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SALA CONSTITUCIONAL

Magistrada ponente: Lourdes Benicia Suárez Anderson


Caracas, a los 08 días del mes de Diciembre de dos mil diecisiete (2017).

http://historico.tsj.gob.ve/decisiones/scon/diciembre/206272-1092-81217-2017-
17-0951.HTML

El artículo 230 del Código Orgánico Procesal Penal se refiere a la


proporcionalidad en el uso de las medidas de coerción personal, en el
sentido de que estas medidas no deben aparecer como
desproporcionadas con la gravedad del delito, las circunstancias de su
comisión y la sanción probable. Así, la mencionada disposición
sostiene que la medida de coerción personal no debe sobrepasar la
pena mínima prevista para cada delito o la pena mínima para el delito
más grave –cuando la pena mínima sea inferior a dos años−, ni
exceder del plazo de dos años, si acaso la pena mínima de que se trate
sea superior a dos años (véase sentencia n.° 829, del 27 de octubre de
2017).
De tal manera que el primer aparte del artículo 230 del Código Orgánico
Procesal Penal prevé, por un lado, que cuando la pena mínima del delito por el
que el procesado se encuentra acusado sea inferior a dos años, la medida de
coerción personal que afecte su libertad de movimiento no podrá sobrepasar
dicha pena; y por otro lado, que cuando la pena mínima del delito imputado sea
igual o superior del plazo de dos años, la medida de coerción personal que
afecte su libertad de movimiento no podrá sobrepasar dicho plazo de dos años;
salvo que ocurra el supuesto excepcional previsto en el segundo y tercer aparte
de la misma disposición, es decir, que el Ministerio Público o el o la querellante
soliciten, en determinados supuestos, la prórroga de la medida personal
cautelar, que, de ser acordada por el órgano jurisdiccional, no podrá sobrepasar
la pena mínima prevista para el delito imputado.
Ahora bien, tanto en el supuesto previsto en el primer aparte
como en el supuesto excepcional del segundo y tercer aparte, si son
varios los delitos imputados al procesado, podría haber confusión
acerca de la pena mínima de cuál delito debe ser el parámetro para
limitar temporalmente la imposición de la medida de coerción
personal. La respuesta viene dada por el legislador en la parte final de
cada supuesto, cuando señala que se tomará en cuenta la pena
mínima prevista para el delito más grave.
De esta manera, la sentencia accionada incurrió en una interpretación
gramatical errónea al sostener que el primer aparte del artículo 230 del Código
Orgánico Procesal Penal establece dos supuestos diferenciados por la cantidad
de delitos imputados al procesado considerados individualmente, porque en
realidad la diferencia de supuestos viene dada por la cantidad de la pena
mínima del delito imputado al procesado, es decir, si esta es superior o inferior
a dos años: si es inferior, la medida de coerción personal no podrá sobrepasar
la pena mínima; y si es igual o superior, la media de coerción personal no podrá
exceder el plazo de dos años. En caso de que se hubieren imputado varios
delitos, se repite, el juez o jueza tomará en consideración la pena mínima del
delito más grave.
De considerarse acertado el criterio esbozado por la Corte de Apelaciones
del Circuito Judicial Penal de la Circunscripción Judicial del Estado Portuguesa,
sería innecesaria la previsión del legislador señalada en el segundo aparte del
artículo 230 del Código Orgánico Procesal Penal, relativa a la posibilidad
excepcional de mantener la medida de coerción personal más allá del plazo de
dos años cuando así lo acuerde el órgano jurisdiccional, previa solicitud de la
parte acusadora. Es decir, si un imputado estuviese investigado por la presunta
comisión de varios delitos y, según el criterio señalado en la sentencia
accionada, la medida de coerción personal puede permanecer hasta que se
alcance la pena mínima del delito más grave imputado, aun cuando supere el
plazo de los dos años, no tendría ningún sentido que el legislador estipulara
que excepcionalmente una prórroga que no pueda exceder de la pena mínima
prevista para el delito más grave, pues ese plazo ya habría transcurrido. Por lo
tanto, la interpretación del primer aparte del artículo 230 del Código Orgánico
Procesal Penal que propone el presunto agraviante fracasa desde la perspectiva
de la interpretación sistemática dentro de la propia disposición adjetiva.
Asimismo, el criterio sostenido por la Corte de Apelaciones del Circuito
Judicial Penal de la Circunscripción Judicial del Estado Portuguesa no se
compadece con la sistemática de los principios generales de las medidas de
coerción personal. En efecto, una interpretación que establezca como regla
general que la medida de coerción personal, que afecta la libertad ambulatoria
del procesado, puede mantenerse según sea el plazo de la pena mínima del
delito más grave imputado o acusado, es, desde luego, desproporcionada, si se
consideran los plazos legales para alcanzar una sentencia definitivamente firme
en nuestro sistema jurídico-procesal. Al contrario de lo señalado por la presunta
agraviante, la regla general es que las medidas cautelares de dicha naturaleza
no excedan del plazo de dos años –principios de proporcionalidad y del estado
de libertad previsto en el artículo 229 del Código Orgánico Procesal Penal− y
que excepcionalmente se pueda prorrogar el plazo de tales medidas sin que se
pueda nunca exceder la pena mínima del delito más grave. Es decir, la
interpretación errada de la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal de la
Circunscripción Judicial del Estado Portuguesa convierte la situación excepcional
en la regla general, lo cual se opone a lo establecido en la ley.
Por otra parte, la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal de la
Circunscripción Judicial del Estado Portuguesa argumentó que los delitos
imputados al hoy accionante constituyen un atentado “contra la paz, el clima de
tranquilidad y el buen desarrollo de la sociedad”, y que “el bien jurídico
protegido […] es el de resguardar la paz y tranquilidad de los ciudadanos, así
como el buen desarrollo de la sociedad, observándose [sic] en tal razón que el
daño que se produce a través de la comisión de este tipo de delitos es grave”.
Al respecto se observa que la comisión de todos los delitos previstos en
las leyes nacionales constituyen un atentado “contra la paz, el clima de
tranquilidad y el buen desarrollo de la sociedad”, ya que por tales motivos
fueron previstas penas en caso de su perpetración. Es decir, el legislador prevé
que existen comportamientos que no son deseables para el normal
desenvolvimiento social, para cuya prohibición no son suficientes las sanciones
civiles y administrativas, por lo que en estos casos el legislador se ve obligado a
recurrir a la sanción penal.
En la presente causa el presunto agraviante señaló que los delitos
de resistencia a la autoridad, robo a mano armada, robo de vehículos
automotores agravado y asociación, atentan contra la paz, el clima de
tranquilidad y el buen desarrollo de la sociedad, a lo que debe destacarse que
todos los delitos previstos en nuestro ordenamiento jurídico atentan contra las
mismas situaciones deseables. Si se siguiera el criterio del presunto agraviante,
el contenido del primer aparte del artículo 230 del Código Orgánico Procesal
Penal quedaría anulado tácitamente, porque nunca se aplicaría el límite del
plazo de dos años a las medidas de coerción personal, lo que constituye un
despropósito.
Además, la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal de la
Circunscripción Judicial del Estado Portuguesa señaló, en el fallo accionado,
que el bien jurídico protegido por los mencionados delitos es el resguardo de la
paz y tranquilidad de los ciudadanos, así como el buen desarrollo de la
sociedad. Se observa al respecto que el bien jurídico-penal, en sentido
dogmático, constituye el objeto jurídico efectivamente protegido por la norma
penal vulnerada de que se trate (véase MIR PUIG, Santiago, Derecho penal.
Parte general, 7.ª ed., Barcelona, 2005, pp. 166 y 167). En el caso de autos,
el delito de resistencia a la autoridad protege como bien jurídico a la
cosa pública; mientras que el delito de robo, al patrimonio y la salud, y el delito
de asociación, al orden público. Los valores señalados por el accionado como
“bienes jurídicos” son las finalidades generales de protección de la sociedad de
las que se encarga el Derecho penal cuando fracasan otros medios menos
lesivos para los derechos individuales, pero no son los bienes jurídicos
concretamente protegidos por los delitos imputados al hoy accionante. En
realidad, se constata que detrás de tales imprecisiones en la definición de una
institución básica en el Derecho penal, como es la noción de bien jurídico,
subyace la idea de que el procesado es presuntamente culpable, por lo que la
finalidad de las medidas privativas de libertad (privación judicial preventiva de
libertad y detención domiciliaria) es asegurar las resultas del proceso. En este
sentido, vale reiterar que las medidas cautelares privativas de libertad solo se
deben imponer cuando exista un peligro grave y concreto de que el imputado,
al estar en libertad, pondrá obstáculos a la investigación o eludirá con su fuga
el juicio oral, impidiendo así el logro de los fines de la función judicial. Estas
medidas excepcionales no tienen relación con la protección de la seguridad
ciudadana, pues de ello se encargan otros órganos del sistema penal.
En otro orden de ideas, la accionada señaló que el tribunal de la causa
había afirmado que se produjeron “múltiples diferimientos e interrupciones al
Juicio Oral y Público […] sin ni siquiera señalar el motivo de cada diferimiento,
todo lo cual en modo alguno justifica la revisión de la medida en referencia”, a
pesar de que el proceso se encontraba en fase preparatoria y ni siquiera se
había celebrado la audiencia preliminar, por lo que resalta la falta de rigor en el
estudio de la causa en sus consideraciones para decidir.
Por otra parte, la presunta agraviante indicó que la autorización judicial
prevista en el segundo aparte del artículo 230 del Código Orgánico Procesal
Penal −que prevé que la prórroga excepcional del mantenimiento de las
medidas privativas de libertad deben ser acordadas por el órgano
jurisdiccional− “no es indispensable para la permanencia de la medida privativa
en estos casos, ya que lo que se busca es garantizar el sometimiento del
acusado al proceso”, lo cual no se compadece con el derecho a la libertad
personal previsto en el artículo 44.1 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, porque contraría el requisito de que las medidas que
priven de libertad a las personas deben estar “determinadas por la ley”. Por lo
tanto, el señalado requisito de la decisión judicial que acuerde la prórroga
solicitada por Ministerio Público o del querellante para mantener estas medidas
privativas de libertad más allá de dos años (cuando existan causas graves que
justifiquen el mantenimiento de la medida o haya dilaciones indebidas
atribuibles al imputado, acusado o sus defensores) sí es necesario, por estar
previsto como requisito en la ley, independientemente del o los bienes jurídico-
penales protegidos por los delitos investigados.
Cabe destacar, en todo caso, que resulta oportuno referir que la Sala ha
establecido que, en virtud de la autonomía e independencia de la que gozan los
jueces al decidir, estos, si bien deben ajustarse a la Constitución y a las leyes al
resolver una controversia, disponen de un amplio margen de valoración sobre
los medios probatorios y del derecho aplicable a cada caso, por lo cual pueden
interpretarlos y ajustarlos a su entendimiento, como actividad propia de su
función de juzgar, sin que el juzgador de amparo pueda inmiscuirse dentro de
esa autonomía del juez en el estudio y resolución de la causa, salvo que tal
criterio viole, notoriamente, derechos o principios constitucionales (véase
sentencia n.° 1.954 del 15 de agosto de 2002). En el presente caso,
considerando lo anteriormente señalado a lo largo de este capítulo, se verificó
que la aplicación del derecho realizada por el fallo accionado vulneró el derecho
a la libertad y el debido proceso del accionante, al extender una medida
privativa de libertad sin cumplir con los requisitos legales para ello, por lo que
ha resultado obligatorio para esta Sala entrar a considerar aspectos que
normalmente son propios de la autonomía judicial.
De lo anterior se deprende la falta de competencia sustancial de la Corte
de Apelaciones del Circuito Judicial Penal de la Circunscripción Judicial del
Estado Portuguesa al emitir el fallo impugnado. En efecto, dicho tribunal de
alzada incurrió en agravio constitucional en detrimento del accionante, por
cuanto interpretó el contenido del artículo 230 del Código Orgánico Procesal
Penal de manera tal que constituye una extralimitación de sus funciones,
cuando expresamente anuló la existencia del plazo de dos años previsto para
las medida privativa de libertad (privación judicial preventiva de libertad y
detención domiciliaria) cuando el imputado está siendo investigado por varios
delitos y consideró innecesaria la prórroga acordada judicialmente para el
mantenimiento de tales medidas cautelares más allá de dicho plazo. De
prevalecer tales criterios de aplicación de la disposición legal señalada, las
medidas privativas de libertad se extenderían hasta la pena mínima señalada
para el delito más grave imputado en todos los casos, lo que es contrario a la
ley. Por lo tanto, la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal de la
Circunscripción Judicial del Estado Portuguesa, al conocer de la apelación,
interpretando y aplicando el contenido del artículo 230 del Código Orgánico
Procesal Penal, incurrió en extralimitación de funciones. Así se declara.
Una vez realizado el análisis sobre la incompetencia sustancial en la que
incurrió la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal de la Circunscripción
Judicial del Estado Portuguesa, mediante la sentencia del 28 de junio de 2017,
resulta necesario constatar si tal incompetencia ha violado un derecho
constitucional, observándose al efecto que el artículo 44.1 de la Constitución de
la República Bolivariana de Venezuela establece que el derecho a la libertad
personal implica que las personas serán juzgadas en libertad, excepto por las
razones determinadas por la ley y apreciadas por el juez o jueza en cada caso.
El fallo accionado en amparo revela la apreciación de los jueces de
la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal de la Circunscripción Judicial
del Estado Portuguesa con claridad, sin embargo, tal apreciación de la ley, en
este caso, resultó en una vulneración del principio de legalidad, porque el
criterio de los jueces accionados pasó por encima de lo expresamente señalado
en la ley, al entender que el plazo de dos años previsto como límite para las
medidas cautelares privativas de libertad solo es aplicable cuando el imputado
se encuentre procesado por un delito únicamente, o que cuando los bienes
jurídicos protegidos por los delitos imputados sean considerados graves por el
órgano jurisdiccional no es necesario que el juez de la causa otorgue la
prórroga de la medida privativa de libertad.
Asimismo, el criterio de aplicación de la Corte de Apelaciones del Circuito
Judicial Penal de la Circunscripción Judicial del Estado Portuguesa al interpretar
el segundo y tercer aparte del artículo 230 del Código Orgánico Procesal Penal
da a entender que existe una presunción de culpabilidad que choca con la
presunción de inocencia que sí forma parte del derecho al debido proceso,
previsto en el artículo 49.2 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, lo cual no debe justificarse en los problemas de la inseguridad
ciudadana, que no pueden autorizar la tergiversación del núcleo esencial de los
derechos humanos. Así, el derecho a la seguridad ciudadana permite la
privación de libertad de personas bajo los parámetros establecidos tanto en la
Constitución de la República como en las leyes, es decir, la libertad personal y
su extensión al proceso penal no es un derecho absoluto, ya que, en efecto, se
encuentra relativizado, pero no hasta el punto de su prácticamente total
anulación por parte de interpretaciones como la sostenida en la sentencia
accionada.
Por lo tanto, se observa que la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial
Penal de la Circunscripción Judicial del Estado Portuguesa, mediante el fallo del
28 de junio de 2017, no solamente actuó fuera del ámbito de su competencia,
sino que además violó derechos fundamentales con tal incompetencia
sustancial. Así se declara.
En virtud de lo anterior, esta Sala anula la sentencia n.° 199 dictada, el
28 de junio de 2017, por la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal de
la Circunscripción Judicial del Estado Portuguesa y ordena que se constituya
una Sala Accidental de la referida Corte de Apelaciones para que se vuelva a
pronunciar sobre el recurso de apelación interpuesto por el Ministerio Público
contra la decisión del 23 de marzo de 2017, dictada por el Tribunal Cuarto en
Función de Control del Circuito Judicial Penal del Estado Portuguesa. Así se
declara.

VII
DECISIÓN

Por las razones expuestas, esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo
de Justicia, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de
la ley, declara:
PRIMERO: Se ADMITE la acción de amparo interpuesta por el
ciudadano GINIMBERTH REINALDO BRACHO HERNÁNDEZ contra la
sentencia n.° 199, de 28 de junio de 2017, dictada por la Corte de Apelaciones
del Circuito Judicial Penal de la Circunscripción Judicial del Estado Portuguesa.
SEGUNDO: Que la resolución del presente amparo constitucional es DE
MERO DERECHO.
TERCERO: PROCEDENTE IN LIMINE LITIS la acción interpuesta por
el ciudadano GINIMBERTH REINALDO BRACHO HERNÁNDEZ contra la
sentencia n.° 199, de 28 de junio de 2017, dictada por la Corte de Apelaciones
del Circuito Judicial Penal de la Circunscripción Judicial del Estado Portuguesa,
la cual se anula.
CUARTO: Se ORDENA que se constituya una Sala Accidental de la
Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal de la Circunscripción Judicial del
Estado Portuguesa, para que decida el recurso de apelación interpuesto por el
Ministerio Público contra la decisión del 23 de marzo de 2017, dictada por el
Tribunal Cuarto en Función de Control del Circuito Judicial Penal del Estado
Portuguesa.
Publíquese, regístrese y comuníquese. Cúmplase lo ordenado.
Dada, firmada y sellada en el Salón de Sesiones de la Sala Constitucional
del Tribunal Supremo de Justicia, en Caracas, a los 08 días del mes de
Diciembre de dos mil diecisiete (2017). Años: 207º de la Independencia y 158º
de la Federación.
El Presidente,

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