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Revista Argentina de Estudios de Juventud Núm.

2 (2010) >Pérez Islas

http://perio.unlp.edu.ar/ojs/index.php/revistadejuventud/article/view/1483/1257

Entrevista a José Antonio Pérez Islas

José Antonio Pérez Islas es Magister en Sociología por la Universidad Iberoamericana y


posee una especialización en Políticas de Juventud de la Organización de Naciones
Unidas (ONU). Es investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM). Ha publicado múltiples trabajos sobre el sector juvenil y sobre políticas
públicas. Entre las recientes publicaciones se cuentan el libro Teorías sobre la Juventud.
La mirada de los Clásicos (UNAM- Porrúa. México, 2008) y Jóvenes Universitarios en
Latinoamérica hoy (UNAM-Porrúa. México, 2008) coordinados conjuntamente con Ma.
Herlinda Suárez.

Los jóvenes, en otras épocas, estuvieron ligados al cambio o transformación social,


a la participación política. ¿Cómo ubicaría hoy a los jóvenes en la política?

–Lo primero que habría que hacer es una distinción entre lo que podríamos llamar la
política formal, es decir, la relacionada con las asociaciones y/o partidos políticos, con
las cuestiones electorales o con las acciones gubernamentales que, quizá con excepción
de los comicios electorales que siguen convocando a los jóvenes de cuando en cuando,
el resto poco le dice a las nuevas generaciones, porque insisten en sus viejos y gastados
discursos, porque nunca cumplen sus promesas de campaña o porque están llenos de
acuerdos oscuros o relaciones vinculadas con la corrupción. Se puede decir que estamos
ante una constante de este tipo de extrañamientos juveniles en toda América Latina,
aunque habría que poner entre paréntesis los contextos venezolano, boliviano y cubano,
donde hay un vínculo más tradicional, donde persiste, según algunos, una visión
utilitarista de los movimientos juveniles. Esa parte formal de la política, me parece, cada
vez se aleja más de los horizontes y perspectivas de interés de los jóvenes en nuestro
continente.
Por el otro lado, está el lugar de la política como espacio de encuentro, de acuerdos, de
acciones con otros que pueden o no compartir mis perspectivas, pero que se busca
“hacer algo”, sea en el ámbito cultural, el medio ambiental, el de solidaridad, etc. Ahí
suceden cosas interesantes en torno a las manifestaciones o al trabajo que se hace desde

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y con los jóvenes. Esto pasa por este interés más por lo local que se combina con la
preocupación por el entorno o el contexto más amplio o virtual, por esa constitución de
identidades no territorializadas pero que implica el encuentro en zonas concretas, con
temáticas específicas, sean virtuales o mundializadas. El más claro ejemplo de este
interés, su mejor manifestación, son los movimientos globalizados, que algunos llaman
altermundistas y otros globalifóbicos, que de esto último no tienen nada porque su
acción está totalmente vinculada a lo mundial, ya que finalmente están preocupados por
temas comunes a nivel de aldea global. Es un asunto muy interesante porque estamos
ante posibilidades renovadas de la incidencia del trabajo juvenil en diversas áreas con
verdaderos impactos, aunque sea a nivel de opinión pública. Si articulamos esto con los
eventos locales, culturales, que la mayoría de las veces tienen una profunda carga
política, me parece que estamos ante nuevas vertientes de la participación política
ampliada de los jóvenes. Esos serían los dos campos que veo en torno a los jóvenes y la
política.

No hay sectores que intervengan desde los partidos políticos o la política


institucionalizada...

–Obviamente, siempre hay sectores que están vinculados a las instituciones políticas
formales, cada vez menos como militantes y más como simpatizantes, pero me parece
que en términos relativos es una proporción muy menor, lo cual no significa que tengan
menos acceso al poder o a la toma de decisiones, a veces es inversamente proporcional.
Pero, pensando en el impacto que tiene en las preocupaciones o cotidianidades
juveniles, creo que cada vez se alejan más.

No obstante, podemos hablar de expresiones culturales juveniles de oposición a lo


hegemónico...

–Yo no sé si se podría hablar en sentido estricto de expresiones de oposición explícita,


porque eso hablaría de un interés por el tema y de una estrategia explícita de
contraofensiva; el más claro ejemplo de esto y que todavía no lo vemos en su máxima
expresión son los movimientos en torno al voto nulo o el voto en blanco, que, si bien
hay una acción de oposición al estado actual de los comicios electorales, es una
búsqueda de descentramiento de esa política formal que ya no funciona en beneficio de

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la mayoría de la sociedad, y que, no obstante su contenido eminentemente político, es
un movimiento que, cuando menos hasta el momento, se queda en el rechazo a lo
instituido, pero sin una alternativa concreta; aunque quizá aquí radica su atractivo.
Cuando menos en México, y creo que en otras partes es similar, empezó a estar presente
en las elecciones formales más recientes, pero sólo a manera de desdén a la política
formal.
Y yo diría que esta actitud se contagia o se extiende hacia la política pública
gubernamental que cada vez tiene menos impacto en el trabajo con los jóvenes;
contrariamente con lo que veíamos al inicio del milenio, hace diez años, cuando la
institucionalidad gubernamental dedicada a los jóvenes parecía que venía con un
renacimiento interesante. En cambio, en la actualidad, la institucionalidad juvenil está
prácticamente desaparecida. Si hacemos una revisión de los institutos de juventud en
América Latina, como quiera que se llamen, son instancias muy débiles, con un trabajo
con los jóvenes irrelevante por sus presupuestos y por la incidencia política que tienen.
Este es otro tema de esta política formal, que ya no se engarza con los jóvenes.

¿En qué sentido deberían pensarse las políticas públicas destinadas a los diferentes
jóvenes desde su punto de vista?

–Yo creo que las políticas públicas en su sentido más extenso y actual es un concepto
que se extiende cada vez más. Es una noción renovada en los temas de gobernanza
donde la participación social es muy importante en materia de presupuesto y demás
decisiones. La misma incidencia de políticas sociales instrumentadas desde las
organizaciones sociales de la sociedad civil, aunque acotadas en lo territorial, muestran
novedosas metodologías, etcétera. Pero en el tema de las políticas públicas juveniles se
presentan retrocesos radicales. Uno es esta baja incidencia de las políticas sociales que
provienen de los gobiernos. Como era de esperarse, la última crisis económica ha tenido
un impacto en las políticas sociales gubernamentales. Y dentro de estas, unas de las
primeras que se abandonan como tales son las políticas de jóvenes. No hay en este
momento en ningún lugar del continente una política pública destinada a jóvenes que se
pueda decir que es importante. Esto es, con un destino claro a la población joven como
lo fue hace diez años, con objetivos explícitos, donde hubo un florecimiento en los
aspectos de empleo o de participación comunitaria, o de construcción de la ciudadanía,
etcétera. Me parece que ahora esa política social está empequeñecida como lo ha hecho

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la política social en general de esta crisis. A cambio, ha florecido una nueva política que
tiene una perspectiva punitiva en torno a los jóvenes, que ve en el sector juvenil uno de
los grupos “peligrosos” de la sociedad. Y, por lo tanto, todas esas políticas de mano
dura, super dura, de persecución, donde sólo predomina el enfoque policial, que ya son
tradicionales en algunos países, ahora se están extendiendo en nuestro continente en
nuevos ámbitos como las escuelas, por ejemplo.
En el contexto de este panorama, las políticas de juventud, creo, deberían plantearse
como una reconceptualización hacia nuevos topos y manifestaciones de este siglo. En la
actualidad, muchas de las políticas sociales que se están elaborando en torno a los
jóvenes tienen todavía un resabio de la visión del siglo XX que fundamentalmente tuvo
un enfoque muy sectorial. Se hablaba de las políticas de salud y los jóvenes, la
educación y los jóvenes, la cultura y la juventud. Me parece que esto todavía no se ha
podido abandonar, a pesar de que estamos en contextos totalmente diferentes.
Entonces, esas políticas públicas se siguen pensando con este retraso conceptual. Este
rezago implica no entender las nuevas condiciones y manifestaciones de los jóvenes,
donde hay que incidir con otras políticas públicas. Así, deberíamos primero cambiar por
un enfoque mucho más complejo de la realidad, donde ya no podemos hablar de un solo
tema tomando un solo aspecto. Y, por otra, tendríamos que enfocarnos en
manifestaciones concretas. Por ejemplo, habría que considerar que uno de los aspectos
de la política de juventud que debería estar presente es el tema de la migración, los
efectos que esta produce, no sólo en los países de llegada, sino también en las regiones
expulsoras. El tema juvenil en este fenómeno se convierte en central por la cantidad de
población joven que está involucrada en este proceso, pero también por las
implicaciones cualitativas que tiene sobre las sociedades que sus jóvenes emigren. Así,
tenemos que estas poblaciones que se mueven han incrementado su nivel de
escolaridad, por lo tanto llegan con mejor capacitación y conocimientos a las zonas de
destino y al mismo tiempo “descobijan” sus lugares de origen. El asunto de la
escolaridad es una renovación. Otro elemento a tener en cuenta es que en muchos de
estos movimientos ya están colocadas mujeres jóvenes, lo cual modifica culturas,
familias, perspectivas. En este sentido, el tema migratorio, que no sólo es un tema de
empleo, sino un tema de derechos humanos, de ciudadanía, está vinculado con asuntos
de vivienda y de educación. Es decir, requiere un enfoque de política juvenil que
debería estar pensando de manera integral y específica. ¿Algún instituto de la juventud

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está haciendo algo en este sentido? Es más, ¿algún gobierno está pensando este
fenómeno social como un tema juvenil?...
Otro asunto que me parece también fundamental es el tema de lo que se ha llamado la
emancipación juvenil. Este es un proceso que antes era claramente transitorio en el peor
sentido de la palabra. La sociedad y las familias formaban a los niños y jóvenes para
convertirlos en adultos y se pensaba que “mientras aprendían” o “mientras adquirían
experiencia” era aceptable que tuvieran bajos salarios, que su empleo fuera inestable,
que no tuvieran las debidas prestaciones, etcétera; total, cuando crecieran, esto
cambiaría... Sin embargo, ahora es un proceso que se ha detenido. Los jóvenes se
quedan mucho más tiempo en la casa y sus opciones de trabajo, digo yo, ya no se
pueden entender como una forma de inserción laboral, porque habrá casos que nunca se
inserten de verdad al mercado laboral, sino que serán como intermitencias, una colega
dice “como pulsos”. Son como posiciones laborales intermitentes, que pueden durar tres
o seis meses y después quedarse sin trabajo el mismo lapso, y cuando vuelven será en
otra ocupación totalmente distinta a la anterior para lo cual la experiencia adquirida no
les sirve de nada. Este es el proceso de emancipación que se está modificando
radicalmente. Y ahí habría que pensar en políticas de juventud, dirigidas integralmente,
por ejemplo, a la institución familiar que también se ha transformado profundamente,
que a pesar de todos los intentos conservadores, de “defensa de LA familia (con
mayúsculas)”, es una estructura muy flexible que se ha ido adaptando a las nuevas
necesidades. Las familias se convierten ahora en la única institución, que sirve de
colchón para la inoperancia de las otras instituciones. En este sentido, una política para
jóvenes debería estar pensando en otras cosas que hacer concursos o conciertos de
música. ¿Qué harán las familias sosteniendo a sus hijos hasta los 35 o 40 años? ¿Qué
sucederá cuando los adultos pasen a la tercera edad y sus hijos nunca hayan tenido una
ocupación medianamente estable? Empezamos a ver en algunos sectores que estas
incertidumbres están provocando verdaderos retrocesos en los niveles de calidad de vida
de familias enteras, y estas cosas hay que enfrentarlas de manera puntual y a la vez
integral. Por eso hay que darle una vuelta total a los enfoques de políticas de juventud.

En alguna oportunidad se refirió al sentido presentista de la vida entre los jóvenes.


¿Cree que esa característica está presente en todas las clases sociales?

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–Creo que el sentido presentista se refiere a que el horizonte de futuro se les ha acercado
demasiado a los jóvenes en relación con lo que sucedía con generaciones anteriores, que
tenían oportunidad de soñar el futuro. Me parece que el “por-venir”, usando una
construcción muy derridiana, de los jóvenes está muy cercano al día de hoy, porque no
viene nada como expectativa. Cuando hemos realizado investigaciones y preguntamos a
los jóvenes cómo ven su futuro en cinco o diez años, no saben cómo estarán ni se lo
imaginan. En ocasiones, con mucho trabajo piensan lo que estarán haciendo la próxima
semana, porque “no tengo ni ocupación, ni ingresos, ni vivienda estables...”.
Este sentido presentista es un componente que ha modificado las capacidades de las
nuevas generaciones, en el sentido positivo y negativo. En el sentido negativo, porque
esta posibilidad de no imaginar futuro es bastante complicada como construcción de
proyecto de vida. Pero también esta nueva generación tiene cualidades y habilidades
distintas a las generaciones anteriores, porque finalmente ellos han estado inmersos en
este cambio permanente de condiciones y de posibilidades, lo que les otorga nuevas
capacidades y cualidades a las nuevas generaciones para adaptarse rápidamente y tener
elementos para enfrentar situaciones inesperadas.
Me parece que hay una nueva manera de ver el mundo que está atravesada por las
contradicciones de clase; donde se reúnen las antiguas desigualdades (pobreza, ingreso,
escolaridad, empleo, etcétera) con nuevas, las cuales se producen dentro de las mismas
categorías sociales. De esta manera, vemos que entre los universitarios, a los que de
alguna forma les iba mejor en el mercado de trabajo, ahora encontramos profesionistas
que tampoco tienen una ocupación o que pueden estar ganando una miseria al lado de
otros a los que les va mejor.
De esta manera, a pesar de que existe y persiste la importancia de la educación, este
deseo de aumentar la escolaridad pasa menos por un asunto de utilidad y más se refugia
en un asunto de prestigio y reconocimiento social: no importa para qué sirve, pero hay
que tenerlo. Este es uno de los ejemplos más claros de este presentismo. Los jóvenes se
quedan en la escuela no porque piensen que les vaya a servir para un futuro, sino –
estamos haciendo ahora una investigación sobre el tema– por otros motivos. Algunas
jóvenes dicen estar en la escuela porque les permite no estar en la casa y, por lo tanto,
no estar haciendo labores domésticas o cuidando a los hermanitos, o, simplemente, para
no estar aguantando a la mamá o al papá o a los abuelos. Tiene otro sentido estar en la
escuela, porque ahí se encuentran los/as amigos/as o los grupos de pares para

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interactuar, ahí se van a hacer lazos y enlaces, que, si bien siempre ha sido así, ahora
ocupa un lugar central.
Supongo también que este sentido presentista tiene que ver con otras situaciones o
condiciones. Por ejemplo, el asunto del narcotráfico, donde el tema de la duración de la
vida está ligado a la incertidumbre. El futuro se agota a la vuelta de la esquina, y contra-
parafraseando a Antonio Machado podríamos decir que para ellos: la vida es corta y
además no importa; y si lo juvenil tuvo su transformación fundamental con el
crecimiento de la expectativa de vida que se dio durante el siglo XX, ahora se ha
transformado de nuevo, cuando se reduce la expectativa de vida dados los altos niveles
de violencia, de incertidumbre e inseguridad pública, lo que genera que para los jóvenes
lo único real y concreto sea el presente, porque del pasado ni se acuerdan y el futuro ni
lo piensan; no saben si van a vivir mañana, y esto, creo, está vinculado no sólo con
sectores pauperizados, sino aún en sectores a los que antes no les llegaba este tipo de
situaciones.
En una de las investigaciones que realizamos, conversábamos con maestros de
educación media superior en México (de muchachos pre-universitarios), sobre todo en
la zona de frontera con Estados Unidos. Nos decían que era muy común que algunos
jóvenes desaparecieran desde dos semanas a tres meses, y que todo el mundo sabía a
dónde se iban. Volvían después de ese tiempo con buena ropa, autos..., es decir,
trabajaban de camellos, transportistas de drogas. Yo les preguntaba entonces para qué
seguían estudiando si su vínculo con ese tipo de actividades les aseguraba, cuando
menos en lo inmediato, un buen vivir, y respondían los maestros que la credencial de
estudiante era muy valiosa porque les quitaba el estigma de ser muchachos que no
hacían nada, e identificarlos como estudiantes los convertía automáticamente en
“buenos muchachos”. Y así es, la percepción del joven estudiante es por lo general de
un muchacho que estudia, con una valoración distinta del que no, que tiene una carga
social negativa. En este sentido, sectores juveniles que no se vinculaban con ese tipo de
cosas ahora lo hacen. Porque estamos hablando de jóvenes con educación media
superior o universitaria que están vinculados al narcotráfico como una opción de vida.
Es una opción cercana de un mercado de trabajo disponible para ellos, y para algunos es
quizás la única a la que tendrán acceso a pesar de los riesgos.
El tema del riesgo, por otro lado, es un tema cultural y vinculado con la edad. La
percepción del riesgo es diferente cuando hay jóvenes que han crecido en ese contexto.
En algunos casos, ya es la tercera generación que ha crecido en este ambiente, por lo

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cual se vuelve más natural. En este sentido, el futuro sólo está vinculado con el próximo
viaje/transportación que van a hacer. Y esto, creo, no sólo está vinculado con la
pobreza, sino con una opción de mercado de trabajo, de prestigio, de valoración.

De alguna manera, en lo que está diciendo, la educación aparece con menos peso
que la socialización entre los jóvenes en relación con la proyección del futuro.

–El tema educativo, si bien sigue siendo un eje de las preocupaciones en la mayoría de
los sectores, a mi parecer da cada vez menos en los extremos de la segmentación social.
Los jóvenes pauperizados no le encuentran sentido a estar en la escuela más que, como
vimos antes, por lo que les permite hacer en otras esferas; mientas que los jóvenes de
los sectores altos se están desvinculando del asunto educativo, pues tienen su futuro
asegurado y eso implica que no necesitan de la escuela, sino más bien experimentar
otras cosas. Esos dos extremos, los jóvenes de los sectores muy bajos y muy altos, creo,
son los más desilusionados y desafectados de la escuela. El resto de la sociedad sigue
pensando que la educación es un elemento central en su formación y sus posibilidades
de futuro. Esto, a pesar de que saben que no les va a servir como seguro de nada llegar a
la educación superior.

No obstante, sigue en pie una valoración desde aspectos del proyecto moderno...

–Definitivamente. Sigue siendo un elemento muy importante, cuando menos en la


construcción de ciertas trayectorias de vida de los/as jóvenes. Aunque un aspecto nuevo
en relación con esto es la diferenciación de género. Vemos que los estudios superiores
se están feminizando, pero si revisamos las tendencias de las matriculas de la
instrucción en general, vemos que, a pesar de que las mujeres siguen en desventaja de
acceso y permanencia en la escuela todavía, la distancia entre hombres y mujeres
jóvenes se va reduciendo. Contrariamente a lo que sucedía en las trayectorias de hace
diez años, donde en algunos sectores todavía estaba presente esta idea de para qué
estudiaban las mujeres si se iban a casar; ahora se ha transformado y vemos que, con
estas últimas crisis, quienes están abandonando la escuela son los varones. Las que se
quedan en las aulas son las mujeres. Esto, a largo plazo, puede generar una
transformación radical en muchas cosas, empezando por las relaciones de pareja.

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El tema de Ciudad Juárez en la frontera entre México y Estados Unidos, ya famosa por
desgracia debido a las mujeres jóvenes que aparecieron asesinadas hace años, ahora
vuelve a ser noticia porque hace poco hubo otra matanza de jóvenes que estaban en una
fiesta privada en su casa y fueron ametrallados. Sólo festejaban los quince años de una
de ellas, y llegaron otros y los balacearon. Lo primero que dijo el presidente Felipe
Calderón fue que seguro se trató de un ajuste de cuentas entre narcotraficantes; pero en
realidad eran muchachos preparatorianos, pre-universitarios, que estaban en una fiesta
familiar. Con lo cual se muestra que, si ya no pueden ir a los bares o discotecas porque
es muy peligroso en esa ciudad, ahora tampoco pueden divertirse en una casa, porque
también los matan. Mientras que el gobierno, para lavarse las manos y evadir su
responsabilidad, lo atribuye simplemente a la delincuencia organizada.
Una de las cosas que precisamente llaman la atención en Ciudad Juárez, región de
grandes maquiladoras, muy importante hace diez años, es que al analizar las tasas de
desempleo juvenil por sexo, la desocupación femenina es cero, mientras que desempleo
juvenil masculino es altísimo, consecuencia de que las maquilas emplean
fundamentalmente a jóvenes mujeres. En este contexto, mi hipótesis es que la agresión a
las mujeres se relaciona con la transformación social que esto generó. Los sábados en
las maquilas es día de pago. Entonces, uno ve en las salidas de las fábricas, recargados
en las paredes del frente, a grupos de jóvenes que esperan que sus parejas salgan del día
de pago. En algunos casos se puede ver que las muchachas salen y en seguida les
entregan a ellos el sobre con el pago. Pero, independientemente del enfoque de género a
que sometamos esta situación, hay algo que estamos olvidando y es que a todos estos
jóvenes varones, desde que eran niños, se les dijo que ellos iban a ser los proveedores,
los jefes de hogar, e iban a llevar el dinero a la casa. Pero, llegado ese momento, no lo
pueden hacer porque no tienen empleo y, por lo tanto, dinero; mientras que quienes
tienen el dinero y la ocupación son las mujeres. Por lo que se puede prever que hay una
gran frustración en el sector masculino joven porque no están cumpliendo lo que se les
dijo que tenían que cumplir. Y, a pesar de todos los avances que han hecho las mujeres,
los varones seguimos teniendo una cierta primacía en el uso de la fuerza física, por lo
que, en este contexto de frustración, los sectores masculinos juveniles pueden percibir
que el único elemento que les queda para mostrar el dominio sobre las mujeres está
precisamente en el uso de esta fuerza. De ahí viene todo este contexto de violencia en
esa zona fronteriza mexicana. Estamos generando una gran frustración en los jóvenes
varones que encuentran como su única manifestación de resistencia la agresión física.

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Así, las políticas públicas deben tener en cuenta esto: los efectos de las
transformaciones sociales donde hay un sector masculino muy frustrado. El asunto de la
masculinidad está muy difuso, por lo que habría que preguntarse: ¿qué significa ser
varón en esta sociedad?

Volviendo a la política y la participación social, ¿cómo podemos imaginar que estas


generaciones sean las protagonistas del sistema político con tanto desdén hacia la
participación política?

–Puede tener varios aspectos, si tomamos algunos datos. Por un lado, algo que ya se ha
dicho muchas veces, una vuelta a lo individual, aunque me parece que en los países
latinoamericanos no se vuelve a lo individual de la misma manera como sucede en los
países europeos o en Estados Unidos, que es un individualismo recortado de lo social.
En nuestros países, esta vuelta pasa por estructuras comunitarias. Somos sociedades
donde el tema comunitario sigue siendo importante en las tomas de decisiones. Este es
un elemento que transforma las estructuras de participación. Por ejemplo, el tema
religioso puede ser un canal de participación muy importante. De hecho, desde las
comunidades eclesiales de base de los años ochenta, la participación de los jóvenes en
este campo fue trascendental; aunque sin esa parte crítica, que fue la teología de la
liberación, ahora me parece que hay un elemento que está vinculado con lo mágico, y
ante la incertidumbre que representa la experiencia cotidiana cuando el mundo se
mueve, diría Mafalda, hay que agarrarse de algo fijo, y ahí la religión se vuelve
importante. El gran crecimiento de lo que se llaman sectas o nuevas iglesias puede ser
una muestra de esta implosión o participación que, finalmente, también es política, la
califiquemos positiva o negativamente. En México y en Centroamérica, hay
acontecimientos donde la transformación de las profesiones de fe han quebrado y
enfrentado entre sí a comunidades rurales. El tema religioso está en la base de los
conflictos regionales más importantes del nuevo siglo, y los jóvenes son un sector
directamente involucrado.
La otra perspectiva es la de los movimientos más vinculados a lo cultural o al uso de las
tecnologías. Por ejemplo, la famosa anécdota del movimiento de los “pingüinos”
(estudiantes de secundaria) en Chile de hace algunos años, cuando, mientras celebraban
acuerdos con el Ministerio de Educación, pidieron consultar a la base antes de
responder, entonces, sacaron su teléfono móvil y enviaron un mensaje que casi

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inmediatamente empezó a ser contestado por todos los demás participantes del
movimiento. En mi generación, consultar a la base era organizar asambleas
interminables... Como vemos, las tecnologías también modifican la participación
política. El movimiento del voto en blanco es otro ejemplo; se produjo, cuando menos
en México, reuniendo los dos elementos: lo virtual y lo juvenil. Otro aspecto es el tema
global, donde la participación por asuntos medioambientales es un tema que importa y
preocupa sobremanera a las nuevas generaciones. Son, en síntesis, formas de
participación que, por lo general, la política formal desconoce.
Los temas del siglo XXI en torno a lo juvenil han cambiado radicalmente. Y han
cambiado porque lo político no es lo que tradicionalmente considerábamos político en
sentido estricto. Temas como el narcotráfico, la violencia o la delincuencia organizada
no pasan sólo por temas policíacos, sino que tienen que ver con mercados de trabajo,
con culturas, con sentir que existe un sentido como miembros de una comunidad, así sea
delincuencial. Tenemos un mundo diferente.

Pero los ámbitos de decisión política hoy siguen siendo los mismos de tiempos
pasados...

–Por desgracia sí, pero creo que también empiezan a pasar por otros lados. Y aquí hay
que hacer una distinción entre riesgo y peligro. Peligro es una situación en la que no
puedes intervenir, sucede de repente, puede ser decisión de otro y pocas veces lo puedes
prever. El riesgo, en cambio, es una decisión que tú tomas consiente o
inconscientemente, informado o no, es un elemento que olvidamos. Así que, en lugar de
que las políticas públicas intenten “proteger a los jóvenes”, resabio del enfoque de las
políticas infantiles, las nuevas generaciones deberían estar educadas en el riesgo. Con
los jóvenes, esa protección se debe transformar en participación a partir de una
formación para asumir riesgos. Lo que deberíamos estar haciendo los adultos es
educando en el riesgo y no protegiendo. En esta vida todo es así. Enamorarse es un
riesgo, pero es un riesgo que hay que tomar para poder disfrutar todo lo que significa
eso.
La sociedad está construida bajo un sistema de riesgos. Debemos formar para tomar
decisiones propias, individuales y colectivas, responsables o arriesgadas, pero tomar
decisiones es central y ahí empezaríamos a quitarles el poder a los que siempre han
tomado decisiones por nosotros y han convertido el riesgo en peligro, porque no

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participamos en esas tomas de decisión. Creo que, nos guste o no a los adultos, las
nuevas generaciones tienen que tomar riesgos, pero como tales y no como peligros. En
ese sentido, ellos deben estar involucrados con las decisiones que los afectan. Si no
participan en esa construcción de condiciones nuevas para ellos, sólo es peligro porque
nunca tuvieron oportunidad de decidir por eso. Quizá aquí radique lo central de la nueva
política...

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CAPITULO I
SER JOVEN EN MÉXICO: CONCEPTO Y CONTEXTO

El aspecto teórico en torno al significado del término “juventud”, siempre ha sido visto
como un campo secundario, tanto en el tema de las políticas de juventud, donde quienes
toman decisiones lo consideran poco relevante al momento de diseñar acciones; como en el
ámbito académico, donde pocas investigaciones abordan este reto, complejo para ser
resuelto conceptualmente, sobre los límites y significados de lo juvenil. En ambos casos la
opción preferida es establecer rangos de edad para delimitar el universo por atender o por
estudiar.
De todas formas, la no explicitación de este aspecto central, no significa que tanto
en los programas como en las investigaciones no quede subyacente la visión que cada uno
de ellos posee en torno a las y los jóvenes. En este capítulo se abordarán algunos elementos
fundamentales que tienen relación directa con la construcción conceptual de lo juvenil, y su
importancia en la construcción de políticas públicas.

1. El concepto: de la palabra al joven concreto


Un punto de partida en torno a la problematización sobre el significado del concepto
juventud puede ser el texto ya clásico de Bourdieu titulado: “La juventud no es más que una
palabra”,1 en el cual plantea que las relaciones entre la edad social y la biológica son muy
complejas y, por tanto, suelen estar sujetas a manipulación, sobre todo en el sentido de
concebir a los jóvenes como una unidad social con intereses comunes, por el único hecho
de compartir un rango de edad.
Esta advertencia conceptual, pocas veces se toma en cuenta, al momento de diseñar
acciones en muchas de las instituciones y organizaciones vinculadas al tema; se sigue
hablando por ejemplo, de “la juventud mexicana”, como si ésta existiera de manera
homogénea, sin distinguir todas las condiciones y significados que atraviesan las diferentes
maneras de vivir este periodo.
Ante esta complejidad por delimitar lo juvenil, la aportación que desde el ámbito
académico se ha hecho al tema, permite tener elementos más precisos que deben tomarse en
cuenta al momento de la construcción de políticas y programas. Un punto de partida que se
ha propuesto en este sentido, es el proceso de “conformación de identidades juveniles”, que
subraya algunos criterios básicos para superar concepciones estáticas y totalizadoras que
niegan las especificidades de contextos concretos; esta perspectiva propone que son los
jóvenes quienes en su relación intersubjetiva con sus pares (la mayoría de las veces de
manera grupal, aunque no siempre), se van identificando o adscribiendo a grupos o
comunidades (reales o virtuales) que les permiten construir su propia identidad, por lo
tanto, lo juvenil es:2

1 Pierre Bourdieu. “La ‘juventud’ no es más que una palabra”, en Sociología y Cultura, CONACULTA-Grijalbo, Colección
Los Noventa, México, 1990, pp. 163-173.
2 José Manuel Valenzuela, “Culturas juveniles. Identidades transitorias”, JOVENes. Revista de Estudios sobre Juventud,

SEP, Causa Joven-CIEJ, Cuarta época, Año 1, núm. 3, México, enero-marzo, 1997, pp. 12-35. José Manuel Valenzuela,
El color de las sombras. Chicanos, identidad y racismos, El COLEF-UIA, México, 1998.
• Un concepto relacional. Sólo adquiere sentido dentro de un contexto social más amplio
y en su relación con lo no juvenil (la interacción con categorías como las de género,
étnicas, de clase social, etcétera).
• Históricamente construido. No ha significado lo mismo ser joven ahora que hace veinte
años, el contexto social, económico y político configura características concretas sobre
el vivir y percibir lo joven.
• Es situacional. Por lo que responde sólo a contextos bien definidos, en tanto se debe
evitar las generalizaciones, que hacen perder lo concreto y específico de cada caso.
• Es representado. Pues sobre lo juvenil se dan procesos de disputa y negociación entre
las “hetero-representaciones” (elaboradas por agentes o instituciones sociales externos a
los jóvenes) y las auto-percepciones de los mismos jóvenes. En algunos casos ambas
coincidirán, en otros se establecerán relaciones conflictivas o de negociación, donde se
delimita quiénes pertenecen al grupo juvenil y quiénes quedan excluidos.
• Cambiante. Se construye y reconstruye permanentemente en la interacción social, por lo
tanto, no está delimitado linealmente por los procesos económicos o de otro tipo, y
aunque éstos inciden, el aspecto central tiene que ver con procesos de significado.
• Se produce en lo cotidiano. Sus ámbitos de referencia son íntimos, cercanos, familiares:
los barrios, la escuela, el trabajo, etcétera.
• Pero también puede producirse en “lo imaginado”. Donde las comunidades de
referencia tienen que ver con la música, los estilos, la internet, etcétera.
• Se construye en relaciones de poder. Definidas por condiciones de dominación /
subalteridad o de centralidad / periferia, donde la relación de desigualdad no implica
siempre el conflicto, pues también se dan procesos complejos de complementariedad,
rechazo, superposición o negación.
• Es transitoria. Donde los tiempos biológicos y sociales del joven o la joven en lo
individual, los integran o expulsan de la condición juvenil, a diferencia de las
identidades estructuradas / estructurantes que son perdurables (como las de clase,
étnicas, nacionales, de género).

Esta interpretación está vinculada al concepto de culturas juveniles que se refiere a la


manera en cómo las experiencias sociales de los jóvenes, son expresadas colectivamente
mediante la construcción de estilos de vida distintivos, localizados fundamentalmente en
tiempos y/o espacios no “institucionales”. En un sentido más restringido, definen la
aparición de “microsociedades juveniles”, con grados significativos de autonomía respecto
de las “instituciones adultas”, que se dotan de espacios y tiempos específicos.
Se habla de “culturas juveniles” en plural, para subrayar la heterogeneidad interna
de las mismas; aunque este cambio terminológico implica también un cambio en la “forma
de mirar” a las y los jóvenes, que transfiere el énfasis que se hacía sobre ellos desde la
marginación y lo traslada a la identidad, de las apariencias a las estrategias, de lo
espectacular a la vida cotidiana, de la delincuencia al ocio, de las imágenes a los actores.3
Esta propuesta plantea que la articulación social de las culturas juveniles puede
abordarse desde tres escenarios:

3 Carles Feixa, El reloj de Arena. Culturas juveniles en México, SEP, Causa Joven-CIEJ, Colección JOVENes núm. 4,
México, 1998.
• La cultura hegemónica. Que refleja la distribución del poder cultural a escala de la
sociedad más amplia. La relación de los jóvenes con la cultura dominante está
mediatizada por las diversas instancias en las cuales este poder se transmite y se
negocia: escuela, sistema productivo, ejército, medios de comunicación, órganos de
control social, etcétera. Frente a estas instancias, los jóvenes establecen relaciones
contradictorias de integración y conflicto, que cambian con el tiempo. Las culturas
juveniles provenientes de una misma cultura parental pueden negociar de forma
diferente sus relaciones con la cultura hegemónica: las culturas juveniles obreras
pueden adoptar soluciones adaptativas (el “buen estudiante”, el “chico trabajador”) o
disidentes (el “chavo banda”, el “punk”); las culturas juveniles de clase media pueden
seguir itinerarios normativos (“situarse”) o contestatarios (“rebelarse”).
• Las culturas parentales. Que pueden considerarse como las grandes redes culturales,
definidas fundamentalmente por identidades étnicas y de clase, en el seno de las cuales
se desarrollan las culturas juveniles. Las culturas parentales establecen las normas de
conducta y valores vigentes en el medio social de origen de los jóvenes. Pero no se
limitan a la relación directa entre “padres” e “hijos”, sino a un conjunto más amplio de
interacciones cotidianas entre miembros de generaciones diferentes: en el seno de la
familia, el vecindario, la escuela local, las redes de amistad, las organizaciones
asociativas, etcétera. Mediante la socialización primaria, el joven interioriza elementos
culturales básicos (uso de la lengua, roles sexuales, formas de sociabilidad,
comportamiento no verbal, criterios estéticos, criterios de adscripción étnica, etcétera),
que luego utiliza en la elaboración de estilos de vida propios.
• Las culturas generacionales. Este ámbito se refiere a la experiencia específica que los
jóvenes adquieren en el seno de espacios institucionales (la escuela, el trabajo, los
medios de comunicación), de espacios parentales (la familia, el vecindario) y, sobre
todo de espacios de ocio (la calle, el baile, los locales de diversión). En estos ámbitos
circunscritos, el joven se encuentra con otros jóvenes y empieza a identificarse con
determinados comportamientos y valores, diferentes a los vigentes en el mundo adulto.

Como se advirtió más arriba, las “culturas juveniles” no son homogéneas ni estáticas: las
fronteras son laxas y los intercambios entre los diversos estilos numerosos. Los jóvenes no
acostumbran identificarse siempre con un mismo estilo, sino que reciben influencias de
varios y, a menudo construyen un estilo propio. Todo ello depende de los gustos estéticos y
musicales, pero también de los grupos primarios con quienes el joven se relaciona.
A un nivel más cotidiano, las “culturas juveniles” pueden analizarse desde dos
perspectivas:
• En el plano de las condiciones sociales. Entendidas como el conjunto de derechos y
obligaciones que definen la identidad del joven en el seno de una estructura social
determinada; las culturas juveniles se construyen con materiales provenientes de las
identidades generacionales, de género, clase, etnia y territorio.
• En el plano de las imágenes culturales. Entendidas como el conjunto de atributos
ideológicos y simbólicos asignados y/o apropiados por los jóvenes; las culturas
juveniles se traducen en estilos más o menos visibles, que integran elementos materiales
e inmateriales heterogéneos, provenientes de la moda, la música, el lenguaje, las
prácticas culturales y las actividades focales.
Por otra parte, una contribución importante de la investigación sobre juventud al reto de
diseñar proyectos o programas, es la que propone situarse en las lógicas de producción de
sentido de los propios jóvenes y entender desde ahí, cómo y con qué están haciendo frente a
las experiencias fragmentadas, en las que se ha roto la unidad y continuidad de su mundo
de vida. En este sentido, los referentes de estas nuevas identidades juveniles se articulan y
organizan en torno a los más variados objetos, creencias, estéticas y consumos culturales de
acuerdo al sexo, nivel socioeconómico, región de pertenencia y el grado de escolaridad.
Este proceso se hace por la vía de la agrupación, de la identificación “con” y/o de la
diferenciación “de”. 4
Esta multiplicidad de referentes ha producido una ruptura entre las prácticas y su
sentido, en lo que se podría llamar una “implosión” que erosiona el tejido social y
desarticula las expectativas juveniles en torno a cuestiones como el matrimonio, la
paternidad, el trabajo, la política, etcétera. El deterioro de estos mecanismos de integración
de la sociedad actual, hace que los jóvenes solo tengan certidumbre de la incertidumbre,
donde sus trayectorias de vida están sujetas a los avatares de un sistema de instituciones, la
mayoría de las veces, distantes.
Precisamente, leer las representaciones y prácticas juveniles como “metáforas del
cambio social” es romper con interpretaciones lineales, que permiten “hacer hablar”, al
conjunto de elementos que entre los jóvenes apuntan a nuevas concepciones de la política,
de lo social, de la cultura en lo general; al mismo tiempo que en lo particular, reeditan los
modos de relación con el cuerpo, con los elementos mágico-religiosos y con las
instituciones.
Tres son los ámbitos desde donde las y los jóvenes han adquirido visibilidad social
en las sociedades actuales, y desde donde se han elaborado, las concepciones
predominantes en torno a ellos:
• Las instituciones de socialización. Sea por afirmación o negación, su paso, permanencia
o expulsión en la familia, la escuela, el barrio, la comunidad, etcétera, y las relaciones
de subordinación o conflicto que se establezcan, determinarán las estrategias y actitudes
institucionales que se generen en torno a ellos, para cada una de estas esferas
institucionales.
• El conjunto de políticas y normas jurídicas que definen su estatus ciudadano. A partir
del cual se clasifican las competencias y atributos que una sociedad particular considera
deseables en las generaciones de relevo, estableciendo los criterios de protección y/o
castigo, así como de límites sobre quien puede ser considerado joven, que la mayoría de
las veces se define por negación u oposición a “lo adulto”.
• El consumo o acceso a bienes simbólicos y a productos culturales. A diferencia de los
dos anteriores, este ámbito ha consolidado sus dominios a partir de una
conceptualización activa del sujeto juvenil, generando espacios para la producción,
reconocimiento e inclusión de la diversidad de las culturas juveniles. De aquí el papel
protagónico que ha adquirido lo cultural en todas las esferas de la vida juvenil,

4 Rossana Reguillo, “Las tribus juveniles en tiempos de la modernidad” en Revista de Estudios sobre las Culturas
Contemporáneas, Universidad de Colima, Vol. V, núm. 15, marzo de 1993, pp. 171-184. Rossana Reguillo, “Culturas
juveniles. Producir la identidad: un mapa de interacciones”, JOVENes. Revista de Estudios sobre Juventud, Cuarta
época, Año 2, núm. 5, SEP, Causa Joven-CIEJ, julio-diciembre 1997, pp.12-31. Rossana Reguillo, “El año dos mil,
ética, política y estéticas: imaginarios, adscripciones y prácticas juveniles. Caso mexicano”, en Viviendo a toda.
Jóvenes, territorios culturales y nuevas sensibilidades. Universidad Central-DIUC/Siglo del Hombre Editores, Bogotá,
1998, pp. 57-82.
subordinando a los demás aspectos que conforman la identidad. No obstante, la alta
incidencia que tienen las llamadas industrias culturales, que distorsionan y
mercantilizan este espacio.

Estos tres procesos que hacen visible a lo juvenil, hacen que “la edad” como criterio de
diferenciación adquiera una densidad que no se agote en lo biológico, en lo psicológico o
en lo demográfico, pues abre una diversidad no sólo entre sociedades distintas, sino al
interior de una misma, en función de los lugares que las y los jóvenes ocupan en ella.
Estamos entonces, ante una profunda recomposición de lo que significa “ser joven”, que
implica desde la exterioridad (institucional o de adultez), buscar y comprender los sentidos
que animan a los diversos sectores juveniles y sus colectivos, agrupaciones, organizaciones
o “acuerpamientos” (como concepto menos cargado de pre-juicios), desplazando las
visiones normativas y estáticas, hacia el terreno de lo incorporado y lo actuado (su praxis);
buscando lo que al joven a partir de múltiples mediaciones, lo configura como actor social. 5
Estas lógicas de análisis muy someramente aquí planteadas y muy centradas en las
prácticas más visibles de los jóvenes, podrían contribuir enormemente a descubrir los
códigos e interpretaciones al momento de diseñar políticas, programas o acciones de
juventud, desde diferentes perspectivas y más cercanas a la cambiante y heterogénea
realidad juvenil.

2. El contexto: construyendo nuevas miradas


Las propuestas conceptuales que el mundo de las ciencias sociales aportan, sirven como
guía para incorporar criterios adecuados al momento de construir políticas y programas, así
como evitar las cuatro tendencias generales que han permeado la mirada institucional sobre
el sector juvenil:6
• Concebir a la juventud como una etapa transitoria y, por lo tanto, “una enfermedad que
se cura con el tiempo”; trivializando su actuación como factor fundamental de
renovación cultural de la sociedad.7
• Enviarla al futuro, creyendo que los jóvenes ya tendrán su oportunidad cuando sean
adultos, por lo tanto, ahora sólo son la “esperanza del país”, y mientras, sólo hay que
entretenerlos.
• Idealizarlos, todos los jóvenes son buenos o son peligrosos, que no es más que la otra
cara de la descalificación de su actuar y la preocupación sobre su control.
• Homogeneizar lo juvenil, persistiendo la idea de los “roles totales”, que hace buen
tiempo han dejado de actuar (por ejemplo, que el punk todo el tiempo actúan como
punk, sin considerar que también puede actuar como estudiante, trabajador o hijo),
elaborando acciones y programas que tienen que ver con todo y a la vez con nada.

Encontrar nuevas formas de abordar la complejidad que tiene el sector juvenil, es quizá uno
de los primeros retos que enfrenta quien desee trabajar superando las concepciones

5Rossana Reguillo. Estrategias del Desencanto, Norma, Buenos Aires, 2000.


6 José Antonio Pérez Islas, “Visiones y versiones. Jóvenes, instituciones y políticas de juventud”, en Umbrales. Cambios
culturales, desafíos nacionales y juventud, Corporación Región, Medellín, 2000, pp. 195-233.
7 Laura Herrero y Ramiro Navarro, “Perdiendo tiempo y ganando espacio. Replanteando la adolescencia desde lo

cotidiano”, JOVENes, Revista de Estudios sobre Juventud, Cuarta época, año I, núm. 4, SEP, Causa Joven-CIEJ.
México, abril-junio,1997, pp. 72-81.
tradicionales, lo cual tiene que ver inicialmente con dos conflictos al momento de pensar
operativizar la teoría: el primero de ellos es la delimitación de las fronteras sobre lo juvenil;
el segundo, sobre cuál es la mejor manera de elaborar una clasificación de la
heterogeneidad juvenil, que ayude a concretar objetivos e impactos. A continuación, sobre
ambos retos se propondrán algunas ideas a manera de aportación al debate.
La CEPAL8 se ha planteado estos mismos temas recientemente, concluyendo que
para el caso de los límites inferior y superior, independientemente de lo arbitrario que
siempre implica establecer fronteras, se puede arribar a ciertos acuerdos sobre la entrada y
salida de esta etapa de la vida, dado que coinciden con procesos relevantes. Respecto a
límite inferior, el criterio elegido tiene que ver con el desarrollo de las funciones sexuales y
reproductivas que diferencian claramente al adolescente (etapa inicial del periodo juvenil)
del niño, proceso que se da alrededor de los 12 años. Para el caso del límite superior, la
discusión se vuelve más complicada, pues tiene que ver con el momento en el cual los
individuos llegan al cierre del ciclo educativo formal, su ingreso al mercado del trabajo y la
formación del hogar propio.
Es decir, el inicio tiene un límite muy ligado a lo psicobiológico, mientras su
conclusión se refiere en lo fundamental, a aspectos sociales y económicos; no obstante,
habría siempre que contextualizarlos cultural y simbólicamente, lo cual le da una
significación diferenciada en función de cuatro variables básicas: género, clase social (en
un sentido más operativo, quizá sería origen social), escolaridad y región de pertenencia
(rural o urbano, y todas las etapas intermedias que se quieran elaborar).
Por la gran influencia del criterio demográfico, el establecimiento de rangos de
edad, si bien necesarios a nivel operativo, las más de las veces han olvidado o soslayado las
discusiones precedentes, siendo uno de los factores de homogeneización que han provocado
una inadecuada concreción de programas y acciones. Estos criterios etarios han variado, el
más común es el que limita al sector juvenil entre los 15 y los 25 años de edad, que hasta
hace muy poco usaban las diferentes agencias de la ONU y que ahora, cuando menos la
CEPAL, lo ha ampliado de 10 a 29 años. No obstante, en estas mismas instancias
internacionales, existen discusiones sobre las mismas definiciones y, por lo tanto,
empalmes en los criterios de delimitación de los grupos poblacionales, por ejemplo, la
UNICEF considera como niños a los menores de 18 años.
Adicionalmente, en la práctica se presentan otro tipo de problemas, al tratar de
compilar la información estadística disponible, debido a los pocos acuerdos que existen
entre los responsables de generar estos datos por grupos de edad en los diferentes países.9
En México la situación al respecto no dista mucho de ser diferente, se usan a veces
de manera indiferenciada los términos “adolescente”, “menor” o “joven”, sin especificar
definiciones en cada caso y variando los grupos etarios de referencia que, para el primer
caso pueden variar de 12 a 15 o 16 años o extenderse hasta las 18; para el segundo término,
usado generalmente en el ámbito jurídico o de ciudadanía, significa menor de 18 años; y,
para el de “joven” la variación puede estar entre los 12 o 15 años como límite inferior, hasta
los 25 o 29 años como superior.

8 CEPAL, Juventud, Población y Desarrollo en América Latina y el Caribe, 28º periodo de sesiones, México, D.F., 3-7 de
abril del 2000, (Doc.LC/L1339).
9 A pesar de que cada vez es más común procesar por propia cuenta las bases de datos de las diferentes encuestas o

censos; sigue siendo complejo o costoso el acceso a la información de esta manera.


En los programas gubernamentales, el criterio más común que desde 1977 se ha
usado desde las instituciones dedicas en específico al trabajo en juventud, es delimitar al
sector juvenil con base en el grupo de 12 a 29 años de edad; que la Ley del IMJ ratificó en
su cuerpo normativo (Artículo 2).
Con respecto al segundo reto por resolver desde las políticas o programas de
juventud, se encuentra la clasificación interna o la sectorialización de los jóvenes; el mismo
documento ya citado de la CEPAL propone cuatro grupos, en los cuales las características
que los definen y diferencian son lo suficientemente claras para delimitarlos, éstos son: los
estudiantes universitarios, los jóvenes urbano populares, los jóvenes rurales y las mujeres
jóvenes.
En relación a los universitarios, es una categoría que durante mucho tiempo
concentró (y en ocasiones todavía lo hace) la atención de instituciones e investigaciones por
la visibilidad que le otorgaba su actuar y la resonancia de su voz en el resto de la sociedad.
Los jóvenes de los sectores urbano populares, imagen que denota la presencia que
adquirieron sus agregaciones durante la década de los ochenta, que las más de las veces,
fueron identificadas por las instituciones con prácticas violentas o delincuenciales. Los
jóvenes rurales, que durante las décadas de los cuarenta y cincuenta se consideraron como
prioritarios por las políticas públicas y que después fueron perdiendo protagonismo, hasta
que en los últimos años desde el criterio de la etnicidad vuelven a cobrar importancia. Y,
las mujeres jóvenes, como producto de la lucha general de las mujeres, han logrado insertar
en las agendas internacionales la categoría de género.
Para México, esta sectorialización ayuda, pero no resuelve la alta heterogeneidad de
lo juvenil, siendo necesaria una mejor búsqueda de especificidad y concreción. A manera
de ejercicio y a partir de los criterios básicos que debería tener una sectorialización de
juventud, a continuación se describirán una serie de elementos indispensables al momento
del diseño de políticas y programas.
• Edad. Como ya se vio la edad por sí sola no resuelve el problema de los límites de lo
juvenil, no obstante, es una variable que tampoco se puede obviar y menos cuando es
indispensable trabajar al interior del sector juvenil con grupos diferenciados, por lo que
es necesario tomar en cuenta, son las particularidades temporales en que se producen
los distintos procesos sociales como matrimonio, embarazo, salida de la escuela o
incorporación al mercado de trabajo; la precocidad o retraso con que se producen,
genera diferenciaciones profundas en la manera de vivir la juventud.
En algunos estudios de otros países10 se hace la diferenciación al interior del
grupo juvenil entre: adolescentes (12-15 años), jóvenes propiamente dichos (16-24
años) y adultos jóvenes (25-34 años); en México por la diversificación de los procesos,
es difícil realizar una precalificación, pero sobre todo en ciertos temas (prácticas
sexuales y adicciones, entre otros), la confusión o poca precisión entre los conceptos
“adolescente” y “joven”, provoca confusión al momento del diseño de programas y
acciones.
• Género. Obviamente este es un elemento que debe estar presente en todo diseño de
políticas de juventud, pero no sólo equiparado al tema femenino (como muchas veces se
hace), sino como dos formas diferenciadas de vivir los proceso juveniles en función del
sexo de los individuos: hombres y mujeres. Sobre todo en la actualidad, donde las

10Ricard Vergés E. (editor), La edad de emancipación de los jóvenes, Urbanitats, Centre de Cultura Contemporánia de
Barcelona, Barcelona, 1997.
identidades de género están en una aguda transformación de roles y funciones dadas los
modificaciones en la escolaridad, incorporación al mercado de trabajo, participación
social, consumo, etcétera.
• Escolaridad. Este aspecto cada vez excluye o integra a los diversos sectores juveniles,
aún dentro de un mismo origen social; la permanencia, la calidad y tipo de instrucción
recibida, la misma institución donde se cursó, entre otros elementos, establecen
diferenciaciones, en algunos casos profundas, entre las y los jóvenes de una misma
generación y también intergeneracionalmente. En México, aún los universitarios han
dejado de ser un sector homogéneo, por lo que establecer precisiones al respecto es
indispensable en ciertos temas (como por ejemplo, el empleo o la participación
política).
• Región de pertenencia. La distinción entre jóvenes urbanos y rurales sin mayores
acotamientos, deja de ser funcional si se toma en cuenta la alta dispersión de tipos y
tamaños de localidad donde se vive en la actualidad en el país; es completamente
diferente vivir en una zona metropolitana con cerca de 20 millones de habitantes (como
la ciudad de México), que en una ciudad de un millón de habitantes; por muchas
semejanzas que existan, las diversidades siempre estarán presentes; no se diga en las
áreas eminentemente rurales, semirurales o fronterizas, que adicionalmente al tamaño
de la población, se encuentran inmersas en procesos sociales y culturales distintos.
• Clase social. Este es un elemento crucial de diferenciación juvenil a pesar de las
manifestaciones documentadas en torno a que ciertas expresiones culturales de las y los
jóvenes son transclasistas (la ecológica, por ejemplo); pero la conformación que del
mundo se hace, las expectativas que se generan, etcétera, están profundamente
influenciadas por esa “cultura parental”, descrita con anterioridad, que se enraíza en el
origen social del que se procede, sea para reproducirlo, para negarlo o “hibridizarlo”. Se
sabe de lo complejidad que tiene operacionalizar un concepto como el de clase social
(además de los pre-juicios que por su historia posee), pero no discutirlo, caracterizarlo y
readecuarlo al momento del diseño de políticas públicas, es obviar un tema central de
diferenciación juvenil.

Estos elementos pueden servir de guía para evitar la homogeneización de lo juvenil como
punto de partida, pero no son un antídoto para continuar con los preconceptos, los
estereotipos o la esencialización de lo juvenil.
Quizá la mejor metodología para evitar este tipo de peligros, sea cambiar el tipo de
miradas que tradicionalmente se realiza desde la instituciones sociales sobre las y los
jóvenes, cargadas de “adultez”, es decir; lo joven adquiere desde la institución, un estatus
de indefinición y de subordinación: a los jóvenes se les prepara, se les forma, se les recluye,
se les castiga y, pocas veces, se les reconoce como otro. En el mejor de los casos, se les
concibe como sujetos sujetados, con posibilidades de tomar algunas decisiones, pero no
todas; con capacidad de consumir pero no de producir, con potencialidades para el futuro
pero no para el presente.11

11 José Antonio Pérez Islas, op. cit.


EDITORIAL

Presentación del Volumen 13 N° 2 de julio-diciembre de 2015.

La construcción de conocimiento en el campo de la niñez y la juventud se enfrenta a grandes


desafíos: ¿Desde qué marcos teóricos, epistemológicos y metodológicos podemos pensar hoy infancias
y juventudes que expresan una pluralidad inagotable de formas de ser y existir? ¿Qué procedimientos
académicos o extracadémicos favorecen la comprensión de mundos infantiles y juveniles en los
que cohabitan estructuras residuales de participación, educación y socialización, con prácticas
emergentes de acción política, de interacción, de relación con las tecnologías, de nuevos hábitos de
consumo, de maneras creativas de subjetivación y comunicación? ¿Cómo abordar las condiciones
de vida de niños, niñas y jóvenes que en contextos como los de América Latina están cobijadas por
diversos procesos de exclusión social, de precariedad económica y vital, de desigualdades, injusticias,
opresiones y violencias con profundas raíces históricas y considerables niveles de naturalización?
¿Cómo transcender la sola producción teórica y la necesaria comprensión de las realidades para
construir nuevos mundos y posibilidades de vida digna no para los niños, niñas y jóvenes sino de la
mano con ellos y ellas, desde sus perspectivas, sentidos, voces y formas de expresión?
Se requiere avanzar, como se ha venido haciendo, hacia abordajes críticos y transdisciplinarios que
permitan aprehender e intervenir en las complejidades del mundo social y en las realidades concretas
de la niñez y la juventud. Desde luego, bien sabemos que la misma constitución de la infancia y la
juventud como “objetos de conocimiento” se ha desarrollado a través de contribuciones significativas
realizadas desde distintas disciplinas y nodos de reflexión. La noción de infancia, por ejemplo, como
explicó Sandra Carli (2011), se ha configurado desde los más variados aportes del psicoanálisis, la
sociología, el derecho, el trabajo social, los estudios literarios, los estudios de la comunicación y la
cultura, la antropología, la historia, entre otros. Además, se ha soportado en toda clase de imaginarios
y representaciones que en ocasiones circulan de manera contradictoria: “menores de edad”, personas
necesitadas de protección, objetos de intervención y cuidado, sujetos de derechos, por mencionar
algunos de los lugares simbólicos en los que se ha pretendido situarles. Sin embargo, pese a que
son muchos los enfoques, así como las temáticas y problemáticas, las tendencias en la investigación
social y cultural relativa a las infancias apuntan hacia lugares cada vez menos homegenizadores,
abstractos y disciplinares, y cada vez más plurales, contextuales y relacionales.
Las múltiples formas de ser niño o niña y las complejidades de las experiencias infantiles
han conducido a formas de investigación más flexibles y abiertas, tanto en términos teóricos
como metodológicos, que transitan por los intersticios de las disciplinas y se resisten a abordajes
reduccionistas o centrados en la percepción de los niños y niñas como ciudadanos de segunda
categoría o como sujetos sin agencia. Los despliegues en el campo de estudio de la niñez han venido
cuestionando el pretendido carácter universal y ahistórico de la infancia, la reducción de los niños
y niñas a depositarios de tradición o de las enseñanzas de los adultos, y las lecturas exclusivamente
biologicistas o centradas en las vulnerabilidades y las carencias. En su lugar, desde enfoques situados
o locales (sin decir con ello particularistas), se han pensado las infancias como construcciones
socioculturales inmersas en estructuras materiales y entramados de significación que limitan las
posibilidades de ciertos movimientos, determinan trayectorias vitales, sedimentan prácticas; pero al
tiempo posibilitan otros movimientos, no agotan las agencias, ni se sitúan más allá de los avatares
de la historia. Basta ver como ejemplo de esto la rica producción de conocimiento en el campo de
las infancias que la Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud ofrece en el
presente número y a la que nos referiremos más adelante.

535
Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

Por lo pronto, cabe agregar que lo propio ha acontecido en el campo de los estudios de juventud.
No está de más recordar que la juventud, como concepto o categoría social, ha sido abordada desde
distintas corrientes teóricas y asociada a diferentes características que se considera definen, según
el enfoque, lo que significa ser joven en un momento histórico y en una sociedad determinada.
En el desarrollo prolífico de los estudios de juventud han entrado en disputa distintos saberes que
han intervenido el significado de “lo joven” desde apuestas y perspectivas variadas tanto de corte
biológico, como pedagógico, antropológico, sociológico, crítico, político, entre otros. En este sentido,
los sujetos considerados jóvenes han sido interpelados desde la academia, pero también desde otros
ámbitos de la sociedad (instituciones, industrias culturales, medios de comunicación, etc.), por
discursos que configuran imágenes e imaginarios múltiples y que obedecen a intencionalidades
diversas. Así, se ha hablado de los jóvenes como sujetos inmersos en un periodo de transición, o
en búsqueda de identidad, sujetos que representan el motor del cambio social, sujetos vulnerables y
proclives al riesgo, o sujetos naturalmente peligrosos y desadaptados, por nombrar tan solo algunas
de las nociones de joven identificadas en distintas investigaciones y estados del arte (Arango, Escobar
& Quintero, 2008, Pérez-Islas, 2008, Muñoz, 2010, Gómez-Esteban, 2011).
Algunos de los discursos más destacados en términos de lo que han aportado para instituir una
manera particular de pensar/construir la juventud, han sido los siguientes: 1) El discurso psicobiológico
o evolutivo que desde una perspectiva etaria considera la juventud como una etapa en un desarrollo
humano lineal, unívoco, continuo, progresivo y acumulativo, que se caracteriza por ciertos rasgos
psicobiológicos y sociales predeterminados y asociados a la transición y a la incompletud. 2) El
discurso de las políticas sociales que transita desde representaciones de los jóvenes como “el futuro
de la sociedad”, actores estratégicos del desarrollo y sujetos de derechos, hasta visiones negativas
que los asocian a individuos en situación de riesgo, de dependencia, de falta de autonomía e incluso
a delincuentes en potencia (Gómez-Esteban, 2011). 3) El discurso pedagógico que se refiere a
la juventud como una etapa de la vida para formarse, para explorar, para dedicar un periodo de
tiempo (de moratoria social) exclusivamente al estudio, postergando responsabilidades económicas
y exigencias “vinculadas con un ingreso pleno a la madurez social: formar un hogar, trabajar, tener
hijos” (Margulis & Urresti, 1998, p. 4). 4) El discurso de las ciencias sociales que agrupa diversas
vertientes: culturalismo estadounidense, teoría de las generaciones, enfoque funcionalista, perspectiva
de la complejidad y la constructividad, entre muchas otras. 5) El discurso de los Estudios culturales
cuyo origen por lo general se asocia a la Escuela de Birmingham (sin reducirse a ésta), y a las
investigaciones relacionadas con las subculturas juveniles como formas de resistencia simbólica de
los grupos dominados frente a los dominantes (Pérez-Islas, 2008).
Ante este panorama y teniendo en cuenta la advertencia hecha por Reguillo (2003) acerca de no
caer en el error de pensar la juventud como un continuo temporal, homogéneo, ahistórico o esencial;
la investigación social y cultural en el campo de las juventudes también ha transitado hacia lugares
que problematizan las concepciones más tradicionales y apuestan por discursos constructivistas,
críticos o complejos en los que la condición juvenil no es una “simple etapa en una secuencia lineal
biológico-biográfica, sino una construcción sociocultural históricamente definida” (Rossi, 2006,
p. 13). Como señala Valenzuela (2005) “la juventud es un concepto vacío fuera de su contenido
histórico y sociocultural” (p. 19), razón por la cual, ésta varía según el momento histórico, según
ciertos marcadores de identidad (clase social, lugar de procedencia, etnia, género, orientación sexual,
etc.), según su relación con lo que se define como “no juvenil” e incluso, según elementos como la
esperanza de vida, que está mediada por los contextos socioeconómicos. En este sentido, aquellos
sujetos de carne y hueso y sus identidades juveniles, tienen que ver mucho más con construcciones
sociohistóricas, polisémicas, relacionales, cambiantes y transitorias, que con totalidades esenciales,
cristalizadas o definidas por factores exclusivamente físico-biológicos.

...

536
Manizales, Colombia - Vol. 13 No. 2, julio - diciembre de 2015

Lo cierto es que tanto en el campo de la niñez como de la juventud, la producción de conocimiento


se ha enfrentado por lo menos a tres grandes desplazamientos que el presente número de la Revista
Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, ayuda a consolidar:
a) De los cánones disciplinarios a las perspectivas multi, inter y transdisciplinarias. Dadas las
complejidades y pluralidad de las experiencias de niñez y juventud, la producción de conocimiento ha
abogado cada vez más por lecturas que se apoyan en amplios campos teóricos y plurales estrategias
metodológicas, en lugar de restringirse a una única disciplina o privilegiar el paradigma de la
monocultura y la fragmentación. El presente número de la revista, de temática abierta, es un buen
ejemplo de ello, pues los lectores podrán encontrar reflexiones e investigaciones sobre temáticas
diversas que circulan por las zonas de frontera de las disciplinas y ofrecen un rico panorama teórico y
metodológico. A nivel temático, en la primera sección, de teoría y metateoría, se encuentran artículos
que versan sobre niños y niñas, sobre jóvenes y sobre educación. En la segunda sección, dedicada
a estudios e investigaciones, es posible identificar artículos acerca de asuntos políticos, de aspectos
psicológicos y de desarrollo humano, y de temáticas de salud, ética y educación de niños, niñas y
jóvenes.
A nivel teórico y epistemológico los artículos que se incluyen en este número se mueven por
diversos terrenos, como la psicología, la antropología, la sociología clínica, la comunicación, la
educación, la ciencia política, la hermenéutica y la fenomenología social, ofreciendo además diversas
claves metodológicas ligadas a aproximaciones etnográficas, al análisis crítico del discurso, a historias
de vida, a estudios cuasi-experimentales con pre/post-test, entre muchos otros.
b) Del enfoque ahistórico y homogenizador al abordaje situado y contextual. El desplazamiento
hacia perspectivas en donde adquieren mayor centralidad las mediaciones de la historia, los entramados
relacionales constitutivos de determinadas problemáticas y las especificidades de los contextos, se
hace evidente en este número de la revista. En efecto, se presentan artículos que provienen o abordan
situaciones relativas a los contextos de países como Argentina, Chile, Colombia, México, España,
Uruguay, Ecuador, Brasil y Francia. La lectura de la revista en clave comparativa puede permitir la
comprensión de las particularidades en el abordaje de temáticas cercanas en localizaciones diferentes
y en torno a casos concretos.
c) Del conocimiento de “lo dado” al compromiso ético-político con el cambio social. La
investigación en los campos de la niñez y la juventud demuestra un creciente compromiso con la
transformación de las condiciones de vida de niños, niñas y jóvenes. Varios de los artículos que se
presentan en este número de la revista permiten profundizar en las densidades de ciertas temáticas
relativas a las infancias, las juventudes y la educación, y pueden orientar la toma de decisiones o
las acciones de intervención, acompañamiento o movilización a favor de mejores condiciones de
vida para niños, niñas y jóvenes, Una buena proporción de artículos, además, genera propuestas y
reflexiones que de manera explícita buscan trascender la sola comprensión del mundo, con el fin de
promover la construcción de realidades distintas y sociedades menos excluyentes.

Los 46 artículos del presente número de la Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez
y Juventud, pueden asociarse en tres grandes grupos de acuerdo a sus intencionalidades, que se
mueven entre las concepciones, las afectaciones y las propuestas. En el primer grupo relativo a las
concepciones, identificamos los trabajos que se centran en las percepciones, principios, perspectivas
o sentidos asociados a algún tema de exploración ligado a la niñez, la juventud o la educación
(migración, desplazamiento, desigualdad social, entre otros). El segundo grupo enfatiza en las
dificultades o problemáticas que afectan a niños, niñas y jóvenes en contextos diversos. Por último, el
tercer grupo de textos, destaca las posibilidades y deja planteadas propuestas de cara a nuevas formas
de vida, de educación o de sociedad.

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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

En este sentido, en la primera sección de teoría y metateoría, varios artículos indagan en las
concepciones acerca de aspectos de espacial interés investigativo. El trabajo de Luís Antonio
Groppo se propone como objetivo comprender el concepto sociológico de la juventud en la sociedad
contemporánea, a partir de un análisis bibliográfico en el campo de la sociología de la juventud. Ana
María Arias-Cardona y Sara Victoria Alvarado exploran las perspectivas desde las que se realiza el
acercamiento teórico al concepto “juventud” y presentan una síntesis de un estado del arte consolidado
a partir de las categorías “jóvenes” y “política”. Lo anterior lo establecen con el fin de proponer un
cambio de concepción, de las miradas adultocéntricas que señalan a los y las jóvenes como “apáticos
y desinteresados”, a lecturas transdisciplinarias basadas en la diversidad y el reconocimiento de los
contextos.
En otra línea, Carlos Federico Ayala-Zuluaga, Alejandra María Franco-Jiménez y José Enver
Ayala-Zuluaga, abordan los sentidos asociados a las prácticas profesionales educativas y las tensiones
entre los postulados teóricos y la realidad de los sujetos que viven la práctica, a partir de una reflexión
desde la formación en educación física. Por su parte, Yicel Nayrobis Giraldo y Alexander Ruiz-Silva
identifican tres tendencias en el abordaje investigativo de la solidaridad por medio de un análisis
documental cuyo corpus estuvo integrado por 39 textos de carácter investigativo.
Con respecto a las afectaciones, desde una lectura crítica que retoma los mapas parlantes de la
Investigación Acción Participativa, Dery Lorena Suárez-Cabrera destaca los discursos estigmatizantes
de la migración en Chile y en especial de la niñez migrante, que está siendo configurada como un
nuevo sujeto problemático. En el tercer grupo, relativo a las propuestas, Felip Gascón y Lorena
Godoy proponen un nuevo estatus visual de la niñez que confronte la visualidad dominante asociada
a las infancias, y que cuestione las prácticas de minoridad que la mirada adulta construye sobre
los niños y niñas. De igual forma, Óscar Leonardo Cárdenas- Forero contribuye a visibilizar La
Participación del Maestro Docente de Preescolar Público en el Movimiento Pedagógico Colombiano,
con el fin de otorgarle a esta subjetividad recientemente creada en la escuela pública, un estatus
distinto y un reconocimiento a su participación en dicha movilización política. Martín Ierullo propone
problematizar las tensiones y desafíos en relación con las prácticas de crianza y cuidado de niños, niñas
y adolescentes en contextos de pobreza urbana persistente en distintas zonas del área metropolitana
de Buenos Aires, en el marco del programa Piubamas y se pone en evidencia la consolidación de
prácticas defensivas de cuidado en los barrios populares, así como también la extensión de las acciones
hacia los individuos adolescentes.
Ahora bien, en la segunda sección de la revista orientada a estudios e investigaciones y que incluye
un abundante número de artículos, también se pueden evidenciar los tres grupos recién señalados.
Respecto a las concepciones, Débora Imhoff y Silvina Brussino se proponen conocer las nociones
asociadas al origen de la desigualdad social en niños y niñas cordobeses de 10 y 11 años; mientras que
Karla Yunuén Guzmán-Carrillo, Blanca Sharim González-Verduzco y María Elena Rivera-Heredia
parten de un estudio con la participación de 177 estudiantes de primaria de la comunidad de Jesús del
Monte, Michoacán (México), para comparar los recursos psicológicos y la diferentes percepciones de
la migración que poseen los niños y niñas que tienen experiencia de migración dentro de su familia,
frente a aquellos que no la tienen. Por su parte, Catalina González-Penagos, Melissa Cano-Gómez,
Edwin J. Meneses-Gómez y Annie M. Vivares-Builes identifican las necesidades de salud bucal de
los niños y niñas de 2 a 5 años del programa Buen Comienzo-Fantasías de las Américas, abogando
también a las percepciones, en este caso de las agentes educativas en la ciudad de Medellín-Colombia
para el año 2013.
Otro trabajo, como el de André Vilela Komatsu y Marina Rezende Bazon, permite caracterizar
los comportamientos de una muestra de adolescentes brasileños (de escuelas públicas y adolescentes
judicializados), a partir de las respuestas a un cuestionario que indagaba por sus concepciones frente
al comportamiento asociado al consumo de alcohol, drogas y la participación en actos delictivos.
De la misma manera, Carolina Bringas-Molleda, Lourdes Cortés-Ayala, María Ángeles Antuña-
Bellerín, Mirta Flores-Galaz, Javier López-Cepero y Francisco Javier Rodríguez-Díaz, exploran en

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Manizales, Colombia - Vol. 13 No. 2, julio - diciembre de 2015

su artículo la percepción de maltrato en la relación de noviazgo de jóvenes mexicanos y concluyen,


entre otros aspectos, que los niveles de victimización y la percepción de maltrato son mayores en
estudiantes universitarios de ambos sexos, que en otros niveles educativos. También sobre México,
Rosario Esteinou presenta las percepciones de adolescentes indígenas acerca de su autonomía y de
los comportamientos de sus padres y madres en términos del apoyo y control que ellos y ellas ejercen.
Asimismo, Carlos Hidalgo-Rasmussen junto con Alfredo Hidalgo-San Martín analizan la relación
entre las percepciones de estudiantes de primaria, secundaria y preparatoria acerca de la violencia
del país y su municipio, y de la inseguridad en su colonia y escuela, con su rol en el bullying escolar:
observador, víctima o acosador. Salvador Vargas-Salfate, Juan Carlos Oyanedel y Javier Torres-
Vallejos, discuten la relación entre socialización e interés por la política en jóvenes de Chile, desde las
teorías de la socialización y la cultura política, que sostienen que las orientaciones de los individuos
son adquiridas mediante procesos de relaciones con otros y con instituciones, de forma recíproca.
Algunos trabajos más trascienden los temas de niñez y juventud y se sumergen en los ámbitos
de la educación y la salud. María Cara-Díaz, Tomás Sola-Martínez, Inmaculada Aznar-Díaz y
Francisco Fernández-Martín, analizan en su artículo la percepción que poseen los sujetos docentes
sobre las Clases de Inclusión Escolar (Clis) de Centros Públicos de Educación “Élémentaire” de
la Loire (Francia) en relación con distintos aspectos organizativos. Maritza Rengifo-Millán, desde
la descripción y análisis comparativo (entre países desarrollados y de América Latina) de estudios
realizados entre 1997 y 2013, concluye que las grandes diferencias existentes están relacionadas
con la poca cultura de la calidad educativa en Latinoamérica, el escaso financiamiento para la
educación superior, el limitado acceso de la juventud a las universidades y la falta de innovación e
internacionalización de los currículos y la investigación.
En el caso de la salud, Ángela María Franco-Cortés y Ofelia Roldán-Vargas presentan los
resultados de una investigación realizada con el objetivo de comprender el sentido que tiene la
responsabilidad con la salud para miembros de organizaciones sociales que se movilizan por el derecho
a la vida saludable. Diana Zulima Urrego-Mendoza y Marieta Quintero-Mejía, a partir de un estudio
sobre las narrativas médicas en Colombia apuntan a comprender las situaciones dilemáticas y los
principios que guían la toma de decisión de los médicos y médicas en el contexto del conflicto armado
colombiano. Del mismo modo, Liliana Adela Zuliani-Arango, María Eugenia Villegas-Peña, Leonor
Angélica Galindo-Cárdenas y Miglena Kambourova, por medio de una investigación con estudiantes
y docentes del pregrado en Medicina de la Universidad de Antioquia, Colombia, concluyen que la
visita domiciliaria familiar es una estrategia didáctica significativa para la formación integral del
personal médico.
Por último, otras investigaciones de este primer grupo de textos son las de Mariana García-
Palacios, Axel Horn y José Antonio Castorina sobre el proceso de investigación de conocimientos
infantiles en psicología genética y antropología; el trabajo de Mariano A. Castellaro y Néstor D.
Roselli que compara las características diferenciales de la interacción verbal colaborativa entre
distintos grupos etarios (4, 8 y 12 años) y contextos socioeconómicos (favorecido y desfavorecido); y
el análisis de Paula Isacovich sobre distintas perspectivas de investigaciones en ciencias sociales que
se han centrado en la inserción laboral juvenil en América Latina desde la escolarización, pasando
por las políticas de fomento al empleo joven y hasta las experiencias de jóvenes en relación con la
formación y el trabajo.
Con respecto al segundo grupo de artículos, relativos a las afectaciones, encontramos la
investigación de Patricia Eliana Castillo-Gallardo y Alejandra González-Celis, quienes hacen
una revisión de la historia de la infancia en Chile y en América Latina con el fin de contribuir a
la comprensión de los mecanismos de legitimación de la desigualdad social que imperan hasta el
presente. También se incorpora el estudio de Sonia Patricia Murguía-Mier, Claudia Unikel-Santoncini,
Bertha Blum-Grynberg y Bertha Elvia Taracena-Ruiz, que se enfoca en las instancias psíquicas de
jóvenes con anorexia nerviosa que lastiman su cuerpo tan gravemente que pueden incluso llegar
hasta la muerte. Ana Paula Eid, João Luis Almeida Weber y Adolfo Pizzinato, Brasil, por su parte,

539
Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

contribuyen con su trabajo a evidenciar el caso de jóvenes infectadas con VIH/Sida y a indagar en los
prejuicios, aspiraciones y miedos que atraviesan su cotidianidad y proyectos de vida.
De igual forma, Carolina González-Laurino nos presenta el debate de la seguridad pública
centrado en la infracción penal juvenil, en el contexto uruguayo mediado por la presentación de un
proyecto que en el año 2014 propone bajar la edad de imputabilidad penal de dieciocho a dieciséis años
de edad. En el caso del artículo de Alexander Alvis-Rizzo, Carmen Patricia Duque-Sierra y Alexander
Rodríguez-Bustamante, a través de narraciones autobiográficas se habla de las configuraciones
identitarias de jóvenes que experimentaron en la infancia la desaparición forzada de un familiar.
También sobre jóvenes y configuraciones familiares en este caso en Zaragoza, España, a partir de
historias de vida David Pac-Salas y Tirso Ventura de Pedro establecen una relación entre el capital
educativo interiorizado y la extensión de las trayectorias educativas de jóvenes con configuraciones
familiares obreras.
En otra línea, el trabajo de Marcos Jacobo Estrada-Ruiz sobre las jóvenes que desertan de
la educación media en Hermosillo, Sonora, México, expone las causas y consecuencias de dicha
deserción, así como las distintas situaciones de vulnerabilidad a las que quedan expuestas las mujeres
que abandonan sus estudios por distintos factores relacionados con su condición social juvenil y de
sexo. La preocupación ya no por la deserción escolar sino en general por la educación y la pedagogía,
se evidencia en la investigación de Juan Beltrán- Véliz y Juan Mansilla-Sepúlveda que devela los
aspectos que obstaculizan las prácticas de las coordinaciones pedagógicas en liceos situados en
contextos de vulnerabilidad social en la Araucanía chilena. Los autores concluyen que la ausencia
de liderazgo, de competencias de los Jutp y su rol enfocado en una “conducción técnica basada en
el control”, obstaculizan las prácticas de las coordinaciones pedagógicas. En la bisagra entre las
afectaciones y las propuestas, el trabajo de Nicolás Aguilar-Forero y Germán Muñoz expone algunos
de los efectos de la violencia estructural en la vida de niños, niñas y jóvenes en Colombia, para
luego analizar las posibilidades de construcción de paz que pueden estar emergiendo desde la acción
colectiva juvenil. Asimismo, María Isabel Valencia-Suescún, Mónica Ramírez, María Alejandra
Fajardo y María Camila Ospina-Alvarado se refieren a la situación de niños y niñas en el conflicto
armado colombiano, con el fin de evidenciar múltiples afectaciones y vulneraciones a sus derechos,
pero también, las potencias y capacidades de acción que se expresan en contextos adversos y en
procesos de socialización política en los que los niños y niñas participan.
Para terminar, en el tercer grupo de artículos relativo a las propuestas, Fernando Salinas-Quiroz
y Germán Posada presentan la necesidad de dirigir intervenciones a sujetos cuidadores de niños
y niñas menores de 6 años y proponen un método para la evaluación de su sensibilidad y orientar
intervenciones dirigidas a las personas cuidadoras de la primera infancia. De igual forma, Marta
Martínez, María Cristina García y Daniel Camilo Aguirre-Acevedo analizan el temperamento, la
respuesta al estrés y las expectativas y prácticas de crianza en niños colombianos de 1 año, lo cual
les permite llegar a resultados relevantes para los programas de formación de padres al destacar la
importancia de erradicar el castigo físico y promover prácticas de crianza alternativas.
Por su parte, Daiana Russo, Florencia Arteaga, Josefina Rubiales y Liliana Bakker establecen
relaciones entre la autopercepción de la competencia social en niños con trastorno por déficit de
atención e hiperactividad y el status sociométrico escolar. Sus resultados se presentan como una
base para elaborar estrategias de intervención psicológica y diseñar abordajes educativos en el
aula que fortalezcan la interacción social de estos niños. Verónica Marín-Díaz y Carmen Sánchez-
Cuenca destacan la propuesta de educar en valores a través de los cuentos tradicionales en la etapa de
Educación Infantil, como una metodología válida para la socialización de los niños y las niñas.
Acerca de los y las jóvenes, Pere Soler-Masó, Anna Planas-Lladó y Judit Fullana-Noell presentan
un sistema de indicadores (SIAPJove) para evaluar políticas municipales de juventud que ha sido
aplicado a tres municipios de Cataluña en el Estado Español para comprobar su aplicabilidad y
eficacia. Walter Manuel Molina-Chávez e Iván Gabriel Oliva-Figueroa por medio de un estudio

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Manizales, Colombia - Vol. 13 No. 2, julio - diciembre de 2015

en cuatro escuelas secundarias públicas en Santiago de Chile encuentran pluralidad de sentidos e


identidades emergentes que, concluyen, tienen profundas implicancias para el diseño de políticas
públicas educativas y de juventud. En una línea similar, Milton Leonel Calderón-Vélez a través
de un caso ocurrido en el espacio educativo ecuatoriano, analiza las resistencias juveniles frente al
mundo adulto y propone la construcción de una “comunidad de sentido” que posibilite la búsqueda de
consensos entre el mundo adulto -que dirige la escuela-, y las subjetividades juveniles.
Por último, la preocupación por asuntos de educación y pedagogía se manifiesta en cinco artículos
más. En el primero, Jairo Alejandro Sánchez-Castaño, Olga Yazmín Castaño-Mejía y Oscar Eugenio
Tamayo-Alzate estudian la argumentación metacognitiva en el aula de ciencias, con estudiantes de
básica secundaria entre los 14 y los 16 años, y sientan las bases para que futuros estudios profundicen
en la comprensión de las interacciones entre argumentación y metacognición, y enfaticen en cómo
desarrollarla en el aula. En el segundo, Martín Bascopé, Macarena Bonhomme, Cristián Cox, Juan
Carlos Castillo y Daniel Miranda sugieren pautas para mejorar y expandir la educación ciudadana en
América Latina, considerando la importancia de esta para la formación de una ciudadanía activa. En
el tercero, Patricia Botero-Gómez se centra en algunas narrativas colectivas acerca de las prácticas
formativas construidas en comunidades y movimientos sociales en Colombia, y propone que las
comunidades vinculadas a movimientos sociales aportan formas alternativas de formación política,
recrean los procesos de enseñanza-aprendizaje desde otras epistemologías y construyen poderes
subalternos anclados a los contextos culturales y territorios de vida, que pueden modificar las formas
de relación inter-humanas y entre mundos. En el cuarto, Marcela Rojas-Maturana y Fernando Peña-
Cortés se acercan a la realidad de la transmisión oral de saberes y prácticas acerca del territorio, en
familias lafkenche que viven asociadas a espacios de humedales en borde costero de la Araucanía
(Chile), ambos concluyen que la sistematicidad en el acercamiento de los alumnos y alumnas a su
cultura originaria, la permanencia en el tiempo de los asesores y asesoras culturales, el compromiso
real de los profesores y profesoras no mapuches, y el respeto de estos hacia la cultura, puede
eventualmente lograr resultados satisfactorios en la preservación de la lengua y de las prácticas
culturales en el territorio lafkenche. En el quinto, y último Víctor Daniel García-García, indagó
sobre las intenciones que los jóvenes y las jóvenes estudiantes de universidad tienen respecto al
emprendimiento empresarial, concluye que el emprendimiento empresarial juvenil puede ser una
estrategia adecuada para: (1) enfrentar la crisis de empleo decente; (2) agenciar al sujeto joven,
siempre y cuando existan las condiciones materiales y culturales propicias para llevarlo a cabo.

...

El presente número de la Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud,


permite ver entonces que la producción de conocimiento y la investigación en infancias, juventudes y
educación, avanza hacia horizontes interpretativos complejos y diversos, presiona el cierre de brechas
entre las elaboraciones académicas y las necesidades concretas, y consolida miradas multidisciplinarias
y multisituadas que develan las concepciones de niños, niñas y jóvenes frente a distintos asuntos que
les conciernen, las afectaciones o vulneraciones que les afligen y también, las propuestas desarrolladas
desde la reflexión y la investigación social en la búsqueda de mejores condiciones de vida para la
niñez y la juventud.

Lista de referencias

Arango, A. M., Escobar, M. R. & Quintero, F. (2008). Nos miran pero ¿Ven más allá?: La construcción
del sujeto joven desde las investigaciones de juventud. Para cartografiar la diversidad de los
jóvenes. Bogotá, D. C.: Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas.
Carli, S. (2011). El campo de estudios sobre la infancia en las fronteras de las disciplinas. Notas

541
Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

para su caracterización e hipótesis sobre sus desafíos. En I. Cosse, V. LLobet, C. Villalba & Ma.
Zapiola (eds.) Infancias: Políticas y Saberes en Argentina y Brasil. Buenos Aires: Teseo.
Gómez-Esteban, J. H. (2011). Discursos sobre la juventud o las tribulaciones para ser lo que uno es.
En J. C. Amador, R. García-Duarte & Q. M. Leonel Loaiza (eds.) Jóvenes y derechos en la acción
colectiva: voces y experiencias de organizaciones juveniles en Bogotá, (pp.101-131). Bogotá, D.
C.: Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Personería de Bogotá.
Margulis, M. & Urresti, M. (1998). La construcción social de la condición juvenil. Viviendo a toda.
Jóvenes, territorios culturales y nuevas sensibilidades. Bogotá, D. C.: Universidad Central, Siglo
del Hombre Editores.
Muñoz, G. (2010). Youth studies in Latin America: changes, exchanges, challenges. Youth studies in
Colombia. Manizales: Universidad de Manizales-Cinde.
Pérez-Islas, J. A. (2008). Juventud: un concepto en disputa. Teorías sobre la juventud; las miradas de
los clásicos. México, D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México.
Reguillo, R. (2003). Jóvenes y estudios culturales. Notas para un balance reflexivo. En J. M. Valenzuela
(coord.) Los estudios culturales en México, (pp. 354-379). México, D. F.: Consejo Nacional para
la Cultura y las Artes, Fondo de Cultura Económica.
Rossi, F. (2006). Las juventudes en movimiento: informe sobre las formas de participación política
de los jóvenes. Quito: Universidad Politécnica Salesiana.
Valenzuela, J. M. (2005). El futuro ya fue. Juventud, educación y cultura. Anales de la Educación
Común, 1 (1-2), pp. 1-38.

La sección tercera de “Informes y Análisis”, recoge una variada agenda de eventos y programas.
En primer lugar, Vianey Johana Salazar-Villegas y Eliana Samara Sepúlveda-Villegas presentan el
documento “Movilización Social como Política Pública: Experiencia Buen Comienzo de Medellín-
Colombia”, en donde se desarrolla la movilización social como proceso mediante el cual se construyen
ambientes de diálogo, concertación y estrategias conjuntas que permiten la generación de capital
social para favorecer el desarrollo integral de los niños y las niñas.
A continuación, el Grupo de Trabajo de Clacso con énfasis en el eje “Acción colectiva,
Participación, Políticas Públicas y Estado”, comparte el Seminario Virtual: “Movilización social,
activismo y acción colectiva juvenil en América Latina y el Caribe” que será coordinado por
René Unda, Melina Vásquez y Silvia Borelli y contará con la participación de algunas y algunos
investigadores del GT como docentes: René Unda, Melina Vásquez, Silvia Borelli, Carles Feixa,
Rose de Melo Rocha, Oscar Aguilera, Sara Victoria Alvarado, Ernesto Rodríguez, Pablo Vommaro,
Angélica María Ocampo Talero, Juan Romero, María Isabel Domínguez García y Jorge Benedicto.
Del 12 al 15 de Agosto de 2015, en la ciudad de Santa Marta, se desarrollará el XVI Congreso
Colombiano de Nutrición y Dietética, organizado por la Asociación Colombiana de Nutricionistas
Dietistas (Acodin), sede Magdalena, con el apoyo de miembros de Acodin Atlántico. El tema central
del congreso es: “Pandemia de Cronicidad, Epigenética y Educación Nutricional, Herramientas de
Afrontamiento”.
Por último, el boletín N° 102 de la Organización de Estados Iberoamericanos, informa sobre
uno de los grandes proyectos que marcan la agenda planetaria: Beyond 2015/Más allá del 2015:
una agenda universal para la transición a la sostenibilidad. También se publican como parte de este
proyecto las “Recomendaciones para la Declaración Política sobre la Agenda Post-2015”.
En Revisiones y Recensiones (Cuarta Sección), Lorena Natalia Plesnicar entrevista a una
investigadora reconocida en el campo de los estudios sobre juventudes en América Latina, Martiza
Urteaga Castro-Pozo. De este diálogo resulta el interesante texto: Itinerarios de investigación sobre
culturas juveniles.
“Qualitative studies in quality of life. Methodology and practice” es el libro coordinado por la

542
Manizales, Colombia - Vol. 13 No. 2, julio - diciembre de 2015

investigadora argentina Graciela Tonon y que recoge capítulos en donde se resalta la importancia
de los métodos cualitativos que se aplican en diferentes campos del estudio de la calidad de vida en
contextos latinoamericanos y explora sobre el uso y la pertinencia de los métodos cualitativos en
investigaciones sobre calidad de vida. La reseña de este libro es elaborada por Antonio José López.
Una novedad en la revista es la publicación de correos al editor, y que inauguran Sergio Domínguez-
Lara y César Merino-Soto, en donde realizan algunos comentarios del documento “Sobre el reporte
de confiabilidad del CLARP-TDAH” (Salamanca, 2010), y que apareció en el Volumen 8, N° 2 de
nuestra revista. A su vez, la autora del artículo, Luisa Matilde Salamanca-Duque envía un correo de
respuesta que también publicamos.
Los mismos César Merino-Soto y Sergio Domínguez-Lara remiten otro correo al editor: “Sobre
la elección del número de factores en estudios psicométricos en la Revista Latinoamericana de
Ciencias Sociales, Niñez y Juventud”. El motivo de la carta es poner de relieve que, en una revisión
de la literatura recientemente publicada en la Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y
Juventud, los estudios psicométricos (Álvarez-Ramírez, 2014, Durán-Aponte & Pujol, 2013, Jiménez,
Castillo & Cisternas, 2012, Zicavo, Palma & Garrido, 2012) que usaron un enfoque de reducción
de variables (componentes principales o análisis factorial), pueden tener debilidades metodológicas
que se agregan a los límites naturales de las investigaciones. De los autores mencionados, responde
Emilse Durán-Aponte en comunicado también publicado.
“¿Por qué es importante reportar los intervalos de confianza del coeficiente alfa de Cronbach?”,
carta enviada por Sergio Alexis Domínguez-Lara y César Merino-Soto, expone brevemente la
importancia de incluir información adicional a las estimaciones de confiabilidad, un aspecto que parece
ser desconocido o aún no valorado apropiadamente en la investigación publicada en Latinoamérica.
Como corolario de esta carta, se presenta una aplicación informática relevante al tema presentado.

...

Invitamos a participar en la Convocatoria para el Volumen 14, N° 2 de julio-diciembre de 2016 sobre


“Investigación y desarrollo en ciencias sociales: perspectivas socioeducativas en un mundo globalizado”
y que pretende dar luz a todos aquellos estudios y análisis realizados resultado de experiencias e
investigación en Ciencias Sociales, relacionadas más concretamente con aspectos socioeducativos en
cualquiera de sus vertientes. Este número es convocado por la Revista Latinoamericana de Ciencias
Sociales, Niñez y Juventud, de Colombia, el Grupo de Investigación A.R.E.A. (Análisis de la Realidad
Educativa Andaluza, HUM-672) de la Junta de Andalucía (España) y el Dr. Francisco Javier Hinojo-
Lucena, profesor de la Universidad de Granada como co-coordinador del monográfico, así como
diferentes investigadores de Centros de Investigación Superior y Universidades de Málaga, Albacete,
Alicante, Huelva, Córdoba, etc. (España) y universidades de países como Costa Rica, México, Cuba,
Ecuador, Chile, Argentina, Colombia, Estados Unidos, Portugal, Reino Unido e Italia entre otros.
La indexación de la revista en A 2 por parte de Publindex de Colciencias ha sido extendida por un
año más, a partir del 30 de junio de 2015, mientras se ajusta la nueva normatividad para la indexación
de revistas científicas en Colombia.
Habíamos informado en ediciones anteriores que estábamos aplicando a la indexación de la
revista en el índice bibliográfico Scopus. En la presente semana hemos tenido respuesta negativa
a nuestra solicitud, una razón importante es la amplitud de campos en los que publica la revista y
a su difícil ubicación en un área disciplinar específica. Para la revista es importante contribuir a la
construcción de los campos de la niñez y la juventud en América Latina y El Caribe; campos estos que
requieren no sólo del diálogo inter y transdisciplinar de las diferentes ciencias sociales, sino de otros
saberes y de múltiples voces de diferentes actores sociales, controversia epistemológica en la que se
debaten hoy los conocimientos en ciencias sociales en el mundo.
En la página web de la revista se ha incorporado una nueva ventana, el News Letter, con

543
Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

información de interés que mes a mes se visibiliza en la columna derecha de la pantalla.


Es nuestro anhelo que este acervo investigativo, académico y de acciones varias en torno a las
ciencias sociales, niñez y juventud sea de su agrado y utilidad, a la vez que constituya un punto de
referencia para el diálogo permanente sobre los temas fundamentales del contexto político, económico,
social y cultural de Iberoamérica y El Caribe.

El Director-Editor,

Héctor Fabio Ospina

El editor invitado,

Nicolás Aguilar-Forero
Profesor Universidad de Los Andes, Colombia.

Editoras asociadas,

Sônia Maria da Silva Araújo


Universidade Federal do Pará, Brasil.

Liliana Del Valle


Secretaría de Educación de Medellín, Colombia.

Marta Cardona
Integrante del Colectivo Coordinador de la Maestría en Educación y Derechos Humanos de la
Universidad Autónoma Latinoamericana, Medellín, Colombia.

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ÚLTIMA DÉCADA, N°46, JULIO 2017, PP. 4-43
 

LA GRAMÁTICA DE LA JUVENTUD:
UN NUEVO CONCEPTO EN CONSTRUCCIÓN1

RENÉ BENDIT2
ANA MIRANDA3

RESUMEN

El artículo expone enfoques teóricos desarrollados dentro del campo de los estudios de
juventud desde una perspectiva histórica. Las teorías en análisis fueron seleccionadas
con el objetivo de aportar al debate desde la perspectiva sociológica, al tiempo que
sentar bases para el desarrollo de la idea de “gramática de la juventud”. Una noción
que expresa la preocupación de los autores por dar cuenta de la estructura de activida-
des y accesos que las sociedades contemporáneas ofrecen a los y las jóvenes, y de los
marcos normativos que subyacen en el contorno de las expectativas que se depositan
en su cumplimiento.

PALABRAS CLAVES: ESTUDIOS DE JUVENTUD, SOCIOLOGÍA DE LA JUVENTUD, GRAMÁ-


TICA DE LA JUVENTUD

                                                       
1
Los autores agradecen los comentarios de los evaluadores externos por su
rigurosidad, sus consideraciones fueron las cuales fueron ampliamente significativas en
el desarrollo del artículo,
2
Dr. en Ciencias Sociales (Universidad de Kassel Alemania). Investigador Senior del
Deutsches Jugend Institut /Instituto Alemán de la Juventud (DJI) (Retirado). Docente
de la Universidad Ludwig Maximilian Munich, Alemania; Coordinador Académico del
Programa de Investigaciones de Juventud de la Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales (FLACSO) sede Argentina. renebendit@aol.com
3
Dra. en Ciencias Sociales (FLACSO Argentina). Investigadora Independiente del
Consejo Nacional de Investigaciones Científico Tecnológicas (CONICET, Argentina) ,
Docente de la Universidad de Buenos Aires y Coordinadora del Área Sociedad y Vida
Contemporánea de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) sede
Argentina, amiranda@flacso.org.ar.
René Bendit, Ana Miranda 5

A GRAMÁTICA DA JUVENTUDE:
UM NOVO CONCEITO EM CONSTRUÇÃO

RESUMO

O artigo apresenta enfoques teóricos desenvolvidos dentro do campo dos estudos de


juventude a partir de uma perspectiva histórica. As teorias em análise foram seleciona-
das com o objetivo de contribuir para o debate a partir da perspectiva sociológica, ao
mesmo tempo que estabelecem as bases para o desenvolvimento da ideia de “gramática
da juventude”. Uma noção que exprime a preocupação dos autores por mostrar a estru-
tura das atividades e acesos que as sociedades contemporâneas oferecem aos e às jo-
vens, e dos marcos regulatórios que subjazem no contorno das expectativas deposita-
das em seu cumprimento.

PALAVRAS-CHAVE: ESTUDOS DE JUVENTUDE, SOCIOLOGIA DA JUVENTUDE, GRAMÁTI-


CA DA JUVENTUDE.

THE GRAMMAR OF YOUTH:


A NEW IN – PROGRESS CONCEPT

ABSTRACT

The article presents theoretical approaches developed within the field of youth studies
from a historical perspective. The theories analyzed were selected in order to add a
sociological perspective to the debate while laying the foundations of a notion of
"grammar of youth". This concept shows the authors’ concern about the relationship
between the structure of activities and approaches offered by contemporary societies to
young men and women, and on the regulatory frameworks underlying the expectations
placed on its compliance.

KEYWORDS: YOUTH STUDIES - SOCIOLOGY OF YOUTH - YOUTH GRAMMAR.


6 La gramática de la juventud: un nuevo concepto en construcción

1. INTRODUCCIÓN

El campo de los estudios sociológicos de juventud ha experimentado un


gran crecimiento desde comienzos del siglo veinte, especialmente durante las
últimas cuatro décadas en el mundo occidental, quizás también asiático y afri-
cano, pero con temáticas diferenciadas. Desde una perspectiva histórica se pue-
de constatar que una gran parte de las primeras obras sociológicas tuvieron an-
tecedentes en estudios de enfoque psicológico desarrollados fundamentalmente
en centros de estudios alemanes, norteamericanos e ingleses y centrados en el
concepto de “adolescencia”. Y que fue recién a partir de los años 50 que co-
menzaron a surgir paradigmas de análisis en los cuales la definición de la cate-
goría de “juventud” dejó de asumir carácter individual para ser analizada en
tanto fenómeno social.

Recorriendo la trayectoria de las producciones sobre juventud desarro-


lladas desde la perspectiva sociológica y antropológica durante la segunda parte
del siglo veinte, se pueden distinguir distintas y variadas tradiciones de investi-
gación, las cuales muchas veces corrieron por espacios sin referencias mutuas o
puntos de contacto. Dichas tradiciones se desarrollaron en contextos culturales
y lingüísticos diferentes, particularmente en centros de investigación social en
el mundo anglo-sajón (Estados Unidos; Inglaterra; Canadá y Australia); en los
países escandinavos; en Alemania y otros países de lengua germana, paralela-
mente en Francia y posteriormente en demás países del Sur de Europa. Asimis-
mo, y a partir de los años ochenta, la producción latinoamericana experimentó
un gran desarrollo en base a los enfoques de diferentes centros de producción
teórica del denominado norte global, distinguiéndose el surgimiento de escuelas
y perspectivas con visiones teóricas y metodológicas propias.

Como parte de un trabajo de reflexión y construcción conceptual desa-


rrollado a modo de basamento para la interpretación de evidencia empírica re-
levada mediante estrategias de investigación de corte longitudinal, el artículo
expone enfoques teóricos desarrollados dentro del campo de los estudios de

 
René Bendit, Ana Miranda 7

juventud desde un recorrido histórico. Los enfoques fueron particularmente


seleccionados durante el proceso de elaboración de un marco para el debate
sobre la producción contemporánea desde la perspectiva sociológica, y su obje-
tivo principal se relaciona con la posibilidad de sentar bases para la elaboración
de la noción de “gramática de la juventud”, que se expone sobre el final del
artículo.

La noción de gramática de la juventud expresa la preocupación por dar


cuenta de la estructura de actividades y accesos que las sociedades contemporá-
neas ofrecen a los y las jóvenes, y de los marcos normativos que subyacen en el
contorno de las expectativas que se depositan en su cumplimiento. Se trata de
un conjunto de argumentos construidos en dialogo con las principales corrientes
de interpretación de nuestros días, y que propone retomar las inquietudes cen-
trales de obras clásicas, de gran actualidad y vigencia.

2. ADOLESCENCIA Y JUVENTUD: EL DESARROLLO CONCEPTUAL TEMPRANO

Sobre principios de siglo veinte, los estudios sobre juventud estuvieron


fuertemente influenciados por la escuela psicológica norteamericana y en parti-
cular por Stanley Hall (1903; 1908), considerado como el fundador de la psico-
logía de la adolescencia. Este autor considera el fenómeno adolescente como un
“segundo nacimiento” y como un período marcado por profundos cambios de
personalidad, lo que la distingue tanto de la infancia como de la adultez como
así también de la juventud propiamente tal. La obra de Hall constituyó un hito
en la psicología evolutiva configurando una concepción en donde la adolescen-
cia se asoció al comienzo de la capacidad de reproducción física y al desarrollo
cognitivo en términos de estructuras formales de pensamiento (Dávila León,
2004), logrando un alto impacto tanto en Europa, como en Estado Unidos. Su
desarrollo conceptual fue inspirador de una serie de teorías psicológicas de cor-
te organicista en las cuales se entiende la “evolución” y el “desarrollo” como un
proceso natural cuyas regularidades si bien son factibles de ser aprendidas (co-
8 La gramática de la juventud: un nuevo concepto en construcción

nocimiento), no pueden ser influenciadas en gran medida por lo social y lo cul-


tural. De acuerdo a esta visión, la evolución psicológica se orientaría hacia un
objetivo final, inmanente al organismo, lo que Spranger (1924) denomina “ma-
durez”.

La perspectiva organicista influenció el pensamiento de otros autores


provenientes de la pedagogía psicoanalítica como Bernfeld (1931; 1923) y del
enfoque psicodinámico de la adolescencia desarrollado por Ana Freud (1937,
1958). Ambos exponentes de las teorías y corrientes psicoanalíticas abrieron el
campo de la investigación psicoanalítica sobre la adolescencia, así como a la
investigación sociológica. Bernfeld lo hizo al acentuar la diferenciación entre
una “pubertad restringida”, entre los jóvenes de origen obrero, y una “pubertad
y adolescencia prolongadas” en el caso de los jóvenes de origen burgués. Para
el análisis de los rasgos diferenciales entre ambos tipos de adolescencia, Bern-
feld se ve obligado a considerar aquellos factores condicionantes provenientes
de lo sociocultural y de la clase social, los cuales determinarían dichos diferen-
tes desarrollos.

El enfoque de Ana Freud centró su atención en la psicodinámica y en los


conflictos de la adolescencia vinculados al despertar de la sexualidad en la pu-
bertad. En este período surgen necesariamente tensiones y conflictos condicio-
nados por la madurez sexual. El refuerzo del instinto sexual lleva a un aumento
de la curiosidad, de la agresividad y del egocentrismo del joven, lo que hace
que se mueva entre dos polos emocionales muy fuertes, como son las tenden-
cias excesivas hacia la autonomía o hacia la extrema dependencia. Las relacio-
nes entre el "ELLO” el “YO” y el “SUPERYO” pierden su equilibrio. Como
resultado de las tensiones que ello genera el joven se ve expuesto a un aumento
del miedo y de la angustia, estados que el adolescente puede regular de dos mo-
dos diferentes: (a) mediante el uso de mecanismos de defensa como los desarro-
llados en la infancia (“sublimación”, “transferencia” e “identificación”) y a los
que se suman en el período adolescente la “intelectualización” y el “asqueticí-

 
René Bendit, Ana Miranda 9

smo”. Mediante la intelectualización, el joven utiliza el pensamiento abstracto y


la argumentación lógica, aprendidos durante este período, para fundamentar sus
representaciones, deseos y comportamientos, mientras que mediante el asqueti-
císmo el adolescente controla los impulsos sexuales emergentes a través de la
negación de dichos instintos. (b) Una segunda manera de controlar tales impul-
sos y los miedos que ellos generan, se produce a través del desarrollo de un YO
fuerte que le permitirá superar los conflictos generados por el aumento de las
pulsiones sexuales y que le permita balancear las potentes energías instintivas
surgidas durante la pubertad.

Otros aportes al concepto de adolescencia provienen de la psicología del


desarrollo desde donde se introducen los conceptos de “tareas del desarrollo”
(Havighurst, 1962; 1972) y de “coping”4, en sus versiones neo-analítica (Haan,
1977; 1981) y cognitiva (Lazarus 1966, 1980). Otros aportes a la categoría de
adolescencia tienen su origen en la psicología social, como el análisis del pro-
ceso de búsqueda de la identidad personal en la adolescencia y las tesis sobre la
“moratoria” de Erikson (1952), quien pone de manifiesto aquellas influencias
de tipo social y cultural que condicionan dichos procesos. La teoría psicosocial
del desarrollo de Erikson constituye una ampliación de las teorías de Ana
Freud. En su enfoque Erikson combina la idea del desarrollo durante el ciclo
vital con la construcción de identidad, de lo cual resulta que el joven, a través
de su integración a un orden social dado, aprende a enfrentarse a las nuevas
exigencias y desafíos que se le van presentando (1952; 1968). A esta visión del
desarrollo psicosocial del adolescente debemos sumar la teoría del no ser “ni
niño ni adulto”, como conflicto central de la adolescencia, de Kurt Lewin
                                                       
4
La noción de “coping” o de adaptación productiva, tal como la concibe Haan, hace
referencia a todas aquellas formas racionales, lógicas, productivas cultas, lúdicas y/o
tiernas de acciones del Yo, distintas de los clásicos mecanismos de defensa Freudianos.
Mediante estos mecanismos los sujetos afrontan diferentes situaciones críticas
inesperadas y desafíos que se les van presentando en el curso de su desarrollo
biográfico. En otros términos, estos procesos de adaptación productiva contribuyen a
que el individuo busque estrategias y soluciones superadoras de las nuevas exigencias
a que se ve enfrentado.
10 La gramática de la juventud: un nuevo concepto en construcción

(1963) y, posteriormente, el enfoque del interaccionismo simbólico de Herbert


Mead (1973) que ya se aproxima fuertemente a una visión sociológica del fe-
nómeno adolescente.

Por aquellos años, y entre las primeras aproximaciones sociológicas al


fenómeno de la juventud, es preciso citar las producciones de la denominada
“Escuela de Chicago” desarrolladas a partir de las primeras décadas del siglo
veinte, al interior de la cual se expresaron preocupaciones sobre los rápidos
procesos de urbanización, la marginalidad y los grupos o bandas como espacio
de socialización e identidad de la juventud. Se trata de obras de perspectiva
sociológica centradas en una serie de preocupaciones sobre los grandes con-
glomerados y sus efectos sobre las conductas e identidades de los jóvenes, las
cuales forman parte de un conjunto de estudios sobre los fenómenos de margi-
nalidad y delincuencia en ámbitos urbanos. Al interior de esta tradición, sobre-
salen particularmente las producciones de F.M. Thrasher The Gang (1927) y de
W.F. Whyte Street Corner Society (1943), los cuales forman parte del canon de
las investigaciones y los análisis sobre pandillas juveniles (Pérez Islas, 2008).
En una reflexión general sobre antecedentes teóricos del campo, Cerbino ha
afirmado que el conjunto de obras que integran la Escuela de Chicago presentan
un primer acercamiento a las organizaciones juveniles desde una perspectiva
etnográfica, en donde se destaca particularmente el análisis sobre el esfuerzo
que realizan “los muchachos por crear una sociedad para sí mismos” allí donde
no encuentran respuestas (Cerbino, 2012). La vigencia de las obras referidas a
los procesos de marginalidad y bandas es central sobre todo en investigaciones
de corte etnográfico tanto de perspectiva sociológica, cómo de mirada antropo-
lógica en América Latina, en aquellas sociedades donde las pandillas, las maras
y “otras naciones” se constituyen en espacios de centrales en la vida cotidiana
de la juventud (Cervino y Barrios, 2008)

 
René Bendit, Ana Miranda 11

3. LA APROXIMACIÓN ESTRUCTURAL- FUNCIONALISTA SOBRE LA EDAD Y EL

GÉNERO.

Al interior de la tradición de la sociología las obras de Durkheim sobre


la educación fueron centrales en al análisis del carácter eminentemente social
de los vínculos entre las distintas generaciones (Durkheim, 1974). Como parte
de este movimiento a comienzos de las décadas de 1950 surgieron enfoques que
propusieron el análisis de la “juventud” como una categoría social, es decir co-
mo un fenómeno determinado por factores estructurales y funcionales de la
sociedad. Fue Parsons quien sometió por primera vez a discusión las categorías
de edad y de género, planteando con ello las premisas de una sociología de las
edades (Parsons, 1942). Parsons contrastó los modelos “valorizados” de la cul-
tura juvenil de las escuelas secundarias con los modelos normativos de roles
femeninos y masculinos adultos dominantes en esa época, poniendo en eviden-
cia la disfuncionalidad de un sistema de roles adultocéntricos sometidos a fuer-
tes expectativas y presiones. En el contexto de la disfuncionalidad, lo joven
estaba asociado a cuatro factores que contribuían en la sociedad norteamericana
de mediados de siglo veinte a acrecentar la incertidumbre y la indeterminación
del status de la Juventud: a) la prolongación de la duración media de los estu-
dios secundarios y terciarios en un momento en que el joven debe asumir, mu-
cho más que sus predecesores, mayores responsabilidades y desarrollar una
mayor autonomía de acción; b) el aislamiento estructural de la familia nuclear,
en relación a la disminución de su tamaño y a la desaparición de los ámbitos
domésticos troncales o multigeneracionales; c) la mayor libertad en el campo de
las representaciones y de las prácticas sexuales, las cuales generan dificultades
de ajuste y adaptación; d) el sistema normativo, que se ve sometido a una per-
petua reorganización lo que genera factores de indeterminación justamente en
aquellas estructuras en que los jóvenes se encuentran a la espera de su paso a la
vida adulta. Parsons agrega que en una situación de tal tipo el riesgo de anomia
es especialmente grande para las generaciones jóvenes. Ante dicha situación,
éstos reaccionan adoptando y contribuyendo a desarrollar junto al grupo de pa-
12 La gramática de la juventud: un nuevo concepto en construcción

res una cultura juvenil relativamente diferenciada que les permite enfrentarse o
convivir con las contradicciones a que los somete la sociedad adulta. Con ello
va apareciendo un sistema diferente de relaciones sociales y de comportamien-
tos juveniles en el contexto de sociedades industriales complejas que desarro-
llan un sistema de organización de roles adultos altamente universalizados y
que con el tiempo se tornan más o menos institucionalizados (Parsons, 1962).

El enfoque estructural- funcionalista de la juventud tuvo un gran desa-


rrollo en la obra de Eisenstadt que vinculó conceptualmente la cuestión norma-
tiva al tema de la identidad y al concepto de generación. La definición cultural
de las edades es un importante elemento constitutivo de la identidad de las per-
sonas, de la percepción que tienen de sí mismas, de sus necesidades, sus aspira-
ciones, su lugar en la sociedad y del sentido último de su vida. La edad no co-
rresponde solo a un sub-sistema funcional de roles, sino que además está ligada
a la tentativa de encontrar un significado a la transición temporal y personal
que, según él “a menudo puede conducir a una identificación con los ritmos de
la naturaleza o de la historia, con ciclos estacionarios, con el desarrollo de un
plan cósmico o con el destino y el desarrollo de la sociedad” (Eisenstadt, 1956).
Esta orientación asocia la cuestión de las edades a la cuestión del tiempo y pro-
pone ligar el tiempo personal con el tiempo histórico y cultural, lo cual permitió
posteriormente a otros autores vincular el enfoque estructural-funcionalista con
el generacional (Schelsky, 1957).

En Eisenstadt, la transición de la infancia a la edad adulta, el desarrollo


de la identidad personal, de la autonomía y de la auto-regulación, así como el
intento de ligar la transición a las imágenes culturales generales y de vincular la
maduración a modelos definidos de roles, constituyen elementos que están en
base de la imagen arquetípica de la juventud. No obstante, las maneras en que
esos elementos cristalizan en configuraciones concretas difieren fuertemente de
sociedad en sociedad y también al interior de diferentes sectores de una misma
sociedad. Son cuatro las ideas centrales que este autor desarrolla sobre la Juven-

 
René Bendit, Ana Miranda 13

tud: i) la idea de la transición: la juventud se define como un período de mora-


toria en el plano de la atribución de roles; como una etapa de cristalización de la
identidad personal; ii) la estrecha relación entre procesos psicológicos, históri-
co-culturales y sociales en aquello que debería constituir la base de una socio-
logía de la juventud, donde el concepto de “identidad” sería el que permite es-
tablecer los lazos entre estos diferentes campos; iii) la base funcionalista de la
definición de “juventud” como una especie de aprendizaje de la conformidad a
la asunción de un rol social (algo que critican fuertemente las escuelas socioló-
gicas críticas que le sucedieron); iv) el relativismo cultural en la definición de
las edades. Es a partir de estas ideas que Eisenstadt desarrolla sus hipótesis ana-
líticas sobre el rol de los jóvenes en la sociedad. La edad es concebida aquí co-
mo un marco social que trasciende a los grupos biológicos representativos de
tal o tal estrato de edad y que se impone como sistema normativo que es tanto
más fuerte cuanto más simple sea una sociedad determinada, y que eventual-
mente este asociado a un sistema de valores mediante los cuales la sociedad
puede asegurar su continuidad y su reproducción social.

La influencia de las obras de Parsons y Eisenstad fue significativa en


tanto análisis de las transformaciones contemporáneas a la emergencia de la
juventud como actor social. Sus argumentos sobre los cambios en los grupos
familiares, la mayor expansión de la educación secundaria y superior, la auto-
nomía emocional y la importancia de los grupos de pares, las modificaciones
del marco valorativo, la mayor libertad en la elección de parejas, en el debate
sobre la maternidad/paternidad representaron hitos en la vida de quienes transi-
taron sus años de juventud en el período de la segunda post-guerra, hoy deno-
minados “babyboomers”. La influencia en el pensamiento contemporáneo es
indiscutida y se expresa sobre todo en las producciones centradas en la idea de
transición(es) juveniles en distintos países.
14 La gramática de la juventud: un nuevo concepto en construcción

4. EL PARADIGMA CULTURALISTA: LA ESCUELA DE BIRMINGHAM

En un enfoque teórico crítico y de gran repercusión e importancia en la


construcción del campo de los estudios de juventud se posicionan los estudios
de corte etnográfico- culturalista que surgen en Inglaterra a mediados de la dé-
cada de 1960. En una tradición luego denominada “sub- culturalista” que data
desde las primeras producciones del Centro de Estudios de la Cultura Contem-
poránea (CCCS- Birminghan), las investigaciones sobre las culturas juveniles
emergentes tuvieron un gran desarrollo, en estudios sobre las subculturas mod,
punk, hippie, entre otras (Clark, 1979) . Las bases conceptuales de la CCCS
integraron distintas ideas de orientación crítica en base a una relectura de las
obras de Gramsci en el campo de la cultura, así como también los análisis de la
“superestructura ideológica” que caracterizaron un conjunto de trabajos de
orientación neomarxista, en nuestros días obras clásicas, entre ellas Barthes,
Lacan, Althusser (Pérez Islas, 2008). En este marco, realizaron un aporte de
gran importancia en donde se destacan la noción de resistencia y particularmen-
te la afirmación sobre la productividad de las sub-culturas que se encuentran
subordinadas.

En el ámbito concreto de la sociología de la juventud, uno de los puntos


centrales está asociado con la crítica sobre la noción de cultura juvenil plantea-
da en la tradición estructural funcionalista. Los trabajos de la tradición sub-
culturalista argumentan que la propuesta del estructural funcionalismo sobre la
emergencia de culturas específicas de edad opaca, o más precisamente oculta, la
dominación simbólica de la burguesía en las sociedades capitalistas. Así, desde
este punto de vista, el análisis de la cultura adolescente que se expresa en las
distintas corrientes funcionalistas esconde la hegemonía cultural burguesa que
se expresa en el sistema educativo, y en las distintas instituciones que compo-
nen la superestructura ideológica del capital. Las distintas obras de la tradición
culturalista proponen el análisis del papel de las instituciones –principalmente
los medios- en la construcción de culturas juveniles y de los problemas sociales,

 
René Bendit, Ana Miranda 15

particularmente la definición del “problema de la juventud”, en un conjunto de


estudios en donde la noción de clase social tiene un lugar central. La juventud y
las subculturas juveniles forman parte de culturas de clases en una relación de
conflicto. Las subculturas juveniles se definen en campos de acción entre cla-
ses, que son políticos en relación a la disputa por la construcción de poder. Mar-
tín Criado ha planteado que la escuela sub-culturalista distingue tres niveles de
análisis: la estructura, la cultura y la biografía. En el primer caso, la estructura
hace referencia a la infraestructura económica y la preeminencia del control del
capital económico. En el segundo caso, a nivel de la cultura se destaca la pro-
ducción de sentido que realizan los distintos grupos sociales, las cuales solo
pueden entenderse a partir del análisis de la hegemonía de la producción cultu-
ral de la burguesía. Por último, la biografía propone representar el recorrido que
cada persona realiza frente opciones institucionales disponibles, tales como la
escuela, el trabajo, la familia (Martin Criado, 1998). En este marco de interpre-
tación, las subculturas juveniles representan formas de negociación y resisten-
cias de los grupos subordinados, organizados mediante rituales, los cuales ex-
presan su productividad en un campo de acción política.

Los aportes de la escuela de Birminghan en el estudio y conceptualiza-


ción de las culturas (sub-culturas) juveniles, los conflictos de clase, y la cons-
trucción de identidades en resistencia fueron construyendo una tradición al inte-
rior de los estudios de juventud que se distingue en sus temáticas, metodologías
de abordaje y temáticas centrales de investigación. Se trata de una tradición que
en nuestros días tiene un desarrollo diverso, en donde se distinguen los estudios
caracterizados por posturas post-subculturales, donde la idea de “escena” ocupa
un lugar central, y se diluye la noción de clase que había sido predominante en
las producciones de las primeras etapas de CCCS (Shildrick & McDonald,
2006). Y por otro lado destacan los estudios que partiendo de la descripción
densa sobre las escenas de consumo y productividad cultural de las “juventu-
des” de sectores populares, configuran también un espacio para la intervención
16 La gramática de la juventud: un nuevo concepto en construcción

pública sobre situaciones de privación y exclusión social sobre todo en América


Latina (Reguillo, 2000; Valenzuela, 2015; Saintout, 2009, entre otros).

5. LA PERSPECTIVA GENERACIONAL Y EL ENFOQUE MARXISTA

Si bien el interés por la cuestión de las generaciones y de la juventud se


manifestó en casi toda Europa, fue fundamentalmente en Alemania que -de ma-
nera bastante anticipada- se desarrolló la discusión conceptual sobre este tema.
A pesar de la fuerte influencia del paradigma estructural funcionalista después
de la segunda Guerra Mundial, la sociología de la juventud alemana desarrolló
en diferentes estudios el concepto de generación de Manheim, en sus aportes
sobre la relación entre los miembros de una misma generación, los encuadres
institucionales y la comunidad. Más particularmente, en la reflexión sobre si las
generaciones constituyen una “clase social” y cuestionan el ciclo biológico de
la existencia humana. A diferencia de los positivistas, Manheim no cree que los
factores biológicos permitan explicar el fenómeno social e histórico que repre-
senta la generación. De modo de poner de manifiesto las implicaciones socioló-
gicas del concepto, Manheim imagina una sociedad en que una sola generación
vive eternamente, y se enfrenta a la ausencia absoluta de innovación cultural, lo
que tampoco cambiaría con la muerte. En función de este razonamiento, inscri-
be la cuestión de la generación en la confrontación – no necesariamente conflic-
tiva- entre generaciones al interior de una sociedad, una disputa que se da fun-
damentalmente en los años que corresponden biológicamente a la juventud.
Destacando un punto relevante, a veces no suficientemente considerado, en la
definición de las generaciones: el papel que tienen las coyunturas históricas
críticas (por ejemplo, el movimiento universitario y la rebelión de los jóvenes
de la generación del ´68; la guerra fría y la amenaza de una confrontación nu-
clear en las décadas de 1970/1980; Tschernobyl y la lucha contra la centrales
nucleares; la “primavera árabe” de los años 2010 – 2014 o la actual crisis eco-
nómica y el desempleo juvenil generalizado en el Sur de Europa y la aparición

 
René Bendit, Ana Miranda 17

de la “Generación de Indignados” en España y otros países del sur europeo,


etc.), los cuales tienen gran incidencia en la vida y la conciencia de las personas
que los han experimentado y en particular en la de los jóvenes.

Volviendo un poco para atrás y focalizando en el período de post-guerra,


se puede afirmar que una buena parte de los sociólogos de juventud alemanes
retomaron las tesis de Manheim, las cuales dieron lugar a diferentes corrientes
de investigación teórico- empíricas, siendo los trabajos más conocidos interna-
cionalmente los de Schelsky sobre la “Generación Escéptica” (1957), de Aller-
beck Rosenmayr (1979) y los estudios y encuestas regulares de diferentes auto-
rías realizados en el marco de la Fundación SHELL (1981; 1985; 1997). Estos
estudios de juventud de las primeras dos décadas de post-guerra en Alemania se
hallan fuertemente influenciados por las teorías de Parsons y Eisenstadt, ahora
adaptadas a la situación económica y social que fue conocida como la del “mi-
lagro alemán”. Sobre mediados de los 70, los sociólogos de la juventud tanto en
Alemania como en Francia comenzaron a desarrollar nuevos enfoques críticos,
en parte asumiendo las tesis de Jürgen Habermas sobre “Socialización e identi-
dad del yo” (1968) así como su crítica al estructural- funcionalismo expresadas
en sus reflexiones sobre la “competencia de acción”.

El interés de relacionar la juventud con la teoría del cambio social desde


una perspectiva etnográfica e.g. más subjetiva, también tiene seguidores en
Alemania, en particular en aquellos investigadores influenciados por la línea
sub-culturalista del CCCS de Birmingham y en parte por la teoría neo- marxista
de Pierre Bourdieu. En la discusión académica y en los estudios de juventud
desarrollados en esta línea destaca aquí Jürgen Zinnecker, quien aplica la teoría
del capital cultural y de del hábito cultural a la relación entre culturas juveniles
y cambio social y, al igual que Bourdieu, considera a la Juventud no solo como
expresión de una reproducción social de clase sino que además como portadora
del cambio cultural y valórico en las sociedades del capitalismo tardío (Zin-
necker, 1978; 1985).
18 La gramática de la juventud: un nuevo concepto en construcción

6. LA INFLUENCIA DE LA SOCIOLOGÍA FRANCESA

Una corriente muy relevante en cuanto a la producción de teoría socio-


lógica de juventud la constituyen los investigadores franceses cuyos trabajos
han tenido fuerte influencia en otros países del Sur europeo, como así también
en América Latina. En ellos se ha desarrollado un sin número de estudios basa-
dos ya sea en la teoría estructural- funcionalista, en el enfoque biográfico de la
juventud como “transición”, en la teoría de las diferentes formas del capital y
del hábito cultural, así como en enfoques generacionales y culturalistas de dis-
tinto carácter. El desarrollo de la juvenología en Francia hasta comienzos de la
década de 1990 ha sido excelentemente descrito y discutido por O. Galland en
su libro “Sociologie de la Jeunesse. L´entree dans la vie” (1991) y complemen-
tado posteriormente por un amplio y detallado estado del arte de G. Mauger
(1994).

Entre los trabajos que marcan el curso del desarrollo de la juvenología


francesa cabe señalar a M. Debesse (1961) uno de los primeros especialistas en
juventud en el período de post-guerra. Según este autor no es posible reducir a
todos los adolescentes a un “adolescente tipo” situando su análisis básicamente
en una perspectiva psicológica. Su formulación sobre la “crisis de originalidad
de la juventud” marca el debate en esos años. La cuestión central a investigar,
según Debesse es la de la evolución de las personalidades de los jóvenes, aun-
que al mismo tiempo comienza a preocuparse de una diferenciación social de
los tipos de desarrollo observables. Debesse opone el tipo de “desarrollo revo-
lucionario”, más frecuente entre los adolescentes en edad escolar y en los estu-
diantes universitarios al tipo de “desarrollo rectilíneo” entre adolescentes
aprendices e.g. trabajadores.

Otro precursor de la sociología de juventud en Francia es Jean Claude


Chamboredon (1966) quien se centra en desenmascarar las dos ilusiones que
rondan en torno a lo juvenil y que contribuyen a alimentar el mito y las especu-
laciones sobre el auge de la juventud. En primer lugar, la ilusión de novedad,

 
René Bendit, Ana Miranda 19

que nos quiere hacer creer que con la llegada de una nueva generación se pro-
duce el advenimiento de nuevos comportamientos. En segundo lugar, la ilusión
culturalista que quiere hacer creer la existencia de un carácter extendido y ho-
mogéneo de la cultura juvenil. Chamboredon postula una hipótesis “difusionis-
ta” según la cual la escuela y el ascenso de las clases media serían el motor de
dicha ilusión: para los jóvenes de las clases medias, la juventud no sería más
que la prolongación escolar categorizada ahora como una nueva clase de edad.
Chamboredon critica sobre todo la hipótesis de la homogeneidad cultural de la
adolescencia, en reacción al discurso en boga en dicha época, y que ha encon-
trado una cierta consagración intelectual en los trabajos de Edgar Morin (1962)
quien puso en evidencia la importancia creciente del fenómeno juvenil y de la
cultura que se le asocia. En oposición a la propuesta de Chamboredon que la
sociedad puede ofrecerle a la adolescencia socialmente prolongada esquemas de
identificación fuerte, Morin propone la idea de que la cultura juvenil puede
orientar la cultura de masas y sobretodo infiltrarla a través de una juvenilización
de los modelos dominantes:

“De este modo la cultura de masas desagrega los valores gerontocráticos


y acentúa la devaluación de la ancianidad dando paso y forma a la pro-
moción de valores juveniles, la cultura de masas asimila una parte de las
experiencias adolescentes. …. La promoción de la cultura juvenil co-
rresponde también a la reorientación del sistema de valores hacia los
temas asociados al cambio cultural y a la modernidad”. (Trad. de auto-
res) (Morin 1962., cit. en Galland, O. 1991: 51)

Las investigaciones sobre la cultura y la sub-cultura juvenil fueron reac-


tivadas y reorientadas en un sentido más radical y contestatario después del
movimiento estudiantil del 68´, ya sea en una versión de contra-cultura, y como
formas socialmente diferenciadas de la marginalidad (Mauger & Fosse- Poliak,
1977), ya sea como parte de movimientos de protesta y contestación juvenil.
Algunos años después de 1968 el tema de la inserción socio-económica comen-
20 La gramática de la juventud: un nuevo concepto en construcción

zó a reemplazar al de las culturas y sub-culturas juveniles hasta entonces domi-


nante. Esta vuelta en favor de la cuestión de la inserción al mundo del trabajo –
reforzada por la crisis de 1974- va acompañada de un cambio de perspectiva.
No se estudian tanto las formas de socialización profesional, sino que más bien
los mecanismos que organizan los modos de inserción de los jóvenes al merca-
do de trabajo. Esta perspectiva generalmente se encuentra dominada por el pa-
radigma económico de las formas de ajuste o desajuste de la oferta y la deman-
da de trabajo, o, en una perspectiva neo-marxista, de las formas de movilización
de la mano de obra juvenil por las empresas (Galland 1991). En este cuadro y
con el impulso otorgado por financiamientos públicos, un cierto número de in-
vestigaciones fueron focalizadas en las consecuencias del sub- empleo y en la
precariedad de las actitudes sociales, en particular sobre aquellas referidas a los
jóvenes (Galland & Lous, 1981)

Por otra parte, la discusión teórica a comienzos de la década de 1980 se


ve dominada por las tesis de Pierre Bourdieu que niega validez al análisis socio-
lógico de las edades y limita esta cuestión a un estudio de dicha clasificación.
Para Bourdieu “hablar de los jóvenes como de una unidad social, como de un
grupo constituido, dotado de intereses comunes y referir dichos intereses a una
edad definida biológicamente, constituye una manipulación evidente” (Bour-
dieu, 1990:165) por lo que sugiere la necesidad de analizar las diferencias entre
los jóvenes, o más esquemáticamente, entre las dos juventudes, la estudiantil y
la obrera. Como parte este análisis -que ha tenido mucha transcendencia en la
investigación juvenológica en Europa y América Latina- el autor plantea la im-
portancia de la educación, sobre todo de la expansión del nivel secundario de
enseñanza en la construcción de la juventud y el conflicto generacional por las
aspiraciones de las generaciones sucesivas siempre relacionado a la lógica de
apropiación por parte de las distintas clases sociales (Bourdieu, 1990; Bourdieu
y Passeron, 2003).

 
René Bendit, Ana Miranda 21

7. ESTUDIOS DE JUVENTUD EN EL SUR EUROPEO: ESPAÑA Y PORTUGAL

La investigación de juventud en los países del Sur europeo, en particular


España y Portugal, adquiere un fuerte desarrollo a partir de los procesos de
transición democrática iniciados a mediados de la década de 1970 fenómeno
que se profundiza con la entrada de ambos países a la entonces Comunidad Eu-
ropea. Siendo Italia un caso algo diferente, por su menor incidencia en la inves-
tigación de juventud Latinoamericana, no será incluido en este análisis.

Los estudios de juventud en España se remontan a 1960. Desde entonces


han predominado los estudios sociológicos basados en metodologías cuantitati-
vas. La casi totalidad de los trabajos han sido encargados y financiados por or-
ganismos institucionales. Dentro del corpus analítico de los estudios se pueden
distinguir cuatro grandes etapas vinculadas al acontecer sociopolítico: i) La que
transcurre en los últimos años del franquismo (1960 -1975); ii) La etapa de
transición (1975 -1982); iii) La etapa de consolidación democrática (1983 –
2000) y iv) Las diferentes etapas de la crisis del mercado de trabajo y de la cri-
sis política (2001 – 2016).

La primera y más importante fuente de datos e investigaciones sobre ju-


ventud y sus condiciones de vida, la encontramos en los “Informes de Juventud
en España” y en las investigaciones que por encargo del Instituto de la Juventud
(INJUVE) realizan universidades españolas. El INJUVE, fundado en 1961 ha
patrocinado más de una docena de Encuestas Nacionales (conocidas como “In-
formes de Juventud”) que se realizan cada cuatro años. Además, impulsa la in-
vestigación juvenológica, a partir de encargar numerosos estudios temáticos
específicos, también encargados a expertos de diferentes centros universitarios.
La Fundación Santa María (FSM) realiza cada cinco años encuestas representa-
tivas a nivel nacional. Lo viene haciendo desde 1984. En sus encuestas, destaca
la utilización de algunos de los indicadores utilizadas en Encuestas Mundiales
de Valores y en la Encuestas Europeas de Valores.
22 La gramática de la juventud: un nuevo concepto en construcción

Todos estos estudios ponen de manifiesto la estrecha relación existente


entre: la producción de representaciones (sobre) la juventud; los modos de vida
de los jóvenes y las dinámicas históricas que acaban reorganizando la sociedad
en su conjunto. Desde la perspectiva de la producción de representaciones, los
estudios observan una redefinición de la identidad juvenil cuyo nuevo conteni-
do simbólico se trata de identificar. Se hace mostrando cuáles son los compo-
nentes prejuiciosos que incluye y la función que cumplen estos estereotipos.
Los modos de vida de los jóvenes experimentan cambios drásticos que afectan
sobre todo sus ocupaciones, sus relaciones, recursos y sus necesidades. Se ob-
serva además que todos estos reacomodos suponen una prolongación de esa
etapa de la existencia denominada “Juventud”. Los estudios en cuestión y otros
que aquí no alcanza el espacio para nombrarlos, ponen de manifiesto que tales
cambios tienen que ver con dinámicas históricas que afectan al conjunto de la
sociedad y no solo a los jóvenes. Concretamente, los cambios en la condición
juvenil derivan de que se está llevando a cabo otro reparto entre las generacio-
nes de los recursos sociales disponibles. Esta redistribución afecta a las asigna-
ciones de los bienes materiales y culturales y sobre todo a la participación en el
mercado de trabajo y en las rentas que produce. En este contexto, los mayores
perjudicados han sido y siguen siendo los jóvenes. Entre los Informes de Juven-
tud a destacar se encuentran: el “Informe de Juventud en España” (Ministerio
de Cultura, 1985). Este informe general, el primero después del retorno a la
democracia, está basado en el método de encuesta y viene acompañado de 5
tomos temáticos específicos. A estos informes les siguen los realizados en la
década del 90´ ya en el Siglo XXI que por razones de espacio no se pueden pre-
sentar aquí. Como ejemplos de estudios regionales de juventud en España ca-
ben destacar los realizados en Navarra; el informe sobre “Juventud Vasca
2004”, los informes y estudios temáticos sobre juventud encargados por la Ge-
neralitat de Catalunya y desarrollados por el Observatori Catalá de la Joventut
(2005; 2008). Paralelamente al trabajo de investigación, el INJUVE ha impul-
sado desde hace cerca de 40 años la publicación regular de la Revista “De Ju-

 
René Bendit, Ana Miranda 23

ventud” que durante todo este tiempo ha ido documentando el creciente trabajo
de investigación sobre jóvenes y políticas de juventud que han surgido y surgen
en España hasta la actualidad.

Con el correr del tiempo se han ido estableciendo diferentes centros


Universitarios y extra- Universitarios especializados en los temas de juventud,
entre los que destacan el Grupo de Estudios de Educación y Trabajo (GREET);
el grupo de estudios culturalistas constituido en torno a C. Feixa en la Universi-
dad de Lleida o los trabajos de Enrique Gil Calvo de la Universidad Complu-
tense de Madrid. Una de las instituciones de investigación juvenológica extra-
universitaria en el campo de la juventud es AREA, Valencia, dedicada funda-
mentalmente a investigaciones europeas comparativas en cuyo contexto se en-
carga de estudiar diferentes desarrollos y problemas de los jóvenes españoles en
comparación con los de otros países de la Unión Europea. Obviamente que ca-
bría aquí mencionar muchos otros trabajos de investigación desarrollados a ni-
vel Nacional y en las diferentes Comunidades Autónomas, lo que por la falta de
espacio no es posible. Sin embargo, sí es relevante el completar esta visión pa-
norámica con los relativamente recientes estudios de juventud a nivel Iberoame-
ricano desarrollados mediante el método de encuestas e implementados en Es-
paña, Portugal y en la mayoría de los países latinoamericanos.

El caso de Portugal sigue un desarrollo en parte similar y en parte distin-


to al español. El estado de la investigación sobre las condiciones de la juventud
en Portugal era muy incipiente hasta mediados de la década de 1980. Los datos
de juventud estaban (y están) disponibles en el censo general nacional, que
normalmente se renueva una vez cada década, y que proporciona un amplio
rango de indicadores demográficos y socioeconómicos. La institución pública
responsable del censo es el Instituto Nacional de Estadística. A partir de media-
dos de 1980 los estudios empíricos específicos sobre la juventud comienzan a
ser cada vez más numerosos, especialmente en lo que se refiere al nivel nacio-
nal., si bien su realización periódica, no siempre ha sido la regla. Un gran im-
24 La gramática de la juventud: un nuevo concepto en construcción

pulso recibe la investigación juvenológica portuguesa al firmarse en 1989 el


protocolo entre el Instituto de la Juventud de Portugal (parte de la Secretaría de
Estado da Juventude) y el Instituto de Ciencias Sociais de la Universidad de
Lisboa (ICS) que da origen al Observatorio Permanente da Juventude Portugue-
sa. Una segunda Fuente de datos son los ofrecidos en los Cuadernos do Institu-
to de Ciencias Sociais en donde se publican análisis secundarios de información
estadística existente sobre diferentes aspectos de la condición joven. De gran
relevancia es también el trabajo sobre Generaciones y Valores en la Sociedad
Portuguesa Contemporánea, en que se comparan valores y actitudes frente a la
vida, la moralidad y las éticas de vida; actitudes imperantes ante la sociedad;
ante la escuela, el trabajo y el empleo; sobre la vida familiar, la vida amorosa y
sexual y sobre la vida religiosa, entre la generación actual y generaciones ante-
riores. Otro estudio relevante, aunque más específico, fue el realizado por Ma-
chado Pais (1999) sobre la Conciencia Histórica y la Identidad de los Jóvenes
Portugueses en un Contexto Europeo. Especialmente relevante es la sección
relativa a valores, confianza en las instituciones y horizontes temporales.

8. GLOBALIZACIÓN, INDIVIDUALIZACIÓN Y JUVENTUD MODERNIZADA: LA

CONSOLIDACIÓN DEL CAMPO DE ESTUDIOS DE JUVENTUD

Sobre finales de la década de 1980 las teorías de la individuación y el


cambio social comenzaron a tener un fuerte impacto en las ciencias sociales,
particularmente en los estudios de juventud. Como parte de ese movimiento, un
conjunto de trabajos plantearon un análisis que abarcaba los vínculos entre el
cambio tecnológico, las transformaciones sociales de la “post-modernidad” y el
cambio estructural de la juventud. Autores como Münchmeier (1991) y Bendit
(1992; 1993) focalizaron su atención en las diferentes “olas modernizadoras”
observables en las sociedades industriales avanzadas y de servicios de Europa
occidental. Estos trabajos se centraron en demostrar cómo estos procesos de-
terminan nuevas formas de “societalización” de la juventud, que en su forma

 
René Bendit, Ana Miranda 25

extendida tendió a abarcar un período más extenso delimitado entre los 15 y los
30 años de edad. En ese movimiento, la juventud dejó de ser vista como un pro-
ceso de transición relativamente corto y a la formación de una familia para pa-
sar a constituirse en una fase autónoma del ciclo vital con características pro-
pias.

El análisis del cambio estructural de la juventud se desarrolló en estre-


cha vinculación con las discusiones impulsadas por las tesis de Giddens (1997)
sobre la sociedad post-fordista y por los argumentos sobre la sociedad de riesgo
de Beck (1998). Un marco conceptual que brindó la base para el desarrollo de
conceptos como los de “pluralización”, “individualización” y “biografización”
(“choice biographies”) de la juventud (Bendit 1998; Biggart, Furlong &
Cartmel 2008). De acuerdo con este enfoque, los jóvenes muestran patrones
muy diferentes de comportamiento en función de las condiciones plurales re-
gionales de vida en el que crecen (pluralización de las condiciones de vida y de
los patrones de comportamiento), lo cual también implica la búsqueda y la
creación de la propia forma de vida, incluyendo la cohabitación con un compa-
ñero/a o en las comunidades) y el consumo individual de los bienes producidos
por las industrias culturales globalizadas. El concepto de “juventud moderniza-
da” abrevó en la incorporación de las mujeres, de la juventud popular urbana y
de la juventud rural a la juventud en su conjunto. Y ponderó la expansión de
formas y estilos de vida propios y manifestaciones culturales autónomas que
comenzaron a requerir de la adquisición de competencias sociales y de acción
(en el sentido Habermasiano) como pre-condición para el desarrollo de flexibi-
lidad y capacidad de adaptación a los nuevos desafíos que plantea el desarrollo
de biografías modernas y expuestas a patrones de vulnerabilidad.

El desarrollo de la noción de biografización tuvo su correlato, asimismo,


en el debate sobre la diada estructura-agencia, como un punto medular de las
propuestas analíticas de la reflexividad y la sociedad del riesgo. En el caso par-
ticular de los estudios de juventud europeos, sobre finales de los años noventa
26 La gramática de la juventud: un nuevo concepto en construcción

la idea de las “biografías de elección” (Biggart A., Furlong, A. & Cartmel, F.


2008) fue central en un marco general de investigaciones focalizadas en los
procesos de individuación y su impacto en las transiciones a la adultez (du
Bois-Reymond, 1998). La idea de que los jóvenes deberían convertirse en “ex-
pertos navegantes” de sus propias biografías fue adquiriendo centralidad, en un
tiempo de transformación y riesgos crecientes, donde distintos fenómenos con-
fluyeron en un marco para la reflexión sobre las nociones de agencia y repro-
ducción de la estructura social (Furlong, 2013). En este punto, las discusiones
sobre los márgenes de acción y los aspectos estructurales que condicionan las
trayectorias adquirieron gran vigencia. Las investigaciones de Evans (2002) y el
desarrollo del concepto de “bounded agency” (agencia restringida) tuvo fuerte
influencia en los estudios latinoamericanos (Mora Salas y Oliveira, 2009).

La producción de Münchmeier y Bendit, Furlong, Biggart, Mørch, du


Bois-Reymond, Casal, Machado Pais, Roberts, Wyn, entre otros investigadores
dieron lugar a consolidación del campo de los Estudios de Juventud, sobre todo
en Europa, con fuertes influencias en Asia, Australia y América Latina. La fun-
dación de revistas científicas propias al campo marcó un hito central en este
proceso. Sobre todo Young, de la Red Nórdica de Investigadores de Juventud
(1993) y Journal of Youth Studies (1998) fundada por la Universidad de Glas-
gow tuvieron un impacto significativo en el crecimiento de la producción y el
intercambio, sobre todo entre redes globalizadas de producción académica.
Asimismo, la ya mencionada Revista de Juventud del Instituto Español de la
Juventud (Injuve), Revista Jóvenes del Instituto Mexicano de la Juventud
(1996) y la Revista Última Década (1993) desarrollada en base a un esfuerzo
del CIDPA aportaron de forma significativa a la difusión de la producción en
habla hispana, y a la consolidación del campo en América Latina.

 
René Bendit, Ana Miranda 27

9. ESTUDIOS DE JUVENTUD EN AMÉRICA LATINA

A partir de mediados de 1980 y debido a la confluencia de diferentes


factores, como por ejemplo la crisis de los paradigmas teóricos aplicados a los
problemas de las sociedades latinoamericanas, van surgiendo nuevas aproxima-
ciones y teorías de “rango medio” que abren el campo a una investigación de
juventud. A ello se suman los impulsos surgidos del “Año Internacional de la
Juventud” de Naciones Unidas y acaso también la identificación de nuevas
fuentes de financiamiento extra-continentales, con intereses muy específicos en
la temática juvenil y en las políticas de juventud. En dicho contexto comienzan
a plantearse con cierta fuerza cuestiones vinculadas a la participación de los
jóvenes en la sociedad. Según Braslavsky, en América Latina los estudios de
juventud de finales los 80´ responden en términos generales a esta nueva moda-
lidad de pensamiento y trabajo, tratándose de intentos de descripción y análisis
de aspectos particulares del desarrollo y la incorporación social y muy pocas
veces de estudios más globales enmarcados en intentos teóricos más amplios
(Braslavsky). Una excepción a esta postura la constituyen los trabajos de Sergio
Zermeño (1987) y (Castillo Bertier, Zermeño y Ziccardi 1988) en México quie-
nes, partiendo del paradigma de la acción social y del análisis de Alain Touraine
sobre el "modelo de desarrollo latinoamericano", desarrollan una serie de apro-
ximaciones y tesis de mucho interés para la comprensión del actor social joven
en su lucha por la integración o por la supervivencia en el marco de la exclu-
sión. También en el campo de la sociología educacional y de la sociología del
trabajo surgen nuevos estudios vinculadas a la problemática juvenil como, por
ejemplo, aquellos focalizados en la relación existente entre educación y trabajo
y en particular en la problemática de la transición al mercado laboral de los
grupos de jóvenes más vulnerables. El aumento geométrico del desempleo ju-
venil y de la exclusión de grandes grupos de jóvenes (algo similar a lo observa-
do actualmente en el Sur de Europa), conduce al análisis de la diferenciación y
polarización creciente de las condiciones de vida de los diferentes colectivos
juveniles existentes (estudiantes; juventud popular urbana; jóvenes de medio
28 La gramática de la juventud: un nuevo concepto en construcción

rural; mujeres jóvenes, jóvenes obreros, etc.) (Jacinto, 1996; Filmus y Miranda,
1999).

La investigación juvenológica en América Latina recibe otro fuerte im-


pulso a partir de la fundación de la Organización Iberoamericana de Juventud
(OIJ) en 1992. En conjunto con la cooperación canadiense se realizan 22 estu-
dios nacionales, 5 subregionales, 3 temáticos y uno regional sobre juventud y
políticas de juventud en América Latina. En el intertanto, casi la totalidad de los
países de América Latina y del Caribe han desarrollado en los últimos 20 años
encuestas o informes nacionales de juventud. Además de la realización de en-
cuestas nacionales de juventud hay que destacar los estudios e investigaciones
comparativas promovidos por la OIJ y realizadas generalmente por la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) a partir de la primera
década de este siglo (Hopenhayn, 2004).

Casi en paralelo a estos estudios e investigaciones impulsadas o desarro-


lladas a partir de instituciones de los Estados nacionales (Institutos de la Juven-
tud; Ministerios de Juventud, etc.) o de instancias supra- nacionales (OIJ; CE-
PAL; Naciones Unidas) se observa a partir de mediados de la década de los 90´
en adelante un fuerte desarrollo de los estudios e investigaciones de juventud de
corte académico. Luego de una década signada por la homologación de la per-
sona joven a la condición de estudiante y la preponderancia de la noción de
moratoria (Barlardini y Miranda; 2000) así como de una década centrada en la
realización de encuestas “fotográficas” sobre “la juventud”, las propuestas so-
bre una “nueva condición juvenil” se expandieron significativamente, en un
conjunto de trabajos que comenzaron a mostrar con una mayor profundidad
teórica y analítica las particularidades de la región (Abad, 2002; Miranda, 2007;
Krauskopf, 2010). La conceptualización sobre “estructuras de actividad”
(Mørch, 1997) y la mirada particular sobre los formatos sociales que habilitan
distintos recorridos a la adultez posibilitaron reflexiones en un marco caracteri-
zado por procesos de cambio estructural y transformación. La teoría juvenoló-

 
René Bendit, Ana Miranda 29

gica impulsada por investigadores de los países del sur de Europa, particular-
mente en España, Italia y Portugal ofreció también las bases para los estudios
de transición educación-trabajo (Casal, 1996; 2000); culturas juveniles (Feixa,
2001), juventud y tiempo (Leccardi, 2005), entre otros. La riqueza de la pro-
ducción de esos años fue muy significativa y por lo cual se hace muy difícil
hacer justicia en comentar la preponderancia de alguno de estos enfoques, que
abarcaron también las nociones de trayectorias, transiciones y situaciones socia-
les de los y las jóvenes entre los elementos centrales de las investigaciones
(Dávila León, 2004).

10. PRINCIPALES LÍNEAS DE DEBATE CONTEMPORÁNEO

Al interior de un campo de estudios consolidado, las investigaciones de


juventud se fueron desplegando sobre principios de siglo veintiuno en base a
dos tradiciones: la perspectiva de la transición juvenil y los estudios culturales
(sub-culturales), con orientaciones metodológicos y teóricas divergentes, mu-
chas veces con poco contacto (Shildrick, 2006). El acceso a la producción que
facilitan las redes virtuales dio lugar a un intercambio significativo tanto en
términos teóricos, como metodológicos. En las corrientes asociadas a la pers-
pectiva de la transición juvenil las investigaciones tendieron a profundizar el
desarrollo de técnicas longitudinales, como una forma de incorporar la noción
de tiempo histórico en los análisis sobre el cambio estructural de la juventud.
Las particularidades que inciden en el contexto político, social y económico en
el cual transcurren las transiciones a la vida adulta se convirtieron en aspectos
significativos de estas corrientes de investigación, como parte central de un
argumento que propone la incorporación de nociones asociadas a la temporali-
dad y una mayor especificidad de la coyuntura histórica, así como ya lo plantea-
ran los teóricos del enfoque generacional (Miranda, 2016).

La expansión de estos trabajos, que re-plantearon las propuestas de las


escuelas de demografía social, tuvieron como punto de inflexión el análisis de
30 La gramática de la juventud: un nuevo concepto en construcción

temporalidad con el objetivo de analizar grupos generacionales caracterizados


por la vigencia de condiciones externas particulares y por ciertos “hechos críti-
cos” con fuertes marcas en las condiciones particulares en donde transcurre la
etapa de la juventud y efectos en el destino posterior a esos años (Elder, 1994).
Por ejemplo, ser parte de una generación que atraviesa su inserción laboral du-
rante años de crisis y estancamiento económico implica contar con un rango
menor de oportunidades de acumular experiencias significativas durante la
construcción de la trayectoria laboral, con importantes efectos en la posición
ocupacional de largo plazo. Más aún, en los últimos años y frente al contexto
social provocado por la crisis de 2008, los actuales estudios europeos comenza-
ron a plantear la emergencia de una generación marcada o una generación “pre-
caria” (Roberts, 2012). Al interior de esta corriente y de forma análoga a los
estudios de principios de los años 80, la investigación europea de juventud se
ha centrado fuertemente el debate sobre una “generación perdida”, con la inten-
sión de dar cuenta de los efectos de la desocupación y la precarización laboral,
pero que avanza ahora sobre una generación que cuenta ahora con un nivel edu-
cativo más alto (Standing, 2013).

Entre estas nuevas propuestas que construyen un marco conceptual am-


plio y que buscan dar respuesta a los debates sobre curso de vida, identidad y
tiempo histórico se destaca la noción de “generación social” (Wyn & Wood-
man, 2006). La noción de generación social, junto con el desarrollo del concep-
to de pertenencia (belonging) (Cuervo & Wyn, 2014), se proponen acercar las
tradiciones del campo de los estudios de juventud, incorporando aspectos de la
identidad generacional, el arraigo y la afectividad como nociones centrales para
el análisis de los procesos de transición juvenil. No obstante, encuentran tam-
bién sus críticas en posturas que sostienen que las trayectorias generacionales
están centralmente atravesadas por las restricciones de clase (France & Roberts
2015). Cuál es el antecedente de mayor importancia: ¿la clase social o la gene-
ración? Es quizás uno de los temas de mayor debate en foros y seminarios, co-
mo parte de una discusión abierta y en construcción.

 
René Bendit, Ana Miranda 31

Un conjunto de trabajos desarrollados en la región latinoamericana


emerge, asimismo, asociados a la idea de espacialidad y justicia social frente a
la expansión de los procesos de segregación territorial, los cuales dejan fuertes
marcas en la identidad de las nuevas generaciones. Estos trabajos sostienen que
entre las particularidades de la región la desigualdad es quizás el rasgo protagó-
nico y delimitador de las trayectorias juveniles, afianzado en los últimos años
por formas de circulación segmentada de la ciudad y los espacios públicos (Sa-
ravi, 2014). Cómo se produce el vínculo entre personas jóvenes que pertenecen
a una misma generación pero que han perdido la oportunidad de interactuar y
conocerse, y cuál es el efecto de esta segmentación en la construcción de las
trayectorias de largo plazo forman parte de preguntas centrales, donde la tempo-
ralidad en la toma de decisiones biográficas, los apoyos familiares y las idiosin-
crasias locales proponen configuraciones específicas, gramáticas particulares,
para el desarrollo de la juventud (Mora Salas y De Oliveira, 2015).

Es necesario advertir que, a nivel regional la diversificación del campo


de los estudios de juventud fue intensa. Una serie de temáticas emergentes mar-
caron nuevas agendas para la producción y el debate, donde se destacan am-
pliamente los estudios sobre participación política juvenil, movimientos socia-
les, género, identidad y conflicto (particularmente pandillas). En esta produc-
ción, las particularidades y coyuntura política social de los países marcaron las
agendas y temáticas preponderantes. Por ejemplo, mientras en el cono sur la
reflexión sobre violencias institucionales, participación política, espacio público
y movimientos sociales juveniles tuvo gran desarrollo, en las naciones de la
región andina y central las preocupaciones centrales fueron relativas a las di-
námicas de resistencia e identidad de pandillas y productividad cultural juvenil
(Duarte, 2006; Cerbino, 2012; Urzúa Martínez, 2015; Valenzuela Arze, 2015a y
2015b). Nuevamente, es difícil hacer justicia a la riqueza de la producción del
campo de los estudios de juventud en América Latina, el cual durante la segun-
da década del siglo veintiuno tiene tantas aristas y expresiones que nos brinda la
posibilidad de conocer y pensar nuevas premisas de forma cotidiana.
32 La gramática de la juventud: un nuevo concepto en construcción

11. LA GRAMÁTICA DE LA JUVENTUD

En base a la revisión de marcos conceptuales y con la vocación de apor-


tar los estudios del campo, se presenta la noción de gramática de la juventud en
tanto propuesta en construcción. La noción de “gramática de la juventud” es un
enfoque teórico que se apoya metafóricamente en conceptos de la lingüística
estructural desarrollados originalmente por Fedinand de Sausure (de Sausure et
al., 1980)5. Como parte de una tradición de estudios de orientación estructura-
lista, la idea de gramática de la juventud está asociada a la preocupación por
hacer evidentes las estructuras de actividades y accesos que las sociedades con-
temporáneas ofrecen a los y las jóvenes, incorporando además el análisis de los
marcos normativos que subyacen en las expectativas por el cumplimiento de
dichas pautas. Expectativas que se constituyen en un sistema valorativo y jerár-
quico que es poco transparente, que tiende a individualizarse y naturalizarse,
generando la estigmatización de quienes no cumplen con los modelos normati-
vos hegemónicos. La idea de gramática de la juventud intenta trabajar sobre las
transformaciones sociales de principios de siglo veintiuno, poniendo el foco en
la continuidad y el cambio de las estructuras de actividad a que tienen o no ac-
ceso los jóvenes y en los rituales y actividades socialmente regulados y valida-
dos en los distintos grupos sociales y culturales. Siguiendo con los argumentos
de Eisentadt (1956), el desarrollo conceptual plantea que la edad -más allá de
los ciclos biológicos- está asociada a un sistema normativo, que se ha vuelto
más prescriptivo en el marco de las complejidades de la vida contemporánea.
                                                       
5
La “Gramática“, según Saussure, la constituyen las reglas y máximas que estructuran
el lenguaje del cual los individuos se van apropiando en el curso de su desarrollo. La
pragmalingüística, a su vez, es un sub campo de la lingüística, , que se interesa por el
modo en que el contexto influye en la interpretación del significado. El concepto de
contexto debe entenderse como situación, ya que puede incluir cualquier aspecto
extralingüístico: situación comunicativa, conocimiento compartido por los hablantes,
relaciones interpersonales, etc. La pragmática, por lo tanto, toma en consideración los
factores extralingüísticos que condicionan el uso de las reglas del lenguaje, esto es,
todos aquellos factores a los que no se hace referencia en un estudio puramente formal.

 
René Bendit, Ana Miranda 33

La noción de “gramática de la juventud”, como concepto sociológico,


aborda los contextos, normas y espacios institucionales que actúan de manera
estructurante en los mundos de la vida en que crecen y se desarrollan los y las
jóvenes en su experiencia cotidiana. Espacios como la familia, la escuela, el
vecindario, el club, los afectos, las amistades, la religión, las tecnologías, las
actividades de tiempo libre y las productividades culturales, conforman dichos
mundos de la vida y las “estructuras de actividad” (Mørch, 1996) en donde se
producen y reproducen las relaciones inter- e intra-generacionales y en donde
los jóvenes toman contacto con las instituciones sociales, en relación a las cua-
les van construyendo sus biografías y sus modos de interacción y de inserción
social. Es en el contexto de estas relaciones sociales y contactos institucionales,
que pueden ser de cooperación o confrontación, que los jóvenes van constru-
yendo su propio estilo de vida, su lenguaje y su cultura o sub-cultura juvenil y
es en relación las experiencias en dichas instituciones que los jóvenes van
creando sus representaciones e imaginarios individuales o colectivos respecto a
su integración o exclusión.

Si bien las y los jóvenes, desde su nacimiento, en términos individuales


y familiares, no están fuera de la sociedad, desde una perspectiva estructural sí
lo están, lo que se manifiesta en diferentes marcos legislativos que regulan su
acceso a posibilidades de acción y a las instituciones relevantes de una socie-
dad. En este contexto, los y las jóvenes recién acceden a ser parte activa de la
sociedad durante un largo proceso de “apropiación” (socialización) de diferen-
tes estructuras de actividad social (e.g. la escuela como espacio social; el em-
pleo; la participación social y política; las actividades y productividades cultu-
rales que puedan desarrollar en espacios propios, así mismo como en el acceso
a espacios institucionalizados o a instituciones que legalmente han quedado
reservadas para los “adultos” de generaciones anteriores, por ejemplo, el dere-
cho a voto (a elegir y ser elegido); la obtención de un registro de conducción de
automóviles, motos; el acceso a ciertas actividades de tiempo libre nocturnas
(discotecas) y finalmente, en el hecho de ser reconocidos como sujetos de dere-
34 La gramática de la juventud: un nuevo concepto en construcción

chos propios. Es justamente en dicho proceso de “apropiación” y de acceso a


las instituciones que se produce la interacción entre estructura y agencia y es
justamente esta dinámica la que constituye el motor del cambio valórico y so-
cial.

La idea de gramática de la juventud propone estudiar tanto los espacios


que contextualizan y determinan las experiencias juveniles en diferentes cam-
pos, como además analizar las formas de acción (agencia) de los jóvenes sobre
estas estructuras y determinaciones. El foco de atención de este análisis se cen-
tra en las transiciones de las y los jóvenes de diferente origen social, de la edu-
cación al empleo o al trabajo reproductivo, así como en las diferentes trayecto-
rias conducentes a la vida adulta. Estos procesos que son clave en la compren-
sión de su integración o marginación a los diferentes espacios de la sociedad en
que les toca vivir así como en la comprensión de sus representaciones al respec-
to. Se asocial además la idea de una “pragmática juvenil” o, en términos socio-
lógicos, de “agencia” por parte de los jóvenes en los diferentes espacios de su
vida cotidiana.

El enfoque no se limita entonces solo al análisis de los efectos produci-


dos por cambios en las estructuras institucionales sino que abarca también el
actuar de los y las jóvenes, como individuos y como grupo social sobre dichas
estructuras e instituciones analizando las estrategias en que los jóvenes combi-
nan formas de responder a los desafíos que les va presentando la sociedad en
diferentes contextos históricos durante sus trayectorias y recorridos biográfi-
cos, procesos durante los cuales las y los jóvenes van reproduciendo, re-
construyendo o cambiando los valores que la sociedad adulta les propone. Cla-
ros ejemplo de estos procesos se dan en la participación juvenil en diferentes
movimientos sociales; en nuevas formas y prácticas culturales; en grupos de
Blogueros y otras formas de activación social y política no tradicional. Estos y
muchos otros ejemplos documentan las diferentes estrategias desarrolladas para

 
René Bendit, Ana Miranda 35

acceder plenamente a la sociedad en épocas de globalización y acelerados cam-


bios tecnológicos, económicos y sociales.

En relación a los aspectos estructurales, la noción de gramática plantea


que las sociedades occidentales han construido un sistema de reglas que organi-
zan curso de vida, en nuestros días muy sofisticado, que si bien es “finito” en
espacios institucionales, permite construir infinitas formas individuales. Este
sistema de reglas, con el que los y las jóvenes interactúan y negocian, tiene un
anclaje territorial, y se desarrolla de forma social y culturalmente situada. Los
distintos espacios sociales estructuran distintas gramáticas juveniles, mediante
las cuales se van construyendo biografías. La construcción de estas biografías,
sin embargo, está expuesta al juicio normativo en distintas instancias de la vida
social, que abarcan los medios de comunicación, las instituciones educativas, de
salud, entre otras.

Las gramáticas se constituyen en un sistema estructurado que admite in-


finitas oraciones (biografías). El afianzamiento de una gramática hegemónica
(burguesa) promueve luego el señalamiento y la estigmatización de aquellos y
aquellas con recorridos biográficos distintos, ya sea en su contenido o en su
sincronización. En esta dirección, la idea de “éxito” vinculada a una nueva for-
ma de meritocracia y consumo delimita un sistema que adjetiva los trayectos de
las distintas esferas de la vida social, tales como el trabajo y la formación de
nuevos grupos familiares, en un contexto de vulnerabilidad que afecta particu-
larmente a los y las jóvenes de menores recursos económicos. Nombres tales
como “jóvenes ni ni”, “madres solteras”, “mamonis”, “generaciones perdidas”
resuenan en la valoración de un proceso de estructuración social que individua-
liza los riesgos y se desentiende de las restricciones generales que enfrentan las
nuevas generaciones. Los ritmos de las gramáticas hacen evidentes los procesos
de estructuración social en sociedades en donde la expansión de la “juveniliza-
ción”, tiene poco que ver con las personas jóvenes (juventudes) y expresan la
precariedad de los procesos de transición a la adultez vigentes.
36 La gramática de la juventud: un nuevo concepto en construcción

REFERENCIAS

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René Bendit, Ana Miranda 43

Recepción de artículo: julio 2016


Aceptación de artículo: noviembre 2016
Polis
Revista Latinoamericana
39 | 2014
Brasil en la integración de América Latina

Condición juvenil contemporánea: reflexiones


frente a las realidades del actual contexto
sociohistórico y laboral
Youth’s contemporary condition: an analysis in regards the realities of the
present social, historic and labor context
Condição juvenil contemporânea: reflexões frente às realidades do atual contexto
sócio histórico e do trabalho

María Eugenia Pico Merchán y José Hoover Vanegas García

Editor
Centro de Investigación Sociedad y
Politicas Públicas (CISPO)
Edición electrónica
URL: http://polis.revues.org/10553
ISSN: 0718-6568

Referencia electrónica
María Eugenia Pico Merchán y José Hoover Vanegas García, « Condición juvenil contemporánea:
reflexiones frente a las realidades del actual contexto sociohistórico y laboral », Polis [En línea],
39 | 2014, Publicado el 23 enero 2015, consultado el 30 septiembre 2016. URL : http://
polis.revues.org/10553

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© Polis
Condición juvenil contemporánea: reflexiones frente a las realidades del actu... 1

Condición juvenil contemporánea:


reflexiones frente a las realidades del
actual contexto sociohistórico y laboral
Youth’s contemporary condition: an analysis in regards the realities of the
present social, historic and labor context
Condição juvenil contemporânea: reflexões frente às realidades do atual contexto
sócio histórico e do trabalho

María Eugenia Pico Merchán y José Hoover Vanegas García

NOTA DEL EDITOR


Recibido: 05.05.2013 Aceptado: 13.08.2014

La condición juvenil y sus múltiples aristas


1 Aunque todavía no existe un acuerdo entre los autores acerca de cuándo se dio la
construcción y legitimación del concepto juventud, sí existen ya apuestas teóricas muy
sólidas que dejan entrever momentos, acontecimientos y vertientes que empezaron a
visualizar y justificar una etapa en la vida de los seres humanos que caracterizaba la
manera de vivir y visionar el mundo de aquellas personas que no se podían ubicar ni
como niños, ni como adultos (Pérez Islas 2008:9) 1.
2 En las siguientes líneas se presentan los desplazamientos teóricos de la juventud en la
medida que se da una apropiación del conocimiento sobre los jóvenes en diferentes
momentos históricos y la distinción entre los poderes en disputa por parte de las
disciplinas frente a dicho conocimiento sobre los y las jóvenes. Desde esta perspectiva, se
establece en este articulo la postura o punto de vista relacional e histórico, que ha

Polis, 39 | 2014
Condición juvenil contemporánea: reflexiones frente a las realidades del actu... 2

permitido según Castellanos (2011), la configuración de la juventud permeada por la


producción de sujetos que han sido clasificados de diferentes maneras (biológica,
demográfica, psicológica y desde las políticas) no ya referido concretamente a la
producción de los jóvenes, sino a la producción de sujetos en condición juvenil.
3 Así se ha concebido la juventud bajo las posturas de: 1) La juventud desde su concepción
psicobiologica. Se trata de la visión que apunta a los cambios psicológicos, psíquicos y
biológicos que se suceden en el desarrollo de la persona, de forma cíclica, progresiva, en
lo que se define como adolescencia” -acepción que significa que “adolece” de las formas
estructuradas y procesos propios que ya han alcanzado los adultos- perspectiva
influenciada por la psicología del desarrollo, el psicoanálisis y los estudios sociológicos de
enfoque funcionalista, a la vez que involucra las características “normales” y “anormales”
en el comportamiento de una persona joven o adolescente, vista la juventud como una
etapa de “riesgo“ o “peligro”(Bonder 1999, citado por Alpizar y Bernal 2003:105-123). 2)
La juventud vista como dato sociodemográfico. Esta mirada se desarrolló en la segunda
mitad del siglo XX, en la que se ubicó a la juventud como grupo de edad para efectos de
estudio y análisis desde lo poblacional, visto como grupo homogéneo, sujeto de las
estadísticas, de manera marcada integrado por todas las personas que coinciden en un
grupo de edad definido por cortes resultantes de intereses de carácter de medición para
control poblacional, de la inserción productiva o aun por formas de caracterización de los
comportamientos de los jóvenes de manera general, con lo que se invisiblizan la
diversidad y heterogeneidad en cuanto a condiciones y realidad de éstos. 3) La juventud
desde la perspectiva de la moratoria social. Se relaciona con “un periodo de permisividad
que media entre la madurez biológica y la madurez social” (Margullis y Urresti 1998: 2), es
decir, tiene que ver con el tiempo intermedio en el que los jóvenes, principalmente los de
las clases privilegiadas y las medias, retrasan los compromiso de matrimonio, tener hijos
y que pueden dedicar mayor tiempo para el estudio y la capacitación; por esto también se
conoce como concepción pedagógica de la juventud, porque ésta se define como fase para
la formación y de moratoria social o de estadio de la vida de espera o postergación de
responsabilidades económicas sociales y familiares. Los de los sectores populares no
tendrían condiciones para acceder a la moratoria social, porque éstos deben ingresar
tempranamente al trabajo, generalmente de baja remuneración y estatus, quienes
también asumen tempranamente obligaciones familiares (formar familia con hijos),
incluso durante la adolescencia, como es el caso de las mujeres de estos sectores. Esta
perspectiva al enfatizar en que sólo podrían ser considerados jóvenes los sujetos de los
sectores privilegiados, “los otros carecerían de juventud” (Margullis y Urresti 1998: 4),
introduce un factor de exclusión y diferenciación social. 4) La juventud como agente de
cambio y problema del desarrollo, “objeto” de políticas sociales. Se consideran dos
vertientes: una que va desde la influencia del materialismo histórico, que basada en la
visión idealista de la juventud, la concibe como “agentes” y motores de la revolución
reconocido su aporte en procesos de cambio social significativos (el Mayo francés, la
revolución cubana, los movimientos pacifistas). Según Alpizar y Bernal (2003:105-123) se
tiende hacia una postura de naturaleza positiva, que asigna a la juventud como
depositaria de las esperanza frente a los vientos de cambio de la realidad social. La otra
vertiente se relaciona con problemas del desarrollo, debido a la presencia de condiciones
sociales tales como el desempleo, el consumo de sustancias ilícitas, el embarazo en
adolescentes, es decir, se identifica la población joven en riesgo o como grupo
“vulnerable”, cuya integración es necesaria para el desarrollo socioeconómico, a lo cual se
proponen políticas sociales dirigidas a esta población. 5) La juventud como construcción

Polis, 39 | 2014
Condición juvenil contemporánea: reflexiones frente a las realidades del actu... 3

sociocultural desde los estudios de las ciencias sociales. Esta visón es más reciente e
incluye diversas perspectivas como la postura antropológica del culturalismo
estadounidense de Margaret Mead, (1972/1928), quien analizó y comparó las vivencias
marcadas por una transición suave y la educación impartida por la familia en las
adolescentes nativas de la isla Tau, en Samoa, océano Pacífico, con la educación familiar y
escolar, los conflictos, indecisiones e inestabilidades en esa misma etapa de la vida de las
norteamericanas, en lo que encontró que eran muy disímiles, lo cual atribuyó a las
diferencias entre culturas y los diferentes momentos de civilización que vivía cada
sociedad. También Margaret Mead (1980/1972) publicó una serie de ensayos conceptuales
en los que elaboró una tipología de sociedades de acuerdo con las interrelaciones entre
las nuevas y las viejas generaciones, llamó sociedad posfigurativa a la colectividad que
tiene una transformación lenta y en la que los jóvenes aprenden de los adultos, sociedad
cofigurativa a la que tiene cambio moderado y en la que los jóvenes y los adultos
aprenden de sus pares, y sociedad prefigurativa a la de cambio acelerado y en la que los
adultos aprenden de los jóvenes (Pérez Islas 2008:13-14). Ruth Benedict (1938) abordó las
diferencias entre la naturaleza y el comportamiento humano encontrando que existen
una serie de mediaciones que parten de la cultura y que influyen en la conformación de
contrastes y diferencias entre los individuos de acuerdo con los roles que desempeñan, tal
es el caso de la condición del individuo como niño y como padre (joven/adulto), en la que
se presentan las oposiciones responsabilidad-no responsabilidad, dominio-sumisión y
sexualidad-asexualidad.
4 De la Escuela de Chicago fue Frederic Thrasher quien primero investigó sobre jóvenes. Su
obra: The gang. A study of 1313 gangs in Chicago (1927), está dedicada a analizar las formas de
integración de las pandillas juveniles, su estructura organizativa, las ocupaciones de sus
miembros, las normas que las rigen, sus prácticas, fines y propósitos desde una
perspectiva microsociológica, llegando a la conclusión que las bandas les proporcionan a
los jóvenes lo que la exclusión social les niega, como la protección, el acompañamiento y
la solidaridad. Por su parte, William Foote Whyte (1971/1943) estudió las condiciones de
los jóvenes del vecindario de Corneville entre 1937-1940 distinguiendo a los habitantes de
las esquinas por su desempleo y abandono escolar y los muchachos de colegio como los
que tienen la posibilidad de educarse en niveles superiores y tener una vida de
reconocimiento social y profesional. Whyte también describe y analiza las relaciones del
líder con los integrantes del grupo y viceversa (Ibíd: 15).
5 A partir de los desarrollos de la sociología siguiendo la pista de Pérez Islas (2008), surge la
propuesta de las generaciones, de José Ortega y Gasset quien expresa que una generación
es un colectivo de hombres que coinciden en el mismo espacio y en el mismo tiempo,
tienen la misma edad y poseen alguna relación vital; los periodos que caracterizan a cada
generación pueden ser de dos tipos: épocas cumulativas, las que se caracterizan por la
dirección de los ancianos y en las que los jóvenes se doblegan a ellos; y, las épocas
eliminatorias y polémicas, en ellas son los jóvenes quienes llevan la dirección y
orientación con su beligerancia constructiva. En La rebelión de las masas (1930), Ortega y
Gasset respondiendo a la pregunta de quién manda en el mundo, dice que en el siglo XX
son los jóvenes quienes mantienen la preeminencia, porque es la época en que el hombre
es productivo, lo cual le permite crear su particular forma de vivir, de esta manera lo que
está expresando es que cada generación tiene su propio estilo de vida, de lo cual se
desprende que la edad no es una fecha concreta, sino una época que entrelaza diversas
fechas, en la que se suelen realizar ciertas especificidades de ese ciclo de la vida.

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Condición juvenil contemporánea: reflexiones frente a las realidades del actu... 4

6 Karl Mannheim en su trabajo El problema de las generaciones (1993/1928) cuestiona


desde una teoría del relacionismo el planteamiento generacional de Comte por partir de
un tiempo externalizable, mecanicista, lineal y mensurable, y la posición histórico-
romántica de Dilthey, por considerar que el vínculo que unificaba los miembros de una
generación no era del todo comprensible como comunidad de influjo espiritual y social.
Para proyectar su planteamiento de lo que debe pensarse como una generación,
Mannheim considera el tiempo como algo vivencial, al que se tiene acceso por un
sinnúmero de apreciaciones, de acuerdo con el estrato generacional en el que se hallen
los individuos; es decir, desde una situación social, lugar o estado específico que se ocupe
en la sociedad, “en su sentido más amplio, se puede entender por situación de clase la
afinidad de posición que están destinados a tener determinados individuos dentro de la
contextura económica y de poder de su respectiva sociedad” (Mannheim 1993: 207), como
quien dice, desde la posición social en la que se encuentren las personas en su
colectividad, éstas tendrán unas vivencias y unos pensamientos determinados que les
permite encuadrarse en un proceso histórico concreto; la conexión generacional se da por
la adhesión que se presenta en los individuos al participar en sucesos y vivencias comunes
vinculadas en el mismo momento histórico-social, lo que también coadyuda a establecer
la unidad generacional; y sólo se puede decir que existe conexión generacional si los
contenidos sociales reales y los contenidos espirituales tienen un vínculo efectivo para los
sujetos que se hallan en la misma posición generacional.
7 Del enfoque funcionalista se puede mencionar a algunos autores, entre ellos Talcott
Parsons, James Coleman y Shmel Eisenstadt. En este sentido, Parsons afrontó la temática
de juventud al considerar el rol como interacción social de la persona con el sistema en el
que vive; en dicho sistema cada individuo tiene una serie de roles que cumplir, los cuales
se caracterizan por ser funcionales y contribuir a la integración del todo social; es decir,
el rol es un papel que desempeña la persona como actor de un campo determinado del
sistema social desde un interés particular de acción e interacción.
8 Entre los años setenta y ochenta, los ingleses del Centro de Estudios Culturales
Contemporáneos —CCCS—, por sus siglas en inglés, de la Universidad de Birmingham
aportan a la temática juvenil y en sus trabajos investigativos revelan los conflictos de las
nacientes subculturas juveniles de clase media ocasionados por los cambios estructurales
que se dieron en la Inglaterra de la posguerra; en ellos proyectan su mirada sobre el
fenómeno que encarna la lucha de los jóvenes por el reconocimiento de sus subculturas
por parte de las clases hegemónicas desde una perspectiva sociohistórica, en que las
tensiones se libran desde espacios como los simbolismos, los estilos y las modas, y las
formas de ser, que son el reflejo de las transformaciones y los cambios sociales de un
nuevo sensorium juvenil que empieza a reconocerse como una nueva modernidad. Se
destacan como autores a: (Hall, 1968; Jefferson, 1973; Clarke, 1973; Hebdige, 1974,1979;
Willis, 1978), que analizaron a los subgrupos juveniles como contraculturas y formas de
resistencia simbólica frente a las clases dominantes (Pérez Islas 2008:27-28).

La emergencia de la noción de condición juvenil


9 Ahora, la condición juvenil ha emergido como una categoría central en los estudios
socioculturales de Iberoamérica y empieza a ser reconceptualizada, a partir de los
desarrollos teóricos de diferentes científicos sociales (Feixa, 2011; Reguillo, 2010; Urteaga,
2009; Valenzuela, 2006; Pérez Islas, 2008; Aguilera, 2006; Muñoz, 2010, 2011); quienes han

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Condición juvenil contemporánea: reflexiones frente a las realidades del actu... 5

incursionado desde las experiencias de los y las jóvenes en los contextos situados de
América Latina y de algunos países de habla hispana que han permitido su continua
reflexión e indagación desde aquellas opacidades o cisuras que comúnmente han pasado
desapercibidas. En este sentido es necesario ir perfilando que de acuerdo a Valenzuela “la
juventud es un concepto vacío de contenido fuera de su contexto histórico y
sociocultural” (2005: 19), en el que el autor enfatiza que lo juvenil no se puede analizar
fuera de su contexto social y relacional, no sin antes dejar claro que no siempre desde lo
juvenil se pueden dar respuestas abarcativas sobre el conjunto de elementos que dan
cuenta de los proyectos de vida de los jóvenes, se precisa entonces de pensar la juventud
“como construcción sociocultural históricamente definida” (Ibíd: 20).
10 Desde otra postura Reguillo argumenta sobre la inestabilidad y la incertidumbre en la que
viven y habitan los jóvenes y es clara con respecto a la centralidad sociopolítica y
capacidad analítica de la categoría condición juvenil a la que define “como el conjunto
multidimensional de formas particulares, diferenciadas y culturalmente “acordadas” que
otorgan, definen, marcan, establecen límites y parámetros a la experiencia subjetiva y
social de los/las jóvenes […] (Reguillo 2010:401). Continuando con la misma teórica,
plantea dos entradas analíticas para el estudio de los jóvenes, en la medida de poder
incursionar por un lado, con la dependencia de las estructuras sociales y por el otro, con
base en la idea de que la condición juvenil no tiene sentido por sí sola, sino que se
pretende integrar lo subjetivo como constitutivo del papel de los jóvenes como actores
sociales, por esto en palabras de Reguillo […] “la condición juvenil es un concepto que
posibilita analizar, de un lado, el orden y los discursos prescriptivos a través de los cuales
la sociedad define lo que es “ser joven” y, de otro, los dispositivos de apropiación o
resistencia con que los jóvenes encaran estos discursos u órdenes sociales” (Ibíd: 402).
11 Por condición se entiende desde la visión de posiciones, categorías, clases, situaciones,
prácticas, prescripciones, proscripciones que se asumen como esenciales y naturales al
orden vigente, las cuales también tienden a ser vistas como propias de estas edades, de
aquí se desprende que la condición juvenil sea entendida como parte de los mecanismos
tanto de carácter estructural como cultural que determinan los procesos de inserción de
los jóvenes concretos, en una dinámica social, económica y cultural configurada.
12 Según Rossi, 2006, la condición juvenil desde la participación política, es interpretada en
cierta medida como transitoria por algunos jóvenes, dicha participación confluye en el
horizonte de estos jóvenes como medio, más no como parte constitutiva de su actoría, ni
estructura la participación política de los mismos, además que ésta no representa un
deber, ni fidelidad a las diferentes organizaciones en las que ellos participan, ya que la
fidelidad se da en el sentido de los principios que las sustentan.
13 Margullis señala la significación social de la condición juvenil, en tanto es una noción no
natural, ni esencial, que no depende de la asociación biológica que se inscribe en la
reflexión de lo que sucede naturalmente. Desde esta mirada la noción de juventud no
estaría circunscrita a la demarcación dada por la edad o el tiempo vivido por una persona,
en razón a que la edad como criterio de orden biológico es desbordada y afectada por la
complejidad de significaciones sociales y una de estas significaciones es la juventud que
alude a una condición social (Margullis 2001: 41).
14 En este sentido, la condición juvenil no puede ser definida por un rango etario, en razón a
su insuficiencia explicativa y abarcativa, puesto que no considera el contexto histórico y
sociocultural de relaciones sociales, además de las particularidades específicas. Es por lo

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Condición juvenil contemporánea: reflexiones frente a las realidades del actu... 6

anterior, que hay que tener en cuenta como puntos clave para pensar la condición juvenil
contemporánea, a los componentes de lo relacional y la identificación, además de su
carácter de construcción sociocultural históricamente definida.
15 Con respecto a lo relacional se plantea que la concepción de condición juvenil es
necesario incluirla dentro del sistema de relaciones sociales, de interacciones, de fuerza,
de sentido que es posible definir según las características específicas y de situación
espacio- temporal de los jóvenes donde de paso adquiere sentido (Castellanos, 2011), por
tanto, lo relacional como elemento constitutivo de la condición juvenil se inscribe dentro
de un entramado de relaciones y de naturaleza contextual a la vez que le imprime su
carácter de sentido.
16 Para hablar de la identificación es pertinente referirnos a la perspectiva constructivista y
procesual de Hall o teoría cultural inglesa (2003:16), la aborda como “proceso que actúa a
través de la diferencia, entraña un trabajo discursivo, la marcación y ratificación de
límites simbólicos, […] Necesita lo que queda afuera, su exterior constitutivo, para
consolidar el proceso”. Con esto se argumenta que se construye a través de la diferencia y
que la identidad siempre es una relación con el otro; identidad y alteridad están en una
relación dialéctica, en tanto obedece a la lógica del más de uno (el sujeto y ese “otro” con
el que se identifica) con lo que implica la continua marcación y ratificación de limites
simbólicos, la producción de efectos de frontera, es decir, necesita de lo que queda afuera
(Derrida, 1891, Laclau, 1990; Butler,1993 citados por Hall 2003:18).
17 Así para Hall lo relacional es un elemento fundante en la constitución de la identidad
teniendo en cuenta que las representaciones motivan la adhesión identitaria de los
sujetos y lo hacen mediante la identificación, ésta siempre está en proceso, es siempre
inestable, una fantasía de incorporación, por lo tanto, la identificación es un proceso de
articulación, una sutura; así Hall (2003:20) plantea que la identidad es el punto de sutura
entre, por un lado, los discursos que nos interpelan y tratan de “ponernos en nuestro
lugar”, y por otro lado, los procesos y prácticas con que se construyen sujetos susceptibles
de decirse.
18 Por tanto, para pensar la condición juvenil es pertinente analizar la identificación a la luz
de una perspectiva alejada de la postura esencialista y como algo dado y fijo, mediante el
reconocimiento de la expresión cambiante, dinámica, transitoria, fragmentada, flexible y
contradictoria de las identidades particularmente las juveniles en un determinado
contexto sociohistórico; entendida la condición juvenil como noción que instituye un
referente desde el cual se puede entender la multiplicidad de formas de ser joven en los
diferentes contextos, además de su carácter relacional como parte de las expresiones y
representaciones que crean y recrean los actores juveniles y grupos sociales, que sólo se
explican y definen en relación con los demás: en lo que compartimos, en las similitudes y
en las diferencias, en la que las características de lo juvenil adquieren significación. “No
existe un único modo de ser joven, no podemos hablar de juventud en singular. De
acuerdo con el lugar que se ocupe en el espacio social, de acuerdo con el género, con los
capitales materiales y simbólicos por los cuales se esté atravesado, se es joven de distinta
manera” (Muñoz 2011:61).

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Globalización y su implicación en las condiciones


laborales de los jóvenes
19 A la par con el desmantelamiento de la matriz sociopolítica que daba soporte a la sociedad
en conexión con el Estado representado en el movimiento obrero, aunque este fenómeno
se presentó de manera diferenciada, se puede decir que en América Latina y en algunos
países africanos se dio este proceso junto con los regímenes militares y las reformas al
Estado de Bienestar y la consiguiente radicalización de las políticas neoliberales,
concomitantemente se produjo en Europa un retroceso de las capacidades del Estado para
articular a los sectores que se caracterizan por fuertes lazos de solidaridad (Rosanvallon
1995: 10 citado por Rossi 2006: 9); fenómeno de transformación llevado de la mano por la
globalización. Idea que ha sido debatida por autores como Sen (2002), quien argumenta
que el proceso de globalización no es una propuesta iniciada en la década de los 80, sino
que ha sido un acontecimiento sistemático y continuo tan antiguo de enormes
implicaciones en la vida social, cultural, política, económica y artística de la humanidad,
no solamente de carácter económico como continuador del pensamiento ilustrado y
burgués de inicios del siglo XX (Sen 2002).
20 Para autores como Bauman (2007:18) desde el ámbito de lo ético- político, la globalización
es un fenómeno más profundo de lo que aparece a la vista, al dejar ver sus raíces y
consecuencias sociales, es decir, muestra las estructuras del poder y de la sociedad que la
misma ha generado, así como las consecuencias humanas de este nuevo ordenamiento. La
demanda de la aplicación de la ley y el orden entendida casi exclusivamente como la
demanda de protección personal, resulta en un enmascaramiento de la falta de certeza,
desprotección, inseguridad, miedo y ansiedad que provoca esta sociedad globalizada,
sentimientos que fragmentan y menoscaban la misma subjetividad.
21 En concordancia con Bauman (2006:136), actualmente se plantea una tendencia general
consistente en limitar las funciones políticas del Estado relacionada con el tratamiento
excesivo de los problemas de la ley y el orden, con el fin de “crear condiciones que
despierten la confianza de los inversores, en consecuencia se requiere un control más
estricto del gasto público, una reducción de la carga impositiva, una reforma del sistema
de protección social y “desmantelar las rigideces del mercado laboral”(Ibíd.). La
dimensión global de las posibilidades de elección del inversionista, frente a los límites
estrictamente locales de la posibilidad de elección del proveedor del trabajo y del que lo
demanda, crea una asimetría que subyace, a su vez, a la dominación del inversionista en
el terreno de lo global y la misma movilidad.
22 Desde otras perspectivas teóricas de la sociología en cabeza de (Beck, 1998), ante las
acometidas de la nueva situación derivada de las inseguridades, plantea que se debe abrir
el debate sobre la configuración política de lo que ocurre con los procesos de
incertidumbre:
“[…] esto presupone una decisiva critica de la ideología neoliberal de la
globalización, de su unidimensionalidad económica, de su pensamiento único lineal,
de su autoritarismo político en relación al mercado mundial, que se impone
apolíticamente y que actúa de manera altamente política. […] El choque de la
globalización, característico de la transición a la segunda modernidad, provoca
paradojas y exigencias en términos políticos, porque todos los agentes y
organizaciones, y esto en todos los ámbitos de la sociedad, han de confrontarse con

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Condición juvenil contemporánea: reflexiones frente a las realidades del actu... 8

la dinámica de la globalización que transforma los fundamentos” (Beck 1998:


241-242).
23 Es por esto que para este autor es primordial la postura de las respuestas políticas que
pueden perfilarse ante la globalización y las relaciona con cooperación internacional,
participación en el capital, reorientación de la política educativa, alianza para el trabajo
ciudadano, empresarios públicos y trabajadores autónomos, pacto social frente a la
exclusión, (Ibid:242), propuestas que si bien son loables, evocan de una u otra manera la
permanencia y persistencia del sistema capitalista neoliberal hegemónico, que con todas
sus contradicciones continua vigente.
24 A partir de las visiones con énfasis en lo económico, los cambios derivados de los procesos
de globalización como lo expresa Stiglitz (2006:287), supuestamente han reportado
enormes beneficios a todos, sin embargo, ha sido confrontada en el mundo desarrollado y
por los países en vías de desarrollo; por un lado, Estados Unidos y Europa ven en ella una
amenaza de externalización empresarial en la que las industrias contratan y realizan
actividades en países donde la fuerza de trabajo es de menor costo, por el otro lado, los
países en vías de desarrollo han visto con temor las imposiciones economicistas de los
países ricos frente a la deuda que han contraído con éstos, Igualmente ambos mundos
observan que los intereses privados priman a costa de otros valores, con el consiguiente
aumento de las desigualdades entre países, especialmente en materia de empleo, así
Stiglitz afirma:
“…para gran parte del mundo, la globalización, al menos tal y como se ha
gestionado, es como un pacto con el diablo. Unos pocos se hacen más ricos… la
mayor integración en la economía global ha traído mayor inestabilidad e
inseguridad, y más desigualdades. Y ha puesto en peligro los valores
fundamentales” (Stiglitz 2006: 366).
25 Desde las implicaciones en la cultura señala García Canclini (1989:179), es posible plantear
la doble agenda de la globalización para explicar las condiciones objetivas que permiten la
distribución de los bienes y mensajes entre unos países más que en otros: por una parte,
está el discurso que narra la expansión del capitalismo postindustrial y de las
comunicaciones masivas como un proceso unificador/o articulación de empresas
productivas, sistemas financieros, regímenes de información y entretenimiento que se
convierten en oligopolios (Wall Street, MTV, CNN), con sus redes de consumidores
transnacionales. Pero esta unificación de mercados materiales y simbólicos produce
desigualdades y nuevas fronteras, además de las inequitativa distribución de dichos
productos. Por otra parte, la agenda de la globalización se relaciona con las estrategias
globales de las multinacionales y de algunos Estados que configuran máquinas
segregantes y dispersadoras (Ibíd: 180). Así se plantean políticas de flexibilización laboral
que llevan a desestimular la sindicalización de trabajadores, migraciones, mercados
informales, externalización o realización de actividades de una empresa con trabajadores
contratados en el extranjero, en este sentido se dice que la eliminación de trabas a las
inversiones extranjeras ha sido el principal recurso para eliminar normas de los
sindicatos, del sector asistencial y ecológico con el cual los Estados modernos contenían la
ambición de los capitales, por lo anterior, para este autor: “globalización no significa
únicamente libre circulación de bienes y mensajes; también debe incluirse en su
definición el poder de “exportar fuentes de trabajo” a donde sean más bajos los costos
laborales y las cargas fiscales” (García Canclini 1989:180).
26 Para la juventud es importante revelar según (Ortiz 1998: 63), la perspectiva del
macroproyecto de consumo como una nueva forma de unidad, dependencia imaginaria y

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Condición juvenil contemporánea: reflexiones frente a las realidades del actu... 9

de enfoque económico. Este nuevo macroproyecto transnacional desde lo conceptual,


como lo señala Ortiz:
“posibilita la idea de unidad en la desterritorialización como memoria colectiva
masiva que genera una ética y modo de conducta compartida, tal es el caso de la
promoción de estrellas e ídolos en los medios masivos de comunicación, que para
los jóvenes es asimilable a compartir los mismos gustos, las mismas inclinaciones,
que circulan en un espacio de expectativas comunes. Así se unifican gustos, pero
también se les frustra, gracias a la variedad y cantidad no accesible a todos” (Ibíd:
37).
27 Siguiendo a Ortiz, plantea que a la vez que se unifican los deseos del consumo, se les
separa socialmente, confirmando la no superación de las desigualdades económicas entre
los distintos actores sociales. Esta ética del mercado y del consumo posee en su interior
dos agendas contradictorias de lo global antes mencionadas, es decir, unifica y desintegra;
homogeniza y segrega (Ibíd: 37).

Cambios en el contexto de lo laboral desde lo sociohistórico y


cultural

28 Con el anterior antecedente de los procesos de globalización y contexto sociohistórico nos


detendremos en el contexto del trabajo, toda vez que asistimos desde la década de los
noventa a una transformación importante en las relaciones entre capital y el trabajo.
Siguiendo a Weber, Durkheim y Marx, (1997), se plantea que es a través del trabajo que los
sujetos adquieren una identidad socialmente reconocida o un anclaje que los vincula a lo
social; para otros teóricos en la llamada sociedad en tiempos de la gran vinculación de
acuerdo con Bauman (2001) y la sociedad salarial según Castel (2004), se presentó la
coincidencia de tres formas dominantes de concreción de las relaciones de trabajo
alrededor de la sociedad industrial con dominio del capitalismo, aunque sin un
encadenamiento lineal: la condición proletaria que se asociaba con el proletario, cuyas
condiciones salariales sólo le permitían la subsistencia y para su proceso de reproducción
social, las relaciones con la empresa se caracterizaban por su marginalidad, precarización
salarial y débil vínculo con la organización empresarial; la condición obrera con fuertes
vínculos a la empresa, aseguraba derechos y prestaciones sociales fuera del trabajo como
seguros contra (accidentes de trabajo, enfermedad profesional, jubilación) que permitían
una participación en la vida social y proceso de reproducción social, tales como el
consumo, vivienda, educación y ocio, “es la imagen de la integración en la subordinación”
(Castel 1997:374); y la denominada condición salarial ampliada a las clases medias y de
mayor estatus que de acuerdo con Castel posibilitó:
“la profesionalización de puestos de trabajo, el desarrollo de segmentos
profesionales alrededor del sector terciario; el salariado daba fundamento a una
identidad social y estaba ligado al progreso económico y a la movilidad social
ascendente” (Ibíd: 374).
29 Ahora la fase actual del capitalismo se expresa como una contradicción, según
Bialakowsky (2009:52) referida al cambio de carácter del trabajo y a la consiguiente
expansión de un proceso de exclusión social y laboral, en sentido opuesto, a la fase de
consolidación del capitalismo que trajo consigo la expansión del trabajo y del consumo a
la vez como principales estrategias de inclusión social, por tanto en la etapa actual se da
una mutación de la relación capital-trabajo que ha alterado las condiciones y calidades
del empleo, con abandono del pleno empleo. Para Bialakowsky et al (2003), las

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Condición juvenil contemporánea: reflexiones frente a las realidades del actu... 10

transformaciones se enmarcaron en lo que estos autores denominaron “un proceso de


trabajo social” y en una estrategia de gubernamentalidad2 (Foucault, 1978), que se
plasmaron en el nivel de cambio en las racionalidades políticas y de tecnologías de
gobierno (Rose y Miller, 1992 citado por Bialakowsky et al 2009: 53).
30 Así en concordancia con los planteamientos de Castel, estos autores argumentan que los
cambios se evidenciaron en una racionalidad política marcada por el keynesianismo
(corriente de pensamiento económica fundamentada en la acción o intervención del
gobierno para impulsar la actividad económica), que llevaron al empleo asalariado
estable, remunerado, con capacidad de ahorro; los sistemas de protección social
entendidos como extensión de la misma relación con el salario y por último, la unidad
familiar como institución que fungía como mediadora en la provisión de bienes y
servicios obtenidos vía salario y las prestaciones sociales; se alteraron en razón del
tránsito hacia una racionalidad política de carácter neoliberal que introdujo cambios
radicales en el trabajo en su base técnica y en las formas de contratación, a la vez nuevas
formas de gestión de los riesgos basados en la estrategia de responsabilización individual
(Bialakowsky et al, 2009:53), o lo que Castel plantea como la gran transformación
producida por el advenimiento del capitalismo postindustrial y es la dinámica llamada
descolectivización o reindividualización (Castel 2010: 24), dinámica representada en la
organización del trabajo relacionada con la individualización progresiva de las tareas, que
exige la movilidad, la adaptabilidad, la asunción de responsabilidades por parte de los
operadores pues a decir de Castel ya el término “trabajador” ha dejado de tener
actualidad. El concepto de colectivos de trabajo se desbordó hacia su disolución, en tanto
con la predominancia del trabajo en red es notoria la conexión-desconexión -reconexión
de las personas en vista de la incursión de nuevas formas extremas de trabajo inmaterial
que se presentan bajo la modalidad de los proyectos y formas de vinculación laboral
flexibles.
31 Ahora es preciso señalar que posterior a este proceso del salariado, en la década de los 90
se planteó un debate académico alrededor de la tesis de la crisis del trabajo o del fin de la
centralidad del trabajo surgido en Europa y Estados Unidos con autores representativos
como Rifkin, Gorz y Claus Offe. Consecuentes con lo anterior, Rifkin planteó el “fin del
trabajo”(1996), elemento teórico de amplia critica en los sectores académicos de los
estudios del trabajo sobre todo los latinoamericanos, en cuanto a que se trataba con esta
postura de restarle centralidad al trabajo como eje de la vida social, económica y política,
si bien como dice De la Garza esto se ha dado, sin embargo, es diciente la cantidad de
fuerza de trabajo inserta en los procesos productivos en especial en grandes empresas y
además obviamente con otros sistemas de contratación, flexibilidad, desempleo,
ampliamente descritos por (Bauman, 2007; Castel, 2010). De acuerdo con Gorz, el fin del
trabajo no es tan concluyente en la medida que lo que se estaría presentando es el fin del
empleo asalariado, con la existencia de otras formas laborales por fuera de una relación
salarial estable (Gorz, 1998). Claus Offe otro teórico del trabajo, enunció después de los
años 80 y 90 el fin de la centralidad del trabajo visto como fundamental en la organización
de las relaciones e identidades sociales. Offe asocia la crisis del trabajo con la evidente
fragmentación de los mundos de vida de los trabajadores (trabajo, familia, tiempo libre,
consumo, entre otros), a la par con las transformaciones en la estructura productiva, el
auge del sector terciario y el cambio en la composición de las ocupaciones, marcado por la
disminución de los obreros y el auge de los empleados de cuello blanco (Offe, 1996).

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32 En el debate sobre el fin del trabajo, Castel (1997, 2010), argumenta que el trabajo no
desaparece sino que se transforma, desarrollándose nuevas modalidades de trabajo,
proceso en el que el trabajo estable se fragiliza en razón al desempleo, ser desempleado
no significaría vagancia o falta de voluntad para trabajar, o tener las condiciones para
trabajar, ya no garantiza una inserción en el mundo del trabajo, sino que lo anterior se
avizora como problemática estructural de las sociedades posmodernas.
33 Las anteriores propuestas se complementan con la visión posmoderna caracterizada por
la fragmentación social, en tanto la crisis de la sociedad actual es en todas las esferas de la
acción entre las que se encuentra la del trabajo. Para los seguidores de esta perspectiva,
es evidente que ya no serían posibles los proyectos globales y universalistas basados
únicamente en la razón científica, puesto que incursionan otras miradas desde lo local y
particular, además de la pérdida de relevancia de los metadiscursos y de los sujetos
sociales, en especial de la capacidad de articulación social y política de la clase obrera,
otrora en la industrialización vista como actor de referente social e identificación de la
sociedad y sus instituciones (Carpio y otros: 2000). Paralelo a esto, se daría paso a la
fragmentación de las nuevas subjetividades sociales, identidades, culturas y
concretamente con las posibilidades de creación de proyectos que llevarían a
transformaciones de la sociedad, con la consiguiente “atomización del mundo del trabajo,
de los trabajadores, y de todos aquellos espacios donde irrumpía lo colectivo como
potencial germen de cambios profundos en la sociedad” (Aravena 1999: 13). En últimas,
estas posturas del fin del trabajo coinciden en plantear el fin del trabajo como articulador
de identidades y de sensibilidades sociales y culturales.
34 De acuerdo con De la Garza (2001), en cuanto a la posibilidad de construir subjetividades e
identidades colectivas en torno al trabajo - posición que han disentido las perspectivas
posmodernas y de fin del trabajo- dicho teórico nos presenta otra mirada que apuesta a
reconocer nuevas formas de identidad en el trabajo; así señala que antes de proceder a
negarlas, es necesario examinarlas a la luz de las transformaciones que se han presentado
en el mundo del trabajo. Por esto ha propuesto una nueva articulación entre
subjetividades, acción y las estructuras, en la que los sujetos no actúan sólo en función de
su ubicación en las estructuras, sino que los sujetos llevan a cabo un proceso de reflexión,
de dar sentido y decisión sobre sus cursos de acción y de vida. La subjetividad según de la
Garza:
“no es una estructura que da sentido de uno a uno, sino un proceso que pone en
juego estructuras subjetivas parciales (cognoscitivas, valorativas, de la
personalidad, estéticas, sentimentales, discursivas y de formas de razonamiento); es
subjetividad con estructuras parciales en diferentes niveles de abstracción y
profundidad que se reconfigura para la situación y decisión concretas” (De la Garza
2000: 28-29).
35 En este sentido la subjetividad según de la Garza, es un proceso de dar sentido a
situaciones específicas, que admite incoherencias, además de discontinuidades y
contradicciones. La identidad la concibe de la Garza como una forma particular de
subjetividad que se da en una diversidad de expresiones y manifestaciones:
“En tanto sentido de pertenencia colectiva, con sus signos compartidos, su memoria
colectiva, sus mitos fundacionales, su lenguaje, su estilo de vida, sus modelos de
comportamiento y, en niveles superiores, sus proyectos y enemigos comunes; esta
identidad como la subjetividad, puede reconocer niveles desde los más ambiguos
hasta los más específicos y, en esta medida, aceptar la pregunta. ¿Identidad para
cuales espacios de acción?” (De la Garza 2000:29).

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Condición juvenil contemporánea: reflexiones frente a las realidades del actu... 12

La vinculación entre los jóvenes y el actual contexto laboral

36 Para el caso de los jóvenes las posturas de De la Garza son esclarecedoras, en tanto, en
este contexto socio histórico y económico se plantea que esta población es afectada por
las mismas fuerzas del mercado, ya que frente al trabajo le restringen e inmovilizan las
posibilidades de elección para acceder a puestos laborales, en contraposición a la libertad
y flexibilidad del gran capital inversor para imponer las leyes y normas globales. Este
fenómeno se observa en la mayoría de países Latinoamericanos e incluso los europeos
como España, en donde el desempleo juvenil ronda por el 22% uno de los más altos de
dicho continente. Quizá esta sería una explicación para el proceso de movilización de los
“indignados” en el 2012 que en su mayoría eran jóvenes desempleados que propugnaban
por cambios en la sociedad española y en el sistema financiero global. Resulta paradójico
que la juventud a pesar de manejar y consumir los nuevos medios de procesamiento de
información y de una mayor participación de redes a distancia, e incluso más años de
educación, no ve que se traduzca en mayor presencia en las instancias de decisión
política, a la par de un mejoramiento de condiciones materiales, planteando desafíos a la
inclusión (Hopenhayn, 2008, p. 18). En el mismo sentido, se argumenta que las
reclamaciones de los jóvenes apuntan en asuntos relacionados con la inconformidad en
cuanto a las condiciones precarias, los altos costos de vivienda, imposibilidad de acceder a
una pensión y el mejoramiento de condiciones de la educación, son aspectos que sugieren
que la situación de la condición juvenil en los países periféricos como Colombia es a todas
luces también precaria.
37 Así la expresión de la globalización en Colombia que afecta lo local, encuentra su nicho en
el sistema económico y las relaciones productivas que privilegian el modelo exógeno de
afuera hacia adentro, basado en la competitividad global de los mercados, con un débil
apoyo a la investigación, la innovación y el desarrollo de los sistemas productivos locales,
afectando el capital social y el conocimiento producido. De ahí que sería deseable para el
contexto local, el planteamiento de un sistema territorial de innovación de carácter
endógeno, de adentro hacia afuera, que surja como parte de los procesos de desarrollo
gestados en los territorios regionales, solidario y colaborativo, basado en el conocimiento,
como principal factor de desarrollo de los sistemas productivos locales, se plantea como
una necesidad (Acevedo, 2010).
38 Los estudios en las sociedades latinoamericanas (De la Garza, 2001, Neffa, 2001), han
coincidido en asegurar que el trabajo no ha desaparecido según lo argumentado por
Rifkin, pero si se ha transformado, es así que es necesario estudiarlo desde las condiciones
en que se realiza y sus expresiones en la actualidad. Para Cortés (2000), el trabajo
continúa siendo fundamental y relevante en la sociedad, como se aprecia en las diferentes
transformaciones y dinámicas socio laborales surgidas en el trabajo asalariado y el
creciente aumento del trabajo informal, con lo cual se evidencia que la experiencia
laboral continua siendo esencial en la vida de las personas. Con lo anterior, es posible
plantear que la tesis sobre la crisis del trabajo en la mayoría de países de América Latina,
está estrechamente ligada a una crisis de precarización de las actividades, de exclusión
social vinculada a la creciente pobreza, por tanto, no se puede enfatizar que en nuestro
contexto latinoamericano el trabajo no es relevante, sino que los cambios han llevado a
procesos de pérdida de las condiciones de seguridad y de realización que antes si se

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Condición juvenil contemporánea: reflexiones frente a las realidades del actu... 13

garantizaban como el trabajo protegido, con seguridad social integral, estabilidad laboral,
por tiempo indefinido, entre otros.
39 Para teóricos como De la Garza, (2001) la crisis del trabajo en Latinoamérica adquiere
otras connotaciones diferentes a los llamados países centrales, en razón a que es sobre
todo la crisis del empleo en las unidades de tamaño mediano y pequeñas, además por la
presencia de microunidades de trabajo que son tan pequeñas y a la vez separadas unas de
otras, esto tanto en los sectores de servicios, manufacturero y de autoempleo; de lo
anterior se desprende que la fragmentación de las identidades de los trabajadores “no es
por la diversidad de mundos de vida (trabajo, familia, ocio, etc.) para la mayoría de la
población en América Latina, sino por laborar en unidades tan pequeñas y desarticuladas.
Sin embargo este sentido de la fragmentación tiene una parte importante de
homogeneidad: la precarización” (De la Garza 2001:28). Continúa argumentando este
autor que otra característica de los trabajadores de estas unidades de trabajo es que son
de baja calificación y de condiciones precarias semejantes y, concluye que “tampoco se
trata de un aumento espectacular del desempleo, sino un incremento sustancial de las
actividades precarias” (Ibíd).
40 Por esto el capitalismo de marcado corte neoliberal, ha permeado todo el tejido social, en
la que los jóvenes se encuentran inmersos; es indudable que los jóvenes actualmente
desde el punto de vista de las nuevas realidades, se dedican a experimentar caminos
diversos para sobrevivir e innovar, García Canclini explica el evidente cuestionamiento y
malestar de los jóvenes manifestado en discursos de carácter cultural representado en
canciones, videos, blogs, twitters y en prácticas que conllevan autoorganización o como
muchos que deciden emigrar, ello ha promovido la emergencia y la importancia de la
creatividad en muchos ámbitos vitales. Lo anterior se presenta, porque de la mano del
avance de las tecnologías de la comunicación y la informática, la expansión de la
conectividad ha posibilitado a las personas el desarrollo de la creatividad con el fin de
alcanzar por medio de ésta mejores condiciones de vida y trabajo, en sentido contrario,
las desventajas socioeconómicas y el riesgo de exclusión representado en inestabilidad y
precariedad laboral, se vinculan a la falta de competencia en las nuevas tendencias de
innovación y creatividad (García Canclini 2012: 20). Siguiendo a García Canclini
argumenta que no basta con concebir la creatividad
“como recurso para superar estructuralmente la pérdida de seguridad en el trabajo,
la inestabilidad y precarización. Lo que logramos captar son algunas vías a través de
las cuales ciertos sectores se reubican. Una ponderación adecuada de su alcance
requiere verlos en el contexto de creciente desempleo; en el marco de la
tercerización y la subcontratación temporal, las redes informales donde la
sobreexplotación del trabajo y del tiempo impide a muchos concluir la formación
escolar y reciclarse “ (Ibíd).
41 Así mismo, la condición juvenil ha mutado en diferentes perspectivas (la cultural, la del
consumo, la de la participación) pero especialmente ha desplegado su proceso de
valorización como nueva fuerza de trabajo. Según (Pérez Islas, 2010), se da la confluencia
de trabajos enmarcados en la incertidumbre en los que los jóvenes son importantes por el
presentismo, en tanto no construyen proyectos de largo alcance, sino que los proyectos
que construyen son marcados por la rapidez, lo efímero y la intensidad, es el caso típico
de los jóvenes trabajadores del mundo del espectáculo, de las entidades financieras,
corredores de bolsa, la industria de la moda, la publicidad y los deportes, entre otros. Una
segunda forma de valorización de la fuerza de trabajo juvenil es la que involucra de
acuerdo con Pérez Islas, (2010) la superexplotación que se relaciona con “la reducción del

Polis, 39 | 2014
Condición juvenil contemporánea: reflexiones frente a las realidades del actu... 14

fondo de consumo de los trabajadores por la vía de la disminución salarial o de la masa


salarial, dando contexto a la precarización del trabajo” (Ibid: 7). En esta forma de
valorización laboral este autor menciona a las jóvenes de las maquilas, a los y las jóvenes
de cadenas comerciales y de alimentos, los jóvenes de los callcenters, cuya característica
común de dichas ocupaciones es que son “trabajadores de rutina” (Ibid:6-12).
42 Un tercer mecanismo de valorización de la fuerza de trabajo juvenil apunta hacia el
desafío que va más allá de la incertidumbre, y es la que tiene ver como insumo al riesgo
en tanto única forma de incrementar su valor, mediante estrategias de enfrentar peligros
y de resistencia en la que se arriesga hasta su vida, son los jóvenes pertenecientes a las
ventas ambulantes, las ventas de la calle, la comercialización legal o paralegal de zapatos,
discos, ropa pirata, y las ventas de sustancias consideradas ilegales y hasta el tráfico de
armas y personas. Estos tipos de trabajo se realizan por lo general de manera grupal, así
se da la presencia de organizaciones de vendedores ambulantes, la formación de mafias
de armas o drogas que se constituyen en redes de pertenencia que instrumentalizan a sus
miembros mediante prácticas protectoras, sancionatorias y de autorización para dichas
actividades. Estos tres horizontes de valorización arriba descritos, envuelven a los sujetos
en condición juvenil en nuevos modos de ser en el mundo, lo que deviene en
subjetividades más proclives a la inmediatez, al cambio, a vínculos débiles, a la
incertidumbre, a la sensación de estar a la deriva y a la flexibilidad básicamente en el
ámbito de lo laboral.
43 A lo anteriormente propuesto es necesario introducirle un aspecto de relevancia que
también es central en la constitución de la condición juvenil y es el cuerpo juvenil, toda
vez que la dimensión corporal es un componente de la biopolítica, como mecanismo de
regulación y control de la sociedad, desde su interior (Piña Mendoza; 2004). Para autores
como Reguillo, 2000 y Pérez Islas, 2010, la condición juvenil desde esta visión así
planteada, permite entender una biopolítica del cuerpo-mercancía, concepto que engloba
las estrategias laborales antes descritas en un entorno de valorización particular de lo
juvenil, al igual que como mecanismo de obtención “de mayor plusvalía del “capital
corporal” que tienen las nuevas generaciones” (Pérez Islas, 2010:12).
44 Por último, para pensar la relación condición juvenil y contexto laboral es imprescindible
reflexionar sobre las articulaciones entre estructuras, subjetividades y las acciones en la
agencia juvenil en razón a los cambios que se han dado, ya que sus referentes de
reflexividad son distintos, su lógica es otra -su horizonte ya no es a largo plazo-, se asume
el riesgo y la incertidumbre como condición para obtener mejores beneficios enmarcados
en las reglas y recursos propios de las estructuras sociales, que cada vez son menos
regularizadas puesto que no son ya el soporte o guía seguro de anclaje de los sujetos. Para
De la Garza (1994:369), cuando se analizan las estructuras sociales, tener en cuenta que
éstas se encuentran en diferentes niveles desde las de naturaleza económica, las políticas,
las culturales pasando por las subjetivas donde se presentan incoherencias,
discontinuidades, por tanto, una parte es dependiente del individuo, y otra de la sociedad
que le está imponiendo sus reglas y recursos. Parafraseando a Castel, la condición juvenil
constituye la categoría que mejor simboliza las rupturas subjetivas de las
transformaciones en el mundo del trabajo y que más se ve afectado por la sensación de
incertidumbre que sumerge a los sujetos, tras esta serie de quiebres y rupturas (Castel
2010:112).

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Condición juvenil contemporánea: reflexiones frente a las realidades del actu... 15

Conclusiones
45 El resurgimiento de nuevas formas de plantear la incursión de los jóvenes en las
sociedades, como lo es la interpretación de las experiencias que los atañe, ha implicado el
reconocimiento de la diversidad, heterogeneidad, movilidad, lo efímero, lo circunstancial,
lo indeterminado que acompaña muchas de las expresiones de lo juvenil. La mirada de la
condición juvenil es una apuesta que en la contemporaneidad nos estimula a indagar en
otras discursividades diferentes a la oficial/hegemónica, que apunte a la visibilidad de las
prácticas que emergen en contextos específicos, como el laboral, donde los y las jóvenes
configuran sensibilidades, utopías y transitoriedades, en tanto necesitan el
reconocimiento en su especificidad y a la vez como parte de un todo en el sentido de
unicidad. Junto a la erosión de algunos referentes como lo fue el trabajo e incluso la
escuela, y frente a los contextos de violencia latinoamericanos, es importante plantear
que lo que buscan los jóvenes y las jóvenes es su inclusión como pares, a la vez articulados
en las redes institucionales y sociales donde viven y a la vez en las que participan, más
que ser reconocidos desde la política como “juventud”. De esto se desprende que la
condición juvenil es una construcción sociocultural, definida históricamente, cambiante y
transitoria, que se presenta como parte de los procesos de disputa y negociación, entre las
representaciones externas y las propias de los sujetos jóvenes en esta condición; lo
anterior teniendo en cuenta la heterogeneidad cultural y la desigualdad estructural que
perfilan la condición juvenil y las identificaciones laborales específicas.
46 Es evidente que desde nuestros espacios académicos y partiendo desde la vida cotidiana
de los jóvenes para explorar sus experiencias, nos impulsa a repensar que si se quiere
generar una alternativa a las posturas hegemónicas, hay que generar desde los escenarios
donde vive, trabaja e interactúa la gente, un pensamiento y unas ciencias sociales críticas
capaces de revertirlas, de generar otros mundos posibles, que tenga en cuenta también la
relación capital-trabajo en un contexto de mayor equidad en especial con la masa de
trabajadores informales, jóvenes flexibles y que permita la afiliación social de los
desafiliados que habitan las ciudades y zonas rurales, sin esperanza de formar parte de la
sociedad de la que han sido expulsados.

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NOTAS
1. El artículo de reflexión se constituye en uno de los insumos teóricos de la investigación
doctoral que se realiza en la Universidad de Manizales- CINDE, sobre las narrativas de identidad
desde la experiencia de trabajo en sujetos jóvenes: el caso de los vendedores callejeros.
2. Por “gubernamentalidad” entiendo el conjunto constituido por las instituciones, los
procedimientos, análisis y reflexiones, los cálculos y las tácticas que permiten ejercer esta forma
específica, tan compleja, de poder, que tiene como meta principal la población, como forma
primordial de saber, la economía política, como instrumento técnico esencial, los dispositivos de
seguridad” (Foucault 1999:195).

RESÚMENES
El artículo aborda la propuesta temática de las nuevas realidades del contexto socio histórico y,
en especial, el laboral, y su relación con la condición juvenil contemporánea, entendida ésta
como noción que instituye un referente desde el cual se puede entender la multiplicidad de
formas de ser joven en los diferentes contextos. En un primer momento se desarrolla el recorrido
de la noción de condición juvenil, a la luz de los cambios y desplazamientos teóricos de ésta,
según las diferentes tendencias que la han reconceptualizado, y en un segundo momento se
pretende dar cuenta de cómo el contexto laboral, desde sus diferentes formas adoptadas en la
modernidad tardía, configuran la construcción de las identificaciones de los jóvenes en el ámbito
laboral como espacio social de relaciones.

The article discusses the proposal of the new realities of social and historical context and, in
particular, the labor context, and its relation to youth’s contemporary condition, understood as a
concept that establishes a reference from which we can understand the multiplicity of ways of
being young in the different contexts. The first part develops the route of the notion of youth
condition, in the light of its theoretical displacements, according to the different trends that
have reconceptualized it, in a second stage, it gives account of how the employment context,

Polis, 39 | 2014
Condición juvenil contemporánea: reflexiones frente a las realidades del actu... 19

from its different forms it has taken in late modernity, build up the identifications of young
people in the workplace as social space for relationships.

O artigo aborda a proposta temática para as novas realidades do contexto social e histórico e,
principalmente, do trabalho e sua relação com a condição juvenil contemporânea, entendida
como um conceito que estabelece um ponto de referência a partir do qual se pode compreender a
multiplicidade de formas de ser jovem em diferentes contextos. Inicialmente se desenvolve o
percurso da noção de situação da juventude à luz das mudanças e deslocamentos teóricos desta,
segundo as diferentes tendências que o reconceitualizaram. Num segundo momento procura
explicar como os contextos do emprego em suas diferentes formas adoptadas na modernidade
tardia configuram a construção das identificações dos jovens no âmbito do trabalho como espaço
social de relações.

ÍNDICE
Keywords: condition of youth, desplacements, socio-historical context, labor context
Palabras claves: condición juvenil, desplazamientos, contexto sociohistórico, contexto laboral
Palavras-chave: condição juvenil, deslocamentos, contexto sócio-histórico, contexto do
trabalho

AUTORES
MARÍA EUGENIA PICO MERCHÁN
Universidad de Caldas, Manizales, Colombia. E-mail: maria.pico@ucaldas.edu.co

JOSÉ HOOVER VANEGAS GARCÍA


Universidad Autónoma de Manizales, Manizales, Colombia. E-Mail: hovg@autonoma.edu.co

Polis, 39 | 2014
Nuevas infancias y adolescencias

Del concepto de juventud al de


juventudes y al de lo juvenil*
María Eugenia Villa Sepúlveda**

Del concepto de juventud al de juventudes y al de lo juvenil

Este artículo revisa alguna de la literatura que se ha producido para definir el con-
cepto juventud. Esta revisión se distancia de algunos análisis transculturales,
practicados por la antropología social, que categorizan el término “juventud” desde
las coordenadas del mundo occidentalizado, construyendo una reflexión sobre la
totalidad de las sociedades con los parámetros con los que Occidente ha mirado la ju-
ventud. La revisión de la producción teórica se acerca, por el contrario, al discurso
sociohistórico que define la juventud de manera contextualizada, ateniéndose a las
sociedades en específico y a las temporalidades históricas en las que tales sociedades
devienen.

Palabras clave: Condición juvenil, juventud, dominación, sujeción, moratoria so-


cial, relaciones intergeneracionales, relaciones de poder social.

From the concept of youth to those of youths and youthful

This article reviews part of the literature that has intended to define the concept of
youth. This revision diverges from a kind of transcultural analysis, carried out in
the field of social anthropology, that define the term “youth” from the perspective of the
westernized world, constructing a reflection on all the societies as a whole, with
the parameters with which the West has perceived youth. This revision of the
theoretical production, on the contrary, approaches the socio-historical discourse that
__________________________________________________________ defines youth in a contextualized manner, by referring to specific societies and to
* El presente artículo hace parte de the historical times in which they evolve.
la indagación teórica que supone la
investigación “Representaciones so-
Key words: Youthful condition, youth, domination, subjection, social moratorium,
ciales, expresiones de participación,
razonamiento social y prácticas edu- cross-generational relations, social power relations.
cativas, relacionadas con la formación
ciudadana en el contexto universi-
tario: un análisis del sentido y con- Du concept de jeunesse à celui de jeunesses et à ce qui concerne
diciones de posibilidad, de un pro- le concept de juvénile
yecto de formación ciudadana en la
educación superior”. Esta investiga-
Cet article révise quelque littérature qui a été produite pour définir le concept je-
ción es dirigida por Carlos Sandoval
y financiada por el Comité Central unesse. Cette révision est distancée de quelques des analyses transculturelles pra-
de Investigaciones de la Universi- tiquées par l’anthropologie sociale qui catégorisent le terme “jeunesse” depuis des
dad de Antioquia (CODI), código coordonnées du monde occidentalisé, en construisant une réflexion au sujet de
E01377. Su fecha de inicio fue el 24 l’intégralité des sociétés à partir des paramètres avec ceux que l’Ouest a regardé la
de marzo de 2008 y la demarcada jeunesse. La révision de la production théorique s’approche au contraire au discours
para su finalización es en septiembre sociohistorique qui définit la jeunesse de manière contextualisée, en s’appuyant
de 2011.
aux sociétés spécifiquement et aux temporalités historiques dans lesquelles telles
** Magíster en Historia. Profesora de la
Facultad de Educación de la Univer- sociétés deviennent.
sidad de Antioquia.
E-mail: mvilla@ayura.udea.edu.co, Mots clés: Condition juvénile, jeunesse, domination, soumission, moratoire sociale,
mevilla@une.net.co rapports entre générations, rapports de pouvoir social.

Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011 147
Volver a los 17
Después de vivir un siglo
Es como descifrar signos
Sin ser sabio competente
Volver a ser de repente
Tan frágil como un segundo
Volver a sentir profundo
Como un niño frente a Dios
Eso es lo que siento yo
En este instante fecundo
Violeta Parra

Presentación

A l revisar la producción académica atinente al


concepto juventud, pueden encontrarse diversas
reflexiones que, en el marco de la academia y de
la intervención social que desarrollan instituciones públicas y
privadas, se han dedicado a pensar en torno a las y los jóve-
nes apoyándose en diversas disciplinas de las ciencias socia-
les que proporcionan elementos para entender el significado
de lo que se nombra como juventud. Enseguida se presenta un
recorrido por los aportes que se han considerado más signifi-
cativos. Tales aportes, por supuesto, no agotan el tema, pero
sí brindan luces para acercarnos a nuestra temática de traba-
jo: la investigación sobre las representaciones y las prácticas
ciudadanas desarrolladas por jóvenes que transitan por pro-
cesos de formación profesional en la universidad colombiana,
mediante la revisión de literatura producida en el campo de
las ciencias sociales para definir el concepto juventud.

De esta forma, en primera instancia, el texto se centra en una


definición del concepto juventud que lleva a nombrarla en
términos plurales; enseguida se presentan algunas de las vi-
cisitudes que pueblan las relaciones de sujeción-dominación
entre las distintas generaciones que caracterizan la condición
juvenil; luego se expone una argumentación que controvierte
el concepto de moratoria social por el que se ha intentado de-

148 Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011
Nuevas infancias y adolescencias

finir, de manera exclusiva, la condición social nil si nos asalta, por ejemplo, esa especie de
juvenil. Por último, sobre la base de la defini- enajenación que llamamos “amor”, a la que
ción del concepto que caracteriza a las juven- hizo referencia la cantautora chilena Violeta
tudes, se desarrolla una exposición del con- Parra cuando declaraba que, después de vi-
cepto de lo juvenil en miras a la posibilidad vir un siglo, había vuelto a tener 17 años. En
que brinda para analizar las representaciones este sentido, la condición juvenil no depende
sociales y, en general, las construcciones de de la asociación biológica que se inscribe en
sentido que prescriben las prácticas de ciuda- la reflexión de lo que sucede naturalmente.
danía —objeto de la investigación que suscita Desde este punto de vista, el concepto juven-
este artículo. tud no está adscrito a un criterio demarcado
por la edad o el tiempo vivido por una indivi-
dualidad, dado que la edad, como criterio de
Hacia una definición del concepto juventud orden biológico que corresponde a los ciclos
de la naturaleza para definir la juventud, es
Roberto Brito Lemus ha llamado la atención desbordada y afectada por la complejidad de
acerca de la necesidad de construir, en el pla- significaciones sociales que implica el signifi-
no de las ciencias sociales y, en específico, en cante social juventud que, como se ha escrito,
el de la sociología de la juventud, una cate- hace referencia a una condición social.
goría analítica denominada juventud que pro-
blematice la realidad de las y los jóvenes con La condición social juvenil alude, por el con-
la que nos encontramos empírica y cotidiana- trario, a la identidad social que desarrollan
mente (1996: 25). Este objeto teórico se consti- las individualidades humanas. El término ju-
tuye, entonces, en el referente interpretativo ventud identifica, y como toda identidad, se
de la realidad a la que la investigación social refiere a sistemas de relaciones articulados en
se quiere acercar. Para ello, plantea como ca- diferentes ámbitos de interacción que pasan
mino el encuentro de las identidades que por instituciones como la familia, las Iglesias,
supone la categoría social juventud. En este la escuela, los espacios en los que se producen
propósito está de acuerdo con otros autores y movilizan recursos o los espacios en los que
al definir la juventud como un fenómeno so- se ejercen las prácticas políticas. El concep-
ciológico que, en consecuencia, hay que en- to juventud forma, de acuerdo con Margulis,
tender desde la órbita de la reflexión sobre lo parte de “el sistema de significaciones con
social humano y del devenir histórico. En este que en cada marco institucional se definen las
terreno se puede afirmar que cuando se hace identidades” (2001: 42).
referencia a la juventud se alude a una condi-
ción social con cualidades específicas que se Desde el entendimiento de la condición so-
manifiestan, de diferentes maneras, según la cial juvenil referida a las identidades —que se
época histórica y la sociedad específicamente definen en los marcos institucionales que las
analizada en cada época. sociedades construyen para devenir—, Mar-
gulis precisa la oportunidad de no hacer refe-
En esta órbita, Mario Margulis (2001) resalta rencia a la juventud, sino a las juventudes, a las
el significado social, es decir, no natural de que define como condiciones históricamente
la condición juvenil, mostrando cómo la ju- construidas y determinadas por diferentes
ventud no se inscribe en el reino de la natu- variables que las atraviesan y que se podrían
raleza, ni está regida por ella. No es natural identificar con: el sexo, que está determinado
llegar a ser joven. Puede que una individuali- de manera biológica; el género en el que se
dad humana no llegue a serlo nunca o puede desarrolle la interacción psíquica en los pro-
que después de vivir por largo tiempo en la cesos de socialización humana; la condición
condición adulta se torne a la condición juve- social de hombre o de mujer que se haya asu-

Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011 149
Del concepto de juventud al de juventudes y al de lo juvenil

mido para interactuar socialmente; la genera- la sociedad clásica categorizaba como jóvenes
ción o el ámbito temporal de construcción de a individuos que se acercaban a los 40 años, y
la experiencia individual y colectiva; la etnia el tercero estriba en la falta de un equivalente
y, en general, las culturas contenidas en los lingüístico de la palabra moderna juventud en
lenguajes con los que las sociedades aspiran los idiomas medievales europeos (1996: 79).
a la comprensión interindividual; las oportu-
nidades socioeconómicas de las que logren Si nos apartamos del análisis transcultural y
disponer las individualidades y las colectivi- nos acercamos al sociohistórico, que se centra
dades humanas, y las territorialidades, que se en los procesos dinámicos que configuran las
constituyen en el espacio geográfico para ser diferentes sociedades, se puede afirmar que
habitadas con los referentes culturales pro-
se es joven en un contexto concreto (Alba,
pios de la especie humana.
1975: 16), o lo que es lo mismo: las diferentes
formas de ser o no llegar a ser nunca joven
La pretensión de buscar la comprensión de
emergen en contextos históricos precisos. Por
las juventudes —como nos invita a llamar la
tanto, el análisis de las juventudes nunca brin-
condición juvenil el chileno Klaudio Duarte
dará resultados satisfactorios si se hace en
Quapper (2001)— desde lo sociohistórico se
abstracto, en la medida en que cada sociedad
opone al análisis transcultural que, apoyado
define, en el campo de las relaciones de po-
en la antropología social, acepta la idea de la
der social —que se configuran entre las dis-
juventud como un fenómeno universal, su-
tintas generaciones y que permiten el devenir
poniendo su existencia y la de las diferentes
de lo social humano—, categorías de edades
categorías de edad, en todos los tiempos y que delimitan determinadas condiciones so-
en todos los espacios. Argumenta, este autor, ciales. Así, al estudiar las juventudes, desde el
que cuando la antropología social encuentra conocimiento que delinea la historia de las
a la juventud en todas las sociedades, se debe sociedades humanas, referirse a ellas es cen-
al etnocentrismo occidental en el que las so- trarse en lo que las relaciones de poder social
ciedades europeo occidentales se vuelven el han configurado, en cada sociedad histórica,
modelo para entender y evaluar las diversas como condición juvenil. En este sentido, hay
formas de vida social que se han desarrollado que tener en cuenta, para el desarrollo de los
en el planeta Tierra. Frente a este aspecto, con análisis, lo que cada sociedad identifica como
Sven Mørch, se puede puntualizar que juventud; lo que las y los jóvenes piensan y
sienten acerca de sí mismos y sí mismas, y lo
[…] la demostración empírica de la
que el mundo de los/as adultos/as piensan y
existencia de grupos de edad jóvenes
sienten acerca de las y los jóvenes de su época
en casi todas las sociedades no es en
sí misma una prueba de la universa- (Alba, 1975: 16).
lidad de la juventud como fenómeno
social (1996: 79). Entendida entonces, desde la historia social,
la juventud como una condición social diversi-
Por otra parte, al abordar la pregunta por la ju- ficada que implica asumirla en plural, es im-
ventud, por lo menos en Occidente y en especí- portante volver a acercarse a los planteamientos
fico en Europa Occidental, universo cultural en de Brito para desarrollar la construcción teóri-
el que se ha desarrollado el análisis transcul- ca del concepto, que implica emplear criterios
tural, se encuentran, como mínimo, tres pro- que lo puedan delimitar. Tales criterios per-
blemas: el primero de ellos es que la juventud miten entender a la juventud como un proce-
de las mujeres está ausente de casi todos los so que deviene en lo social humano; que hace
estudios; el segundo, la constatación de que que las y los jóvenes estén subordinados/as a

150 Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011
Nuevas infancias y adolescencias

quienes han devenido a la condición adulta conoce; a los atributos que se les confiere y a
y que está caracterizada por las prácticas dife- la situación social en la que se ubican, en cada
renciadas que desarrollan aquellas y aquellos proceso o acontecimiento social, a quienes se
que atraviesan la condición juvenil. Así, exis- agrupan en ella. Es, además, un condicionan-
ten diversas maneras de ser joven que pres- te de la acción social individual y colectiva
criben que, en el análisis de lo social humano, que refleja las restricciones, los términos, las
haya que referirse a las juventudes. obligaciones y las posibilidades de las que un
determinado grupo humano puede gozar en
En cuanto a la juventud como proceso, Brito una determinada sociedad.
parte de aclarar su condicionamiento biológi-
co y el ser el producto de las relaciones socia- De manera general, la condición juvenil está
les. De esta forma, para el autor, la juventud inmersa en las relaciones de poder social que
como proceso biológico linda con la niñez se configuran y que configuran a las socie-
y, como proceso social, transita hacia la adul- dades humanas. Estas relaciones, además,
tez. Ello significa que los y las jóvenes tienen permiten que tales sociedades se reproduz-
la capacidad de reproducir biológicamente la can como sistemas de relaciones entre indivi-
especie sin tener legitimada la posibilidad de dualidades humanas, si se asume que los dis-
reproducir por completo los procesos socia- tintos poderes sociales son funcionales a los
les humanos. Por tanto, la juventud comienza sistemas sociales históricos y no a las colecti-
vidades o las individualidades en particular,
con la definición biológica de la capacidad, de
dado que el poder social cumple la función
la que gozan las individualidades humanas,
de posibilitar la comprensión intersubjeti-
para reproducirse como especie y termina
va que difumina las situaciones de anomia
cuando adquieren la capacidad de reprodu-
(Luhmann, 1995) a las que, de suyo, puede
cir de manera legítima la sociedad en la que
llevar la alta diferenciación individual que ca-
han devenido (1996: 28). El proceso implica
racteriza a la especie humana.
la inculcación y la asimilación de las normas
que permiten la cohesión social. Inculcación
La condición juvenil, analizada desde la teo-
y asimilación transforman a las individuali- ría de las relaciones de poder social, es una
dades humanas, maduras fisiológicamente, producción social determinada por el lugar
en agentes sociales competentes y legitima- que ocupa cada individualidad en la jerar-
dos para reproducir las lógicas de lo social quía generacional que las distintas socieda-
humano, pero, sobre todo, para estar en ca- des humanas van constituyendo. Por ello, el
pacidad de asimilar e interiorizar los valores significado de la condición juvenil es un pro-
de la sociedad. ducto de las relaciones de poder social que
se escenifican entre las generaciones que se
En cuanto a la condición de subordinación ju- van identificando en las sociedades, en cada
venil, ese tránsito entre la definición de la ca- época de su existencia. La condición juvenil
pacidad biológica de reproducir la especie a la como proceso social, que genera una condi-
capacidad psíquica de reproducir los procesos ción de subordinación frente a la condición
sociales en la vía que las nuevas generaciones adulta, se construye socialmente en las disputas
encontraron instaurada implica que, desde que se suceden, en las sociedades, para cons-
la condición adulta, se apreste a las nuevas truir situaciones de dominación en el marco
generaciones y se les conduzca a asimilar las de unos ordenamientos sociales que especifi-
normas que permiten que la sociedad esté or- ca la política. En este caso, las situaciones de
denada y cohesionada. La condición juvenil dominación son las que se configuran entre
hace referencia a las calidades que se les re- las diversas generaciones.

Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011 151
Del concepto de juventud al de juventudes y al de lo juvenil

Por tanto, la condición juvenil de una indi- inculcación, el aprestamiento y la formación


vidualidad humana es generada por el lugar de las nuevas generaciones. La formación, a
que ocupa dentro de la estructura genera- partir de lo informe, de las nuevas generacio-
cional de la sociedad, en la que tal condición nes, les da la posibilidad de desarrollar una
resulta ser un estatus sometido a la subordi- función en la división social del trabajo, en la
nación de quienes se categorizan como “jó- que la condición juvenil —por ubicársela en
venes” con respecto a quienes se categorizan un estado liminal en el relevo generacional—
como “individualidades adultas” (Brito, 1996). constituye el eslabón más débil de la cadena
Es, entonces, la juventud un sistema de prohi- social que jerarquiza las generaciones. De tal
biciones en torno a las acciones sociales que forma que las relaciones entre quienes han
pueden realizar las individualidades huma- acumulado más poder social —por portar
nas. La juventud es expresión, además, de la sentidos legitimados; por tener la posibilidad
jerarquía social generacional de la sociedad y, de movilizar recursos, y por disponer, en un
en últimas, un efecto de acciones correlativas momento dado, de capacidad de coacción—
de dominación y de sujeción de unas genera- y quienes aspiran a acumularlo, se tornan un
ciones con respecto a otras. campo de lucha incesante en el que, en algu-
nos momentos, cada quien ocupa el lugar del
La lógica de la dominación-sujeción tiene sus sabio o del ignorante; del que goza de opor-
raíces en la propiedad de un saber legitima- tunidades o de quien no, o del fuerte o del
do socialmente frente a otros saberes que son débil. En síntesis,
desconocidos, descalificados o, aun, crimina-
lizados. El saber legitimado socialmente es el Sobre todo, hay, en las relaciones en-
que se le reconoce a una experiencia acumu- tre jóvenes y viejos —como en las
lada. Tal experiencia es el producto de la po- relaciones entre cualesquiera de los
sesión imaginaria de una cantidad de tiempo grupos de una sociedad— un factor
vivido por quienes han devenido a la condi- subyacente de importancia primor-
ción adulta, y de un tiempo por vivir por par- dial: el poder. Los adultos temen que
los jóvenes traten de desplazarlos de
te de las individualidades que se agrupan en
sus posiciones de autoridad (en la fa-
la condición de jóvenes.
milia, en la política, en la economía),
y los jóvenes temen que los adultos
En esta lógica, los y las jóvenes devienen en
les cierren las puertas del poder y les
un estatus de dependencia o de consignación hagan esperar hasta su desaparición
a quienes se catalogan como adultos y que, (muerte o jubilación) para disfrutar de
por lo tanto, ocupan el lugar del “mayor”, las cosas que ven como privilegios de la
frente al que se considera “menor” por el edad adulta (Alba, 1975: 23).
poco tiempo que ha vivido; adolescente, por-
que adolece de experiencia, o joven, por refe-
rencia a la novedad que representa su acción y Avatares de la lógica de dominación-su-
su voz en las distintas esferas de interacción jeción entre las generaciones
en las que interviene. Este estado de depen-
dencia, o de consignación, define la falta de El poder social que origina la diferenciación y
autonomía juvenil en las relaciones de poder la condición de subordinación de las y los jó-
social entre las generaciones. venes con respecto a quienes son adultos es,
sobre todo, un poder de tipo ideológico, en
La consignación de las y los jóvenes a las tanto tiene como medio —para la instauración
personas adultas se justifica por sus fines: la de la lógica dominación-sujeción— un saber

152 Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011
Nuevas infancias y adolescencias

legitimado socialmente. Es entonces el porte en tanto ésta demuestre ser funcional a la re-
de un poder de carácter ideológico el que producción de lo social que asumirán con ple-
se disputa entre las generaciones de adultos nitud las nuevas generaciones, cuando hayan
y las de los y las jóvenes, para instaurar situa- superado el compás de espera, frente a los
ciones correlativas de subordinación-domi- compromisos formales, que le brinda la con-
nación. En tales disputas fueron los hombres dición adulta a la juvenil para que se apreste,
adultos los que, por mucho tiempo, ocuparon con plenitud, a reproducir lo social humano en
el lugar de la dominación, a partir del empo- el momento en el que, deviniendo a la condi-
deramiento que les brindara el porte de un ción adulta, pueda regir los destinos del todo
poder ideológico originado en la denomina- social. La condición juvenil, definida como
da experiencia. Este poder se los confería una un tiempo de paso a la condición adulta, exi-
cantidad de tiempo vivido en una sociedad me a los y las jóvenes de algunos compromi-
donde las coordenadas de organización las sos formales con la sociedad. Por ello, los y
demarcaba el padre de familia. Ahora, el fe- las jóvenes gozan de una relativa autonomía
nómeno de la juvenilización de la sociedad co- con respecto a algunas responsabilidades so-
rresponde a que, en el mundo occidentaliza- ciales, a condición de que cumplan con los
do, es el saber portado por los y las jóvenes, y protocolos que caracterizan su consignación
que proviene, precisamente, de su falta de ex- a la condición adulta y con las tareas propias
periencia, el que se viene legitimando social- que implican el proceso de aprestamiento o,
mente hasta transitar, de manera paulatina, a mejor, de formación en el que les sumergen
la dominación que, en algunos contextos, es- las personas adultas para que dejen de ser lo
tablecen las y los niños sobre las otras genera- que son y pasen a ser lo que socialmente con-
ciones, en las que los sentimientos de rechazo viene que deben ser.
de la frustración, es decir, de una experiencia
percibida como negativa, cumplen un papel La condición juvenil hace referencia a un
determinante. Es, quizá, la adoración del capi- estado o situación en que se encuentra una
talismo por lo novedoso, o lo que funja como individualidad y, en consecuencia, se inscribe
tal, lo que ha juvenilizado las sociedades de en cada uno de los sucesivos modos de ser
Occidente y a las occidentalizadas. Tal adora- que no necesariamente están adscritos a una
ción se comparece con la lógica que sostiene linealidad y menos a una teleología y que,
la relación social capitalista: el consumo masi- por el contrario, se relacionan con las elabo-
vo de mercancías que se consumen en tanto raciones psíquicas de las experiencias en que
impliquen una novedad que satisfaga, más haya estado inmersa cada individualidad.
allá de las necesidades humanas, el enigmá- Al respecto, Pierre-Félix Guattari, en una lú-
tico deseo que quisieron descifrar los econo- cida entrevista en la que, desde la revista El
mistas marginalistas decimonónicos. Viejo Topo, se le inquiere por el significado
del término “adolescencia”, cruza el devenir
Como umbral de paso a la reproducción de adolescente, en el campo de lo social, con la
lo social, la condición juvenil representa un condición de subordinación que viven los y
riesgo e indefinidas incertidumbres para la las jóvenes con respecto a la condición adulta.
solidez del mundo adulto que valora lo esta- Ésta es la variable generacional, que juega en
blecido. Sin embargo, éste admite, en la rela- las relaciones de las individualidades que tra-
ción de dependencia, en la que forcejea con man lo social, a la que hace referencia Brito.
el mundo joven, la innovación juvenil, sólo Para Guattari, la adolescencia:

Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011 153
Del concepto de juventud al de juventudes y al de lo juvenil

[…] es algo que pasa en la cabeza y Kafka— se puede devenir en vegetal o en


de los adultos. Algo que existe en di- animal (Guattari, 1994: 195). Saltan aquí, en-
ferentes planos en el adulto, que existe tonces, a la vista, las trampas que sumergen la
como fantasma oculto, como práctica reflexión cuando ésta se estanca en el ámbito
de segregación social, como atributo de las esencias dadas por el creador —para
colectivo... pero en el fondo, la adoles- quienes hablan desde los terrenos de la reli-
cencia, la realidad vivida, es algo que
giosidad— o en el discurso llamado “neutral”
no puede determinarse como una
de quienes pontifican desde el análisis de lo
clase de edad. Yo preferiría hablar
de devenir. Devenir niño, devenir mu-
orgánico, desde una visión en la que impera
jer, devenir sexo. Y este devenir puede lo biológico sin la mediación que, para la exis-
empezar en cualquier momento de la tencia humana, tiene lo simbólico como esfera
existencia. No tiene porque hacerlo ne- de constitución de los sentidos mediante los
cesariamente a los 15 o a los 28 años. cuales los seres humanos devienen en huma-
Es posible convertirse en un niño, eso nidad, animalidad, vegetalita o mineralidad.
no es ninguna novedad, a los 75 años.
Y también es posible no llegar a serlo De hecho, el término “adolescente” hace refe-
nunca. Es posible chochear a los doce rencia a una falta que delata y delata al mun-
años, y es posible devenir mujer, plan- do adulto cuando se refiere a la condición ju-
ta o cualquier otra cosa, sin que nada venil. Las y los jóvenes tienen las condiciones
de eso tenga relación alguna con la biológicas para procrear su especie, pero ado-
programación genética (1980: 47). lecen —desde la perspectiva adulta— de las
aptitudes y las actitudes propicias para repro-
Bien se podría decir, entonces, que la con- ducir las tramas significativas y simbólicas de
dición juvenil se instaura en las relaciones lo social: los sentidos que tejen la interacción
de poder social que se tejen entre las gene- humana. Agrega Guattari, en la citada en-
raciones, y que es merced a su dinámica en trevista (1980: 47), cómo el advenimiento de
la que se deviene niño, niña, joven, adulto, la capacidad para reproducir la especie está
adulta, viejo o vieja. Para cada una de estas acompañada por una reorganización, en dife-
condiciones sociales, la sociedad prescribe rentes órdenes, que incluyen modificaciones
comportamientos que son asediados y des- en los campos reflexivos y perceptivos que
bordados por el deseo o aquella conciencia y redefinen, cotidianamente, las relaciones de
sensación visceral de la falta de algo. Las dis- poder social en la que se tranzan con la con-
tintas condiciones generacionales se definen, dición adulta. Las y los jóvenes subordinados
se despliegan y se transforman en un deve- a los/as adultos/as viven con más intensidad
nir incesante por las prescripciones de las re- el proceso de preparación que vivían desde la
laciones de poder social, especialmente por condición de la niñez, en el que la cultura de
las de poder ideológico, de la misma manera la sociedad es el contenido de la educación,
en que, en las relaciones homoeróticas, entre que les habilita para reproducir la sociedad
quienes viven la condición social de hombres, en la que devinieron como jóvenes. Sin em-
puede devenirse en mujer al pasar de una re- bargo, la condición para reproducir lo social
lación heteroerótica a una en la que se expe- humano es dejar de ser jóvenes.
rimenta el erotismo con un ser humano del
mismo sexo. También puede decirse que, por La dedicación casi exclusiva que se le otorga
efectos de una enfermedad física o psíquica a quienes viven la condición juvenil, para el
—como lo han mostrado en el campo de la aprestamiento y el afinamiento de lo percep-
representación literaria de lo social Novalis tivo y de lo reflexivo, le brinda, a los y las jó-

154 Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011
Nuevas infancias y adolescencias

venes, en ese momento liminal, un margen sociedad. Además, se distinguen abarcando,


de autonomía en el estado de consignación, cada vez, un número mayor de individuali-
sometimiento, subordinación y acatamiento dades, que corresponden a los distintos gru-
que mantienen, y que buscan modificar, fren- pos sociales que configuran las sociedades.
te a la autoridad adulta. La consignación a la
autoridad adulta les libera de algunas respon-
sabilidades sociales, lo que genera una auto- Sobre la moratoria social
nomía que les permite, a los y las jóvenes,
tener una praxis diferenciada que caracteriza El tiempo para el aprestamiento de las nue-
a lo juvenil con la informalidad, con la anti- vas generaciones a la condición adulta y en el
solemnidad, con la indisciplina, con el asue- que, como se acaba de mencionar, se desarro-
to y con la irreverencia. De tal forma que las llan prácticas que diferencian la condición de
y los jóvenes producen sus propios espacios las juventudes de otras condiciones en las que, en
dentro y en oposición a los establecidos en la el entorno sociohistórico, se puede devenir,
casa, la escuela, las calles, los lugares sagrados y ha sido confundido, frecuentemente, por los
las distintas espacialidades en las que el con- teóricos, como el signo distintivo de la juven-
gregarse o agruparse les permita identificarse tud. A este tiempo se le ha denominado mora-
en torno al enfrentamiento que hacen, coti- toria social.
dianamente, de problemas similares.
Sin embargo, la moratoria social es afectada
El gregarismo en los espacios diferenciados por la diferenciación o distinción social, por
—que van creando los y las jóvenes en virtud el género, por la generación a la que se per-
de la autonomía relativa que ganan en las dis- tenezca, por los códigos culturales y por los
putas generacionales con la condición adul- cambios históricos. Desde este punto de vista,
ta— permite que definan simbolismos para se puede ser joven, es decir, estar subordina-
entender y actuar entre ellos y ellas, y en su do a un adulto sin gozar de moratoria social,
entorno. El ejercicio de esa praxis diferencia- en tanto se tenga la obligación de participar
da genera sentimientos y concepciones con de los procesos productivos que permiten
los cuales asumen una actitud que sustenta la desplegar la vida en lo referente a la materia-
construcción de una imagen y de una identi- lidad. En general se puede ser joven sin gozar
dad en las representaciones de lo social y en del asueto que, tal vez, por una tarde de la
el imaginario de los y las jóvenes, que se pro- vida, se le otorga a la juventud. Por esta razón,
yecta a la sociedad. Esta imagen, a su vez, la la moratoria social no puede ser el elemento
recicla el entorno social y se la devuelve, a los que distinga y defina la condición juvenil. En
y las jóvenes, para consumirla como servicios, cambio, sí puede ser un elemento definitorio
inmaterialidades, y productos, materialida- de la condición juvenil, el estatus o índole de
des. En virtud de este proceso de reciclaje, la subordinación de las nuevas generaciones a
juventud se consume a sí misma como la con- la condición adulta en el juego que se esta-
cibe el entorno de la sociedad y, en especial, blece entre las diferentes individualidades
el de la producción que se orienta al consumo por portar poder ideológico —y las otras ti-
masivo de mercancías que favorece la rela- pologías del poder social— y no ser sujetas
ción social capitalista. A medida que en una del que porten otras alteridades.
sociedad se desarrolla el comportamiento y,
en especial, la praxis diferenciada de los y las En este contexto, el poder ideológico, como
jóvenes, ellos y ellas se diferencian y se dis- todos los tipos de poder social, es defini-
tinguen más de las otras generaciones de la do como una posibilidad que portan, en un

Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011 155
Del concepto de juventud al de juventudes y al de lo juvenil

momento dado, algunas de las subjetivida- De este modo, lo juvenil se constituye a partir
des inmersas en la trama de relaciones que se de un cierto modo de vivir o sobrevivir a la
constituyen, mudan y devienen en las socieda- tensión existencial en los espacios en los que
des. Es, entonces, el estado de subordinación de los y las jóvenes desarrollan, de manera gre-
las juventudes, inscrita en el ámbito de las rela- garia, prácticas diferenciadas. La producción
ciones de poder social y, en especial, ideológi- de lo juvenil tiene, además, relación con los
co, la que define la condición juvenil. distintos modos de agruparse que desarrollan
las juventudes en el espacio. Es propio de lo ju-
“Lo juvenil” venil la tendencia a lo colectivo, a lo gregario
y a una organicidad que, en muchos casos, es
Entendida la juventud como una condición de singular. Por último, lo juvenil está asociado a
subordinación frente a la condición adulta, nuevos modos de participar en la reproduc-
con la que las juventudes se disputan el por- ción de lo social humano, que les hace ver de
te del poder ideológico, que representa una manera distinta la función política que orde-
posibilidad para quien lo porta, el concepto na lo social. Lo que sueñan que debe ser lo
de lo juvenil se torna pertinente para analizar social tiende a ser distinto a las concepciones
las construcciones de sentido común, que se y a las prácticas adultas. En consonancia, las y
pueden entender con la teoría de las repre- los jóvenes construyen concepciones sociales,
teorías sociales, imaginarios sociales y utopías
sentaciones sociales, y las prácticas que se po-
que prescriben sus prácticas por las que es
nen en escena en la relación entre la condi-
necesario indagar para entender los sentidos
ción juvenil y la condición adulta.
por los que van transitando las sociedades
occidentales y occidentalizadas, que tienden,
Lo juvenil ha sido definido por Duarte como
en la actualidad, a la juvenilización y a la in-
“las diversas producciones culturales y con-
fantilización de la cultura. Es decir, a asumir
traculturales” (2001: 71) que realizan quienes como legítimos los sentidos que producen las
se agrupan desde su condición juvenil. Estas nuevas generaciones, en tanto éstos sean si-
producciones son ampliamente diversas y métricos a lógica mercantil en la que, paulati-
heterogéneas. Además, navegan por los dis- namente, se van sumergiendo.
tintos espacios sociales en que las y los jóve-
nes se despliegan. Agrega Duarte (2001: 71)
que lo juvenil es una producción que se posi- Referencias bibliográficas
ciona de acuerdo con el contexto en que cada
grupo de jóvenes se desenvuelve, intentando Alba, Víctor, 1975, Historia social de la juventud, Bar-
resolver la tensión existencial que les plantea su celona, Plaza & Janés.
sociedad: ser como lo desean o ser como se les
Brito Lemus, Roberto, 1996, “Hacia una sociología
impone en el marco de la condición de sub-
de la juventud. Algunos elementos para la cons-
ordinación que tienen frente a la condición trucción de un nuevo paradigma de la juventud”,
adulta, especialmente cuando gozan de la Jóvenes, México, cuarta época, año 1, núm. 1, jul.-
moratoria en la que el tiempo que se otorgan, sep., pp. 24-33.
y se les otorga, sobre la Tierra, ha de estar
dedicado al aprendizaje —desde la perspec- Duarte Quapper, Klaudio, 2001, “¿Juventud o ju-
ventudes? Acerca de cómo mirar y remirar a las
tiva de la formación— de las maneras como
juventudes de nuestro continente”, en: Solum
se reproduce el ordenamiento social, que es Donas Burack, comp., Adolescencia y juventud en
político, tal y como lo desea y ha estipulado la América Latina, Cartago, Libro Universitario Re-
condición histórica adulta. gional, pp. 57-74.

156 Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011
Nuevas infancias y adolescencias

Guattari, Pierre-Félix, 1980, “Viaje a la adolescen- Margulis, Mario, 2001, “Juventud: una aproxima-
cia”, El Viejo Topo, Madrid, núm. 43, abril, pp. 47-50. ción conceptual”, en: Solum Donas Burack, comp.,
Adolescencia y juventud en América Latina, Cartago,
_, 1994, Revolución molecular, Santiago de Cali, Cen- Libro Universitario Regional, pp. 41-56.
tro Editorial Universidad del Valle. Mørch, Sven, 1996, “Sobre el desarrollo y los pro-
blemas de la juventud”, Jóvenes, México, cuarta
Luhmann, Niklas, 1995, Poder, Barcelona, Anthropos. época, año 1, núm. 1, jul.-sep., pp. 78-106.

Referencia

Villa Sepúlveda, María Eugenia, “Del concepto de juventud al de juven-


tudes y al de lo juvenil”, Revista Educación y Pedagogía, Medellín, Universi-
dad de Antioquia, Facultad de Educación, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto,
2011, pp. 147-157.

Original recibido: agosto 2009


Aceptado: marzo 2010

Se autoriza la reproducción del artículo citando la fuente y los créditos


de los autores.

Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011 157
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2
REVISIÓN DEL CONCEPTO DE JUVENTUD Y SU
RELACIÓN CON EL MUNDO DE LA POLÍTICA

Documento de trabajo No. 3


Serie Estudios Políticos

Jesús Aguilar López

Profesor investigador del Departamento de Estudios Políticos


Correo electrónico: jesusaguilar@ugto.mx

Resumen

El concepto de juventud tiene un carácter polisémico, lo cual dificulta delimitar de


manera adecuada un objeto de estudio. La finalidad de este trabajo es exponer las
diferentes formulaciones y conceptualizaciones que se han tenido de un grupo de edad
que se ha ido definiendo a través del tiempo y que se valora de acuerdo a cada sociedad.
Una vez realizado este esfuerzo se pasará a relacionar el mundo de los jóvenes con la
esfera de la política. Cabe mencionar que este esfuerzo analítico servirá para desarrollar
posteriormente un análisis del comportamiento electoral del grupo de ciudadanos más
numeroso en la sociedad mexicana.
.

3
Introducción
¿Por qué estudiar a los jóvenes y su relación con la política? La respuesta puede ser
sencilla desde una perspectiva cuantitativa: los jóvenes de entre 15 y 29 años suman de
acuerdo al censo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, 2010: 29,706,560
habitantes. Asimismo, en el padrón electoral tres de cada diez empadronados están en el
rango de edad de 18 a 29 años. No obstante, su presencia numérica no es la principal
justificación. Se tiene, por un lado, una complejidad en la condición juvenil que no
permite caracterizar a este grupo de un manera sencilla y para siempre; lo anterior, sobre
todo, por su condición cambiante y porque se concibe de manera diferente de acuerdo a
cada momento histórico, lugar y sociedad. A su vez, la forma como se relaciona este
grupo social con los objetos de poder reviste una complejidad que va desde la apatía
hasta la participación directa, ya sea incidiendo en ella por las vías institucionales o
fuera de ellas.
Es necesario entonces apuntar que en el presente Documento de Trabajo se tiene
la finalidad de exponer de manera exhaustiva las diferentes contribuciones que se han
hecho alrededor del concepto de juventud, esto es con el objetivo de tener una base
teórica para desarrollar en posteriores investigaciones empíricas una mejor delimitación
del objeto de estudio, el cual contendrá a los jóvenes en su relación con la política, y
concretamente con los procesos electorales: instituciones electorales, partidos políticos,
candidatos, el acto de votar o abstenerse, entre otros.
En consecuencia, el lector encontrará en el presente una exposición de las
principales aportaciones que intentan definir (acotar) el concepto de juventud, una tarea
que como se verá es bastante difícil de lograr. Por ello, se presenta primero la
complejidad del concepto de juventud para luego relacionarlo con otros no menos
complicados, el de la política y el de los procesos electorales.

Revisión del concepto de juventud


En los últimos años, se han realizado importantes avances en la delimitación de la
condición juvenil por parte de investigadores de diferentes campos de la ciencias
sociales (véase a Alaminos, 2010). Se han dejado atrás posiciones que la consideraban

4
como una población definida a partir de rangos de edad preestablecidos, o reduciendo su
estudio a condiciones biológicas o psicológicas (Valenzuela, 1997).
Sobre la forma en que se tomará el concepto de juventud en relación con la
política, es importante mencionar que los sociólogos, psicólogos sociales y antropólogos
han llevado a cabo una gran contribución al plantearla como una construcción histórica.
Es por ello que el sociólogo francés Pierre Bourdieu, al problematizar el concepto de
juventud, plantea que las relaciones entre la edad social y la biológica son muy
complejas y por tanto suelen estar sujetas a manipulación, sobre todo en el sentido de
concebir a los jóvenes como una unidad con intereses comunes por el único hecho de
compartir un rango de edad (Bourdieu, 1990).

Este paso de conceptualizar a la juventud como “socialmente construida” ha


permitido comprender que los jóvenes no son iguales aunque compartan el mismo rango
de edad biológica porque tienen intereses distintos, sus posturas religiosas, ideológicas y
políticas los llevan a ser una población heterogénea y a relacionarse de distintas formas
con el mundo que los rodea. Desde esta perspectiva, la juventud es un concepto cuya
complejidad es difícil de aprehender.
A continuación se desarrollará este concepto bajo varias perspectivas, entre ellas
su origen en la historia, las diferentes teorías y enfoques que lo abordan, y la relación de
los jóvenes con la política y los partidos políticos.

Acerca de la historia de los jóvenes

La tarea de conceptualizar a la juventud es un desafío social, científico e histórico. Para


definir el concepto se tiene que observar la problemática que está presente en los
jóvenes. Y como señala Morch (1996: 80): el principal obstáculo para definir los
problemas de la juventud radica en que son externos a ella y se insertan en los cambios
sociales y en el desarrollo de relaciones sociales específicas.
Al referirse a la elaboración de una historia de los jóvenes, Giovanni Levi y Jean-
Claude Schmitt puntualizan que la juventud es un producto que se origina en la propia
sociedad porque “en ningún lugar ni periodo histórico cabría definir a la juventud
mediante meros criterios biológicos o con arreglo a criterios jurídicos. En todas partes y
en todo tiempo, sólo existe revestida de valores y símbolos” (Levi y Schmitt, 1996: 14).

5
Con estas ideas se puede entender que “de un contexto a otro, de una a otra
época, los jóvenes asumen funciones diferentes, y su estatuto queda definido mediante
fuentes diversas: la ciudad o el campo, el castillo feudal o la fábrica del siglo XIX, el
compañerismo de la fase de aprendizaje en el Antiguo régimen, o su equivalente en las
ciudades de la Antigüedad clásica” (Levi y Schmitt, 1996: 14).
Para el investigador español Carles Feixa Pampols, la juventud como realidad
social surge a partir de la revolución industrial. Sin embargo, no se puede identificar el
nacimiento de la juventud con una fecha precisa. La juventud “como condición social
difundida entre las diversas clases sociales y como imagen cultural nítidamente
diferenciada “no apareció masivamente en el escenario público hasta el lindar del siglo
XIX” (Feixa, 1999: 29).
En algunas sociedades, la transformación de instituciones como la familia, la
escuela, el ejército y el trabajo coadyuvaron para el surgimiento de la juventud. La
familia que no se había ocupado plenamente de la educación y promoción de los hijos,
desarrolla cada vez más un sentimiento de responsabilidad respecto a ellos y se convierte
en un lugar de afectividad. La escuela, por su parte, con el desarrollo del comercio y la
burocracia, dejó de ser una institución exclusiva de los clérigos para convertirse en un
instrumento normal de iniciación social. La nueva escuela respondió a un deseo de rigor
moral: el de aislar por un tiempo a los jóvenes del mundo adulto; en ella, los alumnos se
clasifican según sus edades y, el régimen disciplinario se hace cada vez más rígido. Una
tercera institución que influyó en otros países como Francia, aunque sólo para los
varones, fue el ejército. Con la Revolución Francesa se instituyó el servicio militar
obligatorio, los jóvenes fueron separados de su comunidad de origen y pasaron a
compartir su vida con coetáneos de orígenes muy diversos. Allí se dieron por primera
vez las condiciones para que surgiera una conciencia generacional.
Una última institución a considerar, es el mundo laboral. Fue principalmente la
segunda revolución industrial con sus avances técnicos y en consecuencia la mayor
productividad lo que alejó a los menores de las fábricas. Los muchachos (mujeres y
hombres) fueron expulsados del trabajo asalariado y conducidos en el mejor de los casos
a la escuela y en el peor, a la calle.

6
Se tiene, por lo tanto, que el descubrimiento de la juventud como fenómeno
social se produce en las últimas décadas del siglo XIX. A mediados del siglo XX, el
concepto de juventud, que era exclusivo para los varones jóvenes de la burguesía, se
democratiza ya que los rasgos de la adolescencia se extienden progresivamente a las
muchachas, a los obreros, a las zonas rurales y a los países no occidentales.
Las dos guerras mundiales ocurridas en el siglo XX suprimieron en gran medida
las costumbres asociadas a la fase juvenil entre todos los sectores sociales, aunque por
otra parte dieron a los jóvenes la liberación provisional de la tutela paternal que los
oprimía, y ellos se sintieron por primera vez protagonistas del devenir colectivo. De
hecho, el período entre guerras marca una fase de politización creciente de la juventud,
siendo los principales reclutadores políticos de los jóvenes el fascismo y el nazismo: “no
en vano Hitler y Mussoloni tuvieron en las Juventudes Hitlerianas y en los Balilla
italianos sus apoyos más firmes” (Feixa, 1999: 33).
Ahora bien, en las sociedades posindustriales, según Feixa (1999: 34 y 35), los
jóvenes se encuentran marcados por cinco factores de cambio fundamentales: 1) El
Estado de Bienestar creó condiciones favorables para los grupos más dependientes y el
de los jóvenes fue uno de los más beneficiados; 2) La crisis de la autoridad patriarcal
conllevó una rápida ampliación de las esferas de la libertad juvenil: la guerra actuaba
como detonante de la “brecha generacional” que separaba a los jóvenes de los adultos;
3) El nacimiento del teenage market ofreció por primera vez el espacio de consumo
específicamente destinado a los jóvenes, que se habían convertido en un grupo con una
gran capacidad adquisitiva, y creó un mercado de consumo dedicado exclusivamente a
ellos. Este mercado se constituyó como un segmento de productos para consumidores
adolescentes, sin demasiadas distinciones de clase; 4) El surgimiento de los medios
masivos de comunicación permitió la creación de una cultura pop juvenil internacional
que articuló un lenguaje universal. Los jóvenes comenzaron a identificarse más con sus
coetáneos que con los miembros de su clase social o etnia y; 5) El proceso de
modernización en el plano de los usos y costumbres supuso una erosión de la moral
puritana, la cual fue sustituida por una moral consumista laxa y menos monolítica, cuyos
portadores fueron principalmente los jóvenes .

7
Para los años sesenta y principios de los setenta, los jóvenes ocuparon el escenario
político en lugares y fechas que se han convertido en referentes míticos: Brighton en
1964; San Francisco en 1967; París y México en 1968; etcétera.1
Bajo este mismo esquema de cambios, el activismo político de los años sesenta
obtuvo algunos frutos en la siguiente década; en diversos países se redujo la edad para
votar (en México pasó de 21 a 18 años en 1970), los muros entre escuela y sociedad
fueron rotos, y en todos los sitios los jóvenes reclamaban los derechos y deberes de la
adultez.
Al iniciar el siglo XXI se han presentado tendencias contradictorias entre los
jóvenes que han llegado a considerarlos una generación denominada X. 2 De manera
lacónica la generación X significa: “un grupo de gente joven aparentemente si identidad,
con un futuro indefinido y hostil” (Vela-Valldecabres, 2010: 370).
Sin embargo, esta visión de la generación X no puede ser generalizada para
todos los jóvenes, ya que esta perspectiva sirve también para describir a jóvenes que
están muy influidos por las nuevas tecnologías. Autores que sostienen la teoría de la
generación X sugieren que está surgiendo una “cultura juvenil postmoderna” que ya no
es resultado de la acción de jóvenes marginales, sino producto del impacto de los
modernos medios de comunicación en un capitalismo cada vez más trasnacional; esto
puede recluir a este tipo de jóvenes “en un nuevo individualismo, pero también puede
conectarles con jóvenes de todo el planeta, dándoles la sensación de pertenecer a una
comunidad universal” (Feixa, 1999: 36. Véase también Feixa, 1997).3
Los jóvenes representan de manera simbólica el cambio para toda la sociedad y
la juventud que parece tener en la actualidad una imagen cultural también extendida
entre la población.

1
Los recientes eventos en África del Norte, España y en los Estados Unidos de Norteamérica merecen un
trato especial. Asimismo, no se escatima en este trabajo la riqueza del fenómeno social, cultural y político
de 1968 en México, sólo que por ser una revisión general del concepto de juventud sólo se deja este breve
apunte y se deja para otro trabajo un abordaje más extenso.
2
Se atribuye al escritor canadiense Douglas Coupland la popularización del término “generación X” en la
novela que lleva precisamente ese nombre, Generation X, de 1991.
3
Otro libro que recientemente da cuenta de la relación de los jóvenes con el uso de las tecnologías de la
comunicación para el caso mexicano es el publicado por Vega y Marino (2011) y Durán y Nieto (2007).

8
Teorías e ideas sobre juventud: características de la juventud

En México desde hace varias décadas se han reconocido los principales problemas que
ha tenido la juventud para su estudio. Cuando se analiza la cuestión juvenil, la mayoría
de los trabajos se abocan a la descripción y crónica del fenómeno dentro de otros marcos
explicativos más extensos donde queda diluida la especificidad de la juventud. Por ello,
la falta de herramientas y enfoques teóricos “generó cierto desaliento y temor entre los
cientistas sociales y el estudio de la juventud permaneció en la lista de espera o, en el
mejor de los casos, subordinado a esquemas teóricos ajenos” (Brito et al, 1988: 46).

A partir del movimiento estudiantil de 1968 el ámbito universitario y los jóvenes


de la clase media ocuparon por un tiempo la preocupación de investigadores e
instituciones gubernamentales. Con el tiempo, los propios jóvenes por su intenso y
continuo despliegue en la sociedad produjeron y ampliaron el interés por su estudio y,
sobre todo, cuestionaron e impugnaron las conceptualizaciones hasta ese momento
hechas. Así, las nociones e ideas de juventud se modificaron de acuerdo con su fuerza.
En otras palabras, el mismo objeto de estudio se abrió paso para su investigación (Brito
et al, 1988: 47).

Puede reconocerse, entonces, un nuevo tipo de discurso comprensivo en torno a


los jóvenes de carácter constructivista, relacional, que intenta problematizar no sólo el
sujeto empírico de sus estudios, sino también las “herramientas” que utiliza para
conocerlo (Reguillo, 2000).

Ahora bien, dos variables básicas como la edad y el sexo han sido utilizadas en
todas las sociedades como base de las clasificaciones sociales; por ende, la juventud
sería una categoría objetivable con facilidad en el plano de las mediciones. Sin embargo,
los enclasamientos por edad ya no poseen competencia y atribuciones uniformes y
predecibles; al contrario, existen diferentes formas de ser joven en el marco de la intensa
heterogeneidad que se observa en el plano económico, social, político y cultural. No
existe una única juventud, porque en las sociedades modernas las juventudes son
múltiples y varían de acuerdo a las características de clase, el lugar donde viven y la
generación a la que pertenecen (Véase a Reguillo, 2000; Taguenca, 2009).

9
Entre los principios de clasificación de las personas, el de la edad tiene la
propiedad de definir unas condiciones pasajeras. La pertenencia a una categoría de edad,
y en particular a la edad juvenil, es para cada individuo un estado provisional. Es decir,
los individuos no pertenecen a ella, sino que no hacen más que atravesarla.

Es como señalan Levi y Schmit: “La liminalidad de la juventud, conjuntada con


la brevedad mayor o menor de su travesía, es lo que en resumidas cuentas la caracteriza,
pero de manera diferente según las sociedades, y por consiguiente determinan tanto las
actitudes de los demás respecto a ella como la visión que los jóvenes tienen de sí
mismos” (Levi y Schmit, 1996: 9).
Posiblemente en mayor medida que otras etapas de la vida o “edades de la vida”,
el concepto de juventud es una construcción social y cultural. Una primera característica
que se resalta de la juventud es que se le considera un período de preparación, de
liminalidad, ya que se sitúa en los márgenes (no claros) de la dependencia infantil y de la
autonomía de los adultos. Más que una evolución fisiológica concreta, la juventud
depende de unas determinaciones culturales que difieren según las sociedades humanas
y las épocas, imponiendo cada una de ellas a su modo un orden y un sentido a lo que
parece transitorio, y hasta desordenado o caótico. “Semejante „edad de la vida‟ no puede
hallar una delimitación clara ni en la cuantificación demográfica ni en una definición
jurídica [como la de mayoría de edad]...” (Levi et al, 1996: 8).
En otras palabras, la juventud es un concepto complejo que contiene en su
intimidad las múltiples modalidades que llevan a procesar socialmente la condición de
edad, tomando en cuenta la diferenciación social, la inserción en la familia y en otras
instituciones, el género, el barrio o la micro cultura de barrio, entre otras (Margulis,
1998). Es por ello que la juventud no tiene la misma duración en el campo que en la
ciudad, en las clases altas que en los sectores marginados, en las sociedades modernas
que en las tradicionales, incluso entre ambos géneros.

Para Carles Feixa Pampols la juventud puede ser entendida como la fase de la
vida individual comprendida entre la pubertad fisiológica, que es una condición natural,
y el reconocimiento del estatus de adulto, la cual es una condición cultural. La juventud
ha sido vista como una condición universal, una fase del desarrollo humano que se
encontraría en todas las sociedades y momentos históricos (Feixa, 1999: 17). Por lo

10
tanto, la necesidad de un periodo de preparación comprendida entre la dependencia
infantil y la plena inserción social, así como las crisis y los conflictos que caracterizan a
ese grupo de edad, estarán determinados por la naturaleza de la especie humana.
Desde una perspectiva antropológica, la juventud aparece como una
“construcción cultural”, relativa en el tiempo y en el espacio. Eso quiere decir que cada
sociedad organiza la transición de la infancia a la vida adulta, aunque las formas y
contenidos de esta transición son muy variables (Feixa, 1999: 19). Para que exista la
juventud, señala Feixa, deben darse una serie de condiciones sociales como son las
normas, comportamientos e instituciones que distinguen a los jóvenes de otros grupos de
edad, y por otro lado, una serie de imágenes culturales, esto es, valores, atributos y ritos
específicamente asociados a los jóvenes. Tanto unos como otros dependen de la
estructura social en su conjunto, es decir, de las formas de subsistencia, las instituciones
políticas y las cosmovisiones ideológicas que predominan en cada tipo de sociedad.
Como señala José Manuel Valenzuela Arce, “…la condición juvenil dejó de ser
una categoría residual y paulatinamente ha ganado centralidad en los estudios
socioculturales. Se ha avanzado al considerar a la juventud como una construcción
sociocultural, históricamente definida, así como de la delimitación de sus rasgos
significantes, aunque muchas veces se piensa lo juvenil fuera de su contexto social y
relacional” (Valenzuela, 1997: 13). Para éste juvenólogo, la identidad o identidades de
los jóvenes son sólo entendidas a través de su historicidad. Además de ser
históricamente construidas, las identidades de los jóvenes son situacionales, es decir,
sólo cobran sentido dentro de contextos sociales específicos.
En cuanto a su relación con la estructura o sistema, se pueden reconocer
básicamente dos tipos de actores juveniles: a) los que pueden conceptualizarse como
“incorporados” y que han sido analizados a través o desde su pertenencia al ámbito
escolar o religioso, o bien desde el consumo cultural; y b) los “alternativos” o
“disidentes” cuyas prácticas culturales han sido analizadas desde su no-incorporación a
los esquemas de la cultura dominante (Reguillo, 2000: 24 y 25).
En las sociedades occidentales son tres las condiciones constitutivas centrales
desde las que se ha configurado y clasificado socialmente el sujeto juvenil: a) los

11
dispositivos de socialización-capacitación de la fuerza de trabajo; b) el discurso jurídico
y; c) la industria cultural.
Aunadas a estas tres esferas, una dimensión muy importante está conformada por
los dominios tecnológicos y la globalización. Ello significa por lo tanto, que los jóvenes
adquieren una visibilidad social como actores diferenciados a través de: 1)Su paso en las
instituciones de socialización; 2) Por el conjunto de políticas y normas jurídicas que
definen su estatus ciudadano para protegerlo o castigarlo; 3) Por la frecuentación,
consumo y acceso a un cierto tipo de bienes simbólicos y productos culturales
específicos (Reguillo, 2000).
En los dos primeros ámbitos, en el de la socialización y en el de discurso jurídico,
los jóvenes han sido definidos en términos generales como sujetos pasivos que se
clasifican en función de las competencias y atributos que una sociedad particular
considera deseables en las llamadas generaciones de relevo, para darle continuidad al
modelo asumido. Sin embargo, el ámbito de las industrias culturales ha consolidado sus
dominios mediante una concepción activa del sujeto, generando espacios para la
producción, reconocimiento e inclusión de la diversidad cultural juvenil. Para Reguillo
es en el ámbito de los significados, los bienes y los productos culturales en donde el
sujeto juvenil adquiere sus distintas especificidades y en donde despliega su visibilidad
como actor situado socialmente con esquemas de representación, que configuran campos
de acción diferenciados y desiguales (Reguillo, 2000).
Otro aspecto importante que se debe resaltar es el incentivo identitiario, es decir,
la necesidad de poseer un marco de referencia, una concepción del mundo que dé
respuesta a sus interrogantes ante la vida y que les permita definirse y mostrarse como
distintos del mundo que les rodea, los cuales son elementos básicos para que el joven
pueda ser un ente participante. En este sentido María Jesús Funes señala que la
construcción de una nueva identidad, o el refuerzo de una identidad ya formada, actúa
como el incentivo movilizador en todos los grupos de edad, pero es mucho más
significativo entre los jóvenes (Funes, 1999: 91). Por ello se puede considerar que la
participación de los jóvenes en grupo -puede ser político o no- es un incentivo en el
proceso de construcción personal, dado que el grupo devuelve al individuo una imagen
de sí mismo reconocible y singular, le reconoce como miembro de esa identidad

12
colectiva que valora y le asegura una cobertura afectivo-emocional al incluirse en ese
“nosotros” particularmente significativo. En este mismo sentido, un marco identitario
que les permita a los jóvenes distinguirse de las generaciones anteriores y posteriores, y
un colectivo que ofrezca algún tipo de cobertura afectivo-emocional y le facilite la
expresión pública de su compromiso son aspectos básicos en la participación juvenil
(Funes, 1999).
Para llegar a una comprensión más amplia sobre los jóvenes, y complementar aún
más el concepto de juventud, a continuación se exponen diferentes teorías que abordan
este tema.
El modelo de la psicología neodarwinista de Stanley Hall, y de todos los autores
freudianos y neofreudianos, es ver a la adolescencia como un estado de adaptación al
mundo adulto y, por tanto, de crisis de identidad; por lo que se hace preciso para entrar a
la edad adulta poner en crisis la identidad del infante, que es dependiente de la identidad
parental.
La segunda teoría que se retoma es la estructural funcionalista proveniente de la
sociología, en particular la parsoniana. Esta teoría ve en la juventud no un elemento de
conflicto sino de integración social. La adaptación de esta teoría al presente sería que se
está generando un interclasismo entre la juventud: es decir, que están desapareciendo las
fronteras de clase y que está surgiendo una nueva cultura juvenil interclasista expresada
en el consumo de ocio. Los jóvenes, ya que no pueden ser adultos en el trabajo o en la
sexualidad, lo serán en el consumo. El mercado de consumo unifica a nivel ideológico
los gustos, no tanto las prácticas, sino más bien los ideales culturales.
Una tercera teoría a considerar es la que formula Margaret Mead. Ella plantea tres
tipos de culturas con relación a cómo se trata la juventud. En las sociedades primitivas y
campesinas se desarrolló un tipo de cultura posfigurativa en la cual existió una
transmisión más o menos directa y unidireccional de la generación de los padres a los
jóvenes. Las segundas son las culturas configurativas que se dieron en los imperios
clásicos y en la primera industrialización; la transmisión cultural se daba en dos
sentidos, los jóvenes continuaban dependiendo de la generación adulta pero a su vez
aprendían de ellos porque había instituciones, como la escuela y el tiempo libre, que
empezaban a darles espacios de autorreconocimiento. Un tercer tipo de cultura es la

13
prefigurativa, en la cual por primera vez en la historia los padres aprenden de los hijos.
Lo cuestionable del modelo Mead es que siguiendo esa lógica en el futuro los jóvenes
serían los gobernantes, pero la realidad dice lo contrario: ahora a nivel mundial hay un
resurgimiento de la gerontocracia.
La cuarta teoría está compuesta por un conjunto de pensadores de origen marxista y
uno de los más representativos es Antonio Gramsci. Gramsci ofrece un modelo en el
cual la creación del consenso y la conquista de la hegemonía se hace a través de la
juventud, porque es el periodo en el cual las personas se insertan en la sociedad. Este
modelo puede tener varias salidas: a) la adaptación pasiva; b) rebeldía; y la más
importante c) la crisis de poder y hegemonía, en donde no hay una adaptación pasiva ni
tampoco una resistencia activa, sino una experimentación a través de la identidad. Feixa
Pampols sostiene que éste es el modelo dominante en el presente, pero acota que es
simplista mantener que los jóvenes son apáticos y conservadores porque no hacen nada
para rechazar el modelo hegemónico que impone la publicidad, el Estado, etcétera.
Una última teoría a considerar es la de la economía política que es una relectura de
autores franceses como Foucault y Bourdieu, para quienes la juventud es un invento
social del Estado para dotar a un segmento de la población de una conciencia de sí
completamente ilusoria y que sirve para controlarlo mejor. El problema de esta teoría es
cómo adaptarla a lugares o países donde es discutible que el Estado haya tenido políticas
claras respecto a la juventud; además, en estos países surgen jóvenes con un estilo y una
identidad muy similares a las de otras naciones. Por lo tanto, se pueden hacer el
siguientes cuestionamientos ¿la juventud es sólo una creación estatal o comercial, o es
también un interjuego mucho más complejo? (Feixa, 1996).
Desde el punto de vista de la cultura, la juventud puede ser considerada una
metáfora cultural puesto que se trata de la imagen condensada de una sociedad
cambiante en el nivel de los valores, formas de vida y del sistema político. En este
sentido, Feixa (1996) señala que las culturas juveniles surgen en el cruce de varias
estructuras sociales, de las que se pueden distinguir tres grandes escenarios que actúan
como mediadores: a) La cultura hegemónica. Refleja la distribución del poder cultural a
escala de la sociedad más amplia. La relación de los jóvenes con la cultura dominante
está mediatizada por las diversas instancias en las cuales este poder se transmite y se

14
negocia: escuela, sistema productivo, ejército, medios de comunicación, órganos de
control social, etcétera. Frente a estas instancias, los jóvenes establecen relaciones
contradictorias de integración y conflicto que cambian con el tiempo. Por ejemplo, las
culturas juveniles de la clase media puede seguir itinerarios normativos (situarse, hacer
carrera) o contestatarios (rebelarse); b) Las culturas parentales. Pueden considerarse
como las grandes redes culturales, definidas fundamentalmente por identidades étnicas y
de clase en el seno de las cuales se desarrollan las culturas juveniles, que constituyen
subconjuntos. No se limita a la relación directa de padres e hijos, sino a un conjunto más
amplio de interacciones cotidianas entre miembros de generaciones diferentes en el seno
de la familia, el vecindario, la escuela local, las redes de amistad, las entidades
asociativas, etcétera. Mediante esta socialización primaria, el joven interioriza elementos
culturales básicos que luego utiliza en la elaboración de estilos de vida propios; c) Las
culturas generacionales. Refieren la experiencia específica que los jóvenes adquieren en
el seno de espacios institucionales (la escuela, el trabajo, los medios de comunicación),
de espacios parentales (la familia, el vecindario) y sobre todo de espacios de ocio (la
calle, lugares de baile, los locales de diversión). En estos ámbitos circunscritos, el joven
se encuentra con otros jóvenes y empieza a identificarse con determinados
comportamientos y valores, diferentes a los vigentes en el mundo adulto.
En la época actual (primeros años del siglo XXI), los jóvenes en los países
desarrollados y pese a sus diferencias de grupos social, de género, de emblemas
aglutinadores, comparten varias características que pueden considerarse definitorias de
las culturas juveniles (Reguillo, 2000: 37 y 38):
1. Poseen una conciencia planetaria, globalizada, que puede considerarse como una
vocación internacionalista. Nada de lo que pasa en el mundo les es ajeno, se
mantienen conectados a través de complejas redes de interacción y consumo.
2. Priorizan los pequeños espacios de la vida cotidiana como trincheras para
impulsar la transformación global.
3. Existe un respeto casi religioso por el individuo que se convierte en el centro de
las prácticas. Puede decirse que la escala es a individuo-mundo y que el grupo de
pares no es ya un fin en sí mismo, sino una mediación que debe respetar la
heterogeneidad.

15
4. Los jóvenes hacen una selección cuidadosa de las causas sociales en las que se
involucran.
5. El barrio o el territorio han dejado de ser el epicentro del mundo.
Estas características no deben generalizarse para todos los jóvenes, ya que en países
como México, donde predomina la desigualdad social, ellos las reflejan necesariamente.
En conclusión, la juventud no debe entenderse de una manera unívoca o acabada
porque bajo este concepto pueden ser entendidas realidades distintas que incluso podrían
ser contradictorias entre sí. El concepto de juventud se construye a través de la historia y
de las condiciones objetivas de la propia sociedad, pero además posee un carácter
polisémico porque el grupo social de pertenencia enmarca fundamentalmente las
características de las expresiones juveniles. Por ello el concepto de juventud es
solamente entendible en su historicidad y en las múltiples influencias y relaciones que en
él se van configurando. En esta delimitación de “ser joven”, tanto las clases de
pertenencia como la ubicación dentro de la estructura social desempeñan un papel
determinante (Castillo, 1999).
Finalmente, se señala lo que para Roberto Brito (1996) implica el concepto de
juventud, donde se sintetizan de manera general los puntos que se han venido tocando.
I. Vista como un proceso, la juventud está delimitada por dos niveles: uno
biológico, que le sirve al sujeto para establecer su diferenciación con el niño, y el
social, que establece su diferenciación con el adulto. En este sentido, la juventud
se inicia con la capacidad del individuo para reproducir la especie humana y
termina cuando adquiere la capacidad para reproducir a la sociedad.4
II. La juventud es un proceso de inclusión, de control y de formación en las normas
que permiten la cohesión social. Es un proceso de maduración social y por lo
mismo se encuentra inmerso en las relaciones de poder y los conflictos
generacionales.
III. La juventud constituye una praxis diferenciada, en donde los individuos tienen
cierta autonomía expresada con relación a las clases sociales, las instituciones y
un espacio de “indulgencia social”.
Las diferentes actitudes que presentan los jóvenes, sus actividades,

4
Aunque también este punto está ha discusión. Pero ayuda a tener una delimitación.

16
manifestaciones culturales, expectativas de vida, variedad de roles (el estudiante, el
obrero, el hijo de familia, el miembro de una banda, etcétera), ritmos de vida, intereses,
formas de expresión e identidades, usos y costumbres (modas, formas de vestir,
etcétera), son elementos determinados histórica y socialmente (Castillo, 1999).
Como se pudo observar, intentar definir el concepto de juventud no es tarea
sencilla, pues las características del objeto a definir varían dependiendo del época a la
que se haga referencia, el lugar, los componentes propios de la sociedad y las relaciones
de poder que se encuentren en ella, además de las peculiaridades propias de cada
individuo.
Finalmente, el concepto de juventud en relación con la política por mucho tiempo
se redujo al estudio de los movimientos estudiantiles, o al simple análisis de los datos
electorales sin llegar a profundizar en los motivos reales de su comportamiento electoral.
Además, en muchos estudios sobre juventud y política se ha encasillado a éstos como
necesariamente rebeldes y portadores del cambio político, sin que se comprueben dichos
atributos.

Sin embargo, se reconoce que existe un esfuerzo reciente para abordar este tema
con la seriedad y el rigor que se merece. Ejemplo de ello es que se considera a la
juventud ya no sólo como un grupo definido por la edad, sino como un concepto que se
construye atendiendo a aspectos sociales, históricos y culturales. Ademas de que no se
puede considerar que los jóvenes sean un grupo homogéneo.

La juventud es un concepto complejo que contiene múltiples modalidades que


llevan a procesar socialmente la condición de edad, tomando en cuenta la diferenciación
social, la inserción en la familia y en otras instituciones.

Jóvenes, política y partidos políticos


En el presente apartado se desarrollarán las diferentes formas en las que los jóvenes se
relacionan con el ámbito de lo político, haciendo énfasis en su relación con los partidos
políticos.
El investigador Ricardo Becerra Laguna (2000: 530-532), al hacer una revisión
de la investigación acerca de la participación política de los jóvenes, destaca los
siguientes puntos.

17
1. Se trata de un tema poco abordado por la academia, la investigación y las
ciencias sociales mexicanas.
2. Cuando se emprende su estudio suelen usarse categorías y visiones analíticas
avejentadas. Así por ejemplo se aborda el análisis del “movimiento estudiantil”
en singular, como si no hubiese que hacerse cargo de la diversidad de culturas
políticas y el desgaste de la tradición que articuló tales movilizaciones. También
se liga la participación política con la categoría de clase, siendo más común y
determinista de lo deseable.
3. En relación con el punto dos, la mayoría de los autores no está lo suficientemente
lejos de su objeto de estudio. Con frecuencia los autores de los trabajos están
comprometidos, o ellos mismos cruzan apuestas en las coyunturas que analizan.
4. Las universidades pese a tener un peso político e intelectual relevante, están
dejando de ser el ámbito privilegiado del debate público. Esto ha generado un
fenómeno real que se refleja en el estado de la investigación: una mayor
identidad juvenil en ámbitos en que tradicionalmente era débil y una incidencia
menor en el movimiento juvenil por excelencia, el estudiantil.
5. El fortalecimiento de los partidos abre un espacio relativamente nuevo, difícil
pero real, para los jóvenes. Se trata de un fenómeno que está en marcha, que se
expresa de múltiples maneras y que requiere de mayor atención y estudio. Se
trata de una oferta de participación relativamente nueva, partidaria, democrática
y ciudadana, distinta a las formas que eran comunes en los años setenta o incluso
en los primeros años de los ochenta. Esta sería la primera generación que vive la
normalidad democrática como un hecho familiar y los efectos de esa experiencia
natural en el cambio político.
6. La investigación sobre cultura política y las preferencias políticas de los jóvenes
presentan como dato decisivo a una juventud marcadamente pluralista, mucho
más que las generaciones que la preceden.
En concordancia con lo señalado anteriormente es preciso recordar en este punto que
la juventud ha adquirido importancia en cuanto a su peso en el cuerpo electoral de
México, en paralelo con la apertura del juego político a la oposición y la revaloración de
las elecciones como instrumento democrático (a partir de la década de los noventa). Sólo

18
contabilizando a los jóvenes empradronados en el Registro Federal de Electorales en el
mes de octubre de 2011, se tienen a 24,038,192 jóvenes, de entre 18 y 29 años, lo que
representa prácticamente una proporción de tres de cada diez empadronados (28.8%).5
Frederic Jameson señala que para los jóvenes la política no representa un sistema
rígido de normas, es más bien una red variable de creencias, una mezcla de formas y
estilos de vida, estrechamente vinculados a la cultura, entendida como un “vehículo o
medio por el que la relación entre los grupos es llevado acabo”. (Jameson, 1993. Citado
en Reguillo, 2000: 35). Sin embargo, es importante reconocer que las articulaciones
entre culturas juveniles y política están lejos de haber sido finalmente trabajadas y que
en términos generales esto se ha construido desde una relación de negatividad, es decir,
desde la negación o desconocimiento de los constitutivos políticos en las
representaciones y acciones juveniles.
El hecho que actualmente muchos jóvenes no opten por prácticas y formas de
agrupación partidistas o instituciones, y el hecho de que no parezcan ser portadores de
proyectos políticos explícitos desde una perspectiva tradicional, puede ocultar los
nuevos sentidos de lo político que configuran redes de comunicación desde donde se
procesa y se difunde el mundo social (Reguillo, 2000).
Los jóvenes como una cohorte de edad no representan a un grupo homogéneo
con una tendencia política determinada, más bien se caracterizan por tener una identidad
partidaria débil y lo que a su vez hace que tengan un voto volátil más que que ser
catálogados en un partido político determinado (Aguilar, 2005).
La relación de los jóvenes con la política debe entenderse en el marco de un
diagnóstico general sobre la crisis de la política en las sociedades contemporáneas. El
papel y funcionamiento de los partidos políticos se han visto afectado por la velocidad
de las reestructuraciones sociales y económicas, la aparición de nuevos canales de
representación y formación de identidades, entre los que se encuentran los medios de
comunicación, los cambios en la relación de los ciudadanos con los asuntos públicos,
entre otros (Krauskopf, 2000).

5
Actualmente, de acuerdo al censo de 2010 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, los jóvenes
de entre 15 y 29 años suman: 29,706,560. El pronóstico del INEGI, al menos el que hizo en el año 2000,
es que el crecimiento de la pobación joven se detendrá en esta década y empezará a decrecer (INEGI,
2000).

19
Para algunos analistas, la disminución de la participación juvenil en los partidos
y las actividades electorales ha sido interpretada como “un rechazo de los jóvenes al
modo en que está estructurado el terreno de lo político. Existen evidencias de que la
participación social juvenil busca nuevos canales y códigos. Por ello puede hablarse más
de una distancia y desencuentro con las organizaciones partidarias tradicionales, que de
un desinterés por lo público” (Krauskopf, 2000: 143).
La investigadora Dina Krauskopf (2000) propone cuatro perspectivas para
comprender a lo político desde lo juvenil.

I. Las nuevas políticas y su impacto en lo juvenil. Las nuevas políticas económicas


de estabilización llevan al abandono del desarrollismo que pretendía integrar a
todos los sectores e impacta las condiciones de vida de la juventud. El ajuste
estructural y las reformas del Estado marcan una estrategia que promueve el
desenvolvimiento de la capacidad empresarial e instaura una cultura que destaca
la efectividad de los esfuerzos privados. En la medida en que las políticas
explícitas de juventud quedan aisladas en el aparato estatal, su acción es reducida
y no incorpora las nuevas condiciones y paradigmas.
II. Los cambios culturales. La modernización y la globalización generan
expresiones culturales e incrementan la necesidad de los jóvenes de encontrar en
las nuevas circunstancias que les rodean los elementos sociales e identitarios que
permiten organizar su comportamiento y sustentar formas de vida que
resignifiquen los factores y condiciones de desarrollo, para dar sentido a su
relación presente con el entorno. Emerge la cultura de la modernidad planteando
transformaciones en las interacciones entre adultos y jóvenes, entre los sexos,
entre el conglomerado anónimo y los medios de comunicación masiva, entre lo
local y lo global.
III. Los nuevos códigos de interacción. Estos nuevos códigos de interacción los
encontramos en la relación adultos-jóvenes, hombres-mujeres; a su vez los
medios de comunicación y la sociedad establecen una interacción que influye de
modo importante en la modificación del quehacer de la política y las expresiones
de vida cotidiana (las encuestas de opinión por ejemplo). La pertenencia a una
organización estable es algo que no tiene la fuerza ni la presencia que se aprecia

20
en épocas pasadas, y eso influye en las formas de participación de los jóvenes en
la política. Por otra parte, el reconocimiento de la incertidumbre actual, de la
rápida obsolescencia de los instrumentos de avance cognitivo y social favorece
una crisis en los adultos. Esta crisis contribuye al bloqueo generacional, ya que el
adulto se siente responsable de ser una imagen clara para el joven; cree que no va
a poder mantener la autoridad ni el respeto si comparte las dudas y confusiones
por las que atraviesa.
IV. Los paradigmas de la juventud. Se habla de juventud con sentidos muy diferentes
en diversas épocas y regiones. Incluso, en la actualidad, coexisten diferentes
paradigmas que tienen repercusión en la percepción de la juventud, en las
políticas y en la participación juvenil.

Para Krasukopf es reconocible que la participación política en muchos sectores de


la sociedad, incluyendo el de los jóvenes, no se agota en los partidos tradicionales. La
participación social y política juvenil se pueden dar por otros medios o mecanismos,
individuales o colectivos, que pueden no ser antagónicos sino complementarios. La
participación va más allá de los periodos electorales.
Aunado a lo anterior, para Rossana Reguillo ni el Estado ni los partidos políticos
han sido capaces de generar matrices discursivas que puedan interpelar a los jóvenes.
Para ellos, la construcción de lo político pasa por otros ejes: el deseo, la emotividad, la
experiencia de un tiempo circular, las prácticas arraigadas en el ámbito local que se
alimentan incesantemente de elementos de la cultura globalizada (Reguillo, 2000).
La afirmación de Reguillo pone de manifiesto un cambio sustancial del papel de
las instituciones política con relación a los jóvenes.
De la relación jóvenes y política se desprenden actividades que son fundamentales
y en las que de manera más objetiva se expresa el comportamiento político de los
jóvenes; éstas son tanto la participación electoral como la partidaria. Estas actividades
presentan matices especiales en los jóvenes pues por una lado se mantienen alejados y
con una actitud negativa hacia los partidos políticos, pero ello no implica que muchos
jóvenes participen en los procesos electorales.
En esta misma tesitura, para Pedro Salazar Ugarte (1998), el distanciamiento

21
entre jóvenes y partidos políticos se debe en gran medida a la baja capacidad que han
tenido las organizaciones partidarias para atraer a los jóvenes e incorporarlos en sus
actividades. Aunado a los anterior, los jóvenes se han forjado una idea negativa de los
partidos políticos y por ende tratan de no involucrarse directamente con ellos. Este
alejamiento influye sin duda para que los jóvenes no logren desarrollar o fortalecer su
identificación con algún partido político.
Ahora bien, es necesario matizar estas ideas acerca del alejamiento y de la visión
negativa de los jóvenes hacia los partidos políticos. A continuación se presentan una
breve análisis de las primeros datos, confiables, pero también escasos de la medición de
la presencia juvenil en los procesos electorales. No se tratará de ser exahustivos en esta
parte, sino como se ha dicho, es sólo matizar las ideas que se han expuesto sobre el papel
de los jóvenes en el mundo de la política.

Según una encuesta pre-electoral de 1988 sobre comportamiento electoral de los


habitantes del Distrito Federal en México, si bien señalaba que los jóvenes fueron más
abstencionistas que las personas maduras y los ancianos, fueron también los que
mostraron mayor indiferencia y menor rechazo que los otros dos grupos de edad como
razones de dicha opción. En otras palabras, los jóvenes no votaron pero desde una
posición más pasiva que activa supuestamente debido a cierto desencanto juvenil por el
sufragio, fundándose su abstención en la indiferencia (Peschard, 1994).
Para José Antonio Crespo (reflexionado también acerca de las elecciones de
1988) los jóvenes de entonces fueron más críticos y reacios a la hora de aceptar la
legitimidad del régimen político y del Estado mexicano.
Esta actitud de críticos se refleja también en el momento de votar, ya que los
jóvenes son los que al parecer se inclinan más por la oposición a la hora de ejercer su
derecho al sufragio. Crespo relaciona esta postura de crítica y de oposición con la
escolaridad de los jóvenes: quienes confían más en el gobierno son los que tienen un
menor grado escolar, al contrario de aquellos que tienen un nivel mayor de preparación
(Crespo, 1994).
Por su parte las investigadores Yolanda Meyenberg y Julia Flores en una
encuesta realizada para actualizar el estudio de la cultura política en México, no sólo de
los jóvenes sino de la población en general, señalan que una de las varias formas en las

22
que se constituye la identidad política de los sujetos es a través de la identificación con
un partido político. Tomado esto en cuenta las investigadoras realizaron la pregunta
¿Con cuál partido político se identifica usted más?, obteniendo los siguientes
resultados: el 38.1% de los entrevistados señaló identificarse con el PRI, pero en
segundo lugar apareció en forma espontánea la respuesta con ninguno (24.8%), el PAN
figuró con el 19%, el PRD con el 12% y el porcentaje restante se distribuyó entre los
demás partidos (Meyenberg y Flores, 2000: 71).
En estos resultados lo que salta a la vista es que en segundo lugar de importancia
los entrevistados no se identifican con ningún partido político. Las investigadoras
concluyen que la identificación con los partidos políticos es muy baja. “Si durante años
un sector importante de la población se identificó con un partido, el PRI, hoy dicha
identificación ha cambiado. No existen identidades partidarias consistentes. La mayoría
de la población vota por determinados candidatos, pero se niega a militar en un partido.
La adscripción partidista puede cambiar de una elección a otra” (Meyenberg y Flores,
2000: 73).
Las investigadoras señalan que los partidos políticos han dejado de constituirse
como factores sociales de cohesión y han sido incapaces de construir opciones para el
futuro, al carecer hasta ahora de un discurso y de prácticas que proporcionen elementos
de identificación para los diferentes sectores en los que todos puedan ser capaces de
reconocerse e identificarse. Señalan también que los partidos políticos tendrán que
recuperar tanto en el discurso como en la práctica, la capacidad que han perdido para
crear o asegurar las identidades colectivas, en particular la de los jóvenes, las mujeres y
las diversas minorías sociales (Meyenberg y Flores, 2000).
A pesar de que se puede argüir que lo jóvenes sí marcan una distancia respecto de
los partidos políticos, no se puede afirmar que existe un fuerte cuestionamiento por parte
de los jóvenes hacia ellos.
Pese al relativo alejamiento entre jóvenes y partidos políticos, se reconoce que
estos últimos son organizaciones que agregan intereses y canalizan de forma
institucional la participación de los individuos en la vida política, es decir, son parte
esencial del sistema democrático. Es como señala el investigador Jorge Alonso: “...los
partidos políticos guardan una especificidad cultural cambiante y en continua

23
readaptación. Su interrelación y los efectos sociales que producen, son ordenados a su
vez simbólicamente por la misma sociedad” (Alonoso, 1996: 117). En otras palabras, los
partidos políticos buscan tener una identificación con la sociedad para obtener su
preferencia, siendo su actuación tanto en el gobierno como fuera de él, la forma en como
los ciudadanos perfilan sus preferencias y su relación con los actores de la política, como
son los partidos políticos.
En el caso concreto de la participación electoral de los jóvenes, el análisis es
complicado porque bajo los esquemas diferenciadores de cultura, grupo social, región,
entre otros, hacer generalizaciones acerca de las preferencias electorales es
prácticamente imposible.
Como ya se ha hecho la advertencia a lo largo de este trabajo, no se ha
desarrollado el suficiente trabajo empírico para corroborar estas ideas. Pese a ello, es
evidente que el comportamiento electoral de los jóvenes como el del resto de la
población varía de región a región. Un ejemplo claro es el contraste de la dirección del
voto que se da entre las zonas rurales y urbanas de una misma entidad.
Cada elección también tiene sus situaciones coyunturales que influyen en el
comportamiento político de los jóvenes. En este sentido Salazar Ugarte al estudiar las
razones del voto joven en la elección de 1997 resalta los siguientes aspectos: “la emisión
del sufragio se explica por la aceptación de la vía electoral como un camino confiable, y
en el sentido del voto se enmarca en un contexto de pluralidad y descontento
generalizado. Los jóvenes se sumaron a la tendencia del voto general y, a partir de los
factores que diferencian a unos de otros: la situación socioeconómica, el nivel de
educación y la región del país en el que habitan, decidieron votar pacífica, libre y
democráticamente” (Salazar, 1998: 70).
La actual participación electoral de los jóvenes en México está marcada por un
hecho relevante para el cambio político: las elecciones en México a partir de la década
de los noventa han comenzado a ser confiables. El factor generación aquí es importante,
ya que una nueva generación puede ser portadora de procesos de transición, entre otras
cuestiones, de regímenes políticos, por su socialización histórica y su sentido de
contemporaneidad. A diferencia de la generación de 1968 que fue observando cómo de
manera lenta pero continua el sistema político se fue democratizando, para los jóvenes

24
que empezaron a votar en los noventas o en el año 2000 en adelante, la confiabilidad de
las elecciones es “algo normal” y no resultado de una larga lucha. Actualmente, la
generación de los padres se encuentra (hasta cierto punto) contrapuesta con la
generación de los jóvenes, en cuanto a la experiencia electoral. Se puede concluir por lo
tanto que de seguir el proceso democrático, cuando la actual generación de jóvenes
entren en la tercera edad, compartirán con la generación más joven la experiencia de una
“normalidad democrática” (Salazar, 1998).
La relación de los jóvenes con los partidos políticos en un país como México
guarda una gran importancia, ya que su estudio permite entender en mucho los actuales
procesos de cambio político. Al representar un porcentaje significativo de la población
en México, los jóvenes influyen tanto en la adopción de políticas públicas para atender
sus problemáticas, así como en la distribución de poder, puesto que su peso en los
procesos electorales es también significativo. La estructura demográfica en el país y su
reflejo en el padrón electoral muestran una población preponderantemente joven, misma
que no se ve reflejada en la élite política gobernante pero que por su peso demográfico
tiene mucho que decir electoralmente.
En síntesis, los jóvenes están entre la indiferencia y un rechazo al mundo de la
política, aunque esto no sea necesariamente explícito y definitivo.
Un reflejo de las ideas arriba mencionada son los datos que presenta la Encuesta
Nacional de Juventud 2005 (ENJ2005). Tomando únicamente los resultados para la
región centro-occidente, en la cual se encuentra Guanajuato. Se puede considerar que en
cuanto al género no hay una diferencia marcada entre los niveles de interés por la
política (véase cuadro 1). Lo que sí es notorio es por un lado que predomina el desinterés
por esta actividad, pero que se incrementa el interés conforme se avanza en la edad de
los entrevistados. Esto le daría consistencia a la idea del ciclo de vida que nos dice que
conforme el individuo crece su relación y preocupación con el entorno aumenta.

25
Cuadro 1. Interés por la político región Centro-occidente. Por edad y género
¿Qué tanto te interesas en la política?
Grupos de Edad y Sexo Total
Mucho Poco Nada Otra NS NC
12 a 14 años 5.6% 17.5% 73.3% 0.2% 3.2% 0.2% 100%
15 a 19 años 6.5% 50.1% 42.4% 0.5% 0.4% 0.1% 100%
Hombre 20 a 24 años 21.0% 43.4% 34.7% 0.1% 0.3% 0.4% 100%
25 a 29 años 30.8% 43.7% 24.6% 0.6% 0.0% 0.2% 100%
Total 15.6% 40.2% 42.7% 0.4% 0.9% 0.2% 100%
12 a 14 años 8.2% 17.1% 71.8% 1.6% 1.0% 0.3% 100%
15 a 19 años 9.1% 36.3% 52.9% 0.9% 0.5% 0.3% 100%
Mujer 20 a 24 años 15.7% 41.8% 38.9% 0.4% 0.3% 2.8% 100%
25 a 29 años 17.4% 53.9% 27.7% 0.5% 0.2% 0.3% 100%
Total 12.5% 37.9% 47.3% 0.8% 0.5% 1.0% 100%
12 a 14 años 6.9% 17.3% 72.5% 0.9% 2.1% 0.2% 100%
15 a 19 años 7.8% 43.2% 47.7% 0.7% 0.4% 0.2% 100%
Total 20 a 24 años 18.4% 42.6% 36.8% 0.3% 0.3% 1.6% 100%
25 a 29 años 24.1% 48.8% 26.2% 0.6% 0.1% 0.2% 100%
Total 14.1% 39.1% 45.0% 0.6% 0.7% 0.6% 100%
Total nacional 14.2% 39.4% 44.0% 0.6% 0.9% 0.8% 100%
Fuente: IMJ-CIEJ. 2006. Encuesta Nacional de Juventud 2005, México.

En cuanto a las razones que se tiene para participar en asuntos de política la ENJ2005
arroja datos que ayudan entender el alejamiento de los jóvenes. Predomina una visión de
imposición de la política como actividad, prácticamente cuatro de cada diez jóvenes
entrevistados para la región centro occidente opinan que la única razón por la que
participaría en política es por obligación. El 34.6% no tuvo una respuesta a tal pregunta.
Un porcentaje apenas perceptible de 1.5% dijo que siempre hay que participar en
política. La injusticia motiva al 5.9% de los jóvenes a participar en política y el 2.8%
sólo lo haría si considera tener la información y responsabilidad suficiente. En todo caso,
lo que se puede afirmar que predomina la apatía. La política efectivamente es vista como
un camino poco transitable, a lo menos no voluntariamente.

26
Cuadro 2. En general, ¿En qué ocasiones consideras que se debe de participar en política?
Región centro-occidente
Cuando
Cuando hay que Cuando se
Cuando es se obtiene protestar tiene
Siempre Nunca IE NS NC
obligación algún por información y
beneficio alguna responsabilidad
injusticia
12 a 14 años 25.1% 5.2% 1.7% 2.7% 0.8% 3.4% 0.2% 57.5% 3.5%
15 a 19 años 43.3% 2.4% 6.8% 2.4% 1.7% 2.8% 0.8% 35.5% 4.1%
20 a 24 años 45.8% 1.3% 8.1% 3.1% 1.4% 4.7% 0.3% 31.3% 4.0%
25 a 29 años 56.9% 4.9% 6.0% 2.9% 2.2% 5.9% 0.7% 16.7% 3.9%
Total 43.4% 3.2% 5.9% 2.8% 1.5% 4.1% 0.5% 34.6% 3.9%
Fuente: IMJ-CIEJ. 2006. Encuesta Nacional de Juventud 2005, México.

Casi la mitad de los jóvenes que se encuentran en la región centro occidente del país,
consideran que la mejor forma de participar en política es por medio del ejercicio del
derecho al sufragio. Lo interesante también es observar que tres de cada diez ni siquiera
pudo dar una respuesta: no sabe cómo participar.
El estar informado es para el 6.2% de los jóvenes la mejor forma de participar en
política, seguramente esto se asocia con la idea de que un mejor entendimiento de los
fenómenos políticos ayuda a tener una postura más proactiva. Esta visión de informarse
como forma de participar en política incrementa conforme se avanza en la edad.

Cuadro 3. ¿Cuál consideras que es la mejor forma de participar en política? Región


centro-occidente
Observando el De
Participando en
Votando Informándose comportamiento de los Otro ninguna IE NS NC Total
campañas
partidos políticos forma
12 a 14
27.3% 3.1% 1.5% 1.3% 1.4% 1.1% 0.1% 59.5% 4.6% 100%
años
15 a 19
48.6% 4.7% 4.2% 1.7% 1.1% 1.6% 0.1% 33.8% 4.2% 100%
años
20 a 24
53.2% 7.4% 2.9% 2.0% 1.9% 2.7% 0.0% 25.8% 4.2% 100%
años
25 a 29
48.7% 9.6% 3.0% 5.2% 1.4% 5.2% 0.0% 21.7% 5.1% 100%
años
Total 45.5% 6.2% 3.0% 2.5% 1.4% 2.6% 0.0% 34.2% 4.5% 100%
Fuente: IMJ-CIEJ, Encuesta Nacional de Juventud 2005, México 2006.

Otro aspecto por el cual se puede saber más de la identidad política de los jóvenes no es
sólo por su interés o preocupación por la política sino por la afinidad ideológica que
posee. Pese a que se puede argumentar que la ideología no es una variable fiable en
nuestro país para saber el carácter o perfil político de los ciudadanos, en diversos
estudios, como el de Alejandro Moreno (2003) en el trabajo de El votante mexicano, se

27
puede encontrar mucha utilidad al observar esta variable. Es verdad que para la mayoría
de las personas las palabras “derecha”, “centro”, “izquierda” pueden estar revistadas de
diferentes significados que no son los que necesariamente en la academia.
Actualmente a los jóvenes, de acuerdo con diferentes autores, no se les puede
inscribir dentro de aquello grupos que tienen un “voto duro” a favor de un partido
político. El “voto duro”, definido como aquel “que permanece fiel a un partido en varias
elecciones a lo largo del tiempo” (Martínez y Salcedo, 1998:110), ha dejado de ser un
elemento predominante que garantice el triunfo en las contiendas electorales.
Para fines académicos, el hecho de que el voto sea secreto impide conocer con
exactitud quiénes han ido a votar y por qué partido lo han hecho. En este contexto, la
relevancia de las encuestas levantadas antes, durantes y después de las elecciones, tienen
una especial importancia para explicar el fenómeno que actualmente se presenta en las
elecciones mexicanas; el “voto volátil y dividido” el cual favorece a uno o varios
partidos políticos de acuerdo a las circunstancias especificas de cada proceso electoral y
de cómo el elector esté percibiendo a los diferentes actores políticos. Sin embargo,
también faltan estudios que expliquen dichas tendencias, para conocer si es un fenómeno
generalizado para todas las regiones del país o sólo lo es para algunas.

De acuerdo a los datos de la ENJ2000, el ejercicio del voto, a diferencia de otras


prácticas políticas que disminuyen e incluso desaparecen de la vida de los jóvenes,
tiende a incrementarse conforme van creciendo, según se muestra en el cuadro 4.

Cuadro 4. Participación electoral en jóvenes


Hombres Mujeres
18-19 20-24 25-29 TOTAL 18-19 20-24 25-29 TOTAL
Sí 48.14% 75.29% 75.56% 70.27% 62.63% 69.73% 76.01% 70.60%
No 50.36% 23.92% 23.57% 28.77% 34.73% 29.75% 23.99% 28.62%
No
1.50% 0.79% 0.87% 0.96% 2.63% 0.52% 0.00% 0.78%
especificado
Totales 100% 100% 100% 100% 100% 100% 100% 100%
Fuente: IMJ-CIEJ. 2001. Encuesta Nacional de Juventud (ENJ), México.

Para el 2003, de acuerdo a los datos obtenidos del ejercicio muestral que hizo el propio
IFE a las listas nominales utilizadas en las casillas, documento en el cual queda
plasmado a lo menos tres datos básicos y de alto valor analítico: el género, la edad, el

28
lugar, y por supuesto, si votó o no la persona.6 Se rescata de este ejercicio el dato que es
precisamente el grupo de edad que va de los 18 a 20 años de edad el que
porcentualmente se abstuvo más de votar (véase cuadro 5). Inclusive es notorio como la
participación electoral aumenta conforme la edad de los ciudadanos aumenta.

Cuadro 5. Porcentaje de participación electoral 2003 por edad.


Edad Votó Abstención
18 43.9 56.1
19 36.4 63.6
20-24 30.7 69.3
25-29 30.8 69.2
30-34 35.1 64.9
35-39 41.3 58.7
40-44 46.2 53.8
45-49 50 50
50-54 52.7 47.3
55-59 54.3 45.7
60-64 54.6 45.4
65-69 53.8 46.2
70 ó más años 43.3 56.7
Fuente: Instituto Federal Electoral. Informe de resultados del Estudio de la participación ciudadana en las
elecciones federales de 2003.

Otro aspecto a resaltar de la relación entre los jóvenes y los partidos políticos, es
el hecho de que es en la preadultez cuando se adquiere con mayor intensidad
conocimiento e información acerca de lo político y se adoptan actitudes hacia los objetos
políticos. Sin embargo, la adopción de determinadas actitudes políticas como la
identificación con un determinado partido puede tener modificaciones, ya sea por causa
del proceso del ciclo de vida según el cual los jóvenes pasan de una actitud desafiante a
una más conservadora, o bien, la identificación partidaria puede variar de acuerdo a las
características generacionales que guarden las diferentes cohortes de edad del
electorado. Pero esto será objeto de análisis para próximos estudios.

A manera de conclusión
Lo que se ha presentado en este ensayo es una descripción de ciertos rasgos que pueden
ayudar a entender el concepo de juventud y su relación con el mundo de la política. La
juventud no sólo delimitada como un rango de edad, sino que cultural y socialmente
construida. El objeto de análisis es complejo en sí mismo, y como se ha mencionado a lo

6
Este ejercicio se dejó de practicar por el conflicto poselectoral del 2006, por lo que se perdió la
continuidad de los datos para ver la evolución de la participación.

29
largo del texto, tratar de establecer límites o definiciones al mundo y comportamiento de
los jóvenes es algo difícil pues siempre se debe de reconocer la movilidad y los
constantes cambios en los cuales se encuentra este grupo social. Además de reconocer
que su relación con la política está determinada por diferentes procesos: culturales,
sociales, económicos y la influencia de los propios actores políticos influyen en ellos de
manera constante.
Habría incluso que indagar por el tipo de identidad política que presentan ciertas
culturas juveniles urbanas y rurales en este sentido. Observar a fondo el nivel de
cohesión social y la verdadera capacidad que tienen o tendrán los ciudadanos jóvenes
para ir mejorando su entorno.
En partiucar, el joven mexicanao se encuentra por lo tanto en proceso de
definición de una identidad política que por el contexto en el cual se encuentra lo lleva a
tener una visión no favorable de lo que implica el mundo de la política.
Finalmente, se reitera que este Documento de trabajo pone las primeras bases
conceptuales y algunos apuntes empíricos para abordar el objeto de estudio atendiendo a
toda la complejidad aquí expuesta.

30
Referencias

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Colección Documentos de Trabajo de la
División de Derecho Política y Gobierno

Serie Derecho

No. 1 Propuesta de reglamentación del


Teresita Rendón Huerta
servicio público de panteones para el
Barrera
municipio de Guanajuato
El defensor del pueblo como
No. 2 instrumento para afianzar el derecho y Manuel Vidaurri Aréchiga
la democracia. Algunas reflexiones.
El derecho a la autonomía de los
No. 3 pueblos indígenas: una aproximación José Jesús Soriano Flores
desde los derechos humanos

Serie Estudios Políticos

No. 1 T.H. Marshall y las discusiones


contemporáneas sobre ciudadanía, Jean Eddy Saint Paul
cohesión social y democracia
Modelo conceptual para la generación
No. 2 de indicadores de participación cívica Carlos R. Cordourier Real
en organizaciones de la sociedad civil
Revisión del concepto de juventud y
Jesús Aguilar López
No. 3 su relación con el mundo de la política
No. 4. Las asociaciones en la democracia:
Ma. Aidé Hernández García
¿Todas o algunas?

Serie Gestión Pública

No. 1 Participación de la sociedad civil en el


Fernando Patrón Sánchez
proceso de políticas públicas
Organizaciones de la sociedad civil y
Vanessa Góngora Cervantes
No. 2 promoción de la equidad de género

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