Sie sind auf Seite 1von 15

Roberto Arlt, una crítica de la

economía literaria *

por Ricardo Piglia

I. La escritura desacreditada

En el pró lo go a Lo s lanz al lama s Arlt se ha ce ca rgo de la s


condiciones de producción de su literatura: puesta en escena de la
situa ción materia l en la que se genera un relat o, este texto intenta
definir el lugar desde donde se quiere ser leído. Al establecer una
relación entre el lujo y el estilo, de entrada refiere

55

lo qu e cu es ta te ne r un a es cr it ur a: el ej er ci ci o de la li te ra tu ra
ap ar ec e lig ado al de rr oc he , tr ab ajo im pr od uc tiv o qu e no ti en e
precio, se legaliza "en la vida holgada, en las rentas" de una clase
que puede practicarla desinteresadamente. Para Arlt, en cambio,
escribir es contraer cierta deuda, crédito que debe ser reconocido
en el me rc ad o. "G ana rs e la vid a es cr ib ien do es pe no so y ru do "

Este texto es un capítulo del libro Traducción: sistema literario y dependencia.
*
Ri ca rd o Pigl ia naci ó en Adrogu é, prov in ci a de Buen os Ai re s, en 19 40. Es na rr ad or, cr ít ic o
y profesor universitario.
"Roberto Arlt: una crítica de la economía literaria" fue publicado en marzo de 1973 en el
núm ero 29 de la rev ist a Los lib ros, en exact a coin cidenc ia cron ológi ca, con el triun fo
ele cto ral del per onism o, lue go de cas i vei nte año s de proscri pcion es y en medio de un
radicalizado clima político cuyas tensiones, en buena medida, determinaron la lectura de
Pigl ia ta l co rn o se hace oste ns ib le en el párr af o fi na l.
Po r un a part e, y en té rmin os te óric os , el ar tí cu lo resu lt a un ej empl o pr ís ti no de la
dominancia que por entonces el marxismo y el psicoanálisis ejercían en el campo de ¿a
críti ca lit era ria , de ahí que con cep tos com o lapsus, síntoma, sublimac ión, imagi nario,
negación apare zca n tra mados con otr os com o prop ieda d, rel acio nes de prod ucci ón,
determinaciones económicas, interés de clase, mercancía.
Po r otra part e, el ar tí cu lo resu lt a here de ro de la s le ct ur as fu nd ad as por los in tele ct ua le s de
la revista Contorno —incluso el giro "en el revés de la trama" parece una seña de afiliación
al pensamiento crítico de David Viñas, director de aquella publicación—, aunque las renueva
teóricamente y, en cierta forma, las lleva al extremo cuando la obra de Arlt en general, y El
ju gu et e ra bi os o en particular, son leídos como transposición de la dimensión económica a la
simbólica, de manera que producción material y producción textual resultan homologadas.
Más al lá de es a rela ci ón, de co nt in ui da d, el ar tí cu lo de Pi gl ia al ca nz ó un a in us it ad a ef ic ac ia
crítica y algunas de sus hipótesis y estrategias —la explicación de la escritura de Arlt en
términos de sus lecturas de formación, la elevación del robo de la biblioteca a la categoría de
embl ema de "una lectura económic a de la liter atura "—per mane cen, hasta hoy, como el
modelo más alto de las lecturas ideológicas de la obra de Arlt. A. J.
porqu e hay que lograr que el lecto r pague con dinero el interés: en
este pago, diferido, se abre el espac io incontrol able de la demanda
y la circulación. "Palabra inefable" (como la llama Arlt) la escritura
"n o ti en e ex pl ic ac ió n" : se la en cu en tr a do nd e ya no es tá , en el
intercambio que sobre la escena del mercado, resuelve el valor en el
precio. Convertida en mercancía, la ley de la oferta y la demanda
parece ser lo único que permite, desde el consumo, darle " razones"
a la producción literaria. En la nota que concluye Lo s lanz allama s,
Arlt escribe: "Da da la prisa con que fue termi nada esta novela, pues
cuatro mil líneas fueron escritas entre fines de septiembre y el 22
de octubre (y la novela consta de 10.300 líneas) el autor se olvidó
de consignar en el prólogo que el título de esta segunda parte de
Lo s siete loc os qu e pr im it iva me nt e er a Los mo ns truos , fue
sustituido por el de Los lanz allama s, por sugerencia del novelista
Carlos Alberto Leumann". En la urgencia del mercado, se olvida un
préstamo: este lapsus, es el síntoma mismo de esa deuda que se
contrae al ejercer ―con un título prestado― la escritura. A través
del recuento minucioso de las cifras y las fechas, la demanda hace
saber sus exigencias: hay un contrato que impone cierto plazo y fija
los límites. Como el prólogo y la nota, está final y al comienzo del
relato: lo sostiene, lo emplaza. "Con tanta prisa se terminó esta
obra que la editorial imprimía los primeros pliegos mientras que el
au to r es ta ba re da ct an do lo s últ im os ca pí tu lo s. " La de man da
fi na nc ia le es cr it ur a y la di ri ge : ha ce de es e co mpr om is o, un
des tin o. ( "E l am or bru jo -an unc ia Arl t- apar ece rá en ago sto de
1932"). De algún modo, al ponerle un plazo, Arlt debe "alquilar" su
esc rit ura , log rar que le pag uen mientras esc rib e: par ece que el
mercado continuara en el relato hasta "entrar" e n el texto. En esta

56

obligación hay al mismo tiempo una promesa, cierto suspenso y el


re co no cim ien to de un a deu da : es cr ib ir de ja de se r un lu jo, un
de rr oc he , pa ra co nv er ti rs e en un a fa ta li da d, o me jo r, en un a
necesidad (material).

El valor del estilo

El folletín es la expresión límite y el modelo de esta escritura


finan ciada : el texto mismo es un mercado donde el relat o circula y
en cada entrega crece el interés. Este aplazamiento, que decide a la
vez el estilo y la técnica, se funda en el suspenso, crédito que hace
de la ané cdo ta la mer can cía -si emp re pos ter gad a- que el lec tor
recién logra tener al final. "Me devoraba las entregas", dice Astier
al narrar esta lectura en El juguete rab ioso: en realidad se trata de
lo gr ar qu e se a el le ct or qu ien "s e en tr eg ue" , "d evo rad o" po r el
int eré s. Eco nom ía lit era ria que con vier te al lec tor en un cli ent e
endeud ado, se vive la ilusi ón de que una ciert a neces idad material
enlaza el texto y su lectura.

Es cr itu ra do nd e to do se pa ga , es te pr oc ed im ien to de fin e, al


mismo tiempo, el espacio literario de Arlt y su "moral" de escritor.
"S e dic e de mí qu e es cr ibo ma l. Es po si bl e" : es ta co nf es ió n es
ambigua. Como vimos, para escribir "bien" hay que disponer de
"ocio
si gn if,icrenta
a cu s, vida
lt iva r holgada",
un es ti lohacerse
. En Arresponsab
lt , es te lu jole sedelpa
derroche queel
ga car o,
desinterés elimina la oferta: se escribe por nada, para nada. "No
tendría ninguna dificultad en citar a numerosa gente que escribe
bien y a quienes úni ca me nte leen correctos miemb ros de su
familia." Escriben bien: nadie los lee. ¿Escriben bien po rqu e nadie
lo s le e? En re al id ad, lo qu e su ced e es qu e nad ie pa ga por esa
lectura: leídos en familia, no hay lazos económicos, el dinero está
excluido. Arlt invierte los valores de esa moral aristocrática que se
niega a reconocer las determinaciones económicas que rigen toda
le ct ur a, lo s có di go s de cl as e qu e de ci de n la ci rcu la ci ón y la
aprop iación literar ias. Entre el texto y el lector no habría ningun a
in te rf er en ci a: la cu ltu ra se rí a ju st am en te es e "v ac ío" don de se
dis uel ve cu al qu ie r rela ció n mat er ia l pa ra qu e la id eo lo gí a
dominante ocupe el

57

sitio del trabajo productivo que la mant iene. En Arlt , al contrario ,


escribir bien es hacerse pagar, en el estilo, un cierto "bien" que
al gu ien es ca pa z de com pr ar . Só lo a co st a de l le ct or se pu ed e
costear el interés por la literatura: ser leído es saldar una deuda,
encon trar el sentid o de ese trabajo "misterio so", "inefable " que no
tie ne ex pli ca ció n en un a so ci ed ad que fu nd a su raz ón en la
ganancia. Así, en Arlt, el dinero que aparece como garantía, que
hace posible
resultado queladecide
apropiación y el acceso
y legitima a la
su valor. Deliteratura,
este modo,es a
allanombrar
vez, el
lo que todos ocultan, desmiente las ilusiones de una ideología que
enmascara y sublima en el mito de la riqueza espiritual la lógica
implacable de la producción capitalista.

Lo s cód igos de cl ase

Escritura que se sabe desacreditada, los textos de Arlt han debido


pagar el precio de la devaluación que provocan. Para una economía
liter aria que hace del misterio de sus razon es el fundam ento de su
poder simbólico, el reconocimiento explícito de los lazos materiales
qu e la ha ce n po si bl e, se co nv ie rt e en un a tr an sg re si ón a es e
contrato social que obliga a acatar "en silencio" las imposiciones
del sistem a. Bast a relee r el artícu lo que José Bianco le dedicara en
1961 1 para ver de qué modo Arlt transgrede un espacio de lectura.
En es te ca so , el có dig o de Su r. le ct ur a de cl as e qu e re fi er e
-j us ta me nt e al re vé s de Ar lt - el ac ce so fl ui do a un a cu lt ur a
"fam iliar" . En realidad lo que se lee por debajo del texto de Bianco
es la definición de esa propiedad que es necesario exhibir para
poder escribir: "Arlt no era un escritor sino un periodista, en la
ace pci ón más res tri ngid a del tér min o. Hab lab a el lun fard o con
acento extranjero, ignoraba la ortografía, qué decir de la sintaxis".
La insistencia sobre las faltas de Arlt no son otra cosa que las
marcas de un

58

descrédito: manejar mal la ortografía, la sintaxis es de hecho una


señal de clase. Se usan mal los códigos de posesión de una lengua:
lo s er ro re s so n —o tr a vez — el la ps us , se pi er de n lo s tí tu lo s de
propiedad y se deja ver una condición social. "Hemos visto -insiste
Bianco- que le falta no sólo cultura, sino sentido poético, gusto
li ter ar io ." Sen ti do po ét ico , gu st o li te ra ri o: el di sc ur so li be ra l

sub li ma,
irremediable: esuna
pi rit ua li zan do
fatalidad. . seHab
Arlt rí a de
encarga unrecordar
a ca ren ciaesta "n at ura l" ,
que
carencia es económica, de clase: en esta sociedad, la cultura es una
economía, por de pronto se trata de tener una cultura, es decir,
poder pagar. Por su lado, Bianco funda su lectura en la desigualdad
y al uni versalizar las posesi ones de una clase hace de sus "bienes"
las cualidad es espiritu ales en que se apoya un sistema de valor . "Y
hacia esa misma época -escribe- aunque Roberto Arlt conservara
todavía lectores no creo que infundiera respeto a ningún intelectual
de verdad" (sic). El respeto es un reconocimiento: en este caso hay
ciertos títulos de los que Arlt carece. Más bien hay ciertos títulos
que Arlt admite haber recibido en préstamo: no son de él y esta
deuda la debe pagar.

Ahora bien, ¿y si esto que sirve para desa creditarl o fuera


justame nte lo que él no quis o dejar de exhibir? Qu iero decir, ¿y si
el mérito de Arlt hubiera sido mostrar lo que no hay, hacer notar la
deuda que se contrae al practicar -sin títulos- la literatura? En este
sentido, sus carencias van más allá de sí mismo: marcan los límites
co nc re to s de un a ci er ta le ct ur a, la fr on te ra -d es va lo riz ad a,
empobrecida- de un espacio que es la literatura argentina.

El juguet e rabioso es el mejor ejemplo de las condiciones de esta


lectura: historia de una apropiación en el juego de los
intercambios, los desvíos, las sustituciones que constituyen el texto
se narra el trayecto que es necesario recorrer para ganarse una
escritura. El dinero financia la aventura y en los canjes que generan
1
El ensayo de José Bianco -al que volveremos más adelante- fue publicado en el n- 5 de Casa de Las Américas, La
Habana, marzo de 1961.
el relato, una ciert a relac ión con la escritura es registrada a partir
de los códigos sociales y de la clase que decretan su circulación y
hacen posible su uso. "Me inició en los deleites

59

y afanes ele la literatura bandoleresca": en esta fra se que rec uerda


una lectura (primera frase de su primer libro) comienza el texto
arltiano. Se trata de ver qué sigue a esa iniciación para tratar de
descifrar de qué modo en la práctica de su escritura, Arlt propone
una teoría de la literatura donde un espacio de lectura y ciertas
condiciones de producción son exhibidos.

II. Crítica a la lectura liberal

Desde el principio, Astier actúa los efectos acumulados de una


le ct ur a (" Yo ya ha bí a le íd o lo s cu ar en ta y ta nt os tom os qu e el
vizc onde Ponson du Terrail escribiera acerca del hijo adopt ivo de
mamá Fipart, el admirable Rocambole, y aspiraba a ser un bandido
de alta escuela", N. C. 1.1. p. 38): su experiencia es la repetición de
un tex to que a cad a mom ento es nec esa rio tener presen te. Este
canje entre lectura y experiencia hace avanzar la narración: en el
camino de su aprendizaje, para enfrentar los riesgos, se sostiene de
la li te ra tur a. Ll ue ve la no ch e de su pr im er ro bo , pe ro al gu ien
re cu er da : "M ej or . Es ta s no ch es agr ad ab an a Mo nt pa rn as se y a
Ten ard hie r. Ten ard hier dec ía: Más hizo Jua n Jac obo Rou sse au" ,
etc. (véase p. 51); al probar sus conocimientos de física frente a los
militares: "Y en aquel instante antes de hablar, pensé en los héroes
de mis le ct ur as pr ed il ec ta s y la ca ta du ra de Ro ca mbo le , de l
Rocambole con gorra visera de hule y sonrisa canalla en la boca
torc ida, pasó
heroica" por por
(p. 100); mis ojos
fin, incitándom
cuando e alde
vacila antes desparpajo
delatar al yRengo:
a la actitud
"E n re al id ad so y un lo co id e co n ci er ta s me zc las de pi llo ; pe ro
Rocambole no era menos: asesinaba, y yo no asesino" etc. (véase p.
146). Robar, inventar, delatar: nudos en el aprendizaje de Astier,
momentos de viraje en la estructura de la novela, en los tres casos
hay un pasaje , un cierto proyecto -fracas ado— que se realiza desde
la literatura. Frente a cada movimiento del relato, otro relato leído,
sirve de apoyo. Vigilado en ese otro texto, Astier reconoce el eco "ya
vivido" de una lectura: no hay otra ini ciación que ésa, repetición
que en el escenario falsific ado de la literatura permite repres entar
el efecto de los textos leídos.

6o
En este caso, el exceso de una cierta lectura, más que fundar una
leg ibi lid ad -com o en el ejem plo clá sic o de El Qu ijote-deci de los
derechos "legales" para acceder a la propiedad de la literatura. Por
un lado, una relación muy particular sostiene la lectura y la hace
po si bl e: As ti er de be al qu il ar lo s li br os pa ra po de r le er (" Po r
algunos centavos de interés me alquilaba sus libracos", p. 36). En
es e pr és ta mo se pa ga el in te ré s po r la lit er at ur a: fin an ci ad a,
alqui lada, la lectu ra nunca es gratuit a. Al mism o tiemp o, el dinero
no alcanza para tenerlos textos, se costea con él cierto tiempo de
lectura. Esta posesión, provisoria, es un simulacro de la propiedad
(" Obse rv an do qu e le lle vab a un li br o me gr it ab a a mod o de
ad ve rt en ci a: 'Cu ida rl o niñ o qu e di ne ro cu es ta '", p. 36 ) le ct ur a
vigilada, en los "cuidados" que requiere la propiedad se advierte la
carencia. Desposeído, Astier buscará legitimar la posesión a través
del desvío, imaginario, de la literatura. ("No recuerdo por medio de
qué sutilezas y sinrazones llegamos a convencernos de que robar
era acción meritor ia y bella ", p. 43). Rocambo le, doble liter ario, le
sirve de modelo en apropiación mágica y sin ley. Delito
pri vil egi ado , "ac ció n bel la" , cri men lit er ario , tra nsg res ión que
enlaza experiencia y dinero, el robo es la metáfora misma de la
lectura arltiana. Se roba como se lee, mejor: robar es como leer. No
es casual que en la prime ra acción del "club de los caba lleros de la
media noche " se roben : libro s. "Trat ábamo s nada menos (subrayo
yo) que de despojar a la biblioteca de una esc uela" (51). Si hay que
pagar para (poder) leer, el interés por la literatura justifica el costo
del delito: ¿se roba porque se leyó o se roba para leer?

Le galidad y co acci ón social : la bibl ioteca

"Sacando los volúmenes los hojeábamos, y Enrique que era algo


sabed or de precio s decía: 'No vale' o 'Vale ' (p. 58). ¿Y esto? ¿Cómo
se llama? Charles Baudelaire. Su vida. Parece una bio grafía. No vale
na da " (p . 59 ). To da la es ce na fu nc ion a, en re al id ad , co mo un a
lectura económica de la literatura: es el precio quien decide el valor
y esta inversión viene a afirma r

61

qu e no ha y un si st em a de va lo r in de pe nd ien te de l di ne ro . Al
mismo tiempo se roba "nada menos" que una biblioteca, es decir,
ese lugar que parece estar afuera, más allá de la economía, zona
neutra donde la lectura "al alcance de todos" se realiza contra las
leyes de la apropiación capitalista. En este sentido, la metáfora del
robo muestra, en el acceso ilegal, que este espacio a primera vista
tan abierto, está, sin embargo, clausurado: por de pronto hay que
forzar "cuidadosamente" la entrada (véase p. 57). Infranqueable,
bloqueada, para Arl t, la biblioteca no es el lugar pleno de la
cultura, sino el espacio de la carencia. "Lila para no gastar en libros
tiene que ir todos los días a la biblioteca" (p. 68). La falta de dinero
impide tomar posesión de los libros salvo a préstamo, en el plazo
fi jo de un a le ctu ra vi gil ad a. Al in va di r pa ra ro ba r, As ti er ha ce
ent rar en ese esp aci o "gr atu ito ", un int eré s (eco nóm ico ) por la
literatura que se funda justamente en la toma de posesión ("Che,
sa be s qu e es he rm os ís im o, me lo ll ev o pa ra ca sa ", di ce As ti er
refiriéndose a la biografía de Baudelaire, véase p. 59). El precio
in te rf ier e en el ac ce so a "l a be lle za ": só lo en el des vío de es ta
apropiación ilegal es posible tener un texto. En este sentido toda la
situación puede ser leída como una crítica a la lectura liberal; no
hay lugar donde el dinero no llegue para criticar el valor en el
precio. Signo de toda posesión, garantiza la legibilidad, es decir, la
po si bi lid ad mi sm a de ac ce de r a la li te ra tu ra . De al lí qu e, en el
vaivén entre el préstamo y el alquiler, el robo funciona como esa
le ct ur a qu e de be pa ga r co n el de lit o, la in ve rs ió n de un ci er to
código cultural.

Pre cis ame nte , el mit o lib era l de la bib lio tec a púb lic a int ent a
sublimar la violencia de esta apropiación; se repite, perfeccionada,
la operación que en el mercado, borra las relaciones de producción
y la lucha de clases, para ima ginar una relación de libre
concurrencia entre propietarios en un pie de igualdad. Hace falta
ad mi tir qu e la s "n ece si dad es " (e n es te ca so ec on óm ica s) es tá n
dis tr ib ui das eq ui tat iv am en te : en cu an to a lo s med io s pa ra
satisfacerlas, la biblioteca sería ese espacio socializado, propiedad
colectiva de acceso libre que garantiza la

62

po si bi lid ad de un a lec tu ra un iv er sa l. La bi bl io tec a ve nd rí a a


disolver la propiedad poniendo la cultura como un bien común a
disposición
que ot ro sde "bitodos los lectores.
en es co muneDes" hecho
(e ntreste bien
e ell os común,
el leigual
ngu aj e) es tá
de sig ua lm en te re pa rt ido . Es el ac ce so a la le ct ur a lo qu e es tá
tr ab ad o po r el di ne ro (e st o es , la s re la ci on es de pr od uc ci ón
expresadas por el dinero). Toda lectura es una apropiación que se
sostie ne en ciertos códig os de clase: la legibili dad no es
tra nsp are nte y la "li ter atur a" sól o exi ste com o "bi en sim ból ico "
(aparte de su carácter de bien económico) para quien posee los
medio s de apropiárse la, es decir, de descif rarla . Es esta propie dad
lo que se trata de ocultar, disimulando la coacción que las clases
dominantes ejercen para imponer como "naturales" las condiciones
sociales que definen la lectura. El "gusto literario" (del que habla
Bianco) no es gratuito: se paga por él y el interés por la literatura
es un in te ré s de cl as e. En es te se nt ido , pa ra As tie r en tod a la
novela, no hay otro "delito" que ese interés por la literatura: deuda
qu e pe rp etu am en te ha y qu e sa ld ar , no ha bi en do tí tu lo qu e lo
legitime, el mismo acto de leer ya es culpable.

"C ier to at ar de ce r mi ma dr e me di jo : 'S il vio es ne ce sa ri o qu e


trabajes'. Yo que leía un libro junto a la mesa levanté los ojos
mirándola con rencor. Pensé: trabajar, siempre trabajar" (p. 67).
Esta interrupción (que el texto registra varias veces) ordena uno de
los vaivenes del relato: conecta simbólicamente con el robo y la
av en turque
destino a, el
la dinero
le ct urhace
a espresente,
el re vees
rs lo
o que
de se
la trata
pr odu
de cc ión . "No
negar: El tr ab ajo ,
ha bl e de din er o, ma má , po r fav or . No hab le , cá ll es e" (p . 69 ).
Silencio forzado, para acceder "sin interrupciones" a la lectura hay
que olvidar la realidad: y a la inversa, en "los deleites y afanes de la
literatura" se sostiene -imaginariamente- el desvío que lo aleja de
su clase.

A esta altura se produce una cierta transacción que define un


nu evo mo vim ien to de l re la to : de sp ué s de al gu na s va ci la ci on es
Astier se decide, irá a trabajar. Tratará, sin emb argo, de no perder
el sentido de esa búsqueda que marca su iniciación:

63

"en una librería, mejor dicho (subrayo yo) en una casa de compra y
venta de libros usados" (p. 69). Alquilar, robar, vender libros: en la
ave ntu ra de est a amb igua rel ac ión con la pro pie dad , El juguete
rabioso va definiendo el cami no de su propia génesis.

Li bros usados : ent re el sacr ilegio y el co ns umo

"El local era más largo y tenebroso que el antro de Trofonio.


Donde se miraba había libros: libros en las mesas formadas por

ta bl as enbajo
rincones, cimlas
a mesas
de ca ba
y enll et
eles , lib ro(p.
sótano" s 70).
en Espacio
lo s mo degradado,
st ra do re s, en lo s
este "salón inmenso, atestado de volúmenes" es el lugar mismo de
la apropiación capitalista: el dinero establece el orden y regula la
lectura. En esta acumulación confusa la lectura, regida por la ley de
la oferta y la demanda, pierde su aire privado: desvalorizados, los
texto s ya "usados" son somet idos a un canje indiscrimi nado donde
to do se mez cl a. Op ue st o al or de n su nt uo so de la bi bl io te ca
("Majestuosas vitrinas añadían un decoro severo y tras los cristales,
en los lomos de cuero, de tela y de pasta, relucían las guardas
arabescas y títulos dorados de tejuelos", véase p. 55) este lugar al
que vienen a parar los restos de una cultu ra es el espacio donde se
realiza la lectura de Astier. Agravación grotesca del interés por la
literatura
un o de su que
s se
tr viene pagando
ab aj os se a todesde el comienzo,
ca r "u no" espa
n ce nc er ro casual
ra deque
sp er ta r el
interés de los clientes. Es un cierto modo de tratar la lectura lo que
Arlt pone en escena y en el exceso de esta oferta desesperada la
literatura se extingue.

Aparece má s claro, entonces, el gesto lími te con el que Astier


ci er ra es te ci rc ui to de ap ro pi ac ión : "s in va ci la r, co gi en do un a
brasa, la arrojé al montón de papeles que estaba en la orilla de una
estantería cargada de libros" (p. 92). Busca incendiar la librería, es

im po si bilconsumirla:
decir, id ad de po se aler .provocar
"E l ac to la de extinción
con su mo reconoce
-h a es cr itsu
o
Baudrillard- no es sólo una compra sino también un gasto, es decir,
un a ri qu ez a ma ni fe st ad a y un a de st ru cc ió n man if ie st a de la
riqueza." En Astier, como vimos, ninguna "riqueza"

64

puede manifestarse: alquilar, robar, vender, nunca llega a ser el


pro pie tar io leg ítim o. Los libro s est án en sus manos , per o no le
pe rt en ec en : in ten to de co ns um ir lo qu e no se pu ed e te ne r, la
decisió n de in cen dia r la lib rería es el pas o fin al en esta
desposesión. Acto suntuario, lujoso, en el incendio, la riqueza es
negada; esta transgresión reproduce, exasperando, el acto capital
de la so cie da d qu e lo ex cl uy e: co ns um o gr atu ito , sa cr if ic io , se
destruye para tener.

El fuego y el rob o

En este sentido, el intento de quemar la librería es homólogo al


ro bo de la bi bl io te ca . Do s ca ra s de un a mis ma mo ne da , es to s
lugare s son espacios simult áneos de una sola lectu ra: la biblio teca
acomoda lo que el mercado desordena y su préstamo legal, sublima
el ca nj e br ut al qu e se des en cad en a en la s ca sa s "d e co mp ra y
venta".
leyes Del
de la orden alcapitalista:
apropiación desorden,al la literatura
robar circula
la biblioteca, regi da por las
Astier
niega toda separación, lleva el precio a donde el valor dice reinar
fu er a de la ec on om ía . A la vez , qu em ar la li br er ía es co ns um ir
"gratuitamente" ese lugar desvalorizado, donde los libros "usados",
sólo valen lo que se paga por ellos, en el canje que decide el precio.
Se ha ce en tr ar , vio len tam en te, el in te ré s ec on óm ico al re cin to
desin teresa do de una lectura gratuit a y se intent a destruir el lugar
mismo donde el dinero, en el intercambio, se hace visible y actúa
como una cierta lectura. Se produce una exasperación de la ley que
rig e, en sec ret o, la apr opi ació n: el rob o par ece ser el mom ent o
lími te del alqui ler simbólic o de la bibliotec a y a su vez el incen dio
cierra el consumo indiscriminado, salvaje, de la librería de usados.
Un desplazamiento que podríamos llamar "perverso" recorre todo
el procedimiento: es "normal" robar una librería donde se puede
en co ntr ar el di ner o y se co noce (d es de Er os tr at o has ta la s
pesadillas borgeanas) el mito de la biblioteca incendiada. En ese
caso se respeta cierto orden: se busca el dinero donde se sabe que
está y en el incendio se destruyen, simbólicamente, los códigos de
una cultura. En Arlt, las cosas son distintas:

65

no busca negar, sino invertir: del mismo modo que el robo afirma la
pro pie dad , el inc end io es un int ent o -des esp era do- de pos esi ón.
Contraeconomía fundada en la pérdida y en la deuda, en el i ncendio
se bu sc a de st ru ir el fa nt as ma de l pr ec io , la pr es en ci a de la
economía que desordena la literatura; y el robo de la biblioteca
hace saber que el espacio simbólico de la liter atura está prohibido
para el que no tiene dinero.

Si robar una bibliotec a es llamar la atenc ión sobre las clausur as


que encierran a una lectura en los códigos de clase, incendiar los
libros usados es querer hacer ver bajo esa luz brutal, en el precio el
misterio del valor. Así, el robo es la metáfora de una lectura ilegal,
des ac re dit ad a, qu e en la tr an sgr es ió n en cu en tr a ac ces o y
posibilidad de apropiación; mientras que en el intento de incendiar
la librería el fuego vendría a echar luz para ayudar a ver -y a
de st ru ir sim bó lic am en te- el ma l (ec on óm ico ) qu e dis ue lve la
cu ltu ra . Ac to s sa cr ile go s, do bl e in ve rs ión de lo s va lo re s de la
cu lt ura y la riq uez a, en es te des vío hac ia la pro hi bic ió n se
encuentra la génesis misma de la escritura de Roberto Arlt.

III. En busca del texto perdido

Como el robo, el incendio fracasa: acto fallido marca el final de


este circuito de apropiación. Para encontrar el pasaje que de la
tran sgresi ón, lleva a la ley y a la escri tura, hay que detenerse en la
escena clave del libro, en el momento en que As-tier, hacia el final,
decide delatar al Rengo. "En realidad -no pude menos que decirme-
soy un locoide con ciertas mezclas de pillo; pero Rocambole no era
men os: ase sin aba ... yo no ase sin o. Por uno s cua nto s fra nco s le
levantó falso testimonio a 'papá' Nicolo y lo hizo guillotinar. A la
vieja Fi part que le quería como una madre la estranguló y ma tó...
mat ó al ca pi tá n Wi ll ia ms, a qu ie n él de bí a su s mil lo ne s y su
marquesado. ¿A quién no traiciono él?" (p. 146). Una vez más el
delito se apoya en la literatura: todo es posible si una legibilidad da
la s ra zo ne s. La tr ai ci ón de Ro ca mb ol e le ha ce po si bl e ot ra s
traiciones, las legaliza. En este caso, además, la transgresión es

66
ambigua: al impedir el robo se ayuda a encarcelar a un
"delincuente", se defiende la propiedad. Hay un código doble y el
repudio moral ("¿por qué ha traicionado a su compañero? y sin
motiv o. ¿No le da vergüen za tener tan poca dignidad a sus años?",
le dice el ingeniero a quien avisa del robo, véase p. 153) no hace
más qu e af ir mar el ca rá ct er le ga l de es te ac to so ci al men -t e
"positivo": nueva inversión, Astier hace el mal por el bien, y en la
confesión, el relato anticipa el crimen, legali zándose.
De este modo Astie r queda -como en toda la novela- atrapado en
esa ambigüedad que constituye el centro de su aprendizaje. Antes,
como vimos, la literatura sostenía la entrada del delito, en este
caso, se sale del delito por la literatura. En el momento de delatar,
Astier fija "los ojos en una biblioteca llena de libros" (véase p. 149):
frente a esa biblioteca la iniciación se cierra y comienza su relato.
Relato del crimen, al anticipar eí robo, constituye un destino ("El
Rengo fue detenido a las nueve de la noche", p. 150) para que actúe
la le y. En es te se nt ido , po dr íam os de ci r qu e la de la ci ón es la
expresión misma de la escritura arltiana: se trata de decirlo todo y
esa "sinceridad" hace de la confesión una forma privilegiada de la
li ter atu ra . "A l es cr ib ir mi s me mo ri as " di ce As ti er al co mi en zo
(véase p. 39): memoria de una lectura y sus dificultades en el juego
de las sustituciones, los canjes, las pérdidas, El jugu ete rabioso
exhibe -oculto en las metáforas que lo encubren-ese trabajo que
empieza cuando todo termina. Como el objeto perdido del que habla
el psicoanálisis, lo encontramos en todos lados sin reconocerlo en
ninguna parte. "Busco un poema que no encuentro", dice Astier (p.
87): cargada de referencias literarias, dividida en capítulos cuyos
títulos ("Los ladrones", "Judas Iscariote", "Los trabajos y los días")
so n ci ta s de ot ro s lib ro s, el re lat o mu es tr a la s hu el la s de es a
búsqueda. En el rec uerdo del fragme nto de Ponson du Terrail que
ha ce po si bl e la de la ció n, el te xt o, se de tie ne pa ra re gis tr ar el
momento en que la transgresión se realiza en el lenguaje: en esa
cita doble (con la literatura, con la ley) la historia se cierra sobre sí
misma y la novela puede ser escrita. O mejor,

67

en el doble juego de los textos citados (el relato del robo, el texto
de Ro ca mb ol e) , te xt o en el te xt o, re la to en el re la to , na ce la
posibilidad misma de escribir. En este sentido, habría que deci r que
en este libro no hay otro juguete rabioso que la literatura.

Por otro lado, un procedimiento se perfecciona: la lectura que


sirve de apoyo a la experiencia se hace visible, se cristaliza hasta
terminar apoyándose
aso mbr osa est e pasenaje
un: texto.
Roca"De pronto
mb ole recordé
ol vidó conun
por nitidez
mo me nt o sus
dolores físicos. El preso cuyas espaldas estaban acardenala das por
la vara del capataz, se sintió fascinado: parecióle ver desfilar a su
vista como un torbellino embriagador, París, los Campos Elíseos, el
Bu levar de los Italian os , tod o aqu el mu nd o des lumb rador de luz y
de rui do en cu yo sen o ha bía vi vi do an tes ' (p . 14 6) . La lec tu ra
constituye una escritura, define otro texto en el texto. Esta cita a la
vez muestra el mo me nto en el que se escribe una lectura, ma rca una
propiedad y legitima una traición. A su vez, la delación, crimen
parasitario que debe injertarse en otro crimen, es también una cita:
con la ley, con la justicia. Se comprende, ahora, el desvío de Astier:
citar es tomar posesión de un texto , esta apropi ación por fin legal,
se ha fundado en el delito: al delatar, Astier no hace otra cosa que
"literatura".

Es cr ibir una lect ura

Lugar donde se intercambian los libros "usados", la cita marca el


pasaje de la lectura a la escritura: consumo productivo, se trata no
ya de leer, sino de escribir esa lectura. En el caso de Astier el rodeo
de su acceso (alquilar, robar, vender, incendiar) ha devaluado su
ap ro pi ac ió n: en el te xt o "p ob re " de Po ns on se le en al mis mo
tiempo, las dificultades de una lectura y sus protocolos. De todos
modo s, esta lectura desacred itada es su único respald o para poder
garantizar una escritura: no sólo porque marca —como vimos— el
momento en que esa lectura se constituye en texto, sino porque
además, releyendo la cita, se encuentra, junto con los signos de la
lec tur a cuy as des ven tur as hem os rec orr ido (lit era tur a "ba rat a",
folletín, delito)

68

el ré gim en mis mo de su es ti lo . "A car den al ad as , par ec ió le ,


torbellino embriagador, mundo deslumbrador": en realidad, detrás
de es e le ng ua je cr is pa do se ve ap ar ec er al mi sm o Ar lt . Es ti lo
sobreactuado, de traductor, alude continuamente a ese otro texto
en el que nace y por momentos es su propia parodia: en este sentido
habría que decir que cuando Arlt confiesa que escribe mal, lo que
hace es decir que escribe desde donde leyó o mejor, desde donde
pudo leer. Así, "las horribles traducciones españolas" de las que
habla Bianco son el espejo donde la escritura de Arlt encuentra "los
mod elos " (Su e, Dos toie vsk i, Pon son , etc .) que qui ere lee r. Est a
interferencia, señala los límites de un espacio de lectura del que la
cita de Rocambole es apenas una marca.

No es ca su al qu e en es ta ap ro pi ac ión de gr ad ad a la s pa lab ra s
lunfardas se citen en comillas: idioma del delito, debe ser señalado
al ingresar en la literatura. En este sentido, Arlt actúa incluso como
un "t ra du ct or " y la s no tas al pi e (vé as e p. 49 ) ex pl ic an do qu e
"jetra" quiere decir "traje", o "yuta", "policía secreta" son el signo
de una ciert a posesión. Si como señala Jakobs on, el bilin güismo es
un a re la ció n de pod er a tr av és de la pa lab ra , se en ti en de n la s
razo nes de este simulac ro: ése es el único lenguaje cuya propiedad
Arlt puede acreditar.

A la inversa, en la escena con la "ma ntenida" (véase p. 88) a la


que Astier le lleva
la prohibición y la "un paquete
pérdida. de libros",
Inaccesible, el lenguaje
ajena, se enlaza
esa mujer con
que habla
francés y de pronto lo besa sin que Astier alcance a comprender,
está "en otro mundo". Esa distancia que el idioma remarca es una
distancia de clase: se trata como siempre del acceso -prohibido,
culpable- a la "belleza" y en este caso el lenguaje sirve de soporte al
deseo y a la propiedad. Los diálogos en francés pasan a ser las
ma rc as "in com pr en si bl es " de la se xu al id ad y la ri qu ez a, en el
mismo sentido que -por ejemplo— las frases en italiano ("strunsso,
la vita e denaro", p. 79) convocan el universo de la necesidad y el
tr ab ajo . En es to Ar lt se ma ne ja en un a di re cc ión ho mo log a al
saínete y al grotesco: palabras en italiano, en idisch, en francés, en
alemán, en

69

el relato el idioma extran jero es trata do -al igual que el lunfar do—
como si fuera un jerga de clase que remite a las relaciones sociales.
Es esta estratificación la que el lenguaje vacío, sintagmático de la
tr ad uc ci ón vi en e a cubrir, cli ch és , lu ga res co mune s, en el
vocabulario y los giros "l iterarios" de la tra ducción, Arlt encuentra
un lenguaje escrito a partir del cual construir —en la lectura- su
"propia" escritura. Apropiación de la literatura, lectura escrita, la
traducción define, un cierto espacio de lectura donde el texto de
Arlt encuentra un lugar que lo condiciona y lo descifra .

El escritor fraca sado

Esc rit ura que pag a en "co ndi cio nes bas tan te des favo rab les " la
deuda de su srcen, en última instancia, en Arlt el fracaso es el
ún ico qu e pe rm ite re al iz ar el de seo il eg ít im o, "im po si bl e" , de
es cr ib ir . Po r un lad o, Asti er en cu en tr a la li te rat ur a en la
transgresión y el delito. Al mismo tiempo, entre la vida de Baude-
la ir e, po et a ma ld ito , qu e "n o va le na da " cu yo s "h er mo sí sim os
vers os", expropiados durante el robo a la bibl iot eca, tamb ién sufren
la devaluación del traductor ("Yo te adoro al igual que de la bóveda
nocturna", subrayo yo, véase p. 59); y la visita del poeta parroquial,
elogiado en Time, traducido al italiano, frente a quien Astier admite
-p or ún ic a ve z en to da la no ve la - su re la ci ón con la li te ra tu ra
("¿Escribe? Sí, prosa", véase en este mismo número de Los libros ,
p. 20), el relato va construyendo una cierta metáfora del escritor:
en todos la "razón de ser" es el fracaso y este destino, "inevitable",
culmina con el cuento del Escritor fracas ado (véase N. C. t. III p.
220). En este sentido habría que decir que en esa historia se cierra
el proyecto de escr itura cuya génes is narra El juguete rabioso: Los
dos textos pueden ser leídos como un solo relato en el que "los
deleit es y afanes de la literatura " se realiz an en la destrucc ión y la
pér did a, en esa "nada inf ini ta" que con clu ye el rel ato (vé ase p.
244).

Po r un la do , pa ra Ar lt el fr ac as o es la co nd ic ió n mis ma de
escr itura, pero a la vez -en el revés de la tram a -se entien de que la
visita al poeta parroquial, haya sido sustituida en versión final

70

de El juguete rabioso po r el en cu en tro co n Vi cen te T. So uz a,


experto en "ciencias ocultas y demás artes teosóficas" (véase p. 81).
El canje sustituye al poeta por el mago: los dos capítulos tiene la
mis ma es tr uc tu ra y el mis mo se nti do "in ic iá ti co ", pe ro el
desplazamiento viene a resolver imaginariamente las dificultades
concretas, que marcan los límites sociales de una práctica. De este
modo, paralelamente se puede encontrar en Arlt una propuesta del
escritor como ladrón, delator, inventor, poeta maldito (una mezcla
de Edison, Rocambole, Napoleón y Baudelaire, véase p. 102) que
está más allá del bien y la razón. Acceso mágico a la belleza y al
lenguaje, negación de las determinaciones del trabajo y del dinero,
en esta imagen invertida se hacen ver, justamente, las
prohibiciones y las carencias que el relato describe al narrar los
tr op ie zo s de su pr op ia ge st ac ió n. Es ta am bi gü ed ad de fi ne la
id eolo gí a literaria de Roberto Arlt: en el vaiv én entr e la
omnipotencia y el fracaso una cierta significación imaginaria hace a
la
havez,
y qudee lateriqueza y ra
ne r pa de lapopérdida,
de r es el
cr sí
ib ir ?: mbolo
pu es tadeen
la escritura.
es ce na ¿Qué
de un a
literatura y de sus condiciones el relato de Arlt no hace otra cosa
qu e re pe ti r es a pr eg un ta qu e le da lu ga r. "¿ Qu é er a mi ob ra ?
¿Existía o no pasaba de ser una ficción colonial, una de esas pobres
real izacio nes que la inmensa sandez del terru ño endiosa a falta de
al go me jor ?" , es ta dud a de l Escritor fracas ado (vé as e p. 23 3),
remi te directame nte a los códigos de lectura que al decidir el valor
y la propiedad de "lo literario", permi ten explicar la fatalidad social
de un fracaso inevitable.

Síntom a de esas circu nstan cias, en el trayecto de Astier se narra


las interferencias que se sufre, desde una determinada clase, para
llegara, la escritura;
las condiciones al mismode
de producción tiempo en el textoCondiciones
una literatura. se van definiendo
de
producción, códigos de lectura, es esta relación la que ahora es
prec iso reconstru ir para encon trar -en el pasaje de la tradu cción a
la legibilidad- el nudo de esa situación particular a partir de la cual
se ordena el sistema literario en la Argentina: la dependencia.

71

Das könnte Ihnen auch gefallen