Sie sind auf Seite 1von 4

Sabiduría

El libro de Sabiduría es un libro deuterocanónico, es decir no forma parte del canon hebreo
del AT; entró a formar parte del canon griego alejandrino, y de ahí, pasó a la Iglesia.

Estructura del libro


A grandes rasgos la división más significativa que podríamos hacer del libro es la siguiente:
1º Parte: Vida humana y juicio escatológico (1,1-6,21)
1.1. Exhortación para amar la justicia (1,1-15)
1.2. Malvados y justos frente a frente (1,16-2-24)
1.3. Revelación de las paradojas de esta vida (3-4)
1.4. Impíos y justos en el juicio escatológico (5,1-23)
1. 5. Exhortación a los gobernantes (6,1-21)
2º Parte: Encomio de la Sabiduría (6,22-9,18)
2.1. Discurso de Salomón sobre la Sabiduría (6,22-8,21)
2.2. Oración de Salomón pidiendo la Sabiduría (9)
3ª Parte: La justicia de Dios se revela en la historia (10-19)
3.1. De Adán a Moisés, la salvación por la Sabiduría (10,1-11,1)
3.2. Juicio de Dios sobre la historia (11,2-19,21)
Conclusión: Himno de alabanza a Dios (19,22)

Autor
La unidad del libro de la Sabiduría corresponde a un único autor; lo cual contrasta con la
situación común en la composición de los escritos del Antiguo Testamento que suelen ser
obra de una escuela, prolongada frecuentemente en el tiempo, más que de un solo autor:
El libro se presenta como una reflexión del propio Salomón. En Sabiduría, sin embargo,
jamás se nombra a Salomón, pero es tal el cúmulo de alusiones a él que no hay duda,
sobre todo en la parte central del texto, que el autor pretendía expresamente presentar su
obra como salomónica.

A partir de la teología que se desprende de Sab podemos, a grandes rasgos, decir que el
autor era judío (fe en un único Dios, todopoderoso, siente horror al politeísmo desprecia los
ídolos, siente repugnancia por el laxismo y la inmoralidad de los paganos, orgullo por
pertenecer al pueblo hebreo [“pueblo santo”, “raza irreprochable”], admirado por los héroes
del pasado...), era alejandrino, de lengua y cultura griegas (comúnmente se admite que Sab
fue redactado en Alejandría de Egipto, domina el griego helenístico).
Fecha de composición
Aunque no hay un acuerdo generalizado, proponemos como fecha de redacción la época
de Augusto, es decir, entre el 30 a.C. y el 14 d.C. sin olvidar el papel que pudo haber jugado
la escuela y la tradición alrededor de un maestro de sabiduría en la gran ciudad de
Alejandría.

La situación histórica que se refleja en la obra coincide con las de la colonia judía alejandrina
en ese margen de tiempo. En la época de Augusto esa comunidad era floreciente: se cultivan
las artes, las letras, se lucha denodadamente por conservar la propia cultura y estar al mismo
nivel socio-cultural de los ciudadanos de Alejandría.

Importancia doctrinal de Sabiduría


Cronológicamente, Sab es el último libro del canon griego del Antiguo Testamento. La
importancia de Sab reside principalmente en el valor intrínseco de su doctrina, que sirve de
puente para la nueva era que ya despunta.

El libro es también un testimonio de una comunidad que vive y rememora con fe las grandes
gestas históricas con ocasión de las festividades litúrgicas. Inserto, el autor anónimo, en la
corriente de sabios judíos y helenistas no puede dejar de tratar los temas tan sugestivos y
brillantes de la sabiduría, por caminos distintos de los de judaísmo palestinense
contemporáneo. Los temas de la injusticia, el sufrimiento sin sentido, el fracaso aparente, la
muerte inmerecida de los justos... serán temas abordados por el autor de Sab.

La nueva clave de interpretación estará en la fe segura y firme en la inmortalidad personal,


prometida y querida por Dios, más allá de la muerte, y en la enseñanza en la retribución
ultraterrena, según el juicio misericordioso, sereno e insobornable de Dios.

a) La Sabiduría
La Sabiduría es, sin duda, la protagonista de toda la segunda parte del libro (6,22-9,18),
denominada comúnmente Elogio de la Sabiduría. El autor de Sab, judío alejandrino,
encuentra en la tradición de su pueblo a dos antepasados, prototipos del sabio, que se lo
debían todo a Egipto: José, nacido en Canaán, pero manifestado en Egipto como modelo
de sabio gobernante, y Moisés, egipcio de nacimiento y de educación. Egipto era, pues,
tierra propicia para que un auténtico sabio israelita produjera frutos también auténticos de
sabiduría.

Sab, en el campo sapiencial, pone en contraste el espíritu particularista de la tradición


israelita y el carácter universal de la cultura helenista. De esta manera la hokmah hebrea se
va a convertir en la sojia helenista.
 La sabiduría humana. Esta es la Sabiduría de la que hablan tradicionalmente los sabios
y la que el hombre puede adquirir con esfuerzo y con tesón, la sabiduría que se aprende.
Es también un don de Dios, como lo es la luz, el sol, y todo lo bueno que el hombre hace
o consigue. Acerca de su inestimable valor trata Sab 7,7-12. El texto se inspira en 1Re
3,9-14, donde la petición de Salomón obtiene de Dios la Sabiduría y mucho más. Los
mayores bienes y valores de la naturaleza y del hombre son nada en comparación con
la Sabiduría.

 La sabiduría divina. Sab 7,22-8,1 es el lugar por excelencia en que el autor habla de la
Sabiduría como habla de Dios. Así la llama artífice del cosmos (7,22), atributo
propiamente divino. En ningún libro sapiencial anterior encontramos esta afirmación
de la Sabiduría; a lo más ella está presente cuando Dios crea el mundo (cfr. Prov 8,22-
31). La Escritura no conoce más que un Creador y Hacedor de todo (cfr. Gn 1,1), Dios
único, cuyo nombre es Yhwh (cfr. Dt 6,4; Is 45,5). La Sabiduría no es una diosa junto
a Yhwh, como imaginaban otras cosmogonías orientales, a pesar de que el autor de Sab
diga en 9,4: "La Sabiduría que comparte tu trono". Dela Sab se vuelve a decir en 8,6
que es artífice de los seres, de cuanto existe, como en 13,1 se afirma de
Dios. La Sabiduría, que lo ha hecho todo, está presente en todo lugar y sabiamente
dirige, gobierna la marcha del universo (8,1); casi con las mismas palabras afirma de
Dios que "gobierna el universo con misericordia" (15,1). De todo ello no queda duda
alguna que la Sabiduría, para el autor de Sab, es de orden estrictamente divino.

b) Destino inmortal del hombre

Sab nos ofrece una clave de interpretación del enigma humano, una respuesta a la pregunta
sobre el destino definitivo de la persona.

 Mortalidad del hombre. El presupuesto indiscutible del que parte el autor de Sab es el
de la condición mortal de todo hombre. Sab 2,1-5 refleja el modo de pensar de muchos
en cualquier época, en la del autor y también en la nuestra. Expone una concepción
netamente materialista de la vida, que niega toda especie de supervivencia personal
más allá de la muerte y cualquier intervención de Dios en la vida del hombre.
Características de esta visión de la vida pueden ser la resignación tranquila ante lo
invitable, la pasión desenfrenada por apurar al máximo los goces de la vida, la tristeza
y el pesimismo por la brevedad de la vida y por lo irremediable de la muerte, desaparición
absoluta del ámbito de la existencia.

 La tradición bíblica y la propuesta de Sab. Ante el tema de la muerte y la retribución


de las obras humanas, la tradición bíblica fue desarrollando, poco a poco, la convicción
en un más allá garantizado por la misericordia divina y su poder creador. La retribución
se va proyectando paulatinamente hacia el más allá, frente al desengaño de la
experiencia que ve cómo triunfan los impíos y los justos son perseguidos. En el seno de
la comunidad judía palestinense se realiza el proceso doctrinal que desembocará en la
doctrina de la resurrección de los difuntos, expresada claramente en Dan 12,2; 2Mac 7;
12,43-44; 14,46. ¿Cómo admitir que la muerte pusiera término para siempre a las
atenciones de Dios para con sus fieles y los separase definitivamente de él? Los judíos
helenistas de Egipto expresarán su fe en la vida futura con las categorías usuales de su
cultura: las de la inmortalidad del alma. "Dios creó al hombre para la incorrupción" (Sab
2,23a) es el grito jubiloso de Sab con el que el autor quiere disipar dudas y temores.

 La inmortalidad en Sab. La inmortalidad del alma se acerca a la doctrina platónica de


la inmortalidad natural del alma. Pero la enseñanza del autor de Sab no aparece como
un calco de la de Platón, ni de ninguna otra corriente helenista. Su singularidad la
descubrimos al analizar los dos términos fundamentales que el autor
utiliza: incorrupción e inmortalidad Según la mentalidad griega, todo ser corporal es
corruptible y mortal; los dioses, sin embargo, son incorruptibles y, por ello, inmortales.
En la doctrina del autor de Sab, el hombre es corruptible y mortal según su naturaleza,
pero Dios todopoderoso quiere que participe de su vida inmortal e interminable,
haciéndolo "imagen de su propio ser" (2,23b; cfr. 2 Pe 1,4). Además, en Sab aparece
cinco veces el término inmortalidad (3,4b; 4,1b; 8,13a.17c; 15,3b. Además en 1,15
aplicado a la justicia). Con dos acepciones: la primera es la de fama imperecedera,
recuerdo o memoria entre los vivos después de la muerte; la segunda es la pervivencia
individual y personal después de la muerte física o biológica. Ya hemos dicho que se
suele repetir que Sab es tributaria de Platón en lo que concierne a la inmortalidad del
alma. Pero, una reflexión atenta nos lleva a descubrir que Sab no habla nunca
explícitamente de la inmortalidad del alma y menos en pleno sentido griego (alma como
ente personal distinto y contrapuesto al cuerpo) que suele entender la
inmortalidad natural del alma. La inmortalidad, tal como la presenta el autor de Sab, es
un puro don de Dios misericordioso y creador. La creencia en la inmortalidad nace de la
fe y no se fundamenta en ninguna especulación filosófica. La inmortalidad de la persona
no es concebida en un sentido puramente filosófico, como supervivencia del alma
después de la muerte, en oposición al cuerpo que se corrompe y desaparece; sino como
participación de la felicidad eterna de Dios.

Das könnte Ihnen auch gefallen