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Es muy probable que hayas oído hablar o visto documentales sobre las Líneas de Nazca, en
Perú, esas gigantescas figuras geométricas y de animales que por décadas han intrigado a
arqueólogos, historiadores y hasta ufólogos. También es probable que al mismo tiempo
desconozcas el misterio que yace, vecino de estas figuras, y que por casi un siglo ha
desafiado a todos los investigadores que han intentado explicar la misteriosa franja de
agujeros en Perú.
Otros estudios se realizaron en los años setenta (Dwight Wallace y Frederic Engel) y en los
ochenta (John Hyslop). Este último, en su libro La vialidad estatal (1984) opina que los
agujeros fueron lugares de almacenamiento de productos, similares a otros existentes en
otros dos sitios arqueológicos en la costa sur del Perú: Quebrada de la Vaca y Tambo
Colorado.
Estudios recientes –hubo una expedición de la UCLA en 2015– apuntan a que se tratarían
de depósitos hechos en tiempos de los incas con el objetivo de cuantificar la producción
destinada por los pobladores locales al imperio, y de allí la proximidad de la franja de
agujeros con el camino real de los incas. Pero hacen falta estudios más exhaustivos que
permitan detectar rastros de los productos que se almacenaban en ellos.
Naturalmente, como en muchas estructuras prehispánicas, no podía faltar la teoría
extraterrestre: la franja de agujeros en Perú sería una marca de visitantes del espacio, para
hacernos saber que estuvieron allí. O tal vez estaban sacando alguna clase de cuenta, ¿tú
qué opinas? En todo caso, es algo extraordinario de ver.