Sie sind auf Seite 1von 7

Solaris (1972), de Andrei Tarkovsky.

Por Ricardo Pérez Quiñones, para “Esculpiendo el Tiempo”

Kris Kelvin (Donatas Banionis), científico y psicólogo, es enviado a la estación

espacial que gira en torno al planeta Solaris. Al que rodea algo parecido a un

océano que, según se cree, puede ser una especie de cerebro pensante. Todas las

informaciones que llegan desde la estación son desconcertantes y carecen de sentido,

por lo que la misión de Kris consistirá en comprobar qué sucede en el interior de

sus instalaciones.

El personaje de Kris evolucionará de forma drástica a lo largo de la película,

ya que si al principio se muestra como un tipo frío y extremadamente racional, al

final acabará sucumbiendo a las pasiones y emociones que se desencadenan en la

estación.

El guión de Solaris fue escrito conjuntamente por Andrei Tarkovsky y Friedich

Gorenstein a partir de la novela homónima de ciencia-ficción de Stanislaw Lem.

Siendo Tarkovsky, está claro que no nos encontramos ante una cinta de ciencia-

ficción al uso (Tarkovsky renegaba de dicho género), sino que se trata de una
reflexión de carácter existencialista en la que se intenta penetrar en las oscuras

profundidades del alma humana.

Solaris se estrenó en 1972, cuatro años después de la obra maestra de Ku-

brick 2001: Una odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, 1968), por lo que

las comparaciones entre una y otra resultaron inevitables. Estamos, en cualquier

caso, ante dos filmes completamente distintos. Ya que, además de la diferencia

de presupuesto, existe otra, quizá más importante; y es que si en 2001 Kubrick

buscaba las respuestas en el exterior, en el espacio, Tarkovsky prefiere realizar un

ejercicio de introspección humanista. El espacio exterior carece de importancia

en Solaris. De hecho, las imágenes del mismo son escasas. Al contrario del espec-

táculo coreográfico que Kubrick nos ofrecía en su obra. Si en 2001 los diálogos

eran limitados, en Solaris, en cambio, son abundantes y profundos.

El filme comienza con el Preludio Coral en Fa Menor de J. S. Bach, lo que

nos indica que estamos ante un filme de evidentes connotaciones religiosas (como

casi toda la filmografía de su autor). Tras los títulos de crédito iniciales, la acción

se sitúa en la tierra. Se trata de un extenso prólogo, ausente en la novela, que

Tarkovsky incluyó para dejar claro desde el principio que su interés se centra,

ante todo, en la relación que se establece entre nuestro planeta y el hombre; no

entre el hombre y el resto del cosmos.

Una vez trasladado a la estación espacial, Kris comprobará que el océano

pensante es capaz de reproducir los sueños y recuerdos de la mente humana. Algo

que se produce cuando los tripulantes duermen, y que en el caso de nuestro

protagonista, dará lugar a la aparición de Hari (Natalia Bondarchuk), su mujer que

se había suicidado unos años atrás. Pocos personajes en la historia del cine des-

prenden el patetismo de Hari, esa chica sensible y enamorada que, para no dañar
a su amado, intenta destruirse una y otra vez, resucitando de forma inevitable

cada vez que lo hace.

En la película también aparecen otros dos destacados actores soviéticos que,

como Kris, son tripulantes de la estación. Nos referimos a Anatoli Solonitsin,

actor fetiche de Tarkovsky, y a Yuri Yarvet, más conocido por su magistral

interpretación en El Rey Lear (Korol Lir, 1970) de Grigori Kozintsev (1970).

A Stanislaw Lem no le gustó demasiado la adaptación de Tarkovsky, al consi-

derarla en exceso mística, algo que, a decir verdad, tampoco agradó a las autori-

dades soviéticas. La cinta ataca la vanidad de la ciencia y reflexiona sobre temas

como la muerte, el amor o la inmortalidad.

Si uno conoce las preocupaciones e inquietudes religiosas que invaden la filmo-

grafía del autor de Stalker, no le costará encontrar ciertos paralelismos entre el

océano de Solaris y Dios. Tampoco le extrañará la similitud, al menos conceptual,

que existe entre la estación espacial y el paraíso cristiano; lugar en el que se

supone que uno se reencuentra con sus sueños y seres queridos. Además, no deja

de ser significativo que los “visitantes” aparezcan cuando llega el sueño. Un sueño

que cuando es demasiado profundo se asemeja a la muerte, tal y como afirma

Sancho Panza en un episodio de El Quijote que lee uno de los protagonistas del

filme.

Si tuviésemos que quedarnos con una secuencia de esta obra maestra, nos

quedaríamos con aquella en la que Kris y Hari, abrazados, flotan a consecuencia de

la ingravidez de la estación, mientras suena la anteriormente mencionada compo-

sición de Bach. Esa ingravidez de los personajes, que también encontramos en otras

obras de Tarkovsky, nos muestra la extraordinaria poética visual del genio ruso.

En conclusión: 165 minutos de absoluta fascinación.


Comentarios:

Manuel Fernandez • junio 25, 2012


Creo que hay algo del personaje de Hari que se te escapa, y es que Hari, no es
Hari. Hari es el concepto que Kris tiene de Hari, Solaris lo ha sacado de su
subconsciente mientras dormía. En la mente de Kris, Hari es una suicida y por eso
Hari no puede evitar una y otra vez su tendencia a dejar abruptamente de existir.
De todos los amores imposibles de la historia de la literatura quizá este sea el
menos posible todos. Un coloide, una gigantesca proteína creada por un cerebro
extraterrestre que tiene como alma un sesgado recuerdo del pasado de su amante,
que aunque la quiere, no puede perdonarle que le haya abandonado y un científico
escéptico y sentimentalmente acabado. Por eso tal vez sea la historia más román-
tica que jamás haya contado alguien que no quería especialmente contar una historia
romántica.
Ni a Torkovsky ni a Lem les interesaba especialmente la ciencia ficción, Lem
fue detenido después de publicar su primera novela y entonces comprendió que
cuando se vive en una dictadura y se quiere hablar del ser humano hay que cuidar
mucho las formas. Por eso saca del planeta tierra y del siglo XX sus historias,
como Shakespeare (católico recalcitrante) saco de la Inglaterra protestante la
mayoría de las suyas.
Ni la corta novela de Lem ni los 165 minutos de Tarkovsky tienen desperdicio.
Habla de tantas cosas que sencillamente es tan difícil de describir como una
“simetriada”, pero creo que es digno contar, la reflexión sobre la comunicación que
representa esta historia. Lem y Tarkovsky vivieron el mismo problema. El querer
comunicar y el ver, que no podían hacerlo por una censura impuesta por seres
grises, incultos y con más miedo que el de la gente a la que querían controlar. La
angustia del querer decir y el de no poder se respira cada minuto en todos sus
personajes, que siempre tienen algo importante que contar, pero rara vez abren
la boca, sólo respiran y escuchan el silencio del otro.
Una obra arte sólo digna de Lem y de Tarkovsky, muchas gracias por recordármela.

Ricardo Pérez • junio 25, 2012

Hola, Manuel:
Reconozco, no sin cierto bochorno, que aún no he leído la novela de Lem, así
que me limito a plasmar la visión que tengo de la Hari cinematográfica. Evidente-
mente, Hari es producto de la mente de Kris; aunque quizá yo cometa el error
de considerarla como algo más que un simple concepto en la memoria de su amado.
No sé, me da la sensación de que Tarkovsky la dota de una personalidad mayor
que la que podría tener un mero espejismo. En cualquier caso, tu visión del
personaje es más completa que la mía al haber disfrutado ya del texto de Lem.

Un saludo.

Manuel Fernández • junio 25, 2012

La novela de Lem, que es fantástica, es una historia muy similar a la que nos
cuenta Tarkovsky pero distinta. Sobre todo en lo que tu apuntas, Lem es más
cientifista, habla más del antropocentrismo y menos del misticismo. Ese toque
divino que tiene el océano de Tarkovsky, en que yo no había reparado hasta leer
tu estupendo comentario, no lo tiene sin duda el de Lem. El genial final de la
película no es en absoluto el de la novela. La misma historia en resumen, con
reflexiones muy distintas en ocasiones y dos obras de arte de talla universal, sin
duda.
Por supuesto estoy de acuerdo contigo, Hari no es sólo un fantasma, ese
océano divino que tu apuntas la ha dotado de un alma distinta, sólo quería indicar
(perdóname pero me dolió que catalogaras a MI Hari de patética) que es normal
que tienda a su autodestrucción pues este concepto es lo ha obsesionado a Kris
durante años, Hari no sería el fantasma de Kris, sino fuera una suicida.
Por lo demás enhorabuena por tu análisis y muchas gracias por esa visión del océano
Divino que se me había escapado, ahora veo el final de forma distinta. Creo que
Kris, con su sacrificio se acerca a esa Divinidad. Esto entronca fundamentalmente
con el resto de la obra de Tarkovsky y sin duda conociendo a Lem (he leído
prácticamente toda su obra) debió de ser lo que no le gusto de esta película. Lem
deja a Kris desesperado y al océano, tan autista e indiferente a su desesperación
como siempre estuvo desde su descubrimiento.

Ricardo Pérez • junio 25, 2012

Hola, Manuel:
Tal vez me has malinterpretado o simplemente no me he expresado del todo
bien. Cuando hago referencia al patetismo que desprende la figura de Hari, estoy
utilizando ese adjetivo en su acepción de triste y doloroso, que no grotesco. Su
personaje me parece trágico y conmovedor.
Por lo demás, gracias por los apuntes que esbozas acerca de esa gran novela que
espero tener el placer de leer algún día. Me consta que, tal y como apuntas, lo
que no gustó a Lem de la adaptación de Tarkovsky fue su misticismo. Habiendo
repasado una y otra vez la filmografía del ruso, me resulta imposible no hacer una
lectura religiosa (cristiana) de sus películas.

Un cordial saludo y hasta pronto.

Luis Lew Tarkovski • enero 18, 2015

Es la primera película que vi de Tarkovski y la verdad es que me decepciono. Luego,


unos años después, volví a verla y me di cuenta que la primera vez no tenía la
suficiente experiencia vital para apreciarla. En esta segunda ocasión encontré la
película fascinante y me caló profundamente.
Lo que quiero decir con esto es que Tarkovski no es un director fácil si no estamos
acostumbrados a cierto tipo de cine, más complejo, o no tenemos suficiente bagaje
a nuestras espaldas.
Ahora puedo decir que las siete películas que nos dejó este hombre son de un valor
único e incalculable.
Un saludo.

Ricardo Pérez Quiñones • enero 18, 2015

Hola, Luis:
Comparto al cien por cien tu opinión. A mí me ocurrió algo similar con
"Sacrificio", y a día de hoy es mi película favorita de todos los tiempos.

Un saludo.

Shadow Adrián • diciembre 02, 2015

La película está muy bien hecha. Es una pena que Tarkovsky la haya considera más
imperfecta que bien hecha.
No es la película que más me ha gustado de la filmografía del director ruso,
pero sí es imprescindible para cualquier fanático de un cine más pasional y menos
robótico, adjetivo que describe a la perfección el tipo de cine al que están acos-
tumbrados la mayoría de cinéfilos. No la recomiendo a nadie que no esté dispuesto
a salir de su zona de confort y ver más allá de lo que nos muestra en poeta.
Pensar es la clave del cine de Andrei; si no puedes hacerlo, no estás hecho para
sus películas.
Lo que más me sorprende del cine de Tarkovsky es como indaga en lo más
recóndito del ser humano y su existencia. Para lograr esto, todas sus películas
indagan un tema en particular, el cual será trabajado minuciosamente por el
director hasta proyectar lo más cercano a un sueño o una realidad metafísica. Es
así como está compuesto el cine del mayor poeta visual que ha existido jamás.
Mis películas favoritas de él son "Nostalgia" y "Stalker". "Andrei Rublev" y "Sa-
crificio" se están acercando cada vez más a estar entre los primeros lugares, además
de estar entre mis películas favoritas.

Das könnte Ihnen auch gefallen