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Los comentaristas nos dicen que el nombre del Señor, Yahveh, ocurre 6,828 veces
en el Antiguo Testamento. Este es el nombre personal del Dios de Israel. Nunca se
usa para denotar una deidad pagana. Por lo tanto, el nombre de Dios transmite Su
singularidad; la esencia misma de quién es Él. Nos habla de Su santidad y lo
distinto que es Él de Su creación.
Si amamos a Dios, vamos a amar la gloria de Su nombre por sobre todas las
cosas. Si vamos a tener el corazón que Dios tiene, entonces seremos apasionados
por exaltar y esparcir Su gloria, no la nuestra, a todas las naciones.
Nuestra traducción de Éxodo 20:7 en español dice que está prohibido “tomar en
vano” el nombre de Dios. “En vano” es la
palabra sav en hebreo que también traduce como “uso indebido” en la Nueva
Versión Internacional, y significa “nada” o “una cosa insustancial”. Esta es la
prohibición del tercer mandamiento: nunca debemos hablar del Señor ni usar Su
nombre como si fuera irreal, insustancial o sin importancia. Debemos hablar de Él
con respeto, como aquel que tiene prioridad absoluta en nuestras vidas.
Es muy importante que recordemos con precisión las palabras de Jesús mientras
anticipaba Su crucifixión una semana antes de la Pascua: “Ahora mi alma se ha
angustiado; y ¿qué diré: “¿Padre, sálvame de esta hora?” Pero para esto he
llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Y
le he glorificado, y de nuevo le glorificaré” (Jn. 12:27-28). De tal manera
amó Dios la gloria de Su propio nombre que dio a Su hijo Unigénito para
glorificarlo.
La gran revelación del nombre de Dios en el Antiguo Testamento fue: “YO SOY”,
pero en el Nuevo Testamento fue “JESÚS”. ¿Cómo sucedió esto? Dios reveló Su
verdadera personalidad, carácter y naturaleza a Moisés cuando le dijo que Su
nombre es Yahveh. Jesús se identificó a Sí mismo con el nombre de Yahveh.
“Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: antes que Abraham naciera, yo soy.
Entonces tomaron piedras para tirárselas” (Jn. 8:58-59; 10:33).
Pero Jesús no solamente reclamó para Sí mismo el nombre de Dios, sino que
intensificó la revelación de Dios, y ahora la palabra que resume quien es Dios
es “Jesús”, que significa “Yahveh salva”. Este es el evangelio en una sola
palabra. El evangelio en un nombre.
Si este mandamiento era válido para los judíos, ¿cuánto más para nosotros? Su
nombre revela quien es Dios y el nombre de Jesús ha revelado la gloria máxima de
Dios en Su redención y amor ¡Dios es amor! Cuán cuidadosos debemos ser al
usar el “nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se
doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la
tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios
Padre” (Fil. 2:9-11).