dos jovens no âmbito do trabalho como espaço
social de relações.
ÍNDICE
Keywords: condition of youth, desplacements, socio-historical context, labor context
Palabras claves: condición juvenil, desplazamientos, contexto sociohistórico, contexto laboral
Palavras-chave: condição juvenil, deslocamentos, contexto sócio-histórico, contexto do
trabalho
AUTORES
MARÍA EUGENIA PICO MERCHÁN
Universidad de Caldas, Manizales, Colombia. E-mail: maria.pico@ucaldas.edu.co
Polis, 39 | 2014
Nuevas infancias y adolescencias
Este artículo revisa alguna de la literatura que se ha producido para definir el con-
cepto juventud. Esta revisión se distancia de algunos análisis transculturales,
practicados por la antropología social, que categorizan el término “juventud” desde
las coordenadas del mundo occidentalizado, construyendo una reflexión sobre la
totalidad de las sociedades con los parámetros con los que Occidente ha mirado la ju-
ventud. La revisión de la producción teórica se acerca, por el contrario, al discurso
sociohistórico que define la juventud de manera contextualizada, ateniéndose a las
sociedades en específico y a las temporalidades históricas en las que tales sociedades
devienen.
This article reviews part of the literature that has intended to define the concept of
youth. This revision diverges from a kind of transcultural analysis, carried out in
the field of social anthropology, that define the term “youth” from the perspective of the
westernized world, constructing a reflection on all the societies as a whole, with
the parameters with which the West has perceived youth. This revision of the
theoretical production, on the contrary, approaches the socio-historical discourse that
__________________________________________________________ defines youth in a contextualized manner, by referring to specific societies and to
* El presente artículo hace parte de the historical times in which they evolve.
la indagación teórica que supone la
investigación “Representaciones so-
Key words: Youthful condition, youth, domination, subjection, social moratorium,
ciales, expresiones de participación,
razonamiento social y prácticas edu- cross-generational relations, social power relations.
cativas, relacionadas con la formación
ciudadana en el contexto universi-
tario: un análisis del sentido y con- Du concept de jeunesse à celui de jeunesses et à ce qui concerne
diciones de posibilidad, de un pro- le concept de juvénile
yecto de formación ciudadana en la
educación superior”. Esta investiga-
Cet article révise quelque littérature qui a été produite pour définir le concept je-
ción es dirigida por Carlos Sandoval
y financiada por el Comité Central unesse. Cette révision est distancée de quelques des analyses transculturelles pra-
de Investigaciones de la Universi- tiquées par l’anthropologie sociale qui catégorisent le terme “jeunesse” depuis des
dad de Antioquia (CODI), código coordonnées du monde occidentalisé, en construisant une réflexion au sujet de
E01377. Su fecha de inicio fue el 24 l’intégralité des sociétés à partir des paramètres avec ceux que l’Ouest a regardé la
de marzo de 2008 y la demarcada jeunesse. La révision de la production théorique s’approche au contraire au discours
para su finalización es en septiembre sociohistorique qui définit la jeunesse de manière contextualisée, en s’appuyant
de 2011.
aux sociétés spécifiquement et aux temporalités historiques dans lesquelles telles
** Magíster en Historia. Profesora de la
Facultad de Educación de la Univer- sociétés deviennent.
sidad de Antioquia.
E-mail: mvilla@ayura.udea.edu.co, Mots clés: Condition juvénile, jeunesse, domination, soumission, moratoire sociale,
mevilla@une.net.co rapports entre générations, rapports de pouvoir social.
Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011 147
Volver a los 17
Después de vivir un siglo
Es como descifrar signos
Sin ser sabio competente
Volver a ser de repente
Tan frágil como un segundo
Volver a sentir profundo
Como un niño frente a Dios
Eso es lo que siento yo
En este instante fecundo
Violeta Parra
Presentación
148 Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011
Nuevas infancias y adolescencias
finir, de manera exclusiva, la condición social nil si nos asalta, por ejemplo, esa especie de
juvenil. Por último, sobre la base de la defini- enajenación que llamamos “amor”, a la que
ción del concepto que caracteriza a las juven- hizo referencia la cantautora chilena Violeta
tudes, se desarrolla una exposición del con- Parra cuando declaraba que, después de vi-
cepto de lo juvenil en miras a la posibilidad vir un siglo, había vuelto a tener 17 años. En
que brinda para analizar las representaciones este sentido, la condición juvenil no depende
sociales y, en general, las construcciones de de la asociación biológica que se inscribe en
sentido que prescriben las prácticas de ciuda- la reflexión de lo que sucede naturalmente.
danía —objeto de la investigación que suscita Desde este punto de vista, el concepto juven-
este artículo. tud no está adscrito a un criterio demarcado
por la edad o el tiempo vivido por una indivi-
dualidad, dado que la edad, como criterio de
Hacia una definición del concepto juventud orden biológico que corresponde a los ciclos
de la naturaleza para definir la juventud, es
Roberto Brito Lemus ha llamado la atención desbordada y afectada por la complejidad de
acerca de la necesidad de construir, en el pla- significaciones sociales que implica el signifi-
no de las ciencias sociales y, en específico, en cante social juventud que, como se ha escrito,
el de la sociología de la juventud, una cate- hace referencia a una condición social.
goría analítica denominada juventud que pro-
blematice la realidad de las y los jóvenes con La condición social juvenil alude, por el con-
la que nos encontramos empírica y cotidiana- trario, a la identidad social que desarrollan
mente (1996: 25). Este objeto teórico se consti- las individualidades humanas. El término ju-
tuye, entonces, en el referente interpretativo ventud identifica, y como toda identidad, se
de la realidad a la que la investigación social refiere a sistemas de relaciones articulados en
se quiere acercar. Para ello, plantea como ca- diferentes ámbitos de interacción que pasan
mino el encuentro de las identidades que por instituciones como la familia, las Iglesias,
supone la categoría social juventud. En este la escuela, los espacios en los que se producen
propósito está de acuerdo con otros autores y movilizan recursos o los espacios en los que
al definir la juventud como un fenómeno so- se ejercen las prácticas políticas. El concep-
ciológico que, en consecuencia, hay que en- to juventud forma, de acuerdo con Margulis,
tender desde la órbita de la reflexión sobre lo parte de “el sistema de significaciones con
social humano y del devenir histórico. En este que en cada marco institucional se definen las
terreno se puede afirmar que cuando se hace identidades” (2001: 42).
referencia a la juventud se alude a una condi-
ción social con cualidades específicas que se Desde el entendimiento de la condición so-
manifiestan, de diferentes maneras, según la cial juvenil referida a las identidades —que se
época histórica y la sociedad específicamente definen en los marcos institucionales que las
analizada en cada época. sociedades construyen para devenir—, Mar-
gulis precisa la oportunidad de no hacer refe-
En esta órbita, Mario Margulis (2001) resalta rencia a la juventud, sino a las juventudes, a las
el significado social, es decir, no natural de que define como condiciones históricamente
la condición juvenil, mostrando cómo la ju- construidas y determinadas por diferentes
ventud no se inscribe en el reino de la natu- variables que las atraviesan y que se podrían
raleza, ni está regida por ella. No es natural identificar con: el sexo, que está determinado
llegar a ser joven. Puede que una individuali- de manera biológica; el género en el que se
dad humana no llegue a serlo nunca o puede desarrolle la interacción psíquica en los pro-
que después de vivir por largo tiempo en la cesos de socialización humana; la condición
condición adulta se torne a la condición juve- social de hombre o de mujer que se haya asu-
Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011 149
Del concepto de juventud al de juventudes y al de lo juvenil
mido para interactuar socialmente; la genera- la sociedad clásica categorizaba como jóvenes
ción o el ámbito temporal de construcción de a individuos que se acercaban a los 40 años, y
la experiencia individual y colectiva; la etnia el tercero estriba en la falta de un equivalente
y, en general, las culturas contenidas en los lingüístico de la palabra moderna juventud en
lenguajes con los que las sociedades aspiran los idiomas medievales europeos (1996: 79).
a la comprensión interindividual; las oportu-
nidades socioeconómicas de las que logren Si nos apartamos del análisis transcultural y
disponer las individualidades y las colectivi- nos acercamos al sociohistórico, que se centra
dades humanas, y las territorialidades, que se en los procesos dinámicos que configuran las
constituyen en el espacio geográfico para ser diferentes sociedades, se puede afirmar que
habitadas con los referentes culturales pro-
se es joven en un contexto concreto (Alba,
pios de la especie humana.
1975: 16), o lo que es lo mismo: las diferentes
formas de ser o no llegar a ser nunca joven
La pretensión de buscar la comprensión de
emergen en contextos históricos precisos. Por
las juventudes —como nos invita a llamar la
tanto, el análisis de las juventudes nunca brin-
condición juvenil el chileno Klaudio Duarte
dará resultados satisfactorios si se hace en
Quapper (2001)— desde lo sociohistórico se
abstracto, en la medida en que cada sociedad
opone al análisis transcultural que, apoyado
define, en el campo de las relaciones de po-
en la antropología social, acepta la idea de la
der social —que se configuran entre las dis-
juventud como un fenómeno universal, su-
tintas generaciones y que permiten el devenir
poniendo su existencia y la de las diferentes
de lo social humano—, categorías de edades
categorías de edad, en todos los tiempos y que delimitan determinadas condiciones so-
en todos los espacios. Argumenta, este autor, ciales. Así, al estudiar las juventudes, desde el
que cuando la antropología social encuentra conocimiento que delinea la historia de las
a la juventud en todas las sociedades, se debe sociedades humanas, referirse a ellas es cen-
al etnocentrismo occidental en el que las so- trarse en lo que las relaciones de poder social
ciedades europeo occidentales se vuelven el han configurado, en cada sociedad histórica,
modelo para entender y evaluar las diversas como condición juvenil. En este sentido, hay
formas de vida social que se han desarrollado que tener en cuenta, para el desarrollo de los
en el planeta Tierra. Frente a este aspecto, con análisis, lo que cada sociedad identifica como
Sven Mørch, se puede puntualizar que juventud; lo que las y los jóvenes piensan y
sienten acerca de sí mismos y sí mismas, y lo
[…] la demostración empírica de la
que el mundo de los/as adultos/as piensan y
existencia de grupos de edad jóvenes
sienten acerca de las y los jóvenes de su época
en casi todas las sociedades no es en
sí misma una prueba de la universa- (Alba, 1975: 16).
lidad de la juventud como fenómeno
social (1996: 79). Entendida entonces, desde la historia social,
la juventud como una condición social diversi-
Por otra parte, al abordar la pregunta por la ju- ficada que implica asumirla en plural, es im-
ventud, por lo menos en Occidente y en especí- portante volver a acercarse a los planteamientos
fico en Europa Occidental, universo cultural en de Brito para desarrollar la construcción teóri-
el que se ha desarrollado el análisis transcul- ca del concepto, que implica emplear criterios
tural, se encuentran, como mínimo, tres pro- que lo puedan delimitar. Tales criterios per-
blemas: el primero de ellos es que la juventud miten entender a la juventud como un proce-
de las mujeres está ausente de casi todos los so que deviene en lo social humano; que hace
estudios; el segundo, la constatación de que que las y los jóvenes estén subordinados/as a
150 Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011
Nuevas infancias y adolescencias
quienes han devenido a la condición adulta conoce; a los atributos que se les confiere y a
y que está caracterizada por las prácticas dife- la situación social en la que se ubican, en cada
renciadas que desarrollan aquellas y aquellos proceso o acontecimiento social, a quienes se
que atraviesan la condición juvenil. Así, exis- agrupan en ella. Es, además, un condicionan-
ten diversas maneras de ser joven que pres- te de la acción social individual y colectiva
criben que, en el análisis de lo social humano, que refleja las restricciones, los términos, las
haya que referirse a las juventudes. obligaciones y las posibilidades de las que un
determinado grupo humano puede gozar en
En cuanto a la juventud como proceso, Brito una determinada sociedad.
parte de aclarar su condicionamiento biológi-
co y el ser el producto de las relaciones socia- De manera general, la condición juvenil está
les. De esta forma, para el autor, la juventud inmersa en las relaciones de poder social que
como proceso biológico linda con la niñez se configuran y que configuran a las socie-
y, como proceso social, transita hacia la adul- dades humanas. Estas relaciones, además,
tez. Ello significa que los y las jóvenes tienen permiten que tales sociedades se reproduz-
la capacidad de reproducir biológicamente la can como sistemas de relaciones entre indivi-
especie sin tener legitimada la posibilidad de dualidades humanas, si se asume que los dis-
reproducir por completo los procesos socia- tintos poderes sociales son funcionales a los
les humanos. Por tanto, la juventud comienza sistemas sociales históricos y no a las colecti-
vidades o las individualidades en particular,
con la definición biológica de la capacidad, de
dado que el poder social cumple la función
la que gozan las individualidades humanas,
de posibilitar la comprensión intersubjeti-
para reproducirse como especie y termina
va que difumina las situaciones de anomia
cuando adquieren la capacidad de reprodu-
(Luhmann, 1995) a las que, de suyo, puede
cir de manera legítima la sociedad en la que
llevar la alta diferenciación individual que ca-
han devenido (1996: 28). El proceso implica
racteriza a la especie humana.
la inculcación y la asimilación de las normas
que permiten la cohesión social. Inculcación
La condición juvenil, analizada desde la teo-
y asimilación transforman a las individuali- ría de las relaciones de poder social, es una
dades humanas, maduras fisiológicamente, producción social determinada por el lugar
en agentes sociales competentes y legitima- que ocupa cada individualidad en la jerar-
dos para reproducir las lógicas de lo social quía generacional que las distintas socieda-
humano, pero, sobre todo, para estar en ca- des humanas van constituyendo. Por ello, el
pacidad de asimilar e interiorizar los valores significado de la condición juvenil es un pro-
de la sociedad. ducto de las relaciones de poder social que
se escenifican entre las generaciones que se
En cuanto a la condición de subordinación ju- van identificando en las sociedades, en cada
venil, ese tránsito entre la definición de la ca- época de su existencia. La condición juvenil
pacidad biológica de reproducir la especie a la como proceso social, que genera una condi-
capacidad psíquica de reproducir los procesos ción de subordinación frente a la condición
sociales en la vía que las nuevas generaciones adulta, se construye socialmente en las disputas
encontraron instaurada implica que, desde que se suceden, en las sociedades, para cons-
la condición adulta, se apreste a las nuevas truir situaciones de dominación en el marco
generaciones y se les conduzca a asimilar las de unos ordenamientos sociales que especifi-
normas que permiten que la sociedad esté or- ca la política. En este caso, las situaciones de
denada y cohesionada. La condición juvenil dominación son las que se configuran entre
hace referencia a las calidades que se les re- las diversas generaciones.
Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011 151
Del concepto de juventud al de juventudes y al de lo juvenil
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Nuevas infancias y adolescencias
legitimado socialmente. Es entonces el porte en tanto ésta demuestre ser funcional a la re-
de un poder de carácter ideológico el que producción de lo social que asumirán con ple-
se disputa entre las generaciones de adultos nitud las nuevas generaciones, cuando hayan
y las de los y las jóvenes, para instaurar situa- superado el compás de espera, frente a los
ciones correlativas de subordinación-domi- compromisos formales, que le brinda la con-
nación. En tales disputas fueron los hombres dición adulta a la juvenil para que se apreste,
adultos los que, por mucho tiempo, ocuparon con plenitud, a reproducir lo social humano en
el lugar de la dominación, a partir del empo- el momento en el que, deviniendo a la condi-
deramiento que les brindara el porte de un ción adulta, pueda regir los destinos del todo
poder ideológico originado en la denomina- social. La condición juvenil, definida como
da experiencia. Este poder se los confería una un tiempo de paso a la condición adulta, exi-
cantidad de tiempo vivido en una sociedad me a los y las jóvenes de algunos compromi-
donde las coordenadas de organización las sos formales con la sociedad. Por ello, los y
demarcaba el padre de familia. Ahora, el fe- las jóvenes gozan de una relativa autonomía
nómeno de la juvenilización de la sociedad co- con respecto a algunas responsabilidades so-
rresponde a que, en el mundo occidentaliza- ciales, a condición de que cumplan con los
do, es el saber portado por los y las jóvenes, y protocolos que caracterizan su consignación
que proviene, precisamente, de su falta de ex- a la condición adulta y con las tareas propias
periencia, el que se viene legitimando social- que implican el proceso de aprestamiento o,
mente hasta transitar, de manera paulatina, a mejor, de formación en el que les sumergen
la dominación que, en algunos contextos, es- las personas adultas para que dejen de ser lo
tablecen las y los niños sobre las otras genera- que son y pasen a ser lo que socialmente con-
ciones, en las que los sentimientos de rechazo viene que deben ser.
de la frustración, es decir, de una experiencia
percibida como negativa, cumplen un papel La condición juvenil hace referencia a un
determinante. Es, quizá, la adoración del capi- estado o situación en que se encuentra una
talismo por lo novedoso, o lo que funja como individualidad y, en consecuencia, se inscribe
tal, lo que ha juvenilizado las sociedades de en cada uno de los sucesivos modos de ser
Occidente y a las occidentalizadas. Tal adora- que no necesariamente están adscritos a una
ción se comparece con la lógica que sostiene linealidad y menos a una teleología y que,
la relación social capitalista: el consumo masi- por el contrario, se relacionan con las elabo-
vo de mercancías que se consumen en tanto raciones psíquicas de las experiencias en que
impliquen una novedad que satisfaga, más haya estado inmersa cada individualidad.
allá de las necesidades humanas, el enigmá- Al respecto, Pierre-Félix Guattari, en una lú-
tico deseo que quisieron descifrar los econo- cida entrevista en la que, desde la revista El
mistas marginalistas decimonónicos. Viejo Topo, se le inquiere por el significado
del término “adolescencia”, cruza el devenir
Como umbral de paso a la reproducción de adolescente, en el campo de lo social, con la
lo social, la condición juvenil representa un condición de subordinación que viven los y
riesgo e indefinidas incertidumbres para la las jóvenes con respecto a la condición adulta.
solidez del mundo adulto que valora lo esta- Ésta es la variable generacional, que juega en
blecido. Sin embargo, éste admite, en la rela- las relaciones de las individualidades que tra-
ción de dependencia, en la que forcejea con man lo social, a la que hace referencia Brito.
el mundo joven, la innovación juvenil, sólo Para Guattari, la adolescencia:
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Del concepto de juventud al de juventudes y al de lo juvenil
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Nuevas infancias y adolescencias
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Del concepto de juventud al de juventudes y al de lo juvenil
momento dado, algunas de las subjetivida- De este modo, lo juvenil se constituye a partir
des inmersas en la trama de relaciones que se de un cierto modo de vivir o sobrevivir a la
constituyen, mudan y devienen en las socieda- tensión existencial en los espacios en los que
des. Es, entonces, el estado de subordinación de los y las jóvenes desarrollan, de manera gre-
las juventudes, inscrita en el ámbito de las rela- garia, prácticas diferenciadas. La producción
ciones de poder social y, en especial, ideológi- de lo juvenil tiene, además, relación con los
co, la que define la condición juvenil. distintos modos de agruparse que desarrollan
las juventudes en el espacio. Es propio de lo ju-
“Lo juvenil” venil la tendencia a lo colectivo, a lo gregario
y a una organicidad que, en muchos casos, es
Entendida la juventud como una condición de singular. Por último, lo juvenil está asociado a
subordinación frente a la condición adulta, nuevos modos de participar en la reproduc-
con la que las juventudes se disputan el por- ción de lo social humano, que les hace ver de
te del poder ideológico, que representa una manera distinta la función política que orde-
posibilidad para quien lo porta, el concepto na lo social. Lo que sueñan que debe ser lo
de lo juvenil se torna pertinente para analizar social tiende a ser distinto a las concepciones
las construcciones de sentido común, que se y a las prácticas adultas. En consonancia, las y
pueden entender con la teoría de las repre- los jóvenes construyen concepciones sociales,
teorías sociales, imaginarios sociales y utopías
sentaciones sociales, y las prácticas que se po-
que prescriben sus prácticas por las que es
nen en escena en la relación entre la condi-
necesario indagar para entender los sentidos
ción juvenil y la condición adulta.
por los que van transitando las sociedades
occidentales y occidentalizadas, que tienden,
Lo juvenil ha sido definido por Duarte como
en la actualidad, a la juvenilización y a la in-
“las diversas producciones culturales y con-
fantilización de la cultura. Es decir, a asumir
traculturales” (2001: 71) que realizan quienes como legítimos los sentidos que producen las
se agrupan desde su condición juvenil. Estas nuevas generaciones, en tanto éstos sean si-
producciones son ampliamente diversas y métricos a lógica mercantil en la que, paulati-
heterogéneas. Además, navegan por los dis- namente, se van sumergiendo.
tintos espacios sociales en que las y los jóve-
nes se despliegan. Agrega Duarte (2001: 71)
que lo juvenil es una producción que se posi- Referencias bibliográficas
ciona de acuerdo con el contexto en que cada
grupo de jóvenes se desenvuelve, intentando Alba, Víctor, 1975, Historia social de la juventud, Bar-
resolver la tensión existencial que les plantea su celona, Plaza & Janés.
sociedad: ser como lo desean o ser como se les
Brito Lemus, Roberto, 1996, “Hacia una sociología
impone en el marco de la condición de sub-
de la juventud. Algunos elementos para la cons-
ordinación que tienen frente a la condición trucción de un nuevo paradigma de la juventud”,
adulta, especialmente cuando gozan de la Jóvenes, México, cuarta época, año 1, núm. 1, jul.-
moratoria en la que el tiempo que se otorgan, sep., pp. 24-33.
y se les otorga, sobre la Tierra, ha de estar
dedicado al aprendizaje —desde la perspec- Duarte Quapper, Klaudio, 2001, “¿Juventud o ju-
ventudes? Acerca de cómo mirar y remirar a las
tiva de la formación— de las maneras como
juventudes de nuestro continente”, en: Solum
se reproduce el ordenamiento social, que es Donas Burack, comp., Adolescencia y juventud en
político, tal y como lo desea y ha estipulado la América Latina, Cartago, Libro Universitario Re-
condición histórica adulta. gional, pp. 57-74.
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Nuevas infancias y adolescencias
Guattari, Pierre-Félix, 1980, “Viaje a la adolescen- Margulis, Mario, 2001, “Juventud: una aproxima-
cia”, El Viejo Topo, Madrid, núm. 43, abril, pp. 47-50. ción conceptual”, en: Solum Donas Burack, comp.,
Adolescencia y juventud en América Latina, Cartago,
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tro Editorial Universidad del Valle. Mørch, Sven, 1996, “Sobre el desarrollo y los pro-
blemas de la juventud”, Jóvenes, México, cuarta
Luhmann, Niklas, 1995, Poder, Barcelona, Anthropos. época, año 1, núm. 1, jul.-sep., pp. 78-106.
Referencia
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2
REVISIÓN DEL CONCEPTO DE JUVENTUD Y SU
RELACIÓN CON EL MUNDO DE LA POLÍTICA
Resumen
3
Introducción
¿Por qué estudiar a los jóvenes y su relación con la política? La respuesta puede ser
sencilla desde una perspectiva cuantitativa: los jóvenes de entre 15 y 29 años suman de
acuerdo al censo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, 2010: 29,706,560
habitantes. Asimismo, en el padrón electoral tres de cada diez empadronados están en el
rango de edad de 18 a 29 años. No obstante, su presencia numérica no es la principal
justificación. Se tiene, por un lado, una complejidad en la condición juvenil que no
permite caracterizar a este grupo de un manera sencilla y para siempre; lo anterior, sobre
todo, por su condición cambiante y porque se concibe de manera diferente de acuerdo a
cada momento histórico, lugar y sociedad. A su vez, la forma como se relaciona este
grupo social con los objetos de poder reviste una complejidad que va desde la apatía
hasta la participación directa, ya sea incidiendo en ella por las vías institucionales o
fuera de ellas.
Es necesario entonces apuntar que en el presente Documento de Trabajo se tiene
la finalidad de exponer de manera exhaustiva las diferentes contribuciones que se han
hecho alrededor del concepto de juventud, esto es con el objetivo de tener una base
teórica para desarrollar en posteriores investigaciones empíricas una mejor delimitación
del objeto de estudio, el cual contendrá a los jóvenes en su relación con la política, y
concretamente con los procesos electorales: instituciones electorales, partidos políticos,
candidatos, el acto de votar o abstenerse, entre otros.
En consecuencia, el lector encontrará en el presente una exposición de las
principales aportaciones que intentan definir (acotar) el concepto de juventud, una tarea
que como se verá es bastante difícil de lograr. Por ello, se presenta primero la
complejidad del concepto de juventud para luego relacionarlo con otros no menos
complicados, el de la política y el de los procesos electorales.
4
como una población definida a partir de rangos de edad preestablecidos, o reduciendo su
estudio a condiciones biológicas o psicológicas (Valenzuela, 1997).
Sobre la forma en que se tomará el concepto de juventud en relación con la
política, es importante mencionar que los sociólogos, psicólogos sociales y antropólogos
han llevado a cabo una gran contribución al plantearla como una construcción histórica.
Es por ello que el sociólogo francés Pierre Bourdieu, al problematizar el concepto de
juventud, plantea que las relaciones entre la edad social y la biológica son muy
complejas y por tanto suelen estar sujetas a manipulación, sobre todo en el sentido de
concebir a los jóvenes como una unidad con intereses comunes por el único hecho de
compartir un rango de edad (Bourdieu, 1990).
5
Con estas ideas se puede entender que “de un contexto a otro, de una a otra
época, los jóvenes asumen funciones diferentes, y su estatuto queda definido mediante
fuentes diversas: la ciudad o el campo, el castillo feudal o la fábrica del siglo XIX, el
compañerismo de la fase de aprendizaje en el Antiguo régimen, o su equivalente en las
ciudades de la Antigüedad clásica” (Levi y Schmitt, 1996: 14).
Para el investigador español Carles Feixa Pampols, la juventud como realidad
social surge a partir de la revolución industrial. Sin embargo, no se puede identificar el
nacimiento de la juventud con una fecha precisa. La juventud “como condición social
difundida entre las diversas clases sociales y como imagen cultural nítidamente
diferenciada “no apareció masivamente en el escenario público hasta el lindar del siglo
XIX” (Feixa, 1999: 29).
En algunas sociedades, la transformación de instituciones como la familia, la
escuela, el ejército y el trabajo coadyuvaron para el surgimiento de la juventud. La
familia que no se había ocupado plenamente de la educación y promoción de los hijos,
desarrolla cada vez más un sentimiento de responsabilidad respecto a ellos y se convierte
en un lugar de afectividad. La escuela, por su parte, con el desarrollo del comercio y la
burocracia, dejó de ser una institución exclusiva de los clérigos para convertirse en un
instrumento normal de iniciación social. La nueva escuela respondió a un deseo de rigor
moral: el de aislar por un tiempo a los jóvenes del mundo adulto; en ella, los alumnos se
clasifican según sus edades y, el régimen disciplinario se hace cada vez más rígido. Una
tercera institución que influyó en otros países como Francia, aunque sólo para los
varones, fue el ejército. Con la Revolución Francesa se instituyó el servicio militar
obligatorio, los jóvenes fueron separados de su comunidad de origen y pasaron a
compartir su vida con coetáneos de orígenes muy diversos. Allí se dieron por primera
vez las condiciones para que surgiera una conciencia generacional.
Una última institución a considerar, es el mundo laboral. Fue principalmente la
segunda revolución industrial con sus avances técnicos y en consecuencia la mayor
productividad lo que alejó a los menores de las fábricas. Los muchachos (mujeres y
hombres) fueron expulsados del trabajo asalariado y conducidos en el mejor de los casos
a la escuela y en el peor, a la calle.
6
Se tiene, por lo tanto, que el descubrimiento de la juventud como fenómeno
social se produce en las últimas décadas del siglo XIX. A mediados del siglo XX, el
concepto de juventud, que era exclusivo para los varones jóvenes de la burguesía, se
democratiza ya que los rasgos de la adolescencia se extienden progresivamente a las
muchachas, a los obreros, a las zonas rurales y a los países no occidentales.
Las dos guerras mundiales ocurridas en el siglo XX suprimieron en gran medida
las costumbres asociadas a la fase juvenil entre todos los sectores sociales, aunque por
otra parte dieron a los jóvenes la liberación provisional de la tutela paternal que los
oprimía, y ellos se sintieron por primera vez protagonistas del devenir colectivo. De
hecho, el período entre guerras marca una fase de politización creciente de la juventud,
siendo los principales reclutadores políticos de los jóvenes el fascismo y el nazismo: “no
en vano Hitler y Mussoloni tuvieron en las Juventudes Hitlerianas y en los Balilla
italianos sus apoyos más firmes” (Feixa, 1999: 33).
Ahora bien, en las sociedades posindustriales, según Feixa (1999: 34 y 35), los
jóvenes se encuentran marcados por cinco factores de cambio fundamentales: 1) El
Estado de Bienestar creó condiciones favorables para los grupos más dependientes y el
de los jóvenes fue uno de los más beneficiados; 2) La crisis de la autoridad patriarcal
conllevó una rápida ampliación de las esferas de la libertad juvenil: la guerra actuaba
como detonante de la “brecha generacional” que separaba a los jóvenes de los adultos;
3) El nacimiento del teenage market ofreció por primera vez el espacio de consumo
específicamente destinado a los jóvenes, que se habían convertido en un grupo con una
gran capacidad adquisitiva, y creó un mercado de consumo dedicado exclusivamente a
ellos. Este mercado se constituyó como un segmento de productos para consumidores
adolescentes, sin demasiadas distinciones de clase; 4) El surgimiento de los medios
masivos de comunicación permitió la creación de una cultura pop juvenil internacional
que articuló un lenguaje universal. Los jóvenes comenzaron a identificarse más con sus
coetáneos que con los miembros de su clase social o etnia y; 5) El proceso de
modernización en el plano de los usos y costumbres supuso una erosión de la moral
puritana, la cual fue sustituida por una moral consumista laxa y menos monolítica, cuyos
portadores fueron principalmente los jóvenes .
7
Para los años sesenta y principios de los setenta, los jóvenes ocuparon el escenario
político en lugares y fechas que se han convertido en referentes míticos: Brighton en
1964; San Francisco en 1967; París y México en 1968; etcétera.1
Bajo este mismo esquema de cambios, el activismo político de los años sesenta
obtuvo algunos frutos en la siguiente década; en diversos países se redujo la edad para
votar (en México pasó de 21 a 18 años en 1970), los muros entre escuela y sociedad
fueron rotos, y en todos los sitios los jóvenes reclamaban los derechos y deberes de la
adultez.
Al iniciar el siglo XXI se han presentado tendencias contradictorias entre los
jóvenes que han llegado a considerarlos una generación denominada X. 2 De manera
lacónica la generación X significa: “un grupo de gente joven aparentemente si identidad,
con un futuro indefinido y hostil” (Vela-Valldecabres, 2010: 370).
Sin embargo, esta visión de la generación X no puede ser generalizada para
todos los jóvenes, ya que esta perspectiva sirve también para describir a jóvenes que
están muy influidos por las nuevas tecnologías. Autores que sostienen la teoría de la
generación X sugieren que está surgiendo una “cultura juvenil postmoderna” que ya no
es resultado de la acción de jóvenes marginales, sino producto del impacto de los
modernos medios de comunicación en un capitalismo cada vez más trasnacional; esto
puede recluir a este tipo de jóvenes “en un nuevo individualismo, pero también puede
conectarles con jóvenes de todo el planeta, dándoles la sensación de pertenecer a una
comunidad universal” (Feixa, 1999: 36. Véase también Feixa, 1997).3
Los jóvenes representan de manera simbólica el cambio para toda la sociedad y
la juventud que parece tener en la actualidad una imagen cultural también extendida
entre la población.
1
Los recientes eventos en África del Norte, España y en los Estados Unidos de Norteamérica merecen un
trato especial. Asimismo, no se escatima en este trabajo la riqueza del fenómeno social, cultural y político
de 1968 en México, sólo que por ser una revisión general del concepto de juventud sólo se deja este breve
apunte y se deja para otro trabajo un abordaje más extenso.
2
Se atribuye al escritor canadiense Douglas Coupland la popularización del término “generación X” en la
novela que lleva precisamente ese nombre, Generation X, de 1991.
3
Otro libro que recientemente da cuenta de la relación de los jóvenes con el uso de las tecnologías de la
comunicación para el caso mexicano es el publicado por Vega y Marino (2011) y Durán y Nieto (2007).
8
Teorías e ideas sobre juventud: características de la juventud
En México desde hace varias décadas se han reconocido los principales problemas que
ha tenido la juventud para su estudio. Cuando se analiza la cuestión juvenil, la mayoría
de los trabajos se abocan a la descripción y crónica del fenómeno dentro de otros marcos
explicativos más extensos donde queda diluida la especificidad de la juventud. Por ello,
la falta de herramientas y enfoques teóricos “generó cierto desaliento y temor entre los
cientistas sociales y el estudio de la juventud permaneció en la lista de espera o, en el
mejor de los casos, subordinado a esquemas teóricos ajenos” (Brito et al, 1988: 46).
Ahora bien, dos variables básicas como la edad y el sexo han sido utilizadas en
todas las sociedades como base de las clasificaciones sociales; por ende, la juventud
sería una categoría objetivable con facilidad en el plano de las mediciones. Sin embargo,
los enclasamientos por edad ya no poseen competencia y atribuciones uniformes y
predecibles; al contrario, existen diferentes formas de ser joven en el marco de la intensa
heterogeneidad que se observa en el plano económico, social, político y cultural. No
existe una única juventud, porque en las sociedades modernas las juventudes son
múltiples y varían de acuerdo a las características de clase, el lugar donde viven y la
generación a la que pertenecen (Véase a Reguillo, 2000; Taguenca, 2009).
9
Entre los principios de clasificación de las personas, el de la edad tiene la
propiedad de definir unas condiciones pasajeras. La pertenencia a una categoría de edad,
y en particular a la edad juvenil, es para cada individuo un estado provisional. Es decir,
los individuos no pertenecen a ella, sino que no hacen más que atravesarla.
Para Carles Feixa Pampols la juventud puede ser entendida como la fase de la
vida individual comprendida entre la pubertad fisiológica, que es una condición natural,
y el reconocimiento del estatus de adulto, la cual es una condición cultural. La juventud
ha sido vista como una condición universal, una fase del desarrollo humano que se
encontraría en todas las sociedades y momentos históricos (Feixa, 1999: 17). Por lo
10
tanto, la necesidad de un periodo de preparación comprendida entre la dependencia
infantil y la plena inserción social, así como las crisis y los conflictos que caracterizan a
ese grupo de edad, estarán determinados por la naturaleza de la especie humana.
Desde una perspectiva antropológica, la juventud aparece como una
“construcción cultural”, relativa en el tiempo y en el espacio. Eso quiere decir que cada
sociedad organiza la transición de la infancia a la vida adulta, aunque las formas y
contenidos de esta transición son muy variables (Feixa, 1999: 19). Para que exista la
juventud, señala Feixa, deben darse una serie de condiciones sociales como son las
normas, comportamientos e instituciones que distinguen a los jóvenes de otros grupos de
edad, y por otro lado, una serie de imágenes culturales, esto es, valores, atributos y ritos
específicamente asociados a los jóvenes. Tanto unos como otros dependen de la
estructura social en su conjunto, es decir, de las formas de subsistencia, las instituciones
políticas y las cosmovisiones ideológicas que predominan en cada tipo de sociedad.
Como señala José Manuel Valenzuela Arce, “…la condición juvenil dejó de ser
una categoría residual y paulatinamente ha ganado centralidad en los estudios
socioculturales. Se ha avanzado al considerar a la juventud como una construcción
sociocultural, históricamente definida, así como de la delimitación de sus rasgos
significantes, aunque muchas veces se piensa lo juvenil fuera de su contexto social y
relacional” (Valenzuela, 1997: 13). Para éste juvenólogo, la identidad o identidades de
los jóvenes son sólo entendidas a través de su historicidad. Además de ser
históricamente construidas, las identidades de los jóvenes son situacionales, es decir,
sólo cobran sentido dentro de contextos sociales específicos.
En cuanto a su relación con la estructura o sistema, se pueden reconocer
básicamente dos tipos de actores juveniles: a) los que pueden conceptualizarse como
“incorporados” y que han sido analizados a través o desde su pertenencia al ámbito
escolar o religioso, o bien desde el consumo cultural; y b) los “alternativos” o
“disidentes” cuyas prácticas culturales han sido analizadas desde su no-incorporación a
los esquemas de la cultura dominante (Reguillo, 2000: 24 y 25).
En las sociedades occidentales son tres las condiciones constitutivas centrales
desde las que se ha configurado y clasificado socialmente el sujeto juvenil: a) los
11
dispositivos de socialización-capacitación de la fuerza de trabajo; b) el discurso jurídico
y; c) la industria cultural.
Aunadas a estas tres esferas, una dimensión muy importante está conformada por
los dominios tecnológicos y la globalización. Ello significa por lo tanto, que los jóvenes
adquieren una visibilidad social como actores diferenciados a través de: 1)Su paso en las
instituciones de socialización; 2) Por el conjunto de políticas y normas jurídicas que
definen su estatus ciudadano para protegerlo o castigarlo; 3) Por la frecuentación,
consumo y acceso a un cierto tipo de bienes simbólicos y productos culturales
específicos (Reguillo, 2000).
En los dos primeros ámbitos, en el de la socialización y en el de discurso jurídico,
los jóvenes han sido definidos en términos generales como sujetos pasivos que se
clasifican en función de las competencias y atributos que una sociedad particular
considera deseables en las llamadas generaciones de relevo, para darle continuidad al
modelo asumido. Sin embargo, el ámbito de las industrias culturales ha consolidado sus
dominios mediante una concepción activa del sujeto, generando espacios para la
producción, reconocimiento e inclusión de la diversidad cultural juvenil. Para Reguillo
es en el ámbito de los significados, los bienes y los productos culturales en donde el
sujeto juvenil adquiere sus distintas especificidades y en donde despliega su visibilidad
como actor situado socialmente con esquemas de representación, que configuran campos
de acción diferenciados y desiguales (Reguillo, 2000).
Otro aspecto importante que se debe resaltar es el incentivo identitiario, es decir,
la necesidad de poseer un marco de referencia, una concepción del mundo que dé
respuesta a sus interrogantes ante la vida y que les permita definirse y mostrarse como
distintos del mundo que les rodea, los cuales son elementos básicos para que el joven
pueda ser un ente participante. En este sentido María Jesús Funes señala que la
construcción de una nueva identidad, o el refuerzo de una identidad ya formada, actúa
como el incentivo movilizador en todos los grupos de edad, pero es mucho más
significativo entre los jóvenes (Funes, 1999: 91). Por ello se puede considerar que la
participación de los jóvenes en grupo -puede ser político o no- es un incentivo en el
proceso de construcción personal, dado que el grupo devuelve al individuo una imagen
de sí mismo reconocible y singular, le reconoce como miembro de esa identidad
12
colectiva que valora y le asegura una cobertura afectivo-emocional al incluirse en ese
“nosotros” particularmente significativo. En este mismo sentido, un marco identitario
que les permita a los jóvenes distinguirse de las generaciones anteriores y posteriores, y
un colectivo que ofrezca algún tipo de cobertura afectivo-emocional y le facilite la
expresión pública de su compromiso son aspectos básicos en la participación juvenil
(Funes, 1999).
Para llegar a una comprensión más amplia sobre los jóvenes, y complementar aún
más el concepto de juventud, a continuación se exponen diferentes teorías que abordan
este tema.
El modelo de la psicología neodarwinista de Stanley Hall, y de todos los autores
freudianos y neofreudianos, es ver a la adolescencia como un estado de adaptación al
mundo adulto y, por tanto, de crisis de identidad; por lo que se hace preciso para entrar a
la edad adulta poner en crisis la identidad del infante, que es dependiente de la identidad
parental.
La segunda teoría que se retoma es la estructural funcionalista proveniente de la
sociología, en particular la parsoniana. Esta teoría ve en la juventud no un elemento de
conflicto sino de integración social. La adaptación de esta teoría al presente sería que se
está generando un interclasismo entre la juventud: es decir, que están desapareciendo las
fronteras de clase y que está surgiendo una nueva cultura juvenil interclasista expresada
en el consumo de ocio. Los jóvenes, ya que no pueden ser adultos en el trabajo o en la
sexualidad, lo serán en el consumo. El mercado de consumo unifica a nivel ideológico
los gustos, no tanto las prácticas, sino más bien los ideales culturales.
Una tercera teoría a considerar es la que formula Margaret Mead. Ella plantea tres
tipos de culturas con relación a cómo se trata la juventud. En las sociedades primitivas y
campesinas se desarrolló un tipo de cultura posfigurativa en la cual existió una
transmisión más o menos directa y unidireccional de la generación de los padres a los
jóvenes. Las segundas son las culturas configurativas que se dieron en los imperios
clásicos y en la primera industrialización; la transmisión cultural se daba en dos
sentidos, los jóvenes continuaban dependiendo de la generación adulta pero a su vez
aprendían de ellos porque había instituciones, como la escuela y el tiempo libre, que
empezaban a darles espacios de autorreconocimiento. Un tercer tipo de cultura es la
13
prefigurativa, en la cual por primera vez en la historia los padres aprenden de los hijos.
Lo cuestionable del modelo Mead es que siguiendo esa lógica en el futuro los jóvenes
serían los gobernantes, pero la realidad dice lo contrario: ahora a nivel mundial hay un
resurgimiento de la gerontocracia.
La cuarta teoría está compuesta por un conjunto de pensadores de origen marxista y
uno de los más representativos es Antonio Gramsci. Gramsci ofrece un modelo en el
cual la creación del consenso y la conquista de la hegemonía se hace a través de la
juventud, porque es el periodo en el cual las personas se insertan en la sociedad. Este
modelo puede tener varias salidas: a) la adaptación pasiva; b) rebeldía; y la más
importante c) la crisis de poder y hegemonía, en donde no hay una adaptación pasiva ni
tampoco una resistencia activa, sino una experimentación a través de la identidad. Feixa
Pampols sostiene que éste es el modelo dominante en el presente, pero acota que es
simplista mantener que los jóvenes son apáticos y conservadores porque no hacen nada
para rechazar el modelo hegemónico que impone la publicidad, el Estado, etcétera.
Una última teoría a considerar es la de la economía política que es una relectura de
autores franceses como Foucault y Bourdieu, para quienes la juventud es un invento
social del Estado para dotar a un segmento de la población de una conciencia de sí
completamente ilusoria y que sirve para controlarlo mejor. El problema de esta teoría es
cómo adaptarla a lugares o países donde es discutible que el Estado haya tenido políticas
claras respecto a la juventud; además, en estos países surgen jóvenes con un estilo y una
identidad muy similares a las de otras naciones. Por lo tanto, se pueden hacer el
siguientes cuestionamientos ¿la juventud es sólo una creación estatal o comercial, o es
también un interjuego mucho más complejo? (Feixa, 1996).
Desde el punto de vista de la cultura, la juventud puede ser considerada una
metáfora cultural puesto que se trata de la imagen condensada de una sociedad
cambiante en el nivel de los valores, formas de vida y del sistema político. En este
sentido, Feixa (1996) señala que las culturas juveniles surgen en el cruce de varias
estructuras sociales, de las que se pueden distinguir tres grandes escenarios que actúan
como mediadores: a) La cultura hegemónica. Refleja la distribución del poder cultural a
escala de la sociedad más amplia. La relación de los jóvenes con la cultura dominante
está mediatizada por las diversas instancias en las cuales este poder se transmite y se
14
negocia: escuela, sistema productivo, ejército, medios de comunicación, órganos de
control social, etcétera. Frente a estas instancias, los jóvenes establecen relaciones
contradictorias de integración y conflicto que cambian con el tiempo. Por ejemplo, las
culturas juveniles de la clase media puede seguir itinerarios normativos (situarse, hacer
carrera) o contestatarios (rebelarse); b) Las culturas parentales. Pueden considerarse
como las grandes redes culturales, definidas fundamentalmente por identidades étnicas y
de clase en el seno de las cuales se desarrollan las culturas juveniles, que constituyen
subconjuntos. No se limita a la relación directa de padres e hijos, sino a un conjunto más
amplio de interacciones cotidianas entre miembros de generaciones diferentes en el seno
de la familia, el vecindario, la escuela local, las redes de amistad, las entidades
asociativas, etcétera. Mediante esta socialización primaria, el joven interioriza elementos
culturales básicos que luego utiliza en la elaboración de estilos de vida propios; c) Las
culturas generacionales. Refieren la experiencia específica que los jóvenes adquieren en
el seno de espacios institucionales (la escuela, el trabajo, los medios de comunicación),
de espacios parentales (la familia, el vecindario) y sobre todo de espacios de ocio (la
calle, lugares de baile, los locales de diversión). En estos ámbitos circunscritos, el joven
se encuentra con otros jóvenes y empieza a identificarse con determinados
comportamientos y valores, diferentes a los vigentes en el mundo adulto.
En la época actual (primeros años del siglo XXI), los jóvenes en los países
desarrollados y pese a sus diferencias de grupos social, de género, de emblemas
aglutinadores, comparten varias características que pueden considerarse definitorias de
las culturas juveniles (Reguillo, 2000: 37 y 38):
1. Poseen una conciencia planetaria, globalizada, que puede considerarse como una
vocación internacionalista. Nada de lo que pasa en el mundo les es ajeno, se
mantienen conectados a través de complejas redes de interacción y consumo.
2. Priorizan los pequeños espacios de la vida cotidiana como trincheras para
impulsar la transformación global.
3. Existe un respeto casi religioso por el individuo que se convierte en el centro de
las prácticas. Puede decirse que la escala es a individuo-mundo y que el grupo de
pares no es ya un fin en sí mismo, sino una mediación que debe respetar la
heterogeneidad.
15
4. Los jóvenes hacen una selección cuidadosa de las causas sociales en las que se
involucran.
5. El barrio o el territorio han dejado de ser el epicentro del mundo.
Estas características no deben generalizarse para todos los jóvenes, ya que en países
como México, donde predomina la desigualdad social, ellos las reflejan necesariamente.
En conclusión, la juventud no debe entenderse de una manera unívoca o acabada
porque bajo este concepto pueden ser entendidas realidades distintas que incluso podrían
ser contradictorias entre sí. El concepto de juventud se construye a través de la historia y
de las condiciones objetivas de la propia sociedad, pero además posee un carácter
polisémico porque el grupo social de pertenencia enmarca fundamentalmente las
características de las expresiones juveniles. Por ello el concepto de juventud es
solamente entendible en su historicidad y en las múltiples influencias y relaciones que en
él se van configurando. En esta delimitación de “ser joven”, tanto las clases de
pertenencia como la ubicación dentro de la estructura social desempeñan un papel
determinante (Castillo, 1999).
Finalmente, se señala lo que para Roberto Brito (1996) implica el concepto de
juventud, donde se sintetizan de manera general los puntos que se han venido tocando.
I. Vista como un proceso, la juventud está delimitada por dos niveles: uno
biológico, que le sirve al sujeto para establecer su diferenciación con el niño, y el
social, que establece su diferenciación con el adulto. En este sentido, la juventud
se inicia con la capacidad del individuo para reproducir la especie humana y
termina cuando adquiere la capacidad para reproducir a la sociedad.4
II. La juventud es un proceso de inclusión, de control y de formación en las normas
que permiten la cohesión social. Es un proceso de maduración social y por lo
mismo se encuentra inmerso en las relaciones de poder y los conflictos
generacionales.
III. La juventud constituye una praxis diferenciada, en donde los individuos tienen
cierta autonomía expresada con relación a las clases sociales, las instituciones y
un espacio de “indulgencia social”.
Las diferentes actitudes que presentan los jóvenes, sus actividades,
4
Aunque también este punto está ha discusión. Pero ayuda a tener una delimitación.
16
manifestaciones culturales, expectativas de vida, variedad de roles (el estudiante, el
obrero, el hijo de familia, el miembro de una banda, etcétera), ritmos de vida, intereses,
formas de expresión e identidades, usos y costumbres (modas, formas de vestir,
etcétera), son elementos determinados histórica y socialmente (Castillo, 1999).
Como se pudo observar, intentar definir el concepto de juventud no es tarea
sencilla, pues las características del objeto a definir varían dependiendo del época a la
que se haga referencia, el lugar, los componentes propios de la sociedad y las relaciones
de poder que se encuentren en ella, además de las peculiaridades propias de cada
individuo.
Finalmente, el concepto de juventud en relación con la política por mucho tiempo
se redujo al estudio de los movimientos estudiantiles, o al simple análisis de los datos
electorales sin llegar a profundizar en los motivos reales de su comportamiento electoral.
Además, en muchos estudios sobre juventud y política se ha encasillado a éstos como
necesariamente rebeldes y portadores del cambio político, sin que se comprueben dichos
atributos.
Sin embargo, se reconoce que existe un esfuerzo reciente para abordar este tema
con la seriedad y el rigor que se merece. Ejemplo de ello es que se considera a la
juventud ya no sólo como un grupo definido por la edad, sino como un concepto que se
construye atendiendo a aspectos sociales, históricos y culturales. Ademas de que no se
puede considerar que los jóvenes sean un grupo homogéneo.
17
1. Se trata de un tema poco abordado por la academia, la investigación y las
ciencias sociales mexicanas.
2. Cuando se emprende su estudio suelen usarse categorías y visiones analíticas
avejentadas. Así por ejemplo se aborda el análisis del “movimiento estudiantil”
en singular, como si no hubiese que hacerse cargo de la diversidad de culturas
políticas y el desgaste de la tradición que articuló tales movilizaciones. También
se liga la participación política con la categoría de clase, siendo más común y
determinista de lo deseable.
3. En relación con el punto dos, la mayoría de los autores no está lo suficientemente
lejos de su objeto de estudio. Con frecuencia los autores de los trabajos están
comprometidos, o ellos mismos cruzan apuestas en las coyunturas que analizan.
4. Las universidades pese a tener un peso político e intelectual relevante, están
dejando de ser el ámbito privilegiado del debate público. Esto ha generado un
fenómeno real que se refleja en el estado de la investigación: una mayor
identidad juvenil en ámbitos en que tradicionalmente era débil y una incidencia
menor en el movimiento juvenil por excelencia, el estudiantil.
5. El fortalecimiento de los partidos abre un espacio relativamente nuevo, difícil
pero real, para los jóvenes. Se trata de un fenómeno que está en marcha, que se
expresa de múltiples maneras y que requiere de mayor atención y estudio. Se
trata de una oferta de participación relativamente nueva, partidaria, democrática
y ciudadana, distinta a las formas que eran comunes en los años setenta o incluso
en los primeros años de los ochenta. Esta sería la primera generación que vive la
normalidad democrática como un hecho familiar y los efectos de esa experiencia
natural en el cambio político.
6. La investigación sobre cultura política y las preferencias políticas de los jóvenes
presentan como dato decisivo a una juventud marcadamente pluralista, mucho
más que las generaciones que la preceden.
En concordancia con lo señalado anteriormente es preciso recordar en este punto que
la juventud ha adquirido importancia en cuanto a su peso en el cuerpo electoral de
México, en paralelo con la apertura del juego político a la oposición y la revaloración de
las elecciones como instrumento democrático (a partir de la década de los noventa). Sólo
18
contabilizando a los jóvenes empradronados en el Registro Federal de Electorales en el
mes de octubre de 2011, se tienen a 24,038,192 jóvenes, de entre 18 y 29 años, lo que
representa prácticamente una proporción de tres de cada diez empadronados (28.8%).5
Frederic Jameson señala que para los jóvenes la política no representa un sistema
rígido de normas, es más bien una red variable de creencias, una mezcla de formas y
estilos de vida, estrechamente vinculados a la cultura, entendida como un “vehículo o
medio por el que la relación entre los grupos es llevado acabo”. (Jameson, 1993. Citado
en Reguillo, 2000: 35). Sin embargo, es importante reconocer que las articulaciones
entre culturas juveniles y política están lejos de haber sido finalmente trabajadas y que
en términos generales esto se ha construido desde una relación de negatividad, es decir,
desde la negación o desconocimiento de los constitutivos políticos en las
representaciones y acciones juveniles.
El hecho que actualmente muchos jóvenes no opten por prácticas y formas de
agrupación partidistas o instituciones, y el hecho de que no parezcan ser portadores de
proyectos políticos explícitos desde una perspectiva tradicional, puede ocultar los
nuevos sentidos de lo político que configuran redes de comunicación desde donde se
procesa y se difunde el mundo social (Reguillo, 2000).
Los jóvenes como una cohorte de edad no representan a un grupo homogéneo
con una tendencia política determinada, más bien se caracterizan por tener una identidad
partidaria débil y lo que a su vez hace que tengan un voto volátil más que que ser
catálogados en un partido político determinado (Aguilar, 2005).
La relación de los jóvenes con la política debe entenderse en el marco de un
diagnóstico general sobre la crisis de la política en las sociedades contemporáneas. El
papel y funcionamiento de los partidos políticos se han visto afectado por la velocidad
de las reestructuraciones sociales y económicas, la aparición de nuevos canales de
representación y formación de identidades, entre los que se encuentran los medios de
comunicación, los cambios en la relación de los ciudadanos con los asuntos públicos,
entre otros (Krauskopf, 2000).
5
Actualmente, de acuerdo al censo de 2010 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, los jóvenes
de entre 15 y 29 años suman: 29,706,560. El pronóstico del INEGI, al menos el que hizo en el año 2000,
es que el crecimiento de la pobación joven se detendrá en esta década y empezará a decrecer (INEGI,
2000).
19
Para algunos analistas, la disminución de la participación juvenil en los partidos
y las actividades electorales ha sido interpretada como “un rechazo de los jóvenes al
modo en que está estructurado el terreno de lo político. Existen evidencias de que la
participación social juvenil busca nuevos canales y códigos. Por ello puede hablarse más
de una distancia y desencuentro con las organizaciones partidarias tradicionales, que de
un desinterés por lo público” (Krauskopf, 2000: 143).
La investigadora Dina Krauskopf (2000) propone cuatro perspectivas para
comprender a lo político desde lo juvenil.
20
en épocas pasadas, y eso influye en las formas de participación de los jóvenes en
la política. Por otra parte, el reconocimiento de la incertidumbre actual, de la
rápida obsolescencia de los instrumentos de avance cognitivo y social favorece
una crisis en los adultos. Esta crisis contribuye al bloqueo generacional, ya que el
adulto se siente responsable de ser una imagen clara para el joven; cree que no va
a poder mantener la autoridad ni el respeto si comparte las dudas y confusiones
por las que atraviesa.
IV. Los paradigmas de la juventud. Se habla de juventud con sentidos muy diferentes
en diversas épocas y regiones. Incluso, en la actualidad, coexisten diferentes
paradigmas que tienen repercusión en la percepción de la juventud, en las
políticas y en la participación juvenil.
21
entre jóvenes y partidos políticos se debe en gran medida a la baja capacidad que han
tenido las organizaciones partidarias para atraer a los jóvenes e incorporarlos en sus
actividades. Aunado a los anterior, los jóvenes se han forjado una idea negativa de los
partidos políticos y por ende tratan de no involucrarse directamente con ellos. Este
alejamiento influye sin duda para que los jóvenes no logren desarrollar o fortalecer su
identificación con algún partido político.
Ahora bien, es necesario matizar estas ideas acerca del alejamiento y de la visión
negativa de los jóvenes hacia los partidos políticos. A continuación se presentan una
breve análisis de las primeros datos, confiables, pero también escasos de la medición de
la presencia juvenil en los procesos electorales. No se tratará de ser exahustivos en esta
parte, sino como se ha dicho, es sólo matizar las ideas que se han expuesto sobre el papel
de los jóvenes en el mundo de la política.
22
que se constituye la identidad política de los sujetos es a través de la identificación con
un partido político. Tomado esto en cuenta las investigadoras realizaron la pregunta
¿Con cuál partido político se identifica usted más?, obteniendo los siguientes
resultados: el 38.1% de los entrevistados señaló identificarse con el PRI, pero en
segundo lugar apareció en forma espontánea la respuesta con ninguno (24.8%), el PAN
figuró con el 19%, el PRD con el 12% y el porcentaje restante se distribuyó entre los
demás partidos (Meyenberg y Flores, 2000: 71).
En estos resultados lo que salta a la vista es que en segundo lugar de importancia
los entrevistados no se identifican con ningún partido político. Las investigadoras
concluyen que la identificación con los partidos políticos es muy baja. “Si durante años
un sector importante de la población se identificó con un partido, el PRI, hoy dicha
identificación ha cambiado. No existen identidades partidarias consistentes. La mayoría
de la población vota por determinados candidatos, pero se niega a militar en un partido.
La adscripción partidista puede cambiar de una elección a otra” (Meyenberg y Flores,
2000: 73).
Las investigadoras señalan que los partidos políticos han dejado de constituirse
como factores sociales de cohesión y han sido incapaces de construir opciones para el
futuro, al carecer hasta ahora de un discurso y de prácticas que proporcionen elementos
de identificación para los diferentes sectores en los que todos puedan ser capaces de
reconocerse e identificarse. Señalan también que los partidos políticos tendrán que
recuperar tanto en el discurso como en la práctica, la capacidad que han perdido para
crear o asegurar las identidades colectivas, en particular la de los jóvenes, las mujeres y
las diversas minorías sociales (Meyenberg y Flores, 2000).
A pesar de que se puede argüir que lo jóvenes sí marcan una distancia respecto de
los partidos políticos, no se puede afirmar que existe un fuerte cuestionamiento por parte
de los jóvenes hacia ellos.
Pese al relativo alejamiento entre jóvenes y partidos políticos, se reconoce que
estos últimos son organizaciones que agregan intereses y canalizan de forma
institucional la participación de los individuos en la vida política, es decir, son parte
esencial del sistema democrático. Es como señala el investigador Jorge Alonso: “...los
partidos políticos guardan una especificidad cultural cambiante y en continua
23
readaptación. Su interrelación y los efectos sociales que producen, son ordenados a su
vez simbólicamente por la misma sociedad” (Alonoso, 1996: 117). En otras palabras, los
partidos políticos buscan tener una identificación con la sociedad para obtener su
preferencia, siendo su actuación tanto en el gobierno como fuera de él, la forma en como
los ciudadanos perfilan sus preferencias y su relación con los actores de la política, como
son los partidos políticos.
En el caso concreto de la participación electoral de los jóvenes, el análisis es
complicado porque bajo los esquemas diferenciadores de cultura, grupo social, región,
entre otros, hacer generalizaciones acerca de las preferencias electorales es
prácticamente imposible.
Como ya se ha hecho la advertencia a lo largo de este trabajo, no se ha
desarrollado el suficiente trabajo empírico para corroborar estas ideas. Pese a ello, es
evidente que el comportamiento electoral de los jóvenes como el del resto de la
población varía de región a región. Un ejemplo claro es el contraste de la dirección del
voto que se da entre las zonas rurales y urbanas de una misma entidad.
Cada elección también tiene sus situaciones coyunturales que influyen en el
comportamiento político de los jóvenes. En este sentido Salazar Ugarte al estudiar las
razones del voto joven en la elección de 1997 resalta los siguientes aspectos: “la emisión
del sufragio se explica por la aceptación de la vía electoral como un camino confiable, y
en el sentido del voto se enmarca en un contexto de pluralidad y descontento
generalizado. Los jóvenes se sumaron a la tendencia del voto general y, a partir de los
factores que diferencian a unos de otros: la situación socioeconómica, el nivel de
educación y la región del país en el que habitan, decidieron votar pacífica, libre y
democráticamente” (Salazar, 1998: 70).
La actual participación electoral de los jóvenes en México está marcada por un
hecho relevante para el cambio político: las elecciones en México a partir de la década
de los noventa han comenzado a ser confiables. El factor generación aquí es importante,
ya que una nueva generación puede ser portadora de procesos de transición, entre otras
cuestiones, de regímenes políticos, por su socialización histórica y su sentido de
contemporaneidad. A diferencia de la generación de 1968 que fue observando cómo de
manera lenta pero continua el sistema político se fue democratizando, para los jóvenes
24
que empezaron a votar en los noventas o en el año 2000 en adelante, la confiabilidad de
las elecciones es “algo normal” y no resultado de una larga lucha. Actualmente, la
generación de los padres se encuentra (hasta cierto punto) contrapuesta con la
generación de los jóvenes, en cuanto a la experiencia electoral. Se puede concluir por lo
tanto que de seguir el proceso democrático, cuando la actual generación de jóvenes
entren en la tercera edad, compartirán con la generación más joven la experiencia de una
“normalidad democrática” (Salazar, 1998).
La relación de los jóvenes con los partidos políticos en un país como México
guarda una gran importancia, ya que su estudio permite entender en mucho los actuales
procesos de cambio político. Al representar un porcentaje significativo de la población
en México, los jóvenes influyen tanto en la adopción de políticas públicas para atender
sus problemáticas, así como en la distribución de poder, puesto que su peso en los
procesos electorales es también significativo. La estructura demográfica en el país y su
reflejo en el padrón electoral muestran una población preponderantemente joven, misma
que no se ve reflejada en la élite política gobernante pero que por su peso demográfico
tiene mucho que decir electoralmente.
En síntesis, los jóvenes están entre la indiferencia y un rechazo al mundo de la
política, aunque esto no sea necesariamente explícito y definitivo.
Un reflejo de las ideas arriba mencionada son los datos que presenta la Encuesta
Nacional de Juventud 2005 (ENJ2005). Tomando únicamente los resultados para la
región centro-occidente, en la cual se encuentra Guanajuato. Se puede considerar que en
cuanto al género no hay una diferencia marcada entre los niveles de interés por la
política (véase cuadro 1). Lo que sí es notorio es por un lado que predomina el desinterés
por esta actividad, pero que se incrementa el interés conforme se avanza en la edad de
los entrevistados. Esto le daría consistencia a la idea del ciclo de vida que nos dice que
conforme el individuo crece su relación y preocupación con el entorno aumenta.
25
Cuadro 1. Interés por la político región Centro-occidente. Por edad y género
¿Qué tanto te interesas en la política?
Grupos de Edad y Sexo Total
Mucho Poco Nada Otra NS NC
12 a 14 años 5.6% 17.5% 73.3% 0.2% 3.2% 0.2% 100%
15 a 19 años 6.5% 50.1% 42.4% 0.5% 0.4% 0.1% 100%
Hombre 20 a 24 años 21.0% 43.4% 34.7% 0.1% 0.3% 0.4% 100%
25 a 29 años 30.8% 43.7% 24.6% 0.6% 0.0% 0.2% 100%
Total 15.6% 40.2% 42.7% 0.4% 0.9% 0.2% 100%
12 a 14 años 8.2% 17.1% 71.8% 1.6% 1.0% 0.3% 100%
15 a 19 años 9.1% 36.3% 52.9% 0.9% 0.5% 0.3% 100%
Mujer 20 a 24 años 15.7% 41.8% 38.9% 0.4% 0.3% 2.8% 100%
25 a 29 años 17.4% 53.9% 27.7% 0.5% 0.2% 0.3% 100%
Total 12.5% 37.9% 47.3% 0.8% 0.5% 1.0% 100%
12 a 14 años 6.9% 17.3% 72.5% 0.9% 2.1% 0.2% 100%
15 a 19 años 7.8% 43.2% 47.7% 0.7% 0.4% 0.2% 100%
Total 20 a 24 años 18.4% 42.6% 36.8% 0.3% 0.3% 1.6% 100%
25 a 29 años 24.1% 48.8% 26.2% 0.6% 0.1% 0.2% 100%
Total 14.1% 39.1% 45.0% 0.6% 0.7% 0.6% 100%
Total nacional 14.2% 39.4% 44.0% 0.6% 0.9% 0.8% 100%
Fuente: IMJ-CIEJ. 2006. Encuesta Nacional de Juventud 2005, México.
En cuanto a las razones que se tiene para participar en asuntos de política la ENJ2005
arroja datos que ayudan entender el alejamiento de los jóvenes. Predomina una visión de
imposición de la política como actividad, prácticamente cuatro de cada diez jóvenes
entrevistados para la región centro occidente opinan que la única razón por la que
participaría en política es por obligación. El 34.6% no tuvo una respuesta a tal pregunta.
Un porcentaje apenas perceptible de 1.5% dijo que siempre hay que participar en
política. La injusticia motiva al 5.9% de los jóvenes a participar en política y el 2.8%
sólo lo haría si considera tener la información y responsabilidad suficiente. En todo caso,
lo que se puede afirmar que predomina la apatía. La política efectivamente es vista como
un camino poco transitable, a lo menos no voluntariamente.
26
Cuadro 2. En general, ¿En qué ocasiones consideras que se debe de participar en política?
Región centro-occidente
Cuando
Cuando hay que Cuando se
Cuando es se obtiene protestar tiene
Siempre Nunca IE NS NC
obligación algún por información y
beneficio alguna responsabilidad
injusticia
12 a 14 años 25.1% 5.2% 1.7% 2.7% 0.8% 3.4% 0.2% 57.5% 3.5%
15 a 19 años 43.3% 2.4% 6.8% 2.4% 1.7% 2.8% 0.8% 35.5% 4.1%
20 a 24 años 45.8% 1.3% 8.1% 3.1% 1.4% 4.7% 0.3% 31.3% 4.0%
25 a 29 años 56.9% 4.9% 6.0% 2.9% 2.2% 5.9% 0.7% 16.7% 3.9%
Total 43.4% 3.2% 5.9% 2.8% 1.5% 4.1% 0.5% 34.6% 3.9%
Fuente: IMJ-CIEJ. 2006. Encuesta Nacional de Juventud 2005, México.
Casi la mitad de los jóvenes que se encuentran en la región centro occidente del país,
consideran que la mejor forma de participar en política es por medio del ejercicio del
derecho al sufragio. Lo interesante también es observar que tres de cada diez ni siquiera
pudo dar una respuesta: no sabe cómo participar.
El estar informado es para el 6.2% de los jóvenes la mejor forma de participar en
política, seguramente esto se asocia con la idea de que un mejor entendimiento de los
fenómenos políticos ayuda a tener una postura más proactiva. Esta visión de informarse
como forma de participar en política incrementa conforme se avanza en la edad.
Otro aspecto por el cual se puede saber más de la identidad política de los jóvenes no es
sólo por su interés o preocupación por la política sino por la afinidad ideológica que
posee. Pese a que se puede argumentar que la ideología no es una variable fiable en
nuestro país para saber el carácter o perfil político de los ciudadanos, en diversos
estudios, como el de Alejandro Moreno (2003) en el trabajo de El votante mexicano, se
27
puede encontrar mucha utilidad al observar esta variable. Es verdad que para la mayoría
de las personas las palabras “derecha”, “centro”, “izquierda” pueden estar revistadas de
diferentes significados que no son los que necesariamente en la academia.
Actualmente a los jóvenes, de acuerdo con diferentes autores, no se les puede
inscribir dentro de aquello grupos que tienen un “voto duro” a favor de un partido
político. El “voto duro”, definido como aquel “que permanece fiel a un partido en varias
elecciones a lo largo del tiempo” (Martínez y Salcedo, 1998:110), ha dejado de ser un
elemento predominante que garantice el triunfo en las contiendas electorales.
Para fines académicos, el hecho de que el voto sea secreto impide conocer con
exactitud quiénes han ido a votar y por qué partido lo han hecho. En este contexto, la
relevancia de las encuestas levantadas antes, durantes y después de las elecciones, tienen
una especial importancia para explicar el fenómeno que actualmente se presenta en las
elecciones mexicanas; el “voto volátil y dividido” el cual favorece a uno o varios
partidos políticos de acuerdo a las circunstancias especificas de cada proceso electoral y
de cómo el elector esté percibiendo a los diferentes actores políticos. Sin embargo,
también faltan estudios que expliquen dichas tendencias, para conocer si es un fenómeno
generalizado para todas las regiones del país o sólo lo es para algunas.
Para el 2003, de acuerdo a los datos obtenidos del ejercicio muestral que hizo el propio
IFE a las listas nominales utilizadas en las casillas, documento en el cual queda
plasmado a lo menos tres datos básicos y de alto valor analítico: el género, la edad, el
28
lugar, y por supuesto, si votó o no la persona.6 Se rescata de este ejercicio el dato que es
precisamente el grupo de edad que va de los 18 a 20 años de edad el que
porcentualmente se abstuvo más de votar (véase cuadro 5). Inclusive es notorio como la
participación electoral aumenta conforme la edad de los ciudadanos aumenta.
Otro aspecto a resaltar de la relación entre los jóvenes y los partidos políticos, es
el hecho de que es en la preadultez cuando se adquiere con mayor intensidad
conocimiento e información acerca de lo político y se adoptan actitudes hacia los objetos
políticos. Sin embargo, la adopción de determinadas actitudes políticas como la
identificación con un determinado partido puede tener modificaciones, ya sea por causa
del proceso del ciclo de vida según el cual los jóvenes pasan de una actitud desafiante a
una más conservadora, o bien, la identificación partidaria puede variar de acuerdo a las
características generacionales que guarden las diferentes cohortes de edad del
electorado. Pero esto será objeto de análisis para próximos estudios.
A manera de conclusión
Lo que se ha presentado en este ensayo es una descripción de ciertos rasgos que pueden
ayudar a entender el concepo de juventud y su relación con el mundo de la política. La
juventud no sólo delimitada como un rango de edad, sino que cultural y socialmente
construida. El objeto de análisis es complejo en sí mismo, y como se ha mencionado a lo
6
Este ejercicio se dejó de practicar por el conflicto poselectoral del 2006, por lo que se perdió la
continuidad de los datos para ver la evolución de la participación.
29
largo del texto, tratar de establecer límites o definiciones al mundo y comportamiento de
los jóvenes es algo difícil pues siempre se debe de reconocer la movilidad y los
constantes cambios en los cuales se encuentra este grupo social. Además de reconocer
que su relación con la política está determinada por diferentes procesos: culturales,
sociales, económicos y la influencia de los propios actores políticos influyen en ellos de
manera constante.
Habría incluso que indagar por el tipo de identidad política que presentan ciertas
culturas juveniles urbanas y rurales en este sentido. Observar a fondo el nivel de
cohesión social y la verdadera capacidad que tienen o tendrán los ciudadanos jóvenes
para ir mejorando su entorno.
En partiucar, el joven mexicanao se encuentra por lo tanto en proceso de
definición de una identidad política que por el contexto en el cual se encuentra lo lleva a
tener una visión no favorable de lo que implica el mundo de la política.
Finalmente, se reitera que este Documento de trabajo pone las primeras bases
conceptuales y algunos apuntes empíricos para abordar el objeto de estudio atendiendo a
toda la complejidad aquí expuesta.
30
Referencias
31
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nuevos electores latinoamericanos, México, D.F., Fondo de Cultura Económica.
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