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Consumo de comida chatarra, medios de comunicación y su relación con la

obesidad infantil

En el presente trabajo se abordan de manera concisa diversas cuestiones relacionadas al consumo de


comida chatarra en niños y su relación con la obesidad.

La Organización Mundial de la Salud ha declarado que la obesidad es una de las pandemias que inquieta
al mundo entero,

La obesidad es una problemática compleja y buscar una definición ha sido, y es, un proceso difícil.
Durante mucho tiempo fue considerada un mero trastorno de la conducta, existiendo así gran resistencia a
considerar los múltiples factores que puedan dar forma a esta enfermedad.

George Bray, médico estadounidense, propone que “La obesidad, como la mayoría de otros males
crónicos del hombre, es un desorden multifactorial, hay un número de factores que influyen para que se
desarrolle o no la obesidad o el aumento anormal de la grasa corporal.” (Bray, 1997)

La gran mayoría de definiciones actuales del término, coinciden en determinar a esta enfermedad como
un padecimiento crónico, complejo y heterogéneo en cuanto a su expresión clínica. Así también como que esta
enfermad es un problema de salud pública, y que su tratamiento requiere que se trabaje tanto sobre los factores
biológicos, como los psicológicos y los socioculturales.

Aunque la obesidad es fácil de identificar, es difícil definirla desde lo psicológico. Esto nos lleva
nuevamente a enfrentar el hecho de que no existe una definición única, sino múltiples definiciones, que a su vez
responden a heterogéneas teorías etiológicas de la obesidad. Puede verse así, nuevamente, que cuando
intentamos definir esta enfermedad, no basta centrarse en el organismo, sino que es indispensable analizar los
aspectos psicológicos, sociales y culturales que implica.

En lo que a niños respecta, normalmente estos responden a sus señales de hambre y llenura, de manera
que no consumen más que aquello que su cuerpo les pide, sin embrago en los últimos tiempos los grandes
cambios en el estilo de vida de las familias y las opciones alimentarias que se poseen han provocado el
incremento de la obesidad infantil.

Hoy, el ritmo de vida que llevamos hace que muchas veces, las familias no tengan tiempo de comer en
casa, o que de existir el tiempo, este sea escaso; así, las comidas rápidas se presentan como opción a la hora de
planificar un almuerzo.

La comida chatarra rodea a los niños. Alimentos ricos en grasas y azucares, de todos los colores y
tamaños que llevan sencillamente a los niños a cometer excesos. Incluso los comerciales de televisión o los
anuncios publicados en páginas web frecuentadas por niños pueden conducir a la elección estos alimentos poco
saludables.

El tiempo que implican las actividades que se realizan frente a una pantalla, requieren muy poca energía
y además aumentan los deseos de consumir esos refrigerios no saludables.

Existen investigaciones que han determinado que aun, una breve exposición a estos comerciales puede
influir en las elecciones de los niños; Así como también existen investigaciones que han determinado que los
niños que observan más televisión comen menos saludable que el resto de los niños.

Las grandes compañías de alimentos han creado un mercado con un eficaz marketing que se dirige a
todos, pero en especial y, no de manera casual, a los niños.

Una de las estrategias más empleadas por las grandes compañías y comerciales, es usar los personajes
favoritos de los niños para ayudar a la venta de los productos, dado que los niños son capaces de aplicar
reacciones emocionales vistas en la televisión para guiar su comportamiento.

A partir de lo dicho, puede afirmarse que existe una relación evidente entre la exposición del niño a los
medios de comunicación y el desarrollo de la obesidad, así también como que se puede afirmar que en la mayoría
de los casos de obesidad infantil, una de las causas más frecuentes es el consumo de comida chatarra.

Existen razones de sobra entonces para crear condiciona entre la población acerca de las posibles
consecuencias de la obesidad, consecuencias que van más allá de la estética y que pueden devenir en graves
problemas de salud.

En la ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, ya se ha dictaminado la ley 3407/10, Ley de Alimentación
Saludable en la Escuela, la cual busca fomentar el consumo de alimentos saludables en la escuela, generando
cambios en la conducta alimentaria de los niños. Se busca con esta ley, ampliar la oferta de alimentos y bebidas
saludables en los kioscos escolares. Sin embargo, esta ley no está siendo implementada en todos lados.

Podría decirse que la prevención de la obesidad solo es posible con cambios fundamentales en las
sociedades, pero ningún sistema de salud está cumpliendo en su totalidad con el desafío de manejar esta
enfermedad, y ninguna sociedad ha desarrollado una estrategia efectiva para prevenirla.

A partir de lo dicho, cabe destacar que un tratamiento temprano de la obesidad sería una buena estrategia
para su prevención. Sin embargo, estamos frente a un complejo desafío que requiere cambios a niveles
individuales, familiares e incluso sociales.

En muchas ocasiones los resultados de las intervenciones psicológicas individuales en este terreno no
son alentadoras. De serlo, coinciden con un tratamiento integral (cambio de hábitos alimenticios y actividad
física). Los estudios que abordan la relación entre lo psicológico y la obesidad establecen una relación de
causalidad. Algunos de estos estudios relacionan la conducta con variables relacionadas a la personalidad, otras
la relacionan con determinados mecanismos de control y otros establecen una relación con el contexto de los
niños. Entre estos últimos resaltan patrones de funcionamiento familiar caracterizados por dificultades de
control, manejo emocional y promoción de la autonomía.

Los protocolos psicosociales entonces establecen dos unidades de intervención: niño y familia, teniendo
como principal meta abordar los aspectos psicológicos involucrados en el sobrepeso.

En el trabajo individual con niños, se buscara que estos puedan identificar sensaciones, emociones e
ideas, que puedan modular esas emociones sentidas y las conductas que de estas se desprenden y sobre todo
entrenar habilidades sociales, fortalecer el desarrollo del autoestima y fortalecer los procesos de autonomía.
Mientras que en el trabajo con padres se buscara fortalecer el rol parental e identificar cuáles son los facilitadores
u obstaculizadores de los procesos de autonomía en sus hijos.

Se ha demostrado que las familias suelen percibir con normalidad en el desarrollo físico, psicológico y
social de sus hijos con problemas de obesidad, no percibiendo así las dificultades en las conductas alimenticias.
Estos padres distinguen los atributos positivos de sus hijos reconociendo solo algunas conductas negativas
relacionadas con la labilidad emocional o las dificultades en el control.

Puede concluirse que los tratamientos psicológicos en este terreno y por si solos no constituyen una
herramienta efectiva. Si, en conjunto con un tratamiento integral, son un importante aporte en el incremento a
la adherencia al mismo. Así también concluimos, que se necesitan políticas públicas capaces dirigir los cambios
necesarios. Sólo de esa manera podemos esperar progresos visibles para frenar primero, y reducir después la
creciente epidemia de obesidad.
Referencias

 Bray GA. Obesity. In: Greenspan FS, Strewler GJ. Basic & Clinical Endocrinology. USA: Appleton &
Lange, 1997: 710-723

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http://alexianbrothershealth.adam.com

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