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Ejemplo de texto reflexivo 2

“Clases de lenguaje”
A fines del semestre pasado, en reunión con la UTP se revisaron las calificaciones de
lenguaje de los octavos básicos, A y B.
La conclusión fue que estaban muy bajas, sin
embargo, vimos que en el “B” las notas no eran tan
bajas como las de mi curso, el “A”, del cual además
soy profesora jefe. Las malas notas del “A” estaban
concentradas en los controles de lectura, así que se
decidió que, si bien era cierto que en mi curso el
problema era más generalizado, se abordaría en
conjunto ya que mejorar los aprendizajes en lenguaje
es clave para desarrollar otras competencias como la
comprensión lectora que servirá a lo largo de la vida
considerando que en la actualidad muchos adultos ni
siquiera entienden algunas instrucciones que leen y
que ellos con el uso del chat cada vez reducen más su
lenguaje.

Con la otra profesora y la jefa de UTP, nos fuimos


preguntando por las causas de estos bajos resultados. Para mí era crucial, pues yo me
sentía muy responsable al ser, además, profesora jefe del curso. La primera explicación
frente a este problema fue: ¡Los alumnos son flojos!, y aunque efectivamente nos fuimos
dando cuenta de que estudiaban poco y que no alcanzaban a leer los textos, no nos podíamos
quedar en eso, pues ahí el problema se cierra y poco se puede hacer. Así que partimos
pensando en estrategias para motivar al estudio del tipo “la zanahoria y el garrote”, es decir,
dar décimas extra si entregaban un resumen antes del control de lectura y si en el control
llegaban a una nota sobre 4,5, les bonificábamos dos décimas más. Por otro lado, el
garrote fue dejarlos en la tarde un rato a leer en silencio si la nota era más baja.

Personalmente no me gusta castigar usando la asignatura, pues va


generando una asociación entre la asignatura con castigo. Pero mi
colega insistió y quedamos de acuerdo en evaluarlo. Algo de esa
estrategia funcionó, pero me rebelaba ante la idea de que los alumnos
reaccionasen sólo por la vía de premio-castigo, asociado a técnicas tan
conductistas. Ahí fue que se me ocurrió dar posibilidades a que los
estudiantes escogieran entre dos o más textos; Investigué sobre libros entretenidos, incluimos
algunos muy de moda con tal de interesarlo. Textos que nunca pensé que los daría pues no
estaban entre aquellos que me gustaban o que son más tradicionales.

Todas estas medidas fueron dando pequeños resultados, a algunos estudiantes no logramos
sacarlos de la “zona roja” y a otros lentamente los fuimos “ganando”. Lo más interesante que
fue sucediendo es que a ambas profesoras nos animó a seguir buscando medidas para interesar
a los estudiantes porque finalmente captamos que la flojera dependía de muchas cosas, entre
otras de escoger temas cercanos a su interés, lo que parece obvio, pero que para mí, desde mi
“ser más tradicional” me costaba asumir. Esto ha requerido que sea muy flexible y abierta, pero
para empezar a generar ese cambio tengo una gran motivación: ver la reacción de mis
estudiantes, de hecho, en varias oportunidades sacan a colación textos que hemos leído, o
algunas actitudes o frases típicas de algún personaje. También hemos notado cómo el
vocabulario de los estudiantes ha mejorado.

El ejemplo refleja cómo una docente reflexiona a partir de un problema,


transmitiendo de forma muy personal sus dudas, preguntas, concepciones
sobre el aprendizaje y lo que va pensando a propósito de lo que observa.
Además, el ejemplo ayuda a ilustrar cómo los diálogos con su colega la
cuestionan y la desafían, llegando a modificar su práctica e impactando
positivamente en los estudiantes.

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