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El origen de la crisis: burbuja inmobiliaria e hipotecas basura

La actual crisis financiera está íntimamente ligada a la especulación y al boom inmobiliario, ya que
su origen radica en el mercado hipotecario estadounidense. En los Estados Unidos, la demanda de
vivienda se disparó a finales de los 90, incrementando los precios, que aumentaron un 124% entre
1997 y 2006. Sin embargo, transcurrido este periodo de bonanza, existía una gran sobreoferta,
con casi cuatro millones de viviendas sin vender. La situación provocada por el estallido de
la burbuja inmobiliaria se agravó por los elevados tipos de interés de los créditos hechos a
prestatarios de alto riesgo, que formaban casi una quinta parte del total. Una vez que el precio de
la vivienda comenzó a caer en muchas partes del país a finales de 2006, la refinanciación se hizo
cada vez más difícil. La amenaza del riesgo en los créditos dio lugar a que repentinamente se
incrementaran los tipos de interés, y esto provocó el crunch hipotecario. Muchos prestatarios
sometidos a tipos de interés variable no podían pagar sus mensualidades y perdieron sus casas. El
descenso de créditos otorgados disminuyó las inversiones y el consumo, y así el crecimiento
económico se vio arrastrado inevitablemente hacia la contracción. El valor del dólar cayó y el
déficit comercial de Estados Unidos aumentó.

Una de las actividades que realizaban los bancos estadounidenses durante el boom inmobiliario
fue la de conceder créditos de alto riesgo. La crisis tiene su origen precisamente en las
llamadas hipotecas subprime o hipotecas basura, créditos otorgados a personas que, por su
razones de nivel adquisitivo o estado laboral, previsiblemente podrían tener dificultades para
pagarlos, sobre todo en caso de que hubiera un incremento en los tipos de interés. Llevar a cabo
este tipo de hipotecas de alto riesgo era común en Estados Unidos porque los tipos de interés eran
muy bajos y el sistema bancario necesitaba aumentar el número de operaciones de préstamo para
rentabilizar el negocio. Además, al realizar este tipo de hipotecas los bancos podían cobrar
intereses más altos. Los bancos confiaban en que, si a pesar de todo se daba la situación de
impago, el banco embargaría la vivienda del deudor, que, gracias al boom inmobiliario para
entonces habría incrementado su valor, de manera que el banco saldría beneficiado igualmente.
Así, los títulos hipotecarios estaban vinculados a operaciones de carácter especulativo. Por otro
lado, cuando se firma una hipoteca se crea un título financiero que constituye un pasivo u
obligación para el prestatario y un activo o derecho para el que lo presta. Los bancos pueden y
suelen comerciar con ese activo y por eso, para disponer de liquidez para atender a la demanda de
préstamos, los bancos americanos acudieron a los bancos extranjeros y vendieron titulizaciones
(paquetes de hipotecas o títulos de crédito) como fondos de inversión en los mercados
financieros, hoy en día completamente globalizados.

Cuando a principios de 2007 los precios de la vivienda se desplomaron, muchas personas se


encontraron en la difícil situación de no poder seguir pagando sus hipotecas. Debido al carácter
global de los flujos financieros, los impagos crecientes en el sistema hipotecario americano
generaron una reacción en cadena, afectando enseguida a la seguridad y rentabilidad de los
grandes bancos y fondos de inversión internacionales, que se percataron de que las titulizaciones
que habían adquirido habían perdido todo su valor −una parte de ese valor será recuperada
cuando las hipotecas no pagadas se ejecuten y los bancos consigan vender las casas hipotecadas,
pero por ahora se habla de un vacío en el mercado financiero de hasta un billón de euros. Al verse
afectados, estos principales bancos y fondos de inversión retiraron sus fondos de los mercados
hasta el punto de frenar el flujo financiero internacional, produciéndose una crisis de liquidez.
Además, la inestabilidad y volatilidad del flujo financiero hacen que los bancos que habían
colocado sus reservas en inversiones especulativas no tengan medios para saber en qué grado les
afecta la crisis o si estarían en condiciones de hacer frente a una crisis de liquidez financiera,
una disminución de la capacidad de endeudamiento de las familias y las empresas, una explosión
de la burbuja inmobiliaria que redujera el valor de sus activos o impagos generalizados.

La desconfianza en el mercado interbancario generó el alza del Euribor, con el consecuente


incremento en los intereses de los préstamos de la población, sobre todo préstamos hipotecarios.
Debido al detenimiento del flujo de capital entre los bancos, éstos se encontraron en una situación
de falta de liquidez y redujeron su oferta de créditos a los consumidores y empresas que necesitan
recursos para gastar o invertir en actividades productivas. Así, la disminución de la liquidez en los
circuitos financieros afectó a la financiación de la economía y por lo tanto a la economía en sí. La
disminución de préstamos junto con el encarecimiento de las hipotecas a tipos de interés variable
tuvo como consecuencia lógica una bajada en la demanda de vivienda, por lo que cayeron las
cotizaciones de las empresas constructoras e inmobiliarias. Al incrementarse el coste de las
hipotecas, disminuyó el poder adquisitivo de la población, que además se veía afectada por el
incremento en el precio del petróleo y de los alimentos. Esto deriva en un descenso del consumo y
por lo tanto de las ventas al por menor, que a su vez provoca que haya una sobreoferta de
productos y que los comercios y las fábricas disminuyan la producción para no tener que bajar los
precios. Además, muchas de estas empresas se ven en la necesidad de reducir su plantilla con
objeto de seguir siendo competitivos. Esto cierra un círculo vicioso, ya que la gente que va al paro
no puede consumir.

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