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Althabe, María

Sociedad y cine. Una


representación de los años
90 a través del nuevo cine
argentino: El caso los filmes
de Pablo Trapero y Adrián
Caetano
Tesis presentada para la obtención del grado de
Licenciada en Sociología

Director: Fernández Berdaguer, María Leticia

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Cita sugerida
Althabe, M. (2009) Sociedad y cine. Una representación de los años
90 a través del nuevo cine argentino: El caso los filmes de Pablo
Trapero y Adrián Caetano [en línea]. Trabajo final de grado.
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educación. Disponible en:
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.649/te.649.pdf

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA

FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN

DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA

LICENCIATURA EN SOCIOLOGÍA

TRABAJO FINAL

“SOCIEDAD Y CINE. UNA REPRESENTACIÓN DEL LOS AÑOS 90 A TRAVES


DEL NUEVO CINE ARGENTINO: EL CASO DE LOS FILMES DE PABLO
TRAPERO Y ADRIAN CAETANO”

Alumna: María Althabe

Legajo: 61216/5

Correo electrónico:mariaalthabe2000@yahoo.com.ar
Director: Leticia Berdaguer

Fecha: 21-12-2009

1
ABSTRACT

“El cine es una manera de ver la vida. Pero al

mismo tiempo es una captación del tiempo de la vida.”

(Cesar Maranghello)1

La intención del presente trabajo es dar cuenta, a través del cine de ficción

nacional, de algunos de los efectos de las transformaciones sociales, económicas y

políticas ocurridas en la década de 1990; es decir, entender el cine como testimonio

histórico de un período de profundas transformaciones que culminan en la crisis

político-institucional del año 2001.

Se pretende hacer uso de ese particular sistema de signos denominado cine

como medio que, desde una particular mirada, de cuenta de aquellas transformaciones y

su repercusión en el tejido social y cultural de los argentinos, específicamente, su

incidencia en las diversas subjetividades e imaginarios sociales. Ello se analizará a

través de un tipo de representación de la realidad del momento, que es percibida,

reconstruida o imaginada de una particular manera.

PALABRAS CLAVES

Representación, realismo, signo, film, testimonio, subjetividad, imaginarios

sociales, violencia simbólica, identidad social, hechos sociales, crisis social.

1
Maranghello, Cesar, Tranchini, Elina, Diaz, Emilio Daniel. El cine argentino y su aporte a la identidad

nacional. BS AS. Honorable Cenado de la Nación. 1999. Pág. 96.

2
ÍNDICE

I. INTRODUCCIÓN------------------------------------------------------------------pág. 7

a) Objetivos del trabajo-------------------------------------------------------------pág. 9

b) Estructura y guía del trabajo---------------------------------------------------pág. 10

II. LA HISTORIA NACIONAL A TRAVES DEL CINE: LOS ORÍGENES DE


LA CINEMATOGRAFÍA ARGENTINA Y SU CONTEXTO HISTORICO
DESDE FINES DEL SIGLO XIX HASTA FINES DEL SIGLO XX---pág. 12

a) Modernidad, medios de comunicación y cine. Inicios del cine nacional (1896-


1930)-----------------------------------------------------------------------------pág. 12

b) “Restauración conservadora” (1930-1943)---------------------------------pág. 15

9 “Época dorada del cine”----------------------------------------------------pág.17

c) La etapa peronista (1943-1955)-----------------------------------------------pág.20

9 Inicio de la intervención estatal en el cine--------------------------------pág. 22

d) De “revolución en revolución”: Desde la “revolución libertadora” hasta la


“revolución argentina” (1955-1966)-----------------------------------------pág.23

9 Nuevo cine argentino: auge y caída-----------------------------------------pág.25

e) El fracaso de las fuerzas armadas y su desenlace en el “Gran acuerdo


nacional” (1966-1973)----------------------------------------------------------pág.28

9 Boom del cine militante--------------------------------------------------------pág.29

f) El principio del fin (1973-1976)-------------------------------------------------pág.31

9 Del efímero éxito y generalizada ilusión a la mayor oscuridad en el cine-------


-------------------------------------------------------------------------------------pág.32

g) De la peor derrota popular al “nunca más” (1976-1983)-------------------pág. 35

9 El silencio (“y no inocente”) del cine----------------------------------------pág. 35

h) La restauración de la democracia (1983-1989)-------------------------------pág. 37

9 Cine del renacimiento democrático------------------------------------------pág. 38

3
III. SOCIEDAD ARGENTINA Y NUEVO MODELO DE ACUMULACIÓN:

ENTRE LA UTOPÍA NEOLIBERAL Y LA PEOR CRISIS SOCIAL—pág.43

a) “Menem lo hizo” (1989-1995)---------------------------------------------------pág. 46

b) Crisis del modelo convertible (1995-1999)------------------------------------pág. 49

c) La alianza (1999-2001)-----------------------------------------------------------pág. 54

d) Transformaciones en el ámbito laboral, educativo y familiar:“Las

consecuencias (buscadas) del neoliberalismo”-------------------------------pág. 57

9 La ruptura en el mundo del trabajo-------------------------------------------pág. 57

9 La ruptura en la educación media--------------------------------------------pág. 61

9 Los cambios en la familia tradicional---------------------------------------pág. 62

9 Otro legado de la década del 90: “La discriminación hacia el migrante

limítrofe”------------------------------------------------------------------------pág. 63

IV. EL CINE DURANTE LA ETAPA NEOLIBERAL--------------------------pág. 66

a) Agonía de la producción cinematográfica nacional (1989-1995)-----------pág. 66

b) Diversificación y renacimiento. El “último” nuevo cine argentino (1995-2005)--

-------------------------------------------------------------------------------------pág. 70

V. ANALISIS SOCIOLOGICO DE LOS LARGOMETRAJES DE ADRIAN

CAETANO Y PABLO TRAPERO----------------------------------------------pág. 79

a) Representaciones del mundo del trabajo: El testimonio que brinda “Mundo

grúa”----------------------------------------------------------------------------pág. 80

b) Marginalidad, desocupación y exclusión social: Fragmentación en el campo

popular------------------------------------------------------------------------pág. 81

9 El testimonio que brinda “El bonaerense”---------------------------pág. 82

9 El testimonio que brinda “Un oso rojo”-------------------------------pág. 84

4
c) Representaciones en la situación de los jóvenes (en situación de riesgo): El

testimonio que brinda “Pizza, birra y faso”--------------------------------pág. 85

d) Representaciones del universo familiar: El testimonio que brinda “Familia

rodante”-------------------------------------------------------------------------pág. 88

e) Representaciones de la situación de los migrantes limítrofes: El testimonio

que brinda “Bolivia”---------------------------------------------------------pág.89

VI. CONCLUSIONES------------------------------------------------------------------pág. 92

VII. ANEXOS------------------------------------------------------------------------------pág. 96

a) Aclaraciones previas sobre el abordaje del fenómeno cinematográfico--------

----------------------------------------------------------------------------------pág. 96

b) Realismo-----------------------------------------------------------------------pág. 99

c) Teoría del autor--------------------------------------------------------------pág. 101

d) Formalismo ruso-------------------------------------------------------------pág. 102

e) Estructuralismo--------------------------------------------------------------pág. 103

f) Post estructuralismo---------------------------------------------------------pág. 105

g) Aportes de la sociología y de la historia --------------------------------pág. 106

™ FICHAS TÉCNICAS-----------------------------------------------------------pág.108

ADRIAN CAETANO

9 “Pizza, birra, faso”

9 “Bolivia”

9 “Un oso rojo”

™ FICHAS TÉCNICAS:

PABLO TRAPERO

9 “Mundo grúa”

5
9 “El bonaerense”

9 “Familia rodante”

VIII. BIBLIOGRAFÍA-------------------------------------------------------------------pág. 111

6
I. INTRODUCCIÓN

Un film, sea ficción o documental, es una representación y no un reflejo

objetivo de la realidad. Es una construcción que deliberadamente selecciona y

reorganiza algunos objetos en detrimento de otros, tanto en lo referido a los relatos

como a los medios técnicos a utilizar.

Un film utiliza las imágenes aceptadas por una sociedad, accesibles a quienes las

contemplan (congruentes con sus esperanzas, mentalidades y hábitos del momento),

aunque también crea otras nuevas: muestra fragmentos de lo real que el público acepta y

reconoce; persuade precisamente porque se adecua a un saber anterior. También, como

afirma Pierre Sorlín, contribuye a ensanchar ese mundo de lo visible al enseñar nuevas

cuestiones sobre lo conocido y aceptado.2 De esta forma, contribuye a formar los

hábitos, prácticas e ideologías de una época o de una formación social determinada.

Simultáneamente, a la par que reelabora, es impregnado (difunde) por las

representaciones e imaginarios sociales.

Marc Ferro considera al cine un “contra-análisis” de la sociedad al permitirnos

descubrir otras miradas (intencionadas o no) de la historia, poco aprovechada por los

propios historiadores y analistas sociales que tienden a legitimar como válido (en cuanto

a rigurosidad histórica) sólo al texto escrito. Sin embargo, un film es tan legítimo como

aquél, sólo que diferente: registra detalles, en apariencia imperceptibles, cuya presencia

es suficiente para descubrir, tras la interpretación evidente, otros sistemas de lectura. Su

fuerte poder expresivo proviene de combinar simultáneamente gestos, movimientos,

sonidos y discursos; transmitiendo así, más directamente que un texto, toda clase de

2
Sorlín, Pierre. Sociología del cine: la apertura para la historia de mañana. México: FCE. 1985.

7
situaciones y momentos3, revelando o dejando entrever aspectos (que con otros medios

se perderían) sobre lo que la sociedad confiesa de sí misma y sobre lo que niega.

El valor sociológico del cine estriba -independientemente de la mirada de su

realizador y de su riqueza estética como obra artística en sí misma- en que es un medio

que, al complementarse con los documentos escritos, nos ofrece valiosos testimonios de

la historia y sus procesos sociales, económicos y políticos.

Ese valor puede resultar especialmente importante (y enriquecedor) en la etapa

de la Argentina que se pretende analizar aquí. La década de 1990, en el país, se

caracterizó por ondas transformaciones que desembocaron en una crisis económica,

política y social en el año 2001. La misma puede entenderse como el desenlace

“natural” de la implantación y profundización de políticas neoliberales que, tras varios

años de azotar a la población -con sus secuelas de miseria y pobreza estructural-,

encontraron como respuesta un generalizado sentimiento de descreimiento y

desconfianza de la ciudadanía hacia las instituciones y la política en general. De esta

forma, movilizaciones masivas recorrieron el país y en pocos días lograron derrocar a

un presidente cuya pretensión era profundizar ese modelo instaurado años antes.

Más allá de que algunos sectores sociales hayan podido sobrellevar mejor que

otros los embates producidos durante ese período, los unifica cierta “decadencia,” ya

que la devastación económica aunada a la erosión del tejido social (en mayor o menor

grado), influyó negativamente en la vida cotidiana y en la cultura de los diferentes

sectores sociales, que se encontraron de manera más o menos repentina, desprovistos de

aquellos anclajes protectores.

3
Ferró, Marc. Historia Contemporánea y Cine. Barcelona. Ariel. 1995.

8
a) Objetivos del trabajo

A los efectos de abordar el estudio de esa etapa a través del cine, en la presente

monografía, nos centraremos en la filmografía -puntualmente de los largometrajes- de

dos directores, Adrian Caetano y Pablo Trapero. Estos autores, no realizan sus primeras

producciones como respuesta a la crisis que estalla en el 2001, sino que éstas, podrían

considerarse como primeros vestigios de aquella4.

La intención del presente trabajo es dar cuenta, a través de la producción

cinematográfica de ambos directores, de algunos de los efectos de las transformaciones

sociales, económicas y políticas ocurridas en la década de 1990.

Se pretende hacer uso de sus filmes como herramientas que nos ayuden a

comprender algunas de las consecuencias de dicha crisis. Puntualmente: cómo la

desestructuración (y fragmentación) de algunas de las antiguas estructuras reguladoras

de la vida social repercutieron en el tejido social y cultural de los argentinos, al punto de

llegar a modificar o incidir en las diversas subjetividades e imaginarios sociales.

Se analizaran aquí puntualmente, los problemas originados por la progresiva

desaparición del trabajo como principio estructurante de la vida cotidiana; la crisis en

la educación y su impacto en la situación de los jóvenes (especialmente en situaciones

de riesgo); la disolución de la familia tradicional, y sus consecuencias en cuanto al

vinculo entre las personas y por ultimo, el aumento de la xenofobia y la discriminación

hacia el migrante limítrofe5.

4
Ello lo realizaron en un momento de pleno auge del espejismo neoliberal de las virtudes del mercado, en

el que buena parte de la filmografía nacional se hizo eco de ese clima de relativo optimismo; y actuó

como elemento de distracción social, ocupando el tiempo ocioso de la gente.


5
Si bien este hecho no es originario de los 90, su incremento es claro y se acentúa en épocas de crisis

social.

9
El por qué de la elección de Trapero y Caetano radica en que son considerados

como unos de los fundadores del fenómeno denominado como “Nuevo Cine Argentino”

para referirse a una nueva camada de jóvenes realizadores que expresaron desde

entonces la dolorosa realidad nacional de un país sumido en una crisis social de lo mas

profunda de su historia. Lo hicieron con una estética y temática que pese a ser diferente

en cada uno de ellos, los unifica en su ruptura con los realizadores del momento.

Se trata de representaciones emergentes que se caracterizan por otras formas de

mostrar y construir a los personajes, entrando en escena otras maneras de narrar a los

sujetos y también, otros sujetos que previamente no eran visualizados. Pero parecería

que retratan la realidad sin la pretensión deliberada de hacer crítica social (o al menos la

sugieren); es la violencia -física y simbólica- propia de ese tiempo la que impregna sus

personajes y situaciones, hasta el momento no dichos u ocultos.

b) Estructura y guía del trabajo

En una primera parte (capítulo II), se realizará una reseña de la historia del cine

nacional; describiendo los rasgos generales y las relaciones entre el cine y la sociedad

de cada época, desde los inicios del cine -y su rol clave en la constitución de la cultura

nacional- hasta los años 90.

En segundo lugar (capítulo III y IV) se llevará a cabo un recorrido histórico de

las importantes transformaciones sucedidas en los 90, tanto en la sociedad como en el

cine en particular. Para ello se realizará una descripción y análisis general de la sociedad

y su correlato en las películas predominantes de este momento, en sí mismas (es decir,

sus narrativas, imágenes y recursos) y sus relaciones con el contexto social, económico

y político. Indagando de esta forma en las condiciones económicas imperantes

10
(producción, distribución y exhibición); en el rol del Estado en el fomento o desaliento

de nuestro cine (a través de sus políticas culturales, por ejemplo), y en otras variables no

menos importantes tales como la crítica y el público.

En una tercera instancia (capítulo V), se analizará la filmografía de los dos

directores mencionados en directa relación con la vida cotidiana, la cultura e

imaginarios de los sectores sociales en ellas presentes. El objetivo aquí es encontrar en

estas películas personajes, imágenes y situaciones que nos ayuden a definir, desde una

particular mirada, los efectos de las transformaciones estructurales que repercutieron en

la cultura e identidad social (aspiraciones, preocupaciones, prácticas, conflictos y

gustos) y que, en mayor o menor medida, comparten un quiebre respecto a las

características que poseían hasta entonces, y consecuentemente, una fragmentación que,

con sus diversos tintes, nos hablan de una decadencia generalizada y profunda.

Para tales fines, las películas consideradas pertinentes son: de Adrián Caetano,

“Pizza, birra y faso”, “Bolivia” y “Un oso rojo”; y de Pablo Trapero, “Mundo

grúa”, “El bonaerense” y “Familia rodante”6.

6
Se excluyen del presente análisis sus restantes filmes por no considerarse representativos de la década

en cuestión y los temas aquí tratados.

11
II. LA HISTORIA NACIONAL A TRAVES DEL CINE: LOS ORÍGENES
DE LA CINEMATOGRAFÍA ARGENTINA Y SU CONTEXTO
HISTORICO DESDE FINES DEL SIGLO XIX HASTA FINES DEL
SIGLO XX

a) Modernidad, medios de comunicación y cine. Inicios del cine nacional (1896-


1930)

Los países de América Latina -una vez finalizado el periodo postcolonial de

desmembramiento y guerra civil interna- se incorporaron a la modernidad a través del

desarrollo de los mercados nacionales; y ello sólo fue posible en función de su ajuste a

las necesidades y exigencias del mercado internacional. Esa forma dependiente de

acceder a la modernidad los condenó a un desarrollo capitalista desigual, y requirió para

tal fin, una reorganización política de sus territorios bajo la forma del moderno Estado-

nación.

Para completar ese proceso de unidad económica y política resultó

imprescindible incorporar a las masas populares. Y así como el Estado delimita y vela

por las fronteras físicas, frente a la irrupción de las masas en la ciudad hacia 1930 -fruto

de la industrialización y la consecuente inmigración a los centros urbanos-, el Estado

debió emprender la integración cultural de esas masas, estableciendo lo que pertenece y

lo que no a la nación, homogeneizando gustos, gestos y hablas7.

A través de ese proceso cultural se construyó una identidad nacional que, lejos

de ser consensuada, estuvo ligada a los grupos que detentaban el poder y la autoridad

como para erigirse en “guardianes” de la memoria. En esta tarea indispensable para los

7
Barbero, Jesús Martín. De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía. México.

Ed Gilli. 1987.

12
nacientes estados modernos participaron también los intelectuales y los medios de

comunicación masiva, junto con su eje fundamental: la educación.

En nuestro país los medios masivos cumplieron, especialmente en la década de

1930, ese rol político e ideológico clave en la nacionalización de las masas, al contribuir

en la conformación de una cultura nacional. Fue exitosa esa asimilación a raíz de la

construcción social formulada a partir de diferencias -reales o inventadas- que operaron

como señales o marca distintivas de lo argentino. Tradiciones inventadas, como el

criollismo, las pasiones como el tango y el futbol y las “causas nacionales” (Malvinas,

por ejemplo), contribuyeron a delinear maneras de ser de una sociedad como la nuestra,

caracterizada por la diversidad cultural.

El radioteatro, el folletín y, sobre todo, el cine sonoro, articularon fines

comerciales y cierta manipulación ideológica pero también reconocimiento e

incorporación de aquellas formas de vida y de cultura de lo popular8. Su éxito y

vigencia estriba precisamente en que les permitieron a los sectores populares hacer

comunicables su memoria y experiencia, “hacer oír su voz”; al conectar relato y vida se

produjo la identificación, apropiación y reconocimiento que de ellos hicieron estos

sectores hasta el momento relegados. Parafraseando a Gramsci: si bien buscaron la

reabsorción de las diferencias, la coerción por sí misma no explica su éxito; también las

incluyeron y expresaron.

En 1896 se realizaron las primeras proyecciones cinematográficas en la

argentina y el precursor fue el cine mudo En las primeras dos décadas del siglo, se

conjugaron una serie de factores que no contribuyeron en absoluto a alentar la

producción de los filmes nacionales; ellos fueron: el primitivismo técnico de nuestras

8
Barbero, Jesús Martín. Ibid.

13
producciones (por la falta de recursos); la ausencia de protección y fomento estatal9 y el

aluvión de películas europeas y estadounidenses. Esta confluencia repercutió en el

rechazo del público, que tendía a elegir la renovación proveniente de aquellos países

extranjeros. Sería recién con la llegada del cine sonoro (consolidado en la década

siguiente) cuando se produciría el gran auge de nuestro cine, que se constituiría en una

industria cultural de masas y en el entretenimiento favorito de los argentinos.

En la mayoría de las representaciones de la época silente, primaba la

contraposición ciudad corrupta-campo purificador. Y estas visiones se correspondían,

según Emilio Díaz, a la mirada oficial predominante en el contexto del centenario y del

primer nacionalismo argentino. Acorde con la búsqueda de una configuración de una

“identidad nacional” anti-inmigratoria10, con la postulación de símbolos y mitos

nacionales; se fue creando una representación de lo urbano como un espacio extraño y

amenazante, ajeno y opuesto al reservorio de los valores nobles y civilizados que

condensa el campo.11

De esta manera, los organizadores del país emprendieron con exitoso su tarea de

aculturación mediante una construcción mítica sobre lo rural, que fue una respuesta

9
Tanto en lo referido a la producción (no contaba con ningún tipo de créditos o subsidios), como en el

hecho de que los exhibidores, libres de toda restricción, estrenaban una ínfima cantidad de películas

nacionales, y además, por el tiempo que les resultase rentable. Recién en la década siguiente se produciría

un leve atisbo de modificar esta situación que, sin embargo, encontraría políticas concretas durante el

peronismo. Ver Getino, Octavio (1998) y Díaz, Emilio Daniel (1999).


10
Se correspondió al hecho de que esos primeros inmigrantes -fundamentalmente españoles e italianos-

que se asentaron en las ciudades, no eran los deseados por los organizadores del país, sino miembros de

los sectores populares de aquellos países; sectores altamente pauperizados.


11
Díaz, Emilio Daniel. Luces de la ciudad, la ciudad en el cine argentino: 1919-1943, en Cesar

Maranguello, Elina Tranchini y Emilio D. Díaz. El cine argentino y su aporte a la identidad nacional.

Buenos Aires: Senado de la Nación. 1999.

14
simbólica al descontento popular de las principales ciudades del país12. El objetivo

ulterior, como afirma Tranchini, era “…promover míticamente los valores y las

normas de una argentinidad que se suponía esencial, en oposición a las creencias que

iban configurando la Argentina real, plena de diversidad y diferencias culturales…”13

Entre las películas más representativas del momento (y gran estímulo a estos

primeros paso del cine), según varios críticos e historiadores, se encuentra el film

“Nobleza Gaucha” (1915) y posteriormente “Juan sin ropa” (19209); ambos

antecedentes de un cine “social”, al encarar una temática sentida por las masas, en un

contexto de importante conflictividad social.14

b) “Restauración conservadora” (1930-1943)

La crisis mundial de 1929 marcó el agotamiento de un modelo de acumulación

centrado sólo en una economía primario exportadora, para pasar a un modelo con eje en

la sustitución de importaciones. A los efectos de superarla resultó imprescindible

reemplazar lo que hasta entonces constituía el impulso de la economía argentina (las

12
La crisis social, agudecida por el aluvión inmigratorio (que ahondó aun más los problemas de salud y

vivienda), fue resignificada desde la elite gobernante, adjudicándola a las nuevas costumbres traídas de

afuera.
13
Tranchini, Elina. El cine argentino y la construcción de un imaginario criollista, en Maranghello,

Tranchini y Díaz. El cine argentino y su aporte a la identidad nacional. Buenos Aires: Senado de la

Nación. 1999. Pág. 155.


14
Finalizada la primer guerra mundial se vio resentido el modelo agro-exportador (“motor” de nuestra

economía), al desacelerarse el ritmo de su comercio exterior. Esta situación obligó al presidente Yrigoyen

a seguir una política relativamente restrictiva del gasto público, con la cual favoreció la creciente

oposición de los sectores medios en ascenso y dio lugar a numerosas protestas obreras.

15
inversiones y exportaciones extranjeras), por inversiones de capitales locales en el

mercado interno. Sin embargo, la burguesía terrateniente se continuó beneficiando -

acumulando a través de la apropiación de la renta diferencial de la tierra-, por lo que no

se interesó en absoluto en la promoción de un desarrollo económico más equilibrado y

profundo.

Las clases dominantes, imposibilitadas de legitimarse como clase dirigente

frente a la sociedad -y ante la necesidad de tener el control del aparato estatal-,

incurrieron en una práctica, que a partir de ese momento se volvería moneda corriente:

el fomento activo a los golpes militares; clausurando el ciclo político democrático

iniciado décadas anteriores.

No obstante, pronto se hicieron sentir los impactos de la crisis15, y la ausencia de

respuestas ante ésta repercutió inmediatamente en la población; por lo que fueron

amplios sectores los que apoyaron la caída del presidente Irigoyen a manos de la

corporación militar.

Se inició así un prolongado período denominado “restauración conservadora”

que en el plano social reprimió fuertemente a las organizaciones obreras y, en lo

económico inició una tibia y acotada industrialización. El proceso fue limitado “…sólo

buscaba devolverle al mercado interno de consumo la capacidad adquisitiva anterior a

la crisis… no era necesario realizar grandes inversiones sino explotar al máximo la

capacidad ya instalada concentrándose el crecimiento en las ramas elaboradas de

materias primas nacionales.”16

15
Entre otras, la caída las exportaciones, la inflación, los despidos y la desocupación. Ver Romero, Luís

A. Breve historia contemporánea de Argentina. Buenos Aires. Fondo de Cultura económica. 1994.
16
Salvatori, Samanta. Sociedad, sectores populares y cine. Los años 30 en la argentina. Trabajo final

para la Lic. En Sociología. UNLP. 2001. Pág. 7.

16
Tras el proceso industrializador grandes masas provenientes del interior del país

se volcaron hacia las ciudades dando vida a un nuevo proletariado más organizado y

combativo. A la creciente intensificación de su lucha -duramente reprimida- se le fue

acoplando el descontento y progresiva oposición al gobierno por parte de la sociedad en

su conjunto que, desde mediados de la década, se evidencia en una movilización política

y social en ascenso.

9 “Época dorada del cine”

La nueva masa de trabajadores urbanos fue gradualmente adaptándose a los

nuevos hábitos y costumbres impuestos por las condiciones sociales y culturales de la

ciudad. En este nuevo proceso de socialización tuvieron una influencia decisiva los

medios de comunicación.

Y las claves de la seducción del cine en particular radicaron en los distintos

géneros, en sus estrellas y en sus modas. A través de éstos, el público se reconoció y

transformó. Respecto a ello Barbero afirma “El cine media social y vitalmente en la

construcción de esa nueva experiencia cultural que es la popular urbana: él va a ser su

primer ¨lenguaje´´. Más allá de lo reaccionario de los contenidos y de los

esquematismos de forma, el cine va a conectar con el hambre de las masas por hacerse

visible socialmente. Y se va a inscribir en ese movimiento poniendo imagen y voz a la

identidad nacional”.17

Esta es la etapa en la que, en Argentina, se hicieron las mayores inversiones

nacionales en materia de infraestructura y se produjo el volumen más alto de

17
Barbero, Jesús Martín. De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía. México.

Ed Gilli. 1989. Pág. 44.

17
realizaciones en la historia del cine nacional18. Así, a principios de la década se funda el

estudio Argentina Sono Film y poco después Lumiton; dos empresas de evidente actitud

comercial, que en la búsqueda del éxito siguieron la fórmula hollywoodense del

“sistema de estrellas”, la apelación a los géneros y el recurso de ya aprobados éxitos del

teatro y la radio.

Uno de los factores decisivos en posibilitar el comienzo de la “era industrial o

dorada”, haciendo de nuestro cine el líder en el mercado latinoamericano, fue

imprimirle a los filmes una temática y un sentido popular. En ello, fue primordial y

distintivo el tango, a través del cual, se ampliaron los temas, espacios y rasgos con los

que el público popular se sentía identificado y representado, como ser la noche porteña

con sus bares y personajes, la cancha de fútbol, el club y, fundamentalmente, el barrio.

El cine hablaba su idioma y contenía su música; el espectador descubría así su mundo

en las imágenes.

Los cambios operados en la sociedad fueron acompañados por una modificación

en las representaciones cinematográficas. El campo, si bien conservaba algunos de los

rasgos del espacio ideológico del centenario, empieza a mostrar signos de agotamiento;

la “barbarie” urbana desembocaba en ese espacio original e imaginariamente civilizado.

Por su parte la ciudad era aún amenazante, y se la contraponía a los pueblos y los

barrios como ámbitos que todavía condensaban valores “nobles”.

Entre las representaciones cinematográficas correspondientes a aquél tinte

popular se destacan las de Manuel Romero y Mario Soffici. Varios autores coinciden

en catalogar el cine de Romero como conservador y populista; destacándose “La

muchacha de abordo” (1936), “Los muchachos de antes no usaban gomina” y

“Fuera de la ley” (ambas de 1937). Sus filmes fueron predominantemente melodramas

18
Ver Maranghello, Cesar (2005) y Getino, Octavio (1998).

18
sentimentalistas o comedias costumbristas con mensajes moralizadores; sin embargo

captó como nadie las pasiones argentinas, con lo cual contribuyó a forjar el primer gran

eslabón del cine con la sociedad de su época. Según Mahieu19, refiriéndose a sus

películas; éstas podrían convertirse ahora en un testimonio vivo y sagaz de la Argentina

-más bien de Buenos Aires- de la década del treinta, con su política liberal y

conservadora a la vez, su pueblo trabajador y escéptico, y una clase media oscilando

entre la desesperación algo “arltiana” y los espejismos de parís.

Respecto a las realizaciones de Soffici -entre las que se encuentran “Viento

norte” (1937), “Kilómetro 111” (1938) y “Prisioneros de la tierra” (1939)- contenían

un realismo casi documental que, desde un lugar de denuncia social, se caracterizaron

por una férrea voluntad de testimoniar los procesos de exclusión social y de

marginalización, esencialmente en el campo argentino.

Hacia fines de la década, nuestra cinematografía se encontraba al tope de su

crecimiento y se produjo un récord de estrenos. Sin embargo, la comercialización era

deficiente20 y a partir de ese momento comenzó a sentirse. A ello se le sumó que el país

comenzó a experimentar la escasez de película virgen.

El panorama obligaba a un cambio de rumbo y ello fue lo que se hizo. Los

productores entendieron que para continuar el éxito debían orientarse a un público más

rentable; de esta forma comenzaron a abundar las comedias burguesas. Se trató de un

cine de comedias blancas y de mujeres ingenuas que obligaron a una adecuación de la

19
Mahieu, Agustín. Breve historia del cine nacional (1896-1974). Buenos Aires. Almazor editores. 1974.
20
Fue poco rentable ya que las películas no eran entregadas a los distribuidores “a porcentaje” de las

recaudaciones, sino a un precio fijo.

19
temática y hasta del mismo lenguaje: se abandonó el tango y los tormentosos amores de

la noche porteña por los “sanos” romances y los finales felices21.

Esta desvinculación del cine de sus raíces populares fue el principal factor que

provocó la pérdida de los mercados latinoamericanos, el comienzo de la crisis de los

grandes estudios y el inicio de la prolongada decadencia del cine argentino22.

c) La etapa peronista (1943-1955)

El inicio del fin de una etapa de generalizada agitación se correspondió con el

hecho de que empezó a vislumbrarse la figura del por entonces responsable de la

Secretaría de Trabajo y Previsión. El Coronel Perón respondería a los sentidos -y cada

vez más urgentes- reclamos de las mayorías, aunque a cambio de su más absoluta

lealtad.

Si bien el cambio en el modelo de acumulación se había producido en la etapa

anterior, es recién ahora cuando se produce una efectiva sustitución de importaciones en

el marco de un modelo estatista y semi-proteccionista cuyos ejes estaban puestos en la

producción industrial y el mercado interno. Eran industrias livianas que cubrían las

necesidades de la mayoría de la población, con un importante efecto multiplicador sobre

el resto de los sectores económicos; lo que generó una significativa redistribución de

ingresos, que favoreció sobre todo a los asalariados.

La demanda interna suplantó a las exportaciones como principal factor de

impulso, y la distribución del ingreso era una variable clave para la alianza entre la clase

21
Ver Getino, Octavio (1998) y Mahieu, Agustín (1974).
22
Ver Getino, Octavio (1998) y Salvatori, Samanta (2001).

20
trabajadora y la burguesía nacional ya que esa redistribución a favor de los asalariados

redundaba en una mayor expansión relativa de la demanda domestica y, con ello, del

empresariado nacional.

La coyuntura internacional era propicia23 para la aplicación de las políticas de

bienestar que posibilitarían la efectivización de los postergados derechos sociales

(viviendas, vacaciones, compensaciones por accidentes, inversiones en salud,

educación, etc.).

No obstante, a partir de 1950, la situación económica empeoró y la internacional

pronto dejó de ser favorable. Se produjo una gran reducción de las exportaciones

argentinas de productos primarios ante la retracción de los mercados; las reservas

menguaron considerablemente; y comenzaron a aplicarse medidas de tipo ortodoxas.

Pero la raíz del por qué el comienzo del agotamiento de esta etapa, a entender de

Calcagno, radica en que no hubo diversificación de las exportaciones y en la falta de

integración vertical de la industria, que la hacía depender de la capacidad de

importación de insumos.24

A la oposición de los sectores más conservadores del campo y de la industria

(quienes cargaron con los costos de los derechos sociales), se le sumó la de la Iglesia,

ante el creciente culto laico. Perón no logró evitar el golpe de estado efectuado en 1955,

el cual lo alejaría del poder durante los próximos años.

23
Debido al auge de los precios agrícolas de la posguerra y la reducción de las importaciones

provenientes de los países en conflicto (que redundaron en la gestación del creciente mercado interno).
24
Calcagno, Alfredo Eric y Calcagno Eric. Argentina: derrumbe neoliberal y proyecto nacional.

Ediciones Le Monde diplomatique. El Diplo.2003.

21
9 Inicio de la intervención estatal en el cine

Las políticas peronistas de protección y fomento industrial se extendieron al área

artística y; como afirma Maranghello “El peronismo fue el primero que aplicó una

política comunicacional pergeñada y controlada por organismos estatales, a través de

leyes, reglamentaciones y decretos. Se concretó así una política con fuerte reconversión

en la producción y comercialización, más restricción del ingreso de películas

importadas.”25

Fue el comienzo de la intervención estatal en el cine, a través de dos medidas

fundamentales: se introdujo el sistema de porcentajes en la comercialización y se

promulgó una ley que establecía la obligatoriedad de exhibición de películas argentinas

en todos los cines del país. A partir de allí se profundizaría la dependencia del apoyo

estatal, dependencia que -aunque con variantes- se extendería hasta nuestros días.

No obstante, pese a esta ayuda, la crisis se reflejó en una importante reducción

de la cantidad de estrenos, y en que sobrevivieron unas pocas galerías y estudios de

producción. Su razón es analizada por Mahieu26, que considera que la coyuntura

histórica explica todos los errores posteriores. Para él, se montó un sistema de

protección al cine sin crear las estructuras necesarias para servir a la cultura nacional,

entregando las facilidades económicas a los grupos de producción existentes, que

rápidamente utilizaron esa seguridad para fabricar películas sin importancia.

Se desprende de ello, entonces, que la responsabilidad es compartida; no hubo

por parte del Estado un estímulo a la inversión de capital, fijo y estable, que favoreciese

la consolidación de infraestructuras modernas; tampoco se preocupó por establecer

25
Maranghello, Cesar. Breve historia del cine argentino. Barcelona. Laertes S.A de Ediciones. 2005.

Pág. 113, 114.


26
Mahieu, Agustín. Breve historia del cine nacional (1896-1974). Buenos Aires. Almozar editores. 1974.

22
circuitos permanentes de producción, distribución y comercialización. Los realizadores,

por su parte, en su mayoría, no supieron aprovechar el proteccionismo y no arriesgaron

en inversiones en cuestión de infraestructura27.

La temática cinematográfica, a entender de Maranghello, se caracterizó por la

ausencia de apologías directas al gobierno y, en simultáneo, hubo pocos rastros de

crítica política y social sobre la realidad nacional.

Entre los sobrevivientes de la generación anterior se destacan Soffici, que

desarrollaría entre 1945-1955 una producción relativamente valiosa; y Torres Ríos, que

en “Pelota de trapo” (1948), “Edad difícil” (1956) y “Aquello que amamos” (1959),

se aboca al mundo de los problemas cotidianos del hombre medio de los sectores

populares.

Entre los emergentes talentos, se destaca Hugo del Carril quién, desde sus

primeras producciones, se ubicó en el cruce entre el melodrama y la problemática

social, en espacios rurales. Su film más importante fue “Las aguas bajan turbias”

(1952), y trata sobre la explotación a la que eran sometidos los trabajadores de los

yerbatales en la década de 1920.

d) De “revolución en revolución”: Desde la “revolución libertadora” hasta la


“revolución argentina” (1955-1966)

A partir de este momento y hasta 1973 empezó, según distintos autores, una

etapa conocida como “empate hegemónico”28, caracterizada por la proscripción del

peronismo, ya sea durante los gobiernos civiles como en los militares.

27
Ver Getino, Octavio (1998).
28
En la recordada expresión de J. Portantiero este empate aludía al empate de fuerzas entre los sectores

dominantes.

23
El golpe militar conocido como “Revolución Libertadora” (entre 1955 y 1958)

fue el triunfo del ala radical más antiperonista. Fue inmediata la represión contra todo lo

que se considerase afín a ese partido, se intervino la CGT y numerosos sindicatos,

además de encarcelar a sus dirigentes.29 El objetivo era erradicar al peronismo de la vida

política y sindical argentina.

En el ámbito económico se tomaron medidas favorables a la burguesía, tanto

industrial como agraria, dirigidas por economistas conservadores. Se derogaron las

medidas sociales y laborales establecidas por el gobierno anterior con la finalidad de dar

marcha atrás con las conquistas obreras.

Entre 1958 y 1962 triunfó el proyecto “desarrollista” encabezado por Frondizi,

el cual promovió la participación del capital extranjero en el desarrollo de sectores

claves de la economía con el objetivo de impulsar una industrialización acelerada, lo

cual fomentó un efectivo crecimiento económico. Se trató, a diferencia del período

peronista, de una industrialización de bienes más complejos destinados a un mercado

interno que satisfacía las demandas de grupos de poder adquisitivo medio y alto, con la

fabricación de bienes de consumo durable.

La promesa de desarrollo despertó grandes expectativas entre los sectores

medios e intelectuales. Sin embargo, fue una ilusión pasajera: la renuncia por parte del

gobierno frente a los poderes económico y político provocaron el definitivo alejamiento

de aquellos sectores adherentes. Por un lado, ocurrió que, la situación económica (en un

principio auspiciosa) empezó a resentirse, ante lo cual el presidente entregó el manejo

de la economía al sector ultra liberal, abandonando su proyecto original. En cuanto a lo

político, se trató de un gobierno débil desde su mismo nacimiento -al igual que los

29
Desencadenaría el proceso denominado “resistencia peronista”, materializado a través de numerosas y

violentas huelgas, sabotajes a la producción, levantamientos militares leales a la causa peronista etc.

24
sucesivos-; al haber surgido de elecciones en las que la fuerza mayoritaria estaba

excluida, pronto empezaron a manifestarse las presiones de diversos sectores.

El gobierno siguiente, tuvo la misma -o tal vez mayor- debilidad que la de su

predecesor y fue incapaz de elaborar una alternativa para la ya crónica crisis política.

Su acotada capacidad de maniobra pronto se vio manifiesta ante el enfrentamiento de

los líderes sindicales, quienes emprendieron un plan de acción que incluía huelgas y

tomas de fábricas.

No obstante, Illa emprendió una tibia política nacionalista30, aunque el gobierno

pronto quedó sitiado desde varios frentes, y una vez más los militares vendrían a “poner

coto a los desmanes sindicales”, aunque ya no como hasta entonces de manera

transitoria y “preventiva”, sino con pretensiones de permanencia…

9 Nuevo cine argentino: auge y caída

Tras la caída de Perón se acabó la protección y la obligatoriedad de exhibición

de películas nacionales, por lo cual se redujo fuertemente la producción e ingresaron sin

restricción gran cantidad de filmes extranjeros; ambos factores favorecidos por la

exhibición que una vez más se encontró sin ningún tipo de regulación. Recién durante el

gobierno de Frondizi se inició una política de relativo impulso a la producción

independiente que permitió cierta recuperación de la producción y estimuló la

realización de cortometrajes.31

30
Entre cuyas medidas se destacó la anulación de los contratos de concesión de explotación petrolera a

empresas extranjeras firmados por Frondizi.


31
Representaron una novedosa forma de trabajo que, sin embargo, no tendrían exhibición pública por el

rechazo de los exhibidores.

25
Se creó el Instituto Nacional de Cinematografía y se declaro la garantía de

libertad de expresión de los filmes. Se destinaron recursos para la recuperación

industrial, a través de créditos y premios anuales. Se creó en La Plata la primera Escuela

de Cine y reapareció el Festival Internacional de Mar del Plata. Apareció un nuevo actor

–la televisión- fruto de la modernización que competiría con las salas (menguando su

público): canales privados ligados a las cadenas estadounidenses.

De la vieja industria sobrevivió sólo Argentina Sono Film y surgió Aries

Cinematográfica, no obstante, durante esta etapa prevalecieron los directores

independientes, favorecidos por la ayuda oficial. Se trató de una nueva generación de

cineastas, formados en el cineclubismo, influenciados por las tendencias venidas de

afuera, especialmente europeas. Se englobaron dentro de lo que se denominó como

Nuevo Cine Argentino; en pos de diferenciar a este cine moderno que transgredió al

clásico de estudios, tanto en temáticas como en su estética. Según Maranghello muchos

los encuadran en el cine de autor, que no se relacionó tanto con los géneros sino con un

enfoque más personal. 32

Varios autores coinciden en la concepción de que el Nuevo Cine Argentino fue –

en su mayoría- la irrupción de la clase media antiperonista en el cine. Sus ideas liberales

progresistas, los empujaron a festejar la derrota del “totalitarismo” (encarnado en Perón)

y a ver en Frondizi una posibilidad de liberación nacional “democrática”. Pero pronto,

el fracaso frondizista repercutió en sus filmes, predominando entonces, la frustración,

preocupación y escepticismo como temática recurrente.

Así, pueden verse películas en las que prima el cuestionamiento de los valores

tradicionales y la lucha generacional, personificado con frecuencia en jóvenes invadidos

por la impotencia y la desorientación, incapaces de vislumbrar un fututo promisorio.

32
Maranghello, Cesar. Breve historia del cine argentino. Barcelona. Leartes S.A de Ediciones. 2005.

26
Sus temáticas oscilan entre la descomposición moral burguesa, las denuncias de

corrupción -o la “inmoralidad”- de los dirigentes políticos, y la alegoría al proceso de

politización progresiva de la sociedad. Varios filmes son radiografías de la sórdida

realidad; no hay -como antaño- finales felices, ni aún en aquellas que abordan las

grandes pasiones populares, como el futbol y la música. Alejadas del viejo

sentimentalismo, sostienen con crudeza que ambos fenómenos suelen ser “máquinas

culturales para pobres”.33

Pueden diferenciarse dentro de este cine de vanguardia dos corrientes, una en la

que predomina la crítica social, perteneciente a realizadores sensibilizados por la cultura

popular, en varios casos -como ser los filmes de Birri, Murúa y Martínez Suarez-, y otra

línea más intimista y abstracta Antín, Kuhn y kohon-. Pero el mayor exponente del

Nueva Cine Argentino -en palabras de los propios críticos de la época- fue Torre

Nilsson, seguidor de una vertiente intelectual, basada en obras literarias nacionales y

una temática local34. Para Maranghello el cine de la década del cincuenta fue un

compromiso de pensamiento y acción, que tuvo como meta el desarrollo de una política

estética en directa articulación con la reflexión política.35

Representó la realidad de su tiempo pero fundamentalmente desde la perspectiva

de una clase y, en general, con tintes “intelectualistas”. Probablemente esa haya sido la

33
La cita es de Maranghello y se refiere a “El crack” de Martinéz Suaréz; pero también puede aplicarse a

“Pajarito Gómez” de Kuhn. En ambas se denuncian los mecanismos de explotación imperantes tanto en

el ámbito del futbol como en el de la canción pop.


34
Ver “La casa del ángel” (1957), “Fín de fiesta”, “Un guapo del 900” (ambas de 1960) y “La mano

en la trampa” (1961).
35
Maranghello. Ibid.

27
principal razón por la que no obtuvieron la acogida del gran público, pese a los premios

y al prestigio obtenido tanto a nivel nacional como internacional.36

Si a ello le agregamos que se fueron recortando progresivamente los subsidios y

facilidades para filmar, y se oficializó la censura, se comprende la imposibilidad de

estos nuevos realizadores de continuar su obra.

e) El fracaso de las fuerzas armadas y su desenlace en el “Gran acuerdo


nacional” (1966-1973)

Tras el golpe de estado de Onganía se prohibieron los partidos políticos, se

intervinieron las universidades, se reprimieron las huelgas y actividades obreras y se

censuró todo tipo de actividad cultural.

Ello y, fundamentalmente, las medidas económicas –tendientes a liberar los

mercados y facilitar el camino para el arribo de inversiones extranjeras-, fueron

gestando una creciente reacción contra el gobierno. El fracaso de la política de Onganía

llevaría a una fracción de los sectores medios a sensibilizarse socialmente con la clase

obrera quien era la que mas cargaba los costes del modelo, por lo que terminó

estimulando en aquellas capas la canalización de su resistencia en la movilización

política organizada.

La reacción creciente de estudiantes, intelectuales y obreros tendría su punto

culminante en el Cordobazo en 1969, rebelión popular que marcaría el inicio final de la

llamada “revolución argentina”. Al mismo tiempo estimularía la formación de grupos

armados guerrilleros.

36
Otro factor que pudo haber contribuido a la no aceptación del público puede vislumbrarse en su estética

también diferente respecto del viejo y exitoso cine de estudios, al ser realizadas con pocos personajes y en

escenarios reducidos, sin tantas estrellas aseguradoras de éxito.

28
Pese al reemplazo de Onganía -tras el golpe de Levingston y Lanusse

sucesivamente-, persistió la alta conflictividad política y social, y el debilitamiento del

poder militar era manifiesto. En esas condiciones se preparó finalmente el terreno para

la vuelta de un gobierno civil.

9 Boom del cine militante

En el ámbito cinematográfico se aplicó una censura de lo más arcaica. Se

cancelaron los premios y la ayuda estatal a la producción de cortos; factores que

perjudicaron fundamentalmente a las producciones independientes.

El cine tradicional supo ver tanto el “seudonacionalismo” de los gobiernos

militares como la nacionalización de amplios sectores de la clase media; y así

emprendió -con rotundo éxito comercial- la realización de películas épico- históricas,

aprovechando esa favorable coyuntura. De esta forma; Torre Nilsson realizó “Martín

Fierro” (1968), “El Santo de la espada” (1970) y “Guemes -la tierra en armas-

“(1971). Aries alternó entre dos líneas de producción, la comedia ligera y reaccionaria,

y los testimoniales históricos37, en ambas guiada por la lógica comercial. Entre tanto,

Argentina Sono Film, con los mismos propósitos netamente lucrativos, se caracterizó

por incorporar en sus realizaciones a las estrellas de televisión.

Mención aparte merece la aparición, a lo largo de este proceso, de Leonardo

Favio; joven realizador que con su trilogía de “Crónica de un niño solo” (1965),

“Romance del Aniceto y la Francisca” (1966) y “El dependiente” (1967), logró

instalarse como uno de los grandes creadores del cine nacional.

37
Con “Argentino hasta la muerte” (1971), “Argentinísima” (1972) y “Argentinísima II” (1973),

también aportó a la recreación de la historiografía hegemónica, favorecida por aquella coyuntura.

29
Otra vertiente que, salvo excepciones, omitió en sus obras el proceso político

social en desarrollo, fue la del cine de autor, nacido durante el frondizismo. La gran

mayoría de estos realizadores se afianzó en el cine publicitario, con historias

autobiográficas de destacable nivel técnico.38 Continuaron sin ser aceptados por el

público masivo, no obstante, no contaron como en la etapa previa, de facilidades

financieras para filmar, al mismo tiempo que sus libretos fueron recurrentemente

censurados39.

Finalmente se destaca un cine que respondió activamente a la situación del

momento; se trata del militante y clandestino, y el film que le sirvió de modelo fue “La

hora de los hornos” (1966-1968), de Pino Solanas. La película adelantó lo que estaba

ocurriendo entre las capas medias y los trabajadores, tanto en su conciencia como en su

metodología de acción. Con ella nació también el Grupo Cine Liberación, primer

antecedente de otros grupos similares, que se propusieron un uso diferente del cine.

Getino (coautor de “La hora…”), al referirse a la misma afirma que “El motor del film

fue la propia realidad nacional y la existencia de grandes masas en proceso de

organización y ofensiva (…) No se trataba ya solamente de testimoniar sino de

profundizar un proceso incorporando una actitud (…) militante. La hora (…) antes que

un film es un Acto; un Acto para la liberación.” 40

38
A muchos de los previamente nombrados se sumaron Jusid, de la Torre, Subiela, Fisherman, Szir,

Stagnaro, entre otros.


39
Ver Maranghello, César (2005) y Getino, Octavio (1998).
40
Getino, Octavio. Ibid. Pág. 58.

30
Se buscó, en definitiva, darle al cine una utilidad política mayor, en tanto

generador de participación activa de sus espectadores, quienes solían ser miembros de

diversas organizaciones populares.41

A la dupla Solanas-Getino pronto se le sumó como miembro del Cine Liberación

Gerardo Vallejo, cuyo primer largometraje, “El camino hacia la muerte del viejo

Reales” (1968-1971) entremezcla realidad y ficción testimoniando las vivencias de una

familia de trabajadores azucareros del norte argentino.

Un grupo anónimo denominado Realizadores de Mayo, integrado por varios

directores, realizo “Argentina, mayo de 1969: los caminos de la liberación” (1969-

1970), inspirados en el Cordobazo y estructurado en doce episodios que revelaron

diferentes aspectos de la insurrección.

Hacia el final del período, seis egresados de la Escuela de Cine de La Plata42

realizaron “Informes y testimonios. La tortura política en la argentina, 1962-1972”

(1973); claro documento del horror de aquellos tiempos.

f) El principio del fin (1973-1976)

El programa de gobierno de la tercera presidencia de Perón pretendía asemejarse

a sus anteriores mandatos, basado en la concertación entre capital y trabajo. Pero la

alianza social entre trabajadores y patrones -de la cuál el gobierno se erigiría en árbitro-

sería reeditada en condiciones sociales, políticas y económicas muy diferentes.


41
Este tipo de cine, por lo general, fue coproducido con organizaciones sindicales altamente politizadas,

que también se encargaban de la distribución y la exhibición en espacios seguros. También estaba el

ligado a partidos de izquierda, cuya primera experiencia fue el film de Gleyzer, “La revolución

congelada” (1970).
42
Diego Eijó, Eduardo Giorello, Ricardo Moretti, Alfredo Oroz, Carlos Vallina y Silvia Vega.

31
El modelo económico empezó a mostrar síntomas de crisis, y los problemas

estructurales ya eran evidentes, como ser el escaso desarrollo de actividades industriales

altamente complejas y la débil inserción de productos con alto valor agregado en el

comercio exterior. Los intentos de reeditar el anterior mandato se frustraron tras el

fallecimiento del líder y el recrudecimiento de la violencia política, en especial la

ejercida desde el propio estado.

La situación económica se deterioraba a la par de las constantes demandas

sindicales, en el marco de la famosa crisis mundial del petróleo, por lo que la presidenta

decidió optar por la ortodoxia liberal.43 Ello no logró más que acrecentar el malestar

reinante y el deterioro gubernamental en ascenso. Por entonces, el golpe militar era un

secreto a voces.

9 Del efímero éxito y generalizada ilusión a la mayor oscuridad en el cine

Hasta la muerte de Perón se realizaron concretos esfuerzos por modificar la

política oficial sobre el cine: se liberaron los filmes prohibidos; se clasificó en lugar de

censurar; se fomentó una política de participación, con realizadores, técnicos y

productores, y se fortalecieron las organizaciones del cine. No obstante, esta tentativa de

replantear nuevas formas de desarrollo cinematográfico -que confluyó con el clima de

expectativa e ilusión social, basado en lo que estaba sucediendo en la realidad nacional-;

no sólo se paralizó tras la muerte del líder sino que -desde allí en adelante- empezó una

etapa de profundo retroceso en nuestra cinematografía y en la cultura en general.

Contribuyó a ello la designación de Paulino Tato como interventor en el Ente de

43
Emprendió un plan de ajuste de la economía que incluyó devaluación, aumento de tarifas y

congelamiento de salarios.

32
calificación y, por supuesto, el accionar de la Triple A, amenazando a artistas e

intelectuales (además de militantes) y provocando numerosos exilios.

Si hasta 1974 se incrementó notablemente la producción nacional y se produjo

un inesperado éxito de taquilla en las boleterías, pronto el panorama se oscureció: la

devaluación del peso junto a las prohibiciones y la censura a cargo del nuevo encargado

del Ente, puso a la industria al borde de la extinción44.

La censura contribuyó a dividir las aguas en la cinematografía: a los filmes

oportunamente “pasatistas” (muchos de los cuales evitaron hablar del presente), se les

contrapusieron los de alto contenido político crítico sobre la realidad del momento.

Aries constituyó una de las pocas excepciones para las que los setenta resultaron

fructíferos en términos empresariales. Tal vez la clave radique en que continuó

alternando entre filmes con aspiraciones artísticas y/o políticas y obras netamente

comerciales. Entre las primeras se destaca “La Patagonia rebelde” (1974), de Héctor

Olivera, la cual denunció con profundidad las masacres campesinas de la Patagonia en

1921. En el otro sentido, la productora se volcó hacia la burda picaresca; este tipo de

filmes posibilitaría la continuidad de la productora en los años sucesivos, aunque

mediante la modificación de su temática, acorde a la época de plomo.

Torre Nilsson se dedicó a la adaptación de obras literarias nacionales, perdiendo

en parte su complejidad habitual. Realizó así “Los siete locos” (1973), “Boquitas

pintadas” (1974), “El pibe cabeza” y “La guerra del cerdo”, ambas de 1975; en la

mayoría de las cuales remite nuevamente a la “década infame”, la cual consideró según

44
Ver Getino, Octavio (1998).

33
Maranghello, “germen del fracaso colectivo de los argentinos”45 Se radicó en España

tras la censura de su último film y murió poco después.

“Juan Moreira” (1973) y “Nazareno Cruz y el lobo” (1975) son las primeras

obras de Favio que conquistan al gran público. La razón del éxito de la primera estriba,

según Getino, en que versaba sobre la injusticia social sufrida por los marginados

gauchos de fines de siglo pasado; temática que según él enaltecía a las grandes masas en

las circunstancias actuales.46 “Nazareno…” es considerada por varios autores uno de

los filmes más bellos y arriesgados de la historia del cine nacional, encarado por su

audaz director, que se animó a una obra experimental y gracias a su talento la

transformó en éxito.

El género histórico político aportó obras ricas en un contexto delicado como lo

fue el de los setenta. “Quebracho” (1974), de Wullicher analizaba el enfrentamiento a

la dominación inglesa y sus devastadoras consecuencias en la primera mitad del siglo,

concluyendo en el peronismo y sus reivindicaciones obreras. Las obras políticamente

radicalizadas continuaron con el Cine de la Base, encabezado por Gleyzer, que en

filmes como “México, la revolución congelada” (1973), “Los traidores” (1973) y

“Me matan si no trabajo y si trabajo me matan” (1974), tenía por objetivo generar

una toma de conciencia por parte de los trabajadores como posibilidad de liberación.

“Los hijos de Fierro” (1972-1975), de Solanas, representó alegóricamente, mediante

una novedosa y apreciable estética, las luchas populares entre 1955 y 1973, aunque

desde una óptica cerradamente peronista47.

45
Maranghello, Cesar. Breve historia del cine argentino. Barcelona. Leartes S.A de Ediciones. 2005. Pág

199.
46
Getino, Octavio. Cine argentino. Entre lo posible y lo deseable. Buenos Aires. Ediciones Ciccus. 1998.
47
Ver Maranghello, Cesar (1995).

34
g) De la peor derrota popular al “nunca más” (1976-1983)

El autodenominado Proceso de Reorganización Nacional fue acogido con cierta

resignación e incluso alivio de una parte importante de la ciudadanía ante la apremiante

realidad nacional signada por la bancarrota económica, la profunda crisis política

(incapaz de ser resuelta por la clase dirigente) y los altos niveles de violencia armada.

El golpe fue una respuesta a un cambio -a escala internacional- que se propuso

modificar la esencia del modelo de acumulación vigente, y en nuestro país se impuso a

través del terror y la matanza. El mercado interno que durante medio siglo hizo de

horizonte y referente del proceso de acumulación deja su lugar como espacio estratégico

de intercambios y transferencias a la circulación global de bienes y servicios. Este hecho

-celebrado por los “paladines del neoliberalismo”- representó el puntapié inicial de un

nuevo régimen de acumulación que tomó como eje principal la valorización financiera;

y con ella, se redefinió radicalmente la relación tradicional entre el capital y el trabajo e

implicó una importante reestructuración dentro de la propia esfera del capital.48

9 El silencio (“y no inocente”) del cine

La producción cinematográfica quedó paralizada ante la censura, prohibición,

persecución y suspensión de créditos; siendo el volumen de películas realizadas de los

más bajos de la historia.49

48
Sobre este cambio en el patrón de acumulación se volverá más adelante, cuando se aborde el contexto

de la década de los noventa, momento de consolidación de aquél modelo.


49
Cerró sus puertas Argentina Sono Film y Aries se transformó en la única empresa que contó con

estudio propio, sostenido en gran parte por el seudo humor de Porcel y Olmedo. Ver Maranghello, Cesar

(1995) y Getino, Octavio (1998).

35
Según Sergio Wolf el cine del proceso se caracterizó por apelar a un tiempo

mítico, tratando de recuperar -en sentido literal- un mundo signado por la vigilancia, la

reeducación y el moralismo. Lo hizo centrándose en la añoranza de un pasado muy

lejano con la pretensión de congelar el tiempo. El objetivo, a entender del autor, fue

impedir o prohibir hablar del pasado cercano y del presente.50

Si bien considera que éste también fue el objetivo del cine de finales de los años

sesenta y principios de los setenta, marca una diferencia primordial: en el cine de

principios de los setenta el pasado lejano representaba un espacio conflictivo, mientras

que en el del proceso ese pasado era armónico, o al menos los conflictos eran

subsanables sin confrontación con el pueblo. Y agrega: “…en lo que sería el período

1973-1976, se buscaba comprender el presente apelando al pasado, (en cambio) en el

cine de la dictadura la operación es a la inversa: se elude hablar del presente

utilizando la coartada del pasado.”51

El deterioro económico en ascenso junto al patético y devastador desenlace de la

guerra de Malvinas fue acorralando a la dictadura, permitiendo que las fuerzas políticas

y sindicales se repusieran gradualmente de las heridas sufridas durante los primeros

sangrientos años del proceso, volviendo a escena. Del mismo modo, hacia 1981, varias

películas empezaron a sugerir el clima que vivía el país, aunque sin mencionar

directamente cuestiones políticas. Pese a la escasa producción, hubo obras que

evidenciaban esa voluntad -y posibilidad- de cambio al abordar una temática impensada

muy poco tiempo atrás.

50
Son referentes, en este sentido, filmes como “Así es la vida” (1977) y “Los chicos crecen” (1976), de

Enrique Carreras, y “Y mañana serán hombres” (1979), de Borcosque.


51
Sergio Wolf. Aspectos del problema del tiempo en el cine argentino, en Pensar el cine 2. Cuerpo(s),

temporalidad y nuevas tecnologías. Buenos Aires. Manantial. 1997. Pág. 175.

36
Es el caso de “Tiempo de revancha” (1981) y “Ultimos días de la víctima”

(1982), de Aristarain, alegóricas de la situación de represión y violencia con una

temática en torno a la resistencia desde el silencio. Ayala realizó “Plata dulce” (1982)

y “El arreglo” (1983); en la primera retrata la situación de algunos sectores que

aprovecharon la corrupción financiera impuesta por los militares, y en la otra las formas

de corrupción institucional.52 Dos filmes con claras intenciones electorales fueron “La

república perdida” (1983), de Miguel Pérez, que pese a ser formulada desde la visión

radical, relató medio siglo de la vida política del país, contribuyendo al esclarecimiento

y al debate de las alternativas nacionales. “No habrá más penas ni olvidos” (1983), de

Héctor Olivera es un testimonio simplificado de la división de las diferentes fracciones

del peronismo previamente al golpe militar.

h) La restauración de la democracia (1983-1989)

El gobierno del radical Raúl Alfonsín desde sus inicios le dio prioridad a la

construcción de un sistema político estable basado en la vigencia de la constitución.

Como hecho sin precedentes se enjuició y condenó a las juntas militares encargadas del

terrorismo de estado, aunque luego se daría marcha atrás, mediante dos leyes, con esta

medida política.53

Al poco tiempo de asumir, empezó a sentirse la incapacidad del gobierno por

resolver los problemas económicos estructurales; la deuda externa se había


52
Otras alegorías a la violencia y dominación o al poder en peligro se encuentran en “La invitación”

(1982), de Antín; “El poder de las tinieblas” (1979), de Mario Sábato; “El salón dorado”, de Barney

Finn; “Los enemigos” (1983), de Eduardo Calcagno y “Volver” (1982), de David Lipszyc; entre otras.
53
Mediante la Ley de Punto Final se puso un plazo perentorio para demandar a los militares, y con la de

Obediencia Debida se eximió a todos los oficiales subalternos de los actos aberrantes cometidos.

37
quintuplicado durante los años del Proceso, y el aparato productivo (sobre todo en el

sector industrial) estaba quebrado. La creciente inflación amenazaba con desbaratar la

tranquilidad social por lo que se puso en marcha un programa estabilizador que fue

incapaz de frenar la escalada de precios, y hacia fines de la década estalló un proceso

hiperinflacionario que hizo aumentar la pobreza y la desocupación hasta alcanzar un

récord histórico hasta entonces. La frustración del proyecto político del gobierno radico

principalmente en la imposibilidad y/o incapacidad para hacerle frente a los acreedores

externos y a los sectores concentrados asociados al capital financiero internacional; que

presionaban por imponer de lleno el modelo de ajuste estructural.54

9 Cine del renacimiento democrático

La política cinematográfica de esos años apuntó a una mayor libertad de

expresión, a abolir la censura y a liberar las películas prohibidas; también se facilitó el

otorgamiento de fondos para subvenciones y créditos.

El cine se fortaleció ficticiamente, ya que -acorde con la lógica tendiente a

favorecer proyectos que permitiesen una proyección internacional del país-, se logró la

repercusión en el exterior de nuestro cine (y su aprobación nacional, tanto en la crítica

como en el público), y se estimuló la aparición de nuevos aspirantes a la realización; no

obstante, la escasa financiación (en relación con el costo total del film), llevó a que

muchos de los realizadores no pudieran pagar sus créditos, por lo que, para varios de los

mismos, su opera prima sería también su único film.

54
También tuvo que enfrentar al movimiento obrero organizado, que recrudecía su presión a la par de la

creciente regresividad social, tras el deterioro del salario real y la profundización de las malas condiciones

de vida de los sectores postergados.

38
Durante esta etapa se destacaron dos líneas de producción: el humor burdo y el

erotismo, a cargo de las grandes empresas históricas, cuyos directores referentes fueron

Carreras y Sofovich (y sus fines netamente comerciales); y la otra fue la política55. En

esta última vertiente se abordaron algunas de las cuestiones claves de la vida social de

entonces, como ser la discusión de los ejes centrales para el debate democrático,

primando la denuncia de la dictadura y la violencia, las consecuencias del autoritarismo

y la reivindicación de la democracia.

Según Gustavo Aprea56 esa dimensión política del cine del momento fue

abordada desde un realismo testimonial que cumplió con las reglas del espectáculo. Se

trató de una cinematografía que mostró algunos de los aspectos fundamentales del

funcionamiento social, apelando a los géneros fuertes, la narración clásica y los

prototipos; muy impregnada del lenguaje televisivo. Fue necesario para el cine

hegemónico de entonces recurrir a esa estética por varias razones: la subsistencia de un

cine muy debilitado, la necesidad de llegar a una ciudadanía ávida de interpretaciones

sobre la historia reciente, y podría agregarse también la ventaja -financiera- de

amoldarse a la visión oficial.

Se comprende por ello su alejamiento tanto del cine militante como del de autor,

de las etapas anteriores. Fue, según este autor, un cine de pretensiones artísticas que

habló de política pero no desde la política, ya que no asumió explícitamente una postura

de este tipo; y lo hizo cumpliendo con las reglas del espectáculo cinematográfico, que le

garantizaban el acceso a un público masivo.

55
Ver Getino, Octavio (1998) y Aprea, Gustavo. Cine y políticas en Argentina: continuidades y

discontinuidades en 25 años de democracia. Los Polvorines: Universidad Nacional de General

Sarmiento; Biblioteca Nacional. Bs. As. 2008.


56
Aprea, Gustavo. Ibid.

39
A entender de Maranghello, en la mayoría de las producciones de la época, la

historia era más importante que el modo de narrarla, “…no existía ninguna indagación

de los recursos expresivos del lenguaje cinematográfico… En el cine de la década no se

instituyó ningún concepto original de reflexión sobre la historia del país…”57 Y en

concordancia con ello, Alberto Poggi, afirma que “Los años del proceso sirvieron de

tema para recrear historias convencionales, folletinescas, naturalistas, de lenguaje y

taras televisivas, y con la tranquilizadora certidumbre del maniqueísmo más

extremo”58.

En varias de las obras más importantes del momento, el público descubre junto

con los personajes los hechos aberrantes (como el terror de la dictadura, la guerra de

Malvinas, los exilios, la alianza entre estado autoritario y sociedad conservadora, etc.)

de un pasado más o menos reciente, como una verdad que estaba oculta para la “gente

común”. Esa contraposición entre una realidad oculta trágica y el cotidiano “normal”

fue plenamente funcional a la idea de una sociedad que ignoraba la existencia de un

drama que la involucraba. Representar a una sociedad víctima, sin demasiada

conciencia de lo que aconteció permitía la redención tranquilizadora generalizada de un

pueblo sin culpas. Como afirma Getino: “La sociedad argentina necesitaba recuperar

la esperanza y expurgar complicidades. Más que una revisión crítica de su memoria

buscaba construir, casi religiosamente, un imaginario de su propia existencia,

distanciado de ella y cercano más a la ensoñación que a lo real-cotidiano”.59

57
Maranghello, Cesar. Breve historia del cine argentino. Barcelona. Leartes S.A de Ediciones. 2005. Pág.

221.
58
Poggi, Alberto. En busca del riesgo perdido. revista Fin de siglo, Bs. As. Septiembre 1987. Pág. 89.
59
Getino, Octavio. Cine argentino. Entre lo posible y lo deseable. Buenos Aires. Ediciones Ciccus. 1998.

Pág. 94.

40
Se pueden nombrar dentro de esta tendencia filmes como “Camila” (1984) y

“Miss Mary” (1986), de María Luisa Bemberg; “Asesinato en el Senado de la

Nación” (1984), de Juan José Jusid: “La historia oficial” (1985), de Luís Puenzo;

“Los chicos de la guerra” (1984), de Bebe Kamin; y “Hay unos tipos abajo” (1985),

de Emilio Alfaro y Raúl Filippelli, entre otras.60

Con el afianzamiento de la democracia se pudo hablar de manera más explícita

de todo aquello que a principios de la década se dijo a través de alusiones veladas. Se

observa en filmes como “La noche de los lápices” (1986), de Olivera;

“Sentimientos…Mirta de Liniers a Estambul” (1985), de Jorge Coscia y Guillermo

Saura; “Las veredas de Saturno” (1986), de Hugo Santiago; “Los días de junio”

(1984), de Alberto Fischerman; “La amiga” (1989), de Jeanine Meerapfel; y “Juan,

como si nada hubiese sucedido” (1985/1987), de Carlos Echeverría.

Se trata de filmes menos esperanzadores que ilustraron sobre nuevos rasgos

culturales de la sociedad; años marcados por la frustración individual y colectiva;

encarnados con frecuencia en jóvenes que tampoco querían identificarse con la realidad

post dictadura.61

El cine de la recuperación democrática entra finalmente en crisis hacia finales de

la década, coincidiendo con el quiebre de las certezas respecto a los valores

60
Se destaca por la novedad de la combinación entre la ciencia ficción y la metafísica “Hombre mirando

al sudeste” (1985), de Subiela, que narra la historia de un extraño individuo que -en palabras de Aprea-

“se erige en mágico puente hacia el más allá para tranquilidad del imaginario colectivo”.
61
El vaivén entre el ayer y el hoy es representado en las dos obras de la etapa realizadas por Pino Solanas;

“Tangos, el exilio de Gardel” (1986) y “Sur” (1988), las cuales versan sobre el exilio (interno y

externo) mediante narrativas diversas que tematizan sobre el desencuentro entre el imaginario de su

realizador y la realidad imaginada. Lo deseable (las grandes movilizaciones sociales de las décadas

anteriores) no encaja con la realidad frustrada de la historia reciente.

41
democráticos. No es casualidad que con el derrumbe de la idea de democracia como fin

en sí mismo, también entre en crisis este modelo de cinematografía, que precisamente,

basó su éxito en su reivindicación; incapaz de procesar la crisis económica y social en

ascenso.

42
III. SOCIEDAD ARGENTINA Y NUEVO MODELO DE

ACUMULACIÓN: LA UTOPÍA NEOLIBERAL Y LA PEOR CRISIS

SOCIAL

La última dictadura militar quebró las bases sociales y productivas que habían

sustentado y definido a la economía argentina desde los años treinta y; sobre todo, en el

período iniciado en la posguerra, durante el cual la industria fue el eje ordenador de la

economía. Con la destrucción de gran parte del aparato productivo (en especial de las

industrias que generaban más valor agregado), se inició el tránsito de una economía

industrial a otra financiera, agropecuaria y de servicios.

El nuevo patrón de acumulación tomó como eje principal la valorización

financiera62, la cual conlleva a una redefinición estructural significativa, ya que se trata

de la expansión de los ingresos de un sector del capital (el concentrado) a partir de la

absorción de una porción creciente de los percibidos por los restantes sectores sociales;

a través de la degradación de los salarios y la apertura económica asimétrica (en

desmedro de las empresas protegidas hasta ese momento); además de la obtención de

rentas financieras.63

62
En sentido estricto remite a la colocación de excedente, por parte de los grandes grupos concentrados

de la economía, en diversos activos financieros en pro de obtener una renta basada en el

aprovechamiento de las diferencias entre las tasa de interés vigentes en el mercado local e internacional.

Ver Schvarzer, Jorge (1998); Aspiazu, Daniel (1999, 2001); Arcedo y Basualdo (2002) y Basualdo,

Eduardo (2001).
63
Tanto la deuda externa como la posterior venta de empresas estatales actuarían como potenciadores de

la valorización financiera, al operar como una significativa masa de recursos posibles de ser valorizados

en la economía interna por parte del sector nombrado, sobre la base de las diferencias entre las tasas de

interés locales respecto a las externas.

43
De esta manera, supuso un doble proceso de transferencias de ingresos: desde el

trabajo hacia el capital y, dentro de éste, de las pequeñas y medianas empresas hacia las

de mayor tamaño, en especial, hacia aquellas pertenecientes a los miembros del nuevo

bloque de poder económico: parte de los grupos económicos locales, un conjunto de

conglomerados y empresas extranjeras radicados en el país y la banca local y acreedora.

La instauración de ese nuevo modelo de acumulación requirió de dos elementos

claves: el endeudamiento externo y el rol del estado como instrumento facilitador de

este proceso. El endeudamiento externo de los grupos económicos locales y las

empresas transnacionales, generado desde el 1976, se produjo no para realizar

inversiones productivas sino para obtener una renta mediante colocaciones financieras,

mientras la tasa de interés local fuese superior a la internacional, para finalmente,

remitir los recursos al exterior.

El efectivo intervencionismo estatal en pro del proceso de concentración y

centralización del capital (y sus consecuentes efectos sociales regresivos), es explicado

según Ana Castellani, a raíz de: “La expansión de un sector de las grandes empresas

(nacionales y extranjeras) que operan en el mercado local en base a la obtención de

altos márgenes de ganancia extraordinaria originados en la existencia de contextos

privilegiados de acuerdos creados y sostenidos por el accionar del aparato estatal (…)

La expansión excepcional de estos grupos locales se origina en un doble proceso: la

desaparición de empresas industriales tras la crisis desatada con la apertura de la

economía y las facilidades que tuvieron los grupos para comprar y/o absorber a varias

firmas existentes gracias al acceso preferencial al financiamiento público y/o externo

que consiguieron durante el período”64.

64
Castellani, Ana. Gestión económica liberal-corporativa y transformaciones en el interior de los

grandes agentes económicos de la Argentina durante la última dictadura militar. En Pucciarelli, Alfredo,

44
Ahora bien, según Eduardo Basualdo, de los integrantes del establishment no

todos incidieron y se apropiaron de los recursos económicos de la misma manera y en la

misma magnitud. En esta etapa que va desde la dictadura hasta el año 1989, los

capitales privilegiados del proceso económico fueron los grupos económicos locales y

algunos conglomerados extranjeros, en detrimento de los acreedores externos, “…no

sólo porque mantuvieron las prebendas obtenidas durante la dictadura militar

(promoción industrial, transferencia de su deuda externa al estado, compras del estado,

etc.), sino porque le agregaron otras vinculadas a la nueva etapa (como los diversos

incentivos a las exportaciones que se implementaron durante el período, avales

estatales, etc.).”65

A entender del autor, el hecho de que el estado no expresase los intereses del

conjunto de los sectores dominantes generó una pugna al interior de los mismos que

desató el estallido de la crisis hiperinflacionaria en 1989. Es decir, se trató de una crisis

que apuntaba a destituir las últimas restricciones estructurales que impedían el

desarrollo y la consolidación del patrón de acumulación puesto en marcha por el

Proceso; restricciones fundamentalmente para los acreedores externos.

La cabal implantación de las reformas estructurales no logró efectivizarse ni

durante la dictadura ni con el gobierno de Alfonsín. La experiencia dictatorial fracasó en

parte por el deterioro económico -que preanunció el derrumbe político-; aunque el

detonante fue la frustración de la guerra de Malvinas. El gobierno sucesivo, por su

parte, no pudo siquiera garantizar el control de los reclamos sociales, en medio de un

ed., Empresarios, tecnócratas y militares. La trama corporativa de la última dictadura. Bs As. Siglo

XIX. 2004. Pág. 175-193.


65
Basualdo, Eduardo. Sistema político y modelo de acumulación en la Argentina. Notas sobre el

transformismo argentino durante la valorización financiera (1976-2001). Universidad Nacional de

Quilmes. 2002. Pág. 45.

45
contexto social y económico explosivo, con una sistemática escases de financiamiento

externo y un constante hostigamiento de los representantes de los acreedores externos.

Lo que no había podido realizar ni la más feroz dictadura lo llevó a cabo,

mediante el voto popular, un solo hombre, Carlos Menem; quien aceptó plenamente las

reglas de juego que el proceso de globalización económica creciente y el compromiso

del endeudamiento externo imponían.

a) “Menem lo hizo” (1989-1995)

El proyecto de Menem apuntaba a ajustar incondicionalmente la estructura

decisional y las estrategias económicas a los objetivos de los grandes grupos

económicos y de los acreedores externos66. Con la justificación de que era imperante

sanear la situación financiera estatal fuertemente comprometida por la magnitud de la

deuda pública; el presidente orientó los cambios fundamentales en la política económica

sobre la base de las coincidencias entre ambas fracciones del capital, en especial,

aquellas vinculadas con la apertura externa y las privatizaciones de empresas públicas.

De ahí en adelante, el conjunto del sistema político impulsó sin freno la

reestructuración del estado (las reformas estructurales), a la par que puso en marcha un

plan de estabilización inflacionario (Plan de Convertibilidad) y la renegociación de la

deuda externa (Plan Brady).

66
Se trata de la reducción de la autonomía relativa del estado, al acortarse la distancia institucional

respecto a los actores dominantes y al reforzar su vinculación instrumental con ellos. Ello se observa, por

ejemplo, en que el estado convierte en asuntos públicos los objetivos privados del capital concentrado y

en la incorporación de grandes empresarios a la gestión estatal (llevando a la apropiación privada de

recursos públicos). A mismo tiempo se desvincula (al expulsar de la esfera pública) de los intereses y

necesidades del resto de los actores sociales.

46
La política convertible consistió en el establecimiento de un tipo de cambio fijo,

al mismo tiempo que se garantizaba la libre convertibilidad de peso a dólar; siendo la

condición que garantizaba la paridad que las reservas de dólares en el Banco Central

sean equivalentes a la base monetaria en pesos. Ello implicó un auto atamiento del

estado en política monetaria y cambiaria -y una total dependencia de los constantes

ingresos de activos externos- ya que, como lo explican Rofman y Romero “…el estado

renunció no sólo a la emisión sin respaldo en reservas para garantizar la

convertibilidad, sino que se comprometió a no financiar un eventual déficit con la

citada emisión, por lo que el nivel de circulación interna dependió, desde entonces, del

monto de recursos acumulados en el Banco Central en activos externos.”67

La abundancia de recursos provenientes del exterior, en una primera etapa, tuvo

como principal aliciente la mayor tasa de interés argentina respecto de las del resto del

mundo. Ese ingreso de fondos especulativos sirvió para alimentar el crédito al consumo

y permitió la expansión productiva, prerrequisito para obtener ingresos tributarios,

necesarios a su vez para asegurar el superávit presupuestario. Pero para lograr ese

excedente también se incorporó parte de la venta de los activos estatales a las arcas

fiscales y se contrataron empréstitos externos e internos, ya que fue imprescindible

obtener un superávit suficiente como para que su monto fuese equivalente a los

compromisos derivados del endeudamiento externo.

Las privatizaciones resultaron ser el mejor elemento para congraciarse con el

bloque dominante. Para los acreedores externos era la oportunidad de restablecer el

pago de la deuda (mediante la capitalización de los títulos de la deuda en la

transferencia de los activos estatales), y cobrarse lo hasta el momento impagable. Y

67
Rofman, Alejandro y Romero, Luis Alberto. Sistema socioeconómico y estructura regional en la

Argentina. Bs As. Editorial. Amorrortu. 1997. Segunda edición. Pág. 272.

47
también eran beneficiosas para los grupos económicos locales y conglomerados

extranjeros asentados en el país, ya que suponían su acceso a la propiedad de activos

(estatales) de una enorme magnitud, que exhibían una elevada rentabilidad potencial,

con un reducido riesgo empresarial (por tratarse de sectores monopólicos u

oligopólicos), con ganancias extraordinarias garantizadas por los propios marcos

regulatorios.

La apertura comercial fue acelerada, por lo que las importaciones (subsidiadas

por un tipo de cambio fijo sobrevaluado) crecieran enormemente frente a una expansión

moderada de las exportaciones. Esta asimétrica eliminación de restricciones arancelarias

generó, por un lado, desequilibrios cada vez mayores en la balanza comercial y, por

otro, una exposición ruinosa a la competencia de productos importados para muchas

empresas nacionales indefensas al carecer de cualquier tipo de protección estatal.68

Toda esta batería de reformas destinadas a modificar drásticamente la estructura

del sector público y la orientación de las trasferencias de los recursos estatales, fueron

acompañadas por una reforma tributaria o impositiva, que generalizó (amplió hacia

abajo) la aplicación del impuesto al valor agregado (IVA), y redujo el impuesto a las

ganancias (reduciendo casi a la mitad las contribuciones patronales).

Rofman y Romero69 engloban el plan del gobierno con el concepto de “ajuste

expansivo” debido a que el ajuste (para con la mayoría de la población), fue

acompañado de un crecimiento económico que se sostuvo si y solo si ingresaban

68
No todas las actividades fueron libradas a su suerte ante una competencia desigual; entre los mercados

“re-regulados” o protegidos se destaca el automotriz y el acero, entre otros. Ver Basualdo (2001, 2003) y

Castellani (2004).
69
Rofman, Alejandro y Romero, Luis Alberto. Sistema Socioeconómico y Estructura regional en la

Argentina. Editorial Amorrortu. Editores. Bs As. 1997.

48
capitales externos que permitiesen el crédito al consumo, lo que generaba un aumento

de la productividad y, por ende, un mayor ingreso tributario para el estado.

Siguiendo el análisis de Basualdo70, pueden distinguirse dos grandes etapas

diferenciadas en esta década: comunidad de negocios y crisis del régimen convertible.

La primera de ellas, entre 1990 y 1994, se caracterizó por la comunidad de

negocios entre las tres fracciones centrales del capital (los grupos económicos, las

firmas extranjeras y la banca transnacional), sobre la base de su asociación en la

propiedad de los consorcios que adquieren las empresas estatales que son privatizadas.

La participación de los grupos económicos locales en esa propiedad trae

aparejada una importante reducción de la fuga de capitales locales al exterior, en un

contexto de gran liquidez internacional. A su vez, disminuyó significativamente la

deuda externa debido al rescate de títulos de la misma.

Es la etapa de mayor consenso social del modelo de acumulación debido a que la

superación de la inflación (y la consecuente estabilidad de precios) y la expansión del

crédito interno generaron un ciclo expansivo de consumo interno que incorporó a vastos

sectores sociales.

b) Crisis del modelo convertible (1995-1999)

La crisis del régimen convertible se produjo ante la acumulación de tensiones

inmanentes del modelo desde su misma gestación, las cuales, hacia 1994, harían

evidente sus fisuras.

70
Basualdo, Eduardo. Las reformas estructurales y el Plan de Convertibilidad durante la década de los

noventa. El auge y la crisis de la valorización financiera. Realidad Económica, nº 200. 2003.

49
Como se enunció previamente, la convertibilidad se sostenía mientras ingresasen

capitales externos (balanza de pagos positiva). Su retracción implicó que el estado se

endeude a fin de atraerlos; por lo que la condición para equilibrar la balanza de pagos

era el endeudamiento, y con él, aumentó el déficit fiscal, que a su vez generó un

aumento en la desconfianza sobre la solvencia del país, incrementando así la tasa de

interés, y con ambas, se redujo el crédito (tanto al consumo como a la producción), por

lo que disminuyó el crecimiento.71

Este círculo vicioso se puso en marcha -manifestando la vulnerabilidad del

modelo ante los cambios externos-, tras la crisis económica mexicana con la

consecuente fuga de capitales y contracción de nuestra economía.

En simultáneo a la interrupción del crecimiento económico, a mediados de la

década, comienza a diluirse la comunidad de negocios entre las grandes facciones del

capital concentrado, mediante las transferencias de propiedad de las privatizadas. La

fracción local de ese capital vendió las empresas y/o su participación accionaria al

capital extranjero, produciendo una alteración significativa en la composición de su

capital (disminución de la importancia de sus activos fijos y aumento de la de sus

activos financieros, sobre todo, los radicados en el exterior; provocando por ende una

fuga de capitales).

No obstante, los grupos locales conservaron su poderío económico mediante una

nueva estrategia productiva basada en concentrar su capital fijo en actividades con

ventajas comparativas naturales, especialmente en la producción agropecuaria y

agroindustrial; es decir, bienes exportables con escasa demanda de insumos importados.


71
El cada vez mayor déficit fiscal sufrido en esta década también se explica por el aumento del gasto que

incluye los servicios de la deuda (externa e interna), la regresiva reforma impositiva, y la balanza

comercial deficitaria (porque con la apertura indiscriminada las importaciones eran mayores que las

exportaciones).

50
Ello, asimismo, evidencia un rasgo de este grupo a destacar: mientras el

producto bruto interno del país se contrae, esta facción aumenta de manera significativa

sus ventas; manifestando, de esta manera, su independencia del ciclo económico.

Esa independencia implica que la crisis se descarga intensamente sobre el resto

de la sociedad. Y el correlato -de estos grandes grupos económicos devenidos en

árbitros indiscutidos del diseño y ejecución de la política económica- es una acentuada

concentración del ingreso con el consiguiente empeoramiento de las ya deterioradas (y

ahora irreversibles) condiciones de vida de los asalariados.72

La contracara de la efectiva concentración, centralización y extranjerización de

la economía fue la desindustrialización y la disolución del mercado de trabajo. La

apertura económica, la revaluación real del peso, la redistribución regresiva del ingreso,

la desmedida especulación financiera y las políticas de desregulación estatal dejaron en

el total desamparo a segmentos importantes de las actividades industriales vinculadas al

mercado interno. Estas ramas de actividad -pequeñas y medianas unidades productivas-

quedaron arruinadas al no ser capaces de afrontar los emergentes requerimientos de

competitividad y eficiencia impuestos por el proceso de reestructuración acelerado y no

programado, entre tanto eran agobiadas por una asfixiante presión fiscal.
72
Ocurre que, lo destacable (y novedoso) de esta regresividad distributiva es que es producto de la

consolidación de factores estructurales que modificaron cualitativamente las condiciones de explotación

de los trabajadores. Según Basualdo (2002) desde 1976 la intensidad de la desocupación y subocupación

es tal que, no sólo devienen factores predominantes en la concentración del ingreso sino que operan como

el clásico “ejercito de reserva” , “haciendo posible la reversión de conquistas laborales, precarizando las

condiciones de trabajo, deprimiendo el nivel salarial y expandiendo la marginalidad social (…) Este

fenómeno estructural deviene en el principal instrumento de disciplinamiento y desmovilización de la

clase trabajadora. Basualdo, Eduardo. Sistema político y modelo de acumulación en la argentina. Notas

sobre el transformismo argentino durante la valorización financiera (1976-2001). Universidad Nacional

de Quilmes. 2002. Pág.76-77.

51
En síntesis, se trató de una estructura económica productivamente defectuosa;

socialmente regresiva y temporalmente insostenible (por no poder mantenerse sin el

constante endeudamiento).

En el mercado de trabajo se produjo una situación paradójica ya que, mientras

aumentaba la productividad (fundamentalmente durante los años de oro del modelo

convertible 1991-1995), comenzaba a bajar la tasa de empleo -y por tanto a aumentar la

desocupación-; lo que significa que ese crecimiento de la producción se debió a la

mayor intensidad de la mano de obra (menos trabajadores con más horas de trabajo). De

esta manera, los beneficios de esta expansión productiva no tuvieron como parte de los

destinatarios a los trabajadores que, a la par que vieron retroceder sus salarios (mientras

el PBI crecía), con la desregulación del mercado de trabajo73, perdieron importantes

conquistas históricas en lo que hace a sus derechos y condiciones de trabajo.

La desaceleración económica desde 1995 en adelante, dio paso a la recesión

hacia 1998, a causa de varios de los factores ya nombrados (creciente pérdida de

competitividad, estructura exportadora deficiente, aumento del déficit fiscal y de

balanza de pagos, baja del consumo interno, estancamiento del salario y aumento de la

desocupación) a los que se sumó la devaluación brasileña y la baja de los precios

internacionales.

Todas y cada una de las reformas estructurales implementadas por el modelo

fueron regresivas. Apuntaron a fortalecer el poder -ya estructural- del gran capital

73
La mayor intensidad de la mano de obra fue acompañada de la precarización, transitoriedad e

informalidad del empleo, mediante no sólo la reducción de salarios sino de la modificación de los

términos de contratación del personal y de las normas sobre accidentes y despidos.

52
concentrado, mediante la transferencia de todos los sectores sociales hacia estos

grupos.74

En el medio dejaron un enorme costo social traducido en: un explosivo

crecimiento del desempleo y el subempleo, el aumento del número de habitantes bajo la

línea de pobreza; el incremento de la polarización social; en definitiva, tendencias

progresivamente desalentadoras en las condiciones de vida de la mayoría de la

población.

Estas consecuencias son para Rofman y Romero “…todas dimensiones de una

realidad que fueron generadas por el funcionamiento del mismo modelo (no fueron

externos a él)…Esas consecuencias desfavorables para el conjunto de la sociedad

argentina no son secuelas “no deseadas” del proceso económico vigente; forman, más

bien, parte indisoluble del mismo modelo.”75

En el terreno político e institucional, a la par que el diseño de las políticas

fundamentales de la sociedad se tomaron exclusivamente entre el estado y el gran

capital concentrado (y sus organismos representativos); se produjo el debilitamiento del

Parlamento (ante un ejecutivo fuerte), de los partidos políticos (que también se

incorporaron de lleno a la órbita de los sectores dominantes) y de los sindicatos (que

redujeron ostensiblemente su poder negociador ante la regulación del mercado de

trabajo y la consecuente fragmentación de la clase trabajadora). Se trató de una efectiva

ruptura de los mecanismos e instancias convencionales de mediación entre los diversos

sectores sociales y el estado. Carlos Vilas se refiere a ello como crisis de

74
Incluso el propio estado perdió ingresos a favor de estos sectores, a través de la reducción de los

aportes patronales, la venta subvaluada de las privatizadas y los aportes que dejó de percibir con la

privatización del sistema previsional.


75
Rofman, Alejandro y Romero, Luis Alberto. Sistema socioeconómico y estructura regional en la

Argentina. Bs As. Edit. Amorrortu. 1997. Pág. 274.

53
representación partidaria, sindical y parlamentaria, en tanto implica el progresivo

vaciamiento de las instancias representativas de efectiva capacidad de decisión;

mediante la cooptación de las conducciones políticas y sociales.76

c) La alianza (1999-2001)

El nuevo gobierno asumió el poder ante una creciente recesión económica que

agudizó los ya habituales problemas generados por el propio modelo. La inversión se

contrajo aún más de lo habitual debido a la caída del consumo interno, las altas tasas de

interés (y el consiguiente crédito caro) y la desconfianza de potenciales inversores ante

la recesión.

Las similares medidas de los sucesivos ministros de economía no hicieron más

que realimentar los problemas de siempre: en función de cumplir con el imperativo del

pago de la deuda externa, del constante ingreso de capitales, de la reducción del déficit

fiscal y de compatibilizar los intereses de ambas fracciones de los sectores dominantes

-sin tocar la Convertibilidad-, su política apuntó a bajar el gasto social, y el ajuste se

tradujo en lo concreto en la reducción de los costos laborales en su conjunto. Ello

convalidó nuevamente una reducción de la participación de los trabajadores en el

ingreso, mediante una nueva reforma laboral regresiva (que redujo el ingreso y modificó

los términos de contratación del personal, en detrimento del trabajo genuino y

protegido), generando menor y peor empleo, y con él, un aumento explosivo de la

desocupación.

76
Vilas, Carlos. La reforma del estado como cuestión política. Política y cultura. The New York Times.

18 de Abril de 1993. Sección A 1.

54
De esta manera, pese a que se postuló como una alternativa al menemismo, el

gobierno adoptó el enfoque ortodoxo, acentuando la concentración del ingreso y

profundizando la recesión que se había iniciado en las postrimerías del gobierno

anterior.

El nombramiento de Domingo Cavallo como ministro de economía (uno de los

artífices de la Convertibilidad y la reestructuración económica que generó la situación

actual), no fue más que un ardid para generar la confianza de la continuidad del

modelo.

El flamante ministro, a diferencia de sus antecesores, apuntó a mejorar la

situación fiscal mediante la reactivación de la producción, sin recurrir a la constante

baja del gasto público. Sin embargo, en sus planes no entraba la posibilidad de mejorar

la dramática situación económico-social de los sectores populares. A entender de

Basualdo, “…la recomposición productiva tiene como horizonte el mediano plazo y

esta acotada a las grandes firmas oligopólicas, con escaso impacto en la ocupación

(…) los nuevos impuestos serán trasladados a precios en el mediano y en el corto

plazo”77

En lo que respecta a la deuda externa, se intentó renegociarla a través de canje

de bonos a una inmensa tasa de interés, no logrando más que posponerla hacia adelante

y, al largo plazo, aumentarla significativamente.

La prolongada crisis económica, agudizada en esos años hasta explotar en 2001 -

con la literal huída del por entonces presidente De la Rúa-, fue expresión del

agotamiento del patrón de acumulación. La valorización financiera exigió nuevos

77
Basualdo, Eduardo. Sistema político y modelo de acumulación en la Argentina. Notas sobre el

transformismo argentino durante la valorización financiera (1976-2001). Universidad Nacional de

Quilmes. 2002. Pág. 98.

55
replanteos ante la imposibilidad de seguir financiando a través del incremento de la

deuda la realización de ganancias extraordinarias por parte del capital concentrado.

El agotamiento del modelo económico estuvo estrechamente vinculado a la

crisis del sistema político en su conjunto, resultado de su creciente ilegitimidad social.

Esa desacreditación va más allá del partido de gobierno y remite a que la sociedad dejó

de sentirse representada por la “clase política” en general.78

Ambas crisis se relacionan en tanto que a medida que se profundiza la

valorización financiera se hace cada vez más evidente socialmente que la prioridad del

estado es garantizar el flujo de capitales y que la política económica esta dirigida en lo

esencial a transferir al capital dominante el control sobre significativos espacios

económicos. En concordancia con esto, resulta también más palpable el abandono por

parte del sistema político de toda pretensión de un auténtico desarrollo económico y

social; siendo la corrupción -ya estructural- la protagonista de la dinámica política.

78
Según Basualdo la crisis política también es resultado de la confrontación de proyectos alternativos

encarnados en los dos bloques de los sectores dominantes: los capitales extranjeros (endeudados en

dólares) proponían profundizar el régimen vigente, reemplazando la Convertibilidad por la dolarización;

mientras que los grupos económicos locales y algunos conglomerados extranjeros impulsaron un cambio

drástico en la economía, con el objetivo de reemplazar la convertibilidad mediante una devaluación de la

moneda. La razón de estos últimos radicaba en el beneficio que les acarreaba una devaluación al tener en

el exterior los dólares que les proporcionó la venta de las privatizadas.

56
d) Transformaciones en el ámbito laboral, educativo y familiar:“Las

consecuencias (buscadas) del neoliberalismo”

La implantación del modelo neoliberal, iniciado en los setenta y profundizado en

los noventa, trajo consigo fuertes transformaciones que afectaron la totalidad de los

ámbitos de la vida social, y por tanto, en los sujetos que actúan en ellos.

La familia, el trabajo y la educación no quedaron, desde luego, exentos de ese

proceso79. La radicalidad y, en muchos casos, la vertiginosidad de estas

transformaciones se expresaron en el debilitamiento, fragmentación y erosión de estas

instituciones, y con ello, el colapso de los marcos o redes sociales que habían

caracterizado y regulado a la sociedad hasta entonces. La pérdida de los soportes o

anclajes colectivos que configuraban la identidad conllevó importantes modificaciones

en el plano de las subjetividades e identidades (individuales y sociales), y a la

“individualización” de lo social; haciendo con ello cada vez más lejana la integración

social.

9 La ruptura en el mundo del trabajo

Las políticas neoliberales desmantelaron el modelo de acumulación vigente

desde los años cincuenta; modelo que había dado origen a la sociedad salarial, la cual

giraba en torno a la integración de un amplio sector de trabajadores urbanos (sobre todo

industriales) en términos de derechos sociales, protección social y estabilidad laboral; se

79
Ver Jacinto, Claudia (2005); Svampa, Maristella (2003); Filmus, Daniel (2001); Torrado, Susana

(2003), etc.

57
trató, en definitiva, de una sociedad en la que la inmensa mayoría accedió a la

ciudadanía social en primer lugar a partir de la consolidación del estatuto del trabajo.

Pero estas transformaciones ocurridas desde los años setenta tienen un punto de

inflexión con Menem, quien inicia una política de ajuste y reestructuración de la

economía y del aparato del Estado. Los problemas laborales -uno de los principales

causantes del deterioro de las condiciones de vida de amplios segmentos de la

población, especialmente los jóvenes- se agudizaron, entonces, como consecuencia de

los efectos de las reformas estructurales y del régimen de Convertibilidad sobre la

estructura productiva.

Ocurrió que el nuevo modelo de acumulación requirió de un proceso más

flexible de producción para garantizar la competitividad. Y esa “flexibilidad

productiva” requirió también de una “flexibilidad laboral”, cuyos ejes están puestos en

la desregulación del trabajo y en la polivalencia del mismo (rotación de los puestos de

trabajo). Estas nuevas características en la organización del trabajo provocan que el

nuevo sistema productivo requiera de una proporción reducida de trabajadores y de una

fuerza de trabajo que “entre y salga” fácilmente del mercado de trabajo a los menores

costos posibles.

Estas transformaciones de carácter estructural consolidaron un modelo de

“crecimiento sin empleo”; de ahí que, no obstante el crecimiento productivo de

principios de la década, se produjo un importante aumento del desempleo, y con el

inicio de la fase recesiva iniciada en 1998 (con su expulsión neta de la fuerza de

trabajo), se profundizo ese problema ya grave en la incapacidad de generar puestos de

trabajo; el cual se evidencia en que en pocos años después el país experimentaba un

desempleo cercano al 20%.

58
En la década de los noventa hemos asistido, por un lado, a la flexibilización

laboral en los empleos formales, con el consiguiente deterioro de la calidad del empleo

y de los salarios y, por otro, a un crecimiento del empleo informal de baja calidad y un

aumento del desempleo. Hemos pasado de la centralidad y hegemonía del trabajo

industrial a la progresiva ampliación del sector terciario; de una clase obrera poderosa y

en franco ascenso social y político, a la desarticulación del peso político de los

trabajadores.

La desocupación, entonces, es sólo una de las manifestaciones del deterioro

laboral. El fin del trabajo estable y protegido que sufre el país se entiende al considerar

que la situación de los trabajadores se ha visto afectada también por cuestiones relativas

a la calidad del empleo. Entre éstas se destacan el aumento de la subocupación, el gran

incremento del empleo no registrado, y el estancamiento y posterior caída de los

salarios. La precariedad de estos vínculos laborales implica que estos trabajadores

sufren una situación de inestabilidad y desprotección que redunda en una elevada

incidencia de la pobreza, junto con el empobrecimiento, vulnerabilidad y exclusión

social, los cuales alcanzan picos alarmantes hacia fines de esa década.

Claudia Jacinto afirma que todas estas transformaciones han producido una

ruptura en los mecanismos de socialización laboral (tradicional); antes un jóven hacía

el salto entre la educación y el trabajo, “aprendiendo a trabajar trabajando con otro”;

con la crisis, ya no tiene (o es escaso) el acceso a empleos de calidad. Entonces “¿Qué

modelo tiene, cómo sabe y concibe que es el trabajo un joven que nunca vio a nadie que

tuviera un trabajo digno en su familia?”80 Ello acarrea cambios en la cultura y en los

80
Jacinto, Claudia. Rupturas y puentes entre los jóvenes y el trabajo en Argentina. Seminario

internacional la escuela media hoy. Desafíos, debates, perspectivas. Del 5 al 8 de abril de 2005 en Huerta

59
imaginarios sobre el trabajo ya que se produce una descentralización del lugar del

trabajo en la constitución de las identidades sociales de los jóvenes. Para ellos el

trabajo se desdibuja como eje de la organización personal, aunque es preciso diferenciar

diversas situaciones socio-económicas, capitales culturales y sociales, tramos etarios,

etc. Así, la “ética del trabajo” es reemplazada, tras las reformas, por una “estética del

consumo” “(…) que premie la intensidad y la diversidad de las experiencias, incluido el

ámbito laboral, buscando gratificaciones inmediatas (monetarias y vivenciales)

novedosas y flexibles”81.

Este proceso que lleva a la configuración de nuevas identidades -ya no

configuradas alrededor de los antiguos mecanismos tradicionales de inserción social- es

definido por Maristella Svampa82 como “descolectivización”, y remite precisamente a

la erosión de los tradicionales marcos sociales y culturales que estructuraron el mundo

del trabajo, ámbito marcado por la experiencia de la integración a la vez política

(identidad peronista), económico (acceso al consumo) y social (derechos y protección

social y estabilidad laboral). Con ello, la individualización - de éste como del resto de

los ámbitos de lo social-, íntimamente ligada a la “estética del consumo”, devino

inevitable.

Grande, Córdoba. Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación. Dirección Nacional de

Gestión Curricular y Formación Docente. Área de Desarrollo Profesional Docente.


81
Jacinto, Claudia. Ibid.
82
Svampa, Maristella y Pereyra, Sebastián. Entre la ruta y el barrio. La experiencia de las

organizaciones piqueteras. Bs As. Ed. Biblos. 2003.

60
9 La ruptura en la educación media

Históricamente a lo largo del siglo XX la educación pública en la Argentina, ha

sido un gran vehículo de ascenso social de la mano del proceso de masificación de la

misma. Hoy muchos investigadores sostienen que en el estado de crisis actual, se ha

debilitado su valor en general y, en particular, el lugar privilegiado que ha tenido la

escuela media como herramienta de movilidad social. La misma resulta hoy necesaria,

pero no suficiente para acceder a un trabajo de calidad83, según Daniel Filmus; para

quien los cambios en el mundo del trabajo y la reconversión productiva generaron dos

tipos de demandas fundamentales a la educación.

La primera de ellas, se fundamenta en la necesidad del pequeño sector

empresario modernizado con una formación acorde con los nuevos modelos de

organización del trabajo que requieren de una formación de la mano de obra capacitada

para la polifuncionalidad, la creatividad, el manejo de códigos abstractos, del lenguaje y

la comunicación, la informática, el trabajo en equipo, la disposición al cambio y al

aprendizaje permanente.

En cambio, la segunda, se vale de la disponibilidad de fuerza laboral con más

años de escolarización para seleccionar, en el contexto de precarización, informalidad y

alto desempleo, trabajadores que poseen más años de escolaridad que los que demanda

la calificación del puesto que cubren, fenómeno que la literatura ha denominado “efecto

fila”.

83
Filmus, Daniel. La educación media frente al mercado de trabajo: cada vez más necesaria, cada vez

más insuficiente; en La educación secundaria. ¿Cambio o inmutabilidad? Braslavsky, Cecilia (Org.) IIPE

/ UNESCO / Ed. Santillana. abril 2001.

61
Esto sugiere, según Claudia Jacinto, que la educación y sus vinculaciones con

la formación para el trabajo deben analizarse en este marco complejo, de sectores

modernos de la economía flexibilizados, de emergencia de la llamada “economía

social”, y también teniendo en cuenta el riesgo de exclusión social de amplios sectores

de la población.

9 Los cambios en la familia tradicional

La familia, en tanto institución central de la vida social, fue uno de los ámbitos

en el que ya se venían observando modificaciones desde la última dictadura militar84;

desde esa época procede la crisis del sistema familiar o el debilitamiento del modelo

occidental de familia tradicional (patriarcal) y la aparición de otras formas de

nucleamiento, no necesariamente centrados en la autoridad paterna.

La reconfiguración del espacio público y privado -iniciada en los setenta- fue

incidiendo en el desdibujamiento de la familia como espacio de identificación, en tanto

se afianzaron procesos de fragmentación y disolución al interior de las redes de relación.

De esta manera, las transformaciones de los sistemas familiares limitaron la posibilidad

de construir espacios comunes, de establecer continuidades entre un pasado, un presente

y un futuro compartidos.

84
El homologar a la nación con la familia, considerándola una “gran familia”, le facilitó a la dictadura la

definición de las relaciones entre el Estado y los ciudadanos como familiares y, por ende, el reemplazo de

los derechos y deberes de la ciudadanía por la obediencia filial: sólo los “buenos” hijos-ciudadanos,

aquellos en los que podían hallarse los valores “occidentales y cristianos” que conformaban la “esencia

del ser nacional”, eran “verdaderos hijos argentinos”. Ello le proporcionó la excusa, en nombre de la

defensa contra el “enemigo”, de intervenir en esferas tradicionalmente privadas.

62
En la familia argentina de las últimas décadas, según Susana Torrado, al igual

que lo que ocurrió en el capitalismo avanzado, las relaciones entre sus miembros se han

contractualizado sobre una base personal. Y esta tendencia hacia la individualización

(presente también en las otras instituciones sociales nombradas) afecta particularmente a

los más desprotegidos; para quienes esa mayor libertad no puede ser más que negativa,

ya que la ruptura del tejido familiar conlleva a una disminución de los recursos que

acelera el proceso de pauperización de quienes ya eran vulnerables85.

9 Otro legado de la década del 90: “La discriminación hacia el migrante

limítrofe”

Según una serie de autores86la inmigración limítrofe es un fenómeno en ascenso

desde los años sesenta hasta el presente, que adquiere una visibilidad social muy

particular en los noventa, siendo los migrantes limítrofes objeto de una gran variedad de

discursos, hasta cuestionar con ello, el viejo relato histórico que cimentó el mito de la

identidad nacional desde sus orígenes: “la Argentina como un país de inmigración

abierto al mundo”87.

85
Torrado, Susana. Historia de la familia en la Argentina moderna (1870-2000). Bs As. La flor. 2003.
86
Ver Devoto, Fernando. Historia de la inmigración argentina. Editorial Sudamericana. 2005. Benencia

Roberto, Karasik, Gabriela. Inmigración limítrofe: Los bolivianos en Buenos Aires. CEAL. Biblioteca

política argentina. 1996. Grimson, Alejandro. Relatos de la diferencia y la igualdad. Los bolivianos en Bs

As. Eudeba.1999.
87
Ver Preámbulo de la Constitución Nacional de la República Argentina. Ver también Caggiano, Sergio.

Lo que no entra en el crisol. Inmigración boliviana, comunicación intercultural y procesos identitarios.

Prometeo. 2005.

63
Los discursos y prácticas sociales respecto de los inmigrantes regionales

(básicamente paraguayos, bolivianos y peruanos) suelen estar permeados por una

esencialización y una serie de prejuicios más o menos alentados, producidos y

reproducidos por el Estado, sus instituciones y los medios de comunicación. Estos

inmigrantes aparecen construidos en las últimas décadas como grupos estigmatizados,

como un “otro” respecto de una sociedad “nacional” de la que no forman parte

plenamente.

Pero esas prácticas y categorías degradantes hacia los inmigrantes regionales

(endurecidas en los noventa), son históricas y, si resultan tan efectivas, es porque son

incorporadas y retransmitidas, sustentándose en un horizonte de supuestos subjetivos

ya instalados en la sociedad y dispuestos a otorgarles credibilidad.

Pierre Bourdieu y su concepto de violencia simbólica, contribuyen a

clarificarlo: en una sociedad desigual (dividida en clases), las posiciones superiores en

la estructura social logran imponer en mayor medida su particular visión del mundo,

exhibida como única y verdadera. En la lucha simbólica por la producción del sentido,

es primordial el punto de vista de quienes dominan el Estado; estos sectores ejercen, en

tanto partícipes de una estructura legitimada socialmente una acción formadora de

disposiciones duraderas (habitus) en los sujetos. Es decir, su inculcación, al prolongarse

en el tiempo, da como resultado la interiorización en el sujeto que la naturaliza y acepta

como legítima.

Las políticas de los noventa radicalizaron el avance del capital sobre el trabajo,

producto de una economía estructurada a partir de una serie de transformaciones

políticas y económicas que generaron una gran (y desconocida) masa de desocupados,

empobrecidos y “expulsados” sociales; y que repercutieron en los inmigrantes

regionales de un modo particular. Ello se expresó en la ofensiva del mismo Estado

64
contra estos inmigrantes, acusados de ser la causa de esa desocupación, y

empobrecimiento, al robarles supuestamente el trabajo a los argentinos. Y acorde con

esta útil función de “chivos expiatorios”, las políticas inmigratorias se estructuraron

alrededor de los ejes de culpabilidad y peligrosidad de aquellos inmigrantes; pasando,

como afirma Gerardo Halpern, “Del peligro de la seguridad de los setenta (…) a la

culpabilidad del desempleo de los noventa.”88

Estos actores, a entender del autor, se encuentran sujetos a una situación de

doble vulnerabilidad: por un lado, por su condición étnico-nacional, y por otro, por su

condición de indocumentados (que los convierte en “ilegales”). Así, a medida que se

deterioraba el mercado laboral y la estructura productiva del país, el Estado argentino

fue dejando fuera de la concesión de residencia a miles de inmigrantes pobres,

segregándolos al margen de las posibilidades de integrarse a la sociedad como igual

(sometiéndolos a ocupar los peores puestos y con los menores precios como fuerza de

trabajo en la estructura laboral). Si a ello le agregamos su situación legal irregular

(segunda vulnerabilidad), se comprende que el inmigrante regional sea sometido a

producir una mayor plusvalía en términos absolutos. Ambas operaciones funcionan,

entonces, como flexibilizadoras de las condiciones del trabajo y lo condenan a su

reproducción, ampliando críticamente la vulneración de sus derechos.

88
Halpern, Gerardo. Neoliberalismo y migración: paraguayos en la Argentina en los noventa. Política y

cultura, primavera 2005. núm. 23. Pág. 81.

65
IV. EL CINE DURANTE LA ETAPA NEOLIBERAL

a) Agonía de la producción cinematográfica nacional (1989-1995)

Desde finales de la década del ochenta el modelo de cine argentino entró en una

crisis casi terminal a raíz de profundas transformaciones en el ámbito de la producción,

exhibición, circulación y consumo mediático; cuyos principales determinantes fueron la

crisis social, económica y política en la que estaba inmerso el país junto con las

posteriores modificaciones generadas por la globalización.

El Instituto Nacional de Cine contó con menos recursos de los habituales para la

financiación, por lo que ya prácticamente no actuó en la producción de películas; se

redujo la producción de cortos y documentales, y se terminaron los concursos, subsidios

y convenios. Sólo contribuyó a producir proyectos con financiamiento asegurado, es

decir, ya armados industrialmente.

La Convertibilidad multiplicó los costos de producción y el precio de la entrada

a las salas, con lo cual, los grandes perdedores fueron los productores y los

espectadores89. Los primeros se veían obligados a apuntar a éxitos de público y a

depender más que nunca de las ayudas estatales, para intentar recuperar costos de

producción mucho más elevados, en un mercado en el que el cine nacional había

perdido el interés del público. Otra variable para hacerle frente al debilitamiento de las

fuentes de financiación fue la coproducción con otros países -que se mantiene hasta hoy

en día-.
89
En el año 1994 la producción fílmica fue la más baja de la historia del cine sonoro en el país, con sólo

cinco títulos realizados. El número de espectadores, a principios de la década, también fue de los más

reducidos de toda su historia. Ver Maranghello, César (2005), Getino, Octavio (1998) y Aprea, Gustavo

(2008).

66
Se modificaron, al mismo tiempo, los hábitos de consumo de los medios

audiovisuales, en parte, porque cerraron cientos de salas de cine en todo el país y

aparecieron cadenas multinacionales en complejos multisalas. Este cambio en la

exhibición fue acompañado por una modificación en las formas de acceder a los filmes:

el surgimiento de la televisión por cable y el videocasete multiplicaron la posibilidad de

acceso a películas de muy diverso tipo.

Finalmente, nuevos protagonistas se volvieron determinantes en la producción

local -cuya importancia se acentuaría hacia mediados de los noventa, con el

renacimiento del cine argentino-; se trata de los conglomerados multimedia o grandes

grupos económicos beneficiados con la privatización de los principales canales de

televisión.

A la ampliación y variedad de oferta audiovisual se le sumaron diversas revistas,

festivales y estudios académicos (dedicados a la enseñanza y el análisis del lenguaje

audiovisual), que fueron contribuyendo a la conformación de un nuevo tipo de

espectador, con diversos intereses por las diferentes variantes de los lenguajes

cinematográficos.

La tendencia de la mayoría de las películas realizadas hasta mediados de los ‘90

(e iniciada hacia fines de los ochenta), fue tematizar sobre los problemas de la época

desde una estética televisiva (mediante diversos géneros y actuaciones estereotipadas) y

una visión totalizadora que apuntaba a un público masivo. Es decir, proponía grandes

explicaciones generales acerca de “cómo somos los argentinos”, en su pretensión de

dirigirse a un público masivo e indiferenciado, desde la seguridad que otorgaba

compartir creencias y valores comunes. En tono didáctico y alegórico narraban una

problemática general (con una moraleja previsible) que permitía interpretar el

funcionamiento de la sociedad en su conjunto.

67
Si a mediados de la década entra en crisis este tipo de cine es debido a que deja

de ser creíble al manifestarse la tensión entre su pretensión realista y las convenciones

de la televisión y, fundamentalmente, a causa de que esa mirada globalizante, si bien

funcionó a comienzas de los años 80, no podía ya brindar certezas generales en medio

de las transformaciones y crisis posteriores90.

El cine testimonial de principios de la década se abocó, entonces, a abordar

diversos acontecimientos que diesen cuenta del funcionamiento de la sociedad, como

ser la interpretación del pasado reciente y las transformaciones sociales acaecidas desde

finales de la década del ochenta, tras el fin de las ilusiones democratizadoras (como los

efectos de los planes de ajuste económico en la sociedad, entre otros). En este último

sentido, con títulos más que alusivos, se destacan: “Ultimas imágenes del naufragio”

(1990), de Eliseo Subiela; “Después de la tormenta” (1991), de Tristán Bauer, y “”La

última siembra” (1991), de Miguel Pereira. Ellas transmiten la sensación de

desprotección individual y social (traducida en desconsuelo) ante diversas pérdidas,

como ser la laboral y familiar, entre otras.

Es palpable, por otro lado, cierta ambigüedad frente a la individualidad. En las

obras de Alejandro Doria y Adolfo Aristaráin se critica el egoísmo de la sociedad

contemporánea (retratándola obsesionada por el progreso individual en desmedro del

bienestar colectivo). “Esperando la carroza” (1985) y “Cien veces no debo” (1990),

del primero, apelan al grotesco (en el segundo caso excesivo) para narrar la disolución

de la familia tradicional. En “Un lugar en el mundo” (1992) y “Martín (Hache)”

(1997), de Aristaráin, los personajes contrastan con un contexto en el que lo

90
Ver Aprea, Gustavo. Cine y políticas en Argentina. Continuidades y discontinuidades en 25 años de

democracia. Primera edición. Los Polvorines: Universidad Nacional de General Sarmiento. Buenos Aires.

Biblioteca Nacional. 2008.

68
predominante pareciera ser la pérdida de los valores trascendentes del individuo. En

simultáneo, en “Tango Feróz, la leyenda de Tanguito” (1993) y “Caballos salvajes”

(1995), de Marcelo Piñeiro, y en “El lado oscuro del corazón” (1992), de Eliseo

Subiela, el gran tema es la defensa al derecho a la individualidad (importancia de la

libertad y la expresión personal), a partir de la romántica reivindicación de la

singularidad de la figura del artista. “En un momento en que entró en crisis la

credibilidad de la palabra y la acción en el espacio público, surgieron héroes

consecuentes, capaces de sostener sus ideas sin importar las consecuencias”91.

Entre las que tematizan sobre la represión política y los desaparecidos, se

destaca por su rigurosidad “Un muro de silencio” (1993), de Lita Stantic; la cuál, a

diferencia de “La historia oficial”, apunta a la reconstrucción de la memoria a partir de

personajes directamente comprometidos con ella. El desarraigo y el exilio interior son

narrados en “Amigomío” (1994), de Jeanine Meerapfel y Alcides Chiesa; la cual

ahonda en el descubrimiento de una realidad latinoamericana. Sobre esto último

también trata “El viaje” (1992), de Pino Solanas, resaltando la derrota en un film que

amalgama el histórico saqueo de América Latina –como gran nación inacabada- con la

crítica a las actuales políticas neoliberales.

Con “Gatica, el mono” (1993), Leonardo Favio vuelve a tratar temas y

personajes de la mitología y la cultura popular argentina; en este caso, centrándose en

un símbolo del deporte y del peronismo, cuyo auge y caída coincide con el del mismo

gobierno de Perón. Como en sus anteriores realizaciones, su personaje está marcado por

la fatalidad de la derrota a causa de la exclusión social. Sin ser un film partidario, es

político en tanto “el mono” -metáfora de la gran masa de excluidos- reclama y obtiene

nuestra mirada compasiva. En este sentido, resulta interesante la comparación con

91
Aprea, Gustavo. Ibid. Pág. 65.

69
Aristaráin ya que, mientras la individualidad de sus vencidos personajes invita al

espectador a imitarla, en la de los de Favio impulsa nuestra conmiseración. Según

Getino “Resalta (Favio) la ternura con la que se está en la lucha, pero no se

reivindican las maneras con las que se está en los combates.”92 Este “ternurismo de los

vencidos”, aunque no forme parte de un específico proyecto político, tiene un gran valor

en tiempos neoliberales, en los que la exclusión social y la pérdida de los más

elementales valores de solidaridad son la norma.

b) Diversificación y renacimiento. El “último” nuevo cine argentino (1995-2005)

La aprobación de la ley 24.377, de Fomento y Regulación de la Actividad

Cinematográfica, significaría para la debilitada producción nacional un cambio

sustancial que posibilitaría el renacimiento de un cine nacional más amplio y diverso

La tan necesaria Ley de Cine, impulsada por las entidades de productores,

directores, técnicos y actores -finalmente sancionada en 1995-, tuvo como primordial

objetivo incrementar los recursos del Fondo de Fomento del Instituto de Cine en

beneficio de la actividad productiva. Para ello se extendió el vigente impuesto del 10%

a las salas, al video y a la televisión; lográndose así que ese mayor presupuesto

efectivizase los imperantes préstamos, subvenciones y premios otorgados a partir de ese

momento por el Instituto.

Con el nuevo marco legal el Instituto Nacional de Cine fue reemplazado por el

Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCCA), lo cual, más que un simple

cambio de nombre, implicó el reconocimiento de que el cine se desarrolla en un ámbito

92
Getino, Octavio. Cine argentino. Entre lo posible y lo deseable. Buenos Aires. Ediciones Ciccus. 1998.

Pág. 127.

70
más amplio que el de las salas cinematográficas convencionales, acorde con las

transformaciones -ya nombradas- acentuadas en la década neoliberal.

Otra de las principales repercusiones de la Ley fue incentivar la participación de

la televisión (ahora en manos de multimedias privados) en la producción de cine

mediante un nuevo régimen de incentivos que brindaría nuevos ingresos a los

productores que exhiban sus filmes a través de este medio. La contracara de esa nueva

conformación del mercado resultaría ser la concentración del público masivo en pocas

manos93 y la plena dependencia de la televisión para acceder a aquél.

Esta característica, sin embargo, pocas repercusiones tendría en el cine que no se

enmarca dentro de los cánones del entretenimiento y la rentabilidad. Para éste se

diversificaron las fuentes de financiación para la producción, tanto locales como

extranjeras94. Si bien esa variedad de fuentes de financiación es de una escala mucho

menor que las inversiones televisivas, presenta la ventaja de favorecer (en algunos

casos) la innovación temática y/o estética, y garantizar la diversidad en la producción

cinematográfica contemporánea.

También influyó en ello el accionar estatal95; la diversidad de festivales, revistas

y estudios académicos; y el abaratamiento de costos de producción fruto de las

innovaciones tecnológicas. Multiplicaron los espacios de exhibición y posibilitaron el

93
Se produjo la participación de grupos empresariales relacionados con la tv abierta (especialmente

Artear y Telefé, los más importantes), y la formación de grupos mixtos entre éstos y productores

internacionales, como Patagonik Film Group.


94
Entre los inversores extranjeros, se incorporaron fundaciones, además de las ya presentes productoras y

televisoras. En el ámbito local aparecieron instituciones educativas y se ampliaron los lugares donde se

produce cine, no quedando ya sólo circunscripto a la Capital Federal.


95
Impulsó diversas formas de fomento para con los debutantes y estableció a lo largo y ancho del país

las Salas Espacios INCAA, dedicadas a la producción nacional.

71
surgimiento de diferentes líneas cinematográficas que se desarrollaron al margen del

financiamiento y control del INCAA. En palabras de Aprea, “Sólo en el marco de un

cine de esta amplitud y diversidad puede entenderse la situación casi milagrosa por la

que en medio de la crisis social, política y económica el cine haya sido uno de los

pocos espacios que crecía cuanti y cualitativamente.”96

La ampliación de las formas de producción y exhibición se dio junto con una

renovación estética y el surgimiento de una nueva generación de directores, técnicos y

actores que rompen con los convencionalismos del cine argentino; renovación

posibilitada por el reconocimiento de la crítica y por el surgimiento de un público

interesado.

No obstante, las nuevas tendencias cinematográficas no desplazaron totalmente a

las anteriores. Se mantuvo la visión de clase media totalizadora en los trabajos de

Aristaráin y Campanella, por ejemplo; cuyos personajes, lejos de plantear iniciativas

frente a los cambios sociales, se refugian -acordes con la coyuntura actual- en el

escepticismo (Aristaráin) o en la seguridad brindada por la familia o la comunidad

cercana, reivindicando tradiciones como la solidaridad barrial o el amor familiar

(Campanella). 97

96
Aprea, Gustavo. Cine y políticas en Argentina. Continuidades y discontinuidades en 25 años de

democracia. Primera edición. Los polvorines: Universidad Nacional de General Sarmiento. Buenos Aires:

Biblioteca Nacional. 2008. Pág. 25.


97
Entre sus películas se destacan “Lugares comunes” (2002) y “Roma” (2004), de Aristaráin, y “El

mismo amor la misma lluvia” (1999), “El hijo de la novia” (2001) y “Luna de Avellaneda” (2004),

de Campanella.

72
La mayor novedad es representada por el llamado Nuevo Cine Argentino

(NCA)98 que, pese a que no abarca un grupo de filmes homogéneos, ni existe una total

coincidencia sobre quienes lo integran; comparten su abierto rechazo respecto a aquello

que consideran el “viejo cine”. Pretenden, en esencia, romper con los clichés que

parecían caracterizar el cine anterior, como ser su narración didáctica, omnisciente y

moralizadora. Abandonan las historias de fuerte causalidad lineal, por lo general

sustentadas en alegorías con una previsible moraleja -permitiendo interpretar el

funcionamiento de la sociedad-, a otras que sólo buscan mostrar aspectos fragmentarios

de la realidad, otorgándole un lugar fundamental al azar y a la cotidianeidad de sus

personajes.

La ruptura respecto de las convenciones del lenguaje narrativo tradicional es

también explicada por el origen de estos nuevos realizadores. Son en su mayoría

jóvenes recibidos de las escuelas de cine, con particulares técnicas de producción que

los diferencia de los “viejos” directores, quienes aprendieron el oficio en los sets de

filmación o en las publicidades.99

Se podrían diferenciar dos tendencias estéticas prevalecientes: la del

naturalismo, por momentos “sucio” y crudo para personificar a los nuevos actores y

problemas sociales (centrado en lúmpenes y desocupados de las grandes ciudades); y el

modernismo, personal e intimista, volcado a veces al absurdo o a lo bizarro para relatar

la descomposición de instituciones como la familia. En todos los casos se trata de un

realismo que aborda las transformaciones pos neoliberalismo en la Argentina y, al

98
Su origen se podría rastrear en “Historias breves”, un conjunto de cortos estrenados en 1995, en el

que participan la mayor parte de quienes luego integrarían el NCA.


99
Resaltan, entre otras: el método original de casting, la incorporación de la desprolijidad como

estrategia, el uso elaborado del sonido, el magro capital con el que cuentan, etc.

73
romper con las convenciones del verosímil televisivo (incorporando, por ejemplo, a

actores no profesionales), gana credibilidad ante el público.

Se trata de películas de un estilo documentalizante ya que, más allá de narrar

historias con protagonistas y realidades emergentes de la situación social argentina del

momento, se centran -como el neorrealismo italiano-, en escenarios reales de la vida

cotidiana que, a través de una serie de elementos (la utilización de actores no

profesionales con un uso del lenguaje coloquial o callejero en escenarios naturales e

históricos enraizados en un específico contexto social), revelan registros documentales

de situaciones callejeras, zonas geográficas, rostros y voces que potencian el

naturalismo de las acciones.

Entre los grandes temas resignificados de la década anterior, pueden nombrarse

la reconstrucción del pasado reciente, la decadencia de la clase media, la marginalidad y

la pobreza. Las narraciones sobre la última dictadura perdieron peso y se reemplazaron

(en ellas) las alegorías por las referencias explícitas, puntuales y directas. Se tendió a

mostrar el punto de vista de los protagonistas a través de historias particulares,

abordando el traumático pasado desde una visión muy marcada por el presente.100

Esa resignificación de la temática parecería estar relacionada con la toma de

conciencia de la profundidad y la aparente irreversibilidad de los cambios sociales. De

esta forma, al hablar de la caída de la clase media, ya no se trata para el NCA de un

problema meramente económico sino de una imposibilidad de adaptarse a un mundo en

que los valores y normas en función de los que se sostenían las relaciones sociales se

han diluido.

En este sentido, el gran exponente (consagrado por la crítica y los festivales) es

“La Ciénaga” (2001), de Lucrecia Martel. Trata sobre la decadencia de una familia

100
Ver “Crónica de una fuga” (2006) de Adrián Caetano y “Garage Olimpo” (1999) de Marco Bechis.

74
burguesa salteña inmersa en un clima cotidiano asfixiante y circular, en el que parecería

que todo el tiempo está por ocurrir una tragedia sin que sus protagonistas se preocupen

demasiado. Se registran sus miserias, como el sin sentido de sus acciones, el desorden y

la promiscuidad. El peso de la tensa calma de lo cotidiano parecería decirnos que el

mundo se niega a cambiar.

El NCA narra la disolución del mito del trabajo como constructor de identidad y

ordenador de la sociedad, aunque no suele abordar sus razones socioeconómicas, y los

personajes no se presentan ni como la encarnación ni como la impugnación de un modo

de entender las relaciones sociales. En un mundo regido por la lógica del desempleo, en

la que es necesario adaptarse a cualquier circunstancia para sobrevivir, encontramos

personajes que se encuentran a la deriva, desprovistos de todo lo que hace a un sistema

social estable y cohesionado (marcos laborales y sociales); inmersos en historias que se

desarrollan en un eterno presente, sin posibilidades de proyectar un futuro. “Junto con

la inestabilidad laboral desapareció la racionalidad que la sustentaba y perdieron

sentido los valores que la orientaban. Las nuevas películas describen un mundo que se

distanció de su pasado hasta hacerlo incomprensible o ridículo, sin lograr imaginar un

futuro.”101

Así, los excéntricos personajes de “Silvia Prieto” (1999), de Martín Rejman, le

dan vida a una historia que expone la soledad, las miserias y caprichos de personajes de

clase media que sólo subsisten con precarios empleos. “Mala época” (1999), de

Nicolás Saad, Mariano de Rosa, Salvador Roselli y Rodrigo Moreno; al igual que “Sólo

por hoy” (2001), de Ariel Rotter; “Un día de suerte” (2002), de Sandra Gugliotta, y

“Buena vida delivery” (2004), de Leonardo Di Cesare; tratan sobre el desencanto y la

101
Aprea, Gustavo. Ibid. Pág. 69.

75
frustración de la clase media, en su mayoría poniendo especial énfasis en el incierto

futuro de sus jóvenes que trabajan de lo que pueden.

Alejandro Agresti es uno de los directores con experiencia previa que en su

película “Buenos Aires viceversa” (1997) se asemeja tanto en su temática como en su

estética del NCA. En ella se retratan fielmente personajes, diálogos y escenarios de la

Buenos Aires contemporánea. La desprolijidad en el tratamiento de las imágenes resulta

congruente con el presente incierto.

Ante un panorama en el que no existen instituciones ni colectivos estables en los

que apoyarse, es común encontrar historias de individuos aislados en las que la

solidaridad pareciera ser irracional en medio de relaciones sociales tan inestables. No

puede haber espacio -como en anteriores obras de Piñeiro y Aristaráin- para la

reivindicación romántica de la singularidad de la figura del protagonista (rebelde o

artista); y mucho menos para héroes.

“La libertad” (2001), de Lisandro Alonso, es una de las que mejor representa

ese aislamiento. Relata un día en la vida de un hachero de La Pampa, sin perder detalle

de cada uno de sus actos cotidianos (dormir, cazar, comer, defecar). Su particular

representación del tiempo y el espacio lo asemeja al de la vida real, aunque su mirada

esta totalmente despojada de juicios de valor, lo que torna difícil toda posible

identificación.102

Una de las ramas que más creció y se diversificó a partir de mediados de los

noventa fue la del documental. Y así como el cine ficcional adquiere rasgos del

documental, éstos adoptan códigos ficcionales a través de reconstrucciones de sucesos,

dramatizaciones y citas de fragmentos de filmes ficcionales. Esta tendencia a la

102
Su posterior obra, “Los muertos” (2006), es similar temática y estéticamente, sólo que gira en torno a

un ex presidiario en busca de su hija; resaltando la naturaleza correntina.

76
hibridación hace más visible la subjetividad de los realizadores. Se trata de trabajos muy

ligados estética y políticamente al NCA, como ser: “Los rubios” (2003), de Albertina

Carri, “La televisión y yo” (2002), de Andres Di Tella, “Por la vuelta” (2002), de

Cristian Pauls, “No se que habrán hecho tus ojos” (2003), de Sergio Wolf y Lorena

Muñoz, “Tinta roja” (1998), de Marcelo Céspedes y Carmen Guarini, “Balnearios”

(2002), de Mariano Llinás, etc.

Entre los que adoptan la palabra abiertamente política (aspecto poco tratado por

la ficción del momento), se distingue entre los que rescatan la tradición militantes y los

independientes. Pese a sus diferencias, todos comparten el abordar de diversas maneras

la reconstrucción del pasado103 y la descripción e interpretación de la crisis político

social, desde una visión diferente a la hegemónica, proporcionada por la televisión.

Mientras los independientes104 le prestan más atención a las formas y giran en torno a

situaciones especificas que dan cuenta de una visión fragmentaria y acotada de la

realidad; los ligados a partidos políticos de izquierda y/o movimientos sociales105 ponen

el énfasis en los contenidos y en una mirada totalizadora, pretendiendo construir puntos

de vista capaces de abarcar al conjunto de la sociedad y expresar la lógica de su

funcionamiento, tal como lo hacía el cine político de los años sesenta y setenta. Unos

103
Ya sea reconstruyendo acontecimientos particulares de la historia argentina o discutiendo alrededor de

la memoria sobre el pasado reciente; especialmente, sobre la lucha armada de los años setenta y la

represión dictatorial.
104
“Cazadores de utopías” (1995), de David Blaustein, “Sol de noche” (2002), de Pablo Milstein y

Norberto Ludín, “Bialet Massé, un siglo después” (2006), de Sergio Iglesias, etc.
105
Luego de la crisis del 2001 el autor clave dentro de esta corriente es Pino Solanas con sus obras:

“Memoria del saqueo” (2004), “La dignidad de los nadies” (2005) y “Argentina latente” (2007).

Entre los grupos de realizadores surgidos a fines de los noventa, se destacan: Adoquín Video, Alavío,

Cine Insurgente, Boedo Films, Primero de Mayo, Mascaró-Cine Americano, Ojo Obrero y Contraimagen.

77
priorizan el rescate de la dimensión personal y la evolución de la postura de los

luchadores, desde una visión más neutral, y los otros plantean formas de organización y

propuestas concretas de transformación social.

Ambos ofrecen interpretaciones sobre la disolución del mundo del trabajo

asociado a la marginación y el empobrecimiento y, pese a las diferentes posiciones

políticas y de interpretación del sentido de las luchas sociales, contribuyen a la

descripción de la cotidianeidad de luchadores y víctimas de la marginalidad -visión

contraria a la de la televisión, que se posiciona preferentemente desde la mirada de las

instituciones, abordando a los hechos pero no sus causas, desde una postura

tendencialmente condenatoria-.

78
V. ANALISIS SOCIOLÓGICO DE LOS LARGOMETRAJES DE

ADRIAN CAETANO Y PABLO TRAPERO

Retomando lo antes dicho, sobre los efectos de las transformaciones sociales,

económicas y políticas ocurridas en la década de 1990 -y su posterior desenlace en la

crisis del 2001-; la intención del presente capitulo es utilizar como testimonio

sociológico valido, parte de la obra fílmica de estos directores, con la finalidad que nos

ayuden a comprender el impacto y las consecuencias de la desestructuración y

fragmentación de algunas de las antiguas estructuras reguladoras de la vida social

acaecidas durante los 90 por efecto de dichas transformaciones.

Se analizaran aquí, los problemas originados por la progresiva desaparición del

trabajo como principio estructurante de la vida cotidiana; la crisis en la educación y su

impacto en la situación de los jóvenes (especialmente en situaciones de riesgo); la

disolución de la familia tradicional, y sus consecuencias en cuanto al vinculo entre las

personas y el aumento de la xenofobia y la discriminación hacia el migrante limítrofe.

En definitiva, como todos estos hechos sociales repercutieron y repercuten en el tejido

social y cultural de los argentinos, al punto de llegar a modificar o incidir en las diversas

subjetividades e imaginarios sociales.

Pasemos, entonces, a ver y a analizar estas representaciones ayudados por la

óptica de algunos de los films de estos directores.

79
a) Representaciones del mundo del trabajo: El testimonio que brinda “Mundo

grúa”

En el primer largometraje de Trapero la trama se centra precisamente en la

precariedad del mundo del trabajo. Su protagonista, el Rulo, tiene 49 años, un hijo joven

a cuestas, y busca empleo alternando entre las changas y la desocupación. Una puerta se

le abre cuando un amigo lo introduce en el oficio de la operación de grúas, aunque tras

un entrenamiento de semanas -con estudios médicos de por medio- es rechazado y

humillado en nombre de su obesidad y otros problemas de salud afines. En simultáneo,

conoce a la dueña de un pobre quiosco de barrio con la que parecería que por primera

vez en muchos años recupera cierta alegría.

Su visión desencantada, mediante un lenguaje cinematográfico sencillo y crudo,

refleja dramáticamente el paso del ethos que tuvo en el trabajo un valor identitario

estructurante y en el trabajador una figura socialmente reconocida, al cuestionamiento

de la centralidad del trabajo en la vida social y a la decadencia de la vieja y orgullosa

figura del trabajador.

El Rulo encarna la vieja cultura del trabajo pero, pese a no desistir en su

búsqueda de estabilidad y seguridad (obtenida en el empleo), no logra zafarse de la

precariedad material y simbólica en la que se encuentra irremediablemente inmerso. La

precarización, ligada a la flexibilidad laboral, le imposibilita proyectar a largo plazo al

quitarle la orientación que hace posible la idea de carrera y de objetivos a futuro,

negándole sentido al uso autodisciplinado del tiempo, elemento clave de toda ética del

trabajo. En contraposición, su hijo, no tiene ni busca empleo, y sólo parecería que

encuentra sentido en la gratificación de lo inmediato y efímero; las actividades capaces

80
de brindar experiencias estéticas (como tocar en una banda) son más fascinantes que las

tareas monótonas, que no dejan margen a la iniciativa ni presentan desafíos.

Tras el duro embate, el Rulo es seducido por una nueva oferta laboral… desde

Comodoro Rivadavia. Parece que otra máquina lo espera como operador, por lo que

dejará todo y atravesará 2000 kilómetros tras esa ilusión que, aunque no ofrece

garantías, es la única opción a la vista.

Una vez en dicha ciudad, se percatará que la situación no resultara más

auspiciosa que la precedente sino, por el contrario, será incluso más cruda. Allí el Rulo

hablará cada vez menos, pero dirá más; acabará siendo otro fantasma, cercado en ese

espacio vasto, calado por un cruento frío, oprimido por los engranajes que parecen

apurar el declive de su paciencia eterna. La expresión de su rostro en la última escena,

en que retorna a Buenos Aires, parecería indicar que el futuro no es más que permanente

incertidumbre, drama social patente sobre una parte importante de la sociedad argentina.

b) Marginalidad, desocupación y exclusión social: Fragmentación en el campo

popular

“Pizza, birra, faso”, “Un oso rojo” y “El bonaerense” nos relatan historias

que deben leerse en el marco de las oportunidades (o su ausencia) que se les presentan a

diversos sujetos en determinadas condiciones. Más allá de sus particularidades, las tres

comparten (en mayor o menor grado) ciertos temas, como ser la marginalidad, el

desempleo y el delito, así como la precariedad de las formas institucionales.

Sus personajes son conscientes (o aprenden a los golpes) de las pocas o nulas

posibilidades de vivir dignamente del trabajo, naturalizando así la exclusión social de la

que son presas.

81
Son recurrentes, sobre todo en las dos primeras películas, las explosiones

instintivas y pasionales más inmediatas, fruto también en parte de la falta de un

horizonte laboral. Al no tener, ninguno de sus protagonistas, lazos de interdependencia

del otro ni perspectivas de bienestar, no hay contención de los afectos; “…allí donde ya

no existen cadenas de interdependencia, encontraremos marginalidad y la emergencia

de una nueva sensibilidad o una nueva economía de la violencia. Así, la pobreza de

nuestro tiempo vendrá acompañada de bolsones con rasgos de incivilización”106

El delito, es entonces, la casi natural salida en la que se ven arrojados nuestros

personajes, que de haber vivido en otra época (la de la ética del trabajo), probablemente

hubiesen evitado.

Finalmente, la precariedad y vulnerabilidad de las formas institucionales están

también presentes en las tres, sobre todo, en la figura de la policía, inexorablemente

corrupta. Se observa también en la crisis de la estructura educativa y familiar.

Analicémoslo más en detalle en cada una de estas representaciones…

9 El testimonio que brinda “El bonaerense”

Es la historia del Zapa, humilde cerrajero de un pueblito del interior del país que

tras ser embaucado por su jefe en un robo, queda detenido hasta que su tío, un policía de

jerarquía retirado, lo “salva” recomendándolo en la policía bonaerense. Zapa ingresa a

la fuerza y pronto comienza a internalizar la filosofía de la institución y su apacible vida

de pueblo rural se vuelve frenética y angustiante.


106
Vilker, Flavia Shila. Pizza, birra y faso; en torno a la inclusión y la resignificación de los mandatos de

la felicidad popular en los jóvenes de los sectores populares. Cine y formación docente 2005. Puerto

Deseado, Santa Cruz. Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación. Dirección Nacional

de Gestión Curricular y Formación Docente. Pág. 5.

82
La película no es solamente la historia de un hombre que como policía se

corrompe, ni el eje parecería estar puesto en la crítica a la decadente institución policial,

sino que retrata simplemente la pequeña historia de un hombre, como mínima parte de

un todo tenebroso y circular, que debe tomar decisiones diariamente, poniéndose en

juego su moralidad.

Trapero difumina los límites entre lo legal y lo corrupto humanizando al

personaje; así se desliga de lo que podría haber sido un típico y simplista ataque a la

degradación policial. La corrupción107 estuvo presente, junto a la violencia, el desquicio

y la miseria; pero también conviven con la solidaridad, el sufrimiento y la angustia.

Evitando los estereotipos y los juicios de valor, el director vuelve a poner (como

en su opera prima) a su protagonista frente a un escenario que no eligió. Pero a

diferencia del Rulo, en este caso el Zapa no ofrece resistencia a los hechos que se le

presentan; los acepta y los sufre con resignación. No es un pobre mortal superado por

las circunstancias que se ve obligado a caer en un espiral de corrupción; puede decidir.

Sin embargo, también es cierto que no se puede comprender su actitud sin tomar en

consideración las circunstancias adversas en las que se ve envuelto, en un ámbito de

total desprotección social donde las oportunidades brillan por su ausencia. Ello se

infiere, en principio, en el propio argumento elegido por el director, que se corresponde

con una tendencia generalizada en aquella época, en la que muchos jóvenes, sin otras

opciones a la vista, ingresan a la policía, como medio de subsistencia para sobrevivir.

107
No dejan de estar presentes las rondas de “recaudación” -toda una institución dentro de la fuerza-, en

las que la policía cobra coimas pautadas y mensuales, como si fueran impuestos, para financiar al

comisario.

83
9 El testimonio que brinda “Un oso rojo”

Inscripta en la tradición del cine clásico de Hollywood, se trata de una película

de acción; pero no es sólo eso: es la historia de un marginal (personaje de una intensa

emocionalidad contenida) que, tras salir de la cárcel, pretende recuperar un botín

perdido pero, sobre todo, va al reencuentro con su familia, y ante su disolución, luchará

por recuperar el vínculo con su hija y mejorarle el futuro.

Retrata una Argentina en descomposición, encarnada tanto en la familia

(atravesada por la crisis, el desempleo, la falta de dinero, el desalojo…) como en los

ambientes escogidos (boliches y bares de barrio degradados a los que van a parar los

marginales, lúmpenes o personajes arltianos, ya sea para pasar el tiempo libre jugando

al billar o para hacer apuestas)

El Oso es un personaje imponente, de fuerte autodeterminación, con plena

conciencia de sus actos, decidido a conseguir como sea el bienestar de una familia que

ya no lo incluye, delinquiendo si es necesario para lograr esa meta prefijada. En este

sentido, se distancia de otros de los personajes de filmes del mismo director, sujetos a

merced de las circunstancias o de una realidad implacable, que incluso, como en el caso

de “Pizza, birra…” (como veremos a continuación), por ejemplo, vagabundean en

medio de situaciones dispersas que no conducen a ningún fin.

Hacia el final de ambas películas, los protagonistas se sacrifican por el bienestar

de lo único puro que tienen (sus hijos), en pro de liberarlos de esa marca que en ellos los

sujeta a su condición y por la cual prefieren separarse y no formar parte de sus vidas.

Sin embargo, en el caso de “Un oso…”, esa lucha por la salvación de su hija fue su

razón de ser desde un inicio; lo que ocurre en el transcurso de la historia es que

comprende (con la ayuda del dueño de la remisería) que no puede darse con él al lado.

84
Así se lo comunica a quien ha ocupado su sitio familiar, “a la gente hay que cuidarla”,

tras lo cual roba para entregarle el botín y desaparecer.

No obstante, entonces, esa mayor conciencia y fortaleza del oso, tampoco fue

capaz por sí misma de exceptuarlo de la dura e irreversible condición de su existencia.

c) Representaciones de la situación de los jóvenes (en situación de riesgo): El

testimonio que brinda “Pizza, birra y faso”

Ya en el nombre de la ópera prima de Caetano y Stagnaro se aprecia una

resignificación de los mandatos de la felicidad popular; hay allí algo relacionado a los

deseos básicos a los que aspirar, el de un mínimo de bienestar. Para comprender el

desplazamiento entre “salud, dinero y amor” a “pizza, birra y faso” hay que entender el

horizonte de posibilidades que se le abren a una generación en determinadas

condiciones. En el último mandato -que da nombre al largometraje-, hay un sentido del

bienestar fuertemente asociado a lo corpóreo, pero también hay un reclamo de inclusión

mínimo. En este sentido, el acento está puesto en las comidas y en los placeres que,

después de todo, no dejan de ser requisitos mínimos de ciudadanía (siendo, por tanto,

reclamos legítimos).

Si frecuentemente molesta que los pobres - o marginales, o desempleados- gocen

o aspiren a placeres, probablemente se relacione con el peso que aún conserva en la

organización de la vida el imaginario del trabajo. Pero como nos enfrentamos al fin de

la sociedad salarial, ya no puede ser el mercado de trabajo el garante de la inclusión

social, por lo que deberá ser el Estado. Sin embargo, esos años (fines de los 90) serán

recordados como una época de retracción del mismo, sobre todo en su función social.

85
La película tiene algunas referencias claves a la desocupación, pero tal vez la

más patente (y cínica) nos la ofrezca la imagen de una gran cola de desempleados en

busca de una entrevista laboral. En ella, la frase “no nos peleemos, somos todos

argentinos”, parece indicarnos que lo único que compartimos como unidad es la

necesidad de empleo.

Los protagonistas saben o intuyen que el país ya no permite vivir dignamente del

trabajo; Sandra, la mujer (embarazada) del cordobés, le hace jurar que si fracasa en un

trabajo volverá a buscar ininterrumpidamente. No se trata sólo de que por su nivel de

formación probablemente fracasarán en la mayoría de los trabajos (seguramente

informales) que puedan encontrar; sino de que las nuevas condiciones estructurales del

mercado, flexibilización mediante, son propicias para su fracaso. Es decir, si bien, las

dificultades que sufren los jóvenes resultan aún más agudas en los más vulnerables

socioeconómicamente (aquellos menos capacitados y con menores redes de relaciones

sociales); la educación por sí misma no crea puestos de trabajo, si el mercado de trabajo

no da oportunidades, la educación se ve muy limitada en su campo de acción.

Esta mayor proporción de puestos precarios entre los jóvenes pobres fruto de la

desigualdad de oportunidades representa una profunda violencia simbólica, donde

algunos pocos acceden a consumos suntuarios y otros muchos apenas sobreviven, lo

cual produce un importante desfasaje entre expectativas y posibilidades reales.

En una época de vulnerabilidad social y desempleo es inevitable que se

incremente el delito (“ocupación” de nuestros protagonistas). Ocurre que éstos

constituyen la primera generación que realiza el pasaje de la lógica del trabajo a la

estética del consumo. De ahí que la fuente de legitimidad de los recursos obtenidos ya

no reside en el origen del dinero (el fruto del trabajo) sino en su utilización para

86
satisfacer necesidades, por lo que, el delito no es un fin sino un medio (parecería el

único) para ello.

El film permite vislumbrar la formación de nuevas subjetividades. Los jóvenes

protagonistas carecen de numerosos vínculos de largo plazo ya que al cortarse las

cadenas de dependencia mutua sólo pueden establecer lazos temporarios de cooperación

mecánica. Una excepción a estas relaciones pasajeras será su propio vínculo en tanto

que familia adoptiva; aunque al estar en un marco de normativa relajada, también son

capaces de pequeñas traiciones y mezquindades (como esconder monedas o cigarrillos).

Estos jóvenes son, sin embargo, incapaces de manifestar consideración o pena

por los otros -tampoco se apenan de sí mismos-; al mismo tiempo que vulneran

permanentemente las normas108. Son simplemente duros: así, llegan a robarle a un

paralítico, a asaltar a desempleados, o robarle la comida a un pobre viejo hospitalizado.

Sus acciones, entonces, deben ser comprendidas en el marco de un individualismo

extremo y despiadado.109

No por ello nuestros jóvenes carecen de aspiraciones. Así como Córdoba desea

ser buen padre; los cuatro amigos desean romper los lazos que los esclavizan con “el

trompa”, que se queda con el grueso de las ganancias; también aspiran a zafar de

familias disfuncionales en las que el maltrato es habitual; anhelos todos que parecerían

una utopía en situaciones de tal precariedad.

108
La escena probablemente más patente, en este sentido, es la de su intrusión en el obelisco. Ella

también puede entenderse como un acto de conquista simbólico que invierte imaginariamente las

posiciones; “el que está abajo puede estar arriba”.


109
Si bien sólo piensan en sí, en su inmediatez; tampoco se visualiza ningún tipo de sujeto colectivo ni el

Estado. La representación es así coherente con su época, en la que prima la retracción del Estado (que

sólo se presenta como represión encarnado en la figura de la policía) y la disolución de los vínculos

colectivos en general.

87
d) Representaciones del universo familiar: El testimonio que brinda “Familia

rodante”

La historia que narra Pablo Trapero en su tercer film podría resumirse en una

sencilla fórmula: una familia numerosa (abuela, hijas, yernos, nietos y bisnieta) viaja a

bordo de una casa rodante desde Buenos Aires hasta Misiones con el fin de asistir a un

casamiento familiar.

Presenta tres grandes partes: una primera que funciona como prólogo, en la que

se anuncia el viaje; una segunda, que comprende los acontecimientos y situaciones que

tienen lugar durante el mismo; y una tercera y última, en la que llegan a destino.

Tanto la naturaleza (que pasa de las llanuras a la selva mesopotámica) como las

relaciones humanas (empiezan a aflorar de forma creciente e incontrolable la hipocresía,

las frustraciones, los resentimientos, las falsas expectativas, la resignación, el egoísmo y

la violencia, reprimidos durante años) se van complejizando y enrareciendo a medida

que el relato se desarrolla. Se develan así, en el trayecto, los distintos aspectos de la

crisis de valores que afecta a este grupo, que es representado como un espacio cruzado

por la tensión y la incomunicación.

Se trata de una familia de clase popular, inscripta en un ambiente que se

configura a partir de la presencia de signos en el discurso, la vestimenta, los espacios

que habitan y las costumbres relativas a las celebraciones.

La mayoría de los integrantes manifiestan una gran disconformidad con la

situación en la que se encuentran en ese momento; no obstante, esos sentimientos se

irán transluciendo progresivamente, siendo en un principio reprimidos. El viaje

88
funcionará como un catalizador que libera los pensamientos y sentimientos silenciados,

generando el pasaje de la violencia contenida a la explícita.

Algunos de los ejes a través de los cuales se materializa la crisis de la estructura

familiar, también son reflejados en ámbitos ajenos al propiamente familiar, como ser el

caso del egoísmo “ventajero” del mecánico a quién se recurre en su ayuda ante el

problema de la camioneta rota.

La abuela, Emilia, encarna a la familia tradicional; por lo que no resulta extraño

que ésta halla sido la promotora del viaje y, probablemente su intención la de acceder al

mismo como forma de generar un espacio de reunión, y por qué no, de solidaridad y

comunicación, valores presuntamente deseables del último exponente de la tradición.

Claro que, al final, su rostro expresa decepción por el fracaso de su campaña e

incertidumbre por un futuro difuso.

e) Representaciones de la situación de los migrantes limítrofes: El testimonio que

brinda “Bolivia”

Tras dejar a su familia en Bolivia, Freddy vino a la Argentina, probablemente

como muchos otros de sus compatriotas en los noventa, motivado por la promesa de un

mejor bienestar y calidad de vida para él y los suyos. Pronto se percatará que en sus

días en el bar-parrilla (venido a menos), de Don Enrique; sus experiencias (como

parrillero), irán contrastando brutalmente esas posibilidades imaginadas antes de su

llegada con las oportunidades reales y limitadas de su inserción social; pasando por

etapas que van del discurso discriminatorio de segregación a la violencia física directa.

Se centra en la estigmatización social y, sobre todo étnica sobre la población

limítrofe en un ámbito cotidiano que da cuenta de la inserción y trato del inmigrante con

89
los nativos. Pero lo particular -y tema central- del film es que esa retórica

estigmatizadora (sufrida no sólo por Freddy, sino también por los otros trabajadores del

boliche: Rosa, la moza paraguaya y el vendedor ambulante del interior) es enunciada

por los clientes habituales del lugar (taxistas); actores sociales también subordinados

que reproducen esa matriz ideológica hegemónica, y se expresa en frases que

evidencian la discriminación y hacen visible lo que se presenta como cotidiano, tales

como: “te venís a sacar el hambre” y “dejas sin trabajo a los pibes de acá”; en definitiva,

frases que dan cuenta de una marcada violencia simbólica.

El enfrentamiento entre miembros de la misma clase social se explica por la

flexibilización laboral registrada durante esos años, la tendencia del salario a la baja y la

competencia del trabajo nativo por lugares no ocupados históricamente por la población

local (altamente descalificados y de una gran inestabilidad). Expresión de ello es que las

propias organizaciones obreras hicieron suyo el razonamiento de que “los extranjeros

quitan el trabajo”. Se diluye así la discusión por la explotación o por la distribución del

capital, y es reemplazada por el dilema de a quién le corresponde el trabajo que evite

caer en el desempleo. Ya no es, de esta manera, el trabajo el que articula a la clase, sino

la nación (o la división étnico-nacional del trabajo) la que fragmenta y enfrenta a

sectores de la misma clase.

Hay varios cúmulos de tensiones que recorren la densa atmósfera del bar: los

maltratos que por pocos pesos soportan diariamente los empleados (escalafón más bajo

de la pirámide social), tanto del patrón como de los clientes; y otras, también vinculadas

con el dinero, son protagonizadas por los taxistas, que nunca se ponen al día en su

deuda con el dueño. Detrás de todas estas tensiones está la escases, la malaria y las

pequeñas y cotidianas miseria que las mismas suelen generar. Todos son víctimas de un

90
destino que no pueden cambiar, impedidos de detener la vertiginosa cuenta regresiva

que anuncia la tragedia.

91
VI. CONCLUSIONES

El cine, entendido como testimonio histórico, nos permite comprender los

procesos sociales y culturales de los diversos períodos socio-históricos, mediante una

interpretación “viva” de los acontecimientos sociales (ampliando, de esta manera, el

sentido de los archivos).

La producción cinematográfica nacional, desde sus inicios, reveló (y amplió) los

fragmentos de lo real, reconocidos y aceptados por su público, contribuyendo así a

difundir y reelaborar las costumbres, esperanzas y mentalidades de la sociedad en cada

momento histórico. De esta manera, la cámara mostró “lo visible” de la “Restauración

conservadora” de la década del treinta, en la que se produce la integración de las masas

en la ciudad (y el cine contribuyó a socializarlas a través del “pacto social”, entre

cineastas y público popular); del peronismo y las postergadas políticas de bienestar (en

el marco de un nuevo modelo de acumulación que, por primera vez, incorpora a las

masas populares); de la etapa de alternancia entre gobiernos militares y desarrollistas,

en el que la crónica crisis política tiene su correlato en una profunda mirada sobre la

realidad del momento, primero de la mano del Nuevo cine Argentino y luego del cine

militante; de la dictadura del ´76, momento en que el cine, ante el terror y deterioro

económico, elude hablar del presente, apelando a un pasado mítico; y, finalmente, de la

recuperación democrática, etapa en que varias de las películas nacionales se amoldaron

a la visión oficial (de la reivindicación de la democracia por sí misma), incapaces de

procesar la crisis económica y social en ascenso.

En cuanto a la década que compete al análisis de este trabajo, las

transformaciones estructurales de flexibilización, liberalización de los mercados y

desregulación, en términos de Bauman, barrieron con el “Estado de bienestar”

92
instaurando un cambio de época: se produjo el pasaje de una modernidad sólida (o

capitalismo “pesado”, “industrial”, “rígido” y “estable”); a una modernidad líquida (o

capitalismo “liviano”, “fluido”, “desarraigado”, “flexible”, “inestable”, “de servicios” y

“financiero”)110. Lo público deja de existir como sólido, con el consiguiente

debilitamiento de las redes de lazos sociales en los diferentes ámbitos de la vida. La

individualización de lo social hace que los riesgos y las contradicciones -que siguen

siendo producidas socialmente- se carguen al individuo.

Congruente con ello, la emergencia y proliferación de un cine “realista” (mas

que cualquier otro género) es afín con la concepción generalizada de que ante profundas

crisis (o incluso guerras) se produce una explosión cultural consecuente; y el cine -como

vimos a lo largo de este trabajo- no es la excepción; esa detonación estuvo dada por una

nueva generación de directores, y como miembros fundadores (y entre sus máximos

exponentes), se encuentran Trapero y Caetano. Sus prolíferos filmes fueron dando

indicios claros y tangibles (desde sus comienzos) de la crisis político-social que se

avecinaba, expresando la decadencia y desolación general, al relatar sobre los más

diversos personajes y situaciones, inmersos en constante tensión y conflicto.

Mediante una mirada profunda y descarnada sobre lo real, sus filmes abordan,

como pocos, los grandes hechos sociales de su época: la transformación y decadencia

del mundo laboral, educativo y familiar; la situación de vulnerabilidad de los jóvenes,

la situación del migrante limítrofe, etc., enfatizando sus adversas consecuencias en el

individuo de los sectores sociales más perjudicados por dichas transformaciones: los

sectores populares.

110
Bauman, Zygmunt. Modernidad líquida. Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica. 2002.

93
Sin profundizar en las causas de estos cambios, ni manifestar abiertamente

posturas morales, logran credibilidad a partir de la creación de pequeños universos,

acotados e inestables, de gran riqueza descriptiva.

Sus historias se centran en las transformaciones materiales, pero sobre todo, en

los desplazamientos imaginarios de la década. Con sus películas, comienzan a cobrar

protagonismo los márgenes sociales, al elegir mostrar las experiencias de “aquellos

Otros” como parte del “ser nacional”. Para estos excluidos del reparto de oportunidades,

que no tienen posibilidad de progresar, la realidad es oscura e irreversible. La lógica de

los eventos proscribe tanto la noción de pasado como la de futuro; se desarrollan en un

eterno presente, impregnadas por el pesimismo y la cancelación de la idea de futuro.

En sus filmes se dejaría entrever que en un mundo regido por la lógica del

desempleo y la precariedad, el sujeto pierde su carácter de productor y adquiere

progresivamente el de consumidor. El consumismo de hoy es una lucha contra la aguda

y angustiosa incertidumbre e inseguridad que sufre el sujeto en la actualidad. Mientras

la vida organizada en torno a la producción estaba regulada normativamente e implicaba

solidaridad o cooperación, no sucede lo mismo con la que gira en torno al consumo: no

requiere de normas ya que es guiada por la seducción y el deseo (no por necesidades),

como tampoco de cooperación ya que todo lo que se consume sólo puede

experimentarse de manera individual, privada111.

Las producciones de ambos directores son representativas de una sociedad de

lazos débiles, y por tanto, de identidades flexibles e inestables. Al erosionarse las

tradicionales instituciones de formación de la identidad del individuo (como la escuela y

la familia, además del trabajo) -con su histórica función de poder regulador para el

mantenimiento de pautas sólidas, estables y duraderas-, se invierten los valores que

111
Bauman. Ibid

94
primaban en la sociedad de productores. Así las cosas, las metas personales de los

individuos y su relación con los contextos cercanos parecen ser las únicas vías que se

advierten para comprender un mundo en transformación; mundo regido por la rapidez,

el exceso, lo fugaz, lo novedoso y lo efímero.

En los trabajos de Caetano, sobre todo, parecería vislumbrarse cierta

preocupación por aquellos que no tienen capacidad de consumo y, sin embargo, deben

convivir en un mundo creado para beneficio de los que sí lo disfrutan (…) En estos

filmes, al igual que en la realidad social argentina, quedará flotando el interrogante de sí

podrá ser suficiente la violencia simbólica para sofrenar las consecuencias que puede

producir una vida sin capacidad de elegir112.

112
“La lucha permanente entre aquellos que debido a la posición social que ocupan en ella, tienen

interés en subvertir las distribuciones modificando las clasificaciones en las que aquellas se expresan y

se legitiman (…) consiste en el poder de modificar por la toma de conciencia las categorías de

pensamiento que contribuyen a orientar las practicas individuales y colectivas, y en particular las

categorías de percepción y de apreciación de las distribuciones”. Bourdieu, Pierre. El sentido práctico.

Editorial Siglo XXI Editores. Buenos Aires. 2007. Pág. 226.

95
VII. ANEXOS

a) Aclaraciones previas sobre el abordaje del fenómeno cinematográfico

Entretenimiento, arte, negocio o espectáculo son algunas de las palabras con las

que frecuentemente se intenta definir qué es el cine. Y, sin embargo, la cuestión no es

tan sencilla ni inmediata como nos sugieren estas palabras. En efecto, las maneras de

entender el medio cinematográfico desde su aparición en 1895 han ido cambiando a lo

largo del tiempo, y han sido condicionados por los contextos tecnológicos, económicos,

sociales y culturales radicalmente diversos en las que surgieron.

Puede decirse que las teorías del cine son aquellas herramientas epistemológicas

que permiten comprender el fenómeno cinematográfico a partir de conceptos y

argumentaciones diversas, planteando tentativas sobre preguntas que afectan al cine

como fin y como medio. Es decir, construyen principios sobre cómo entender el cine, no

sólo como fenómeno en sí sino también como intermediario para relacionarse con el

mundo. Esto es, preguntándose de manera idealista sobre la existencia de una esencia

del cine a descubrir, o bien razonando alrededor de las relaciones del cine con su

entorno social, económico, cultural y tecnológico en el que se encuentra inmerso,

situándolo así en una encrucijada de intereses, disciplinas y contextos de signo diverso y

cambiante113.

Esta cuestión es fundamental para pensar sobre las distintas posturas que han

abordado al cine, y el reemplazo de los intentos de dar cuenta de forma absoluta y

113
Fernández Lavayen, Miguel. Pensar el cine. Un repaso histórico a las teorías cinematográficas.

Lecciones del portal. Portal de la Comunicación. Instituto de la Comunicación UAB. Barcelona. 2001-

2008.

96
definitiva a la pregunta '¿qué es el cine?' hasta el paso a aquellas más eclécticas y

fragmentarias, que ya no ponen el énfasis en la totalidad sino en cuestiones puntuales y

aspectos parciales del cine.

Se puede afirmar en términos generales que, al igual que las teorías de la

comunicación, la teoría y la historia cinematográfica han recorrido el paradigma

comunicativo básico de forma bastante lineal:

Emisor ---- Canal (Mensaje) ----> Receptor

El centro de atención de críticos y analistas ha ido dirigido, por lo tanto, hacia el

análisis sobre los emisores (directores, compañías productoras, actores), las formas del

mensaje y el canal (cuestiones del lenguaje audiovisual: montaje, sonido, puesta en

escena y fotografía) y, por último, los receptores (los públicos en el caso del cine). En

definitiva, esta última pregunta gira en torno a quién, cómo y por qué consume cine y

sobre todo: qué hacen los espectadores con el cine que consumen (cómo lo utilizan en

sus vidas cotidianas).

Podemos organizar entonces, según este planteamiento, a las teorías

cinematográficas según tres modelos: teorías de la enunciación, teorías del canal y

teorías de la recepción. Partiendo de la base que ninguna de estas tres categorías

representa una aproximación pura y excluyente, pueden resultar complementarias. De

esta forma, al igual que los teóricos de la enunciación pueden tener en mente a quién va

dirigido un determinado filme, o cómo se estructura el mensaje; los pensadores sobre la

forma del mensaje pueden desarrollan conceptos sobre quién y como organiza la puesta

en escena de las películas. Por lo tanto, emplearemos este esquema tripartito, no como

97
un modelo absoluto y plenamente homogéneo, sino según el énfasis que las distintas

teorías han hecho en uno u otro de los modelos comunicativos aplicados al cine114.

Tomando entonces la premisa de que el cine es un fenómeno complejo, y que

este no tiene lugar en un vacio temporal ni espacial (social), sino sobre un suelo de

relaciones sociales; consideramos pertinente, a los fines del presente trabajo, la

necesidad de entenderlo -al igual que los estudios sobre él mismo-, partiendo de un

punto de vista histórico, estos es, ligado a las condiciones económicas, sociales,

culturales y estéticas donde este fenómeno tiene lugar.

Para algunos historiadores115 las imágenes (fílmicas) pueden ser más apropiadas

para explicar la historia que las palabras. Sabido es que la historia convencional narrada

puede en ocasiones ser tan lineal y limitada que es incapaz de mostrar el complejo y

multidimensional mundo de los seres humanos.

Las películas -capaces de incorporar imágenes y sonidos, de acelerar y reducir el

tiempo- pueden aproximarnos a la vida real, y por tanto a los hechos históricos, al igual

que darnos una idea de la experiencia cotidiana en cuanto a palabras, imágenes,

preocupaciones, distracciones, ilusiones, motivaciones (conscientes e inconscientes), y

emociones de los sujetos que aparecen en esas representaciones audiovisuales.

De acuerdo a la pretensión de este trabajo de hacer uso del cine como testimonio

histórico de cómo han sido los hechos sociales, políticos y culturales en la década del

noventa en la Argentina (desde un particular estilo y visión, aunque no siempre

necesariamente explícita de sus creadores); es sobre la base de esta historización

(espacio-temporal), que aquí enfatizaremos sobre teorías y autores considerados

pertinentes que nos ayuden a abordar y comprender la obra cinematográfica de los

114
Fernández Lavayen, Miguel. Ibid.
115
Marc Ferro, Pierre Sorlín y Robert Rosenstone, entre otros.

98
directores elegidos en este trabajo a saber: Pablo Trapero y Adrian Caetano. Pero antes

pasemos a ver que nos dicen las teorías que nos interesan.

b) Realismo

Corriente teórica surgida en la segunda postguerra cuyo epicentro es Italia, uno

de los países más castigados por el conflicto.

Los realistas consideran que la especificidad del film (y su razón social) es la

representación fiel de la vida cotidiana; concibiendo el cine “para” reproducir lo real.

De esta manera, no se proponen contar historias que se parezcan a la realidad,

sino convertir la realidad en historias. Su objetivo es hacer un cine sin mediación

aparente, que revele el valor de lo real y cotidiano (acontecimientos que parecieran

contarse a sí mismos)116.

El neorrealismo italiano de los años cuarenta es el mayor exponente, y Guido

Aristarco, el gran teórico del movimiento italiano del realismo; quién propone ir más

allá de la descripción de la cotidianeidad neorrealista para establecer un “realismo

crítico”, que dialogue moralmente con ese cotidiano.

Andre Bazín y Siegfried Kracauer les darán continuidad y amplitud a los

postulados realistas. Ambos parten de la premisa de que la fotografía es la clave

absoluta del poder del cine, siendo la reproducción mecánica garantía de objetividad, y

por ende, de credibilidad.

Esa cualidad de la fotografía -ausente en cualquier otra forma de creación de

imágenes-, es según Bazín, la que garantiza el vínculo ontológico entre la

representación cinematográfica y lo que representa: por primera vez “…se captura una

116
Ver Stam, Robert. Teorías del cine. Una introducción. Barcelona. Paidós. 2001.

99
imagen del mundo de manera automática, sin la intervención creativa del hombre”,

haciendo posible un testimonio irrefutable de “las cosas como son”117.

Esa “impersonalidad” es la que le posibilita al cine conservar momentos de

tiempo pasados, “momificándolos” eternamente. De ello se deriva otra de las cualidades

esenciales del cine: su carácter de testimonio de cómo son o han sido los hechos

sociales.

La teoría realista (y Bazín en particular) pondera ciertos recursos

cinematográficos en detrimento de otros. Así, por ejemplo, mientras rechaza el montaje,

por considerar que falsea el fluir espacio-temporal de la realidad (al seccionarlo en

fragmentos); revaloriza el plano secuencia y la profundidad del campo. Ambos, al

respetar ese espacio-tiempo externo, posibilitan la “revelación” de lo real.

Acorde con lo anterior, se propone respetar una serie de parámetros al momento

de realizar una película, como ser: renunciar a los excesos de expresionismo (y a los

efectos del montaje), recuperar el valor de ambigüedad de lo real, trabajar con tramas

descarnadas y sin acontecimientos, resaltar las motivaciones confusas o vacilantes de

los personajes y, finalmente, mostrar el espesor y la lentitud de los ritmos cotidianos.

Mientras que para Bazín el interés radica menos en el “contenido” específico

que en el “estilo” de la puesta en escena; Kracauer entiende que los filmes son realistas

porque establecen discursos sobre su presente. Es partidario de un realismo profundo,

psicológico y social; las películas, según él, representan alegóricamente las obsesiones

profundas, turbias e inconscientes del deseo y la paranoia de las naciones. Así, los

filmes realizados en la Alemania de los años veinte reflejaban la psique nacional

anunciando la demencia nazi.

117
Stam, Robert. Ibid. sobre “Qué es el cine”, de André Bazin. Pág. 95.

100
c) Teoría del autor

Nace en Francia pero es recién en lo años sesenta y setenta cuando cobra auge;

entre otros factores, por los festivales internacionales y las revistas especializadas.

Podría entenderse como una derivación de la teoría literaria de la escritura, en

tanto que concibe al cine como una forma de expresión íntima. La concepción de la

cámara-stylo convierte al director en creador absoluto del proceso cinematográfico,

artista por derecho propio, como el escritor o el pintor. En nombre del individualismo y

de la singularización del genio del director se proclama su libertad, sobre todo frente al

productor (presentado como figura castradora de la creatividad del primero).

Truffaut entiende que este cine se asemeja a la persona que lo realiza, no tanto a

través del contenido autobiográfico como merced a su estilo, el cual le da personalidad a

su obra. Son autores quienes hallan una continuidad temática y estilística en sus

películas, quienes al igual que el escritor literario, estampan su personal estilo y visión

en cada una de sus filmes118.

Bazín, si bien revaloriza la importancia del factor personal en la realización de

un film, se distancia de las posturas más extremas de la teoría del autor, como ser las

que defienden el “culto a la personalidad” estética, que erige a los directores preferidos

en maestros infalibles. Señala, en relación a ello, la necesidad de complementar esta

teoría con perspectivas históricas, tecnológicas y sociológicas, para así comprender que

las grandes películas surgen de la intersección azarosa del talento de su creador y del

momento histórico en el que las realiza.

118
Stam, Robert. Ibid.

101
d) Formalismo ruso

Conocidas como las teorías del montaje, aparecen en la Rusia soviética en los

años veinte y treinta del pasado siglo.

El término montaje halla su origen en la palabra francesa “montage”, que tiene a

su vez diversas implicaciones, que van desde resonancias industriales y tecnológicas

hasta su vinculación con la vanguardia artística, que toma el término de la

industrialización y lo aplica a los collages.

En el caso específico soviético, se establece una relación directa con los artistas

constructivistas: la suma de los elementos es lo fundamental, el montaje es el elemento

más importante de todo el proceso, ya que establece el valor de los planos y las

imágenes de forma relacional y no por su valor intrínseco.

En un primer momento el concepto de montaje se refiere exclusivamente a la

unión de planos, pero con el paso del tiempo el concepto se vuelve más complejo. De

tal forma que también se habla de montaje interno del plano, para referirse a los

diferentes registros de interpretación, entre el sonido y la imagen o entre los

desplazamientos de los personajes y el encuadre.

Entre los primeros cineastas de esta corriente aparecen rusos como Dziga

Vertov pero también vanguardistas europeos como Filippo Tomasso Marinetti o

André Breton.

Del manifiesto formalista se desprende que las teorías del montaje hayan

aportado conceptos programáticos a la teoría cinematográfica, pese a que en general no

representen tanto un sistema como un conjunto de ideas dispares, ya que sus ideas no se

articulan en una unidad superior. Ello, no obstante, puede ser visto también como una

102
ventaja, debido a que los conceptos tienen cierta flexibilidad y se pueden adaptar a

diferentes modelos y propuestas cinematográficas119.

e) Estructuralismo

Ferdinand Saussure es la figura fundacional de la corriente del pensamiento

denominada estructuralismo, y con ello, en buena medida, de la semiótica del cine y la

lingüística estructural, hacia la década de los sesenta y los setenta.

La lingüística estructural coloca al lenguaje en el centro de la vida y el

pensamiento humano; el lenguaje estructura nuestra relación con el mundo, mediatiza

nuestro conocimiento hasta el punto de conformar la realidad.

El análisis semiótico (principal línea de trabajo de las teorías formalistas) parte

de la asunción de que la realidad se configura en sistemas de signos organizados según

códigos, cuyo significado puede desentrañarse observando las relaciones entre éstos.

La semiótica cinematográfica versa sobre cómo se organiza el film para narrar y

transmitir sensaciones, apelando a un análisis meticuloso de las relaciones que se

establecen entre los distintos elementos lingüísticos del film: el sonido, el montaje y la

puesta en escena.

Es heredera de la teoría literaria y la lingüística en tanto se fundamenta en la

creencia de que el significado de una película depende de la asociación de sus diversas

partes, creando así una poética del film. De esta manera, el espectador realiza una

operación hermenéutica en la que se desentraña el sentido de las películas de acuerdo a

una minuciosa descomposición de las mismas en secuencias, escenas, planos y

fotogramas; estableciendo luego una cadena semántica que unifica el sentido del film.

119
Ver Fernández Lavayen, Miguel. (2001-2008).

103
En esa búsqueda de la interpretación de los signos cinematográficos, se esconde

en el fondo, la pretensión de dotar al análisis del cine de un estatuto científico (que huya

de subjetividades y juicios de valor), intentando desentrañar la especificidad del film.

Renuncia abiertamente a cualquier interpretación diacrónica; los signos (y sus

leyes subyacentes) son inmutables, y ello es lo que los hace aprehensibles,

independientemente del devenir histórico. El lenguaje (cinematográfico en este caso) se

entiende como una totalidad funcional en un determinado punto en el tiempo y en el

espacio120.

Christian Metz continúa la línea marcada por el enfoque semiótico y por el

proyecto filmolinguístico de sus teorías del cine. Concibe al cine como un lenguaje

particular, sin sistema lingüístico subyacente, aunque articulado con códigos concretos

para así proponerse explicar cómo producen significado y se entienden los filmes.

El lenguaje cinematográfico es el conjunto de mensajes cuya materia de

expresión consiste en cinco pistas o canales: la imagen fotográfica en movimiento, el

sonido fonético, los ruidos, el sonido musical y la escritura o textos escritos que

aparecen en pantalla.

Diferencia entre cine y film. El cine es una institución amplia que aborda un

antes (aspectos legislativos, económicos y tecnológicos), un después (respuesta de la

audiencia y de la crítica, e impacto social) y un paralelo (desde la arquitectura de la sala

al contexto cultural) al film. Todos estos elementos lo condicionan pero no son lo

determinante; el film ocupa un espacio de discurso propio, de texto significante. Metz

sólo considera estudiar el film como construcción de lo específicamente

cinematográfico; separando o desmontando la heterogeneidad de significados del cine

120
Ver Stam, Robert (2001) y Fernández Lavayen (2001-2008).

104
de sus procedimientos significantes básicos. Con ello, también es criticada su herencia

de la lingüística saussuriana sincrónica, ahistórica y descontextualizada.

f) Post estructuralismo

A fines de los sesenta el estructuralismo es atacado por la deconstrucción de

Jacques Derrida, dando origen al post-estructuralismo. El lenguaje sigue siendo el

centro del conocimiento (su papel determinante y constitutivo), y también comparte la

premisa de que el significado se basa en la diferencia, pero rechaza el cientificismo

estructuralista.

Postula el descentramiento de las estructuras debido a que es imposible pensar

en estructuras totalizadoras (y metalenguajes) que abarquen toda la diversidad. Ello se

debe a que los signos están de por sí sujetos a deslizamientos e indeterminaciones. Esa

inestabilidad es lo significativo; no lo estable, lo regular y lo fijo, que era lo que

interesaba a los estructuralistas. De ahí que busque los momentos de ruptura y de

cambio y hable de “hibridismo”, “fluidez”, “rastro”, “deslizamiento” y

“diseminación”.

Todo texto fílmico (en este caso todo film) es contradictorio y, por lo tanto,

imposible de sintetizar y con una estructura significativa clara. No hay un significado

unívoco sino una espiral infinita de indeterminación; “…el discurso posiciona al sujeto:

todo es texto. Y todos los textos están relacionados, formando la intertextualidad. El

105
lenguaje se transforma así en un espacio polivalente de juego; de indeterminaciones,

deslizamientos y sustituciones.”121

En su posición extrema, el postestructuralismo habla de escritura

cinematográfica y de texto sólo en aquellas películas que rompen con las convenciones

habituales, llegando así a valorar de la misma forma cualquier discurso que sea

excéntrico.

g) Aportes de la sociología y de la historia

El historiador Pierre Sorlín se enmarca dentro de un enfoque socio-cultural,

pretendiendo captar a través del cine la articulación entre la historia y lo social. La

sociología del cine, establece entonces, relaciones de homología entre los filmes y el

medio en que nacen.

Reconoce el aporte de la semiótica en tanto el film es entendido como practica

significante cuyos mecanismos se estudian separando entre los sistemas de significados

diversos; pero al limitarse a la practica del estudio textual, esa disciplina no puede ser

más que un instrumento auxiliar para el analista. Al no tomar en cuenta el contexto

particular de significación, desconoce lo fundamental: analizar los textos o

representaciones cinematográficas como superficies donde lo social, lo económico y lo

histórico dejan sus huellas.

121
Fernandez Labayén, Miguel. Pensar el cine. Un repaso histórico de las teorías cinematográficas.

Lecciones del Portal. Portal de la Comunicación. Instituto de la Comunicación UAB. Barcelona. 2001-

2008. Pág. 11.

106
Los filmes son expresiones ideológicas de la época en que se han producido ya

que están íntimamente penetrados por las preocupaciones, tendencias y aspiraciones de

ese momento.

Igualmente, no pretende explicar toda la ideología de una época a través del cine

(principal cuestionamiento a Kracauer); un film es una de las expresiones ideológicas de

un período estrecho y limitado. Y el recorte que hace la pantalla está intrínsecamente

ligado a ello: “…para encontrar espectadores, una película debe combinar imágenes

accesibles a quienes la contemplan. La pantalla revela el mundo, evidentemente no

como es, sino como se le corta, como se le comprende en una época determinada; la

cámara busca lo que parece importante para todos, descuida lo que es considerado

secundario…” 122

Con la noción de “lo visible” se refiere a lo posible de ser dicho en un cierto

período: “Lo visible de una época es lo que los fabricantes de imágenes tratan de

captar para transmitirlo, y lo que los espectadores aceptan sin asombro” “…no

muestra (el cine) “lo real”, sino los fragmentos de lo real que el público acepta y

reconoce.”123, de acuerdo a sus hábitos, esperanzas y mentalidades Así, el film persuade

porque se conforma a un saber anterior que en cierta manera viene a autentificar. Es

decir, es una confirmación de lo que ya se conoce, aunque también contribuye a

ensanchar el dominio de lo visible o conocido.

Las películas participan, entonces, en la producción de sentido; no sólo difunden

sino que reelaboran la ideología de una sociedad en un determinado momento histórico.

Y al ser una práctica cultural, lo hacen desde una determinada cosmovisión,

122
Sorlín, Pierre. Sociología del cine: la apertura para la historia del mañana. México. FCE. 1985. Pág.

28.
123
Sorlín, Pierre. Ibíd. Pág. 58.

107
contribuyendo así a la disputa social por el sentido proclive a la naturalización o

cuestionamiento de los estereotipos y valores sociales.

™ FICHAS TÉCNICAS: ADRIAN CAETANO

™ “Pizza, birra, faso”

Año: 1998

Director: Bruno Stagnaro, Adrian Caetano

Guión: Bruno Stagnaro, Adrián Caetano

Productor: Palo y a la Bolsa Cine

Intérpretes: Sergio París, Claudia Moreno, Gustavo Semiz, Jorge Sesán, Roberto

Álvarez Nom, Pamela Jordán, Alejandro Pous, Walter Díaz, Adrían Yospe, Héctor

Anglada, Daniel Dibiase, Tony Lestingi, Martín Adjemián, Rubén Rodríguez, Elena

Cánepa, Marcelo Videla

Fotografía: Marcelo Lavintman

Música: Leo Sujatovich

™ “Bolivia”

Año: 2001

Director: Adrián Caetano

Guión: Adrián Caetano

Productor: Adrián Caetano

Intérpretes: Freddy Flores, Rosa Sánchez, Oscar Bertea, Enrique Liporace, Marcelo

Videla, Héctor Anglada, Alberto Mercado

Fotografía: Julián Apezteguía

Música: Los Kjarkas

108
9 “Un oso rojo”

Año: 2002

Director: Adrián Caetano

Guión: Adrián Caetano

Productor: Lita Stantic Producciones

Intérpretes: Marisa Peláez, Susana Ferrari, Julio Cháves, Marcos Martínez, Evelyn

Domínguez, Agostina Lage, Enrique Liporace, René Lavand, Daniel Valenzuela,

Freddy Flores, Ernesto Villegas, Luís Machín, Soledad Villamil, Patricio Pepe,

Fernando Bolón

Fotografía: Jorge G. Behnisch

Música: Diego Grimblat

™ FICHAS TÉCNICAS: PABLO TRAPERO

9 “Mundo grúa”

Año: 1999

Director: Pablo Trapero

Guión: Pablo Trapero

Productor: INCAA

Intérpretes: Federico Esquerro, Graciela Chironi, Roly Serrano, Daniel Valenzuela,

Adriana Aizemberg, Luís Margani, Lucas Castro, Lucas Zucco, Alfonso Rementería

Fotografía: Cobi Migliora

Música: Francisco Canaro

9 “El bonaerense”

Año: 2002

Director: Pablo Trapero

109
Guión: Daniel Valenzuela, Dodi Shoever, Nicolás Gueilburt, Pablo Trapero, Ricardo

Ragendorfer

Productor: Pablo Trapero

Intérpretes: Jorge Román, Mimí Ardú, Darío Levy, Victor Hugo Carrizo, Hugo

Anganuzzi, Graciana Chironi, Luis Viscat, Roberto Posse, Aníbal Barengo, Lucas

Olivera, Gastón Polo, Jorge Luís Giménez

Fotografía: Guillermo Nieto

Música: Pablo Lescano

9 “Familia rodante”

Año: 2004

Director: Pablo Trapero

Guión: Pablo Trapero

Productor: Pablo Trapero, Donald Ranvaud, Robert Bevan

Intérpretes: Graciana Chironi, Liliana Capuro, Ruth Dobel, Federico Esquerro,

Bernardo Corteza, Laura Glave, Leila Gómez, Marianela Pedano, Nicolás López, Carlos

Resta, Elías Viñoles

Fotografía: Guillermo Nieto

Música: Luís Gurevich, León Gieco

110
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