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UNIVERSIDAD CATÓLICA DE LA SSMA.

CONCEPCIÓN

APUNTE DE ANTROPOLOGÍA MÉDICA

EL PECADO

LA IMAGEN DE DIOS

DEFORMADA
ENFOQUES DEL ESTUDIO DEL HOMBRE PROPUESTOS POR LA ANTROPOLOGÍA CRISTIANA

Naturaleza del Hombre desde la Creación

Es el estudio del hombre desde un enfoque cristiano. Es decir, el enfoque va a estar dado por la persona de
Cristo. Partimos de una afirmación fundamental que pretende responder a una pregunta que también es
fundamental: ¿Qué es el hombre? La Sagrada Escritura dice que el hombre es imagen de Dios, esta es la
afirmación fundamentada. Con esta afirmación ya se nos presenta como algo complejo (una realidad compleja).
Es una categoría central para una comprensión de lo humano. Boeccio decía “El hombre es un ser racional”.
Aquí no se dice nada nuevo. Cuando decimos que “el hombre es imagen de Dios” es central en una afirmación
que es de un carácter procesual que marca lo permanente como también un dinamismo externo.

El hombre es imagen de Dios formado desde el momento de la creación. Este hombre por la realidad del
pecado se transforma en una imagen de Dios deformada. Esta imagen de Dios que es el hombre por un factor
llamado “Gracia” es reformada. Esta imagen de Dios que es el hombre por su aspecto “escatológico” va a ser
consumada. (Llevada a su plenitud).Esto se resumiría así:

1º) Imagen de Dios (creación) formada


2º) Imagen de Dios (pecado) deformada
3º) Imagen de Dios (gracia) reformada
4º) Imagen de Dios (escatología) consumada.

En la etapa 2, imagen de Dios, deformada el pecado como dimensión teológica es distinto de los pecados. Esto
tiene importancia porque el pecado como objeto teológico es una cosa, en cambio los pecados es hablar de los
actos de pecado que le compete a la teología moral. El pecado tiene asiento en lo humano. El hombre puede
deformarse y puede modificarse de deformado a ser reformado. Lo que no pierde nunca es lo 1º que es imagen
de Dios. Dios no peca, el hombre peca. Para que se restituya esta deformación, el hombre no puede hacer
nada en forma individual, necesita de una cosa externa a él que se llama “gracia”. Cuando el hombre recupera
este nivel de formación, lo hace en un nivel superior al primero (imagen de Dios).

El hombre es imagen de Dios

El hombre es imagen de Dios, es decir, se da como supuesto que se acepta la existencia de un Dios que tiene
capacidad de crear, recrear y de consumar lo que ha creado. Con el concepto imagen se afirma que este Dios
es capaz de entrar en diálogo con lo que ha creado, se reconoce a sí mismo, el hombre con capacidad de
abrirse a su Dios que lo ha creado. Dios existe en acción, creando y recreando.(dinamismo de Dios).Decir que
el hombre es imagen de Dios, es afirmar que el hombre se abre a lo trascendente, sale de sus límites y
fronteras sabiendo que su capacidad adquiere sentido fuera de sí mismo. Esta afirmación le da al hombre su
fundamento personal y social. Aquí esta explicita la afirmación de un tú y un yo “Dios dice”: “yo creo al hombre”.
El hombre se reconoce como un yo creado que entra en relación con un tú que lo ha creado. También es capaz
de reconocer este hombre una dimensión con otros, reconoce la contención de “tus”, por lo tanto, da paso al
nosotros. Aquí se fundamenta el carácter social que hace al hombre reconocer otras creaciones de Dios. La
afirmación del hombre como imagen de Dios marca definitivamente la superioridad del ser humano sobre las
otras realidades creadas. El hombre es un ser superior porque es imagen de Dios (no es superior porque
piensa). Por lo tanto, le da la superioridad de acción a parte de la de “ser”. Poder de actuar, el actuar humano
es superior a cualquier otro ser.

El Acontecimiento Cristiano

Desde la perspectiva de la antropología teológica Cristo aparece como “el Hombre”. Cristo es la imagen de Dios
perfecto. Por lo tanto, es la imagen del hombre perfecta. En el estudio de Cristo se habla de algo central:
“Encarnación”. (Que reproduce en el momento del anuncio). Dios se hace hombre. ¿Por qué Dios se hizo
hombre? Porque sí, por voluntad del Padre; porque él quiso. ¿Para qué Dios se hizo hombre? Para que el
hombre se haga Dios, para que el hombre participe plenamente de la vida de Dios. Esta acción o hecho o
elemento externo al hombre para sacarlo de esta deformación se llama Jesucristo. Esta deformación es el
pecado. El valor que tiene la acción de Cristo es que es una acción de Dios. El hombre no puede ser imagen de
Dios por sí mismo, no puede poner en acto esta imagen de Dios. Le es más fácil deformar su ser imagen de
Dios que formarla. No es suficiente haber sido creado imagen de Dios para serlo plenamente. Para serlo
plenamente se necesita del acontecimiento cristiano.

Dios: creador, infinito (perfección) ----- Hombre: criatura, ser finito (imperfecto), (Paradoja).

El haber sido creado a imagen de Dios es un llamado al hombre para que complete esta perfección. El hombre
que es finito ha sido creado con el llamado de ser infinito. El hombre es una paradoja. La infinitud a que está
llamado el hombre es sólo realizable por Cristo. Sólo por gracia el hombre está llamado a realizar lo que está
llamado a ser: “Imagen de Dios”.

Hay una tensión dialéctica (oposición de contrarios):

Naturaleza: - es propio del hombre


- se define como creatura, finito, etc.
- llamado a la perfección, etc.
La Gracia: - es ajeno al hombre.
- es propio de Dios.

Esta tensión entre la naturaleza y la gracia ha sido enfrentada en la teología de diferentes maneras: Desde
afirmar que la gracia es tan contundente e irrumpe en el hombre de tal modo de absorber la naturaleza humana;
hasta afirmar a tal grado la grandeza del hombre que la gracia viene a ser un añadido que este y no cambiaría
nada al hombre. La gracia: se afirma ésta y se reconoce como externa, ajena a la naturaleza del hombre. Como
realidad externa es absolutamente gratuita. La realización del hombre se da por la gracia.

El PECADO O IMAGEN DE DIOS DEFORMADA

La voz de la conciencia a veces nos dice lo que está bien o mal de nuestros actos, pero no siempre
comprendemos qué es exactamente el pecado y por qué ofende a Dios. Entender el pecado es comprender
nuestra conducta humana, y su relación con Dios; una conducta que puede contravenir a su voluntad y a sus
mandamientos. En nuestra sociedad actual se tiende a ver todo como algo relativo, y que nuestros actos no
tienen consecuencias. El primer efecto es una grave (muy grave) constancia en la ofensa a Dios, y ha sido tan
difundido este efecto, que actualmente nuestra sociedad humana comienza a plagarse de problemas como la
deshonestidad, la mentira, la deslealtad y en casos muy graves la perversión misma comienza a verse como
algo "normal". Comprender qué es el pecado es importante porque nos puede hacer comprender mejor nuestra
relación con Dios y los efectos de nuestras acciones.

NATURALEZA DEL PECADO

El pecado dice San Agustín, es “toda palabra, acto o deseo contra la ley de Dios”
(cfr. Contra Faustum I, 22 c. 27: PL 42, 418). O bien, según la definición clásica, pecado es:
a) la trasgresión: es decir violación o desobediencia;
b) voluntaria: porque se trata no sólo de un acto puramente material, sino de una acción formal, advertida y
consentida;
c) de la ley divina: o sea, de cualquier ley obligatoria, ya que todas reciben su fuerza de la ley eterna.
Si la trasgresión afecta una ley moral grave, se produce el pecado mortal; si a una
leve, el pecado venial. En el primer caso -como veremos más detenidamente- hay un verdadero alejamiento de
Dios; en el segundo, sólo una desviación del camino que nos conduce a Él. Cuando el hombre peca
gravemente se pierde para sí mismo y para Dios: se encuentra sin sentido y sin dirección en la vida, pues el
pecado desorienta esencialmente en relación al fin sobrenatural eterno. El pecado es, por tanto, la mayor
tragedia que puede acontecer al hombre: en pocos momentos ha negado a Dios y se ha negado también a sí
mismo. Su vida honrada, su vocación, las promesas del bautismo, las esperanzas que Dios depositó en él, su
pasado, su futuro, su felicidad temporal y eterna, todo se ha perdido por un capricho pasajero.
EL DOBLE ELEMENTO DE TODO PECADO

Al hablar del pecado, todos los autores están de acuerdo en señalar que son dos los elementos que entran en
su constitutivo interno: el alejamiento de Dios y la conversión a las criaturas. Veremos cada uno por separado.

A. El alejamiento de Dios

Es su elemento formal y, propiamente hablando, no se da sino en el pecado mortal, que es el único en el que se
realiza en toda su integridad la noción de pecado. Al transgredir el precepto divino, el pecador percibe que se
separa de Dios y, sin embargo, realiza la acción pecaminosa. No importa que no tenga la intención directa de
ofender a Dios, pues basta que el pecador se dé cuenta de que su acción es incompatible con la amistad divina
y, a pesar de ello, la realice voluntariamente, incluso con pena y disgusto de ofender a Dios.

En todo pecado mortal hay una verdadera ofensa a Dios, por múltiples razones:
1) Porque es el supremo legislador, que tiene derecho a imponernos el recto orden de la razón mediante su ley
divina, que el pecador quebranta advertida y voluntariamente;
2) porque es el último fin del hombre y éste, al pecar, se adhiere a una criatura en la que de algún modo pone
su fin;
3) porque es el bien sumo e infinito, que se ve rechazado por un bien creado y perecedero elegido por el
pecador;
4) porque es gobernador, de cuyo supremo dominio se intenta sustraer el hombre, bienhechor que ve
despreciados sus dones divinos, y juez al que el hombre no teme a pesar de saber que no puede escapar de Él.

B. La conversión a las criaturas

Como se deduce de lo ya dicho, en todo pecado hay también el goce ilícito de un ser creado, contra la ley o
mandato de Dios. Casi siempre es esto precisamente lo que busca el hombre al pecar, más que pretender
directamente ofender a Dios: deslumbrado por la momentánea felicidad que le ofrece el pecado, lo toma como
un verdadero bien, como algo que le conviene, sin admitir que se trata sólo de un bien aparente que, apenas
gustado, dejar en su alma la amargura del remordimiento y de la decepción. Como ya habíamos dicho, en la
inmensa mayoría de los casos el pecado resulta originado por este segundo elemento. Los pecados motivados
directamente por el primer elemento -el odio o aversión a Dios- se denominan pecados satánicos. Además del
desorden que implican estos dos constitutivos internos -rechazo de Dios, mal uso de un ser creado-, hay que
decir también que el pecado conlleva otros desórdenes:

1) Una lesión a la razón natural: todo pecado es una verdadera estupidez (vera stultitia, dice Santo Tomás de
Aquino: cfr. S. Th. I-II, q. 71, a. 2) cometido contra la recta razón, pues por el gozo de un bien finito se incurre en
la pérdida de un bien infinito.

2) Una lesión al orden social: la inclinación al mal, que permanece después del pecado original y se agrava con
los pecados actuales, ejerce su influjo en las mismas estructuras sociales, que en cierto modo están marcadas
por el pecado del hombre.
Los pecados de los hombres son causa de situaciones objetivamente injustas, de carácter social, político,
económico, cultural, etc. En este sentido puede hablarse con razón de pecado social, que algunos llaman
estructural: todo pecado tiene siempre una dimensión social, pues la libertad de todo ser humano posee por sí
misma una orientación social (cfr. Exh ap. post-sinodal Reconciliación y Penitencia de Juan Pablo II, n. 16);

3) Una lesión al cuerpo Místico de Cristo: asimismo, todo pecado repercute en la Iglesia, pues se desarrolla en
el misterio de la comunión de los santos:

Se puede hablar de una `comunión del pecado", por el que un alma que se abaja, abaja consigo a la Iglesia y,
en cierto modo, al mundo entero. En otras palabras, no existe pecado alguno, aun el más estrictamente
individual, que afecte exclusivamente al que lo comete (ibidem).
CAUSAS DEL PECADO

En realidad siempre la causa universal de todo pecado es el egoísmo o amor desordenado de sí mismo. Amar a
alguien es desearle algún bien, pero por el pecado desea el hombre para sí mismo, desordenadamente, un bien
sensible incompatible con el bien racional. Que el amor desordenado a sí mismo y a las cosas materiales es la
raíz de todo pecado queda frecuentemente de manifiesto en la Sagrada Escritura (cfr. Prov. 1, 19; Eclo. 10, 9;
Jue. 5, 10; 10, 4; I Sam. 25, 20; II Sam. 17, 23; I Re. 2, 40; Mt. 10, 25; etc.). Junto a la causa universal de todo
pecado, podemos distinguir otras, tanto internas como externas:

Las causas internas son las heridas que el pecado original dejó en la naturaleza humana:

1) la herida en el entendimiento: la ignorancia que nos hace desconocer la ley moral y su importancia;
2) la herida en el apetito concupiscible: la concupiscencia o rebelión de nuestra parte más baja, la carne, contra
el espíritu;
3) la herida en el apetito irascible: la debilidad o dificultad en alcanzar el bien arduo, que sucumbe ante la fuerza
de la tentación y es aumentada por los malos hábitos;
4) la herida en la voluntad: la malicia que busca intencionadamente el pecado, o se deja llevar por él sin oponer
resistencia.

Las causas externas son:

1) el demonio, cuyo oficio propio es tentar o atraer a los hombres al mal induciéndolos a pecar. "Sed sobrios y
estad en vela, porque vuestro enemigo el diablo anda girando como león rugiente alrededor de vosotros en
busca de presa que devorar" (I Pe. 5, 8; cfr. también Sant. 4, 7);
2) las criaturas que, por el desorden que dejó en el alma el pecado original, en vez de conducirnos a Dios en
ocasiones nos alejan de El. Pueden ser causa del pecado ya sea como ocasión de escándalo (ver 7.3.3.d), bien
cooperando al mal del prójimo (ver 7.3.3.e).

ORIGEN Y CONSECUENCIAS

El origen del pecado se remonta a nuestros primeros padres, quienes en un acto de


soberbia, desobedecen libremente el mandato divino, con plena conciencia de las consecuencias que tendría: el
romper la amistad con Dios. De la desobediencia de Adán y Eva (pecado original) comenzó un largo camino
para la humanidad. Las consecuencias del pecado son muchas, pero llama la atención poderosamente una de
ellas: la muerte. Así vemos que el Catecismo de la Iglesia Católica nos explica esta consecuencia del pecado:

"Frente a la muerte, el enigma de la condición humana alcanza su cumbre". En un sentido, la muerte corporal
es natural, pero por la fe sabemos que realmente es "salario del pecado" [Rm 6,23 .]. Y para los que mueren en
la gracia de Cristo, es una participación en la muerte del Señor para poder participar también en su
Resurrección." (Catecismo, n. 1006). "La muerte es consecuencia del pecado. Intérprete auténtico de las
afirmaciones de la Sagrada Escrituras y de la Tradición, el Magisterio de la Iglesia enseña que la muerte entró
en el mundo a causa del pecado del hombre. Aunque el hombre poseyera una naturaleza mortal, Dios lo
destinaba a no morir. Por tanto, la muerte fue contraria a los designios de Dios Creador, y entró en el mundo
como consecuencia del pecado. "La muerte temporal de la cual el hombre se habría liberado si no hubiera
pecado ", es así "el último enemigo" del hombre que debe ser vencido." (Catecismo, n. 1008). "Desfigurado por
el pecado y por la muerte, el hombre continúa siendo "a imagen de Dios", a imagen del Hijo, pero "privado de la
Gloria de Dios" [Rm 3,23 .], privado de la "semejanza". La Promesa hecha a Abraham inaugura la Economía de
la Salvación, al final de la cual el Hijo mismo asumirá "la imagen" y la restaurará en "la semejanza" con el Padre
volviéndole a dar la Gloria, el Espíritu "que da la Vida"." (Catecismo, n. 705).
DISTINCION DE LOS PECADOS

Nos interesa conocer en los pecados tres distinciones fundamentales: la teológica, la específica y la numérica.

A. Distinción teológica: es la que existe entre el pecado mortal y el venial. De esta distinción se hablar con
detenimiento más adelante.

B. Distinción específica: es la que existe entre pecados de diversa especie o naturaleza. Es una distinción
necesaria por el precepto divino de confesar los pecados graves en su especie ínfima.
Son específicamente distintos:
1) los pecados que se oponen a diversas virtudes: p. ej., la gula, que se opone a la templanza, y el robo, que se
opone a la justicia;
2) los pecados que se oponen a la misma virtud por exceso o por defecto: p. ej., la presunción (exceso
desordenado de la esperanza) y la desesperación (falta de esperanza); o la soberbia (falta de humildad) y la
pusilanimidad (falsa humildad);
3) los pecados que se oponen a diversos objetos de una misma virtud: la justicia, p. ej., comprende cuatro
bienes diferentes -la vida, la fama, el honor y la propiedad- que originan cuatro pecados diversos: el homicidio,
la murmuración, la injuria y el robo;
4) los pecados que quebrantan leyes o preceptos dados por motivos diversos: p. ej., quien omite la asistencia a
una Misa que debe oír por ser domingo y por cumplir una penitencia.

C. Distinción numérica: es la que existe entre los diversos actos pecaminosos cometidos.

CLASIFICACIÓN DEL PECADO

El pecado puede clasificarse según el siguiente esquema:

1 Original (el pecado de Adán y Eva, que se trasmite a todos los hombres por generación)
Personal (el pecado que comete el propio individuo)
2 Habitual (es la mancha que deja en el alma el pecado actual. Se llama también “estado de pecado”)
Actual (cada trasgresión de la ley divina)
3 Interno (si se realiza sólo en la mente o en el corazón, p. ej., odiar)
Externo (si se realiza exteriormente, con palabras o hechos)
4 Formal (cuando se comete a sabiendas de que se quebranta la ley o, en otras palabras, si se actúa en
contra de la conciencia)
Material (cuando se quebranta la ley involuntariamente, es decir, la conciencia es recta pero errónea.
Es el caso de actuar por ignorancia invencible)
5 De comisión (acción positiva contra un precepto: e. ej., el homicidio)
De omisión (ausencia de un acto positivamente imperado: p. ej., no oír Misa en día festivo)
6 Mortal Esta última clasificación es la que más nos interesa porque
Venial en un caso, el del pecado mortal, al destruirse la gracia hay un alejamiento total de Dios que
de no rectificarse, supone el perderlo eternamente. Por lo tanto, está en juego la consecución o la
pérdida del fin último para el que hemos sido creados.

LAS TENTACIONES

Por tentación se entiende toda aquella sugestión interior que, procediendo de causas tanto internas como
externas, incita al hombre a pecar.

Las tentaciones actúan en el hombre de tres maneras:

1) engañando al entendimiento con falsas ilusiones, haciéndole ver, p. ej., la muerte como muy lejana, la
salvación muy fácil, a Dios más compasivo que justiciero, etc.;
2) debilitando a la voluntad, haciéndola floja a base de caer en la comodidad, en la negligencia, etc.;

3) instigando a los sentidos internos, principalmente la imaginación, con pensamientos de sensualidad, de


soberbia, de odio, etc.

Las tentaciones son pecado no cuando las sentimos, sino sólo cuando voluntariamente las consentimos. Es
importante comprender con claridad que la tentación sólo puede incitar a pecar, pero nunca obliga a la voluntad,
que permanece siempre dueña de su libre albedrío. Ninguna fuerza interna o externa puede obligar al hombre a
pecar.
Por tanto, siempre podemos vencer las tentaciones, ya que ninguna de ellas es superior a nuestras fuerzas: Fiel
es Dios que no permitir que seáis tentados sobre vuestras fuerzas, sino que de la misma tentación os hará
sacar provecho (I Cor. 10, 13).
Dios no quiere nuestras tentaciones, pero las permite, ya para humillarnos, haciéndonos ver la necesidad que
tenemos de su gracia, ya para fortalecernos con la lucha, ya para que adquiramos m‚ritos para el cielo.

Los medios para vencer las tentaciones están siempre al alcance de la mano:

1) los medios sobrenaturales, que son los más importantes: la oración, la frecuencia de sacramentos y la
devoción a la Santísima Virgen;

2) la mortificación de nuestros sentidos, que fortalece la voluntad para que pueda resistir en el momento de la
tentación;

3) evitar la ociosidad, pues la tentación parece que espera el primer momento de ocio para insinuarse;

4) huir de las ocasiones de pecado, dado que nunca es lícito exponerse voluntariamente a peligro próximo de
pecar: supondría conceder poca importancia a la probable ofensa a Dios y tiene, por tanto, razón de verdadero
pecado. No tengas la cobardía de ser `valiente": ¡huye! (Camino, n. 132).

LA OCASION DE PECADO

Por ocasión de pecado se entiende toda aquella situación en la que el hombre se encuentra en peligro de caer
en pecado.
Se distingue de la tentación al ser una realidad externa que se presenta como motivo de pecado. La tentación,
en cambio, es sólo una sugestión interior.

La ocasión de pecado puede ser:


a) próxima: si el peligro de pecar es muy grande y la comisión del pecado casi segura;
b) remota: si el peligro de pecar no es grande;
c) voluntaria: si el hombre la busca libremente;
d) necesaria: cuando es física o moralmente inevitable.

Los principios morales en relación a la ocasión de pecado son:

1o. La ocasión próxima voluntaria de pecar gravemente, es gravemente pecaminosa.


Existe, por tanto, el deber absoluto de evitar ese tipo de ocasiones, al grado de exigirse como condición previa
indispensable para recibir la absolución sacramental, pues no manifestaría sincero arrepentimiento el que no se
aparte de la ocasión próxima voluntaria; p. ej., no podría impartirse la absolución al que no quisiera deshacerse
de las revistas obscenas que le suponen ocasión de pecar (cfr. Mt. 5, 29 ss.; 18, 8; Dz. 1211-1213).

2o. En la ocasión próxima necesaria, el hombre debe emplear todos los medios a su alcance para alejar en lo
posible la ocasión de pecar y restarle influencia. En otras palabras, debe convertir la ocasión próxima en
remota.
3o. Es imposible al hombre evitar todas las ocasiones remotas de pecar, especialmente en relación al pecado
venial, tanto por la fragilidad de su naturaleza como por los peligros externos. Debe, sin embargo, aumentar por
ello su confianza en Dios y acudir con m s frecuencia a los medios sobrenaturales, evitando igualmente la
excesiva inquietud.

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