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Contemplación para alcanzar amor

“Una piedra se caracteriza por su definitividad, mientras que la cualidad más destacada del hombre es su capacidad de
sorprender….Para los animales, el mundo es lo que es; para el ser humano, es construcción, y ser humano significa estar en
camino, luchar, acechar, esperar”1
El amor, la ternura, es la culminación en la resurrección; la expresión del amor perfecto que provine de Dios en forma
definitiva y que hoy por hoy esperamos alcanzar…. La esperanza precede en cierto sentido al amor, que es en su perfección
el que suscita a la esperanza.
La condición básica para que se active la esperanza de vivir en plenitud el amor es “un mínimo de aceptación y de confianza
en sí mismo, cultivando una justa ternura por nosotros mismos, acogiéndonos como somos, tolerando nuestros límites, para
no encerrarnos en ellos, sino para ir más allá, en un empeño siempre renovado durante toda la vida, en sus diversas etapas.
El ser ternura implica una viva dimensión de benevolencia y de paciencia consigo mismo. …una justa capacidad de aprecio
de la propia realidad psicosomática y un prudente equilibrio en la valoración y en la gestión de los recursos que se tienen,
reconociéndolos como un don que no hay que desperdiciar”2
El amor, la ternura, es una opción de vida, el que tenga el coraje de realizarla cosechará sus frutos. “…es un modo de pensar, de
sentir, de vivir y de amar, capaz de levantar a uno por encima de sí mismo, como un aletazo o un vuelo de águila que conducen
más allá de los umbrales de la mediocridad común y de la cultura de lo efímero; y supone un viaje como una aventura hacia
arriba, siempre nueva y fascinante….”3
La ternura “constituye un sentimiento que se conjuga muy bien en la ligereza; difuminada, delicada, dulce, capaz de
comunicar la intimidad profunda, aunque sea sin palabras.”4
Lo opuesto es la “pesadez del ser” como incapacidad de asombro, como cerrazón del corazón y de la mente, como
monotonía, fatalismo, agresividad. Es lo opuesto a la capacidad de sorprenderse, de acoger la vida con gozo y mirar con
esperanza a los gérmenes de bien que encierra todo corazón humano y que abren confiados al futuro; creatividad, suavidad,
respeto, disponibilidad para dar y recibir, encuentro con el otro/Otro.

Se requiere la decisión, y se requiere la adquisición de un modo pensar, y de un estilo de vida que haga de la ternura el
corazón de la existencia y de todos los encuentros. Evitar lo inútil y lo superfluo, guardando siempre el amor y la fe. Un
estilo de armonía para sintonizar con el prójimo, haciéndose don y acogida, y que oriente a actuar respetando el valor único
de toda persona y de toda realidad creada. Un estilo de servicio buscando una creación más bella y ordenada. Un estilo de
peregrinación, sin nada que ofrecer ni proponer más que a sí mismo, sin ilusiones que vender ni excusas que presentar, libres
para acercarse a todo y a todos, con simplicidad y pureza de corazón; sin pretensiones, calentados por el sol de primavera; sin
medios para construir ciudades, pero con una luna que hace soñar y unas estrellas que brillan en lo alto como compañeras de
viaje.

La resurrección del Hijo y su entronización constituyen sin lugar a dudas (Fil 2,1-13) la respuesta del Padre a la obediencia
del Hijo que, con glorificación de Jesús como Kyrios, representa el tu den una auténtica genuflexión cósmica Flp 2,10-11 “El
descenso del Uno al abismo-observa von Balthasar- se convierte en el ascenso de todos de ese mismo abismo.( Heb 13,11) “
La gloria no puede estar sin la cruz. Cristo Jesús da su vida, porque no puede permitir que ninguno de los que le han sido
entregados muera por culpa de él (Jn 15,12-13), por la grandeza de su mandamiento. Si uno hubiese sido sacrificado por él,
tendríamos una excepción que aducir como justificación. Ningún servidor es más grande que su Señor (15,20), y su amor está
condicionado a hacer lo que él nos manda (v.14)
¿Cómo traducir la entrega del Señor en un proceso y actitud de vida que convierta nuestro corazón en un corazón de carne
semejante al suyo?
¿ Cuál alternativa proponemos al principio de Hobbs que afirma: “El hombre es un lobo para el otro hombre”….?
¿Cómo traduciré la cultura del conflicto que se infiltra en nuestras comunidades y en nuestro trabajo en una cultura de la
convivialidad?
¿Cómo desterrar la violencia en nuestra vida que se genera por la supercometencia enraizada en la cultura, la economía, los
traumas personales, las desilusiones, y que genera grupos antagónicos y adversos?
¿Cómo puedo yo traducir en mi vida las palabras de Pablo en 1Cor, 13? ¿Cómo participar y ser creativo en el cuerpo vivo de
Cristo el Señor, 1Cor, 12?
1
A. Heschel, Chi è l’uomo. P. 64
2
Teología de la Ternura, Carlo Rocchetta, 107
3
Ibid, 108
4
Bernardi, la tenereza e la paura. Ascoltare i sentimenti dei bambini, p.143
La compasión es la fuente en el Espíritu para vivir en diálogo continuo y saber amar a las personas y a la vida, la reciprocidad
de las conciencias, la belleza y el asombro. La razón no puede erigirse en el único dueño; está llamada a integrarse con la
compasión.

*La reflexión es seguir casi al pie de la letra las palabras e inspiración de Carlo Rocchetta, Teología de la ternura.

Aparición a María Magdalena Jn20, 11-18


Oración: Al iniciar este pequeño diálogo siento, Señor, la necesidad de ser muy agradecido, porque tú me invitas a estar
contigo; quisiera ser cada día más sensible a este gesto de ternura tuyo; y aunque hubiera dado motivos, como los ha habido,
no te cansas de mí ni cancelas tu llamado. De ti proviene todo bien y todo deseo de mejorar. Te ofrezco como pequeño gesto
de gratitud este momento de retiro. Tiempo de inicio, tiempo de fin.
Composición de Lugar Cuando todavía era oscuro, María Magdalena, con la intención de terminar los ritos funerarios, va al
sepulcro en el que han sido depositados los restos de Jesús. Se encuentra en el silencio de la bruma matinal que la piedra
que cubría la entrada del sepulcro ha sido removida. Corre llena de espanto a la casa donde se encuentran Pedro y Juan,
que a toda prisa van a constatar la terrible nueva. Encuentran todo como lo había dicho ella. Para ellos, encontrar el
sepulcro vacío fue una experiencia definitiva para creer. Pero el camino de María Magdalena es diferente. Cuando ellos
se retiran ella permanece en el huerto y llena de tristeza se sienta a la entrada de la tumba, sin alcanzar a percatarse de lo
que sucede en su entorno. ¿Será que alguien se llevó el cuerpo del Señor? ¿Y dónde lo habrán puesto? Me dispongo a
acompañar a María Magdalena en su incierta espera, y que cavila ansiosa buscando el cuerpo del Señor. Tal vez pienso
como ella que lo habrán puesto entre los muertos… Quizá alguien lo debió sepultar con los mártires, o tal vez con las
víctimas de los dictadores, o en la fosa común de quienes no acertaron a tener éxito, o tal vez un traficante de órganos o
de reliquias dispuso de él. Le propongo a María los lugares donde yo también, sin éxito, he buscado a Jesús muerto en
la cruz.
Petición: Deseo experimentar en mí, primero la desazón de María Magdalena, y su amarga tristeza, como alguna vez lo he
experimentado yo mismo en circunstancias semejantes, y el consuelo y la alegría de encontrarme con Jesús resucitado.
Tengo también otros pendientes y otros pesares que sólo el Señor puede atender. Con fe y lleno de confianza se los voy
presentando y le expreso mi deseo de confiar incondicionalmente en él.
Personas M. Magdalena, dos ángeles, Jesús. María está desconsolada, abatida por la tristeza. Al pié de la cruz presenció la
muerte de quien tanto ama. Ahora se encuentra con que el último vestigio de su maestro ha desaparecido. Se siente una mujer
sola. Su vida empezó a cambiar en forma dramática desde el día que se encontró con Jesús. Experimentó en sí misma que
sólo él colmaba su inmensa capacidad de amar que antes había dispersado en vanas ilusiones. Desde ese día él se convirtió
para ella en la estrella que orientó una transformación radical de su forma de amar y de vivir. Se consagró a servir a su
maestro y al grupo de sus seguidores. Ella misma era una seguidora de Jesús. Comprendió que sólo quien sirve persevera en
el cambio. Ahora, la pérdida de su maestro la ha vuelto ciega a todo lo que la rodea. Desde el instante en el que Jesús murió
María Magdalena visualizó en su interior cómo se debían desarrollar los acontecimientos. (Me levanté y recorrí la ciudad…
buscando al amor de mi alma; lo busqué y no lo encontré. Me han encontrado los guardias que rondan por la ciudad:
¿Visteis al amor de mi alma? Cant 3,2ss) Durante el día de reposo legal mil veces se veía en su imaginación salir muy de
mañana, llegar hasta el cementerio y dedicarse a lo largo de toda la jornada a amortajar el cuerpo del Señor. Está tan aferrada
al libreto que ha elaborado en su imaginación que no puede entender que los acontecimientos marchen por otro camino. //
Los ángeles significan la cualidad de la experiencia que María Magdalena vive en este momento. Significan que el cielo y la
tierra se han unido. Ella juega el papel de custodia y memorial de los despojos de quien tanto amó. Ellos en cambio dan
testimonio que Dios es Dios de vivos, y que Jesús es la primicia de quienes nacerán para la vida eterna. “Los guardianes de la
tumba son los testigos de la resurrección y mensajeros dispuestos a anunciarla a quien venga a buscar a Jesús y desee de
corazón encontrarlo”. El dolor de María trastoca todo el escenario. Una experiencia celeste sin Jesús carece de significado. Y
para ella, por la desesperanzada situación en la que se encuentra, Jesús mismo sólo tiene lugar en la sepultura.
Palabras: Mujer, ¿por qué lloras? “Los ángeles ven en María a la esposa de la nueva alianza, que busca al esposo, desolada,
pensando que lo ha perdido”. Ellos, preguntando, la invitan a salir de sí misma, a dejar de pensar en su inmenso pesar, y a
ponerse en camino para buscar a Jesús. María en su respuesta “expresa su desorientación y su pena”, la inmensa dificultad
que experimentaron todos sus seguidores para ubicarse en la nueva realidad que empiezan a vivir. Mira entonces al mismo
Jesús y no lo reconoce. Lo único cierto para ella es la muerte y no alcanza a entender que este hecho pueda ser cambiado.
Aunque se trate del mismo Jesús, el único y último espacio que le queda para él en su corazón es una tumba. “No cree en la
fuerza de la vida ni en la inmortalidad del amor”. Mujer, ¿por qué lloras? Esta nueva voz, como los ángeles, le insinúa
dulcemente que no hay motivo para llorar. ¿A quién buscas? Una pregunta fundamental en la espiritualidad de Jesús.
Buscando a quien buscas, ¿a quien buscas en realidad? Buscando compañía, amor, consuelo, sabiduría, fortuna, finalmente
uno se tiene que preguntar ¿a quién buscas, que te pueda dar compañía, amor, consuelo, sabiduría, fortuna? Seguramente
Jesús ya le había hecho esta pregunta, cuando ella, desesperada y en la más profunda quiebra espiritual, se allegó a buscar
una respuesta a su continuo fracaso. ¿Cómo, le preguntaba a Jesús, ella que ha buscado con tanto empeño el amor, no lo ha
encontrado? Y la respuesta de Jesús cambió su vida. ¿Cómo buscas entre las criaturas a alguien que pueda ocupar el lugar de
Dios? Parece ser que María Magdalena tiene que experimentar y vivir la resurrección de Jesús siguiendo los mismos pasos de
una espiritualidad tan propia de las personas que han tenido que partir de abajo para encontrar a Dios. Su camino hacia Dios
partió de la realidad de sí misma, incluyendo sus faltas y sus fracasos. Contrasta tanto con la espiritualidad de San Juan, de su
inocencia y trasparencia que en el más mínimo indicio encuentra la prueba de la resurrección del Señor. María, en cambio,
tiene su historia. Ella una vez buscó el amor inefable y pleno entre aventureros, funcionarios y magnates. Ahora busca otra
vez ese amor entre los muertos. Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto… Ella piensa que así como otros
arrebataron la vida de su Señor, ahora alguien ha dispuesto de su cuerpo. Hace bien María en preguntarle a Jesús, donde ha
puesto sus despojos, porque de hecho, “Jesús se ha arrebatado él mismo del sepulcro”(10,18). …y yo me lo llevaré. La
confusión, piensa, se debe a que el orden de la realidad no responde al orden de su mente… y ella está dispuesta a hacer todo
lo necesario, para que las cosas vuelvan a su lugar y sus temores se vean conjurados. ¡María! Jesús pronuncia su nombre, y
ella reconoce finalmente por la voz a quien no ha reconocido por la vista (10,3). Como un rayo que impacta sus sentidos
María sufre una transformación interna: por la alegría que inunda su corazón sólo permanece de ella el antiguo amor por su
maestro. Si san Juan vio y creyó, y más tarde Tomás tocó las heridas del Señor y creyó, María Magdalena, por su parte, oyó
y creyó. En este sentido ¿Qué experiencia sensorial es para mi privilegiada para conocer al Señor resucitado? Si quiero subir
en el conocimiento, debo bajar al huerto y constatar que Jesús no se encuentra entre los muertos. ¿Dónde deposito el cuerpo
del Señor, cuando muere de nuevo en la cruz de la fatiga, del fastidio, del enfado, de las búsquedas vanas y de los escapes
irracionales? María exclama sorprendida: Rabbuní, que es una expresión casi del todo semejante al reconocimiento de
Tomás.
Decisiones María no se separaba del sepulcro, y ahora abraza con toda su devoción los pies de su maestro. Ella tira hacia sí
con toda su alma (Encontré al amor de mi alma: lo agarraré y ya no lo soltaré, hasta meterlo en la casa de mi madre, en la
alcoba de la que me llevó en sus entrañas. Cant 3,4) Pero Jesús responde con firmeza Suéltame, que todavía no he subido
con el Padre, para quedarme. “Con el Padre” se opone a “la casa de la madre” del texto del Cantar, mostrando la importancia
del esposo: es él quien da la identidad a los suyos. El ha de llevarse a la esposa a su propio hogar, que es el del Padre, pero
aún no ha llegado el momento”. “Para llegar a la tierra de la vida hay que pasar por la muerte”. Ve a decirles a mis hermanos:
subo a mi Padre, que es vuestro Padre, mi Dios y vuestro Dios. El discípulo, como Jesús, vive en el amor del Padre, amor
definitivo, pero debe dar su vida por quienes le han sido encomendados, por sus hermanos. María no puede todavía unirse
definitivamente al Señor. Jesús la envía a evangelizar a los discípulos, a quienes por primera vez ha llamado sus hermanos.
“Como lo significó en el lavado de los pies, su comunidad es una comunidad de iguales. Siendo él el Maestro y el Señor
resucitado, no se ubica en lugar superior a ellos. Sus amigos son también sus hermanos(15,5), porque su Padre es también
nuestro Padre (14, 2-3). Sube al Padre para prepararnos un sitio. Sube al Padre, para dar cumplimiento a la promesa del envío
del Espíritu de Verdad (14, 16s). Ahora el Padre, como Jesús, va a vivir con cada uno de ellos (14,23). Por haber un mismo
Espíritu, común a Jesús y a los suyos (7, 37-39; 20,22) hay un mismo Padre. Por la experiencia del Espíritu, los discípulos
conocerán a Dios como Padre (17,3). Esa es su primera experiencia verdadera de Dios. No es que llamen Padre al que
conocen como Dios, sino al contrario: llaman Dios al que experimentan como Padre”. Fue… y dijo…: He visto al Señor, y
que le había dicho estas palabras. “Con este mensaje comienza la nueva comunidad de hermanos, cuyo centro es Jesús, que
manifiesta su gloria (17,24), expresada en la cruz con el derroche de su amor; esta comunidad contempla la Escritura nueva y
definitiva, la persona de Jesús que da la vida a los suyos (19, 20-22)”.
Jesús Hijo de Dios Inicia el primer día de la nueva creación con la manifestación de la plenitud de la fidelidad del Padre
para quien se humilló a sí mismo hasta la muerte, y muerte en cruz. (Fil 2,8). Los ángeles que escoltan a Jesús revelan
que Dios lo acompaña con todo su poder. Ahora Jesús es maestro de un modo nuevo, manifestando el culmen del
amor con el que él ha amado a los suyos. (1,16; 13,34) Jesús, más fuerte, más pleno, se manifiesta a los suyos con la
sencillez y la confidencia propia de quienes gozan de una vieja amistad. Y pido esta gracia de sentir la fe como la
revelación que se da entre amigos verdaderos.
Jesús en su oficio de consolar María está feliz de haber encontrado a Jesús. Oír pronunciar su nombre, trasformó su manera
de ver, de sentir, le dio seguridad y la confirmó en la trascendencia de su amor y su consagración al Señor. Pero Jesús no la
quiere embelesada en el huerto, como en un nuevo paraíso. La envía a sus hermanos. Su fe es ahora chispa que debe encender
los fuegos extinguidos, las luminarias que se han apagado, animar los corazones colapsados. Tiene que vencer la repugnancia
a ocupar un lugar vetado por su cultura para una mujer. Así, oír nuestro nombre pronunciado por el Señor, es salir del huerto
familiar y benévolo, de un entorno cómodo para llegar a quienes Jesús también los ha llamado sus hermanos y, por tanto, lo
son también nuestros.

Sal 16; 30; 1 Cor 15;; Lc 24; Jn 20-21; Hechos 17, 16-21.32 s; 26, 22-25; Sal 147; Rm 1,16; 10; 11-17; 1Cor 1,21; 1Ts
2,13

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