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Asia después de Trump

Apr 9, 2018 JOSEPH S. NYE

SINGAPUR – Cuando la Comisión Trilateral -un grupo de líderes políticos y empresarios,


periodistas y académicos- se reunió recientemente, muchos expresaron preocupación por la
caída del liderazgo norteamericano en Asia. Todos los países asiáticos hoy comercian más
con China que con Estados Unidos, a veces por un margen de dos a uno. Ese temor se ha
visto exacerbado por la reciente imposición por parte del presidente Donald Trump de
aranceles, y por sus expresiones de desprecio por las instituciones multilaterales. Una
pregunta que se oyó con frecuencia en Singapur es: ¿el liderazgo estadounidense en Asia
sobrevivirá a los años de Trump?

La historia ofrece cierta perspectiva. En 1972, el presidente Richard Nixon impuso


unilateralmente aranceles a los aliados de Estados Unidos sin aviso previo, violando el
marco del Fondo Monetario Internacional, y llevó a cabo una guerra impopular en Vietnam.
El miedo al terrorismo era generalizado y los expertos estaban preocupados por el futuro de
la democracia.

Al año siguiente, David Rockefeller y Zbigniew Brzezinski crearon la Comisión Trilateral,


que se reúne una vez al año para discutir este tipo de problemas. Contrariamente a las
teorías de conspiración, la Comisión tiene poco poder; pero, al igual que otros canales
informales de diplomacia "de dos carriles", les permite a los ciudadanos privados explorar
maneras de hacer frente a cuestiones espinosas. Los resultados se pueden encontrar en sus
publicaciones y en su sitio web.

En Singapur, no había ningún consenso sobre Asia después de Trump. Por ejemplo, los
miembros indios y chinos tenían diferentes posiciones respecto del papel de los proyectos
de infraestructura "Un cinturón, una ruta" de China. Algunos asiáticos y norteamericanos
diferían sobre las perspectivas de una resolución exitosa de la crisis nuclear coreana, así
como el mayor interrogante sobre si una guerra entre China y Estados Unidos es inevitable.
Y algunos europeos se preguntaban si la actual incertidumbre global refleja el ascenso de
China o el ascenso de Trump.

Mi propia conjetura, que, como le advertí al grupo, podría ser errónea, es que Estados
Unidos puede recuperar su liderazgo después de los años de Trump si vuelve a aprender las
lecciones de cómo utilizar el poder conotros así como sobre otros. En otras palabras,
Estados Unidos tendrá que utilizar su poder blando a fin de crear redes e instituciones que
le permitan cooperar con China, India, Japón, Europa y otros para lidiar con problemas
transnacionales -por ejemplo, estabilidad monetaria, cambio climático, terrorismo y delitos
cibernéticos- que ningún país puede resolver unilateralmente. Eso requerirá superar las
políticas y actitudes unilaterales asociadas con el ascenso de Trump.
En cuanto al ascenso de China, contrariamente al pesimismo actual, Estados Unidos
conservará importantes ventajas de poder que durarán más tiempo, inclusive, que una
presidencia de ocho años, si Trump resultara reelecto. La primera es la demografía. Según
datos de las Naciones Unidas, se espera que Estados Unidos sea el único país desarrollado
que contribuya al crecimiento de la población global en 2050. A la vez, se proyecta que
China, el país más poblado hoy, pierda el primer lugar a manos de la India.

La segunda ventaja es la energía. Hace diez años, Estados Unidos parecía depender
desesperadamente de la energía importada. La revolución del esquisto ahora permitió que
dejara de ser un importador de energía para convertirse en exportador, y Norteamérica
puede ser autosuficiente en los próximos diez años, al mismo tiempo que China cada vez es
más dependiente de las importaciones de energía.

La tecnología es una tercera ventaja para Estados Unidos. Entre las tecnologías que
otorgarán poder en este siglo están la biotecnología, la nanotecnología y la próxima
generación de tecnología de la información, como la inteligencia artificial y los datos.
Según la mayoría de los expertos, si bien la capacidad de China está mejorando, Estados
Unidos sigue siendo el líder mundial en investigación, desarrollo y comercialización de
estas tecnologías.

Es más, en términos de la base de investigación, Estados Unidos tiene una cuarta ventaja en
su sistema de educación superior. Según un ranking de la Universidad Jiao Tong de
Shanghái, de las 20 mejores universidades del mundo, 16 están en Estados Unidos,
mientras que en China no hay ninguna.

Una quinta ventaja norteamericana que probablemente sobreviva a la era Trump es el papel
del dólar. De las reservas extranjeras en manos de los gobiernos del mundo, apenas el 1,1%
son en renminbi, comparadas con el 64% en dólares. Cuando el Fondo Monetario
Internacional incluyó el renminbi en la canasta de monedas que sustentan su unidad de
cuenta, Derechos Especiales de Giro, muchos creyeron que los días del dólar estaban
contados. Pero el porcentaje de pagos internacionales en renminbi ha caído desde entonces.
Una moneda de reserva creíble depende de mercados de capital profundos, de un gobierno
honesto y del régimen de derecho. Nada de eso es probable en China en el futuro cercano.

Sexto, Estados Unidos tiene ventajas geográficas que China no tiene. Estados Unidos está
rodeado por océanos, y Canadá y México siguen siendo amigables, a pesar de la política
equivocada de Trump de debilitar el Tratado de Libre Comercio de Norte América. China,
por otro lado, tiene fronteras con 14 países y disputas territoriales con algunos de los más
importantes, como India, Japón y Vietnam. Esto limita el poder blando de China. Y, si bien
la geografía le da a China una proyección de poder basada en el territorio sobre el Mar de la
China Meridional, Estados Unidos no tiene reclamos territoriales allí y cuenta con una
supremacía naval en el restante 95% de los océanos del mundo.

Sin embargo, y más importante, Estados Unidos y China no están destinados a la guerra.
Ninguno de los dos países plantea una amenaza existencial al otro. Cuando comenzó la
Primera Guerra Mundial, Alemania había superado a Gran Bretaña en 1900 y el temor
británico de las intenciones alemanas contribuyó al desastre. Por el contrario, Estados
Unidos y China tienen tiempo de gestionar sus muchos conflictos y no tienen por qué
sucumbir a la histeria o al miedo.

Estados Unidos retiene no sólo las ventajas de poder que se describen más arriba, sino
también sus alianzas con Japón y Corea del Sur. En cualquier conversación inminente con
el líder de Corea del Norte, Kim Jung-un, Trump tendrá que tener cuidado de impedir que
el régimen de Kim logre su objetivo de larga data de debilitar esas alianzas.

En Singapur, cité la respuesta de Lee Kuan Yew a una pregunta que alguna vez le formulé
sobre si China superaría a Estados Unidos. Dijo que "no" porque, si bien China tenía los
talentos de 1.400 millones de habitantes a los cuales recurrir, la apertura de Estados Unidos
le permitió aprovechar y combinar los talentos de 7.500 millones de personas con mayor
creatividad de la que podía tener China. Si esa apertura sobrevive, el liderazgo
norteamericano en Asia, y en otras partes, muy probablemente también logre sobrevivir.

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