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Qué es el autocuidado

Como su propio nombre indica, el autocuidado son básicamente todas aquellas


tareas y hábitos que incluyamos en nuestra rutina para dedicarnos a cuidar de
nosotros mismos, o mejorar nuestra salud.

Cuando comentamos en consulta la necesidad (sí, necesidad) de incluir


espacios de autocuidado en la rutina semanal, muchas veces parece que
hablamos de una utopía. Podemos pensar: “¿Cómo? ¿Buscar un momento
para mí solo/a”? Esta pregunta suele ir seguida de una gran carcajada.

Parece que hemos interiorizado que el autocuidado es algo opcional, algo que
podemos hacer ocasionalmente, en nuestro tiempo libre, si es que sobra
tiempo. Nos hemos acostumbrado a funcionar de forma que somos lo último en
nuestra lista de prioridades.

Salvo excepciones, la mayoría de las personas no aparece en su propia


agenda. Quizá esto suene algo drástico, pero si nos paramos a reflexionar,
veremos que día a día tomamos decisiones en las cuales postergamos tareas
de autocuidado por falta de tiempo, o por la premura de otros objetivos más
urgentes. Por ejemplo, ir al fisioterapeuta, quedar con un amigo que hace
tiempo que no ves, hacer deporte, dar un largo paseo con tu pareja, darte un
baño caliente, recuperar ese libro que empezaste hace tiempo, irte de compras,
apuntarte a yoga…

Es frecuente que esas tareas estén en una lista de actividades pendientes,


desde hace demasiado tiempo. Vale, bien, podemos pensar que es un mal
menor, que es algo que estamos sacrificando en aras de llevar adelante
nuestro trabajo, tener ordenada la casa, o pasar tiempo con nuestros hijos, en
definitiva, ser efectivos. Pero la pregunta es, ¿durante cuánto tiempo podemos
hacer esto sin que nos pase factura?

¿Por qué es tan importante el autocuidado?


Esta es la pregunta del millón, y la respuesta corta es bastante sencilla: porque
es un seguro gratuito de salud. El único coste que tiene es el tiempo que le
dedicas. El autocuidado previene enfermedades, te inmuniza, protege tu salud,
tanto física como psicológicamente.

Cuando priorizamos durante demasiado tiempo objetivos laborales, domésticos


o interpersonales dejando de lado nuestro bienestar personal, nuestro cuerpo
empieza a avisarnos de que nos estamos sobrecargando. Lo hace a través de
las so matizaciones (a las que ya dedicamos una entrada, que puedes
leer aquí), es decir, síntomas de malestar físico que son frecuentes en
personas con estrés, tales como:

-Dolores de cabeza, de espalda, o musculares.

-Náuseas, diarreas, gases.

-Hormigueos, espasmos musculares, debilidad.

-Palpitaciones, sensación de ahogo.

Estos molestos síntomas que aparecen en épocas con un alto grado de estrés,
son el precursor que nos avisa de que estamos sometiéndonos a un estrés
sostenido durante demasiado tiempo.

Este cuadro puede agravarse y debutar en un futuro en trastornos específicos,


como por ejemplo el conocido burnout o síndrome de desgaste profesional, o
en trastornos de ansiedad, como el trastorno de pánico, o trastornos afectivos
como la depresión.

Existen factores de personalidad que nos pueden predisponer a sufrir estos


trastornos, y uno de ellos es un alto nivel de autoexigencia: es decir, exigirnos
demasiado a nosotros mismos, cumplir nuestro rol en todas las áreas de
nuestra vida de forma perfecta. Este alto nivel de exigencia nos puede llevar a
involucrarnos en multitud de actividades exigentes, que nos suponen un
esfuerzo físico y mental, y que a largo plazo, si no contamos con unos hábitos
adecuados de autocuidado, pueden pasarnos factura resintiendo nuestra salud.

¿Qué hacer para cuidarse?


Como adelantábamos al principio del artículo, existen algunos hábitos que son
básicos para tener un buen autocuidado, y prevenir el exceso de estrés en
nuestras vidas:

1. Una adecuada gestión del tiempo: saber priorizar, dedicarse a lo importante y


no dejarse llevar por las prisas, las urgencias, y los objetivos ajenos que nada
tienen que ver contigo, es una habilidad esencial para no acabar sufriendo una
sobrecarga de estrés.
2. Analizar tus objetivos: dedica un tiempo a la semana (con veinte minutos es
suficiente) para repasar qué has hecho, y si lo que has hecho está en
consonancia con lo que quieres conseguir, o con cómo quieres que sea tu
futuro. Te sorprenderá la cantidad de cosas que hacemos por compromiso o
por inercia, que no contribuyen en nada a tu bienestar.
3. Planifica y pon fecha: ten en cuenta que las actividades de autocuidado no son
opcionales, ni deben ser un extra que permitirte de vez en cuando: deben estar
incluidas dentro de tu rutina, como si se tratara de una dieta. En tu dieta
emocional, el autocuidado es un ingrediente básico. Programa tus actividades y
respeta su espacio, delegando o dejando de lado otras tareas.
4. Vigila tus pensamientos críticos: una de las barreras más recurrentes para
postergar actividades de autocuidado, es la de los pensamientos negativos
automáticos, es decir, pensamientos que se cuelan en nuestra cabeza y que
nos hacen sentir mal: normalmente, de culpabilidad. Es frecuente oír que si me
dedico tiempo, soy egoísta, y estoy dejando otras prioridades de lado. Esto
enlaza con el siguiente punto:
5. Practica tu asertividad: aprende a decir no. Decir no es otro seguro de salud al
que hay que suscribirse. Hacerlo es esencial para dejar de lado otros
compromisos improductivos que te ocupan tiempo, y que no tienen nada que
ver con tus objetivos personales.
6. Se constante: es frecuente adherirnos a los hábitos de autocuidado cuando
nos encontramos mal, ya que es ahí cuando les vemos sentido: es decir,
empezar a cuidarse tras un susto, porque he tenido un episodio agudo de
ansiedad o porque me encuentro con un bajo estado de ánimo. Mantén este
hábito a largo plazo, no cuando te haga falta, sino de forma constante, para
que no te tenga que hacer falta en el futuro.

Y por último, recuerda que todas las áreas de tu vida (trabajo, familia, amigos,
deporte, etc.) dependen de ti. Tu salud es un requisito básico para que todo lo
demás funcione. Así que no creas que por dedicarte tiempo estás siendo
egoísta, o estás dejando de lado otras parcelas de tu vida. En realidad, estás
contribuyendo a que sean sostenibles, y a invertir en un futuro más saludable y
feliz.

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