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Hacia un mundo sin violencia

Entre las fuerzas que van a determinar cómo va a ser el mundo en el siglo XXI, hay que contar con
una opinión pública globalizada, exigente y lúcida que presione muy activamente en favor de la
paz. Su movilización produce ya hoy ese clamor universal, potente y claro, que condena la guerra,
el terrorismo y toda violencia. Eso debe seguir. Y crecer. El diálogo Hacia un mundo sin violencia
asume esta voluntad ciudadana y parte del convencimiento de que hoy es factible actuar con método
y eficacia por la erradicación definitiva y universal de la violencia sociopolítica. Erradicar la
violencia sociopolítica no es todavía la paz, pero sin duda es la condición necesaria para que la paz
sea un horizonte posible. De la misma manera que gobernar no es gestionar el sometimiento, sino
construir el consenso, la paz no es algo que se pueda hacer con vencedores y vencidos, sino con
convencidos. El diálogo está planteado desde una actitud radicalmente realista, aunque no sometida
a lo que hoy es real, sino dirigida a hacer realidad lo que es posible y deseable: denunciar, descartar
y rechazar la violencia como instrumento de acción.

La violencia con causas u objetivos sociopolíticos forma parte de la historia de la humanidad. Las
víctimas se cuentan por millones y conocemos innumerables episodios de crueldad inaudita.
Sabemos de conflictos violentos que mantienen una increíble vigencia y saltan de una generación a
la siguiente, y también de armas terribles de creciente poder destructivo, de execrables acciones
terroristas y de criminales razones de Estado. Y cada vez somos más conscientes del infame expolio
de ingentes recursos sociales para ser malbaratados en insensatos, inútiles y provocativos gastos
militares. Una gran mayoría de los ciudadanos quisiera poder poner fin a tanta tragedia provocada y
muchos estamos empeñados en empezar a hacerlo de manera organizada y sistemática.

Porque pese a todo tenemos la capacidad colectiva de pensar un mundo mejor. Un mundo distinto,
más justo y fraterno, orientado por prioridades emergentes, en el que la fuerza, la capacidad de
destrucción, la voluntad de infligir daño no sean ya elementos aceptados para gestionar los
conflictos que no siempre podremos evitar. Tenemos también la capacidad de análisis que nos
permite discernir lo posible de lo quimérico, distinguir lo que podemos hacer de lo que sólo
podemos imaginar. Y tenemos la posibilidad de actuar.

La cultura de la paz, basada en el respeto, que es condición para el diálogo, y en el cultivo del
diálogo que se propone metas de colaboración, es una cultura inédita. Para hacer posible lo inédito
hay que pensar lo nuevo y repensar lo antiguo. Para que surja y se generalice en lo sociopolítico una
nueva práctica de diálogo y cooperación, y una nueva ética de respeto a las personas y a sus
culturas, es imprescindible pensar nuevos conceptos, establecer nuevas relaciones entre viejos
conceptos y provocar la aparición de nuevos vectores de acción que puedan vencer las formidables
inercias que proceden del pasado. Quienes habitamos actualmente el planeta hemos asistido a
cambios impensables en lo cultural, en lo social y en lo político; ¿cuál es el motivo por el que
debiéramos resignarnos al eterno martirio de la violencia cuando ésta queda identificada como la
ley del bruto, la ley de la selva, que nada tiene que ver con las características cualitativamente
diferenciadoras del género humano?

Las actividades de las cinco jornadas del diálogo se agrupan alrededor de cinco ejes: prevención y
resolución pacífica de conflictos, relación entre economía y guerra, desarme, educación para la paz
y, finalmente, seguridad humana, un concepto que nada tiene que ver con la clásica y obsoleta
política de defensa. Intervendrán en las conferencias, mesas redondas y talleres personas con voz
autorizada por su experiencia social, por sus conocimientos, por su compromiso o por su capacidad
de liderazgo. Evidentemente, de ellas esperamos muchas y importantes aportaciones. Pero el
diálogo necesita sobre todo la participación y la voz necesaria de los ciudadanos, porque el diálogo
no es una reunión de especialistas, sino una convocatoria dirigida a todos los ciudadanos del mundo
que buscan cómo actuar para erradicar la violencia.

De acuerdo con todo lo expuesto, el objetivo final del diálogo es eminentemente práctico y dirigido
a la acción: se trata de fortalecer, haciéndola más lúcida y más activa, la cada vez más tupida red de
complicidad ciudadana que vamos tejiendo alrededor de la voluntad de erradicar la violencia
políticosocial. La dinámica sociopolítica de los años venideros va a depender, en buena parte, de la
lucidez y capacidad de acción de esa red ciudadana, que ahora mismo es ya una realidad y una
enorme esperanza. Nos vemos y dialogamos en Barcelona.

‘’Un mundo sin violencia es un mundo libre’’

Estas fueron las palabras de Ramón Ayala, un joven de Aldeas Infantiles SOS Paraguay que
representó a los niños, niñas y jóvenes de Latinoamérica y el Caribe en el lanzamiento de la Alianza
Global para poner fin a la violencia.

Te compartimos las palabras de Ramón

“Es importante reconocer los esfuerzos que está realizando la alianza, al tenernos en cuenta, desde
las consultas que se realizaron y con nuestra presencia en este evento.

Queremos que los acuerdos que se lleven a cabo sean asumidos por los gobiernos con acciones
claras. Ya no queremos letras muertas.

El problema de la violencia a la niñez ya no es una noticia nueva; sabemos a diario de muchas


violaciones a nuestros derechos en todo el mundo. No entendemos: ¿por qué seguimos siendo
invisibles para los gobiernos?, ¿por qué siguen pensando que somos objetos y no sujetos? Ya
estamos cansados de lindas intenciones, de firmas de convenios, y de acuerdos para la foto,
mientras que nosotros seguimos siendo víctimas de violencia.

Existen millones de niños, niñas y adolescentes víctimas de las guerras, la esclavitud, la


explotación y el abuso sexual. Hay otros miles que crecen en instituciones y no tienen garantizado
su derecho a la familia. Desde nuestro punto de vista, la garantía de los derechos no es negociable;
los países deben proteger a los niños, niñas y adolescentes sí o sí.

Y como frase final, esto le dejo a los gobiernos y al mundo entero: ya no queremos que el miedo, el
hambre, la esclavitud y la violencia, formen parte de nuestra experiencia. Por eso, gobiernos y
organizaciones civiles: no hagan tantas afirmaciones sino más acciones, para que nos abran las
puertas hacia un verdadero mundo sin violencia; y eso es un mundo libre’’.

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