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Por un lado, obliga a una reflexión histórica para identificar los elementos esenciales del
ordenamiento constitucional anterior, esto es, la Constitución de 1886.
En segundo lugar, corresponde establecer cuáles han sido los temas más
sobresalientes de los cambios constitucionales que trajo la carta del 91 (por ejemplo,
democracia participativa, carta de derechos, mecanismos para su protección, adopción
de un Estado laico, cambios al sistema político y al régimen de los partidos, funciones y
relaciones entre las distintas ramas del poder público, modelo económico, ordenamiento
territorial, reconocimiento de las minorías, y cambios en la justicia, entre muchos otros)
[1].
En tercer lugar, y a partir de una mirada general sobre las 29 reformas de que ha sido
objeto, examinar si sus pilares básicos continúan inalterados o si, por el contrario, como
señalan algunos, lo que se tiene hoy día es una “colcha de retazos”, circunstancia que
debería conducir a una nueva gran reforma que tenga como eje el ordenamiento
territorial.
Finalmente, tendría que establecerse cuál ha sido la relación entre la Constitución y los
problemas y retos de la sociedad actual, para responder a la pregunta de si debe
proyectarse o no hacia el futuro y en qué condiciones.
En este escrito nos limitaremos a evaluar uno de esos aspectos: los antecedentes y el proceso
más inmediato que dio lugar a la conformación de la asamblea constituyente, la forma como
abordó sus deliberaciones y la discusión de las iniciativas que finalmente dieron como
resultado el nuevo texto constitucional.
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Breve itinerario de los antecedentes de la convocatoria
A inicios de los noventa, el régimen del socialismo real colapsaba en los países de Europa
Oriental y el consenso de Washington se instalaba como la orientación económica dominante
en casi todos los países de América Latina[3].
En Colombia, una nueva oleada de violencia desbordaba toda previsión del Estado.
Fracasados los intentos de negociación política de la administración Betancourt, el país vivió
cruentos episodios de confrontación, ahora acompañados de una acción armada del
narcotráfico sin precedentes.
El 11 de octubre de 1987 fue asesinado el candidato de la Unión Patriótica Jaime Pardo Leal.
Dos años después, nuevos atentados cegaron las vidas de Luis Carlos Galán, Bernardo
Jaramillo y Carlos Pizarro. A tales episodios se agregaban masacres como las de las
haciendas Honduras, La Negra y Mejor Esquina en Córdoba.
En esas condiciones lo que estaba en riesgo era la propia institucionalidad, impotente para
frenar la ola de violencia. La sociedad colombiana se encontraba hastiada y cada vez era
menos comprensible la apelación a las armas como vía al cambio político. En enero de 1988,
el Presidente Barco consideró la posibilidad de un plebiscito para adelantar una reforma
constitucional. La clase política se opuso a la iniciativa y los dirigentes de los partidos
tradicionales, mayoritarios en el Congreso, acordaron un mecanismo de reforma que pasaría
primero por ese escenario.
La iniciativa tomaba fuerza en medio del creciente desprestigio del Congreso. El movimiento,
un tanto inorgánico, fue protagonista de una insubordinación pacífica. Aunque circularon
varias versiones del texto de la papeleta, en uno de ellos se leía lo siguiente:
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“Voto por Colombia. Sí a una Asamblea Constituyente cuya integración represente
directamente al pueblo colombiano con el fin de reformar la Constitución Nacional. En
ejercicio de la soberanía reconocida en el artículo 2° de la Constitución Nacional, el poder
electoral escrutará este voto”.
Varios medios calcularon cerca de dos millones de votos a favor de la iniciativa. El resultado
de esta primera manifestación directa del pueblo, dio lugar a que el diario El
Espectador calificara este episodio como un “remezón en las estructuras políticas”. Dos
meses después, la Corte Suprema de Justicia consideró esa votación como “un hecho político
que traduce un verdadero mandato de igual naturaleza”. (Sentencia del 25 de mayo de
1990).
En 1988, el Mando Central del EPL reclamó una asamblea nacional constituyente por elección
popular[5] Y, en desarrollo de los diálogos de paz iniciados por el gobierno del Presidente
Virgilio Barco y el M-19, el 3 de abril de 1989 el líder del M-19, Carlos Pizarro, propuso que se
devolviera “al pueblo su soberanía para reformar o cambiar el ordenamiento político de la
república, la derogatoria del artículo 218 de la anterior Constitución y la posibilidad de
convocar una asamblea constituyente”.
En noviembre del mismo año, ese movimiento suscribió un acuerdo de paz con el gobierno
que comprendía, entre otros aspectos, garantías para su participación electoral. En diciembre
de 1989, el Congreso alteró el proyecto que creaba la circunscripción especial, al incluir a
último momento una norma que prohibía la extradición. Y, el 9 de marzo de 1990, a pesar de
su hundimiento, esa agrupación decidió abandonar las armas y reincorporarse a la vida civil.
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elecciones presidenciales de 1990, que apoyaban la convocatoria a una Asamblea
Constitucional.
César Gaviria (Partido Liberal) Álvaro Gómez (Salvación Nacional) Antonio 2’834.118 1’401.128
Navarro (Alianza Democrática M-19) Rodrigo Lloreda (Partido Social 739.320 702.043
Conservador) Otros: TOTAL: 220.460 5’897.069
Estos resultados fueron interpretados como una demostración más de la crisis de los partidos
tradicionales que, a pesar de haber obtenido mayorías, distaban mucho de los resultados de
las elecciones de Congreso en el mes de marzo de 1990, cuando la votación para la Cámara
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de Representantes se acercó 7’500.000 votos. La única fuerza que logró un apoyo inusitado
fue la AD-M19.
Allí mencionó la apelación al pueblo mediante decreto de estado de sitio, el temario que
debía abordar la asamblea, su integración que “no debe exceder las cincuenta personas”, la
elección en circunscripción nacional y los límites a los que debía estar sometida.
Días antes de la elección, las encuestas registraban que el M-19 se alzaría con el 43% de los
votos y obtendría cerca de 30 curules de las 70 en juego. Se inscribieron 114 listas, de las
cuales se eligieron 46 delegatarios por cociente y 24 por residuo. El resultado fue el
siguiente:
Total de Votos por candidatos Votos en blanco Total votos válidos 3’648.355 37.735 3’686.090
Votos nulos Gran Total 24.467 3’710.557
Los medios se apresuraron a dar por ganadora a la abstención que llegó al 73% y se insinuó
que este resultado le restaba legitimidad para redactar una nueva Constitución (El Tiempo,
11 Diciembre, 1990). Con base en ese resultado, el Partido Social Conservador propuso que
la nueva Constitución debía someterse a un referendo posterior. En un episodio inédito,
llegaban a una corporación de elección popular nuevas fuerzas y sectores que nunca antes
habían estado representados en el sistema político colombiano. La AD-M 19 y las minorías
lograron casi el 30% de la representación. Sin la presencia de estas fuerzas la constituyente
hubiera sido un episodio rutinario de la historia constitucional colombiana. El sistema del
bipartidismo había quedado atrás y se respiraban aires de pluralismo. Entre tanto, las FARC
reclamaban 35 cupos sin haber pactado un acuerdo definitivo de paz.
Las interpretaciones sobre la nueva situación fueron disímiles. Una de ellas, señalaba que la
Asamblea Constituyente podría ser la expresión inédita de una revolución de nuevo tipo,
producto no de las armas, sino de su dejación. No una expresión de las hegemonías, sino del
consenso al que se llegó luego de años de exclusión y violencia[7].
Mediante un acto constituyente de vigencia inmediata, la Asamblea dejó sin efectos una
decisión del Consejo de Estado y aclaró que solo estaba limitada por el contenido de la
papeleta depositada el 9 de diciembre.
La Constitución no debe calificarse solo por el contenido de las normas que la integran sino
por el proceso político que le dio origen. ¿Cómo evaluar una Constitución al margen de las
realidades del momento, del ambiente ideológico de la época y de la composición de fuerzas
que resultó del proceso político que le antecedió?
[1] Al respecto debe señalarse que existen pocos estudios sistemáticos sobre la Constitución
de 1991. Entre ellos, los trabajadores de dos de los protagonistas más destacados del
proceso constituyente, el de Humberto de la Calle “Contra todas las apuestas. Historia íntima
de la Constituyente de 1991”: Planeta, 2004 y el de Carlos Lleras de la Fuente y otros,
titulado “Interpretación y Génesis de la Constitución de Colombia”, Ed. Carrera 7a., 1992.
[4] Así calificó el ex presidente Cesar Gaviria la situación a finales de la administración Barco.
Véase Prologo al libro de Humberto de la Calle citado.
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[5] Villarraga, Álvaro. Compilador y Editor. Se inician acuerdos parciales: Pacto Político con el
M-19. Biblioteca de la Paz 1986-1990).
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