Sie sind auf Seite 1von 22

Trabajo, uso del tiempo y Estado de

bienestar: desigualdades de
género en la Argentina
Work, Time Use and the Welfare State: Gender Inequalities in Argentina

Giuseppe Manuel Messina (UBA-CONICET)1

Resumen

Este ensayo discute la desigualdad de género como desigualdad categorial persistente y sim-
bólicamente instalada en toda la estructura social, en un análisis del caso argentino a lo largo
de un periodo temporal caracterizado por una reactivación de la intervención estatal. Para
ello, se presentan evidencias de las desigualdades persistentes en las siguientes dimensiones:
las brechas en la inserción laboral de las mujeres, la distribución sexual desigual del trabajo no
remunerado y los sesgos de género en la organización de la política social argentina.

Palabras clave

Desigualdad; Genero; Cuidado; Argentina

Abstract

This essay discusses gender inequality as a persistent categorical inequality, symbolically insta-
lled throughout the social structure, analyzing the Argentine case over a time period charac-
terized by a renaissance of state intervention. To do this, evidence of persistent inequalities is
presented in the following dimensions: gender gaps in women’s labor insertion, unequal sexual
distribution of unpaid work and gender biases in the organization of Argentine social policy.

Keywords

Inequality; Gender; Care; Argentina

Recibido: 20 de mayo de 2016


Aceptado: 30 de julio de 2016
1. Investigador becario postdoctoral CONICET en el Instituto de Investigaciones Jurídicas y Sociales
Ambrosio L. Gioja de la Facultad de Derecho (Universidad de Buenos Aires), donde integra el Grupo
de Trabajo Interdisciplinario “Derechos Sociales y Políticas Públicas”.

issn 1515-6370 / 2016 / Nº 27 - Año 16 - Revista Lavboratorio 11


  

Introducción. La desigualdad licos igualadores como la revaloración


de género como desigualdad de lo femenino, “el cuestionamiento de
categorial la opresión patriarcal, la desnaturaliza-
ción del género y la deconstrucción de
En términos muy generales, la desigual- las categorías hegemónicas con las que,
dad puede ser definida como la distribu- durante siglos, habían sido clasificados
ción asimétrica de ventajas y desventajas hombres y mujeres” (Reygadas, 2015: 57-
en una sociedad determinada, una distri- 58). Es precisamente en esta esfera donde
bución que está “mediada por relaciones se ha librado la disputa “teórica y prácti-
de poder y está sujeta a diversas interpre- ca por el poder de conservar o de trans-
taciones y valoraciones” (Reygadas, 2008: formar el mundo social conservando o
14). En este sentido, se trata de una cate- transformando las categorías de percep-
goría relacional, que permite entablar un ción de ese mundo” (Bourdieu 1989, 35).
discurso en torno a la comparación o la Si se aceptan estas consideraciones, re-
distancia que existe entre dos o más pun- sulta útil adoptar el concepto elaborado
tos (individuos, grupos, etc.) respecto a la por Charles Tilly (2000) de “desigualdad
distribución de objetos sociales, que su- categorial” para describir analíticamente
ponen una determinada ventaja o bene- las desigualdades persistentes construi-
ficio para quienes la poseen. De manera das socialmente en torno a pares cate-
inescindible, esta dimensión material de góricos y no continuos, como es el caso
la desigualdad se asocia a una dimensión del género (varón/mujer). El mecanismo
simbólica, que se expresa en una distri- es el siguiente: se construye socialmente
bución de atributos positivos y negativos, una categoría que establece una frontera
que son atravesados por procesos cultu- entre grupos y/o personas; se acomoda
rales de “valoración, clasificación, jerar- de manera jerárquica a la población así
quización, distinción, contradistinción, separada, de manera que uno de los dos
equiparación y diferenciación” que legiti- pares sea establecido como superior al
man y construyen las desigualdades o, al otro (el varón sea considerado superior
contrario, las deslegitiman y las de-cons- a la mujer, por ejemplo); finalmente se
truyen (Reygadas, 2015: 39-42). produce una distribución de recursos
Las desigualdades de género eviden- en base a esta categoría que favorece al
cian claramente esta dimensión de lucha grupo superior por sobre el inferior.
cultural, ya que están simbólicamente Como resultado se producen individuos
construidas sobre la naturalización de las desiguales que confirman ex-post las ca-
diferencias entre varones y mujeres cris- racterísticas de cada categoría. Se tiende
talizadas en relaciones de poder asimé- a este resultado al margen de que haya o
tricas y desigualdades persistentes. Sólo no discriminación explicita, ya que estas
las luchas de las propias mujeres a partir relaciones sociales organizan las vidas
del siglo XIX han logrado desquebrajar de manera categorial. Al mismo tiempo,
su posición subordinada en el plano de esta estructuración por categorías legi-
lo simbólico, operando procesos simbó- tima otros mecanismos de producción

12 Revista Lavboratorio - Año 16 - Nº 27 / 2016 / issn 1515-6370


de desigualdades. Entonces las formas revertir estos procesos (Therborn, 2015:
de explotación o exclusión son más ex- 69-70)4.
tremas, porque el valor asociado a cada Otra parte muy significativa de las des-
categoría legitima los mayores recursos igualdades de género se anida en los pro-
de los grupos superiores y la situación de pios hogares, los cuales constituyen, no
desventaja de los grupos inferiores2. hay que olvidarlo, la principal unidad de
Además las categorías se pueden su- análisis a la hora de calcular los indica-
perponer, generando desigualdades aún dores sociales más utilizados (desigual-
más severas y extremas: sobre la base del dad, pobreza, etc.). En la recolección de
género, la raza y clase se asientan me- información se presupone, en términos
canismos de doble o triple dominación, generales, una distribución igualitaria de
que cristalizan en jerarquías sociales (por los recursos y de los esfuerzos dentro del
ejemplo enfermera mujer negra de bajos hogar, mientras que en realidad se esta-
ingresos vs. médico varón blanco de al- blecen jerarquías de poder y relaciones
tos ingresos). Se produce así una cons- de dominación simbólica, vinculados a
trucción cultural de la legitimidad de la factores como la división sexual del tra-
superioridad/inferioridad a lo que puede bajo, las desigualdades laborales de géne-
sumarse el distanciamiento social y la ro, la violencia de género, etc.
jerarquización (Therborn, 2015: 64-65), Muchos de estos elementos son difíciles
particularmente en el ámbito laboral, y de medir por la falta de datos, algo que es
finalmente prácticas cotidianas de discri- revelador de la persistencia de la domina-
minación (acción directa de un par cate- ción cultural que todavía se ejerce sobre
górico sobre el otro)3. Huelga decir que la mujer, ya que es funcional al manteni-
estos mecanismos de exclusión (como el miento de las jerarquías de género, pese a
techo de cristal) tienden a impedir que los avances y a las luchas por el recono-
las mujeres puedan acceder en igualdad cimiento de sus derechos (Chant, 2003).
a los mejores puestos, en particular en Entre los muchos aspectos que evidencian
la punta de la pirámide salarial donde se
concentran los denominados “supersala- 4. En el caso de los consejos de administración
de las grandes empresas (donde se ubica una
rios” (Piketty, 2014), pese a las medidas
mayor parte de los super-salarios), la acción
de “acción afirmativa” que han intentado afirmativa en términos de establecimiento de
“cuotas femeninas” todavía se da en un número
reducido de países y con resultados mixtos. En el
2. Se hace referencia en este punto a los proce- caso de la participación política arena electoral
sos productores de desigualdad delineados por los avances han sido mayores, y ahí se destaca
Therborn (2015) sobre la base de autores clási- la Argentina como uno de los países pioneros,
cos como Marx y Weber, respectivamente. con la ley de “cupos” de 1991 (ELA 2011; PNUD,
3. Estas prácticas pueden tomar la forma de la 2014). Más recientemente, merece mención la
adaptación (rutinas de comportamiento y expec- sanción de la “Ley de Paridad de Género” en
tativas sobre base categorial) o la emulación (la la Provincia de Buenos Aires (octubre 2016) que
inferioridad de las categorías subordinadas es establece la alternancia entre sexos en las listas
reproducida a lo largo de diferentes organizacio- electorales, configurando una presencia del 50%
nes) (Tilly 2000: 200-201). de mujeres en los cargos electivos.

issn 1515-6370 / 2016 / Nº 27 - Año 16 - Revista Lavboratorio 13


el sesgo de género que todavía afecta a la realización de servicios, de manutención
recolección de información estadística, del hogar por ejemplo, o la adquisición y
pese a las recomendaciones de la IV Con- transformación de bienes (es el caso de
ferencia Mundial sobre la Mujer de Bei- la preparación de alimentos, entre otras),
jing (ONU, 1995), se destaca la persisten- cumplen un papel fundamental e impres-
cia del enfoque del “jefe de hogar”, el cual cindible en la reproducción del sistema
tiende a invisibilizar y subordinar a la mu- económico, pese a la invisibilidad del
jer y el trabajo que ella ejerce dentro del valor del trabajo de cuidados en la teoría
hogar (UNECE, 2010), ya que tradicional- convencional (cfr. Rodríguez, 2012).
mente es el varón quien se auto-asigna ese El impacto de la distribución desigual
papel, como en el caso argentino5. del trabajo de cuidados no puede ser sub-
Además, el enfoque monetario, que estimado, ya que esta situación afecta a la
domina a los indicadores más utilizados disponibilidad de tiempo de las mujeres,
en el análisis de la desigualdad (índice siendo ellas quienes tienen que conciliar
de Gini, brechas de ingreso, etc.), ocul- sus múltiples compromisos de trabajo (re-
ta sus dimensiones no monetarias o no munerado y no remunerado) con un uso
mercantiles. En particular, la distribu- más intenso de su propio tiempo, a costa
ción desigual del trabajo de cuidados, del ocio, el descanso y el desarrollo per-
que suele cargar mayoritariamente sobre sonal (Rodríguez, 2007: 232). En ausencia
las mujeres, es una de las fuentes más im- de una transformación de la distribución
portantes de desigualdad y no suele estar sexual del trabajo o, por lo menos, de po-
reflejada en las encuestas de hogares, a líticas de conciliación más efectivas, esta
menos que se realicen encuestas de uso situación dificulta el avanzamiento profe-
del tiempo ad hoc. sional de las mujeres, en sus ocupaciones
El cuidado es en sí un “concepto com- y carreras (Pautassi y Zibecchi, 2013: 11),
plejo que comprende un conjunto de ac- contribuyendo a explicar la posición de
tividades necesarias para la existencia y el desventaja que sufren en su inserción la-
desarrollo de las personas” (Pautassi y Zi- boral y produciendo en muchos casos un
becchi 2013: 9), que incluye una multitud estado de “pobreza de tiempo” (cfr. Carba-
de dimensiones económicas y no econó- jal, 2011). Estas consideraciones son dis-
micas, relacionales y afectivas. Las acti- cutidas en detalle en la sección 2, donde se
vidades interpersonales directas, es decir presenta un análisis cuantitativo propio a
los servicios que una persona proporcio- partir de los microdatos de la Encuesta de
na a otra para cubrir alguna de sus nece- Uso del Tiempo de 2013 (INDEC, 2014),
sidades, y el trabajo doméstico necesario con el objetivo de aportar elementos em-
a la realización de esas actividades, sea la píricos novedosos a este debate.
Por otra parte, la problemática de la
5. En el caso de la Encuesta de Uso del Tiempo organización social del cuidado (cfr. Es-
de 2013 que será utilizada extensamente en la quivel y Pereyra, 2014) está inescindible-
sección 2, resultaban aproximadamente un 65%
mente asociada a la estructura que asume
de jefes de hogar contra un 35% de jefas de ho-
gar (INDEC, 2014). la provisión de bienestar en un determi-

14 Revista Lavboratorio - Año 16 - Nº 27 / 2016 / issn 1515-6370


nado contexto espacial y temporal. Estos A partir de estas consideraciones teóri-
arreglos constituyen una matriz institu- cas, a continuación se discutirán algunos
cional donde interactúan el Estado, los aspectos de las desigualdades de género
hogares, el mercado, y las organizaciones en la distribución del trabajo remune-
comunitarias de la sociedad civil (Ade- rado y no remunerado (sección 2) y los
lantado et al., 1998). Como se discutirá efectos generales de la política social para
en la sección 3, las instituciones tradicio- compensar o reforzar estas desigualdades
nales de la Seguridad Social estatal fue- (sección 3)7. Se toma el caso de Argenti-
ron construidas a partir de finales del si- na durante la etapa de los gobiernos de
glo XIX sobre el supuesto de que la mujer Néstor Kirchner y Cristina Fernández,
proveería el hogar del flujo constante de ya que en este periodo se observa una
trabajo no remunerado, y no reconocido recuperación de la acción estatal y una
socialmente, que es necesario a la repro- incorporación a la protección social de
ducción de la vida y, en términos econó- sectores previamente excluidos gracias a
micos, a la reproducción de la fuerza de la implementación de nuevos instrumen-
trabajo a un costo que es internalizado tos de política. Se considera por lo tanto
dentro de los propios hogares y carga necesario y fructífero incluir, en un tra-
sobre el trabajo femenino. En otras pala- bajo sobre desigualdades de género, una
bras, la política social reposaba sobre una discusión sobre los efectos que sobre és-
fuerte familiarización de la provisión del tas tuvieron los cambios observados en la
bienestar6. Este arreglo institucional o ré- política social argentina a nivel nacional.
gimen de bienestar fue particularmente Esta convicción reposa en la perspectiva
evidente en el caso de la región latinoa- relacional con la que este artículo se apro-
mericana, donde las formas de provisión xima a la desigualdad de género, como se
del cuidado han tenido históricamente afirmó desde el íncipit de este artículo. Se
un carácter esencialmente privado e in- considera que desde este enfoque, la ac-
dividual a causa de las carencias de la ción estatal constituye parte fundamental
acción estatal, lo que ha contribuido de de la discusión, ya que en muchos casos
forma decisiva a la perpetuación de las es a partir de ser objeto de una interven-
desigualdades de género (Marco Navarro ción del Estado que una persona entra
y Nieves Rico, 2013). en una categoría social específica, con
características que estarán moldeadas en
6. Este concepto hace referencia al grado en buena medida por los lineamientos de
el que el bienestar individual se hace indepen- esa política8.
diente de la provisión de cuidados generada
por el trabajo no remunerado de parte de algún
miembro de un hogar, generalmente femenino 7. Se advierte que el trabajo está centrado en la
(Lewis, 1992; Orloff, 1996; Sainsbury, 1999; Es- desigualdad categorial varón/mujer, por lo que
ping-Andersen, 2000; Martínez Franzoni, 2008). se dejan de lado, por razones de espacio, las
Se produce una mayor desfamiliarización cuan- desigualdades que existen entre mujeres en ho-
do las actividades de cuidados recaen sobre ac- gares de clases sociales diferentes.
tores externos al hogar (sean ellos estatales o no 8. Se adapta este concepto del análisis relacio-
estatales). nal que hace Simmel (1965) de los pobres, un

issn 1515-6370 / 2016 / Nº 27 - Año 16 - Revista Lavboratorio 15


Desigualdades de género en el considerablemente en los últimos años,
mercado laboral y en el uso del notándose especialmente un incremen-
tiempo to muy importante en la franja de edad
mayormente asociada a la maternidad
En las últimas décadas, Argentina regis- y al cuidado de los hijos, entre los 25 y
tró un fuerte incremento de la participa- los 39 años. Pese a ello persiste una mar-
ción de las mujeres en el mercado labo- cada diferencia entre la estructura eta-
ral, en particular a partir de principios ria de la PEA femenina y masculina, si
de los años 80. Así, a partir de 1980, la bien la brecha se ha reducido a lo largo
población económicamente activa (PEA) de todas las edades10. En el caso argen-
femenina creció a tasas más elevadas res- tino, el crecimiento de la PEA femenina
pecto al caso de los trabajadores varones9. coincidió con el abandono del proyecto
Pese a ello, sigue existiendo una brecha de industrialización del país (Basualdo,
de género, ya que en 2013 la tasa de parti- 2006), a partir de la última dictadura
cipación masculina (para la población en de 1976-1983, y en medio de las severas
edad laboral, entre los 15 y los 65 años) crisis económicas que golpearon al país
era de alrededor de un 80% contra un (entre ellas la hiperinflación 1989-1990
55% para las mujeres (MTEySS, 2016). y la crisis y abandono de la convertibi-
Sin embargo las transformaciones que lidad, 1999-2002). En estas, las mujeres
han afectado a la posición laboral de las cumplieron sufrieron la carga de mayo-
mujeres no dejan de ser muy significati- res niveles de pobreza, salarios más bajos,
vas. Como muestra la Figura 1, la estruc- una más alta incidencia del desempleo, la
tura de la participación femenina por informalidad y la precariedad laboral11
edad en el mercado laboral ha variado (Halperin Weisburd, 2007).
También en el caso de otros indicado-
grupo social que “no permanece unido por las res relacionados con el mercado laboral
interacciones entre sus miembros, sino por la
actitud colectiva que la sociedad en su conjunto
adopta hacia ellos” (p. 139). En otras palabras, 10. El proceso de emancipación femenina en
se considera que “las representaciones sociales” el mercado laboral se ha dado, por otra parte,
predominantes sobre las mujeres como catego- también en otros países, con mayor o menor
rías de política social están relacionadas con las intensidad, transformando toda la estructura de
“técnicas de acción” sobre las mismas mujeres, riesgos sociales y el funcionamiento del Estado
como sugiere Topalov (2004) para otras catego- de bienestar en los países industrializados (cfr.
rías de la intervención estatal. Taylor-Gooby, 2004), como se discutirá en la
9. Entre 1980 y 2008 la PEA femenina creció a Sección 3.
una tasa promedio anual que fue superior en un 11. Algunos autores señalan que en esos mo-
70% al promedio registrado para la PEA mascu- mentos de crisis y frente al desempleo de los
lina (OIT, 2011). También, debe señalarse que varones jefes de hogar, se generó un efecto
la crisis de 2008 provocó una desaceleración “trabajador adicional”, es decir los otros miem-
del crecimiento de la PEA femenina, ya que se bros del hogar, en particular las mujeres, fueron
registró a partir de entonces una tasa promedio empujados a ingresar en el mercado de trabajo
ligeramente inferior a la tasa de crecimiento de para compensar la pérdida de ingresos familia-
la PEA masculina (MTEySS, 2016). res (Beccaria, 2000:207).

16 Revista Lavboratorio - Año 16 - Nº 27 / 2016 / issn 1515-6370


Figura 1 Población económicamente activa (franjas etarias)
Fuente: elaboración propia en base a OIT (2011a) y ILOSTAT (dato de 1980).

existen y perduran en el tiempo brechas Por lo que concierne a los ingresos


de género significativas. Por ejemplo, en laborales de las personas ocupadas, se
el caso del desempleo, se evidencia que la observa asimismo una persistencia sig-
tasa femenina es sistemáticamente más nificativa de la brecha de género. Por
elevada, pese a un contexto en que la tasa ejemplo, los ingresos de la ocupación
general se redujo considerablemente. Así principal en el caso de las mujeres ocu-
entre 2004 y 2013, pese a que la tasa de padas muestran una brecha respecto a
desempleo femenina cayó un 45% apro- los varones del 23,9% en 2013 respecto a
ximadamente, fue en promedio un 43% un 27,8% en 2004 (promedios anuales).
superior a la de los varones. En el caso de En el caso del subconjunto de los asala-
la tasa de empleo, la brecha se mantuvo riados formales (registrados) la brecha
estable ya que, en promedio, la tasa de permaneció alrededor del 25%, sin nin-
empleo femenina fue un 33% inferior a gún progreso evidente. Por otra parte la
la masculina a lo largo del periodo con- estadística relativa a los ocupados plenos
siderado, pese al contexto favorable. Por (personas que trabajan más de 35 horas
otra parte, en el periodo considerado, la semanales) sí mostrarían una brecha in-
tasa de empleo no registrado femenina ferior, aunque superior al 10% (elabora-
fue superior en un 23% aproximada- ción propia de datos MTEySS, 2016). De
mente respecto de la masculina (elabo- hecho, la subocupación caracteriza en
ración propia de datos MTEySS, 2016). mayor medida a las trabajadoras, lo que

issn 1515-6370 / 2016 / Nº 27 - Año 16 - Revista Lavboratorio 17


Figura 2. Brechas de género en la distribución del trabajo no remunerado según
características de los hogares

estaría explicando un parte de la brecha género presente en la esfera no mercantil,


salarial de género que se observa para en particular la distribución desigual del
el total de los ocupados12. Naturalmente trabajo de cuidado entre los dos sexos,
esta característica del trabajo femenino como pasará a discutirse a continuación.
no es independiente de la inequidad de Para realizar este análisis, hay que re-
ferirse a la información contenida en la
12. En promedio, entre el 3 trimestre 2003 y el Encuesta sobre Trabajo No Remunerado
2 trimestre 2013, la tasa de subocupación feme- y Uso del Tiempo realizada en 2013 por el
nina fue un 56% superior a la masculina (ela- INDEC por medio de un módulo especial
boración propia de datos MTEySS, 2016. No se
distingue entre subocupación voluntaria e invo-
de la Encuesta Anual de Hogares Urbanos
luntaria). (EAHU) de ese año (representativa de la

18 Revista Lavboratorio - Año 16 - Nº 27 / 2016 / issn 1515-6370


población urbana mayor de 18 años). En de género para el conjunto del trabajo
particular, en ella se define al trabajo do- no remunerado relevado por la encues-
méstico no remunerado (TNDR) como ta. En A se observa que en promedio las
toda actividad no remunerada realiza- mujeres realizan trabajo no remunerado
da “para prestar servicios para uso final en un 54% más de casos; además, aún en
propio en el hogar”, comprendiendo a los los casos en que los varones se dedican a
quehaceres domésticos, a las actividades estas actividades, dedican un 88% menos
de cuidado de niños, enfermos o adultos de tiempo respecto a las mujeres.
mayores miembros del hogar y a las acti- Sobre la base de ese parámetro, se
vidades dedicadas al apoyo escolar y/o de identifican los cuadrantes 1 y 2 en los
aprendizaje a miembros del hogar. que es más extensa la brecha en el tiem-
En la Figura 2 se resumen los principa- po promedio dedicado a estas activida-
les resultados que arrojó la encuesta en des no remuneradas; y los cuadrantes 2
términos de desigualdad de género (ela- y 3 en los que es más amplia la brecha
boración propia de datos INDEC, 2014). en términos de participación. Por lo
En particular se mide la brecha entre tanto, también se pueden observar en el
mujeres y varones en dos dimensiones: cuadrante 4 aquellos casos en los que la
la tasa de participación (TP) y el tiempo brecha es más reducida y en el cuadrante
promedio dedicado a una actividad (H). 2 aquellos en los que es más extrema la
La primera se calcula como la propor- brecha en ambas dimensiones. A partir
ción (%) de respondientes que realizaron de estos parámetros, es posible indivi-
una determinada actividad el día anterior duar algunos ejes de análisis: así las bre-
a la entrevista; la segunda indica el pro- chas de género más grandes se dan en
medio del tiempo dedicado a esa activi- hogares donde el arreglo es de tipo tradi-
dad calculado sobre el total de personas cional (jefe de hogar varón, pareja mujer
que declararon haberla realizado (pobla- en B2); la presencia de otras mujeres (hi-
ción participante), expresado en horas y jas, yernas o nueras) se asocia también
décimas. En particular, en la Figura 2 se con una mayor carga de trabajo sobre
muestras las brechas (en %) en las dos ellas (B3). De hecho la brecha menor de
dimensiones según determinadas carac- género se observa cuando las mujeres
terísticas sociodemográficas de los res- asumen el rol de jefas de hogar (B1). Por
pondientes (ver Leyenda). La brecha es otra parte el estado civil no parece tener
siempre positiva ya que en ningún caso un peso significativo (casos C). Respecto
se da una mayor participación o un ma- a la presencia de personas mayormen-
yor uso del tiempo en los varones. A efec- te receptoras de cuidado, cabe destacar
tos de identificar las principales diferen- como la presencia de niños y niñas me-
cias entre cada caso, se dividió el espacio nores de 6 años está asociada con mayo-
del gráfico en cuatro cuadrantes respecto res brechas en la carga de cuidado (casos
al valor promedio general en las dos di- D2 y D3 respecto a D1)13. Al contrario, se
mensiones, correspondiente al punto A:
este indica el valor promedio de la brecha 13. La presencia de hijos pequeños es el caso

issn 1515-6370 / 2016 / Nº 27 - Año 16 - Revista Lavboratorio 19


observa como las personas mayores de De hecho, la distribución del tiempo
64 años aportan a los arreglos internos social promedio (TSP) diario dedicado a
a cada hogar respecto a la reducción del actividades no remuneradas está sesgada
trabajo de cuidado, lo que produce una de forma significativa hacia las mujeres.
reducción de la brecha de género en este Este indicador se calcula, a partir de la
caso (D6 y D5 respecto a D4)14. Otro eje Encuesta de Uso del Tiempo de 2013,
de análisis es la participación al merca- como el promedio entre el tiempo total
do laboral: se observa que en el caso de que se dedica a una actividad (trabajo
personas no ocupadas (E1) la brecha de no remunerado en este caso) y el total de
género es más amplia que para el caso de personas encuestadas (representativo de
personas ocupadas, sin embargo las mu- la población urbana mayor de 18 años).
jeres ocupadas tienen en todo caso una Los datos muestran que las mujeres ocu-
carga de cuidados de 5,9 horas diarias, pan 5,7 horas diarias sin remuneración
no muy inferior a las no ocupadas (6,8 frente a las 2 horas en promedio de los
horas). Los casos E3, E4 y E5 muestran varones. Se trata de una masa de trabajo
que son las mujeres quienes ajustan (y a la cual la sociedad no asigna ningún va-
tienen que conciliar) su trabajo remune- lor económico (monetario) directo, aun-
rado y no remunerado, ya que la carga que tenga claros beneficios económicos
horaria de los varones apenas varía se- indirectos y tenga una función necesaria
gún las horas ocupadas semanalmente15. e imprescindible en la reproducción de la
fuerza de trabajo. Por otra parte, en razón
que supone el mayor aumento de carga horaria
de las ya señaladas brechas de género en
para ambos sexos, es el único caso en que los
varones realizan trabajo no remunerado superior la inserción en el mercado laboral, el TSP
a las 4 horas diarias (4.5), menos de la carga en actividades remuneradas está sesgado
mínima observada en el caso de las mujeres sol- hacia los varones (4,6 horas diarias para
teras (4,7). Sin embargo, la presencia de niños y los varones y 2,15 para las mujeres)16.
niñas menores de 6 años también supone una
Utilizando el valor monetario promedio
carga extraordinaria para las mujeres que asig-
nan entre las 9 y 10 horas diarias a tareas de de una hora de trabajo remunerado, se
cuidado (datos INDEC, 2014). Rodríguez y Pau-
tassi (2014: 179) señalan como es insuficiente la
16. Recuérdese que este indicador se calcula so-
oferta de servicios de cuidado precisamente en
bre el total de la población mayor de 18 años.
los primeros años de vida.
Si se calcula sobre el total de ocupados (aque-
14. Así la presencia de personas mayores de 64 llos que participan en actividades remuneradas,
años reduce el tiempo promedio dedicado a acti- según la terminología usada antes), se observa
vidades no remuneradas para las mujeres de 6,9 una brecha menor: 6,17 horas para los varones
horas a 5,1 horas (D5) y 4,8 (D6). frente a 4,67 para las mujeres. Cabe señalar que
15. Las mujeres subocupadas (E3) tienen una estos valores se estimaron a partir de las horas
carga de cuidados de 6,5 horas diarias (casi 46 trabajadas en la ocupación principal y en otras
horas semanales), mientras que las mujeres so- ocupaciones en la semana de referencia (elabo-
breocupadas (E5) tienen una carga diaria de 4,9 ración propia sobre la base de EAHU 2013). La
horas. Una encuesta de uso del tiempo de 2005 Encuesta de Uso del Tiempo pregunta, en cam-
en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, mos- bio, sobre las actividades realizadas en el día
traba un cuadro similar (DGEC, 2007). anterior a la entrevista.

20 Revista Lavboratorio - Año 16 - Nº 27 / 2016 / issn 1515-6370


puede estimar que cerca del 66% del total la explicación de las brechas laborales de
de la masa de remuneraciones diarias va género. En primer lugar, la segregación
a los varones y un 34,1% a las mujeres. ocupacional que caracteriza al mercado
Sin embargo, si se calcula el TSP total laboral. En el caso argentino, es paradig-
de trabajo (remunerado y no remunera- mático el sector del trabajo doméstico
do) se observa que las mujeres realizan remunerado, ya que ocupan en su casi
actividades por un promedio de 7,85 ho- totalidad mujeres, y a la vez representa-
ras diarias (contra un 6,60 para los varo- ba el 17,2% de la ocupación femenina en
nes), pero un 70% de estas no es remune- 2014. Su contrapartida es el sector de la
rado, es decir la sociedad no le reconoce construcción donde casi no se emplean
valor económico17. Si se incluyen estas mujeres (0,6%). Otros sectores con estas
horas no remuneradas en el cálculo de la características son la industria manu-
remuneración horaria promedio por gé- facturera, energía y agua que ocupaba el
nero, se llega a estimar que las mujeres 19,7% de los varones (7,8% de las muje-
reciben menos del 40% de los varones. res) y transportes y comunicaciones, un
Viceversa, si se asignara el mismo valor 11,8% (2,7% de mujeres). Un sector con
monetario de una una hora de trabajo mayor presencia de mujeres era en cam-
remunerado al trabajo no remunerado, bio el de servicios sociales, educativos y
la distribución de la masa total de remu- de salud (un 23,8% de las mujeres ocu-
neraciones laborales sería más equitativa: padas y un 6% de los varones ocupados),
de hecho las mujeres recibirían el 56,8% es decir áreas culturalmente asociadas al
contra un 43,2% aproximadamente (ela- cuidado de las personas (cfr. Rodríguez,
boración propia sobre la base de EAHU 2007). El efecto de esta segregación no es
2013). Naturalmente se trata de un aná- neutro si se piensa que por ejemplo en
lisis especulativo y aproximativo, pero el trabajo doméstico remunerado se ob-
permite esclarecer como el diferente va- servaba en 2014 un peso del empleo no
lor económico asignado a diferentes acti- registrado cercano al 80% (frente al 30%
vidades, según sean dirigidas al mercado del resto de los asalariados). Además, las
o al cuidado del hogar y de las personas, trabajadoras no registradas del sector ob-
combinado con la inequitativa división tenían un 30% del salario promedio en
sexual del trabajo remunerado y no re- ese año18.
munerado, contribuyen de forma decisi- Por último, respecto al fenómeno del
va a la consolidación de las desigualdades “techo de cristal”, en empresas privadas
de género. de los principales centros urbanos, sólo
Finalmente se mencionaran brevemen- un 7,2 de las mujeres ocupadas estaban
te otros factores que entran en juego en
18. Los datos de este párrafo son de elaboración
17. Por razones de simplicidad se excluyeron propia sobre la base de la Encuesta Permanente
otras categorías de la Encuesta de uso del tiempo de Hogares (promedio anual 2014). El prome-
(el trabajo voluntario y el trabajo de cuidado rea- dio salarial se calculó en base a los ingresos (no
lizado para otros hogares) ya que no afectaban nulos) de la ocupación principal percibidos en el
a las conclusiones generales. mes de referencia (pesos corrientes).

issn 1515-6370 / 2016 / Nº 27 - Año 16 - Revista Lavboratorio 21


en puestos de dirección (2,6% directivos Sesgos de género en la política
más un 4,7% de jefes intermedios) contra social argentina
un 10% de los varones (3,3% directivos
más un 6,9% de jefes intermedios), se- Esta desigualdad en el mercado laboral
gún datos de 2013 (Encuesta de Indica- tiene un claro impacto sobre la distribu-
dores Laborales, en MTEySS, 2016). El ción de las ventajas sociales a raíz de la
cuadro es aún más desigual en el caso tradicional configuración trabajo-céntri-
de los puestos de máxima autoridad en ca del Estado de bienestar argentino. Dis-
ámbitos como el político, donde se ob- cutir la desigualdad de género inscripta
serva un 18,7% de mujeres sobre el total en las instituciones del Estado de bienes-
de cargos de máxima autoridad (gracias a tar es fundamental ya que éstas últimas
la mencionada ley de cupos en el legisla- no son neutrales respecto a la distribu-
tivo nacional se llega al 37%); un 8,1% en ción, al contrario constituyen “sistemas
organizaciones de la sociedad civil y sin- de estratificación social” (Esping-Ander-
dicatos; en los medios de comunicación sen, 1993: 41) que operan en la distribu-
un 7,5%; y finalmente sólo un 4,4% de ción secundaria de las ventajas y desven-
los puestos de en las grandes empresas y tajas en una variedad de sectores, acceso
un 3% en las cámaras empresarias (ELA, a bienes y servicios, salud, educación, etc.
2011). Esta transversalidad del fenómeno (siendo la distribución primaria la que se
a lo largo de sectores tan diferentes hace genera el mercado entre capital y traba-
suponer que están en acto los procesos jo). En este sentido, las políticas públicas
de adaptación y emulación mencionados tienen un potencial desmercantilizador
con anterioridad además de otras barre- al excluir de la esfera mercantil a un
ras culturales, informales y no explícitas conjunto de bienes y servicios, e incluso
que obstaculizan el ascenso de las muje- relaciones sociales, como fundamentos
res a puestos de mayor responsabilidad19. materiales de los derechos sociales (cfr.
Gamallo y Arcidiácono 2012), además
19. No se trata de un fenómeno exclusivamente de tener un impacto sobre la familiariza-
argentino sino muy generalizado, en particular en ción/desfamiliarización de la provisión
el caso del sector privado, como señala el mismo
informe (ELA, 2011). Por otra parte, es interesan-
del bienestar, como se discutió en la in-
te el caso del máximo organismo de producción troducción.
científica del país (CONICET), ya que también Como se adelantó, también en el caso
en este ámbito académico, se evidencian ciertos argentino el Estado de bienestar tuvo,
avances pero también los límites de acceso que a partir de su construcción en los años
todavía afectan a las mujeres. En el caso de las
becas, las mujeres constituyen mayoría (tanto en
las doctorales como en las postdoctorales) y la varones siguen siendo clara mayoría, no siendo
brecha a su favor se ha incrementado entre 2007 posible discernir en qué proporción esto es de-
(+50%) y 2015 (+54%). En el caso, de los inves- bido a la presencia de “techos de cristal” o al
tigadores de planta se observa una inversión: las reflejo del acceso desigual a la carrera en el pa-
mujeres eran una minoría en 2007(-10%) y pa- sado (datos de CONICET en cifras: http://www.
san a ser mayoría en 2015 (8,5%). Sin embargo, conicet.gov.ar/conicet-conicet-en-cifras/ - acceso
en los escalafones jerárquicos más elevados los 10 de abril de 2016).

22 Revista Lavboratorio - Año 16 - Nº 27 / 2016 / issn 1515-6370


del patrón de desarrollo industrialis- ción; iii) la transformación de la familia
ta de la segunda mitad del siglo XX, un tradicional (Filgueira, 2013)20. El conjun-
lineamiento conservador centrado en la to de estos procesos ha puesto en tensión
Seguridad Social de tipo contributivo, a las instituciones tradicionales de la Se-
centrado en el trabajo asalariado de los guridad Social y sus supuestos patriarca-
varones-jefes de hogar (Hintze, 2007). les (Lewis, 1992). En el caso argentino,
En este modelo opera un mecanismo de las reformas neoliberales de la década del
seguro colectivo, donde la redistribución 9021, la destrucción del empleo formal y
se resuelve de forma horizontal, a lo largo la expansión del empleo no registrado
de categorías ocupacionales, y las condi- significó para amplios sectores la pérdi-
ciones de acceso pasan a depender del da de titularidad de los derechos de tipo
estatus laboral del receptor y, de forma contributivo de la Seguridad Social, sien-
indirecta, de los vínculos familiares con do este fenómeno más grave en el caso de
éste. El objetivo implícito detrás de estos las mujeres, como se dijo con anteriori-
principios reguladores es la preservación dad (cfr. Danani y Hintze, 2011).
del orden socioeconómico (y de género) La etapa que inicia en 2003 y cierra en
y por ende su potencial de desmercanti- 2015 es testigo de un movimiento contra-
lización es intermedio y el grado de des- rio, hacia una mayor intervención estatal
familiarización bajo. En concreto, en su en la actividad económica, un incremen-
génesis, las instituciones de la Seguridad to del gasto público y medidas de política
Social argentina fueron construidas en social que buscaron extender su cobertu-
torno a la figura de jefe de familia - varón ra hacia sectores previamente excluidos
proveedor y asalariado formal, dejando (Danani y Hintze, 2011), aunque al mis-
en un lugar subordinado, dependiente e mo tiempo se reafirma el carácter traba-
invisible socialmente a la mujer cuidado- jo-céntrico de la política social argentina
ra. La división sexual del trabajo quedaba
así cristalizada en las instituciones de la 20. Así, también en América Latina se ha obser-
Seguridad Social, observándose por un vado una reducción media de las dimensiones
de los hogares y una crisis de la familia nuclear
lado los varones dedicados al trabajo de tradicional frente a nuevas formas de convivencia
producción para el mercado, sujetos a la (véase Torrado, 2007, para el caso argentino).
explotación del modo de producción ca- Por ejemplo, se han multiplicado las familias
pitalista; por el otro, las mujeres, relega- donde tanto el varón como la mujer trabajan en
das en el trabajo de reproducción social, el mercado, o donde la mujer asume el papel
de jefa de hogar, además de observarse un cre-
sujetas a la dominación patriarcal de los cimiento de las familias monoparentales, en su
primeros. mayoría de jefatura femenina (Arriagada, 2007:
Este equilibrio tradicional fue puesto 126-131).
crisis, en las últimas décadas, a raíz de 21. En particular, la desregulación de lege o de
procesos sociales como: i) la emancipa- facto de los mercados laborales , la privatización
ción y entrada masiva de las mujeres al y segmentación de los servicios públicos, los ajus-
tes fiscales, la gestión descentralizada y la indi-
mercado de trabajo (ver sección 2); ii) el
vidualización de lo público en favor de actores
incipiente envejecimiento de la pobla- privados o del tercer sector.

issn 1515-6370 / 2016 / Nº 27 - Año 16 - Revista Lavboratorio 23


y del empleo como “eje integrador y es- taban incluidas en el sistema previsional
pacio de canalización de las necesidades público en 2010 accedieron gracias a esta
individuales y sociales” (Arcidiácono, medida (Pautassi, Giacometti y Gherardi,
2012: 26). Por otra parte en el ámbito de 2011). En este sentido, no sólo se reco-
la políticas de conciliación los avances noció el derecho a una pensión a los tra-
fueron reducidos (Blofield y Martínez bajadores informales sino también a las
Franzoni, 2014)22. La idea de esta sección personas ocupadas en tareas de cuidado
es presentar algunos elementos de discu- sin remuneración (ni contribuciones),
sión respecto a las principales medidas representando un avance importante en
de política social de esta etapa desde una el reconocimiento de los derechos de las
perspectiva de género. La finalidad es mujeres o por lo menos de reparación de
complementar el cuadro descrito en la la desigualdad de condiciones que sufren
sección 2 con los efectos que la interven- respecto al reconocimiento de su trabajo,
ción estatal tuvo en cristalizar o cuestio- tanto en el mercado como fuera de él.
nar la construcción social de la posición El efecto positivo de la medida en tér-
de las mujeres y de los varones, tanto en minos de extender el alcance de la pro-
las esferas del bienestar como en la dis- tección social es por tanto indudable,
tribución del trabajo no remunerado de aunque quienes ingresaron al sistema lo
cuidados y del trabajo remunerado para hicieron en el nivel mínimo23, cuyo valor
el mercado. fue afectado en los años posteriores por
En el campo de la previsión social, una la erosión de la inflación, pese a ser ac-
de las medida de mayor calado fue la mo- tualizados de forma periódica (en parti-
ratoria previsional de 2005, denominada cular, gracias la Ley 26417 de movilidad
oficialmente “Plan de Inclusión Previ- previsional de 2008). Además, no consti-
sional”, cuyo objetivo fue incrementar la tuyó una reforma integral que deslindara
cobertura entre las personas en edad de el acceso a la protección social del estatus
jubilación, que contaban con un número laboral, sino una medida de alivio tem-
insuficiente de años de cotización. Gra- poral a los efectos de la crisis del empleo
cias a la moratoria previsional, a finales formal en las décadas anteriores24. En
de 2011, la cobertura de la población de
más de 65 años alcanzó niveles cercanos 23. En 2012 más de dos tercios de los receptores
al 95% (contra una cobertura inferior al de una prestación previsional recibían un haber
60% en 2005). También debe decirse, que mínimo (SSS, 2012).
aproximadamente el 87% que adhirieron 24. La cobertura volverá a caer en un futuro
próximo mientras permanezcan los actuales ni-
a la moratoria fueron mujeres, de manera
veles de informalidad laboral, a menos que se
que cerca del 60% de las mujeres que es- modifiquen estructuralmente las reglas de acce-
so y el funcionamiento del sistema previsional, o
22. En todo caso, estas políticas no necesaria- se implementen nuevas medidas de emergencia
mente inciden en la división sexual del trabajo con las características de esta moratoria. De he-
o en las brechas de género (incluso pueden re- cho, una segunda moratoria de menor alcan-
forzarlas), aunque seguramente pueden aliviar la ce fue implementada en 2014 (Ley nº 26970).
carga de cuidados que recae sobre las mujeres. En este ámbito, cabe mencionar que la Ley nº

24 Revista Lavboratorio - Año 16 - Nº 27 / 2016 / issn 1515-6370


conclusión, estas consideraciones con- nes familiares (AAFF) contributivas para
firman la resistencia del armado contri- los asalariados formales. Debe recordarse
butivo tradicional, y de la persistencia de que las AAFF cumplen múltiples objeti-
un enfoque “meritocrático” que vincula vos como incrementar las capacidades
la calidad y el nivel de las prestaciones al de consumo de los niños, niñas y ado-
desempeño en el mercado laboral. No es lescentes, promover su asistencia escolar,
ninguna casualidad, en este contexto, que cubrir determinadas contingencias que
la moratoria previsional fuera comentada suponen un incremento de los gastos del
en los medios de comunicación masivos hogar (nacimiento, matrimonio, discapa-
con el despectivo apodo de “jubilación cidad), etc. En este sentido, con la AUH
de la ama de casa”, insinuando implícita- se intervino en los costos asociados a un
mente que se trataba de una dádiva pú- incremento de las dimensiones del hogar
blica a mujeres que no “habían trabajado en los sectores no cubiertos por las AAFF
en su vida” (en el mercado)25. contributivas27. La cobertura del sistema
La otra medida estrella de este periodo, contributivo había disminuido notable-
en términos de población alcanzada, es la mente por las razones ya señaladas, y la
Asignación Universal por Hijo (AUH) de respuesta del Estado fue extender de for-
2009, que pese a mantener ciertos rasgos ma no contributiva esa protección por
de las transferencias condicionadas de in- medio de la implementación de la AUH.
gresos26, pasa a constituir un componente El resultado fue la erogación de más de
no contributivo del sistema de asignacio- tres millones de prestaciones en el arco
de un año, elevando la cobertura de los
27260 de julio de 2016, sancionada bajo el hogares con niños, niñas y adolescen-
nuevo gobierno de Mauricio Macri, prevé una tes a cargo de un 68% a cerca del 80%,
extensión de la última moratoria por un plazo de porcentaje al que deben sumarse los
tres años (un año en el caso de los hombres). destinatarios de otros programas socia-
Además se crea la denominada “Pensión Univer-
les (nivel subnacional), que cubrían un
sal para el Adulto Mayor” que garantizaría una
prestación equivalente al 80% del haber mínimo 6% adicional28 (Bertranou y Maurizio,
para personas de más de 65 años (lo que incre- 2012). Como en el caso de la moratoria,
mentaría la edad jubilatoria de las mujeres). En también la AUH mantuvo inalterada la
todo caso, se deja una discusión más profunda estructura básica del sistema y extendió
de esta medida (y sus efectos) para futuras inves-
tigaciones. 27. Principalmente, los desocupados que no per-
25. Un análisis más detallado se presentó en ciban ninguna otra prestación, plan o pensión;
Messina, 2014. los trabajadores que perciban una remuneración
26. La AUH sustituye a planes asistenciales pre- menor al salario mínimo (asalariados no regis-
existentes como el Plan Familias (sucesor del trados, monotributistas sociales, trabajadoras
PJJHD), cuyas características los acercaban con domésticas, etc.).
claridad a los programas instalados en la región 28. A ello debían sumarse aproximadamente
en los últimos años (cfr. Cecchini y Madariaga, 600 mil niños, niñas y adolescentes en hogares
2011). Para una discusión de la presencia de las de altos ingresos, cubiertos de forma indirecta
condicionalidades en el caso de la política social por medio de deducciones fiscales (Bertranou y
argentina, cfr. Straschnoy, 2015. Maurizio, 2012).

issn 1515-6370 / 2016 / Nº 27 - Año 16 - Revista Lavboratorio 25


su cobertura a los trabajadores afectados que responden de manera insuficiente al
por las condiciones del mercado laboral incremento de la demanda de parte de los
y por la insuficiente fiscalización del Es- sectores vulnerables. En efecto, al com-
tado del comportamiento irregular de las promiso del receptor debería hacer de
empresas. Para reparar a esta vulneración contracara la responsabilidad del Estado
de sus derechos sociales, es el propio Es- de proveer los servicios en la cantidad, en
tado quien se hizo cargo de suplir a las la calidad y en el lugar demandado, algo
contribuciones faltantes, ya que figurati- que en muchos casos no se cumple. Por
vamente cubrió los aportes de estas per- otra parte, y muy significativamente, la
sonas en lugar de sus empleadores. prevalencia femenina de la titularidad de
Por otra parte, la AUH se diferencia del la AUH deriva del hecho que en el caso de
régimen contributivo de AAFF ya que que tanto la madre como el padre cum-
mantiene las condicionalidades escolares plan con los requisitos, siempre se privile-
(asistencia a establecimientos educativos) gia la titularidad de la primera, quedando
y de controles sanitarios y vacunas (para establecido que el trabajo de cuidado y el
edades pre-escolares) típicas de los pro- bienestar de los hijos está asignado so-
gramas de transferencias preexistentes29, cialmente a las mujeres31.
además de cubrir un menor número de Estas medidas contribuyen, por lo tan-
contingencias30. En este sentido, desde to, a la reproducción de las relaciones de
una perspectiva de género puede decirse género y a la división sexual del trabajo,
que las condicionalidades suponen una reforzando la responsabilidad materna –
carga añadida de trabajo de cuidados en sancionada incluso normativamente- en
el caso de las mujeres, quienes constitu- el cuidado de la infancia32. Si bien algu-
yen la gran mayoría de los receptores de la nos autores señalan que las transferen-
AUH (el 94,4% del total en 2012, en Pau- cias destinadas a las madres mejoran su
tassi et al., 2013: 33). Ellas deben soportar nivel de empoderamiento en el universo
los mayores costos, monetarios y en tér- familiar, redistribuyendo poderes y limi-
minos de tiempo, para acceder a estable- tando las posibilidades de abusos de par-
cimientos situados en lugares distantes o te del varón (en particular en los casos de
familias en separación) y, en verdad, así
29. Se añade la cláusula, entendida como un son percibidas por parte de las recepto-
incentivo al comportamiento virtuoso de los re-
ceptores, de que el 20% de la prestación men-
sual se acumula a lo largo del año en una li- 31. “Esta Asignación Universal se liquidará a
breta de ahorro, para ser erogado sólo cuando uno solo de los padres priorizando a la mamá”.
el cumplimiento de esos requerimientos haya Información proporcionada por el ANSES (Ad-
sido certificado. ministración Nacional de la Seguridad Social).
30. En el año 2011 se sanciona la Asignación En línea: http://www.anses.gob.ar/archivos/
Universal por Embarazo (2011), correspondien- cartilla/fdb6b048049420d51903046be2cd-
te a la asignación por maternidad contributiva. 4280f44a455f.pdf (acceso 8/04/2016).
Además, en 2015 se extiende la Ayuda Escolar 32. En los términos de Blofield y Martínez Fran-
Anual de las AAFF contributivas a los titulares de zoni (2014) refuerzan el “maternalismo” de la
la AUH. política social.

26 Revista Lavboratorio - Año 16 - Nº 27 / 2016 / issn 1515-6370


ras (Pautassi et al., 2013), también debe social por vía de una inclusión focali-
decirse que en ausencia de una política zada de categorías vulnerables o por vía
pública de cuidados y de conciliación la- del subsidio a regímenes especiales de la
boral, y a falta de una integración entre la Seguridad Social, “logrando coberturas
AUH y las políticas activas laborales des- más amplias, aunque no universales, y
tinadas a favorecer el ingreso de las muje- menos segmentadas, aunque no igualita-
res más vulnerables al mercado laboral, el rias” (Cecchini et al., 2015: 44). Entonces
riesgo es que el efecto de las asignaciones no se pueden negar los efectos positivos
sea contraproducente en el mediano y en términos de reducción de la pobreza
largo plazo33. Frente a ello, sería necesa- y la indigencia monetaria (vía una trans-
rio promover la complementariedad de ferencia directa de ingresos a los hogares
la AUH con otras políticas educativas y en esa situación) y un mayor acceso de
laborales que promuevan el desarrollo de niños, niñas y adolescentes a servicios
las capacidades y de las oportunidades educativos y de salud (ibid. 105-108)35.
laborales para las receptoras (y no sólo Sin embargo, en este breve examen de las
para los menores a su cargo), ya que de lo dos principales medidas de esta etapa po-
contrario las situaciones de vulnerabili- lítica (en términos de receptores alcanza-
dad tenderán a reproducirse una vez que dos), que naturalmente no hace justicia a
los hijos que generan el derecho a la pres- la complejidad de la intervención estatal,
tación vayan adquiriendo la mayor edad, se ha podido evidenciar como la perspec-
y las niñas se enfrenten a las brechas de tiva de género sea imprescindible para
género señaladas a la vez que la madre aproximar los efectos de mediano-largo
pierde la prestación correspondiente34. plazo de estas medidas sobre la estructu-
Naturalmente estas críticas no deben ra social, en particular respecto a la cons-
hacer olvidar que la AUH, como otras trucción y de-construcción de categorías
medidas asociadas a las transferencias sociales.
condicionadas de ingresos, se encuadran Asimismo, este análisis muestra cómo,
en un proceso que a nivel regional ha pese a los avances, en este periodo se ani-
apuntado a universalizar la protección daron históricas contradicciones respec-
to a la construcción social del género. Es
33. En esa línea, el nuevo régimen de regulación verdad que este viraje de la política so-
del trabajo doméstico remunerado establece que cial ha significado un mayor volumen de
las trabajadoras formalizadas no pierdan el de- transferencias (y redistribución) a favor
recho a recibir la AUH. En este sector se observa-
ron avances significativos en la regulación nor-
principalmente de las mujeres, y en cier-
mativa, que por razones de espacio no se puede to sentido un reconocimiento social, qui-
detallar (cfr. Messina, 2016). zás no plenamente intencional, del valor
34. Cabe mencionar que el denominado plan económico del trabajo no remunerado
PROGRESAR de 2014, destinado a jóvenes es- (en el caso por ejemplo de la moratoria
tudiantes de entre 18 y 24 años reconoce esta
compatibilidad con la AUH. Además, sus recep-
tores han sido en gran mayoría mujeres (7 de 35. Para una evaluación de estos impactos posi-
cada 10, según datos de ANSES, 2015: 19-20). tivos en el caso argentino cfr. Salvia et al., 2014.

issn 1515-6370 / 2016 / Nº 27 - Año 16 - Revista Lavboratorio 27


previsional). Pero al mismo tiempo, cier- y simbólicamente instalada en toda la es-
tos rasgos de estas medidas han reforza- tructura social, desde las micro-prácticas
do o han contribuido a reproducir una de lo cotidiano hasta la organización del
distribución sexual del trabajo que, como trabajo social y la estructuración de las
se ha demostrado en la sección 2, es esen- políticas sociales. En el resto del texto se
cialmente desigual, una faceta que desde presentaron algunas evidencias para su-
un análisis puramente económico-mo- portar estas consideraciones a partir del
netario permanece invisible, pero se evi- caso argentino en un periodo caracteri-
dencia en el diferente uso que del tiempo zado por una reactivación de la interven-
hacen mujeres y varones. Retomando el ción estatal y una ampliación de la cober-
análisis relacional de Simmel (1965), es tura de sus acciones distributivas.
indudablemente valiosa su advertencia Los datos que fueron presentados
de que “el objetivo de la asistencia social muestran, en primer lugar, una fuerte
es precisamente el de mitigar ciertas ma- persistencia de las brechas de género en
nifestaciones extremas de la diferencia- el caso del mercado laboral argentino
ción social, de manera que la estructura (participación, empleo formal, salarios,
social pueda seguir reposando sobre esa etc.) pese al ingreso masivo de las muje-
diferenciación (Simmel, 1965: 122)36. res en el mismo a partir de los años 80.
También persisten fenómenos como una
división sexual del trabajo inequitativa, la
Conclusiones invisibilización del trabajo de cuidados,
la segregación ocupacional y los denomi-
Este breve ensayo partió de un análi- nados “techos de cristal” (pese a los avan-
sis teórico de la desigualdad de género ces que se obtuvieron gracias a medidas
como desigualdad categorial persistente de discriminación positiva). En particu-
lar, en esta sección se presentó un análi-
36. Muchos autores señalan que en los últimos sis cuantitativa a partir de la Encuesta de
años se observa un escaso avance en las medi- Uso del Tiempo de 2013 (INDEC, 2014)
das estatales de desfamiliarización y conciliación, que ofrece evidencia empírica muy clara
intensificándose el proceso contrario de desesta-
de cómo la carga del trabajo de cuidados
tización y delegación de servicios de cuidado ha-
cia las personas, las familias y las redes sociales no remunerado recae principalmente so-
(Gherardi y Zibecchi, 2011: 111). Frente a esta bre las mujeres.
retirada del Estado, las estrategias de los hoga- Por otra parte, en el ámbito de la po-
res para satisfacer sus necesidades de cuidado lítica social se observó un esfuerzo para
terminan siendo segmentadas según sus niveles
compensar los efectos de estas desigual-
de ingreso, ya que “los hogares que pueden
afrontar el costo de contratar servicios de cuida- dades laborales (y de los periodos de cri-
do privados tienen más posibilidades para elegir sis que caracterizaron al país en las déca-
la combinación de trabajos y responsabilidades” das anteriores), con efectos en términos
que corresponden a cada miembro del hogar del acceso desigual de hombres y mujeres
(ibid.: 115), lo que produce un solapamiento de
a la Seguridad Social. Sin embargo, estas
desigualdades de género y de clase para las mu-
jeres de sectores sociales desaventajados. medidas no modificaron, en esencia, a

28 Revista Lavboratorio - Año 16 - Nº 27 / 2016 / issn 1515-6370


la estructura conservadora-contributiva dicar la violencia contra las mujeres o
y patriarcal que tradicionalmente ha te- el programa nacional de salud sexual y
nido el sistema argentino, donde las ca- procreación responsable, etc. Además,
rreras laborales discontinuas e inestables es indudable que en la esfera cultural
(entre inactividad laboral, informalidad las mujeres han podido avanzar en una
y formalidad) y los menores salarios que reducción de las desigualdades de géne-
sufren, en mayor medida, las mujeres ro, gracias entre otras cosas a su mayor
tienen un impacto severo sobre sus posi- participación y desempeño en todos los
bilidades de acceder a transferencias mo- niveles educativos, lo que debería reper-
netarias iguales a la de sus pares varones. cutir ceteris paribus en un reforzamiento
Aún en los casos en los que se logra un de la lucha por una resignificación de los
reconocimiento de su derecho a las pres- roles de género y una reducción a futuro
taciones contributivas, ellas obtienen un de las desigualdades existentes.
nivel más bajo de transferencias.
Las medidas compensatorias que fue-
ron implementadas reforzaron este dis-
tanciamiento ya que situaron a las muje- Bibliografía
res en la base de la pirámide de las trans-
ferencias del Estado, como en el caso de Adelantado, J., Noguera, J., Rambla, X. y Sáez,
L. (1998). “Las relaciones entre estructura y
la moratoria previsional, la cual garantizó
política sociales: una propuesta teórica”. Re-
a los nuevos entrantes (principalmente
vista Mexicana de Sociología. Vol. 60 nº 3, pp.
mujeres), exclusivamente el haber míni-
123–156.
mo. Por otra parte, algunos factores como
las condicionalidades y la titularidad ANSES, 2015, “PROGRESAR: Universalizar
femenina también parecen nacer de la el derecho a estudiar”. Revista Argentinos, Año
3, nº 18, pp. 19-20.
persistencia de categorías culturales en-
torno a la maternidad y a la distribución Arcidiácono, P. (2012). La política del “mien-
del trabajo de cuidados no mercantil. En tras tanto” - Programas sociales después de la
este sentido tanto la política social como crisis 2001-2002. Buenos Aires: Editorial Bi-
el funcionamiento del mercado laboral blos.
parecen reproducir la división sexual del Arriagada, I. (2007). Familias y políticas públi-
trabajo reforzando la desigualdad catego- cas en América Latina: una historia de desen-
rial entre mujeres y varones. cuentros. Santiago de Chile: CEPAL.
Naturalmente existen procesos contra- Basualdo, E. (2006). Estudios de historia eco-
rios que tienden a erosionar las fronteras nómica argentina. Desde mediados del siglo
de género, alguno de ellos sancionados XX a la actualidad. Buenos Aires: FLACSO/
legalmente. Además de la ley de cupos, Siglo XXI Editor.
se pueden recordar las leyes de matrimo- Beccaria, L. (2000), “El mercado de trabajo en
nio igualitario, de derecho a la identidad Argentina en los noventa” en B. Kosacoff, El
de género de las personas, de protección Desempeño Industrial Argentino Más Allá de
integral para prevenir, sancionar y erra- la Sustitución de Importaciones. Buenos Aires:

issn 1515-6370 / 2016 / Nº 27 - Año 16 - Revista Lavboratorio 29


CEPAL, pp. 206–2010. ELA (2011). Sexo y Poder ¿Quién manda en la
Bertranou F. y Maurizio, R. (2012). “Mone- Argentina? Buenos Aires.
tary transfers for children and adolescents in Esquivel, V. y Pereyra, F. (2014). “El servicio
Argentina: Characteristics and coverage of doméstico y sus desafíos para la protección
a ‘system’ with three components”. Research social”. En C. Danani y S. Hintze (eds.), Pro-
Brief 30, Brasilia, International Policy Centre tecciones y desprotecciones (II) - Problemas y
for Inclusive Growth. debates de la seguridad social en la Argentina
Blofield, M. y Martínez Franzoni, J. (2014). (pp. 281-310). Los Polvorines (Buenos Aires):
“Trabajo, familia y cambios en la política UNGS.
pública en américa latina: equidad, mater- Esping-Andersen, G. (2000). Fundamentos
nalismo y corresponsabilidad”. Revista de la sociales de las economías postindustriales. Bar-
CEPAL, nº 114. celona: Ariel.
Bourdieu, P. (1989). El espacio social y la gé- --- (1993). Los tres mundos del Estado del
nesis de las “clases.” Estudios Sobre Las Cultu- Bienestar. Valencia: Alfons el Magnanim.
ras Contemporáneas, III (7), 27–55. Filgueira, F. (2013). “Los regímenes de bienes-
Carbajal, F. (2011). “La Consideración del tar en el ocaso de la modernización conserva-
Uso de Tiempo en el Análisis de Pobreza dora: posibilidades y límites de la ciudadanía
Multidimensional Nueva Evidencia en base a social en América Latina”. Revista Uruguaya
la Encuesta de Uso del Tiempo en México”. La de Ciencia Política, nº 22, 17–46.
Plata: CEDLAS. Gamallo, G. y Arcidiácono, P. (2012). “Polí-
Cecchini, S., Filgueira, F., Martínez, R., & ticas sociales y derechos. Acerca de la pro-
Rossel, C. (2015). Instrumentos de protección ducción y reproducción de las marginaciones
social: caminos latinoamericanos hacia la uni- sociales”. En L. Pautassi y G. Gamallo, ¿Más
versalización. Santiago de Chile: CEPAL. derechos, menos marginaciones? Políticas so-
Cecchini, S. y Madariaga A. (2011). “Condi- ciales y bienestar en la Argentina. Buenos Ai-
tional Cash Transfer Programmes: The recent res: Editorial Biblos.
experience in Latin America and the Carib- Gherardi, N. y Zibecchi, C. (2011). “El dere-
bean.”. Cuadernos de la CEPAL, nº 95. cho al cuidado: ¿Una nueva cuestión social
Chant, S. (2003). “Nuevas contribuciones al ante los tribunales de justicia de Argentina?”.
análisis de la pobreza: desafíos metodológicos Revista Política. Vol. 49 nº 1, pp. 107–138.
y conceptuales para entender la pobreza des- Halperin Weisburd, L. (2007). “Políticas So-
de una perspectiva de género”, Serie Mujer y ciales en la Argentina. Entre la ciudadanía
Desarrollo Nº 47, CEPAL, Santiago de Chile. plena y el asistencialismo focalizado en la
Danani C. y Hintze, S. (2011). Protecciones y contención del pauperismo”. Cuaderno del
desprotecciones: la seguridad social en la Ar- CEPED Nº 10. Buenos Aires.
gentina 1990-2010. Buenos Aires: UNGS. Hintze, S. (2007). Políticas sociales argentinas
DGEC (Dirección General de Estadística y en el cambio de siglo: conjeturas sobre lo po-
Censos) (2007). Encuesta anual de hogares sible. Buenos Aires: Espacio.
2005 - Uso del tiempo, Informe de Resultados INDEC – Instituto Nacional de Estadística y
N° 328, Buenos Aires. Censos (2014). Informe de prensa (10 de Ju-

30 Revista Lavboratorio - Año 16 - Nº 27 / 2016 / issn 1515-6370


lio). Encuesta sobre Trabajo No Remunerado ONU (1995). Informe de la Cuarta Conferen-
y Uso del Tiempo. Buenos Aires. cia Mundial sobre la Mujer, New York.
--- (2013) Informe técnico - Diseño de regis- Orloff, A. (1996). “Gender in the Welfare Sta-
tro y estructura de la base de microdatos - En- te”. Annual Review of Sociology. Vol. 22, pp.
cuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso 51-78.
del Tiempo. Buenos Aires. Pautassi, Laura C., Arcidiácono, P. y Stras-
Lewis, J. (1992). “Gender and the develop- chnoy, M. (2013). “Asignación Universal por
ment of welfare regimes”. Journal of European Hijo para la Protección Social de la Argentina:
Social Policy. Vol. 2 nº 3, 159–173. entre la satisfacción de necesidades y el reco-
Marco Navarro, F. y Rico, M. (2013). “Cuida- nocimiento de derechos”. Serie Políticas Socia-
do y políticas públicas: debates y estado de les nº 184. Santiago de Chile: CEPAL.
situación a nivel regional”. En L. Pautassi y C. Pautassi, L., Giacometti, C. y Gherardi, N.
Zibecchi (coord.), Las fronteras del cuidado. (2011). Sistema previsional en Argentina y
Agenda, derechos e infraestructura. Buenos equidad de género. Situación actual (2003-
Aires: Editorial Biblos, pp. 27-58. 2010) y perspectivas futuras. Buenos Aires:
Martínez Franzoni, J. (2008). “Welfare Regi- ELA.
mes in Latin America: Capturing Constella- Pautassi L. y Zibecchi C. (eds.) (2013). Las
tions of Markets, Families, and Policies”. La- fronteras del cuidado. Agenda, derechos e in-
tin American Politics and Society, nº 50, pp. fraestructura (Introducción). Buenos Aires:
67–100. Editorial Biblos.
Messina G. (2016). “Las condiciones del tra- Piketty, Th. (2014). El capital en el siglo XXI.
bajo doméstico remunerado en Argentina: la México: FCE.
provisión de cuidados”, Cuadernos de Rela- PNUD (2014). Género en el trabajo: brechas en
ciones Laborales, Vol. 34 Nº 1, pp. 83-106 el acceso a puestos de decisión. Buenos Aires.
--- (2014). “Transformaciones y reformas en Reygadas, L. (2015) “Más allá de la legitima-
el sistema de pensiones argentino entre 2003 ción. Cinco procesos simbólicos en la cons-
y 2013. Evaluando las políticas de inclusión trucción de la igualdad y la desigualdad”, en
más allá de lo contributivo”, Gestión y análisis M. Castillo y C. Maldonado (eds.) Desigual-
de políticas públicas, nº 11. dades. Tolerancia, legitimación y conflicto en
MTEySS (2016). Boletín de Estadísticas de Gé- las sociedades latinoamericanas. Santiago de
nero y Mercado de Trabajo. En línea (acceso 5 Chile: RIL Editores, pp. 39-68.
de abril 2016): --- (2008). La apropiación: Destejiendo las re-
http://www.trabajo.gov.ar/left/estadisticas/ des de la desigualdad. Barcelona: Anthropos
genero/estadisticas.asp . Editorial.
--- (2016b). Boletín de Estadísticas Laborales. Rodríguez, C. (2012). “La cuestión del cuida-
En línea (acceso 5 de abril 2016): www.traba- do: ¿El eslabón perdido del análisis económi-
jo.gov.ar/left/estadisticas/bel/ . co?” Revista de la CEPAL, nº 106, pp. 23–36.
OIT - Oficina Internacional del Trabajo --- (2007). “Economía del cuidado, equidad
(2011). Economically Active Population Esti- de género y nuevo orden económico interna-
mates and Projections. Ginebra. cional”. En A. Girón y E. Correa (Eds.), Del

issn 1515-6370 / 2016 / Nº 27 - Año 16 - Revista Lavboratorio 31


Sur hacia el Norte economía política del orden mano, el Programa Familias por la Inclusión
económico internacional emergente. Buenos Social y la Asignación Universal por Hijo”.
Aires: CLACSO, pp. 229-240. Revista Debate Público. Reflexión de Trabajo
Rodríguez, C. y Pautassi L. (Coord.) (2014). Social, nº 9, pp. 127–140.
La organización social del cuidado de niños y Taylor-Gooby, P. (2004). New Risks, New Wel-
niñas. Buenos Aires: ADC/CIEPP/ELA. fare: the Transformation of the European Wel-
Sainsbury, D. (1999). Gender and Welfare Sta- fare States. New York: Oxford University Press.
te Regimes. Oxford: Oxford University Press. Therborn, G. (2015). La desigualdad mata.
Simmel, G. (1965). “The Poor”. Social Pro- Madrid: Alianza editorial.
blems, Vol. 13 nº 2, pp. 118–140. Tilly, Ch. (2000). La desigualdad persistente.
SSS - Secretaría de Seguridad Social. (2012). Buenos Aires: Ediciones Manantial.
Boletín Estadístico de la Seguridad Social Topalov, Ch. (2004). De la “cuestión social”
4oT 2011 - 1o T 2012. Buenos Aires. a los “problemas urbanos”: los reformadores
Salvia, A., Tuñón, I. y Poy, S. (2014). “Efec- y la población de las metrópolis a principios
tos de la Asignación Universal por Hijo en del siglo XX. En C. Danani (ed.). Política
el ingreso per-cápita familiar, en la pobreza Social y Economía Social: debates fundamen-
extrema e indicadores de desarrollo humano tales. Buenos Aires: UNGS/OSDE/Editorial
de la infancia”. VIII Jornadas de Sociología Altamira, pp. 41–71.
de la UNLP, La Plata. Torrado, S. (2007). Población y bienestar en la
Straschnoy, M. (2015). “¿Para qué y por qué Argentina del primero al segundo centenario.
se implementan las condicionalidades en la Buenos Aires: Edhasa.
política social Argentina? Un análisis de las UNECE (2010). Developing Gender Statistics:
experiencias del Ingreso de Desarrollo Hu- A Practical Tool. Geneve.

32 Revista Lavboratorio - Año 16 - Nº 27 / 2016 / issn 1515-6370

Das könnte Ihnen auch gefallen