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3/5/2018

JOSÉ CANO ROMERO

Política Exterior de Rusia

Máster en Política Internacional

Universidad Complutense de Madrid


ÍNDICE

1. Resumen...................................................................................................................... p. 2

2. Palabras clave.............................................................................................................. p. 2

3. Introducción: justificación y preguntas de investigación............................................ p. 2

4. Hipótesis y objetivos................................................................................................... p. 3

5. Metodología................................................................................................................. p. 4

6. Marco teórico-conceptual: definiendo el populismo de izquierda y la política


exterior de la Rusia de Putin............................................................................................ p. 4

7. Relaciones exteriores entre Rusia y la Argentina kirchnerista................................... p. 8

8. Relaciones exteriores entre Rusia y la Bolivia de Evo Morales.................................. p. 12

9. Relaciones exteriores entre Rusia y el Brasil del PT................................................... p. 14

10. Relaciones exteriores entre Rusia y el Ecuador de Alianza País............................... p. 18

11. Relaciones exteriores entre Rusia y la Venezuela chavista....................................... p. 21

12. Conclusiones.............................................................................................................. p. 25

13. Referencias................................................................................................................ p. 27

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1. RESUMEN

La llegada de Chávez a la presidencia de Venezuela supone el inicio de una oleada de


ejecutivos populistas de izquierda que llegan a gobernar numerosos países de Latinoamérica
cuyos planteamientos en política internacional chocan con los estadounidenses, imperantes
hasta entonces. Al mismo tiempo, Putin accede al poder en Rusia y comienza a reorientar
paulatinamente la política exterior del país.

En este trabajo, se desarrollan las líneas generales de las relaciones exteriores entre Rusia y
diversos gobiernos populistas de izquierda latinoamericanos –la Argentina de los Kirchner, la
Bolivia de Evo Morales, el Brasil de Partido de los Trabajadores, los gobiernos de Alianza País
en Ecuador y la Venezuela chavista–, relatándose las posibles sinergias que pueda haber entre
estos y la Federación Rusa en cuestiones de política internacional.

2. PALABRAS CLAVE

Política exterior, populismo, Rusia, Relaciones Internacionales, América Latina

3. INTRODUCCIÓN: JUSTIFICACIÓN Y PREGUNTAS DE INVESTIGACIÓN

A lo largo del presente trabajo, se expondrán las líneas generales en lo referido a las relaciones
exteriores entre la Federación Rusa y la nueva ola de populismos de izquierda que llegaron al
poder en varios países de Latinoamérica.

Tras la victoria electoral de Hugo Chávez en Venezuela en el año 1998, se dio inicio a una
serie de gobiernos populistas de izquierda en la región (Rafael Correa en Ecuador, Néstor
Kirchner en Argentina, Evo Morales en Bolivia...). Muchos de ellos comenzaron a cuestionar
los ejes de la política exterior de sus respectivos países durante los gobiernos neoliberales de la
década de los noventa, cuyas tesis estaban en sintonía con los planteamientos estadounidenses.

Casi en paralelo, Vladímir Putin obtiene un arrollador resultado en las elecciones


presidenciales rusas del año 2000, suponiendo su victoria un cambio en la política exterior rusa
con respecto a la precedente etapa de Boris Yeltsin, lo cual hará que, con el paso de los años,
Rusia resurja como un actor internacional de suma importancia en un contexto en el que, tras la

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caída del Bloque del Este, se hablaba de un mundo unipolar en el que Estados Unidos ejercía el
rol de potencia hegemónica.

Ambos acontecimientos vendrán a poner en cuestión dicha idea de sistema mundial unipolar,
manteniéndose unas relaciones exteriores tensas entre Rusia y muchos gobiernos de América
Latina, por un lado, y Estados Unidos, por otro.

Así pues, se hace necesario saber si la Rusia de la era post Yeltsin ha podido jugar algún rol en
la constitución de un bloque alternativo al norteamericano y si su presencia en lo que algunos
denominan como “patio trasero de Estados Unidos” ha sido y es relevante durante los
mandatos de dirigentes populistas de izquierda iberoamericanos, que han puesto en cuestión la
hegemonía estadounidense en esta región del mundo. ¿Ha tenido Rusia algún protagonismo en
los cambios en las Relaciones Internacionales que se han producido en Latinoamérica? ¿Cómo
han sido sus relaciones con los gobiernos populistas de izquierda? ¿Acaso ha aparecido Rusia
como actor externo relevante en una región de tradicional dominio norteamericano? ¿Se ha
intentado, por parte tanto de muchos Ejecutivos de Latinoamérica como del Gobierno ruso,
conformar una especie de eje alternativo que haga frente a la hegemonía de Estados Unidos?

4. HIPÓTESIS Y OBJETIVOS

Una vez expuesto lo anterior, sostenemos como hipótesis general del presente trabajo que el
protagonismo exterior ruso en América Latina se ha incrementado a raíz de la llegada al poder
de los gobiernos populistas de izquierda en la región, siendo las relaciones internacionales
entre estos y Rusia, por tanto, de cooperación. A su vez, derivada de ésta, planteamos una
hipótesis secundaria en base a la cual sostenemos que, en materia de política exterior, se ha
intentado conformar un eje contrahegémonico entre los gobiernos populistas de Iberoamérica y
Rusia frente al dominio de Estados Unidos, tanto en la región latinoamericana como en todo el
mundo.

Dicho todo ello, los objetivos que nos proponemos con la elaboración de este trabajo serían los
que exponemos a continuación:

- Establecer las características fundamentales de la política exterior rusa en los países con
gobiernos populistas de izquierda en América Latina.
- Comprobar en qué medida la llegada al poder de Putin y de los distintos Ejecutivos

3
populistas de izquierda ha supuesto una reorientación (o no) de la política exterior y de
las relaciones internacionales con respecto a Estados Unidos.
- Analizar hasta qué punto la política exterior rusa y de los gobiernos latinoamericanos
que estudiaremos han contribuido o están contribuyendo a la conformación de un nuevo
orden internacional multipolar o contrahegemónico que haga frente a las tesis
estadounidenses.

5. METODOLOGÍA

Dado que nos encontramos ante un breve trabajo de clase, la metodología fundamental que
emplearemos estará basada en el método descriptivo planteado por el profesor Rafael Calduch
(2003) en su obra Métodos y técnicas de investigación en Relaciones Internacionales. De
acuerdo con este autor, podemos definir el método descriptivo como la realización de “una
exposición narrativa, numérica y/o gráfica, lo más detallada y exhaustiva posible de la realidad
que se investiga” (Calduch, 2003, p. 24), basándonos para ello en “la lectura o estudio de las
informaciones aportadas por otros autores” (Calduch, 2003, p. 24), si bien dejaremos de lado el
análisis de fuentes primarias de importancia como son los documentos estratégicos de los
distintos países.

Asimismo, puesto que vamos a realizar un estudio de diferentes casos, será esencial la
aplicación del método comparativo, realizando “una contrastación entre los principales
elementos (constantes, variables y relaciones) de la realidad que se investiga con los de otras
realidades similares ya conocidas” (Calduch, 2003, p. 25). De este modo, buscaremos las
posibles diferencias y similitudes de las relaciones exteriores de Rusia con los distintos casos
escogidos, los cuales han sido –tal y como justificaremos en el siguiente apartado– Argentina,
Bolivia, Brasil, Ecuador y Venezuela.

6. MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL: DEFINIENDO EL POPULISMO DE IZQUIERDA Y LA


POLÍTICA EXTERIOR DE LA RUSIA DE PUTIN

Una vez explicado todo lo anterior, es preciso definir, en base a lo sostenido por diversos
autores, qué entendemos por “gobiernos populistas”. Esto se hará a lo largo del presente
apartado, que servirá como una especie de breve marco teórico para delimitar conceptualmente
el término, si bien éste no tendrá la envergadura y profundidad de un Trabajo Final de Máster,

4
ya que nos encontramos ante un trabajo de clase que no permite ni la extensión ni el tiempo
que serían necesarios para desarrollar este punto en toda su profundidad.

Tradicionalmente, en el ámbito de la Ciencia Política no se ha producido una delimitación clara


del término “populismo”, existiendo autores que lo desacreditan y descalifican hasta otros que
solo lo ven como una práctica meramente discursiva.

Así pues, uno de los pensadores más relevantes que se ha de tener en cuenta a la hora de
delimitar el concepto que nos ocupa es el argentino Ernesto Laclau. Según este pensador, el
populismo posee tres categorías. En primer lugar, nos hallaríamos ante una dimensión
ontológica del concepto (Retamozo, 2017, p. 167), en base a la cual se entiende el populismo
como un simple modo de construir lo político que no es necesariamente negativo, ya que “la
vaguedad y la indeterminación no constituyen defectos de un discurso sobre la realidad social,
sino que, en ciertas circunstancias, están inscriptas en la realidad social como tal” (Laclau,
2005, p. 91, citado en Retamozo, 2017, p. 167). Asimismo, el populismo no solo sería parte de
lo político, como acabamos de mencionar, sino también de la política, constituyendo una
representación de de los sectores excluidos de la comunidad política, esto es, del sujeto pueblo
(Retamozo, 2017, p. 169). En consecuencia, el populismo serviría para, en último término,
construir sujetos políticos, definiéndose éste como “una gramática de producción del pueblo
como sujeto histórico” (Retamozo, 2017, p. 170). Dicho pueblo estaría compuesto por una
enorme pluralidad de actores políticos excluidos en el capitalismo globalizado de hoy día (tales
como indígenas, mujeres, trabajadores procedentes de muy distintos sectores, campesinos,
población LGBT...) a los cuales, a través del discurso, el populismo ha de construir y articular
(Retamozo, 2017, p. 15).

En una línea similar, Carlos Fernández Liria (2016) realiza en su obra En defensa del
populismo un recorrido bastante exhaustivo por lo que él entiende como populismo. Sería
imposible condensar en estas escasas líneas lo planteado por Fernández, si bien podríamos
indicar que, grosso modo, este autor entiende el populismo como “la construcción de un
«pueblo» sobre la distinción entre un «ellos» y un nosotros” (Fernández, 2016, p. 96), entre
cuyos rasgos fundamentales se encontrarían, entre otros, una “ambiguedad controlada”
(Fernández, 2016, p. 125).

Frente a esta concepción no peyorativa del término, existen otras que sostienen que los
distintos movimientos y gobiernos populistas son negativos para la sociedad, “ya que mediante
la demagogia y la manipulación política, permiten el encumbramiento de liderazgos políticos

5
unipersonales, autoritarios y violentos” (Figueroa y Moreno, 2016, pp. 38-39). Entre los
pensadores que se encuadran en este tipo de corrientes podemos hallar a Enrique Krauze, quien
define al populismo en base a varios rasgos fundamentales, tales como la existencia de un líder
carismático cuya figura se exalta y aparece como providencial, la presencia de la demagogia
como vehículo del carisma del mencionado dirigente populista, el uso discrecional y
descontrolado de los fondos públicos en pro de una redistribución de la riqueza que le
conllevaría apoyos electorales y políticos y, en materia de política exterior, el recurso constante
al enemigo externo (Figueroa y Moreno, 2016, p. 42).

También bajo una perspectiva crítica, autores como Freidenberg se centran más en la manera
en que se relaciona el líder carismático con la población, siendo éste, por tanto, un tipo de
liderazgo y de hacer política relacionado con lo carismático y, nuevamente, con la demagogia y
la articulación del discurso en torno al sujeto pueblo (Figueroa y Moreno, 2016, p. 44). En un
sentido similar, De la Torre (2008) sostiene que el populismo es

la forma en la cual los sectores excluidos han accedido a la participación política, que se ha
basado en discursos que dividen a la sociedad en dos campos antagónicos y en la visión de
la democracia como la aclamación plebiscitaria a redentores más que en los modelos
idealizados de los teóricos de la modernización de lo que debería ser la democracia (De la
Torre, 2008, p. 24)

Por su parte, en aras de buscar los mínimos denominadores comunes del fenómeno populista,
Savarino (2006) identifica una serie de elementos clave que vendrían a definir a los
movimientos, partidos y gobiernos de este tipo, entendiéndose estos como una “apelación al
«pueblo» por parte de un líder carismático, [...] un discurso y una movilización política directa
y «antipolítica» que apunta a una regeneración o palingénesis en pos de una comunidad
popular idealizada” (Savarino, 2006, p. 83). Así pues, el presente autor hace de la apelación
directa al pueblo “por encima de cualquier forma de representación institucionalizada”
(Savarino, 2006, p. 83) el eje central de su descripción del populismo.

Finalmente, para concluir con este breve marco teórico-conceptual es preciso elaborar nuestra
propia definición de populismo en base a lo expuesto a lo largo de estas páginas. De esta
manera, no manejaríamos una concepción despectiva de los fenómenos y gobiernos populistas,
sino que nos situaríamos más en línea de lo propuesto por Laclau, Fernández o Savarino. Por
tanto, definiríamos “populismo” como aquellos movimientos político-sociales caracterizados
por la presencia de un dirigente carismático (sin el cual se hace casi imposible articular un

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proyecto político determinado), por un discurso en ocasiones indefinido y vacilante, así como
por una apelación constante al pueblo como sujeto político. Asimismo, en el caso de
Latinoamérica el recurso al enemigo –que se concreta, sin lugar a dudas, en Estados Unidos
como potencia imperialista– está bastante presente.

Teniendo en cuenta esta delimitación conceptual, hemos considerado que los gobiernos
latinoamericanos de carácter populista que cumplen con la mayor parte de estas características
han sido los distintos ejecutivos de Alianza País en Ecuador, de Cristina Fernández y Néstor
Kirchner en Argentina, del Partido de los Trabajadores (con Luís Inácio Lula da Silva y Dilma
Rousseff a la cabeza) en Brasil, de Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela y de Evo
Morales en Bolivia. Hemos decidido descartar a otros gobiernos de izquierda de la zona (como
Uruguay o Chile) por no depender ni de un liderazgo carismático ni de un discurso
indeterminado que apele al sujeto pueblo de manera reiterada, a pesar de que en muchos casos
en materia de política exterior su alineación con el eje bolivariano ha sido importante, como ha
sucedido con Uruguay, por ejemplo. Tampoco hemos incluido a los gobiernos de tendencia
conservadora como el de Juan Manuel Santos o Álvaro Uribe en Colombia, no porque
consideremos que el populismo no pueda ser de derechas (véase el caso de Alberto Fujimori,
sin ir más lejos), sino debido a que, en esencia, la política exterior colombiana, peruana o
mexicana ha seguido patrones clásicos, produciéndose una sintonía enorme con los intereses
estadounidenses en la región.

Finalmente, es preciso dedicar unas líneas para esbozar la política exterior de la era Putin.
Siguiendo a Taibo (2006), la política exterior rusa ha estado marcada por el pragmatismo y por
tener intereses y una fuerte presencia en el espacio postsoviético, considerado como “el
extranjero cercano”, además de por las relaciones de tensión con Estados Unidos, los
encuentros y desencuentros con la Unión Europea y el mantenimiento de cierta atención a la
zona de Oriente Próximo y a China. En este contexto, parece que un subcontinente tan lejano
de Rusia como el latinoamericano carece de importancia real para los intereses del Kremlim.
Sin embargo, los cambios políticos internos vividos en muchos países de América Latina en los
últimos veinte años podrían apuntar en dirección contraria.

Es por ello que se hace necesario estudiar si Rusia, en principio tan ensimismada en su zona de
influencia tradicional, ha adquirido algún protagonismo en la también tradicional área de
influencia de Estados Unidos. Por consiguiente, es el momento de comenzar a verificar las
hipótesis planteadas en este trabajo.

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7. RELACIONES EXTERIORES ENTRE RUSIA Y LA ARGENTINA KIRCHNERISTA

Para realizar un análisis exhaustivo de las relaciones entre Rusia y la Argentina kirchnerista,
vamos a dividir nuestro análisis en dos períodos: la etapa de Néstor Kirchner (2003-2007),
donde la colaboración ruso-argentina fue menor, y los gobiernos al frente de los cuales estuvo
Cristina Fernández (2008-2015), en los que dicha cooperación se estrechó.

En primer término, debemos indicar que, aunque Néstor Kirchner aplicó políticas de corte
keynesiano durante su mandato y se alineó contra los dictámenes del Banco Mundial y del
Fondo Monetario Internacional, favoreciendo una estrecha colaboración con el Mercosur y con
otros populismos de izquierda de la región, “no articuló una retórica de tipo antiimperialista y
de ruptura con los EEUU” (Torres, 2010, p. 9), lo cual provocó que no se cuestionasen los
objetivos centrales de Estados Unidos en política internacional (Torres, 2010, p. 10), al menos
en un primer momento. Aun así, el acercamiento a Rusia se fue incrementando de manera
paulatina durante su período al frente del Ejecutivo, sobre todo a raíz de la visita del ministro
de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, a Buenos Aires en el año 2006 (Galea, 2012, p. 13).

Será a partir de entonces cuando se comiencen a firmar una serie de acuerdos en materia
económica. Ello tendrá como consecuencia el aumento de intercambios comerciales entre
Argentina y Rusia. Así, mientras que poco antes de asumir la presidencia Néstor Kirchner el
comercio con Rusia se situaba en cifras algo superiores a los 122 millones de dólares
estadounidenses a precios corrientes, un año después de llegar al Gobierno Cristina Fernández
la cifra se acercaba a los 2.000 millones (Davydov, 2010, p. 8), una cantidad que sigue siendo
pequeña si la comparamos con el comercio con China, por ejemplo. La mayor parte de estos
intercambios se enmarcan dentro del rol de periferia o semiperiferia que Argentina ejerce en la
economía mundo capitalista (Taylor y Flint, 2002, p. 21), es decir, mientras que el país austral
exporta a Rusia materias primas (carnes, frutas, quesos, pescados...), éste exporta a Argentina
sobre todo maquinaria y tecnología, proporcionando además el conocimiento y el dinero
necesarios para la promoción de sectores escasamente desarrollados en Argentina (Fuentes,
2006, p. 3) y produciéndose incluso relaciones de trueque entre ambos estados, como ha
sucedido con las exportaciones de té de la provincia de Misiones a cambio de tecnología vial
rusa (Fuentes, 2006, p. 3).

De igual modo, la presencia rusa en cuestiones de tipo energético en Argentina ha sufrido un


incremento durante el mandato de Néstor Kirchner. Así ha sucedido con el proyecto gasoducto
Noreste, que pretendía construir una red de gas natural en las provincias del norte argentino, así

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como con el dragado de la cuenca del Salado, donde también existió un interés por parte de
Rusia (Fuentes, 2006, p. 8).

Una vez concluido el mandato de Néstor Kirchner, las relaciones entre la Casa Rosada y el
Kremlin serán más estrechas, hasta tal punto que a finales de 2008 la ya presidenta Cristina
Fernández acude a Moscú, siendo la primera mandataria argentina que viajaba a Rusia en diez
años (Galea, 2012, p. 14). En su reunión con Putin –aparte de tratarse cuestiones de tipo
comercial– se apreció cierta sintonía en temas como la cooperación en materia de energía
nuclear con fines pacíficos o el apoyo ruso a la reclamación de soberanía de las Islas Malvinas
por parte de Argentina (Galea, 2012,p. 14). Asimismo, se produjo una reunión con el entonces
presidente Medvedev en la que ambos gobernantes suscribieron la “Declaración Conjunta de la
República Argentina y de la Federación de Rusia de Establecimiento de Relaciones de
Asociación Estratégica” (Galea, 2012, p. 14) y en la que manifestaron su interés por establecer
un orden mundial multipolar, por reformar el sistema monetario internacional o por aumentar
los lazos comerciales entre Rusia y el Mercosur (Galea, 2012, p. 14).

Esta cooperación se reforzaría en años posteriores, manteniendo el Kremlin y la Casa Rosada


posiciones similares en las cumbres del G20 celebradas en 2009 en Gran Bretaña y Estados
Unidos (Galea, 2012, p. 17). De la misma manera, en 2010 tendría lugar la visita de Medvedev
a Buenos Aires (la primera de un gobernante ruso o soviético a tierras argentinas), firmándose
para la ocasión una nueva Declaración Conjunta cuyos ejes centrales fueron seguir fomentando
la cooperación estratégica Moscú-Buenos Aires, incentivar los intercambios comerciales,
trabajar conjuntamente en el ámbito de la energía nuclear, el transporte y las tecnologías,
impulsar un acuerdo sobre el clima de carácter vinculante a nivel mundial, tratar de realizar una
reforma de las instituciones financieras globales o seguir aumentando los vínculos comerciales
entre el Mercosur y Rusia (Galea, 2012, p. 18), entre otros aspectos. De hecho, el Mercosur es
considerado por Rusia como “núcleo y polo de influencia en América del Sur” (Fuentes, 2006,
p. 8), si bien el socio preferente de Rusia sigue siendo, sin lugar a dudas, Brasil y no Argentina.

En lo relativo al comercio, la visita de Medvedev comportó enormes beneficios para el


entramado empresarial ruso, ya que, por ejemplo, la empresa pública Rosatom se encargó de
construir una central nuclear en Argentina –el complejo Atucha III–, Ferrocarriles Rusos se
ocupó de modernizar la red ferroviaria argentina y científicos rusos pudieron realizar
prospecciones de hidrocarburos en territorio argentino (Galea, 2012, p. 21).

9
Igualmente, el Ministerio de Defensa argentino firmó un contrato por el que compraba material
bélico y helicópteros rusos (García, 2012, p. 19). Sin embargo, lo que realmente podría haber
provocado (o provocar en un futuro) un cambio en la geopolítica regional es el interés de
Argentina en desarrollar tecnología militar propia, algo ante lo cual existen reticencias
estadounidenses, según el Consejo Federal de Inversiones (2015, pp. 546-547). Así pues, Rusia
estaría dispuesta a proveer no solo armamento a Argentina y otros países de la región –como ya
ha venido haciendo–, sino también a exportar conocimiento sobre cómo fabricarlo, lo cual
constituye un buen reflejo de, por un lado, el interés de los gobiernos latinoamericanos de
izquierda y de Rusia en consolidar un orden internacional multipolar y, por otro, de la reacción
por parte de Rusia ante el sentimiento de invasión de su zona de influencia por Occidente
(Consejo Federal de Inversiones, 2015, pp. 546-547), ya que estaría implicándose de una
manera importante en una zona que Estados Unidos considera como su “patio trasero”.

Asimismo, otro de los acuerdos en materia comercial que pone de relieve la importancia del
incremento en el comercio ruso-argentino es el “memorándum sobre el intercambio de
información aduanera” (Sheykina, 2010, p. 212), firmado a finales del año 2009, así como otro
acuerdo de entendimiento establecido entre ambos estados en 2011 (Consejo Federal de
Inversiones, 2015, p. 548). La importancia de este último radica en el hecho de que la
cooperación energética entre Rusia y Argentina se estrecha aún más, estableciéndose que la
empresa pública rusa Rosatom será –de nuevo– la encargada de construir nuevas centrales
nucleares en suelo argentino, así como una serie de acuerdos de cooperación entre YPF y
Gazprom en materia de transferencia de conocimiento tecnológico, en cuestiones de
comunicaciones y en otros asuntos de orden estratégico menor como el turismo o el medio
ambiente (Ministerio de Competencia Primaria, 2011).

Quizás la gran cantidad de acuerdos firmados durante el período de gobierno de Cristina


Fernández constituya una especie de consecuencia indirecta de la ligera mención a Argentina –
en cuestiones de comercio– que se observa en el Concepto de Política Exterior de Rusia del
año 2008, hecho que se volverá a repetir en el Concepto de 2013 (Ministry of Foreign Affairs
of the Russian Federation, 2008 y 2013).

De este modo, vemos que la cooperación fundamental entre Argentina y Rusia se ha producido,
sobre todo, en asuntos de carácter energético y tecnológico. Durante el último año de gobierno
de Cristina Fernández –esto es, 2015–, esta colaboración se llegó a intensificar todavía más, ya
que se proyectó la construcción de una nueva central nuclear por parte de Rosatom y un

10
memorando de entendimiento entre Gazprom e YPF, una vez más, para la explotación conjunta
del yacimiento petrolífero de Vaca Muerta, precisamente en una época en la que la Unión
Europea presentó cargos contra Gazprom como parte de su programa de sanciones contra
Rusia (Pérez y Cué, 2015) y poco después de que Repsol fuera expulsada del lugar.

No obstante, estos éxitos contrastan con el fracaso de Argentina a la hora de ingresar en el club
de los BRICS, algo rechazado por los miembros de este grupo en su IV Cumbre en la ciudad de
Fortaleza (Corigliano, 2014). Para el Ejecutivo de Cristina Fernández, la cooperación con
Rusia a través del grupo de los BRICS era considerada una de sus prioridades estratégicas en
materia económica, en vistas a conseguir reformas en la gobernanza económica global y a
fomentar las relaciones económicas Sur-Sur (Ministerio de Exteriores de Argentina, 2013, pp.
5 y 33). De hecho, es significativo que en los planteamientos de política exterior argentinos se
enfatice mucho más la cooperación con Rusia que con la Unión Europea, cuyos estados
miembros no son ni siquiera mencionados (Ministerio de Exteriores de Argentina, 2013 p. 33).

En otro orden de las cosas, la cooperación ruso-argentina en materia de políticas culturales


también ha sido notable durante el último gobierno neoperonista, destacándose
fundamentalmente la apertura de Russia Today como canal en abierto en español accesible de
manera gratuita para más del ochenta por ciento de la población argentina (RT, 2014).

Por último, corresponde hacer alusión a los grandes temas de la agenda internacional, puesto
que, en líneas generales, ha existido una enorme sintonía entre los dos países que nos ocupan,
apoyándose el uno a al otro en las cuestiones más significativas para ambos. De esta forma, la
Federación Rusa ha apoyado a la República Argentina en la cuestión de la disputa por la
soberanía de las Islas Malvinas (Caruso, 2010, p. 2), como ya hemos indicado anteriormente,
mientras que el país sudamericano hace lo propio con cuestiones tan sensibles como la
situación en Chechenia (Caruso, 2010, p. 3) o en la península de Crimea (Dinatale, 2014), tras
su anexión por parte de Rusia. Igualmente, Caruso (2010, pp. 2-4) asegura que en temas como
el conflicto palestino-israelí, la situación de Cuba, el desarme y las cuestiones de seguridad
mundial, así como en lo que se refiere a los conflictos presentes en Oriente Medio (como es el
caso de Irak) la sintonía entre los dos países es total –o al menos así se manifiesta en las
votaciones en la Asamblea General de Naciones Unidas– produciéndose una alineación
claramente contraria a los planteamientos estadounidenses.

En definitiva, podemos terminar con el presente apartado indicando que, si bien en un principio
no existió una prioridad estratégica de Argentina sobre Rusia ni viceversa, las relaciones se han
11
ido estrechando progresivamente entre ambos estados, teniendo lugar una convergencia de
intereses en algunos puntos relevantes. Queda por ver si, con la llegada de Mauricio Macri a la
Casa Rosada, se mantendrá la posición rusófila que hasta cierto punto mantenía el matrimonio
Kirchner.

8. RELACIONES EXTERIORES ENTRE RUSIA Y LA BOLIVIA DE EVO MORALES

La victoria electoral de Evo Morales en Bolivia en diciembre de 2005 supondrá cambios


importantes tanto en política interna como externa, planteándose una ruptura con el Consenso
de Washington dominante hasta entonces y un acercamiento a otros gobiernos populistas de
izquierda de la región como el de Hugo Chávez en Venezuela o el de Rafael Correa en
Ecuador. Dos serán los ejes esenciales que plantee Morales en política internacional: por un
lado, la defensa de la soberanía del país frente a la injerencia extranjera y, por otro, la
diversificación de las alianzas internacionales, en un intento de romper con la subordinación a
los intereses estadounidenses (Ceppi, 2014, p. 130). Todo ello llevará a un acercamiento del
Palacio Quemado al Kremlin, aunque éste tendrá mucha menos importancia que en los casos
de Argentina, Brasil o Venezuela.

La menor relevancia de Bolivia para Moscú y viceversa data de los años noventa cuando,
después de la profunda crisis que vivió Rusia tras el derrumbe de la Unión Soviética, las
relaciones con Bolivia se redujeron al “mínimo indispensable” (Ojeda, 2010, p. 32), con años
en los que incluso las exportaciones bolivianas a Rusia llegaron a cero (Ojeda, 2008, p. 196).
Solo a finales de los noventa y principios del siglo XXI se reconstituyeron parte de los nexos
perdidos, si bien será tras la llegada de Morales al Gobierno cuando se produzca un
acercamiento importante al Kremlin. En efecto, poco después de la toma de posesión de
Morales, el embajador ruso en La Paz afirmó que existían buenas perspectivas para las
relaciones entre ambos países, indicando que la prioridad rusa la constituían los sectores
energéticos, esto es, el petróleo, el gas, la petroquímica, la metalurgia y la minería; además de
la agricultura, la ciencia y la sanidad (Ojeda, 2010, p. 36).

De este modo, la mayor parte de relaciones que tendrán lugar entre Rusia y Bolivia atañerán al
campo de la cooperación energética. En este sentido, cabría señalar la firma del “memorándum
de entendimiento entre autoridades de YPFB1 y GAZPROM” (Ojeda, 2008, p. 199), a través

1
Siglas de Yacimientos Petrolíferos Bolivianos.

12
del cual se pretende lograr “la cooperación en el campo de la exploración y explotación de los
yacimientos de gas y petróleo en Bolivia, el estudio de la posibilidad de participar en los
proyectos de infraestructura y la participación en el proyecto de exportación de GTL2” (Ojeda,
2008, p. 199).

Ya en 2009 se produce una visita de Evo Morales a Moscú, la cual será la primera de un
mandatario boliviano a suelo ruso. Para la ocasión, “fueron firmados acuerdos sobre la
extracción del gas en Bolivia por la compañía rusa Gazprom” (Sheykina, 2010, p. 209). Ante la
nacionalización de las industrias del petróleo y del gas por parte del Ejecutivo de Morales,
Rusia cobró importancia como principal extractor de estos recursos en suelo boliviano
(Sheykina, 2010, p. 209). Por otro lado, durante esta visita también hubo acercamientos en el
terreno técnico-militar –accediendo La Paz a un crédito de Moscú que le permitía comprar
armamento y equipos logísticos rusos–, así como en cuestiones relativas al asesoramiento en la
lucha contra las drogas y el narcotráfico (Ojeda, 2010, p. 37).

Durante los años subsiguientes, se seguirá profundizando en esta incipiente alianza de carácter
casi exclusivamente económico, teniendo lugar varias visitas de las autoridades de Exteriores y
de Defensa bolivianas a Moscú y un breve acercamiento entre Putin y Evo Morales en Caracas
en el año 2010 a razón de la adquisición de material militar por parte de Bolivia (Ojeda, 2010,
pp. 39-40). Sobre la concesión de créditos para la compra de este material hubo algunas
discrepancias entre ambos estados, si bien finalmente el Ejército de Bolivia acabaría recibiendo
equipamiento ruso (Ojeda, 2010, p. 41).

Un año más tarde, el ministro de Exteriores boliviano acude a Rusia invitado por Serguéi
Lavrov, manifestando los dos cierta sintonía en asuntos como el respeto a la soberanía de los
estados, al Derecho Internacional y a la Carta de Naciones Unidas o en la defensa del no
empleo de la fuerza contra la integridad territorial de los estados (Ministerio de Exteriores de
Bolivia, 2013, p. 37). Esta afinidad se manifestará en años posteriores en asuntos de enorme
calado para La Paz y Moscú, tales como la crisis de Ucrania o el secuestro del avión
presidencial de Evo Morales, que precisamente regresaba de la capital rusa. En el primer caso,
Bolivia votó en la Asamblea General de la ONU a favor de reconocer la anexión de Crimea
(Cifuentes, 2014); mientras que, en el segundo, Rusia apoyó a Evo Morales ante lo que
consideraba una injerencia en la soberanía nacional por parte de Europa. Más recientemente,
Bolivia –que, a día de hoy, es miembro no permanente del Consejo de Seguridad de Naciones

2
El GTL (siglas provenientes del inglés Gas To Liquid) consiste en transformar el gas natural en petróleo líquido.

13
Unidas– se ha alineado contra las pretensiones de Estados Unidos y algunos países de Europa
en lo que concierne a la Guerra de Siria (como ha sucedido con el reciente ataque llevado a
cabo por Reino Unido, Francia y Estados Unidos), lo que, en cierta medida, demuestra cierta
sintonía con entre los dos estados.

No obstante, más allá de las referencias a un futuro mundo multipolar, no se observa ninguna
coincidencia importante en los documentos estratégicos ni de Rusia ni de Bolivia, ya que ni la
Federación Rusa menciona a Bolivia ni viceversa.

En la actualidad, Evo Morales es el único dirigente populista de izquierdas que se mantiene en


el poder en América Latina entre todos los que asumieron el cargo entre finales de los noventa
y principios de siglo. Este hecho, sumado al giro a la derecha que se ha producido en Brasil,
Argentina y, en cierta medida, en el Ecuador de Lenín Moreno, podría llegar a hacer que –ante
su probable reelección– Morales requiera de nuevas alianzas estratégicas que podrían pasar por
Rusia. Por el momento, se prevé que el presidente boliviano aterrice en Moscú a mediados del
presente año y, quizás, una vista de Putin a La Paz.

En cualquier caso, el interés estratégico de Rusia en Bolivia (tanto geopolítico como comercial
y militar) sigue siendo pequeño, si bien la intensificación –o más bien reconstrucción– de las
relaciones durante los gobiernos del Movimiento Al Socialismo podría continuar en los
próximos años, estando Bolivia mucho más interesada por tender puentes hacia Rusia que lo
que sucede al contrario.

9. RELACIONES EXTERIORES ENTRE RUSIA Y EL BRASIL DEL PT

Si existe un país, junto a Venezuela, que haya mantenido una estrecha cooperación con Rusia
en materia política y económica ese es, sin duda alguna, el Brasil de los gobiernos del Partido
de los Trabajadores (PT), con Lula y Dilma Rousseff a la cabeza. Sin embargo, no debemos
olvidar el acercamiento previo entre ambos países que tuvo lugar durante el período de
Fernando Henrique Cadorso al frente de Brasil, cuando se sentaron las bases para una futura
colaboración más estrecha. Aun así, durante su mandato se siguieron privilegiando las
relaciones con Estados Unidos, si bien se formuló el concepto de “autonomía para la
integración” (Kuehn, 2015, p. 10), bajo el cual se apuntaba hacia una política exterior más
pragmática y no siempre acorde a los intereses de Washington (Kuehn, 2015, p. 10),

14
percibiéndose así una toma de conciencia por parte de Brasil del cambio de escenario hacia un
mundo multipolar y del fenómeno de la globalización (Soreanu, 2008, p. 141).

De hecho, Primakov llegó a visitar Brasil en 1997, donde habló de la necesidad del
multilateralismo en la política internacional (Kuehn, 2015, p. 14). Ese mismo año se firmó un
documento llamado Declaração sobre os Princípios de Interação entre o Brasil e a Rússia
com vistas ao século XXI (Piccolli, 2012, p. 10), en el cual se hablaba del fomento de las
relaciones entre los dos estados, de un sistema internacional de carácter multipolar, así como de
cuestiones relativas al terrorismo, el desarme nuclear o el fortalecimiento de Naciones Unidas
como “principal foro internacional” (Kuehn, 2015, p. 17). Asimismo, Rusia y Brasil firmaron
la Declaração Conjunta sobre a Constituição da Comissão Mista Brasileira Russa de Alto
Nível de Cooperação (Piccolli, 2012, p. 10), mediante la que se potenciaban las relaciones
bilaterales entre ambos. En la práctica, el acercamiento ruso-brasileño se manifestó en el
posicionamiento favorable de Rusia a la presencia de Brasil en el Consejo de Seguridad de la
ONU (Piccolli, 2012, p. 10), así como en la cooperación en materia de tecnología militar y
científica (Kuehn, 2015, p. 18).

Así pues, poco a poco América Latina iba adquiriendo alguna importancia para Rusia,
mencionándose en el Concepto de Seguridad del año 2000 –ya con Putin en el Gobierno– la
necesidad de una colaboración más amplia con este subcontinente en lo referido al comercio, a
la industria y a la tecnología militar, si bien aún no se menciona a ningún país en concreto
(Ministry of Foreign Affairs of the Russian Federation, 2000).

En este contexto, Lula ganará las elecciones de finales del año 2002 y profundizará en el
multilateralismo limitado que había iniciado su predecesor. El mencionado concepto
estratégico de Cadorso llamado “autonomía para la integración” dará paso a la “autonomía para
la diversificación” (Kuehn, 2015, p. 12), posibilitando la existencia de relaciones con múltiples
países sin tener como socio privilegiado a Estados Unidos y, en consecuencia, un acercamiento
a Rusia. Éste se materializará en la consideración de “socio estratégico” (Piccolli, 2012, p. 12)
por parte de ambos, siendo Vladimir Putin el primer presidente ruso que visite Brasil, lo cual
tendrá lugar en el año 2004 (Kuehn, 2015, p. 19). Para la ocasión, se produjeron acuerdos, de
nuevo, en materia de tecnología y ciencia y los mandatarios de cada país apostaron por la
necesidad de trabajar en común en pro de un orden mundial distinto (Kuehn, 2015, p. 19) en el
que se renovara la gobernanza de Naciones Unidas, apoyándose una vez más por parte de
Rusia la entrada de Brasil como miembro del Consejo de Seguridad (Gurtler, 2014, p. 100).

15
Un año más tarde, Lula visitó Moscú, manifestando de nuevo, junto a Putin, el deseo de
establecer un orden internacional multipolar y de fomentar las relaciones bilaterales entre Rusia
y Brasil, lo cual dio pie, en lo que a economía se refiere, al establecimiento de Gazprom en
territorio brasileño (Kuehn, 2015, p. 20). Cabe señalar que este acercamiento se produce
después de la intervención norteamericana en la guerra de Irak en 2003, algo criticado tanto por
Rusia como por Brasil, ya que el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Ivanov, y su homólogo
brasilero, Celso Amorim, emitieron un comunicado conjunto desde Moscú en el que
rechazaban de plano la posición estadounidense por ser contraria a los principios del Derecho
Internacional (Gurtler, 2014, p. 99).

Tras esto, en 2008 la significación de la política exterior rusa en Brasil vivirá un enorme auge
con la entrada en el juego político-económico del bloque de los llamados BRICS (en un primer
momento, solo BRIC, ya que se excluía a Sudáfrica). Con la cooperación entre Brasil, Rusia,
India, China y posteriormente Sudáfrica se buscaba la implantación paulatina de un nuevo
sistema que hiciera frente, de alguna manera, al importante predominio que ejercían en la
configuración del orden mundial el Fondo Monetario Internacional, el G7 o el Banco Mundial
(Soreanu, 2008, p. 145), llegando a sugerirse un mayor control del sistema monetario mundial
e incluso la posible sustitución del dólar como moneda de reserva internacional (Turzi, 2011, p.
103). Esta supuesta alternativa fue calificada por Lula como “liderazgo responsable” (Piccolli,
2012, p. 14), tratando de configurar un nuevo equilibrio en las relaciones Norte-Sur (Kuehn,
2015, p. 21). Del mismo modo, cabe indicar que muchos de estos planteamientos fueron
expuestos por Rusia y Brasil en el G-20 también en 2008 (Gurtler, 2014, p. 102), con lo cual se
creó, en la práctica, una coincidencia de intereses en el G20 y en los BRIC de los dos países
que nos ocupan.

Esta convergencia tendrá su reflejo igualmente en la signatura del Acuerdo de Protección


Mutua de Tecnología en 2006, que será ratificado dos años más tarde tras la visita de
Medvedev a Brasil (Gurtler, 2014, p. 111). Ello será la antesala de posteriores tratados y
acuerdos que supondrán un incremento en la adquisición de equipamientos bélicos rusos por
parte del estado brasileño y de una mayor colaboración en tecnología de defensa (Gurtler,
2014, p. 112). Esta compra –a la que se le sumaron equipamientos hidráulicos– ha tenido su
contrapartida con la exportación de carne brasileña y otros productos del sector primario a
territorio ruso (Gurtler, 2014, pp. 118-121).

16
Por su parte, en el Concepto de Política Exterior de 2008, el Ministerio de Exteriores de la
Federación Rusa (2008) no solo volvió a hacer referencia a Latinoamérica, sino que ya
mencionó países concretos y puso de relieve el alcance que el grupo de los BRIC podría tener,
aludiendo a Brasil en hasta dos ocasiones. En la práctica, esto se tradujo en la firma de una
serie de acuerdos estratégicos en 2010 y 2011 que hacían referencia a la cooperación científico-
técnica, a las reformas en la gobernanza global y a la intensificación de las relaciones con los
BRIC (Kuehn, 2015, pp. 22-23).

Una vez iniciados los mandatos de Dilma Rousseff, la cooperación entre Rusia y Brasil se
seguirá intensificando en líneas generales, siguiéndose en asuntos exteriores el planteamiento
de “«multipolaridad benigna», que se caracteriza por una mayor representatividad de los
mecanismos de gestión y gobernanza global y el respeto ante al multilateralismo” (Kuehn,
2015, p. 21).

En este sentido, la sintonía ruso-brasileña (y de los países del grupo de los BRICS, a excepción
de Sudáfrica) en los grandes asuntos de política internacional irá en aumento, teniendo lugar un
apoyo brasileño a Rusia en la crisis de Ucrania, así como en la oposición al empleo de la fuerza
en Siria o en la abstención de ambos estados en el Consejo de Seguridad con respecto a la
intervención occidental en Libia de 2011 (Gurtler, 2014, pp. 105-106). Asimismo, existirán
sinergias con respecto a la cuestión de Palestina o del programa nuclear de Irán (Gurtler, 2014,
p. 107), así como en el sostén de Brasil y de los restantes miembros de los BRICS a la entrada
de Rusia en la Organización Mundial del Comercio (Gurtler, 2014, p. 106). Igualmente, Rusia
volvió a hacer una mención a Brasil en su Concepto de Política Exterior de 2013, dando de
nuevo una especial importancia al grupo de los BRICS y, por primera vez, a la cooperación con
el Mercosur (Ministry of Foreign Affairs of the Russian Federation, 2013).

Más tarde, en el año 2014, se intentó poner en marcha, por parte de los BRICS, un Banco de
Desarrollo que hiciera frente a los problemas de financiación de los estados miembros y a la
hegemonía del Fondo Monetario Internacional –y, por ende, de los Estados Unidos– en el
otorgamiento de créditos a países en desarrollo (Kuehn, 2015, p. 25).

Finalmente, en lo que se refiere a la energía y a la cultura, la cooperación entre Brasil y Rusia


ha sido limitada, si bien los rusos han manifestado su interés en el desarrollo de centrales
nucleares en Brasil (a través de Rosatom) y en la construcción de gaseoductos mediante
Gazprom, si bien no ha habido grandes avances en esta área durante los distintos gobiernos de
Dilma Rousseff (Gurtler, 2014, pp. 122-123). Al igual que en el caso argentino, sería

17
conveniente analizar si la llegada al Palácio do Planalto de un gobierno de evidente signo
neoliberal, como es el de Michel Temer, ha supuesto cambios estratégicos en las relaciones
exteriores con Rusia.

En suma, queda claro, sin temor a equivocarnos, que durante los gobiernos populistas de
izquierda del Partido de los Trabajadores la cooperación ruso-brasileña se ha ido estrechando
de manera progresiva, existiendo una sintonía de intereses en una gran cantidad de aspectos.

10. RELACIONES EXTERIORES ENTRE RUSIA Y EL ECUADOR DE ALIANZA PAÍS

Del mismo modo que sucedió en el resto de países que hemos analizado, la victoria de Rafael
Correa en las elecciones presidenciales ecuatorianas de 2006 supuso no solo una reorientación
en la política económica y social del país, sino también una serie de cambios –al menos en el
discurso– en política exterior, produciéndose un alineamiento con el eje bolivariano de Hugo
Chávez y alteraciones en las relaciones con Estados Unidos. De hecho, la consigna de Correa
en materia internacional fue la de defender “la dignidad de la nación y la soberanía” (Zepeda,
2011, p. 114). En estas líneas, trataremos de exponer si las mencionadas modificaciones en
política internacional supusieron o no realmente un acercamiento a Rusia durante las tres
legislaturas del expresidente Correa.

Tradicionalmente, la política exterior ecuatoriana estuvo dominada por las relaciones


bilaterales con sus dos vecinos (Colombia y Perú), así como por la sintonía con Estados Unidos
(Zepeda, 2011, p. 115). No obstante, con la llegada de Rafael Correa a la presidencia se
buscará no solo hacer efectivo el mencionado principio de defensa de la soberanía, sino
también buscar una mayor integración con otros actores latinoamericanos, hacer del
multilateralismo (y no solo de la alianza estratégica con Estados Unidos) un pilar fundamental
de su política internacional y diversificar sus relaciones externas tanto en lo político como en lo
económico (Zepeda, 2011, p. 115). Por tanto, será en estos dos últimos puntos en los que se
aprecie un aumento de la cooperación con Rusia.

El acercamiento de Quito a Moscú fue casi en paralelo al deterioro de las relaciones con
Estados Unidos, dándose la orden por parte del Ejecutivo ecuatoriano de no renovar el contrato
con la base norteamericana de Manta (Malamud y García-Calvo, 2009, p. 4), de declarar
personas non gratae e incluso expulsar a diplomáticos estadounidenses a raíz de escándalos

18
como el de Wikileaks en 2010 (Zepeda, 2011, p. 119) o de no pagar parte de la deuda externa
contraída por el país en períodos anteriores.

Así pues, tanto los planteamientos ideológicos como el contexto obligaban a Ecuador a hacer
efectivos los principios de diversificación de alianzas y de multilateralismo planteados como
ejes de su política exterior. En efecto, en el Plan Nacional de Política Exterior 2006-2020 de la
República de Ecuador (promulgado poco después de la victoria de Correa en los comicios) ya
se hablaba de la necesidad de incrementar la presencia ecuatoriana en Rusia y en los países de
la Comunidad de Estados Independientes en lo concerniente al comercio, las inversiones, la
cultura, la ciencia y la tecnología (MRE, 2006, p. 66).

En cuanto a Rusia, Zepeda (2011, p. 121) sostiene que este país “ha buscado establecer nexos
con los países de América Latina de modo que se haga sentir su influencia en el otrora «patio
trasero de Estados Unidos»”, lo cual se ha concretado –al igual que en los casos de Argentina o
Brasil– en la firma de diversos convenios de entendimiento entre ambos países en cuestiones
de carácter técnico-militar (Zepeda, 2011, p. 121). Estos fueron suscriptos durante la visita que
realizó el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, a Ecuador en el año 2008 (Zepeda,
2011, p. 121).

De la misma manera, Rafael Correa se desplazaría a Rusia un año más tarde, siendo el primer
presidente ecuatoriano en la historia que visitaba Moscú. Podemos enmarcar esta visita dentro
del Plan Nacional para el Buen Vivir 2009-2013, en el que, aunque la política internacional
desempeña un papel secundario, se alude a la intensificación de las relaciones con los BRIC
(SENPLADES, 2009, p. 256). De este modo, ambos estados establecieron en Moscú acuerdos
relativos a “la utilización de energía atómica para fines pacíficos, el financiamiento ruso del
proyecto hidroeléctrico Toachi-Pilatón, la cooperación en materia de energía, así como una
declaración de asociación estratégica” (Zepeda, 2011, p. 121), a lo que se le añadió la compra
de varios helicópteros por parte del país sudamericano (Zepeda, 2011, p. 121). Sin embargo,
este aún tímido acercamiento de Rusia a Ecuador implicó presiones por parte del Kremlin para
que desde el Palacio de Carondelet se reconociera la independencia de Abjasia y Osetia del Sur
(Zepeda, 2011, p. 121), hecho que todavía no se ha producido.

Por otro lado, cabe indicar que, al mismo tiempo que se producía un acercamiento a Rusia,
Ecuador hacía lo propio con respecto a China e Irán –dos estados que, en general, también
estaban y están en sintonía con Moscú–, además de con Sudáfrica (Zepeda y Egas, 2011, p.
115). Todo ello constituye, según Zepeda y Egas (2011, p. 115) un intento del presidente

19
Rafael Correa por priorizar la cooperación Sur-Sur, diversificar sus relaciones exteriores y
abrir el país a nuevos socios comerciales y políticos.

Si nos adentramos ya en la última legislatura correísta, observamos que se produjo la firma de


un acuerdo entre Rusia y Ecuador en lo referido a hidrocarburos y petróleo, facilitando la
entrega de información de carácter técnico de la empresa pública ecuatoriana Petroamazonas
EP a la rusa Rosneft (Ministerio de Hidrocarburos de Ecuador, 2014). Como contrapartida,
Rusia abrió su mercado interno a productos agrícolas y pesqueros procedentes de Ecuador
(Ministerio de Hidrocarburos de Ecuador, 2014), lo cual pone de relieve que, aunque los
principios de política exterior del Ecuador de Correa hablaban de soberanía, en el fondo se
mantuvo el rol de economía periférica exportadora de materias primas. Asimismo, cabe señalar
que muchas de las exportaciones ecuatorianas –y de otros países latinoamericanos– han gozado
del interés ruso debido, en gran parte, a las sanciones de la Unión Europea y Estados Unidos a
raíz de la crisis de Ucrania.

Por tanto, nos es posible afirmar que, pese a que ha existido un interés más que manifiesto por
parte de los gobiernos de Alianza País por favorecer una mayor cooperación con Rusia,
Ecuador no aparece mencionado en ningún documento estratégico de la Federación Rusa del
2000 en adelante, ya que cuando en estos se hace referencia a Latinoamérica siempre se
mencionan otros países de mayor relevancia estratégica para Rusia, tales como Venezuela,
Argentina o Brasil, o los BRICS. De este modo, podríamos concluir sosteniendo que –a pesar
de que se han intensificado las relaciones ruso-ecuatorianas– el Kremlin no ha visto al Ecuador
de Correa como una prioridad estratégica importante, siendo mayor la necesidad que Ecuador
ha tenido de Rusia que viceversa.

En último término, se hace necesario esbozar la estrategia de política exterior del nuevo
gobierno de Alianza País, presidido por Lenín Moreno. En la Agenda de Política Exterior
2017-2021 siguen teniendo envergadura las relaciones con Rusia, manifestándose el deseo de
seguir cooperando en cuestiones de tipo económico, comercial, educativo y de transferencia de
tecnología frente al tradicional predominio estadounidense en América Latina (MREMH, 2018,
p. 20). Ahora bien, aunque se habla de mantener y estrechar lazos con Rusia, también se da a
entender implícitamente que la cooperación ruso-ecuatoriana no ha de producirse en el marco
de los BRICS, cuyo protagonismo –a juicio del nuevo Ejecutivo de Moreno– habría decaído en
los últimos años (MREMH, 2018, p. 22), sino que ésta ha de ser más de tipo bilateral.

20
En resumidas cuentas, la cooperación internacional entre la Federación Rusa y Ecuador durante
los gobiernos populistas de Alianza País ha ido in crescendo, si bien en absoluto el pequeño
país sudamericano es un actor especialmente relevante para Rusia. Pese a que la nueva
estrategia internacional de Lenín Moreno se encuentra en sintonía con la política exterior que
se ha aplicado durante los mandatos de Rafael Correa, a día de hoy existen enormes
desavenencias en el seno de Alianza País por lo que, en un futuro, no es descartable que se
vuelva a producir una reorientación pronorteamericana si Moreno consigue mantenerse al
frente del país.

11. RELACIONES EXTERIORES ENTRE RUSIA Y LA VENEZUELA CHAVISTA

Junto a Brasil, la Venezuela chavista ha sido el otro gran país latinoamericano que ha
mantenido unos vínculos más estrechos con la Federación Rusa. De hecho, la victoria de Hugo
Chávez a finales de 1998 se produce solo un año y medio antes de la llegada de Vladímir Putin
al poder en Rusia, existiendo una buena sintonía entre ambos en cuestiones internacionales.

Grosso modo, podríamos dividir la política exterior de la Venezuela chavista en tres períodos
con notables diferencias entre ellos, si bien tienen como base común “la consolidación del
«socialismo del siglo XXI», apoyada en los conceptos de seguridad que exige la llamada
guerra asimétrica que «amenaza» el país” (González, 2006, pp. 159-160). De este modo, la
primera etapa iría desde el año 1999 hasta 2004, teniendo como sustento el Plan Nacional de
Desarrollo 2001-2007 (González, 2006, p. 160), en el cual se establecen las líneas estratégicas
básicas de las relaciones internacionales venezolanas. Posteriormente, a partir de 2004 el
entonces presidente Chávez se consolida en el Gobierno y se decide a fomentar una nueva
política exterior más rupturista, cuyos principios han quedado plasmados en los documentos
del Taller de Alto Nivel de fines de 2004 (González, 2006, p. 160) y en Proyecto Nacional
Simón Bolívar: Primer Plan Socialista. Desarrollo Económico y Social de la Nación 2007-
2013. En último lugar, la muerte de Chávez supondrá un punto de inflexión para el desarrollo
de la denominada Revolución Bolivariana y su política exterior, iniciándose en el año 2013 un
nuevo período bajo el Gobierno de Nicolás Maduro que se extiende hasta día de hoy.

Durante la primera etapa, dos serás los objetivos formalmente declarados por el chavismo:
“fortalecer la soberanía nacional y promover un mundo multipolar” (MPP, 2001, p. 142), lo
cual estaba en sintonía con lo que más adelante también plantearían otros gobiernos populistas

21
de izquierda de América Latina. Ello suponía igualmente dejar de tener a Estados Unidos como
tradicional socio prioritario y fomentar la cooperación Sur-Sur con otros países de la región
(MPP, 2001, p. 157). En este intento por diversificar las alianzas internacionales, aún no se
aprecia un acercamiento a Rusia. Aunque se la menciona en el Plan Nacional de Desarrollo, se
hace al mismo nivel que la Unión Europea, Japón o China (MPP, 2001, pp. 156-161). De la
misma manera, Rusia tampoco realiza referencia alguna a Venezuela en su Concepto de
Política Exterior del año 2000, apareciendo solo ligeras alusiones a América Latina.

Como bien asegura González (2006, p. 161), en este primer período la política exterior chavista
se caracterizó por ser una especie de fase de observación, no habiendo modificaciones
sustanciales con respecto a los principios de los gobiernos venezolanos anteriores, si bien sí se
intentó “privilegiar la integración, promover los derechos humanos y propiciar la configuración
de un mundo más equilibrado, además del compromiso con la autodeterminación de los
pueblos, la no intervención, la convivencia civilizada, el diálogo, la cooperación y la
solidaridad” (González, 2006, p. 161). Es decir, estaríamos hablando de una política
internacional con un carácter bastante utópico y en la que no existió ningún tipo de
acercamiento profundo a Rusia a la que, por otra parte, Occidente tampoco veía como lo hace
hoy.

Esta política internacional se verá pronto sustituida por otra mucho más pragmática y
estratégica, la cual se inicia tras la contundente victoria de Chávez en el referéndum
revocatorio de agosto de 2004 (Bernal-Meza, 2017, p. 245). Su eje central lo constituirá el
empleo del petróleo como arma de política exterior, produciéndose un acercamiento a Irán,
China y Rusia (González, 2006, p. 167), lo cual lleva a la práctica el principio de promoción de
un mundo multipolar al que ya habíamos hecho mención. En este sentido, Venezuela cataloga a
Rusia –junto a Bielorrusia, Irán y Siria– como países con los que es necesario establecer
alianzas, ya que todos ellos poseen “intereses comunes antiimperialistas” (Presidencia de
Venezuela, 2007, p. 42), siendo necesario además fomentar “zonas de intercambio productivo
y para el fortalecimiento de la defensa nacional [y consolidar] una postura común en los
organismos internacionales” (Presidencia de Venezuela, 2007, p. 42).

Por consiguiente, la cooperación ruso-venezolana se llevará a cabo fundamentalmente en tres


planos: el energético, el comercial y el militar. En lo que concierne al primero de ellos,
Venezuela y Rusia han suscrito “proyectos para la exploración geológica de petróleo y gas en
Venezuela por empresas rusas [y para] la reactivación de un proyecto de cooperación nuclear

22
con fines pacíficos” (Romero, 2010, p. 28). Así, por ejemplo, ha llegado a crearse “una
empresa mixta entre la empresa rusa, Consorcio Nacional Petrolero (CNP) [...] y la
Corporación Venezolana de Petróleo” (Romero, 2010, p. 26).

La colaboración entre los dos estados ha sido tan próxima en este ámbito que el hoy
expresidente Medvedev llegaría a visitar Venezuela en el año 2008, firmándose para la ocasión
un acuerdo referido a la “cooperación en materia de fusión termonuclear controlada, seguridad
de instalaciones nucleares y desarrollo, construcción y puesta fuera de servicio de los reactores
experimentales y centrales atómicas” (Romero, 2010, p. 28), así como para “la asistencia en el
desarrollo de uranio” (Romero, 2010, p. 28). Del mismo modo, Putin visitaría Caracas dos años
más tarde, suscribiéndose nuevos acuerdos relacionados con la energía, además de con la
transferencia de tecnología, la cultura o el transporte (Romero, 2010, p. 28).

Por otra parte, en lo que se refiere al comercio, han existido acuerdos bilaterales que han
permitido a empresas rusas explotar minas venezolanas, así como otros relacionados con el
otorgamiento de créditos milmillonarios por parte de Rusia, la mayor parte de los cuales eran
utilizados posteriormente para comprar material bélico a Moscú (Romero, 2010, p. 28).
Asimismo, se ha creado el Consejo Empresarial Ruso-Venezolano, además de un banco
binacional con fondos de hasta 12.000 millones de dólares y “un proyecto para facilitar las
transacciones comerciales bilaterales en monedas nacionales” (Romero, 2010, p. 26).

Aun así, ha sido el terreno militar el que más envergadura ha tenido en la cooperación ruso-
venezolana, hasta tal punto que, en el año 2007, Venezuela era el tercer comprador de armas a
Rusia, mientras que cuando llegó Chávez al poder ocupaba la posición trigésimo novena
(Romero, 2010, p. 27). Esto fue consecuencia directa del boicot norteamericano “a la compra
de de material bélico con componentes estadounidenses” (Tirado, 2015, p. 334).

Igualmente, esta cooperación militar llevó a que se realizaran ejercicios navales conjuntos, a
que se colocaran bombarderos rusos en bases aéreas de Venezuela o a que se hicieran
operaciones de vuelo rusas en el mar Caribe, algo que, de acuerdo con Boersner y Haluani
(2011, pp. 20-21), constituía una respuesta a la presencia de la OTAN en el Mar Negro y a su
cada vez más creciente influencia en las áreas que el Kremlin considera como “el extranjero
próximo”.

El interés de Hugo Chávez por seguir manteniendo su alianza militar con Rusia le llevó
incluso, durante la que sería su octava visita a Moscú en el año 2009, a reconocer la

23
independencia de las repúblicas separatistas de Abjasia y Osetia del Sur (Romero, 2010, p. 28).
De la misma manera, Rusia comenzaba a manifestar un cada vez mayor interés por Venezuela,
llegándola a mencionar en su Concepto de Política Exterior del año 2008 como un país con el
que había que buscar alianzas estratégicas (Ministry of Foreign Affairs of the Russian
Federation, 2008). Pese a ello, cabe preguntarse si verdaderamente esta cooperación en materia
militar refleja la existencia de intereses comunes o, más bien, es fruto de un pragmatismo por
parte de ambos países, ya que, en resumidas cuentas, la compra de armamento ruso satisface
los intereses comerciales de Moscú, por un lado, y la necesidad de modernización tecnológico-
militar que tiene Caracas (Boersner y Haluani, 2011, p. 21), sin que haya ningún tipo de
sintonía más allá que pueda suponer un cambio en pro de la configuración de un orden mundial
multipolar y alternativo –tal y como bien se refleja en las líneas estratégicas de la política
exterior venezolana–. Quizás esto se aprecie de manera más clara si analizamos las posturas
contrapuestas del Kremlin y de Miraflores en cuestiones como la reforma del Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas (Boersner y Haluani, 2013, p. 86), lo que es reflejo del fuerte
componente ideológico de la política exterior de Chávez frente al pragmatismo que ha
caracterizado a la Rusia de la era post Yeltsin. Haya habido o no una sintonía real, lo cierto es
que sí ha tenido lugar una amplia colaboración ruso-venezolana, firmándose hasta el año 2012
más de ciento cincuenta documentos bilaterales (Boersner y Haluani, 2013, p. 76).

A partir del año 2013, tras la muerte de Chávez y la victoria por la mínima de Nicolás Maduro
en los comicios presidenciales, la política exterior venezolana seguirá, en líneas generales, los
mismos principios que durante los gobiernos chavistas previos (Bernal-Meza, 2017, p. 252),
también en lo concerniente a Rusia, que volverá a hablar de desarrollar una cooperación
estratégica con Venezuela en su Concepto de Política Exterior de 2013 (Ministry of Foreign
Affairs of the Russian Federation, 2013). De este modo, el apoyo de Vladímir Putin al Palacio
de Miraflores se ha manifestado, sobre todo, en la concesión de préstamos a cambio de la
capacidad de explotar parte del petróleo venezolano (Naím y Weiss, 2017). Del mismo modo,
el reconocimiento de la Asamblea Nacional Constituyente por parte de Rusia o las posturas de
Venezuela en cuanto a la crisis de Ucrania o a la Guerra de Siria (alineada con los
planteamientos de Moscú) dan buena cuenta del mantenimiento de una cierta sintonía
estratégica entre estos dos estados.

En resumen, no cabe duda de que desde la llegada de Hugo Chávez se han fortalecido los
vínculos hasta entonces escasos entre la Federación Rusa y la República Bolivariana de
Venezuela, si bien es una alianza marcada por el pragmatismo característico de la política

24
exterior de Putin y no por ningún tipo de componente ideológico o planteamiento comunes.
Restaría saber si, con el cada vez menor sintonía de Venezuela con muchos países de
Latinoamérica y con el enfriamiento de las relaciones de Rusia con Occidente, la colaboración
ruso-venezolana puede estrecharse más.

12. CONCLUSIONES

Una vez desarrollado el presente trabajo, queda patente que el protagonismo ruso ha ido en
aumento a raíz de la llegada al poder de los gobiernos populistas de izquierda a América
Latina, corroborando de este modo nuestra principal hipótesis de partida. Tal y como hemos
observado en los casos de Argentina, Brasil y Venezuela, la presencia rusa en la región se ha
incrementado, mayormente en materia comercial, de energía y también de defensa, aunque
sigue siendo limitada si la comparamos con la que Rusia ejerce en Oriente Medio o en su zona
tradicional de influencia. Aun así, es de suma trascendencia que un actor político como Rusia
esté dispuesto a colaborar en cuestiones tan sensibles como la energía nuclear o el armamento
en una zona del mundo donde Estados Unidos ha ejercido un dominio casi total desde su
independencia de España a principios del siglo XIX.

Esta cooperación y la sintonía en grandes temas internacionales (como la crisis en Ucrania, la


intervención occidental en Libia o la Guerra de Siria) ha supuesto que se estrechen los lazos
con los distintos gobiernos populistas de izquierda. Ahora bien, no siempre se ha hecho de la
misma manera ni en base a los mismos principios ni intereses. De este modo, si bien podemos
decir que nuestra hipótesis principal era cierta, solo podemos ratificar a medias la hipótesis
secundaria propuesta, ya que –aunque en las líneas estratégicas de todos los países analizados
se señale la importancia de establecer un orden internacional multipolar– cada estado entiende
dicho orden multipolar de una manera distinta y, en muchos casos, no es en absoluto
contrahegémonico, teniendo, eso sí, como denominador común la oposición a los principios de
política exterior norteamericanos.

De este modo, podemos afirmar que, mientras que Ecuador, Bolivia y sobre todo Venezuela
apostaban (en teoría) por cambiar los principios del orden mundial en favor de otros de carácter
antiimperialista; Argentina y Brasil no mostraban ningún interés más allá de cambiar ciertas
reglas comerciales injustas para la periferia (no planteando en absoluto un cambio radical y

25
profundo en el capitalismo) y Rusia, por su parte, simplemente entendía y entiende el nuevo
orden multipolar como un intento de buscar un mayor protagonismo como gran potencia.

Asimismo, hemos observado que los principios de política internacional de los populismos de
izquierda en Latinoamérica tenían, en general, un componente de fuerte carga ideológica que
era mayor cuanto más a la izquierda se escoraba el gobierno en cuestión. Ello contrasta con el
pragmatismo tan característico de la política exterior rusa.

Por lo tanto, lo que verdaderamente hace cooperar a Rusia con la nueva ola de gobiernos
populista de izquierda son la oposición a los intereses estadounidenses en cuestiones de política
exterior y los intereses comerciales, si bien ello no ha supuesto la conformación de un bloque
alternativo entre todos ellos más allá del alcance limitado que puedan tener los BRICS, pero sí
una fuerte presencia de Rusia en la región y una cooperación a altos niveles que no se había
dado en épocas pasadas. Por todo ello podemos sostener que, en definitiva, se confirma nuestra
primera hipótesis, mientras que la segunda solo lo hace de manera parcial.

Por otro lado, en lo que se refiere a los objetivos que hemos propuesto con anterioridad, todos
ellos han sido cumplidos, ya que hemos definido los patrones básicos de las relaciones
internacionales rusas con los gobiernos populistas de izquierda latinoamericanos, observando
que ha existido una sintonía de intereses en muchos aspectos.

De la misma manera, hemos comprobado que la llegada de Putin y de los presidentes Chávez,
Correa, Kirchner... al poder ha implicado una reorientación de la política exterior con respecto
a Estados Unidos. Esta reorientación se ha producido con distinta intensidad y de diversa forma
dependiendo del caso, aunque es, sin duda alguna, un punto en común entre Rusia y los
gobiernos populistas de izquierda, tal y como hemos indicado previamente y a lo largo de todo
el trabajo.

En relación al último objetivo formulado, ha quedado patente que, si bien el rechazo a las
políticas norteamericanas une en muchas ocasiones a Rusia y a los países latinoamericanos
analizados, no se ha producido la formación de un polo alternativo a Estados Unidos. Si bien
quizás sí que se pudo haber contribuido a que se conformara –a medio y largo plazo– un orden
internacional distinto y multipolar (entendiendo cada país la multipolaridad a su manera, como
ya hemos mencionado), la llegada de presidentes de signo neoliberal y conservador a los
gobiernos de Brasil y Argentina puede constituir un freno para este hipotético nuevo orden.

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En suma, el presente trabajo ha servido de ayuda para conocer mejor las relaciones exteriores
entre Rusia y varios países latinoamericanos y para esclarecer cuál es la presencia de Moscú en
esta región tan a priori alejada del país euroásiatico, esperando con ello que sea de utilidad
para quien desee indagar en el tema.

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