Sie sind auf Seite 1von 11

Sobre los límites del “Presentismo” y el “Historicismo” en la Historiografía de las Ciencias

del Comportamiento

George Stocking

Traducción: Facundo Guadagno y Facundo Olsson Saizar

Revisión: Carolina Calcagno

Este ensayo apareció originalmente como editorial en el tercer número de “The


Journal of The History of the Behavorial Sciencies” 1. Aunque “The Journal...” haya sido
fundado en 1965, en principio por un grupo de psicólogos y psiquiatras - y su contenido
aún refleja su origen - puede ser considerado como una representación de un interés
mucho más generalizado en los años recientes acerca del trasfondo histórico de las
ciencias sociales y del comportamiento. Este interés ha sido evidente entre historiadores y,
en un grado mayor, entre estudiosos de las varias disciplinas involucradas. Ese dualismo
del personal involucrado, junto a la naturaleza de la materia en cuestión, crea problemas
historiográficos especiales para la historia de las ciencias del comportamiento, los cuales
se ven ampliamente manifestados en su literatura. En parte, gracias a mi entrenamiento
personal y experiencia, es que se me ha dado una sensibilidad anormal hacia ciertas
problemáticas del método histórico; he dedicado una importante cantidad de mis energías
como estudioso a su discusión – tal vez más de lo que se espera para alguien que todavía
se siente un poco como un “outsider” en relación a la “tribu” antropológica. Aunque
muchos de los ensayos reimpresos aquí reflejen este interés metodológico, ellos han sido
escogidos en primer lugar por su relación a una temática histórica sustantiva. Sin embargo,
he decidido incluir el presente ensayo ya que postula un punto de vista historiográfico
subyacente, el cual espero que sea de general evidencia en los ensayos que aparecen a
continuación. En el contexto histórico presente, menos polémico, estoy inclinado a calificar
mis sugerencias más allá del simplemente “porque está ahí” propio del abordaje histórico.
Mucha práctica histórica sugiere lo contrario. Además estoy inclinado a esta altura a tener
algunas dudas sobre los beneficios utilitarios del estudio histórico para las investigaciones
antropológicas en curso. Ninguno de estas vacilaciones, en cualquier caso, afectan el
mensaje básico que es un argumento a favor de un ideal de entendimiento histórico, el
cual nunca será fácil de obtener en la práctica y por la legitimidad de una empresa
histórica cuya utilidad es raramente fácil de definir en términos inmediatos. Por lo tanto,
he reimpreso el ensayo como apareció originalmente con sólo modificaciones menores del
lenguaje.

1
El diario de las conductas de la ciencia.
1
* * *

Si bien el editorial de abril sobre “Policy and its Implementation” 2 subrayó los
objetivos básicos del “Journal of the History of the Behavorial Sciences”, su francamente
limitado enfoque y propósito no permitió mayor consideración en ciertos
cuestionamientos del abordaje sobre motivo y método en la historiografía de las ciencias
del comportamiento. Tal vez así es como debió ser. Los impulsos de base producidos por el
Journal fueron numerosos y se ven expresados en una variedad de abordajes
historiográficos. Es más, la historia en sí misma es la más indisciplinada de las disciplinas 3.
Ha habido varios intentos para codificar el método histórico y definir las presuposiciones
filosóficas de la investigación histórica. Pero Clio4, madre putativa de muchas de las
ciencias del comportamiento, sigue cubriéndose con diferentes mantos como el hijo
pródigo que las ha abandonado y luego volvió a ellas. Pese a todo esto, sin embargo, la
historia sigue siendo una suerte de disciplina, y una con la que todos los creadores de este
diario estamos, al menos, comprometidos de una manera no vocacional. Mientras no
podemos asumir ni tampoco buscar un consenso de motivo y método, sigue siendo
apropiado discutir estos problemas sistemáticamente. Si tampoco podemos prescribir o no
puntos de vista historiográficos podemos, al menos, definirlos y discutir sus méritos
relativos.

Con debida consideración hacia la sobre simplificación que el análisis ideal-típico


implica, procederemos estableciendo una serie de dicotomías, las cuales pueden ser
subsumidas bajo dos orientaciones alternativas hacia la historiografía. Si un análisis más
fino destruye este dualismo puro del modelo, está bien. Sin embargo, puede servir aún así
como un punto polémico de partida. Consideremos, entonces, las siguientes alternativas:
“contexto” y “análogo”; “proceso” y “secuencia”; “emergencia” y “agencia”;
“pensamiento” y “pensado”; “razonabilidad” y “racionalidad”; “entendimiento” y “juicio”;
“afectivo” y “utilitarista”; “historicismo” y “presentismo”. Espero que su explicación fluya
del subsiguiente argumento. En este punto, sin embargo, déjesenos saltar directamente a
las orientaciones alternativas bajo las cuales serán subsumidas: en cada caso, el primer
término busca caracterizar el intento de “entender el pasado desde el pasado”; el
segundo, en cambio, para caracterizar el estudio del “pasado desde el presente”.

Las últimas dos frases son, por supuesto, propiedad de Herbet Butterfield. Él las
usó, hace ya una generación atrás, en una crítica titulada “The Whig Interpretation of
History”5 la cual definió como “la tendencia de varios historiadores a escribir desde el lado
2
Política y su implementación.
3
En relación a la variedad de abordajes historiográficos en la disciplina histórica (nota del traductor).
4
Musa de la Filosofía Griega (nota del traductor).
5
La Interpretación Whig de la Historia.
2
de los Protestantes y Whigs6, de celebrar las revoluciones con tal que hayan sido exitosas;
enfatizar ciertos principios de progreso en el pasado y producir una historia que es la
ratificación, si no la glorificación, del presente”. De acuerdo a Butterfield, la interpretación
whig se introduce dentro de la literatura histórica como un principio de abordaje.
Enfrentado con la masiva complejidad de la particularidad histórica, el historiador general
cae víctima de la falacia patética del historiador como también de abstraer cosas de su
contexto histórico particular y juzgándolos fuera de éste, estimando y organizando el
estudio histórico por un sistema de referencias directas al presente. El historiador whig
reduce el proceso mediador por el cual la totalidad de un pasado histórico produce la
totalidad de su futuro subsiguiente por una búsqueda por los orígenes de cierto fenómeno
del presente. Busca en los fenómenos del pasado, los cuales parecen relacionarse con
temáticas del presente, y luego se adelanta en el tiempo trazando lineamientos hacia el
presente en una simple secuencia de movimiento. Cuando este procedimiento de
abordaje está cargado con una normativa de compromiso hacia el fenómeno cuyos
orígenes están buscados, el movimiento lineal es “progresivo” y aquellos que se adscriben
a él son “progresistas”. El resultado es la “whiggish history”. Como es informado por un
compromiso normativo su característico modo de interpretación es el juicio en vez del
entendimiento; y la historia se convierte en el campo para una dramática lucha entre hijos
de la luz e hijos de la oscuridad. Como fuerza la individualidad histórica del fenómeno
dentro de la compleja red de su contexto contemporáneo, para poder colocarlo en una
relación abstracta hacia sus análogos del presente, es propenso a una mala interpretación
anacrónica. Esto sucede porque da por hecho el carácter progresivo del cambio histórico;
está menos interesado en los procesos complejos por los cuales el cambio emerge y, más
bien, concentra su atención en las organizaciones que lo promueven; ya sean grandes
hombres, específicas formas determinantes o la “lógica” del desarrollo histórico en sí.

La historia whiggish es una variedad de lo cual yo llamaría generalmente


“presentismo” en el estudio histórico. Para caracterizar su alternativa sugeriría el término
“historicismo”, aunque esta palabra ha sido usada con una variedad de significados que,
generalmente, suelen tener una carga epistemológica subyacente o explícita. Usémosla
deliberadamente con poco rigor, sin ningún compromiso epistemológico. Estoy,
obviamente sacrificando sutilezas analíticas a favor de la conveniencia polémica. De
cualquier manera, es necesario utilizar algún término e “historicismo” transmite bastante
bien la cualidad esencial del compromiso a entender el pasado desde sus categorías. Esta
esencia debería ser ya generalmente evidente pero podemos hacerla más explícita y, al
mismo tiempo, relacionar esta discusión más directamente con los problemas de la
historiografía de las ciencias del comportamiento, explicando brevemente muchas de las
6
Apodo peyorativo utilizado para designar al Kirk Party -Partido de la Iglesia- fundado, en 1678 (nota del
traductor).
3
dicotomías mencionadas anteriormente: “pensar” y “pensamiento”; “razonabilidad” y
“racionalidad”; “entendimiento” y “juicio”.

Lo que tengo para sugerir en consideración al primer par de alternativas ha sido


admirablemente postulado en “Confucian China and Its Modern Fate” 7 de Joseph
Levenson; un largo ensayo en la historización de una visión mundial: el proceso por el cual
una tradicional y absolutista “weltanschauung” 8 se convierte en histórica y relativista bajo
el impacto de la cultura Occidental. En discusión con este proceso, Levenson trata con un
sutil y delicado toque las maneras en las cuales los iconoclastas relegaron ideas
tradicionales al pasado y los tradicionalistas transforman ideas en el presente; una
aparente transformación paradójica bajo preservación que depende de un “cambio en las
alternativas de los pensadores”. Como sugiere el Profesor Levenson “un pensamiento
incluye lo que su pensador elimina; una idea tiene su particular cualidad por el hecho de
que otras ideas, expresadas en otros ámbitos, son alternativas demostrables”. Levenson
cita al filósofo británico de la historia R.G. Collingwood con el fin de sugerir un principio
lógico por el cual tal cambio pueda ser entendido como un cuerpo de conocimiento el cual
consiste no en proposiciones, declaraciones o juicios sino en estos unidos junto a las
preguntas que están destinados a responder. Levenson concluye que una idea, entonces,
es una negación de sus alternativas y una respuesta a una pregunta, y esa historia
intelectual es la historia de los hombres pensando más que la historia del pensamiento.

En una consideración general acerca del problema de la historia y el valor,


Levenson comenta más tarde acerca de las alternativas de “razonabilidad” y
“racionalidad”: “El absolutismo es un parroquialismo del presente, la confusión de nuestro
propio tiempo con lo intemporal, una confusión de las categorías de lo razonable y lo
racional.” El historiador, sin embargo, “no pregunta si algo es bueno o malo, sino por qué y
dónde y con qué fin fue formulado o expresado”. Él va más allá “de la evaluación del
pensamiento del sujeto como racionalidad (intemporal y abstracta) quizás errática.
Procede a analizar sin embargo, que ese pensamiento no era ridículo sino razonable – a
pesar de o como consecuencia misma de una racionalidad imperfecta. Ya que “la
razonabilidad refiere a la relación con las preguntas formuladas por el período temporal
del sujeto [a la cual] sus ideas son respuestas. Es en algún contexto como este, en vez de
un marco explícitamente epistemológico, es en donde me gustaría poner la dicotomía
entre juicio y entendimiento: entendimiento es el intento, por cualquier medio, de llegar a
la “razonabilidad” de lo que podría ser, de otra manera, juzgado al caer fuera de algún
estándar de “racionalismo” presente o absoluto.

7
“La China de Confucio y su Destino Moderno”
8
Forma de ver el mundo (nota del traductor).
4
A esta altura el lector podría preguntar ¿qué tiene que ver todo esto con el trabajo
de nuestro Journal? En primer lugar, sugeriría – en una postura honestamente provocativa
pero, al mismo, abierta de mente – que cada una de estas orientaciones tenderán a
encontrar su adherente natural entre los historiógrafos de las ciencias de la conducta y
que cada orientación conlleva una postura motivacional característica. La orientación del
historiador que aborda la historia de las ciencias del comportamiento va a tender a ser
“historicista” y su postura motivacional será “afectiva”. El Presentismo no es en ningún
sentido un asunto muerto en la fraternidad histórica y los historiadores están
innegablemente condicionados en miles de sutiles formas por el presente en el que
escriben. Pero, en general, el historiador abarca el pasado más bien en el espíritu del
montañista escalando el Everest: porque está ahí. Él demanda no más que la satisfacción
emocional que fluye de entender una manifestación del cambio del ser humano en el
tiempo. El abordaje del científico profesional de las ciencias del comportamiento, por otro
lado, tiende más a ser whiggish o, más abarcativamente, “presentista” y su motivación
“utilitarista”. Puede compartir la satisfacción emocional del historiador pero tiende a
demandar algo más del pasado: que se relacione y que sea útil para actividades
profesionales en el presente en curso. En consecuencia, el editorial de abril enfatiza la
utilidad del estudio histórico como “una manera de implementar una cooperación
interdisciplinaria”.

Dejando de lado por ahora los méritos relativos de las posturas de esos tipos
ideales “profesionales", es importante notar que hay algún tipo de inherente presentismo
whiggish construido virtualmente en la historia de la ciencia y, por ende, en la historia de
las ciencias del comportamiento. A pesar de las decepciones que hayamos podido tener
con la idea de progreso en otras áreas y a pesar, también, de la sofisticación en la más
reciente filosofía de la ciencia, la mayoría de nosotros tomamos como obvio que el
desarrollo de la ciencia es un progreso de tendencia general acumulativa hacia una mayor
racionalidad. Ciertamente, George Sarton, decano de muchos historiadores de la ciencia,
describió su estudio como "la única historia que puede ilustrar el progreso de la
humanidad" porque "la adquisición y sistematización del conocimiento positivo es la única
actividad humana que es acumulativa y progresiva".

Para Sarton, la historia de las matemáticas fue un progreso whiggish no mancillado


por recaídas torys, una serie sin fin de victorias de la mente humana, “victorias sin fallos
que las desequilibren, esto es, sin ninguno particularmente deshonroso o poco honorable,
y sin atrocidades”. En vista del ocasional cientificismo estridente y también del reformismo
residual en las ciencias del comportamiento, apenas puede resultar es sorpresivo que su
historiografía manifieste varios signos del presentismo whiggish. El lector cuidadoso
encontrará cierta cantidad de signos en los primeros artículos de nuestro Journal. De
5
manera general e impersonal, uno puede notar esa fascinación por las antigüedades
fluyendo desde una orientación presentista tanto como desde un historicismo ignorante.
Empezando por las conjeturas whiggish acerca del progreso, el historiador puede volverse
bastante pedante al involucrarse en una búsqueda por lo "pionero" y lo "fundacional" –
por los agentes del progreso acumulativo. O uno quizás nota como la investigación por
analogías, por precursores de la modernidad, puede ser productora de descubrimientos
muy impactantemente decepcionantes - por ejemplo, cuando un científico X, quien pudo
anticiparse mucho a nuestro pensamiento actual, es categorizado como con "una
insuficiente apreciación" de algún punto que hoy en día es obvio. Por fortuna, a pesar de
eso, la historicidad de la ciencia nos provee con otros modelos aparte de los "cronistas del
proceso acumulativo". En años recientes ha habido, en palabras de Thomas Kuhn, una
revolución historiográfica en el estudio de la ciencia. En lugar de buscar “las
contribuciones permanentes de una ciencia más antigua a nuestro presente punto de
vista", los historiadores han comenzado a intentar "mostrar la integridad histórica de la
ciencia en su propio tiempo.". Aunque esta revolución está aún dando los primeros pasos,
el brillantemente controvertido libro de Kuhn "Structures of Scientific Revolution 9 es un
claro indicador de que el historicismo, aunque quizás llegó tarde a la historia de la ciencia,
no es por eso menos relevante. Cierto, el libro de Kuhn es imperfectamente historicista en
relación al foco que usa para el desarrollo interior de la ciencia hacia la deliberada
negligencia del rol de avances tecnológicos o de externalidades sociales, económicas y
condiciones intelectuales; y uno podría adherir la variedad de culturas tradicionales
nacionales en donde el desarrollo científico tiene lugar. Pero, sin embargo, muchas
tradiciones históricas han incluido a su lenguaje nomotético y a su intento de generalizar el
curso del desarrollo científico. El abordaje de Kuhn del desarrollo interno de la ciencia está
conformado por un espíritu claramente historicista en el sentido en el que yo he usado el
término.

El concepto central de Kuhn es el de “paradigma” - un conjunto articulado de


presupuestos acerca de las entidades fundamentales de las cuales el universo está
compuesto, la naturaleza de sus interacciones con cada una y con sus propios sentidos; el
tipo de preguntas que podrían ser legítimamente hechas y las técnicas que serán utilizadas
para la búsqueda de respuestas a estas preguntas. En resumen, el paradigma funciona
como una forma disciplinada de ver el mundo – la cual, como señala Kuhn, es transmitida
culturalmente y se sostiene en base a un conjunto de instituciones sociales. Previo al
establecimiento de su paradigma consensuado la ciencia tiende a ser un caos de escuelas
compitiendo; las cuales sienten que están forzadas a construir su propio campo desde sus
orígenes fundacionales. Una vez aceptado el paradigma se forma la base para el trabajo de

9
“La Estructura de Las Revoluciones Científicas”
6
la ciencia normal, el cual se caracteriza por poseer las herramientas eficientes para
resolver la articulación del paradigma científico. Las articulaciones científicas ocurren
cuando anomalías producidas de forma inadvertida bajo una perspectiva desarrollada bajo
un conjunto de reglas requiere para su asimilación la elaboración de otro conjunto de
reglas: un nuevo paradigma basado en diferentes presupuestos; formulando diferentes
preguntas y sugiriendo diferentes respuestas. Sin una elaboración más compleja, ni
necesariamente aceptando las especificidades del análisis de Kuhn, yo sugeriría que este
abordaje nos alienta a ver el cuerpo de conocimientos como una serie de proposiciones
junto a las preguntas que ellas están destinadas a responder; para entender el
racionalismo de los puntos de vista ahora reemplazado por una visión hacia el cambio
histórico como un proceso complejo de emergencias más que como una simple secuencia
lineal – en resumen, para entender la ciencia como dada en un período bajo sus propios
términos.

Dejando de lado su utilidad general, la sistematización de Kuhn sugiere razones


específicas para el presentismo de muchos historiógrafos de las ciencias del
comportamiento. Quizás porque las ciencias del comportamiento son, en términos de
Kuhn, pre-paradigmáticas; su historiografía está más abierta a ciertos vicios del
presentismo que en el caso de la ciencia en general. Cuando no existe un marco que una a
todos los trabajadores en un único campo, sino que existen al mismo tiempo puntos de
vista o escuelas en competencia, la historiografía simplemente extienden la arena en la
cual se encuentran compitiendo. En su versión más neutral, el resultado es el alineamiento
estéril de secuencias teoréticas los cuales se presentan en cursos de “la historia de la
teoría” en muchas universidades de las ciencias del comportamiento. Mientras el grado de
participación crece, el autor quizás intente hacer legítimo el punto de vista del presente
reclamando para él a uno de los padres putativos de la disciplina. O tal vez él cambie su
abordaje a lo largo de la historia de la disciplina en cuestión repasando influencias whig y
conservadoras en los nodos y grietas de cada siglo. Inevitablemente los pecados de la
historia vista desde el presente insinúan para sí anacronismo, distorsión,
malinterpretación, una analogía engañosa, fuera de contexto o una sobre-simplificación de
un proceso.

¿Pero esto significa acaso que la historia del comportamiento científico debería ser
escrita públicamente para entender el pasado desde el pasado? Quizás más bien tal
entendimiento existe bajo el concepto “de santo grial histórico” -el cual nunca será
encontrado por el hombre pecaminoso, sino que más bien iluminará al estudioso que se
dedique en sí mismo a la investigación. O uno también puede argumentar, de la misma
manera que hace el profesor Levenson, que el historiador debe articular sus propios
estándares del presente en el sentido de encontrar la racionalidad de sus problemas en
7
orden -elaborando la pregunta que nunca podría formular si careciera de sus propias
convicciones - de encontrar bajo qué razón la generación temprana ha violado los criterios
de la racionalidad de los historiadores venideros. Pero más allá de tales limitaciones en las
cuales un historicista puede inscribirse, hay razones suficientes para un presentismo
mucho más activo en la historiográfia de las ciencias del comportamiento precisamente
porque la mayoría de nosotros somos practicantes de las ciencias del comportamiento y
estamos - y de hecho debemos estarlo - interesados en lo pensado al mismo tiempo que
en el proceso de pensar, en la racionalidad en mismas proporciones que la razonabilidad –
no bajo términos absolutistas, más bien en el contexto de una serie de intentos con el fin
de desarrollar explicaciones generalizadas del comportamiento humano al máximo nivel
que el conocimiento actual permite. El caso de un presentismo ilustrado en un área
particular de la ciencia del comportamiento ha sido tan bien desarrollado por Dell Hymes,
a quien me gustaría citar in extenso:

“existe de hecho no sólo una temática específica para la historia de la antropología


lingüística sino que también existe una necesidad específica. Bajo mi punto de vista, hay
una necesidad general en el estudio del lenguaje en la actualidad de una codificación, de
la articulación al mismo tiempo que una exploración. Desde un punto de vista humanístico
tal trabajo puede ser visto como la reconstitución de una filosofía general. En términos
estrictamente antropológicos, tal trabajo puede ser visto como el marco para una teoría
provisional general sobre el lenguaje y la cultura. En tal caso, el trabajo de la crítica y de la
interpretación debería recurrir en búsqueda de perspectiva tanto a la historia o al
desarrollo en el estudio del lenguaje como a una exploración del conocimiento y la
investigación actuales. La historia y la sistemática deberían ser interdependientes.

Las razones para ello son familiares para los estudiosos de la historia intelectual y
la combinación parece ya haber tenido lugar. (…) Menciono esto aquí en virtud de una
fuerte sensación de su propiedad y de su importancia para con la antropología. Al grado
que hemos llegado de carencia de un conocimiento activo de la historia de nuestro propio
campo, nos hemos limitado por la falta de algunas de las perspectivas que no han sido
transmitidas hacia nosotros y por la parcialidad que nos han otorgado las que sí lo han
hecho. Una historia crítica puede ayudarnos a recuperar una y trascender la otra. En mi
propio trabajo he sentido algunas veces que ese progreso en entendimiento era la
recapitulación de perspectivas que se encontraban perdidas.

Ciertamente puede argumentarse el caso a favor de una discontinuidad intelectual


en la antropología lingüística americana durante este siglo, al punto que algunos de los
trabajos importantes de las generaciones que nos han precedido se han vuelto
ininteligibles para nosotros y es preciso que sean recapturados por un estudio específico.

8
Digo esto no por una sobreestimación del valor de estos trabajos previos a los nuestros;
mucho de su contenido ha sido reemplazado permanentemente y ha sido negado más allá
de cualquier justificación. Pero la interpretación histórica y la crítica de períodos anteriores
tienen un valor doble que yace en la recuperación y trascendencia (como se mencionó
anteriormente) y digo esto, no como un historiador sino como un practicante del campo
en cuestión. Voy a identificar la situación de esta manera: nuestro período más reciente y
todavía en curso, ha sido dominado por la reacción contra una perspectiva anterior, ya que
era considerada muy confusa, muy ambiciosa en perspectiva, muy débil en información y
en método. Caricaturizando, la devolución desde las generalizaciones de largo alcance ha
consistido primero en dejar caer la generalización y luego el alcance. Definiciones muy
estrechas de la lingüística que afectan la antropología han ocupado el centro de la escena.
Al permitirnos colocar dentro de una perspectiva amplia muchos de nuestros problemas y
presupuestos el estudio histórico nos ayudara a cambiar la situación de dos maneras. En
algunos sentidos, la consecuencia será el desviarnos más radicalmente de trabajos
anteriores ya que éste despegue no será simplemente una contracción, sino un comienzo
desde cero, en otros casos la consecuencia será la renovación de periodos previos
mediante la atención renovada a los problemas formulados en ellos. En vista de esta
renovación, este nuevo comienzo permitirá utilizar los avances técnicos y empíricos de los
últimos períodos en revaloración directa al sentido de alcance y relevancia de sus
predecesores”.

Tal vez uno puede generalizar este argumento en términos de estado “pre-
paradigmático”; la orientación a-histórica y, por último, la fragmentación disciplinaria
históricamente condicionada propia de las ciencias del comportamiento. Al ser pre-
paradigmática las varias competencias existentes entre las escuelas del presente y del
pasado se encuentran en un sentido contemporáneo. Pero porque tienen en su totalidad
momentos históricos -notoriamente históricos -las ciencias del comportamiento del
presente han tomado muy poca conciencia de que sus predecesores estuvieron en varias
instancias formulando preguntas y ofreciendo respuestas sobre varios problemas los
cuales bajo ningún termino se encuentran cerrados y por la fragmentación disciplinaria de
abordajes, que en el pasado se han encontrado mucho más integrados. Puede haber
frutos de cooperación interdisciplinaria fácilmente escogibles tanto dentro del pasado
como del presente. En resumen, en una situación pre-paradigmática hay tremendos
problemas al momento de definir cuáles han sido realmente los incrementos positivos en
nuestro conocimiento sobre el comportamiento humano. También hay un vasto campo en
el cual el investigador de pura casualidad puede inscribirse. Pero precisamente porque en
la historia de la ciencia del comportamiento hay legítimas y convenientes razones para
estudiar el pasado desde el presente, es más importante mantener la precaución de un
abordaje presentista. Más allá de esto, argumentaría que las utilidades que estamos
9
buscando en el presente son de hecho mejor realizadas por un abordaje que es en práctica
impulsivo e historicista. E.B Tylor puede hablar a los antropólogos del presente pero
tendrán más oportunidades de comprenderlo si están dispuestos a distinguir entre las
preguntas que él realizó, las cuales han sido respondidas ya hace tiempo atrás, las
preguntas que todavía no han sido respondidas y las preguntas que jamás serán
reconocidas como tal. Como he sugerido anteriormente el problema central de la
antropología de Tylor es, en términos simplistas, el de cómo llenar el vacío entre los
primitivos de la cueva de Brixham y la civilización europea 10 sin tener como mediadora la
mano de Dios – esto es para demostrar que la cultura humana fue o tal vez ha sido el
resultado de un desarrollo evolutivo natural. Ningún antropólogo actual cuestionaría el
hecho de que la cultura fue, en un sentido mayor, el producto de tal desarrollo de
evolución. Esa pregunta ya ha sido respondida. Por otro lado, la cuestión sobre el vacío
sigue abierta y aunque nuestros métodos a la hora de abordar este problema son bastante
diferentes, tal vez Tylor tenga algo para decirnos. De cualquier manera, la cuestión de la
mano de Dios, que ha sido ampliamente desarrollada tanto por Tylor como por sus
contemporáneos, no nos atreveríamos siquiera a considerarla como una pregunta. Como
el profesor Levenson sugiere, para abordar a Tylor en estos términos se requiere una
ubicación en el presente, pero también requiere que sepamos cuáles son las preguntas
para las cuales las ideas de Tylor fueron respuestas y las alternativas que su respuesta fue
diseñada para excluir. Lo que está en cuestión aquí, si se me permite usar una distinción de
mi propia factura, que el profesor Levenson ha hecho, de alguna manera, en un contexto
diferente, es la diferencia de éngasis entre “lo realmente significante en términos
históricos” y “lo meramente históricamente significante” - entre un juicio empírico entre
fructuosidad en el tiempo y juicio normativo acerca de la aridez del aquí y ahora. “Al
abjurar del juicio”, abordando el pasado “con una adjudicación equitativa de significado
histórico, el historiador es capaz de crear desde la nada algo de valor y utilidad en el
presente, algo históricamente significante. Pero para hacer esto se requiere un abordaje
en términos de contexto, proceso, emergencia y razonabilidad. De hecho, es el argumento
de este ensayo el hecho de que esta meta requiere una orientacion afectiva e historicista
que busque entender el pasado desde el pasado. Suspendiendo el juicio acerca de la
utilidad presente, hacemos ese juicio en última instancia, posible.

Traducción: Facundo Guadagno y Facundo Olsson Saizar


Revisión: María Bargo y Carolina Calcagno

10
Brixham cave and European Civilization.
10
11

Das könnte Ihnen auch gefallen