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Autoformación Colectiva, Integral, Continua y

Permanente, Para construir la Sociedad Justa y


amante de la Paz

Este trabajo muestra, desde mi modesto juicio, los elementos fundamentales y esenciales del proceso de
Autoformación Colectiva, Integral, Continua y Permanente (ACICP) de la Clase Trabajadora venezolana, vista
dialécticamente desde el materialismo histórico, haciendo énfasis en el papel que juega la Autoformación de la
Clase Trabajadora para derrotar el pensamiento burgués y al mismo tiempo construir el pensamiento
proletario; de manera que la Clase trabajadora asuma la Gestión Directa y Democrática de los Medios de
Producción para ponerlos al servicio del pueblo y satisfacer sus necesidades materiales y espirituales, hasta
alcanzar la Sociedad Justa y Amante de la Paz: la Sociedad Socialista.
Este material aporta elementos conceptuales y argumentos filosóficos del proceso de Autoformación
Colectiva, Integral, Continua y Permanente; todo reflejado desde reflexiones marcadas por mi cosmovisión
cristica, marxista y chavista para interpretar la realidad desde mi práctica, de un hacer y un convivir en la
transformación de la realidad objetiva venezolana.
El propósito de este trabajo es evidenciar algunos elementos que han surgido en el debate donde he
participado como integrante de la Clase Trabajadora; en esa intención perseverante e irreverente por construir
modelos y métodos desde la Universidad Bolivariana de Trabajadores “Jesús Rivero” (UBTJR), que
coadyuven a la construcción de la Sociedad Socialista legada por nuestro Comandante Supremo Hugo Rafael
Chávez Frías.
Espero que sea un aporte de gran utilidad para todos y todas las personas que andamos en lo mismo: hacer
irreversible la Revolución Bolivariana.
Palabras claves:
Educación, trabajo, Autoformación Colectiva, Integral, Continua, permanente, Sociedad, universidad,
Socialismo.
Fundamento Histórico de la Autoformación Colectiva, Integral Continua y
Permanente de la Clase Trabajadora en la Revolución Bolivariana
Desde que la sociedad se dividió en clases sociales: opresores y oprimidos; primero en amos y esclavos en la
sociedad esclavista, luego en señores feudales y siervos en la sociedad feudal y por último en burgueses y
proletariados en la sociedad capitalista; la clase dominante ha mantenido un sistema de fuerza represivo
como parte del Estado para someter a la clase dominada y hacer que por la vía del dolor físico esta obedezca
y trabaje para que la clase dominante mantenga su hegemonía. La instrumentación de ese sistema de fuerzas
represivo lo ha hecho a través de sus fuerzas armadas, sus cuerpos policiales y demás grupos a su servicio y
en función de sus intereses hegemónicos. Pero la clase dominante descubrió a través de la filosofía de
Aristóteles; quien mantenía que había seres que nacían para ser amos y seres que nacían para ser esclavos,
y que los amos nunca iban a ser esclavos ni los esclavos nunca iban a ser amos; por tanto se necesitaba a su
juicio, una educación para amos y otra para esclavos; con esta argumentación se instauró desde hace siglos,
hasta nuestro días, un modelo de educación elitesco que reproduce la ideología dominante; es decir, la clase
opresora descubrió a través de la educación el mecanismo de represión sin dolor físico, si no mediante la
usurpación mental y la formación del no pensamiento o del pensamiento oprimido en el ser humano oprimido.
En Venezuela a raíz de la implementación, durante la IV República, de un modelo socioeconómico basado en
el rentismo petrolero y en la cultura colonial, bajo el nuevo reparto imperial mundial, se nos delegó la tarea de
ser suministradores de materia prima y manejadores de equipos ajenos y en consecuencia se desarrolló un
sistema de educación que se encargaba de garantizar la acumulación de riquezas de una élite parasitaria y
vividora del Estado venezolano y por supuesto una educación que garantizara la dependencia tecnológica de
las transnacionales del imperio norteamericano y de las potencias europeas. Con la llegada de la Revolución
Bolivariana, bajo el liderazgo del Comandante Supremo Chávez, se inició un proceso de liberación nacional y
de construcción del Poder Popular, para alcanzar la Sociedad Socialista; eso planteó inmediatamente la
necesidad de transformar el sistema educativo que respondía a la sociedad rentista en un sistema de
educación que respondiera a la satisfacción de las necesidades materiales y espirituales de la población. Por
esta razón se ha iniciado desde 1998, un proceso de transformación general de educación y que a partir del
2003 se profundiza con la puesta en marcha de las Misiones Educativas. Por supuesto que con la Misión
Sucre se inició un proceso de transformación universitaria que responde a la inclusión social de todo el pueblo
venezolano y a la formación de nuevos ciudadanos y ciudadanas de la Patria. Además de la Misión Sucre, el
Presidente Chávez formaliza la institucionalización de un conjunto de Universidades Bolivarianas, más todas
aquellas experimentales que se han sumado a la causa justa de educar para que el pueblo alcance la mayor
suma de felicidad posible. Esta transformación de la sociedad y la transformación de la educación universitaria
lleva implícita la necesidad de crear un modelo socio productivo que derrote el rentismo petrolero y que sea
capaz de garantizar los bienes y servicios fundamentales que satisfagan las necesidades del pueblo, en forma
soberana e independiente, mediante un Modelo de Relaciones de Producción Socialista que nos conduzca a
la Gestión Directa y Democrática de los Medios de Producción, para construir la Sociedad Humana o la
Sociedad del Trabajo Libre: la Sociedad Socialista.
En el marco de esa transformación educativa y en la transformación universitaria con la nuevas Universidades
Bolivarianas, el Comandante Supremo decretó el 4 de noviembre de 2008, la Universidad Bolivariana de
Trabajadores “Jesús Rivero” (UBTJR), para el desarrollo de la Autoformación Colectiva, Integral Contínua y
Permanente de la Clase Trabajadora en el seno de sus Centros de Trabajo; tomando como objeto de
investigación y estudio, su práctica socioproductiva en el Proceso Social de Trabajo.
Fundamento Jurídico de la Autoformación Colectiva, Integral Continua y
Permanente de la Clase Trabajadora en la Revolución Bolivariana
a. Constitución de la República Bolivariana de Venezuela
“Art.3: La educación y el trabajo son los procesos fundamentales para alcanzar los fines esenciales del
Estado, dentro de los cuales se destaca la construcción de la Sociedad Justa y Amante de la Paz.”
“Art. 5. La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo,...” Este artículo define el colectivo Pueblo, como
el sujeto protagónico que asume la educación y el trabajo para construir la sociedad justa y amante de la paz.
Es de hacer notar que la integración de la educación y trabajo como un solo proceso y asumido por el pueblo;
lo denominamos: Autoformación Colectiva, Integral Continua y Permanente de la Clase Trabajadora,
asumiendo Pueblo como la Clase Trabajadora de la República Bolivariana de Venezuela.
b. Ley Orgánica de Educación (LOE):
“Art.15, En cuanto a los fines de La Educación. Numeral 6: Formar en, por y para el trabajo social liberador,
dentro de una perspectiva integral, mediante políticas de desarrollo humanístico, científico y tecnológico,
vinculadas al desarrollo endógeno productivo y sustentable.
Numeral 8: Desarrollar la capacidad de abstracción y el pensamiento crítico mediante la formación en filosofía,
lógica y matemáticas, con métodos innovadores que privilegien el aprendizaje desde la cotidianidad y la
experiencia.
Numeral 9: Desarrollar un proceso educativo que eleve la conciencia para alcanzar la suprema felicidad social
a través de una estructura socio económica incluyente y un nuevo modelo productivo social, humanista y
endógeno.”
c. Decreto 6.499 - Creación de la UBTJR:
“Art. 3: La Universidad Bolivariana de Trabajadores “Jesús Rivero”, como instrumento de autoformación
colectiva, integral y permanente de la Clase Trabajadora, desarrollará los programas de formación requeridos
por la Revolución Bolivariana, dentro de las condiciones propias de la experimentación educativa y el
ordenamiento jurídico, para la búsqueda del conocimiento a través de la investigación científica, humanística y
tecnológica, desde la práctica social productiva en función del beneficio espiritual y material de la nación.”
“Art.5: La Universidad Bolivariana de Trabajadores “Jesús Rivero” ofrecerá los programas de formación desde
la práctica socioproductiva vinculadas a las necesidades fundamentales de la población y al proceso de
transformación social que se vive en nuestro país, América Latina y el Caribe, como parte de los cambios
estructurales necesarios de las naciones humanas a escala planetaria. Estos programas se ajustarán en
correspondencia con la evaluación de los resultados durante su ejecución y se elaborarán nuevos programas
de formación requeridos para el desarrollo independiente y soberano de las fuerzas productivas, que den
sustentabilidad a dicho proceso con una visión consustanciada con la unidad latinoamericana y caribeña, a fin
de impulsar la unión de los pueblos del sur.”
e . Reglamento Ejecutivo de la UBTJR:
“Artículo 2. La Universidad Bolivariana de Trabajadores “Jesús Rivero” es la comunidad de trabajadores y
trabajadoras organizados como Centros de Formación en sus centros de trabajo, para desarrollar el proceso
de autoformación colectiva, integral, continua y permanente, la creación intelectual, la sistematización del
conocimiento científico y tecnológico generado desde su práctica social productiva, fusionando en el proceso
de trabajo a la educación y la generación de conocimientos vinculada a las necesidades fundamentales de la
población y al proceso de transformación social que se vive en nuestro país, América Latina y el Caribe, como
parte de los cambios estructurales necesarios de las relaciones humanas a escala planetaria.”
“Artículo 4. La Universidad Bolivariana de Trabajadores “Jesús Rivero” es el instrumento de autoformación
colectiva, integral, continua y permanente de la Clase Trabajadora para diseñar y desarrollar, desde su
práctica social productiva, los programas de formación requeridos para el desarrollo soberano de las fuerzas
productivas del país, en función de la ejecución del plan de desarrollo nacional y gestionar los Programas
Nacionales de Formación que el ministerio del poder popular con competencia en educación universitaria le
autorice, dentro de las condiciones propias de la experimentación educativa, el ordenamiento jurídico y la
profundización de la Revolución Bolivariana.”
d. Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y Trabajadoras (LOTTT):
Título V, “DE LA FORMACION COLECTIVA, INTEGRAL, CONTINUA Y PERMANENTE DE LOS
TRABAJADORES Y LAS TRABAJADORAS EN EL PROCESO SOCIAL DE TRABAJO”, y específicamente el
Articulo 313 plantea que: “La Clase Trabajadora, los trabajadores y trabajadoras tienen derecho a organizarse
para asumir su proceso de autoformación colectiva, integral, continua y permanente”

Desarrollo del Proceso de Autoformación Colectiva, Integral Continua y


Permanente de la Clase Trabajadora, en la Universidad Bolivariana de
Trabajadores Jesús Rivero (UBTJR)
Luego de los distintos debates establecidos por la Clase Trabajadora organizada en UBTJR, consideramos
importante unificarnos en algunos conceptos y elementos que nos permitan una mínima compresión para
iniciar formalmente el proceso de Autoformación Colectiva, Integral Continua y Permanente de la Clase
Trabajadora, mediante Objeto de Estudio; que nos conlleve a la derrota del pensamiento burgués para asumir
la dirección de los medios de producción y prestación de servicios, y garantizar los bienes y servicios que
necesitamos como Pueblo, en función de satisfacer nuestras necesidades materiales y espirituales, bajo un
marco de relaciones de igualdad y de justicia entre nosotras y nosotros, hasta lograr la Sociedad Socialista.
Desde el inicio del proyecto de la Universidad Bolivariana de Trabajadores Jesús Rivero (UBTJR), asumimos
como Clase que nos correspondía asumir la Autoformación Colectiva, Integral, Continua y Permanente de la
Clase Trabajadora; así lo dejamos escritos en nuestros documentos fundacionales y reglamentarios. Pero lo
asumíamos desde la perspectiva que teníamos que desarrollar como Clase obrera nuestra propia formación;
es decir que asumíamos ser el sujeto social de nuestro proceso educativo desde el trabajo y, dejábamos atrás
el sistema burgués de educación ideologizante-opresor, con el cual nos quitaron el pensamiento para
dominarnos con el capital subyugando al trabajo.
Entonces iniciamos nuestras actividades de autoformación, en los espacios y con facilitadoras y facilitadores
de la fábrica, pero con los programas y la metodología producidos desde la academia tradicional, con mallas
curriculares y la relación profesor-alumno, con mejoras en contenidos con visión de Patria, pero
esencialmente sin cambios profundos para la ruptura del pensamiento burgués. Se graduaron bajo esta
situación y por convenios, compañeras y compañeros trabajadoras y trabajadores que en lo fundamental
respondían a la necesidad de tener título para sentirse mejor en las escalas o estatus sociales y en la
búsqueda de mejoras salariales y de ubicación de puestos en la estructuras gerenciales impuestas por las
transnacionales en nuestro país. Es decir, alejados del objetivo fundamental de la Universidad Bolivariana de
Trabajadores Jesús Rivero (UBTJR) como es la elevación de conciencia de Clase, la Soberanía Tecnológica,
la Seguridad y Defensa Integral de la Nación y la Gestión Directa y Democrática de los Medios de Producción.
Estos resultados nos llevaron a un gran debate en el proceso de Revisión, Rectificación y Reimpulso, método
de evaluación y seguimiento propuesto por nuestro Comandante Supremo Hugo Chávez, para la
profundización de la Revolución Bolivariana. Entonces el compañero Oscar Rondón, inició en la UBTJR Zulia
el desarrollo de un Diplomado de Fabricación de Máquinas, y bajo su método logró demostrar con el Equipo
de Estudio del Diplomado, que el problema fundamental era que no teníamos pensamiento para desarrollar
nuestra tecnología y por eso somos dependientes de todas las potencias tecnológicas mundiales. Oscar
desarrolló el diplomado en torno a un Objeto de Estudio: la turbina. Luego un Equipo de Estudio del Programa
Nacional de Formación (PNF) de Electricidad, asumió estudiar, sin el condicionante castrante de la premura
para obtener el título y, empezaron a preguntarse de donde venían las cosas, asumieron el estudio desde la
filosofía. La experiencia de ese primer Equipo de Estudio continuó con otro en Monagas y luego se fue
expandiendo a nivel nacional.
Los días 13 y 14 de julio de 2011, realizamos en la ciudad de Anaco, estado Anzoátegui, en la sede de
PDVSA GAS; el Primer Encuentro Nacional para compartir las experiencias de la Autoformación Colectiva,
Integral, Continua y Permanente de la Clase Trabajadora; con criterios libres, que nos permitiera recoger por
donde iban las experimentaciones y sistematizaciones.
Fue un encuentro extraordinario, sobrepasó nuestras expectativas de convocatoria, participación y de calidad
de los proyectos. Este encuentro nos llevó a una segunda fase de definiciones y surgieron otros documentos
para el debate basados en estas experiencias, hasta que nos encontramos nuevamente en el año 2012, en la
ciudad de San Felipe, estado Yaracuy, los días 22, 23 y 24 del mes de marzo; en un Segundo Encuentro
Nacional de Autoformación Colectiva, Integral, Continua y Permanente de la clase Trabajadora. Allí vimos el
avance científico- filosófico de nuestros debates y decidimos unificar algunas líneas conceptuales
argumentativas que nos permitieran formalizar el desarrollo de la Autoformación Colectiva, Integral, Continua
y Permanente de la Clase Trabajadora basado en Objeto de Estudio, y esto nos conllevó a construir
colectivamente un Reglamento para regularizar metodológicamente, dentro de la UBTJR; el Proceso de
Autoformación Colectiva, Integral, Continua y Permanente de la Clase Trabajadora basado en Objeto de
Estudio.
El 14 de septiembre de 2012, se aprobó - después de un gran y largo debate colectivo dentro de la
Comunidad Universitaria de la UBTJR - el Reglamento para la Autoformación Colectiva, Integral, Continua y
Permanente de la Clase Trabajadora, en Reunión ordinaria del Consejo Universitario de la UBTJR,
No.CUUBTJR092012 , en la ciudad de Caracas, bajo Resolución No.0047.
En definitiva, seguiremos el debate y haremos las modificaciones que sean necesarias de acuerdo al
movimiento que produce la lucha de clases en un país donde transcurre un proceso revolucionario que sin
duda alguna nos llevará directo al Socialismo Bolivariano.
Conclusiones:
Los encuentros de saberes en la UBTJR para la Autoformación Colectiva, Integral, Continua y Permanente,
son encuentros dialógicos de unificación y contrastes de saberes en función de crear relaciones de fraternidad
entre nosotros y de armonía con el resto de la naturaleza para alcanzar la sociedad justa y amante de la paz..
Estos encuentros dialógicos son:
1. Geopolítico: análisis de coyuntura internacional, regional y local para determinar las contradicciones
actuales en el marco de lucha de clases y determinar estrategias, tácticas y tareas, en función de
avanzar hacia el socialismo.
2. Encuentros comunitarios: diálogo de saberes en el seno de la comunidad aledaña al proceso
productivo donde se selecciona el Objeto de Estudio, para construir soluciones, junto a las
comunidades organizadas, de sus problemas fundamentales; en el ejercicio del poder popular y en la
búsqueda de la construcción del Estado Comunal.
3. Interpretación y transformación de la realidad: debate abierto y transparente de las contradicciones
fundamentales en cada tema de cada uno de los cuatros momentos de la ACICP.
4. Encuentros en el medio productivo: Contacto con la realidad objetiva socioproductiva y desde allí
entender todos los procesos relacionados al objeto de estudio
5. Encuentros dialógicos especiales: diálogos de saberes con trabajadores de alta experiencia y
conocimientos en un eje temático específico, para fortalecer y profundizar los conocimientos de los
integrantes del Equipo de Estudio en búsqueda de la conformación del pensamiento filosófico y
científico de la clase trabajadora.
Autoformación, Colectiva, Integral Continua y Permanente)

en los procesos sociales en Venezuela

La autoformación colectiva, integral, continua y permanente se va


posicionando en el ideario pedagógico andragógico social de Venezuela
desde las gestas independentistas. Los movimientos levantiscos de la
Federación, las uniones estudiantiles protestarias durante el gomecismo,
las guerrillas de los años sesenta y setenta, los movimientos populares de
los setenta y ochenta, la educación popular y los enfoques sociocríticos de
la investigación social ha aportado para su configuración como estrategia
de participación y transformación popular.

Esta herencia fue asumida conscientemente por los promotores de la


nueva PDVSA y traducida en la estrategia de formación para la
Universidad Bolivariana de los Trabajadores Jesús Rivero. Desde su
lanzamiento como estrategia de formación y transformación
socioproductiva, la Acicp se ha sometido a un proceso de reflexión desde
la práctica socioproductiva y social. En la actualidad se están abriendo
horizontes insospechados de su alcance, ya no es solo una estrategia de
formación de un subsistema educativo, es además la metodología para la
gestión directa y democrática por parte de los trabajadores y trabajadoras
del proceso social del trabajo, el desarrollo del poder popular y la gestión
democrática del estado.

En efecto, se ha generado la evolución y concreción de su metodología, de


su alcance como herramienta para el ejercicio del poder popular en el
proceso social del trabajo, en la gestión directa y democrática de los
medios de producción, en los consejos comunales y comunas y en el
desarrollo democrático de los poderes del estado. Ya la Acicp hay que
asumirla como la estrategia de gobierno para un estado democrático y
socialista. La Acicp en sus diferentes momentos: diagnóstico,
investigación, planificación, ejecución y evaluación, de manera recursiva
es el camino democrático de la nueva república que se renueva
constantemente desde adentro.

El Plan de la Patria fija el contenido de la Acicp y prácticamente la


establece como metodología para el desarrollo de todos los objetivos; esta
perspectiva se debe profundizar para salir del debatismo, la
improvisación populista y el "reunionismo improductivo", sin asumir el
compromiso de transformar la realidad. La Acicp responde la pregunta
de todas las discusiones: estamos de acuerdo sobre, aprobado esto, pero
¿Cómo lo hacemos? Los textos que siguen quieren llamar la atención
sobre la trascendencia de la Acicp y la manera de llevarla a cabo en el
contexto de la participación protagónica popular.

El humanismo científico y tecnológico desde la perspectiva de


la sostenibilidad
La implicación directa de ingenieros, científicos y tecnólogos en el desarrollo
sostenible representa un rasgo de integración de las culturas científica y
humanística

Criterios de sostenibilidad

Estamos acostumbrados a escuchar el término sostenibilidad, o más concretamente, desarrollo sostenible, en


clara referencia a la compatibilidad de las actividades (productivas, recreativas) que desarrolla el hombre con
el medio ambiente. Se trata, por tanto, de preservar, de conservar el medio natural, sin que esta visión ponga
freno al progreso tecnológico de nuestra civilización. Pues bien, en este trabajo, el concepto de sostenibilidad
cobra nuevas e interesantes dimensiones. Es preciso constatar que el progreso de la ciencia y de la
tecnología (ciencia aplicada) debe ser sostenible de acuerdo con unos criterios básicos de sostenibilidad y
para ello es esencial el enfoque humanista, como comentaremos más adelante. Veamos cuáles son estos
criterios.
Sostenibilidad con el medio ambiente
Hacemos referencia a la viabilidad ambiental del progreso de la ciencia y de la técnica y, cómo no, a los
esfuerzos en investigación y desarrollo en el uso de energías y recursos alternativos. La adecuada gestión
energética, la minimización de impactos ambientales en actividades productivas e infraestructuras de
comunicación, el uso de tecnologías limpias, la puesta en marcha de programas de recuperación de suelos
degradados y la educación ambiental, como motor de concienciación y cambio, son algunas ideas de interés
práctico.
Sostenibilidad con los países más pobres
No podemos permitir que el desarrollo del llamado “primer mundo” haga más indigentes y desgraciados al
resto. Los avances de la ciencia y la tecnología asociada deben llegar a todos los puntos del planeta; por
encima de intereses económicos y ambiciones de poder, debería primar una visión humanitaria, solidaria,
sostenible, de forma que todos podamos ser partícipes y beneficiarios de las mejoras en la calidad de vida
que han permitido y permiten los progresos científicos. En este sentido, pensamos que son necesarios
acuerdos y compromisos internacionales al más alto nivel que garanticen el desarrollo de todos los pueblos
del planeta, aplicando políticas de cooperación solidarias. Hay que decir que si la tecnología no ha
solucionado hasta ahora las grandes desigualdades de la humanidad no ha sido porque “no sea humana”,
sino porque no la hemos sabido utilizar de la manera correcta.
Sostenibilidad con la salud humana
Los nuevos procesos productivos, los nuevos productos que se lanzan al mercado, las nuevas actividades
que acomete el hombre han de ser sostenibles con la naturaleza y la salud de todos los seres humanos. No
se debe, pues, atentar contra la salud humana al tiempo que se levanta la bandera de un nuevo
descubrimiento científico. El hombre no puede seguir siendo un lobo para sí mismo.
Sostenibilidad con el patrimonio histórico y cultural
No podemos olvidar nuestra historia, nuestra cultura, nuestras costumbres, nuestro patrimonio histórico,
porque es un aprendizaje imprescindible para caminar hacia el futuro con garantías y no repetir los errores del
pasado. El progreso de la ciencia y de la sociedad debe integrar el patrimonio histórico, preservándolo,
respetándolo y enseñándolo a las nuevas generaciones.
Sostenibilidad ética
Los avances de la ciencia deben abrir el debate en determinadas cuestiones como, por ejemplo, la ingeniería
genética o los alimentos transgénicos. Sin pretender entrar en consideraciones con reminiscencias ideológicas
o religiosas, sí que abogamos por la vigencia de determinados valores básicos que deben permanecer y que
se resumen en el respeto a la vida. Toda revolución tecnológica ha de ir acompañada de una vertiente
humana.
En la medida en que el progreso científico y tecnológico sea “sostenible”, entendido bajo los aspectos
enumerados, será también “humano”; dicho de otra forma, se habrá logrado humanizar el desarrollo y el
progreso tecnológico de nuestras sociedades. Éste es el núcleo o enfoque humanista al que hacíamos
referencia al principio. El progreso, como manifestación última de la adaptación al medio, debe ser
responsable, respetuoso con las tradiciones y la herencia de nuestros antepasados, con la pluralidad de ideas
y expresiones de creatividad del hombre..., en definitiva, debe ser asumido como “adaptación constructiva e
integradora”.

Valores tecnológicos

Vivimos en una sociedad individualista (y paradógicamente “globalizada”), caracterizada no tanto por el


“individualismo personal” como por el “individualismo colectivo o grupal”. La rapidez de los cambios nos hace
refugiar en proyectos y anti-proyectos de grupo. Curiosamente, cuando se habla de superación de las
ideologías surgen sentimientos que dividen. En este contexto, abundan opiniones encontradas en referencia
al tema central que nos ocupa. Por un lado están los que niegan un valor esencial (humano) a la tecnología y
al pensamiento científico, al que a veces se califica de estar construido sólo para científicos y que adolece de
verdadero contenido que culmine y satisfaga las inquietudes más profundas del ser humano. De otro lado, es
notorio y muy generalizado el pensar que en la sociedad de las nuevas tecnologías no tienen cabida ni la
cultura clásica, ni la reflexión metafísica… por lejano, innecesario… y sólo apto para románticos.
Es preciso, pues, superar la escisión entre cultura científico-tecnológica y cultura humanista, e integrar –ésta
es la clave– desde un punto de vista de síntesis superadora, ya que no son sino diferentes formas de
expresión de la inteligencia humana. El hombre, en tanto que ser racional, se manifiesta ante su entorno y
ante sus semejantes, transformando y evolucionando. No cabe, pues, separar. Hay que hablar de cultura, de
conocimiento, de capacidades de expresión y creatividad... No nos empeñemos en ponerle puertas al campo.
El conocimiento debe surgir con la orientación del sujeto que piensa y opera. Por tanto, es una cuestión de
educación, de pedagogía social, que hay que superar. En palabras de Eudald Carbonell, uno de los
responsables del proyecto de Atapuerca, “la tecnología es lo que nos ha convertido en humanos”. La
tecnología –fabricación de herramientas con otras herramientas– surgió como consecuencia de la necesidad
de adaptación a un medio cambiante. Es, pues, un rasgo que nos diferencia de los animales y que nos
distingue como seres racionales inteligentes, como seres humanos.
La cultura humanista debe impregnar el quehacer científico con una serie de valores esenciales, de respeto al
ser humano, a la naturaleza, de integración y no de sectarismo, de comunicación y divulgación y no de
elitismo científico. La sociedad tecnológica demanda códigos de conducta y “valores profesionales” como
responsabilidad, capacidad de trabajo en equipo, voluntad de mejora continua, iniciativa para el
autoaprendizaje… lo que exige desplegar adecuadas políticas de educación con miras a una formación
integral, no sólo técnica o práctica, sino también en valores y actitudes humanos. No hay que olvidar la
dimensión emocional o afectiva –humana– en una sociedad tecnológica y, ciertamente, materialista y
egocéntrica como la nuestra. Este cambio, esta nueva percepción de la cultura como referente “todo-uno”
reclama con urgencia la implicación decidida de las instituciones y el poner todos un poco de nuestra parte.

Ingeniería humanística

Dentro del enfoque educacional y de sostenibilidad por el que sin duda alguna apostamos, creemos
conveniente hacer unas reflexiones en el ámbito de la empresa, por su importancia como enlace entre la
tecnología y la sociedad. Siguiendo a Javier Elorriaga, autor del libro Ingeniería humanística para el desarrollo
de personas y negocios, el mundo de la empresa está necesitado de un cambio cultural que incorpore el valor
de la persona en el proceso productivo. Se habla con frecuencia de políticas de calidad desde un punto de
vista global, de gestión integral, pero siguen primando los aspectos puramente técnicos y económicos.
Conviene prestar más atención a los recursos humanos, a la inteligencia de las personas que crean,
finalmente, un valor en el mercado. Se ha acuñado el término “ingeniería humanística” para hacer clara
referencia a los aspectos éticos en la gestión. Las empresas son en última estancia redes de personas, son
“microsociedades” en las que hay interacción humana de forma constante. La excelencia en los procesos
productivos no es posible sin este enfoque integrador, que debe formar parte de la cultura y razón de ser de la
empresa, de sus objetivos y funciones. Se aporta, pues, una nueva dimensión a la gestión empresarial, como
gestión del conocimiento, de la inteligencia y las capacidades de las personas, de sus motivaciones, de sus
intereses, de su crecimiento como seres humanos en todas las vertientes. Si se gestionan personas, se ha de
hacer no como si se tratara de activos económicos, de bienes materiales, sino sobre la base de unos valores
humanos reconocidos. En este sentido, el refuerzo de la motivación y la autoestima, la capacitación
profesional, el reconocimiento de la autonomía y del potencial creador e innovador de los empleados
contribuyen a dignificar el trabajo y la propia vida. Se debe propiciar, en consecuencia, un cambio educacional
en el nivel de la gestión y del liderazgo de las empresas como nueva gestión ética, que integre el valor
humano en los procesos productivos.
Esta nueva cultura de empresa puede convertirse en estandarte, en modelo a seguir en otros ámbitos de la
sociedad. En el fondo se trata de valorar a las personas, dignificando su trabajo y el entorno tecnológico en el
que desarrolla su actividad.

Científico humanista

A grandes rasgos, un “científico humanista” es un científico sensible a los problemas de la sociedad,


comprometido con ella, con la que comparte valores e inquietudes, y a la que rinde cuentas mediante la
divulgación y la comunicación de los resultados de sus investigaciones, haciendo honor al conocido dicho:
“Sin engaño la aprendí y sin envidia la comunico y a nadie escondo sus riquezas”. Ser científico humanista es
ser pensador responsable, tecnólogo ilustrado, investigador comprometido, divulgador social.... Estas
cualidades se hacen, se consiguen con una buena formación, con una formación integral de base y con una
cualificación adecuada en el nivel de especialización no exenta de conocimientos más generales. La división
del trabajo y la especialización de funciones ha permitido al hombre “profesionalizar” su dedicación y el
esfuerzo en el trabajo, convirtiéndose en motor de evolución y progreso. No obstante, la especialización
acarrea el riesgo de lo que podríamos denominar “desamparo cultural”, en tanto en cuanto convierte en
precario el bagaje cultural de los individuos. Este hecho es particularmente apreciable en especialistas
altamente cualificados que, sin embargo, no tienen cimientos suficientes en aspectos esenciales, lo que les
hace percibir la realidad desde una óptica muy concreta. Se trata de que el edificio esté equilibrado,
compensado.
Queremos destacar la interesante labor que vienen desempeñando determinadas instituciones universitarias
(curiosamente universidades privadas), que incluyen como materias troncales en los planes de estudios de
ciencias e ingenierías, materias de corte humanista. La especialización, si bien es necesaria, polariza en
exceso la cualificación y el pensamiento de las personas, de manera que debe ser complementada
“transversalmente” con otras materias más generales, relacionadas con el conocimiento del hombre y de su
historia, con la ética profesional, entre otras cuestiones. Se tendrán así científicos con una visión más
generalista, dentro de su alta especialización, y humanista, en la línea que venimos apuntando. Ese binomio
puede y debe dar resultados esperanzadores.
Estas ideas no son ni pretenden en absoluto ser exclamaciones para la galería; antes bien, se trata de una
concepción que responde a una necesidad, tal y como se ha puesto de manifiesto en recientes foros sobre
innovación educativa en las enseñanzas técnicas (X Congreso de innovación educativa, Valencia, julio 2002),
en los que se han aportado algunas soluciones al respecto. Citamos, por ejemplo, la implantación de al menos
una asignatura específica transversal, la oferta de optativas “no técnicas”, la tutorización y profesionalización
de los periodos de formación en centros de trabajo, etc. Hay que constatar, no obstante, el rechazo clamoroso
que pueden encontrar estas palabras en sectores especialmente polarizados como las ingenierías. Las
resistencias al cambio suelen hacer siempre acto de presencia y más si cabe en este sector. Se conciben
todavía, por parte de muchos, los planes de estudios como “intocables”, cerrados a cualquier cambio por
necesario que este sea. Esto no deja de ser un claro síntoma del camino que aún nos queda por recorrer para
ponernos a la altura de los países de nuestro entorno. Nuestra tozudez, unida a un sentido sectarista del
conocimiento, ralentizan o incluso llegan a paralizar reformas importantes e imprescindibles.
Se hace especialmente necesario, en consecuencia, en una sociedad poco igualitaria y auspiciada por
intereses personales y por una competencia brutal entre personas, un nuevo enfoque en los planteamientos
educativos, conducentes a formar científicos, ingenieros, etc., con alta cualificación técnica, pero con una
apreciable sensibilidad a los problemas de la sociedad y del mundo. Se habla de que la innovación, además
de necesaria, es imprescindible en todos los ámbitos de desarrollo de la sociedad: apostemos, pues,
claramente por la innovación educativa y revolucionemos los planteamientos de base de numerosos planes de
estudio superiores.
Bajo esta óptica, y sin pretender entrar en una discusión más amplia, resulta igualmente indispensable no
descuidar la formación tecnológica de los profesionales de la historia, de la filosofía, del arte, etc. La
tecnología “nos ha invadido” y debemos estar todos formados como usuarios de la misma.
Ciencia, tecnología y sociedad

Nuestra sociedad se caracteriza por un pragmatismo exagerado, en el que todo se cifra en términos de
rentabilidad, en un momento histórico de “embarazo intelectual”, vitalizado por un “afán reproductor”, de modo
que se aporta muy poco o nada nuevo. Escasea lo original, lo verdaderamente nuevo; al contrario, se viste
como nuevo aquello ya digerido, se presenta como original el reverso de la palabra. Es preciso, pues, un
desaprendizaje del pensamiento viciado existente para generar ideas y conductas verdaderamente
“revolucionarias” y críticas, que superen la inercia psicológica hacia la mediocridad. Si el sentido común se
convierte en discurso de excelencia, es evidente que algo no va bien; no obstante, ponemos el énfasis en ello,
son necesarias ciertas dosis de sentido común en los tiempos que corren.
Es la llamada “sociedad de la información”, sociedad de la abundancia de información reiterada, abundancia
que adormece las conciencias y convierte en sujetos híperpasivos a la inmensa mayoría. Prima la
desorientación y la pérdida del norte en el caminar diario. ¿Será la interactividad? Es indudable que el estado
tecnológico actual permite comunicarnos con cualquier parte del mundo en tiempo real, pero da la sensación
de que todo evoluciona demasiado rápido y que los cambios no se asimilan adecuadamente. Es preciso
sosegarse y disponer de unos cimientos fuertes basados en el conocimiento del ser humano y en las
relaciones interpersonales. Puede resultar paradógico que la “comunicación” aísle, cuando su objetivo es
precisamente el contrario. Internet fomenta la lectura, los contactos, la amistad... pero ¿consigue superar la
soledad o la acentúa? Dejamos la pregunta abierta. Las nuevas tecnologías deben hacernos más humanos,
no más “humanoides”, no más superficiales, no más islas dentro de la masa impersonal. Por ello, unos valores
sólidos y una formación amplia son imprescindibles para conseguir integrar conocimiento científico y
conocimiento humano, y, lo que es más importante, saber asumir en el día a día los avances tecnológicos,
incorporándolos y adaptándolos a nuestra forma de vida, sin perder nuestra identidad, nuestra capacidad
crítica, nuestro criterio, sin ser manipulados.
No apostamos por el pensamiento único, uniforme, sino por la pluralidad de ideas capaz de integrar y construir
nuevo conocimiento. Así, el pensamiento científico ha de ser entendido también como humanismo científico,
en tanto que expresión de la creación e inquietudes del ser humano; además ha de ser un “pensamiento
sostenible”, no al margen de la sociedad, de la naturaleza, de la historia y del futuro de la humanidad. Faltan
quizás ciertas dosis de pedagogía en todos los ámbitos para superar lo que no es sino una división “artificial”
entre cultura científica y cultura humanista. Estas ideas de carácter global deben llevarse a la práctica en
nuestro entorno local, en nuestro trabajo, en nuestro camino profesional, abriendo una senda de cambio.

Perspectivas

En palabras de Ortega y Gasset, “la cultura es el sistema vital de las ideas en cada tiempo”. Partiendo de la
base de que la ciencia es cultura, creemos en una visión definida y clara de la cultura como ente plural y
diverso, como cultura “integral”, como patrimonio intelectual de la humanidad, que agrupa, funde, relaciona y
da sentido a la ciencia y al arte, a la técnica y a la filosofía, al conocimiento del ser humano en tanto que ser
creador en el más amplio sentido del término. Cualquier manifestación de la inteligencia humana constituye
“cuantos de conocimiento”, contribuciones únicas y al mismo tiempo complementarias.
Se ha apuntado con cierta reiteración el papel decisivo de la educación en el “cambio de mentalidad”
necesario para la superación de la escisión entre cultura humanista y cultura científica. Las nuevas
generaciones han de tener una visión amplia de la cultura en su conjunto, circunstancia que les permitirá estar
preparados para la permanente adaptación al medio en un momento histórico de convulsiones constantes.
Nos compete a todos (profesores, comunicadores, científicos…), con respeto y dedicación, asumir el reto de
educar para el futuro, de formar y gestionar los recursos humanos (permítase el símil con la empresa) de las
próximas décadas. El cambio, pues, estará basado en la educación, en cómo eduquemos, en qué enseñemos
a nuestros jóvenes. La educación marca a corto pero, muy especialmente, a medio y largo plazo. Queda
mucho trabajo por hacer.
Nos hemos referido a los “valores tecnológicos” como los valores de la nueva sociedad, que deben plasmarse
en todas las interacciones del ser humano. No pretendemos dotar de “ánima” a las máquinas, pretendemos
que el hombre actúe conforme a unos principios de conducta comúnmente aceptados, que piense por sí
mismo, que sea sensible a su entorno...
Como se ha dicho, la palabra clave es integrar, dar sentido a la misma realidad desde diferentes puntos de
vista, aceptar opiniones, visiones o perspectivas del mundo. La sostenibilidad como tolerancia, como respeto,
como solidaridad ha de ser un referente en la solución de los grandes problemas de la Humanidad.
Esperamos que las ideas aquí esbozadas sirvan para propiciar y enriquecer el debate.
Referencias
Flórez, Cirilo y otros. El humanismo científico. Caja Duero. Salamanca, 2001.
Elorriaga, Javier y Elorriaga, Tomás. Ingeniería humanística para el desarrollo de personas y negocios. Obeto-
Banpro. Vizcaya, 2001.
Entrevista a Eudald Carbonell. La tecnología nos hace más humanos. codirector del proyecto de Atapuerca.
Técnica Industrial n.º 244, 2002.
Sáez Brezmes, María José y otros. La cultura científica: un reto educativo. La Muralla. Madrid. 1998.

RESUMEN

Se analiza en este artículo el concepto de humanismo científico y tecnológico desde la perspectiva de la


sostenibilidad. Al hablar de sostenibilidad nos referimos no sólo a la sostenibilidad medioambiental, esto es, a
la compatibilidad del progreso científico y tecnológico con la preservación del medio natural, sino también a la
sostenibilidad con el desarrollo del ser humano y de los pueblos más desfavorecidos. Se apuesta por los
valores de respeto, solidaridad y cooperación internacional como pilares del código de conducta de cualquier
ciudadano que se considere científico. La implicación directa de científicos, empresas e instituciones en la
búsqueda de soluciones que contribuyan de manera eficaz al desarrollo sostenible debe ser un hecho, de
modo que los avances de la ciencia y de la técnica, ocurran donde ocurran, se hagan extensibles a toda la
Humanidad, que debe beneficiarse de ellos, y no, como a veces sucede, convertirse en deudora o esclava de
intereses particulares de multinacionales y del capitalismo devorador. Todas estas políticas de sostenibilidad,
en cualquiera de los ámbitos aludidos, constituyen un verdadero núcleo de cultura humanista dentro del
mundo de la ciencia y de la tecnología. Se apuesta, pues, por que la formación de los científicos, dentro de la
necesaria especialización, sea también una formación en valores no tan polarizada. Esta formación les dará
una concepción más generalista y les permitirá ser, sin duda, más sensibles a los problemas de la sociedad.

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