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Navarro Gómez Rafael Alberto

Ciencia y Arte I
Grupo 4

Museo Nacional de las Culturas

Introducción:

El Museo Nacional de las Culturas, del Instituto Nacional de Antropología e Historia, es un


museo dedicado a la difusión de las diversas culturas del mundo, con un enfoque a las
culturas antiguas del mundo Occidental. El museo como tal se fundó en diciembre de 1965,
aunque el recinto en el cual se ubica tiene una historia mucho más larga. La edificación que
actualmente alberga al museo, fue construida por orden de Hernán Cortés para convertirse
en la Real Casa de la Moneda sobre las ruinas de una construcción mexica que formaba
parte del Palacio de Moctezuma, a la cual los españoles le dieron el nombre de la Casa
Denegrida. Una vez consumada la Independencia de México, Guadalupe Victoria dio la
orden en 1825 de utilizar el edificio para fundar el Museo Nacional. Posteriormente, entre
las muchas utilidades que se le dio al lugar, fungió también como la cede de la Suprema
Corte de Justicia de la Nación en tiempos de Benito Juárez. En 1865 el emperador
Maximiliano de Habsburgo decidió fundar ahí el Museo Público de Historia Natural,
Arqueología e Historia. Sin embargo, tiempo después el museo comenzó a decaer debido
a que muchas de sus colecciones fueron trasladadas a distintos museos en México, como
el Palacio de Cristal (hoy en día el Museo Universitario del Chopo), el Museo Nacional de
Historia en el Castillo de Chapultepec y por último, en 1964, al recién fundado Museo
Nacional de Antropología e Historia, a donde se llevaron todas las colecciones restantes
que albergaba el museo. Sin embargo, poco después se tomó la decisión de utilizar las
instalaciones para un museo como no se había visto antes en México o Latinoamérica ,
dedicado a las diversas culturas del mundo. Esto dio origen a lo que es hoy el Museo
Nacional de las Culturas.

Obras:

Ataúd de Djedet sacerdotisa cantora del


dios Amón.
Ca. 1069-664 a.C. dinastías XXI-XXV
tercer período intermedio.
Réplica en pasta del original en madera
tallada, estucada y policromada.
Original en el Museo Nacional de Historia
Natural del Instituto Smithsonian, Estados
Unidos de América.

Elegí este ataúd porque me parece que hoy en día junto con las pirámides, es uno
de los objetos con el cual relacionamos más a los egipcios. Cuando me hablan de Egipto
de las primeras cosas que se me vienen a la mente es un sarcófago. Y siempre me parece
interesante ver uno de cerca, entrar en contacto con él y con todos las bellas figuras que lo
ornamentan.
Sobre el ataúd lo primero que destaca para mí es la figura de la persona que yace
dentro. El sarcófago toma la silueta de la persona: la forma de los pies sobresale del nivel
superior y la cabeza resalta de manera similar, al igual que los brazos que se encuentran
entrecruzados. Hay múltiples figuras de dioses y jeroglíficos adornando el sarcófago. De
entre ellas, destaca Isis extendiendo sus brazos y alas justo por debajo de los brazos de la
sacerdotisa enterrada, en la parte superior del ataúd. Isis era la gran diosa madre y aparece
con los brazos extendidos para representar esto. Debajo del ella hay tres niveles diferentes
que representan las mismas figuras simétricamente del lado izquierdo y derecho. En el nivel
superior se encuentra Osiris, dios egipcio de la resurección, fertilidad y agricultura. Se
puede identificar por su color verde que representa precisamente la fertilidad, y por el bastón
y el látigo que tiene en sus manos. En el nivel de en medio se encuentran Horus y Neftis.
Horus es el dios celeste, que puede ser identificado ya que suele ser representado ya sea
como halcón, o con cabeza de halcón. Neftis por otro lado es una diosa protectora de los
muertos, al igual que su hermana Isis. En el nivel inferior se encuentra Anubis, el guardián
de las tumbas y maestro de la necrópolis, quien se encuentra hincado y puede ser
reconocido por su cabeza de chacal. Cabe destacar que en cada nivel está también
representado el ojo de Horus al cual se le atribuyen propiedades protectoras, purificadoras,
sanadoras e imperturbables. Además, sobre las caras laterales del sarcófago, a lo largo de
toda la periferia inferior, se encuentra representado el dios Amón múltiples veces,
probablemente debido a que la sacerdotiza que yace dentro encomendó su vida a este dios,
quien se fusionó con el dios Rá, para convertirse en el Rey de los Dioses.

Este sarcófago fue creado durante el tercer período intermedio, ya después de haber
entrado Egipto a su época de Imperio Nuevo. Según los expertos la persona que realizó
este sarcófago debe haber sido alguien de nivel, puesto que es de primera calidad. Por lo
tanto, se puede dar por hecho que la sacerdotisa a quien fue construido este ataúd era
también una persona de gran importancia. Además esto se puede inferir también tomando
en cuenta que la sacerdotisa veneraba a Amón, quien en esa época era el dios más
importante, considerado el Rey de los Dioses y el creador de sí mismo. Junto con Osiris,
Amón es el dios más representado por los egipcios, por lo que los sacerdotes que se
dedicaron a su reverencia debieron haber sido muy importantes.
Hidria con escenas del Héroe Heracles.
Ca. 550-525 a.C. Período arcaico.
Cerámica moldeada, modelada y pintada.
Réplica. Original en el Museo del Louvre,
París, Francia.

Decidí incluir este jarrón en el trabajo porque desde pequeño me ha fascinado la


cultura griega, en especial su mitología. Y precisamente en este jarrón encontré lo que
buscaba: una imagen relatando una de las doce hazañas de Heracles.

En la parte frontal del jarrón aparece del lado derecho el héroe Heracles, a quien es
fácil reconocer por traer puesto encima la piel del león de Nemea y un mazo en su mano.
En su otra mano sostiene una correa atada a Cerbero, un perro de tres cabezas que cuida
el inframundo. Normalmente la cola de Cerbero es una serpiente, pero en esta
representación sales serpientes desde diversos puntos de su cuerpo. Por último, del lado
izquierdo se encuentra muy probablemente Euristeo, que es el rey para el cual Heracles
realizó sus trabajos.

Las hidrias eran vasijas griegas utilizadas para almacenar y transportar agua. Se
distinguen de otros tipos de recipientes por tener dos asas paralelas en cada lado y una
grande en la parte superior. Normalmente en este tipo de vasijas se incluían escenas de la
mitología griega, tal y como en ésta. Era muy común que se hiciese cerámica relatando las
12 tareas encargadas a Heracles para redimir los asesinatos que realizó bajo la
manipulación de Hera. Para lograr plasmar las figuras deseadas en la cerámica era
necesaria la colaboración de un artista y un alfarero, aunque de vez en cuando habían
personas capaces de realizar ambas labores. El artista debía aplicar los “pigmentos” a las
piezas mientras siguieran frescas pero los que se usaban para el color rojo y el negro
apenas y se podían ver al ser aplicados, por lo que el artista debía memorizar lo que iba a
poner y hacerlo con una visibilidad muy reducida. Posteriormente el alfarero debía poner
las vasijas en diferentes medios en un orden específico para lograr que se tiñieran de la
manera deseada. Una vez que se terminaba su cocción, las figuras representadas se
volvían completamente visibles y con diferentes tonalidades, según el pigmento utilizado.
Los luchadores
Ca. 1-100 d.C. Imperio romano.
Mármol blanco tallado y pulido.
Reproducción original en la galería de los
Uffizi, Florencia, Italia.

También quise incluir esta obra en el trabajo porque me impresionó la maestría que
alcanzaron los romanos, aunque seguramente por herencia de los griegos, para esculpir
tan detallada y precisamente el cuerpo humano. Además, me llamó mucho la atención
también porque yo practico un arte marcial y la persona en la parte superior le está
aplicando al de la parte inferior una llave muy eficaz que hoy en día se sigue utilizando.

En la escultura se puede apreciar, como su nombre lo rebela, dos hombres


luchando. La persona que se encuentra en la parte superior parece tener una postura
ventajosa sobre su oponente, que yace sometido y casi derrotado sobre el suelo. No sólo
el hombre en la parte superior controla al otro con todo su peso, sino que también ejerce
una torsión sobre su brazo de la cual resulta muy complicado escaparse. Hay un exquisito
lujo de detalle en esta obra de arte; en ella se pueden admirar perfectamente los diversos
músculos y huesos del cuerpo humano, haciendo que no se puedan diferenciar de las
siluetas de personas reales. A mi parecer no hay rasgo que le falte: está bien representado
el cabello, las uñas, las expresiones faciales e incluso algunas venas que sobresalen del
cuerpo.

Los hombres plasmados en esta escultura son dos luchadores de pancracio, un


estilo de lucha que se remonta a la Antigua Grecia. Este deporte fue incluido por primera
vez en el año 648 a.C. en los 30º Juegos Olímpicos Antiguos. El término pancracio proviene
del griego y significa “todos los poderes” o “todas las técnicas” porque en este deporte era
válido cualquier tipo de lucha, y las únicas reglas consistían en no morder y no meter los
dedos en los ojos, nariz o boca del oponente. El combate terminaba hasta la rendición,
pérdida de conciencia o muerte de alguno de los contrincantes, y era común que terminasen
con extremidades rotas o dislocadas.

Conclusión:

El concepto del Museo Nacional de las Culturas me pareció muy bueno, ya que
permite a la gente conectar con las culturas de la antigüedad cuya influencia sigue
permeando hoy en día en nuestras vidas. Sin embargo, algo que no fue muy de mi agrado
es que la gran mayoría de las piezas, sino es que todas, eran réplicas. Aunque por otro lado
es comprensible que no debe de ser fácil obtener artículos originales provenientes de estas
culturales, además de que si eso fuera plausible, aún así se necesitaría un elevado
presupuesto para poder ofrecer un extremo cuidado y restauración continua a los
artefactos.

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