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Cinema Paradiso (Nuovo Cinema Paradiso) es una película italiana que fue estrenada en 1988.Con
guion y dirección de Giuseppe Tornatore, este drama constituye un retrato sentimental de la Italia
de la posguerra y una declaración de amor al cine. El largometraje original duraba 155 minutos,
pero debido al bajo éxito que obtuvo en Italia, se redujo a 123 minutos para su estreno mundial, lo
que ayudó a mejorar su taquilla, convirtiéndola en un éxito a nivel internacional. Está protagonizada
por Jacques Perrin, Philippe Noiret, Leopoldo Trieste, Marco Leonardi, Agnese Nano y Salvatore
Cascio. La música y banda sonora original de la película es de Ennio Morricone y su hijo Andrea
Morricone, quien compuso el tema de amor.
ARGUMENTO
Tras la misa Salvatore, al que todos llamaban Totó, le pide permiso para que le deje ir con él al cine,
donde va a asistir como director del "Cinema Paradiso" a una proyección para censurar las escenas
que a su juicio son escandalosas.
Pero pese a la prohibición Totó se cuela en la sala, pudiendo ver "Bajos fondos", de Jean Renoir,
viendo cómo el cura indica con una campanilla los cortes que Alfredo, el proyeccionista debe hacer
y que coinciden fundamentalmente con los besos.
Tras las indicaciones del censor Alfredo sube a
la cabina, diciéndole Alfredo que no debe ir allí
por si hay algún incendio, viendo cómo va
cortando las escenas censuradas y pidiéndole
que le regale algunos de los cortes, diciéndole
él que los necesita para pegarlos de nuevo
antes de devolver la película, viendo el niño
que guarda muchos trozos que no pegó,
diciendo Alfredo que no siempre puede
hacerlo, pues a veces no recuerda el punto
donde hizo el corte, prometiéndole que se los
regalará pero a cambio de que no aparezca
más por allí y a cambio de que deje que él se
los guarde, aunque pese a todo se hace con algunos trozos de película que va guardando en una
caja, recordando gracias a ellos los trozos de las películas que vio.
Aquel día, al salir del cine su madre lo esperaba en la plaza y le preguntó si había comprado la
leche, debiendo reconocer que se gastó el dinero en el cine, recibiendo por ello una bofetada,
diciendo entonces Alfredo que Totó había entrado gratis y que si no lleva el dinero es porque a lo
mejor lo perdió, preguntándole al taquillero si encontró algo en el cine, dándole a la mujer las 50
liras que le dio al niño y que este supuestamente había perdido, viendo cómo Alfredo le guiña un
ojo.Como monaguillo debía acudir a los entierros, estando lejos el cementerio siendo el camino de
ida más cómodo de bajada, pero muy duro a la vuelta, por lo que un día, ya cansado simuló que le
dolía un pie, consiguiendo que Alfredo, que pasaba por allí lo llevara con él en su bicicleta.
Llegados los exámenes finales, acuden junto con los niños, algunos adultos que desean conseguir
el diploma elemental, estando entre estos Alfredo, que trata de conseguir que Totó le diga algo,
aunque este se niega a ayudarle, haciéndole entender por señas que solo le hará si le deja subir a
la cabina, pasándole una hoja con las respuestas cuando accede.A partir de ese momento Alfredo
le tendrá que dejar subir con él y aprende a
colocar las películas y todos los trucos, tanto que
pronto puede trabajar solo.Un día Peppino, uno
de los compañeros de Totó se despide de todos
porque se irá con sus padres a Alemania, ya que
encuentra trabajo en el pueblo por ser
comunista.
Unos días después informan en el noticiario que
hay una nueva lista de militares desaparecidos
en combate en Rusia, siendo el padre de Totó
uno de ellos, por lo que su madre pasará a
cobrar una pensión de viudedad, llorando
amargamente al saber que su marido ya no
volverá.
En aquellos años el gran actor Totó era tan famoso que el cine se llenaba y no cabían en él todas
las personas que querían ver sus película, por lo que muchos se quedaban fuera y protestaban,
decidiendo Alfredo hacerles un regalo a esas personas, haciendo que, gracias a un espejo la
película se refleje sobre una de las paredes de la plaza, sacando además un altavoz, permitiendo
así que sigan la película desde la calle, y haciéndolos felices de ese modo, aunque el cura al verlo
le pide al taquillero que les cobre la mitad de la entrada, a lo que los paisanos se niegan.
Totó baja para verlo también desde la plaza, viendo de pronto cómo la película comienza a arder,
por lo que todo el mundo sale corriendo mientras Alfredo trata de apagarlo sin conseguirlo,
extendiéndose este hasta afectar al proyector que escupe una llamarada de fuego que abrasa a
Alfredo.
Y mientras todos corren, Totó, preocupado por
Alfredo sube hasta la cabina y cubre a su amigo
con una manta y lo arrastra hacia afuera y
luego escaleras abajo pese al peso de Alfredo
y a su escaso tamaño. Salvatore recuerda
ahora en su cama aquellos tristes momentos,
cuando el cine se quemó por completo,
estando todo el pueblo frente a la sala
lamentando haberse quedado sin diversión, ya
que carecen de dinero para reconstruirlo,
volviéndose entonces todas las miradas hacia
Spaccafico, el Napolitano, ahora un elegante
hombre adinerado que pasará a ser el dueño
del elegante Nuovo Cinema Paradiso que
bendice el padre Adelfio para inaugurarlo, y en
el que Totó, pese a su edad será el maquinista, cobrando por ello pese a que, por su edad es
Napolitano quien figura como proyeccionista a efectos legales.
El Nuovo Cinema Paradiso se inaugura con Anna y el sensual bayón de Silvana Mangano, pudiendo
ver todo el mundo por vez primera un beso en pantalla, por lo que aplauden contentos.
También acude a la inauguración Alfredo, ahora ciego y muy contento de ver a Totó, que le cuenta
que ahora que tiene un trabajo a lo mejor deja la escuela, diciéndole Alfredo que ese no será su
trabajo y que en el futuro tendrá otras cosas más importantes que hacer, asegurándole mientras
pasa su mano por su cara que ahora sin vista le ve mejor que antes y todo gracias a que le salvó la
vida. Pasan los años y Totó, ya adolescente sigue trabajando en el cine en un momento en que
Brigitte Bardot hace que los adolescentes se masturben en el cine, logrando la prostituta gracias a
sus películas más clientela.
Las películas ya no arden, lamentando Alfredo que el progreso llegara tan tarde.
Pronto se enterará de que se llama Elena y es la hija del nuevo director del banco, peleándose con
uno de sus amigos para conseguir acercarse a ella y entregarle su almuerzo que se le había caído,
acabando con un ojo morado.
Tras conocerla, habla del amor con Alfredo, que se da cuenta de su enamoramiento.
Otro día se acerca a ella aunque no es capaz de decir algo más allá de que es un bonito día justo
cuando se escucha un relámpago.
Alfredo sigue yendo al cine con Anna, su mujer, que
le cuenta lo que no puede ver.
En una ocasión se encuentra con que de una
película muy esperada le llega solo una copia, pese
a que había pedido dos, una para el Paradiso y otra
para el cine de un pueblo cercano, decidiendo
Spaccafico proyectarla a la vez en los dos pueblos,
haciendo que un chico viaje con las bobinas que
han emitido ya en uno de los pueblos hasta el otro
y luego de vuelta, acabando el muchacho agotado
por tanto viaje, debiendo parar y haciendo que la
gente se impaciente al pasar mucho rato
esperando para ver el final de la película.
En Semana Santa Totó acude con Alfredo a la iglesia y ve a Elena que se dirige al confesionario, y
como ve que el cura sale un momento le pide a Alfredo que lo entretenga mientras él se cuela en
el confesionario para hablar con ella, atreviéndose esta vez a decirle que es muy guapa y que cada
vez que la ve se pone nervioso y es incapaz de decir dos palabras seguidas, asegurando que está
enamorado de ella. Ella a su vez le dice que le cae muy bien, pero que no está enamorada de él,
aunque él le asegura que esperará cada noche bajo su ventana y cuando vea que la abre sabrá
que ella también se ha enamorado.Trata así Salvatore de emular al personaje de una historia que
le contó Alfredo y que trataba de un soldado que se enamoró de una princesa y esta le dijo que si
aguantaba 100 días y 100 noches ante su
ventana sería suya, aguantando el soldado,
como Salvatore, el frío, la lluvia y la nieve,
aunque al llegar el día 99 de pronto el soldado
se marchó, algo a lo que Alfredo no le
encontraba explicación.
Desilusionado, Salvatore camina por las calles mientras la gente lanza por las ventanas sus trastos
viejos celebrando felices la llegada de 1955.
Él regresa a la cabina donde despedaza el calendario que fue marcando, ya sin esperanzas, cuando
de pronto aparece en la cabina Elena que se planta frente a él y lo abraza, tras lo que se besan,
olvidándosele a él encender la luz tras terminar la proyección.
Durante su mili, Salvatore hace de radiotelegrafista, no pudiendo localizar ya a Elena, cuyo padre
fue trasladado, viendo cómo le devolvían todas las cartas.
Ahora regresa en avión después de mucho tiempo a su tierra, mostrándole su madre orgullosa su
casa reformada y le muestra todas las cosas que conserva de él en su antigua habitación, ahora
más luminosa y grande, pudiendo ver fotografías de cine que guardaba con cariño de antiguas
películas y un viejo proyector, así como sus
fotografías de niño, una de ellas con Alfredo.
Al entierro no va mucha gente, poco más de una
veintena de personas, recordando su viuda que
siempre hablaba de él, hasta el final y que dejó
dos cosas para él, pasando la comitiva por la
plaza donde puede ver el Nuovo Cinema
Paradiso, ahora semiderruido, fijándose
entonces en algunos de sus paisanos, ahora ya
ancianos. Ve a Spaccafico y se dirige a él,
contándole su antiguo jefe que el cine cerró 6
años atrás porque ya la gente no acudía al
mismo, habiendo sido adquirido por el
ayuntamiento para hacer un aparcamiento.
Salvatore ayuda a cargar el ataúd para meterlo
en la iglesia, acudiendo tras el funeral a casa de Alfredo, donde Anna le entrega una caja que dejó
para él, recordándole la mujer que Alfredo siempre dijo que no debía volver al pueblo nunca y antes
de morir incluso le dijo a su madre que no debía avisarle. Salvatore consigue que le abran el cine,
ahora ya a punto de ser derribado y con todo destrozado, subiendo una vez más a la sala de
máquinas, donde todavía quedaban restos de películas. Vuelve a ver en su casa y en su proyector
la vieja película que grabó de Elena y se le escapan algunas lágrimas.
Le dice luego a su madre que siempre tuvo miedo a volver, y ahora que pensaba que iba a ser más
fuerte lo ve como si no se hubiera ido, aunque ya no conoce a casi nadie, reconociendo que la
abandonó escapando como un ladrón y sin darle una explicación, diciéndole su madre que hizo
bien en marcharse.
Lo único que lamenta es que siempre que le llama responden mujeres diferentes, aunque no nota
que ninguna le quiera de verdad, pero que en el pueblo solo hay fantasmas y que su vida está fuera.
Al día siguiente tiene la oportunidad de acudir al fin del cine, que es destruido mediante una
explosión controlada, coincidiendo casi el fin de Alfredo con el del cine, no pudiendo evitar las
lágrimas ni Salvatore ni Napolitano.
Vuelve a coger el avión de regreso a Roma, donde tras revisar su última película pide que le
proyecten lo que Alfredo dejó para él descubriendo que unió todos los trozos de película que había
recortado a lo largo de los años, pudiendo ver las escenas censuradas, la mayoría, besos, aunque
también algún desnudo, pudiendo ver aquellos pedazos de películas que fueron claves en su vida,
no pudiendo evitar las lágrimas.
CONCLUSION: