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EXPERIENCIA CURRICULAR: PROGRMAS DE PROMOCIÒN Y

PREVENCIÒN EN PSICOLOGÌA

FUNDAMENTACIÒN Y OBJETIVOS ESPECÌFICOS

INTEGRANTES:

Acosta Castillo, Alondra


Hidalgo Fernadez, Mauricio
Mallqui Olivares, Neyda
Montoya Rodríguez, Alisson

CICLO: VI

Trujillo-Perú
2018
FUNDAMENTACIÒN

La adolescencia al ser un periodo de transformación, se considera una etapa más vulnerable,


debido a que el joven se encuentra realizando ajustes a cambios biológicos, emocionales y
sociales del propio desarrollo. Cuando los factores anteriores se combinan, pueden dar como
resultado que los jóvenes presenten problemas de comportamiento, particularmente
conductas antisociales y que lleguen a involucrarse en actos delictivos (Gaeta y
Galvanovskis, 2011)

Para Garaigordobil y Maranto (2016), las conductas antisociales son conceptualizadas como
cualquier conducta que suponga una infracción a las reglas o normas sociales establecidas
implícita o explícitamente y/o sea una acción que atente contra la tranquilidad o dignidad de
las demás personas.

Alguna de las teorías principales que explican actualmente el desarrollo de conductas


antisociales es la de Terrie Moffit, llamada taxonomía dual, debido a que postula dos
clasificaciones diferentes entre los delincuentes; el primer postulado expone que los
adolescentes adquieren una conducta social de forma persistente, a consecuencia de la
estrecha relación entre un daño neuropsicológico temprano que deriva en fallidas
interacciones sociales y el desarrollo de un comportamiento antisocial en una edad crítica del
sujeto; por otro lado, define el segundo aporte, se explica mejor como un tipo de
comportamiento antisocial que será delimitado solo a la adolescencia del individuo, siendo
esto el resultado de una brecha entre la madurez biológica y social. En otras palabras, Moffit
refiere que los adolescentes al no obtener beneficios por parte de los adultos, empiezan a
desarrollar estas conductas antisociales como una forma de lograr obtener lo que quieren.
(Pomahuacre & Pomahuacre, 2017)

Siguiendo la teoría Taylor (citado en Vázquez, 2003) explica que el problema original de la
delincuencia radica en la situación actual de la sociedad, puesto se rige del consumismo
desmedido y con el tiempo se han marcado aún más las clases sociales lo que ha hecho
prevalecer la idea de que el dinero te da mayor valor frente a otros. Teniendo en cuenta esto
la población joven se ha dividido entre ganadores y perdedores, donde el empobrecimiento
de una parte de los jóvenes está creando inconformidad y una búsqueda intensiva por un
mejor estatus social y la aceptación del grupo. Bajo la percepción del autor es la distancia
entre el pobre y el rico el que ha generado el aumento de los robos y otros delitos.

Existen factores desencadenantes en adolescentes infractores, según Pérez (2015), tras su


estudio logra evidenciar que la mayoría de los jóvenes infractores provienen de distritos con
un alto índice de delincuencia, esto los expone a ser víctimas de asaltos o al otro extremo a
adoptar las conductas delincuenciales de quienes los rodean; otra variable que determina es
el grado de instrucción de los jóvenes participan del Programa Justicia Juvenil Restaurativa
puesto que al no haber culminado el nivel secundario, limita sus posibilidades de encontrar
un trabajo que les permita vivir de manera cómoda y sin romper las normas sociales. Según
el Ministerio de Justicia y Derecho Humanos (2017), el 78.1% de los adolescentes inmersos
en el Sistema de Reinserción Social no ha culminado la Educación Básica Regular. Se tiene
en cuenta además las relaciones familiares ya que las respuestas de los evaluados evidencian
que en su mayoría no poseen una buena relación con sus familias, a pesar que esta vinculación
es determinante en la formación de la personalidad y desde luego va a influir en la conducta
sea esta buena o no.

En el trabajo de investigación realizado por Orbegoso (2016), evidencia que el 68,7% de los
internos del pabellón “G” pertenecientes al Centro Penitenciario en Trujillo asocia los actos
delictivos cometidos a recuerdos de su infancia, los cuales estuvieron marcados por episodios
de violencia familiar, en donde existía padres autoritarios y castrantes que los violentaban
física o psicológicamente, repercutiendo negativamente en su autoestima, adaptación social
e incluso tomar el modelo autoritario como el camino para conseguir lo que se quiere e
imponer respeto ante los demás, normalizando así la violencia y actos que van contra las
normas en su vida diaria. Reyes (2015), afirma lo expuesto anteriormente, argumentando
que, la violencia familiar hace que la menor tienda a conductas antisociales, creando
dificultades para el desarrollo de empatía, mientras exista más violencia, se evidenciaran más
conductas antisociales y menor competencia social, es decir sus habilidades para llevarse
bien con los demás son muy escasas o nulas.

Por otro lado, Negrete y Vite (2011), sustentan que los adolescentes que presentan mayores
índices de impulsividad, son predisponentes a experimentar estados emocionales
involucrados con la ansiedad, Asimismo, la vinculación presente entre ansiedad e
impulsividad forma parte de una característica de principal de adolescentes que manifiestan
problemas de conducta.

Otro factor considerado de riesgo es en la deserción escolar y bajo rendimiento académico,


la cual encuentra su causalidad en las condiciones de pobreza, disfuncionalidad familiar,
marginación social, las cuales se unen para facilitar el desarrollo de conductas antisociales y
negligencia escolar debido a que estos factores no contribuyen a un soporte adecuado para el
desarrollo escolar de los adolescentes ya sea académico o comportamental (Enríquez, C. y
Ordóñez, 2009). La repetición de grados logra una consecución de repeticiones hasta que el
adolescente abandona la escuela definitivamente debido a su imposibilidad de obtener
resultados satisfactores, lo que ocasiona sentimientos de fracaso y resentimiento que
conllevan a la agresividad, a la violencia, a la conducta antisocial y la exclusión social (Diaz,
y Sierra, 2008).

Orbegoso (2016), sustenta en su investigación que del total de internos pertenecientes al


Pabellón “G” del Centro Penitenciario el 64.3% de ellos, trabajaron desde muy niños para
poder mantener a su familia (madre, hermanos), muchos de ellos obligados por sus propios
padres a dejar los estudios para dedicarse exclusivamente al trabajo, asimismo, los que aun
estudiaban en una institución eran considerados por sus compañeros como personas pobres
e insignificantes, por lo que lograron acostumbrarse a sentirse marginados y buscar una
manera fácil de conseguir dinero estando en las calles y no en escuelas.

Por su parte Lykken (2000), afirma que los adolescentes delinquen por tres factores
predisponentes que poco a poco se va constituyendo como un patrón de conducta antisocial.
En primera instancia menciona la intensificación de los cambios psicológicos propios de la
adolescencia, las transformaciones físicas y psíquicas van generando secuelas en el
comportamiento, a esto se adiciona la exposición temprana a una socialización en un entorno
inadecuado, donde los modelos muestran características que podrían dar origen a la
sociopatía, y por último, toma en cuenta los rasgos temperamentales del individuo, la
constante búsqueda de nuevas sensaciones, la impulsividad y la falta de miedo al estar
expuesto al peligro que con el tiempo daría pie a una psicopatía.
En ese sentido, es necesario diseñar y llevar a cabo un programa que sea de utilidad para los
adolescentes, reforzando sus factores protectores, para reducir los potenciales riesgos a los
que se encuentran expuestos y de esa manera contribuir a su bienestar psicológico.

OBJETIVOS ESPECÌFICOS

Fomentar el compromiso de los estudiantes con las normas educativas y sociales.

Concientizar sobre las consecuencias de las decisiones tomadas en un momento

estresante o bajo presión.

Promover el uso de estrategias para reducir los impulsos negativos en los

adolescentes.

Proporcionar estrategias para modificar pensamientos que generen emociones

negativas y conductas delictivas.

Brindar estrategias para entablar relaciones sociales saludables de acuerdo al contexto

en el que se desenvuelve el estudiante.

Promover el establecimiento de metas y objetivos para alcanzar su autorrealización.

(Proyecto de vida)
Bibliografía
Diaz, R. y Sierra, M. (2008). Una explicatión de las conductas agresivas, violentas y
antisociales en la escuela, su relación con el fracaso escolar, la marginación social y
la pobreza en la nueva sociedad de la informatión. Acciones e Investigaciones
Sociales, 25, 129-143.
Enríquez, C. y Ordóñez, N. (2009). Riesgo familiar total en familias con escolares según
rendimiento académico. Avances en Enfermería, 27(2), 127-138.
Gaeta, M., y Galvanovskis, A. (2011). Propensión a Conductas Antisociales y Delictivas en
Adolescentes Mexicanos. Psicología Iberoamericana, 19(2), 47-54.
Garaigordobil, M. y Maranto, C. (2016). CONDUCTA ANTISOCIAL EN
ADOLESCENTES Y JÓVENES: PREVALENCIA EN EL PAÍS VASCO Y
DIFERENCIAS EN FUNCIÓN DE VARIABLES SOCIO - DEMOGRÁFICAS.
Acción Psicológica, 13(2), 57-68.
Lynkken, D. (2000). Las personalidades antisociales. Barcelona: Herder.
Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. (2017). Adolescentes Infractores en el Peru .
Lima: Indaga.
Negrete, A. y Vite, A. (2011). Relación de la violencia familiar y la impulsividad en una
muestra de adolescentes mexicanos. Acta Colombiana de Psicología. 14(2), 121-
128.
Orbegoso, V. (2016). Grado de la Inlfuencia de la violencia familiar en actos delcitivos de
los internos sentenciados del pabellòn "G" del Establecimiento Penitenciario del
Milagro de varones Trujhillo en el año 2015 . Trujillo: Universidad Nacional de
Trujillo.
Pérez, L. (2015). Influencia de la comunicación familiar en la conducta delictiva de los
adolescentes pertenecientes al Programa Justicia Juvenil Restaurativa del Ministerio
Público – La Libertad 2014. Trujillo: Universidad Nacional de Trujillo.
Pomahuacre, J., & Pomahuacre, L. (2017). Conducta criminal: teorías con aporte
psicológico y perspectivas de investigación. PsiqueMag, 6(1), 201-210.
Reyes, P. (2015). Menores y Violencia de Género: de Invisibles a Visibles. Anales de la
Cátedra Francisco Suárez, 49, 181-217.
Vázquez, C. (2003). Delincuencia juvenil. Consideraciones penales y criminologías.
Madrid: Colex.

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