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2- Diatomeas en Órganos
Las diatomeas son algas microscópicas que pueden encontrarse en cualquier
ambiente acuático. Cuando una persona está ahogándose, al inspirar agua
también inspira estas pequeñas algas. Sin embargo, esas algas no se quedarán
ahí, debido a los esfuerzos respiratorios se producen desgarros de los capilares
pulmonares que permiten su paso por la sangre. Y, a partir de ahi, serán enviadas
a distintas regiones del cuerpo humano (hígado, riñón, etc.).
En un cadáver que hubiera sido lanzado al agua después de muerto, sí podría
entrar diatomeas en los pulmones, al pasar el agua pasivamente a ellos. Pero
éstas no pasarían a sangre porque no se habría producido daño en los capilares
pulmonares.
Psicología de la salud, al igual que, como diversos temperamentos,
dan distintas respuestas, ante un estímulo estresor; de la misma
manera, una enfermedad hace a la persona actuar diferente ante
estímulos estresantes.
LOS PSICÓPATAS:
Duermen poco.
Respuestas emocionales poco convincentes.
Pasan de la ira a la calma completa.
Tells, cuando muestra su verdadera naturaleza.
Placer del engaño.
Deseos sexuales aberrantes.
Pobre sentido del olfato.
Discursos con falta de fluidez.
Reducida respuesta de sobresalto (miedo).
Deporte y actividades extremas/peligrosas. Les gusta la intensidad.
Tienen poco o ningún olor corporal.
Tipos
Este trastorno abarca un espectro que reconoce cuatro niveles de
narcisismo:
1. Normal: lo tiene la gran mayoría de la gente. Se relaciona con la
autoestima y es imprescindible para poner límites, exigir respeto y
sentirse orgulloso de lo bueno de cada uno.
2. Anormal: el acento está puesto en destacarse por sobre los
demás. “Por ejemplo, si alguien está contando una historia, el
narcisista inmediatamente aparece con un cuento más largo y
entretenido. No puede quedarse callado”, dice el doctor Valdivieso.
Puede usar al resto y ejercer algún grado de maltrato, pero en una
escala baja.
3. Patológico: los rasgos narcisistas se agudizan, hay mayor
agresión y utilización de las personas.
4. Maligno: las ofensas son muy potentes, con elementos sádicos.
La consciencia moral y la consideración hacia las personas están
atrofiadas. Pueden ser realmente maltratadores. La conducta
bordea lo antisocial, pero en este caso conservan el sentimiento de
culpa.
¿A qué se debe?
Entre el 0,5 y el 1 % de la población general sufre este desorden,
que es más común en los hombres. “Cuando se da en ellas, por lo
general se trata de mujeres muy competitivas, a las que el trabajo
les importa mucho”.
Las causas biológicas no se han descubierto. Se cree que se
relaciona con una baja empatía y apego de la madre, lo que genera
inseguridad afectiva desde la infancia. También se asociaría a un
padre que enfatiza mucho el éxito, por lo que el niño interpreta que
el amor de sus papás depende de cuán exitoso sea y no del simple
hecho de ser su hijo. “Además, hay un factor social: vivimos en una
sociedad en la que el que brilla es el que triunfa”.
Trastorno Negativista desafiante 313.81 (F91.3)
La característica esencial del trastorno negativista desafiante es un patrón
recurrente de comportamiento negativista, desafiante, desobediente y hostil,
dirigido a las figuras de autoridad. El comportamiento más característico es
su resistencia a las normas y demandas de los adultos. Expresan terquedad
persistente, no ceden y se niegan a negociar con adultos o compañeros. Sus
actos son deliberados y están pensados para molestar o comprobar los
límites establecidos. Puede existir un patrón emocional caracterizado por
una baja autoestima, baja tolerancia a la frustración, labilidad emocional y
un consumo precoz de drogas. Suele molestarse fácilmente por otros, es
colérico, iracundo, resentido y vengativo.
El trastorno suele aparecer en el ámbito familiar, en ocasiones no se amplía
a la institución académica o a la comunidad. Los síntomas suelen aparecer
con personas con las que hay relación y confianza y suelen justificar su
comportamiento como respuestas a exigencias, incomprensión u otras
circunstancias de difícil razonamiento. Por tanto, estos sujetos no
consideran que su comportamiento sea desproporcionado o antisocial.
El curso del trastorno suele ponerse de manifiesto antes de los ocho años y
sus síntomas tienden a incrementarse con la edad. Además, suele
diagnosticarse de forma conjunta con el Trastorno por Déficit de Atención y
suele ser un antecesor del Trastorno Disocial. La prevalencia se sitúa entre el
dos y el dieciséis por ciento.
Trastorno explosivo intermitente 312.34 (f63.81)
La característica principal del trastorno explosivo intermitente es el arrebato
recurrente de una falta de control de los impulsos de agresividad, ya sea de
forma verbal (berrinches, disputas verbales, palabras malsonantes, etc.) o
física contra la propiedad, los animales u otros individuos. Los arrebatos
agresivos no son premeditados, ni persiguen ningún objetivo, son
impulsivos. La persona puede describir los episodios agresivos como
“ataques”, en los cuales su precursor ha sido una sensación de tensión o
agitación interna y con dicho “ataque” tiene una sensación de liberación.
Posteriormente, el individuo puede sentir remordimientos por su
comportamiento. El grado de agresividad es desproporcional al episodio
causante del estresante precipitante.
Trastorno de la conducta
El trastorno de la conducta se caracteriza por un patrón repetitivo y
persistente de comportamientos en los que no se respetan los derechos de
los demás, las normas o reglas sociales propias de la edad. Estos
comportamientos se dividen en cuatro grupos:
Agresión a personas y animales: acosa, amenaza, inicia peleas, ha
ejercido crueldad física hacia personas y/o animales, puede utilizar armas
para hacer daño, ha robado agrediendo a la víctima y/o ha cometido una
violación sexual.
Destrucción de la propiedad: ha destruido deliberadamente la
propiedad de alguien o ha prendido fuego deliberado para provocar graves
daños.
Engaño o robo: miente con frecuencia para obtener cosas de otros ya sean
materiales o favores, ha robado objetos de valor y/o ha irrumpido en el
hogar o vehículo de alguien.
Incumplimiento grave de las normas: falta con frecuencia a la escuela
o instituto y se suele saltar a menudo la prohibición de los padres de no salir
por la noche, llegando incluso a no regresar a casa en alguna ocasión.
El patrón de comportamiento suele darse en distintos contextos como el
hogar, la institución académica o la comunidad.
Junto con las manifestaciones clínicas definitorias, suelen presentarse otros
síntomas asociados como:
Falta de remordimiento o culpabilidad, es decir, una falta de
preocupación sobre las consecuencias de sus acciones.
Insensibilidad, carencia de empatía. Suelen describirlo como una
persona fría e indiferente, que sólo se preocupa por los efectos que sus actos
tengan sobre él mismo, incluso cuando provoca daños importantes a los
demás.
Despreocupación por su rendimiento. No se esfuerza por alcanzar un
rendimiento adecuado, ni muestra preocupación por ello. Suele culpar a los
demás de su bajo rendimiento.
Afectividad superficial o deficiente. No expresa sentimiento con los
demás salvo de una forma superficial o cuando para obtener algún beneficio.
La prevalencia del trastorno suele ser más frecuente en los hombres que en
las mujeres, llegando a alcanzar en los primeros un dieciséis por ciento y en
las segundas un nueve por ciento.
El inicio del trastorno suele producirse entre los cinco o seis años, aunque
usualmente se observa al final de la infancia. Es raro que comience después
de los dieciséis años. No obstante, para su clasificación en el DSM-V se ha de
especificar si es de inicio en la infancia [312.81 (F91.1)], antes de los 10
años, o de inicio en la adolescencia [312.82 (F91.2)] cuando no muestran
ningún síntoma característico antes de los 10 años.
Todos los trastornos hasta ahora expuestos tienen su inicio en la infancia o
en la adolescencia temprana. Estos trastornos tienen como nexo común una
falta de control de impulsos y comportamientos disruptivos, lo que sumado
a las características propias de cada trastorno, limitan la adaptación del
menor, tanto en el ámbito de la institución educativa y con los iguales, como
en el ámbito de la comunidad y posteriormente en el laboral.
El trastorno negativista desafiante suele aparecer entre los cinco y los ocho
años y si bien suele tener un buen pronóstico si su inicio es tardío, este suele
ser el antecesor del trastorno de la conducta en hasta un cuarenta por ciento.
A su vez, alrededor de un cuarenta por ciento de los diagnosticados
con trastorno de la conducta presenta en la edad adulta un Trastorno de la
Personalidad Antisocial.
Los tres Trastornos hasta ahora presentados son los que a priori pueden
desencadenar conductas de gran violencia, encontrando en ellos incluso una
secuencia evolutiva que iría desde el Trastorno Negativista Desafiante, al
Trastorno de la Conducta y terminaría en un Trastorno de la Personalidad
Antisocial. Además, siguiendo a Garrido (2009) y a la comorbilidad
presentada por estos trastornos con un Déficit de Atención
con Hiperactividad, pasaremos a describir también este último. El
Déficit de Atención con Hiperactividad no conlleva consigo una intención de
desobediencia o de dañar a los demás, pero sí que junto con ciertos factores
de riesgo puede llegar a provocar conductas de gran violencia (Garrido,
2008).
Trastorno por déficit de atención e hiperactividad
La característica esencial del Trastorno por Déficit de Atención con
Hiperactividad es un patrón persistente de desatención e hiperactividad-
impulsividad, que es más frecuente y grave que el observado en sujetos de
un nivel de desarrollo similar. Los signos del trastorno pueden ser mínimos
o nulos cuando la persona está sometida a una situación con estricto control,
a una relación personal de uno a uno o a situaciones novedosas y/o de gran
interés o estimulantes. Los síntomas tienden a producirse con más
frecuencia en situaciones de grupo. Las características de inatención son
con frecuencia: dificultades para mantener la atención, parece no escuchar,
no sigue instrucciones, evita o se muestra poco entusiasta en comenzar
nuevas tareas, se distrae con facilidad y olvida tareas cotidianas. Las
características de hiperactividad e impulsividad son: se muestra con
hipercinesia en diferentes situaciones, tiene dificultades para jugar de forma
tranquila, habla excesivamente, responde antes de terminar una pregunta e
interrumpe.
Otras características asociadas a este trastorno pero no definitorias son: baja
tolerancia a la frustración, labilidad emocional, baja autoestima, disforia,
autoritarismo, e insistencia excesiva para satisfacer sus deseos.
Aunque las personas con este trastorno tienen un comportamiento
impulsivo que puede llegar a ser hostil, de desafío y oposición, éste no suele
violar las normas sociales características de la edad, cuando esto último
ocurre suele existir una comorbilidad con el Trastorno de la Conducta. No
obstante, siguiendo a Garrido (2008) pueden darse una serie de
circunstancias que predispongan al sujeto a involucrarse en situaciones
violentas y/o delitos de gravedad.
Trastorno de la personalidad antisocial 301.7 (F60.2)
La característica esencial del Trastorno Antisocial de la personalidad es un
patrón general de desprecio y violación de los derechos de los demás, que
comienza con síntomas del Trastorno del Comportamiento antes de los
quince años y continúa en la edad adulta. Algunos de los rasgos
característicos de la personalidad antisocial son: un fracaso reiterativo para
adaptarse a las normas sociales y legales, deshonestidad con la intención de
obtener un beneficio o placer personal, impulsividad o incapacidad para
planificar el futuro, irritabilidad y agresividad manifiestas en agresiones
físicas repetidas, irresponsabilidad constante y ausencia de remordimiento
ante cualquier acto que viole los derechos de los demás, incluido un acto de
gran crueldad con graves consecuencias para los otros.
Millon (2006) considera que “en la personalidad antisocial, la maldad y la
locura parecen entremezclarse. Algunas veces, los delitos de los
antisociales son tan incomprensibles y moralmente repugnantes que el
acto por sí solo nos hace dudar de su cordura” (Millon, 2006, p. 158).
Millon (1990, visto en Millon 2006), dentro del patrón principal de la
personalidad antisocial, distingue cinco variantes: el codicioso, el defensor
de su reputación, el arriesgado, el nómada y el malevolente. Desglosados
estos subtipos los que presentarían unas características más cercanas a la
posibilidad de cometer un acto criminal son: el codicioso y el malevolente.
El antisocial codicioso es la variante que más se aproxima al prototipo puro
descrito por el DSM-V. Este tipo considera que la vida no les ha ofrecido lo
que se merecen y se muestran celosos con aquellos con los que la vida les ha
ofrecido aquello que ellos envidian. Su móvil es compensar la sensación de
vacío que experimentan guiados por la envidia, para ello pueden utilizar
cualquier tipo de artimaña, llegando incluso al crimen.
El antisocial malevolente es una combinación de la personalidad antisocial y
la paranoide. Este tipo lleva a cabo acciones cargadas de odio y de
destrucción hacia los demás por el maltrato que considera ha recibido
anteriormente. Desconfían de la buena voluntad de los demás y por ello
siempre deben mantenerse en alerta. Para asegurarse sus límites con los
otros y llevar a cabo su deseo de venganza utiliza acciones de gran crueldad
realizadas con sangre fría.
A pesar de la gran crueldad con la que las personas antisociales tratan a los
demás, ya sean de forma más explícita o de forma más implícita bajo su
capacidad camaleónica (Garrido, 200), no todos los antisociales son
criminales ni todos los criminales son antisociales (Millon, 2009). Los
rasgos de la personalidad van de la normalidad a la patología, por tanto hay
rasgos antisociales que están dentro del intervalo de la normalidad que son
admirados en la sociedad actual como el ser intrépidos, arriesgados o el ser
escurridizo y saber dar la vuelta a las cosas hacia el propio beneficio, entre
otros. Muchos individuos con rasgos antisociales, pero también con
personalidad antisocial, tal y como ya se ha venido diciendo, no se
encuentran en la cárcel sino que ostentan cargo de poder en el mundo de los
negocios, la política o el ejército.
El trastorno antisocial ha sido el trastorno de la personalidad más estudiado,
y tal y como hemos descrito en la evolución histórica, se ha denominado
también psicopatía y sociopatía. Actualmente, estos términos se utilizan (en
ocasiones) de manera indistinta para describir a las personas que trasgreden
los derechos de los demás. No obstante el término psicópata y sociópata se
distinguen en su origen. Psicópata tiene una disposición constitucional hacia
la patología y sociópata hacia el modo de socialización (Millo, 2009). Para
Millon (2009) la mejor forma de entender estos dos conceptos es situarlos
en un continuo, pues ambos pueden presentar una predisposición biológica,
pero además, los dos conceptos, se desarrollan en un ambiente social que
puede ser poco adecuado. No obstante, hay autores que diferencian la
psicopatía de la personalidad antisocial, como Cleckley y Hare. Estos autores
consideran que el psicópata no sólo es antisocial, sino que va más allá,
siendo una de sus características principales la gran indiferencia interna con
la que destruyen la vida de los demás (Millon, 2009).
Trastornos parafílicos
Las parafilias se caracterizan por impulsos sexuales recurrentes e intensos,
fantasías o comportamientos que implican objetos, personas o situaciones
poco habituales. Estos trastornos incluyen: el voyeurismos, exhibicionismo,
frotteurismo, masoquismo sexual, sadismo sexual, pedofilia, fetichismo y
travestismo. Todos los trastornos parafilicos citados son delito a excepción
del fetichismo y el travestismo. De los demás trastornos sexuales, los que
están caracterizados por una mayor crueldad son: el sadismo sexual y la
pedofilia. El sadismo sexual es la excitación sexual derivada del sufrimiento
psicológico o físico de otra persona que no ha dado su consentimiento. El
trastorno de pedofilia es la excitación, fantasías o acto sexual con niños
prepúberes. Los delitos descritos, en ocasiones, suelen llevar además al
asesinato de sus víctimas.
Por ejemplo en violencia contra las mujeres, cuando hay más riesgo que
un hombre mate es cuando tiene la intención de suicidarse. En su
cabeza este asesino piensa cómo lo hará, y qué hará después de matar a
la mujer. Cuando ya sabe el arma, tiene el día pensado y cómo lo hará
es una gran alarma. Es muy urgente intervenir, porque está madurando
una idea y está a punto de llevarla a cabo. No es lo mismo en una crisis
emocional decir: "me tiraré por la ventana", que planificar cómo lo
harás y cómo lo harás cuando te quieras suicidar.
Casos de mujeres que maten a otras mujeres hay más bien pocos, por
eso el caso de asesina de ancianas está en todos sitios, porque es casi de
manual. O el caso Angie, también es muy conocido.
Dentro del delito del homicidio, tenemos: pasionales (celos), sexuales (Urra, 2003,
violador sádico), de tipo empresarial (“ajuste de cuentas”) y grupales (sectas, culto,
ideología extremista)
De acuerdo con Pueyo, cuando uno observa que los hombres son más
violentos físicamente, más agresivos que las mujeres, "naturalmente lo que
más sobresale desde el punto de vista hormonal es la preponderancia de la
testosterona".
Y es que la testosterona, explica el profesor de la Universidad de Barcelona,
tiene una relación directa con la competitividad "y a veces la violencia es el
último paso de la competitividad".
Depresión severa, se manifiesta por una combinación de síntomas que interfieren con la
capacidad para trabajar, estudiar, dormir, comer y disfrutar de actividades que antes eran
placenteras. Un episodio de depresión muy incapacitante puede ocurrir sólo una vez en la
vida, pero por lo general ocurre varias veces en el curso de la vida.
La distimia, un tipo de depresión menos grave, incluye síntomas crónicos (a largo plazo) que
no incapacitan tanto, pero sin embargo interfieren con el funcionamiento y el bienestar de
la persona. Muchas personas con distimia también pueden padecer de episodios depresivos
severos en algún momento de su vida.
El trastorno bipolar, es otro tipo de depresión, llamado también enfermedad maníaco-
depresiva. Éste no es tan frecuente como los otros trastornos depresivos. El trastorno
bipolar se caracteriza por cambios cíclicos en el estado de ánimo: fases de ánimo elevado o
eufórico (manía) y fases de ánimo bajo (depresión). Los cambios de estado de ánimo pueden
ser dramáticos y rápidos, pero más a menudo son graduales. Cuando una persona está en
la fase depresiva del ciclo, puede padecer de uno, de varios o de todos los síntomas del
trastorno depresivo. Cuando está en la fase maníaca, la persona puede estar hiperactiva,
hablar excesivamente y tener una gran cantidad de energía. La manía a menudo afecta la
manera de pensar, el juicio y la manera de comportarse con relación a los otros. Puede llevar
a que el paciente se meta en graves problemas y situaciones embarazosas. Por ejemplo, en
la fase maníaca la persona puede sentirse feliz o eufórica, tener proyectos grandiosos,
tomar decisiones de negocios descabelladas, e involucrarse en aventuras o fantasías
románticas. Si la manía se deja sin tratar puede empeorar y convertirse en un estado sicótico
(el Paciente pierde temporalmente la razón).
SÍNTOMAS
No todas las personas que sufren depresión manifiestan todos los síntomas. Algunos tienen
pocos síntomas, mientras que otros pueden tener muchos. La severidad de los síntomas
varía de una persona a otra y también puede variar con el transcurso del tiempo.
Tristeza que dure más de 15 días, ansiedad o sentirse “vacío”
Sentimientos de desesperación, pesimismo
Sentimientos de culpa, inutilidad, impotencia
Pérdida de interés o aplacer en pasatiempos favoritos y
actividades que antes disfrutaba, incluyendo las relaciones
sexuales
Falta de energía, fatiga, sensación de letargo, dejadez o flojera
Dificultad para concentrarse y tomar decisiones, mala memoria
Problemas de sueño, se despierta muy temprano en la mañana,
o duerme demasiado
Cambios en el apetito y/o peso
Pensamientos de muerte o suicidio, o intentos de suicidio
Inquietud, irritabilidad
Síntomas físicos persistentes tales como dolores de cabeza,
trastornos digestivos y dolores crónicos que no responden a
tratamientos de rutina
“Uno no tiene interés en pensar en el futuro porque siente que no hay futuro”.
-Shaun Colten, campeón estadounidense de salto de trampolín
“No sentía que había descansado. Siempre estaba cansado. Podía dormir de una hora hasta
ocho horas y siempre me sentía cansado”.
-Rene Ruballo, oficial de la policía
CAUSAS
Factores genéticos
{mosimage}Existe un mayor riesgo de padecer de depresión clínica cuando hay una historia
familiar de la enfermedad, lo que indica que se puede haber heredado una predisposición
biológica. Este riesgo es algo mayor para las personas con trastorno bipolar. Sin embargo,
no todas las personas que tienen una historia familiar tendrán la enfermedad. Además, la
depresión grave también puede ocurrir en personas que no tienen ninguna historia familiar
de la enfermedad. Esto sugiere que hay factores adicionales que pueden causar la
depresión, ya sean factores bioquímicos, o ambientales que producen estrés, y otros
factores psicosociales.
Factores Bioquímicos
Se ha demostrado que la bioquímica del cerebro juega un papel significativo en los
trastornos depresivos. Se sabe, por ejemplo, que las personas con depresión grave
típicamente tienen desequilibrios de ciertas substancias químicas en el cerebro, conocidas
como neurotransmisores. Además, los patrones de sueño, que se ven afectados por la
bioquímica del organismo, son generalmente diferentes en las personas que tienen
trastornos depresivos. La depresión puede ser inducida o aliviada con ciertos
medicamentos, y algunas hormonas pueden alterar los estados de ánimo. Lo que aún no se
sabe es si el “desequilibrio bioquímico” de la depresión tienen un origen genético o es
producido por estrés, por un trauma, o por una enfermedad física u otra condición
ambiental.
El ambiente y otros factores de estrés
Los siguientes se han definido como factores que contribuyen a la depresión: la pérdida de
un ser querido, problemas en una relación, problemas económicos, o un cambio
significativo en la vida. A veces el comienzo de la depresión ha sido asociado con el de una
enfermedad física aguda o crónica. Además, aproximadamente una tercera parte de las
personas con cualquier tipo de trastorno depresivo también exhiben de alguna manera un
trastorno de alcoholismo o farmacodependencia.
Otros factores psicológicos y sociales
Las personas con ciertas características tales como pesimismo, baja autoestima, sensación
de falta de control sobre las circunstancias de la vida y tendencia a la preocupación excesiva
son más propensas a padecer de depresión. Estos atributos pueden resaltar el efecto de las
situaciones de estrés o interferir con la capacidad de enfrentarlas o reponerse de las
mismas. La crianza y las expectativas relacionadas con el sexo femenino pueden contribuir
al desarrollo de estos rasgos. Aparentemente, los patrones de pensamiento negativo
típicamente se establecen en la niñez o adolescencia. Algunos expertos han sugerido que la
crianza tradicional de las niñas puede fomentar estos rasgos y posiblemente es un factor
determinante en la alta incidencia de depresión en la mujer.
Mayor en mujeres, sufrir depresión grave y distimia duplica al hombre en cantidad de
afectadas y esto no tiene que ver con factores raciales, culturales o económicos, ya que
mismos datos son arrojados en 11 países. El número de hombres y mujeres que padecen
trastorno bipolar (maniaco-depresivo), son iguales, pero las mujeres presentan más
episodios depresivos y menos de manía. Una variedad de factores únicos juegan un papel
importante en su depresión. Los estudios se hoy, se basan en factores reproductivos,
hormonales, genéticos o biológicos; el maltrato y la opresión; factores interpersonales y
ciertas características psicológicas y de personalidad. Aun así, las causas no son claras, ya
que muchas mujeres que son expuestas a estos factores, no desarrollan depresión.
Si hablamos de depresión, hablamos de uno de los trastornos mentales más prevalentes y conocidos
a nivel mundial, causante de un elevado nivel de sufrimiento en aquellos que lo padecen. A lo largo
de la historia han surgido una gran cantidad de herramientas e instrumentos para evaluar la
existencia y afectación causada por este problema. Una de ellas es la Escala de Depresión de
Hamilton.
Características principales
Esto quiere decir que la Escala de Depresión de Hamilton no está pensada para el diagnóstico, sino
para la evaluación del estado de pacientes a los que previamente se les ha diagnosticado con
depresión mayor. Sin embargo, a pesar de ser este su objetivo original, también se ha aplicado para
evaluar la presencia de síntomas depresivos en otros problemas y condiciones, como por ejemplo
en las demencias.
Estructura y puntuación
Este instrumento consta de un total de 22 ítems (si bien la inicial constaba de 21 y posteriormente
también se elaboró una versión reducida de 17), agrupados en seis factores principales. Dichos ítems
constan de un elemento que el sujeto tiene que valorar en una escala que oscila entre los cero y los
cuatro puntos. Entre dichos ítems encontramos principalmente diferentes síntomas de la depresión,
como sentimientos de culpa, suicidio, agitación, síntomas genitales o hipocondría, que terminarán
por valorarse en los seis factores antes citados.
Concretamente, los factores en cuestión que se plantean son la valoración de ansiedad somática,
peso (no hay que olvidar que en la depresión es frecuente la presencia de alteraciones en la
alimentación), alteración cognitiva, variación diurna (si existe empeoramiento diurno por ejemplo),
ralentización, y alteraciones de sueño. Sin embargo no todos estos factores tienen la misma
importancia, teniendo los diferentes aspectos un peso distinto y ponderándose diferente en la
puntuación (por ejemplo se valoran más la alteración cognitiva y la ralentización y menos la
agitación e insomnio).
Se trata de una escala planteada inicialmente para ser aplicada de forma externa por un profesional,
si bien también es posible de rellenar por el mismo sujeto evaluado. Además de la propia escala,
que se rellena a lo largo de una entrevista clínica, también puede emplearse información externa
como la proveniente de familiares o del entorno como complemento.
Interpretación
La interpretación de esta prueba es relativamente sencilla. La puntuación total oscila entre los 0 y
los 52 puntos (siendo ésta la puntuación máxima), teniendo la mayoría de los ítems cinco posibles
respuestas (del 0 al 4) con la excepción de algunos elementos con menor ponderación (los cuales
van del 0 al 2).
Dicha puntuación total tiene diferentes puntos de corte, considerándose de 0-7 que el sujeto no
presenta depresión, que una puntuación de 8-13 supone la existencia de una depresión ligera, de
14-18 una depresión moderada, de 91 a 22 una severa y de más de 23 muy severa y con riesgo de
suicidio.
Ventajas e inconvenientes
Frente a otras pruebas que valoran la sintomatología depresiva, la Escala de Depresión de Hamilton
cuenta con la ventaja de evaluar elementos no cognitivos que otras escalas no suelen tener en
cuenta, además de que sujetos analfabetos o con otras alteraciones.
Sin embargo, también cuenta con ciertos inconvenientes: técnicamente no permite el diagnóstico
al no estar pensada con este objetivo (si bien permite evaluar los aspectos alterados en la depresión)
y otorga un peso excesivo a aspectos somáticos que pueden confundirse con problemas médicos
independientes. Además, en su versión original no incluye elementos tan relevantes como la
anhedonia (ya que fue elaborada antes del surgimiento de los criterios diagnósticos del DSM-III).
Este concepto expresa cómo el educador se debe adaptar al alumno, según Jerome Bruner y David
Wood.
A lo largo de toda nuestra etapa o vida académica, el papel de los educadores resulta esencial a la
hora de favorecer la adquisición de conocimiento. Una buena labor educativa tiene como objetivo
potenciar las capacidades y habilidades de los alumnos.
Una de las teorías o conceptos que intentan explicar este proceso es el andamiaje. A lo largo de este
artículo explicaremos en qué consiste este término utilizado en la psicología educativa, además de
cómo se puede llevar a cabo y en qué consiste el andamiaje colectivo.
¿Qué es el andamiaje?
El proceso de andamiaje encuentra su base teórica en la teoría del andamiaje elaborada por los
psicólogos e investigadores David Wood y Jerome Bruner, los que a su vez partieron del supuesto,
desarrollado por el archiconocido psicólogo Lev Vygotsky, conocido como “zona de desarrollo
próximo”.
Para poder entender mejor estos conceptos, antes que nada revisaremos en qué consiste la “zona
de desarrollo próximo”. Esta idea elaborada por el psicólogo de origen ruso, intenta dar una
explicación a cómo ciertas características del aprendizaje pueden facilitar el desarrollo intelectual
de las personas y potenciar su maduración.
En concreto, la “zona de desarrollo próximo” es aquella franja del conocimiento o del aprendizaje
que necesita ser potenciada mediante la ayuda de otra persona. Es decir, la distancia que existe
entre aquellas habilidades o conocimientos que el niño puede adquirir por sí solo, y aquellas otras
para las cuales necesita la ayuda de otra persona.
Partiendo de la base que aporta esta teoría, Wood y Bruner elaboran su teoría del andamiaje, la
cual hipotetiza que en el momento en el que se desarrolla el vínculo o interacción de
enseñanza/aprendizaje, los recursos de quien enseña están relacionados de manera inversa con el
nivel de competencias de quien aprende.
Estos significa que cuantas menos habilidades o destrezas presente el niño, más recursos va a
necesitar el educador. Por lo tanto, un correcto ajuste entre educador y alumno resulta esencial
para la correcta adquisición y asimilación de la información.
No obstante, este proceso de andamiaje no sólo se realiza en las escuelas o ámbitos académicos,
sino que también puede darse en el hogar, siendo los padres el apoyo o base que potencia el
aprendizaje del niño, o incluso a nivel social o entre iguales, lo cual es conocido como andamiaje
colectivo.
Los autores hacen hincapié en la idea de que el andamiaje no consiste en resolver los problemas o
realizar las tareas del pequeño, sino en aumentar los recursos que este posee. Podríamos decir que
se trata de una transferencia de las estrategias de aprendizaje, la cual facilita la elaboración de
estructuras de conocimiento más complejas.
Gracias a esta teoría, podemos comprender cómo de importante es el papel del educador, y cómo
la participación activa y ajustada a las necesidades específicas del niño, sirven para consolidar la
construcción del conocimiento.
¿Cómo se realiza?
Con el objetivo de llevar a cabo un proceso de aprendizaje basado en la teoría del andamiaje, los
educadores deben tener en cuenta una serie de factores o condicionantes clave para que este se
realice de la mejor manera posible.
1. Preparación de la información
Los conocimientos o información que el educador debe explicar o al alumno deben de estar
preparados de antemano, para así poder exponerla en el momento en el que este la necesite.
De la misma manera, el nivel de dificultad de la información debe ser lo suficientemente alto como
para suponer un pequeño reto para el niño. Esto significa que debe situarse un poco por encima de
las capacidades del niño, pero no demasiado, puesto que de lo contrario puede generar una
sensación de frustración en este.
3. Evaluar al estudiante
Para poder realizar un proceso de andamiaje correcto, la información debe ajustarse a las
necesidades específicas del niño; por lo que será necesario realizar una valoración o evaluación de
las capacidades de este, para así poder potenciar al máximo su capacidad de aprendizaje.
4. Los esfuerzos del educador son inversamente proporcionales a las capacidades del niño
Tal y como se menciona anteriormente, el andamiaje se caracteriza porque a medida que el niño
posee menos habilidades o capacidades de aprendizaje, el educador deberá de realizar una
intervención mucho más intensa y profunda.
Esto significa que en aquellas áreas en las que el alumno experimente dificultades, el educador
deberá mostrar un apoyo mayor el cual irá disminuyendo progresivamente conforme aumenten las
habilidades del niño.
Al inicio del artículo se especifica que este proceso o método de aprendizaje no tiene por qué darse
solamente en el contexto escolar o académico. La interacción entre educador y aprendiz puede
darse también dentro del hogar o, incluso, entre grupos de iguales. Estos casos son los que
consideraríamos como andamiaje colectivo.
Algunos estudios que tienen como objetivo evaluar la eficacia de este método, revelan que cuando
este proceso se da entre grupos de iguales; es decir, entre grupos de alumnos con habilidades
cuantitativa y cualitativamente similares, se ejerce un efecto reforzador del proceso de aprendizaje,
ya que se realiza una consolidación mutua del aprendizaje.
Los casos más graves de TOC pueden llegar a desarrollar síntomas de tipo psicótico.
Todas las personas han tenido alguna vez algún pensamiento obsesivo, algún pensamiento, miedo
o duda que no nos podemos quitar de la cabeza aunque queramos. También la mayoría ha tenido
en alguna ocasión pensamientos que no avergüenzan o nos desagradan, como desearle a otra
persona que no consiga lo que nosotros queremos para nosotros o la tentación de pegarle cuatro
gritos al desaprensivo que está hablando por teléfono en el cine. La mayoría de personas no les dan
mayor importancia.
Sin embargo, para los afectados por un Trastorno Obsesivo-Compulsivo estas ideas generan una
gran ansiedad ante sus posibles implicaciones y sus posibles consecuencias, de modo que intentan
realizar diferentes acciones rituales para controlar sus pensamientos y volver a tomar el control.
La mayoría de personas con TOC consideran y reconocen que en el fondo dichos pensamientos y
miedos no tienen una base que realmente debiera preocuparles y no tienen efectos reales en el
mundo. Otros no. Entre estos últimos podemos encontrar casos en que las ideas obsesivas se
vuelven delirios y que incluso pueden tener alucinaciones. Si bien se trata de algo muy poco usual,
existen casos de Trastorno Obsesivo-Compulsivo con episodios psicóticos. De esto hablaremos en
este artículo.
El Trastorno Obsesivo-Compulsivo
Se trata de uno de los trastornos mentales que mayor sufrimiento genera a quienes lo padecen,
puesto que en la mayor parte de los casos el sujeto es consciente de que no puede controlar la
aparición de sus pensamientos y de que los actos que realice como ritual no tienen un efecto real
más allá de una tranquilización temporal y breve, que de hecho refuerza la aparición futura de
nuevos pensamientos. De hecho, se instaura un círculo vicioso entre obsesión y compulsión que
cada vez agrava más la ansiedad que el sujeto padece, retroalimentándose los síntomas del
trastorno.
Es habitual que exista la presencia de cierto nivel de pensamiento mágico y de fusión pensamiento-
acción, considerando inconscientemente que es posible que los propios pensamientos puedan tener
un efecto en la vida real pese a reconocer a nivel consciente que esto no es así.
Este trastorno supone graves repercusiones en la vida diaria de quienes lo sufren, ya que la
presencia repetida de obsesiones y compulsiones puede requerirles gran cantidad de horas y limitar
su vida personal, laboral y académica. Las relaciones personales pueden deteriorarse, tendiendo
además el sujeto a aislarse para evitar el rechazo social, y su desempeño y rendimiento laboral y
académico puede llegar a verse muy disminuido al dedicar gran parte de su atención y recursos
cognitivos a la evitación de la obsesión.
Por lo general, el sujeto con Trastorno Obsesivo-Compulsivo es consciente y reconocen de que sus
pensamientos obsesivos y las compulsiones que realiza no se fundamentan en una base real,
pudiendo llegar a considerarlas una estupidez sin por ello poder controlarlas. Este hecho les genera
un aún más elevado nivel de malestar y sufrimiento.
Sin embargo existen casos en que las ideas obsesivas son consideradas ciertas y en las que el sujeto
está completamente convencido de su veracidad, no poniéndolas en duda y convirtiéndolas en
explicaciones de la realidad. En estos casos las ideas pueden llegar a considerarse delirantes,
adquiriendo el TOC características psicóticas.
Estamos ante el caso más prototípico de Trastorno obsesivo-Compulsivo con episodios psicóticos.
En esta presentación clínica las personas que padecen TOC pueden presentar episodios psicóticos
transitorios derivados de la transformación y elaboración de sus ideas, de una forma comprensible
en función de la persistencia de la ideación obsesiva. Se trataría de episodios que se producirán de
forma reactiva al desgaste mental generado por la ansiedad.
Otra posibilidad de que se presente un trastorno obsesivo con síntomas psicóticos se deriva de,
como hemos dicho anteriormente, la ausencia de capacidad para percibir la no correspondencia de
la obsesión con la realidad. Estos sujetos habrían dejado de ver sus ideas como anómalas y
considerarían que sus ideas no contienen sobrevaloración de su influencia y responsabilidad.
Generalmente tienden a presentar antecedentes familiares de psicopatología severa, y no es
extraño que únicamente manifiesten ansiedad ante las consecuencias de la no realización de
compulsiones y no ante la obsesión en sí.
Las causas de cualquier tipo de Trastorno Obsesivo-Compulsivo, tanto los que tienen características
psicóticas como los que no, son en gran medida desconocidas. Sin embargo existen diferentes
hipótesis al respecto, considerándose que el TOC no es debido a una sola causa sino a que tiene un
origen multifactorial.
Una hipótesis existente respecto al funcionamiento del TOC es la teoría bifactorial de Mowrer, la
cual propone que el ciclo de obsesiones y compulsiones se mantiene por un doble
condicionamiento. En primer lugar se produce un condicionamiento clásico en el que se asocia el
pensamiento a la respuesta ansiosa que a su vez genera la neceisdad de huir de ella, para
posteriormente mediante condicionamiento operante mantener la conducta de evitación o escape
mediante la compulsión. Así la compulsión se asocia a la reducción del malestar inmediato, pero no
tiene un efecto sobre el estímulo aversivo real (el contenido del pensamiento). De este modo no se
previene sino que de hecho se facilita la aparición de futuros pensamientos obsesivos.
Estas dos técnicas son muy usadas para ofrecer tratamiento contra las fobias.
Existen gran cantidad de tratamientos psicológicos elaborados con el fin de dar respuesta a las
problemáticas y trastornos psicológicos que existen. Algunos de ellos han demostrado una probada
eficacia en mejorar la sintomatología o incluso conseguir eliminar el problema, como ocurre con dos
de los tratamientos más utilizados en la terapia para tratar fobias: la desensibilización sistemática y
la exposición.
Se trata de técnicas altamente efectivas y muy similares entre ellas, hasta el punto de que es
frecuente que se confundan entre sí. Sin embargo, lo cierto es que existen diferencias entre
desensibilización sistemática y exposición, como vamos a ver lo largo de este artículo.
La terapia de exposición y la desensibilización sistemática son dos de los grandes tratamientos que
se emplean en gran diversidad de trastornos.
Si bien son especialmente conocidas por su éxito a la hora de tratar fobias, existen diversas
variaciones de estas técnicas que son empleadas en problemas como el trastorno por estrés
postraumático (exposición a sensaciones interoceptivas, por ejemplo, o la desensibilización por
reprocesamiento por movimientos oculares). Incluso técnicas como los experimentos conductuales
que se usan en problemas de conducta o para combatir creencias (como en el trastorno obsesivo
compulsivo o la depresión mayor) están en gran medida basadas en los mismos principios. Veamos
una breve definición de cada uno de los términos.
Exposición
La exposición es una técnica básica pero muy poderosa, que basa su funcionamiento en situar al
sujeto o paciente frente a frente con los estímulos que teme. Se trata de hacer que el sujeto
permanezca en la situación atemorizante el tiempo suficiente como para su ansiedad baje de forma
natural, hasta el punto de hacerse imperceptible. Así pues, se produce una habituación a los
estímulos.
Dicha exposición puede y suele graduarse de tal manera que el proceso no resulte excesivo para el
paciente, realizándose una jerarquía de exposición a partir de la cual el sujeto va a ir exponiéndose
a los diferentes estímulos hasta que el nivel de ansiedad se reduzca hasta hacerse imperceptible.
Desensibilización sistemática
Se trata de una técnica similar a la exposición, orientada a lograr la reducción de las respuestas
ansiosas y emocionales aversivas para el paciente a la par que se limitan y evitan las evitaciones de
las situaciones.
En esta ocasión, parte de la idea de que si el miedo es aprendido también puede aprenderse a
eliminarlo: los esfuerzos terapéuticos se van a centrar en que el sujeto consiga eliminar la ansiedad
que le genera la estimulación de forma activa. Se busca que realice activamente respuestas
contrarias y totalmente incompatibles con las ansiosas, de tal manera que se aprenda a eliminar la
asociación entre estímulo y pavor para generar otra entre el estímulo y la relajación, la indiferencia
u otra alternativa. En otras palabras, se basa en el contracondicionamiento.
En este caso, también, el sujeto va a tener que exponerse a los estímulos que le generan ansiedad,
siendo imprescindible la jerarquización de los estímulos de tal manera que el proceso de
contracondicionamiento pueda realizarse poco a poco y con estímulos cada vez más ansiógenos.
Tradicionalmente y de manera habitual esta técnica tiende a ser realizada en imaginación, si bien es
posible realizarla con estimulación en vivo o en realidad virtual.
Si bien una observación superficial puede hacer ver que existe una gran similitud entre
desensibilización y exposición e incluso generar que las confundamos, un análisis más profundo de
su funcionamiento deja ver que tienen algunas diferencias remarcables. Entre ellas destacan las
cinco que siguen.
Otro elemento que puede significar una diferencia entre ambas técnicas es la obligatoriedad de la
graduación. La desensibilización sistemática se lleva a cabo siempre de manera muy estructurada,
exigiendo una jerarquía de exposición clara. Sin embargo, aunque la exposición también puede ser
(y de hecho se recomienda) graduada, también es posible encontrar variantes como la implosión y
la inundación en que la exposición al estímulo más temido es muy inmediata. El ritmo va a depender,
asimismo, de las preferencias y posibilidades del paciente y cómo este vaya reaccionando a la
exposición.
Sin embargo el uso que se hace de ellas es distinto: mientras en la desensibilización sistemática se
emplean como mecanismo para el contracondicionamiento, empleándolas como respuesta
incompatible con la ansiedad, en la exposición su uso se limita a rebajar el nivel de tensión ante la
exposición al estímulo fóbico en aquellos casos en que la ansiedad es excesiva para el paciente.
Si bien ambas técnicas son muy efectivas para el tratamiento de las fobias cuando son aplicadas
correctamente por profesionales preparados y teniendo en cuenta las necesidades y
particularidades de cada paciente y situación, lo cierto es que puede encontrarse otra diferencia
más en lo que respecta a su nivel de generalización.
La exposición permite reducir el nivel de ansiedad hacia los estímulos fóbicos pactados entre
terapeuta y paciente de forma muy eficiente, pero si bien la habituación a dichos estímulos puede
generalizarse hacia otros semejantes el efecto de la técnica puede ser ligeramente restringido. Sin
embargo, al permitir la desensibilización sistemática la generación de una respuesta alternativa es
posible que en esta segunda pueda haber una mayor generalización hacia otras situaciones y
estimulaciones que generan ansiedad, aplicando la misma respuesta incompatible.
El gato de 8 de mamá.