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LA ECOLOGÍA PROFUNDA: EN DEFENSA DE LA NATURALEZA

EDGARD ERNESTO CANTILLO HIGUERA1

El prologo de Luc Ferry en su obra El nuevo orden ecológico, refiere sobre un curioso
caso de demanda a mediados del siglo XVI, de los vinicultores de una provincia francesa
contra una colonia de gorgojos en la cual se exige al oficial del obispado aplicar la ira
divina y expulsar los acusados por vía de la excomunión u otra censura afín; el veredicto:
la inocencia de los insectos, que por astucia del abogado defensor, adujo que los
animales creados por Dios poseían el mismo derecho que los hombres a nutrirse de
vegetales, y mediante disposición, se exige a los demandantes, prescribir oraciones
públicas, arrepentimiento de sus pecados e invocación de la misericordia divina, no
olvidando claro está, el pago del diezmo sin demora. El abogado Gaspard Bally referencia
otros casos jurídicos semejantes para la misma época, procesos que desaparecerían en
el siglo XVIII, coincidiendo con el surgimiento de la revolución Industrial a finales del siglo
XVII, etapa en la cual se da un crecimiento tecnológico y económico tal que coloca al
hombre como conquistador y dominador total de la tierra a costa de una fuente “infinita”
de recursos y materias primas, -la naturaleza,- término ecocentrico que para Antoine
Waechter hoy ha sido evadido y reemplazado por la palabra “entorno” en una visión más
antropocentrista por su connotación etimológica que designa lo que rodea, y más
precisamente, lo que rodea a la especie humana. En esta ecología llamada Humanista o
antropocentrista, la naturaleza no se considera como el centro, como un sujeto de
derecho, poseedora de un valor absoluto, sino que es la periferia al ser humano, el
contrato social de los pensadores políticos. Ferry se refiere al hombre de antinaturaleza,
cuando al ser humano, a diferencia del instinto animal, cual norma natural que rige los
comportamientos de este, la naturaleza le sirve tan poco de guía que se aleja de ella a
veces hasta el punto de perder la vida, y define como el lema de este ser de
antinaturaleza el siguiente: Optima video, deteriora sequor; viendo el bien, puede escoger
lo peor. El Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los
hombres de Jean-Jacques Rousseau, es la tesis de lo anterior, el cual refiere en sus
primeras frases lo siguiente: -“No veo en cualquier animal más que una maquina
ingeniosa, a la que la naturaleza ha dado unos sentidos para estimularse a sí misma, y
para protegerse, hasta cierto punto, de cuanto tiende a destruirla o a perturbarla. Percibo
precisamente las mismas cosas en la maquina humana, con la diferencia de que la
naturaleza, hace todo por si sola las operaciones de la bestia, mientras que el hombre
concurre a las suyas en calidad de agente libre. La una escoge o rechaza por instinto, el
otro por un acto de libertad: lo cual hace que la bestia no pueda apartarse de la regla que
le esta prescrita, ni siquiera cuando le sería ventajoso hacerlo, y que el hombre se aparte
de ella con frecuencia para perjuicio suyo. Así es como un pichón morirá de hambre junto
a una fuente llena de las mejores carnes, y un gato sobre un montón de frutos o de grano,
aunque ambos bien podrían nutrirse del alimento que desdeñan, si se les hubiera ocurrido
intentarlo. Así es como los hombres disolutos se entregan a excesos que les causan
fiebre y la muerte; porque el espíritu deprava los sentidos y la voluntad sigue hablando
cuando la naturaleza calla”- sin duda alguna Rousseau utiliza como ejemplo el concepto
de nicho ecológico para referirse al papel del animal en la naturaleza y al sentido contrario
del hombre quien utiliza su libertad para romper las reglas. Surge así una visión
anglosajona de la ecología con el movimiento de “liberación animal” que a partir del
1
 Profesor Universidad Distrital Francisco José de Caldas. ecantillo@udistrital.edu.co
principio Utilitarista, término en principio utilizado por Jeremy Bentham en 1780, y que
refiere a la moralidad de cualquier acción o ley donde no sólo hay que velar por el interés
de los hombres, sino de aumentar el bienestar en general a determinados seres no
humanos, donde los animales quedan incluidos en la esfera de las preocupaciones
morales en igualdad de condiciones que los hombres. De este movimiento dedicado a las
reformas, Bertrand Russell escribió – “el utilitarismo ha logrado, ciertamente, más que
todas las filosofías idealistas juntas, y lo ha hecho sin grandes alharacas".
Paradójicamente, dentro de este movimiento no se puede ignorar la reglamentación del
Ministerio del Interior Alemán de Hitler, publicada en trescientas páginas bajo el título El
derecho alemán de la protección de los animales. «Im neuen Reich darf es keine
Tierquälerei mehr geben» («En el nuevo Reich no debe haber cabida para la crueldad con
los animales»). Peter Singer en su obra de 1975, “Animal liberation”, defiende el derecho
a una igual consideración de todos los seres capaces de sufrir. Así, piensa que conceder
menor consideración a seres porque tengan alas o pelaje no es más justo que discriminar
a alguien por el color de su piel. Singer se opone a lo que denomina especismo, definido
como la creencia en la superioridad de una especie (hombre) sobre otra. Defiende el
derecho a una igual consideración de todos los seres capaces de sufrir. No condena el
uso de animales para el consumo humano, siempre que los métodos que se utilicen para
sacrificarlos no conlleven ningún tipo de sufrimiento, y afirma que la solución más práctica
para evitar controversias, es adoptar una dieta vegetariana; esto es lo que Donald Watson
define como “veganismo” o filosofía de vida que excluye todas las formas de explotación y
crueldad hacia el reino animal e incluye una reverencia a la vida. Según Ferry, los hechos
lo dicen todo: en un pueblo español un toro es soltado por las calles para ser acribillado a
flechazos en ojos y partes sensibles y luego molido a palo hasta acarrear su muerte,
escenificando por mero placer la realidad del padecimiento animal, puesto que el
sufrimiento fascina; en Francia hay concurso de dardos cuando el blanco es un ratón
clavado vivo; en China pollos y crías de gato son despellejados y asados, serpientes
cortadas en rodajas, monos descerebrados, todos ellos estando aun vivos; el animal
capturado en trampas no acabará su vida plácidamente; los animales de granja para
consumo suelen ser sacrificados garantizándole algunos malos ratos ya que están
desposeídos de cualquier dignidad: gallinas desplumadas, ranas a las que se le arrancan
las ancas, conejos a los que se les sacan los ojos para que se desangren, cerdos molidos
a palo (ya que son más ricos), todos estando aun vivos; y es desde Descartes que
estamos autorizados a tratarlos como simples cosas, pues este diferenció a tal extremo
los hombres de los animales, que llegó a considerar a estos últimos como meras
maquinas. Para hacer más explicitas las palabras de Descartes, se debe leer a Alain
Renaut quien legitima los juegos taurinos desde una justificación estética, cuanto no ética.

En contraposición a un contrato social, surge la necesidad de un contrato natural en la


ideología dominante de los movimientos alternativos surgidos en Alemania y Estados
Unidos, en donde la totalidad del universo se convertiría en sujeto de derecho, y en contra
de la visión humanista, no se trata de proteger de sí mismo al hombre como centro del
mundo, sino de defender al cosmos del mismo hombre. Surgen dos corrientes ecológicas
en la segunda mitad del siglo XX. La primera o reformista (yo la llamaría trivial), se
relaciona con el cuidado del entorno donde nosotros vivimos porque nos veremos
afectados por su deterioro, por lo cual trata de controlar contaminaciones del agua o del
aire, corregir prácticas agrícolas y de conservar unas pocas zonas silvestres que aún
subsisten. La segunda, aunque comparte ciertos objetivos reformistas es revolucionaria,
apuntando a una metafísica, a una epistemología, a una cosmología nuevas, así como a
una naciente ética medioambiental de la relación persona/planeta, en la cual hay que
proteger la naturaleza como tal, porque descubrimos que no es una materia en bruto,
maleable y explotable a voluntad, sino un sistema armonioso y frágil, en si mismo más
importante y admirable que esa parte, a fin de cuentas ínfima, que representa en su seno
la vida humana. Ha sido llamada Ecología Profunda, frase acuñada en 1973 por Arne
Næss, en un artículo publicado en la revista Inquiry, titulado “The shallow and the deep,
long-range ecology movement”, como un término teórico, pero que se transformó
posteriormente en un movimiento. En 1984, Naess y su amigo George Sessions
acamparon en el Valle de la Muerte (California), un lugar puro y sagrado. Este paraíso
natural logró inspirarlos para redactar el manifiesto de la ecología profunda que se resume
en los siguientes ocho puntos:

1.- El bienestar y el florecimiento de la vida humana y no humana sobre la tierra, son


valores en sí mismos. Estos valores son independientes de la utilidad del mundo no
humano para los fines del ser humano.

2.- La riqueza y la diversidad de las formas de vida contribuyen a la realización de estos


valores y también son, en consecuencia, valores en sí mismos.

3.- Los humanos no tienen derecho a reducir esta riqueza y esta diversidad, salvo para
satisfacer necesidades vitales.

4.- El florecimiento de la vida y de la cultura humana es compatible con una reducción


sustancial de la población humana. El florecimiento de la vida no humana requiere ese
descenso.

5.- La intervención humana en el mundo no humano es actualmente excesiva. Y la


situación se va degradando rápidamente.

6.- Tenemos que cambiar nuestras orientaciones políticas de forma drástica en el plano
de las estructuras económicas, tecnológicas e ideológicas. La situación resultante será
profundamente diferente de la actual.

7.- El cambio ideológico consiste principalmente en valorar la calidad de la vida (de vivir
en situaciones de valor intrínsecas), más que en tratar sin cesar de conseguir un nivel de
vida más elevado. Tendrá que producirse una toma de conciencia profunda de la
diferencia que hay entre el crecimiento material y el crecimiento personal, independiente
de la acumulación de bienes tangibles.

8.- Quienes suscriben los puntos que se acaban de enunciar, tienen la obligación directa o
indirecta de obrar para que se produzcan estos cambios, necesarios para la supervivencia
de todas las demás especies del planeta, incluyendo la del ser humano.

El concepto de Ecología Profunda fue desarrollado más tarde por Bill Devall y George
Sessions al publicar en 1985 el libro Deep Ecology. Pero es a Aldo Leopold, a quien
muchos consideran el padre de la “ecología profunda”, “ecocentrica” o “biocentrica”, quien
contrario a una “ecología superficial” (shallow ecology) invita a trastocar los paradigmas
que dominan las sociedades occidentales a partir de su ensayo A Sand County Almanac
(almanaque del condado arenoso) en 1949, que incluye un capítulo titulado “Ética de la
tierra”; algunos apartes de esta prodigiosa obra son: : “Una cosa está bien mientras tiende
a preservar la integridad, estabilidad y la belleza de la comunidad biótica, está mal, si
tiende a hacer lo contrario”. ‘‘La conservación es un estado de armonía entre el hombre y
la tierra''. “Las obligaciones no significan nada sin conciencia”. “El hombre de la calle de
hoy, supone que la ciencia sabe cuáles son los mecanismos que mueven a la comunidad
biótica, en cambio, el científico está igualmente seguro que no lo sabe; ahora
comprendemos, que el funcionamiento de una comunidad biótica es tan complejo, que
jamás se llegue a comprender del todo”. Tras haber sabido rechazar la institución de la
esclavitud (Aristóteles fue el primero que la justificó por “naturaleza”), Ferry dice que es
hora de avanzar un paso más, y de tomar por fin en serio la naturaleza y considerarla
dotada de un valor intrínseco que nos obligue a respetarla. La ecología profunda inspira,
aparte de los ambientes académicos, la ideología de movimientos tales como
Greenpeace, Earth First y los partidos verdes entre otros. Otras obras han sido
trascendentales en la fundamentación de la ecología profunda: Hans Jonas en su obra El
principio de responsabilidad: ensayo de una ética para la civilización tecnológica de 1979,
expresa que el hombre debe: "Actuar de forma que los efectos de tu acto sean
compatibles con la permanencia de una vida humana genuina". “Obra de tal modo que los
efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica
en la Tierra”. Jonas en su libro, Viejos y nuevos imperativos, expresa su orientación hacia
el futuro, más exactamente hacia un futuro que ultrapase el horizonte cerrado, en el
interior del cual el agente transformador pueda reparar daños causados por él, o sufrir la
condena de los eventuales delitos que él haya perpetrado. Propone sus Axiomas de la
Responsabilidad que se resumen así:

1. La existencia de un mundo habitable, pues no cualquier mundo puede ser un espacio


de “habitación” humana autentica. 2. La existencia de la humanidad, porque un mundo sin
hombres es nada, sin humanidad desaparece el ser. 3. El "ser tal" de la humanidad: la
humanidad auténtica no es cualquiera, sino una humanidad creadora. El ser del hombre
crea valor y una humanidad no creadora no sería estrictamente humana. Su obra "El
fenómeno de la vida" (1966), intenta sintetizar la filosofía de la materia con la filosofía de
la mente, produciendo un rico entendimiento de la biología, que finalmente busca una
naturaleza humana material y moral. Umberto Eco presenta una apreciación que viene al
caso sobre las preocupaciones del hombre moderno por la responsabilidad,
expresándose de la siguiente manera: "El progreso material del mundo agudizó mi
sensibilidad moral, amplió mi responsabilidad, aumentó mis posibilidades, dramatizó mi
impotencia. Al hacerme más difícil ser moral, hace con que yo, más responsable que mis
antepasados y más consciente, sea más inmoral que ellos y mi moralidad consiste
precisamente en la conciencia de mi incapacidad" Siqueira referencia la obra de Jonas
sobre las acciones de naturaleza extrahumana: “Es elemental el conocimiento de las
repercusiones sobre la salud humana, producidas por el deterioro del medio ambiente.
Todos, aunque de modo superficial, conocen los posibles cataclismos que ocurrirán como
consecuencia del supercalentamiento del planeta, o de la progresiva destrucción de la
capa de ozono, o aun, de la incontrolable destrucción de la vegetación de las ya escasas
reservas forestales del planeta”. No podemos olvidar a Michel Serres quien define la
ecología en dos contextos, una basada en la definición histórica como disciplina altamente
científica, dedicada al estudio de conjuntos de seres vivos agrupados en gran número y
en relaciones interactivas con su medio, y la otra como el sentido ideológico y político de
una doctrina, variable según los autores y los grupos, y buscando (por medios diversos y
contestados por sus adversarios) la protección del entorno; en su obra El Contrato natural
publicado en 1990, aunque no utiliza el término ecología, trata sobre la filosofía del
derecho o filosofía del conocimiento y de la acción, en el sentido más tradicional y general
del término, pero a propósito de un problema singular planteado, de manera urgente, por
las ciencias y las técnicas de hoy: el descubrimiento de un lugar tercero, difícil de
descubrir, cambiante sin duda en cada época, de donde se puede ver (al mismo tiempo y
a la vez) la razón científica y la razón jurídica, las leyes del mundo físico y las leyes
políticas de los colectivos humanos, las reglas de la Naturaleza y las reglas de los
Contratos; por esto, en las lenguas de referencia, los términos que designan estos
principios son los mismos en los dos casos. Esta cuestión interroga ante todo nuestra
muerte. Para Serres se conocían hasta hace poco sólo dos tipos de muerte: la que parece
la única interesante y original, la nuestra propia o de alguien al que amamos, y la muerte
de culturas, de grupos humanos enteros que desaparecen para siempre, tan frecuente en
la historia. Pero referencia una tercera, desconocida del género humano hasta mediados
del siglo pasado, exactamente el 6 de agosto de 1945 en Hiroshima y Nagasaki, que
designa una de las dos o tres grandes originalidades de la era que termina, en la que
arriesgamos incluso de experimentarla en tamaño verdadero: la muerte global de la
humanidad. Al respecto afirma Serres sobre la destrucción causada por el avance de la
ciencia: -Antes que nada, déjeme decirle que yo desconfío de los mercaderes de
angustia. El riesgo, el temor, la sociedad del miedo, se han transformado en valores
mercantiles y no tengo intención de soplar para avivar el fuego. Yo trato de construir un
mundo mejor para mis nietos, y el miedo no los ayudará. Hoy, la ciencia pasa por ser la
única responsable de los riesgos que corre el planeta, cuando, por el contrario, es gracias
a ella que podremos vivir cada vez más y mejor. La verdad es que los riesgos dependen
de las decisiones políticas y de la utilización que los hombres hacen de los avances
tecnológicos.

REFERENCIAS

Eco U. (1973). De la responsabilidad moral como producto tecnológico: diario mínimo.


Península. Barcelona.

Ferry, L. (1994). El nuevo orden ecológico. El árbol, el animal y el hombre. Tusquets


Editores. Barcelona.

Jonas H. (1995). El Principio de Responsabilidad: ensayo de una ética para la civilización


tecnológica. Herder. Barcelona.

Jonas H. (2000). El principio vida: hacia una biología filosófica. Trotta.

Leopold, A. (1989). A Sand County Almanac and Sketches Here and There. 1949. Oxford
University Press: New York, Oxford.
Naess, A. (1973). The Shallow and the Deep, long-range ecology movements: A
summary. Inquiry 16 (95-100).

Serres, M. (1991). El Contrato Natural. Pretextos. Valencia.

Siqueira J.E. (1998). Ética e tecnociencia: uma abordagem segundo o princípio da


responsabilidade de Hans Jonas. Londrina: Ed. UEL;

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=683921

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