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Patrimonio y Desarrollo Local:

una práctica social entre el saber y el poder.

José de Nordenflycht Concha


En AA.VV. Territorio, Historia Local y Patrimonio, División de Cultura, Ministerio de Educación, V Región de
Valparaíso, Valparaíso, 2001.

Triste cosa es.


Por alguna razón en la República de Chile las cosas parecían marchar a un
ritmo diferente del ritmo al que quería marchar la República Popular
Latinoamericana de Coelemu. Los tiempos se ponían más y más difíciles. La
República de Chile parecía quebrarse de modo inevitable en dos bandos que
parecían querer exactamente lo contrario uno de otro,
en exactamente cada una de las cosas de la vida.

Andrés Gallardo La Nueva Provincia

La dimensión política del patrimonio.

Las reflexiones anteriores son de Gaspar Cifuentes, el protagonista de la


novela de Gallardo, el cual había asumido la imperiosa necesidad de afrontar
desde una gestión local las consecuencias del terremoto de 1939 en la
comuna de Coelemu, esto en vista de la inoperancia del gobierno central
para asumir su reconstrucción. Todo este episodio motiva a Cifuentes para
llevar a cabo la quijotesca empresa de independizar a Coelemu de Chile. Y;
anécdotas más, anécdotas menos; lo logra.
El espacio local escindido, en la novela, ve como los sucesos se desatan al
punto de que en el país un empate catastrófico de fuerzas está a punto de la
deflagración mientras la solución a diferendos fratricidas por medio de la
participación en un diálogo ciudadano fortalece la nueva provincia.
Aquí la analogía no se deja esperar, el patrimonio territorial de un país se ve
amenazado por una exclusión interior a consecuencia de la desidia de sus
autoridades. Esa misma “desidia patrimonial” que en estos últimos años a
intentado de ser revertida.
En efecto, durante los últimos años la escena cultural de nuestro país se ha
visto potenciada en su desarrollo por una serie de señales positivas por parte
de los organismos del Estado, en particular destaca el trabajo de puesta en
valor del patrimonio a partir de la revitalización del Consejo de Monumentos.1
Es indudable que la creación de fondos concursables, como son el Fondo de
Apoyo a Iniciativas Culturales Regionales y el Fondo de Desarrollo de la
Cultura y las Artes (FONDART) han tenido un positivo efecto en la
producción, promoción y conservación cultural, además de producir un
verdadero efecto multiplicador en ONGs, Fundaciones y Corporaciones
privadas que también se han sumado al esfuerzo del desarrollo cultural y la
puesta en valor patrimonial2.
En suma las políticas públicas orientadas a la financiación de las actividades
culturales han multiplicado sus fondos y programas, lejos del fantasma del
dirigismo cultural la necesidad de su incremento y sistematización ha sido
considerada fundamental para que las antiguas carencias vayan camino a
tener una adecuada respuesta3, por lo que al momento presente amplios
sectores de la sociedad están expectantes ante los efectos de la nueva
institucionalidad cultural que el ejecutivo ya ha elaborado de cara a su
aprobación por el legislativo para lograr su puesta en marcha definitiva,

1
Una muestra de su buena salud desde hace una década es evidente si se examina con
alguna atención los proyectos, y publicaciones en la página web: www.monumentos.cl.
2
Fundación Andes, Fundación Cultural Amigos de las Iglesias de Chiloé, Corporación del
Patrimonio Cultural, Comisión de Patrimonio del Colegio de Arquitectos, Ciudadanos por
Valparaíso, entre muchas otras, son las que resuenan por estos días.
3
LABARCA, Guillermo “¿Es necesaria una política para el arte?” en PROPOSICIONES,
Ediciones SUR, nº 18, 1990.
dando una respuesta a diagnósticos muy recientes sobre la necesidad de
este marco de acción.4
No obstante este diagnóstico general positivo la efectividad y masificación
de los planes y programas que estos organismos han implementado ha sido
atenuado y muchas veces debilitado a la hora de revisar el panorama cultural
de regiones y zonas del país más alejadas del centro5. Al igual que el
Coelemu de Cifuentes, estos territorios locales se ven amenazados por una
desidia que muchas veces se retroalimenta internamente, con el peligro de la
inanidad consecuente. Al igual que en el Coelemu de novela pareciera que la
participación ciudadana es un camino de alta rentabilidad simbólica.
Camino que, por cierto, recién empezamos a transitar.

Referencias culturales: el valor de los activos inmateriales locales.

La primera evidencia que justifica una política de puesta en valor


patrimonial como motor del desarrollo local en regiones es que son esos
territorios en donde se concentra la mayor riqueza patrimonial del país.
Paradojal resulta en este contexto que las declaratorias de Monumentos
Nacionales sean mayoritarias en la Región Metropolitana, y sin embrago los
dos únicos bienes inscritos en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO
están en regiones, más aún en territorio insular. Curioso.
De hecho el centro del país es gravitante imponiendo una disparidad y
generando expectativas en los sectores más deprimidos que se encuentran
en regiones y que históricamente han tenido menos acceso a la cultura y sus
beneficios. Expectativas que no son cubiertas ya sea por problemas de
difusión y posesión adecuada en estos sectores, o por que la presentación

4
GARRETÓN, Manuel Antonio “Financiamiento estatal e institucionalidad cultural en Chile.”
En AA. VV. Seminario Internacional sobre Economía de la Cultura. Mecenazgo, organizado
por el Fondo nacional de Las Artes, Buenos Aires, 19 al 20 de agosto de 1998.
5
La relación entre desarrollo regional y puesta en valor patrimonial ha sido desarrollada por
CARAVACA, Inmaculada et Alt. "Patrimonio cultural y desarrollo regional", en EURE, Instituto
de Estudios Urbanos, Pontifica Universidad Católica de Chile, volumen XXII, n° 66 de octubre
1996, págs. 89-99. Véase además nuestros planteamientos en
NORDENFLYCHT, José de Recuperación de una identidad fragmentada: proceso en torno a
la centralidad de lo patrimonial. Ponencia presentada en el Seminario Patrimonio Cultural y
Desarrollo Local. Hacia la definición de una Política Pública Regional, 24 de septiembre de
1997, Sala de Conferencias Cámara de Diputados, Congreso Nacional.
de proyectos en los centros de producción cultural, mejor formulados y más
documentados, casi siempre obtienen las opciones ofrecidas. Existe de este
modo una desconexión real, en donde la desinformación y la falta de
capacitación de la ingeniería social activa en las comunidades regionales
más pobres frente a estas iniciativas.
En este contexto, tanto para la producción cultural como para su
conservación, las especulaciones sobre quién es la autoridad legítima para
seleccionar lo que debe ser preservado, a partir de qué valores, en nombre
de qué intereses y de qué grupos, ponen de relieve la dimensión social y
política de la intervención sobre el patrimonio, una actividad que por la
ciudadanía y las autoridades se acostumbra a ser vista como eminentemente
técnica.
En el último tiempo asistimos a un escenario difuso en donde aparentemente
esta percepción ha cambiado, prueba de ello es que los temas relativos a la
conservación del patrimonio cultural han salido de los claustros académicos
y el ámbito técnico para entrar a la agenda pública del sector estatal, privado
y de la ciudadanía en general. Esto que podría ser visto positivamente hay
que examinarlo con atención ya que la puesta en la agenda pública muchas
veces no avanza sobre la superficialidad mediática, sumado a lo cual hay
que considerar endémicas prácticas sociales verticales, paternalistas y
asistencialistas, en donde se manejan los activos simbólicos inmateriales del
capital local y regional desde una férrea estructura centralista, lo que no es
sólo un fenómeno condicionado a su entendimiento geográfico y
administrativo, sino que más profundamente en sus connotaciones de
centralidad epistemológica, deontológica e incluso afectiva.
Aunque ya sea ampliamente reconocido que el primer paso para la
protección del patrimonio es su conocimiento, la ciudadanía no debe ser sólo
informante sino que también intérprete de ese legado, ya que no solamente
la destrucción del patrimonio es una demostración de poder, sino que
también, y de manera más compleja, la conservación selectiva que el poder
hace de un legado cultural determinado.
Decidir qué es lo que se conserva, decidir qué es lo que nos representa será
mucho más determinante que la destrucción y el olvido, de hecho la
construcción de las nacionalidades latinoamericanas desde el proyecto
histórico de sus oligarquías republicanas del siglo XIX operaba bajo esa
estrategia, la cual se intentará revertir por medio del largo proceso de
modernización y democratización de nuestras sociedades hasta el día de
hoy.
Por lo tanto, y aunque muchas veces los intereses defendidos por el tercer
sector organizado sea calificado como de “difuso” por el lenguaje jurídico, la
participación social es fundamental en los proyectos de intervención en la
preexistencia.
Esto ha quedado demostrado en nuestro contexto regional latinoamericano6
como, por citar algunos de los muchos ejemplos, el caso del Centro Histórico
de Quito, los Conjuntos de la Misiones Jesuíticas en el Oriente Boliviano o el
Centro Histórico de la ciudad de Salvador de Bahía7, todos inscritos con éxito
en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO.
El desafío de activar esta variable no es menor, de hecho mucho antes de
que la participación ciudadana demostrara su pertinencia y efectividad se
debieron despejar interrogantes iniciales como ¿para qué y para quien
recuperar?.
Estas eran viejas preguntas en el panorama europeo, de hecho desde la
primera mitad del siglo XX está era una preocupación de precursores como
Gustavo Giovannoni8, las que vienen a instalar un debate amplio y tener un
referente operativo en la Carta de Amsterdam (1975) donde comienza la
amplia circulación de la noción de rehabilitación. Ésta operación de
intervención en la preexistencia supone que los aspectos materiales del
deterioro de un bien patrimonial inmueble son síntomas de una necesidad
más importante como es la efectiva recuperación de la calidad de vida de los
habitantes, cuestión muy importante para no confundir medios con fines. Una
noción como ésta y su implementación se hacía más pertinente en los países
con tasas de desarrollo menores y que no se podían dar el lujo de dilapidar

6
Cfr. HARDOY, Jorge Enrique y Margarita GUTMAN Impacto de la urbanización en los
centros históricos de Iberoamérica, Ediciones Mapfre / PNUD UNESCO, Madrid, 1992.
7
ALMEIDA DE CASTRO, Adriana “Partipaçao social na recuperaçao do patrimonio.” En
AA.VV. Seminario Taller: Rehabilitación integral en áreas o sitios históricos latinoamericanos,
UNESCO-ORCALC, Quito, 1994.
8
GIOVANNONNI, Gustavo L’Urbanisme face aux villes anciennes, Éditions du Seuil, París,
1998.
recursos, por lo que la pregunta con respuestas más urgentes para poner en
valor el patrimonio era ¿para qué?9
Los intentos de solución de ésta pregunta fueron desplegando un amplio
debate que desde hace unos veinte años a esta parte ha ido reconociendo
en el medio regional latinoamericano que las ciudades actuales son el
resultado de la superposición de las anteriores y reflejo de los hechos
históricos que en ellas se sucedieron, sin embargo en muchas ocasiones se
ha producido una sustitución o transformación de los centros históricos en
virtud de criterios funcionales y económicos, estableciéndose entonces el
dilema entre progreso y conservación como justificación de esta política.
Esto ya no podía ser aceptable ya que se trata de bienes pertenecientes al
patrimonio histórico-cultural y no se podían aplicar criterios de rentabilidad
sobre el simple valor del mercado del suelo urbano.
La reflexión siguiente y los consecuentes proyectos de revitalización de los
centros históricos y los conjuntos rurales partió del reconocimiento de que
son únicos e irrepetibles y por ello era importante reconocer a estos por sus
características peculiares aunque tengan pocos "valores artísticos", según el
concepto académico, y que la población se identifique con ella para
mantener una parte fundamental de la historia de cada pueblo.
No es sólo una valoración monumental, son la consideración de otros
muchos valores, entre ellos, los simbólicos, culturales, y los que remiten a la
memoria colectiva de una comunidad. Pero hay más, una defensa del
modelo social al que las estructuras del patrimonio arquitectónico sirven de
marco físico, una crítica al despilfarro económico e inmobiliario que su
destrucción supone, una voluntad de mantener un fragmento urbano
irrepetible, y de conservarlo y recuperarlo como un sector más dentro de la
planificación (como un barrio, área rural) distinto y único, pero un espacio
residencial popular y vivo, controlando y regulando la entrada de otro usos
(comerciales, terciarios, directivo, entre otros).
Aunque desde el punto de vista económico, y a simple vista, en algunos
casos pueda ser financieramente efectivo que recuperar la preexistencia sea

9
GAGO LLORENTE, Vicente “La lógica económica del deterioro y la rehabilitación como política
económica urbana.” En A.A.V.V. Curso de Rehabilitación. La Teoría, Colegio Oficial de
Arquitectos de Madrid, Madrid, 1985.
más oneroso que urbanizar con arquitectura de reposición, los ciudadanos
no pueden mantener económicamente un desequilibrio entre capacidad
urbana y número de habitantes. Bajo este supuesto la reorganización de los
territorios urbanos que presentan una alta tasa de preexistencias de distintas
calidades y jerarquías se muestra como más rentable que la continuada
política expansionista con una interminable inversión en infraestructuras,
equipamientos y mantenimientos de los mismos.
De ahí que económicamente recuperar a largo plazo sea más económico,
la ciudad se mantiene con un menor costo.
Con los elementos anteriores discutidos, internalizados y difundidos entre los
técnicos, la etapa siguiente será las estrategias en que el saber deberá
interpelar al poder a partir de una práctica social, inferida de las relaciones
entre sociedad civil y Estado.
Es aquí donde la introducción de la noción de “Referencia Cultural” relativiza
el criterio del saber y pone atención sobre el papel del poder, esto es: qué
significan, cómo se apropian y cuándo constituyen acervos patrimoniales
activos de una sociedad determinada será ahora un campo de problemas de
mayor urgencia que el proceso instalado desde los sectores técnicos y
académicos del catastro, relevamiento e inventario de las manifestaciones
patrimoniales. Por cierto que en esto último todavía queda mucho por hacer
sin embargo es necesario introducir modificaciones metodológicas para una
identificación sin congelamiento, desplazando las categorías de autenticidad
por las de identidad.
En esta práctica social entre el saber y el poder creemos que la participación
ciudadana será una instancia de legitimación de las políticas del patrimonio
cultural, ya que la construcción y el fortalecimiento ciudadano así lo
demanda. En esta fase tenemos ejemplos importantes de como lo han
entendido a nivel latinoamericano países como Brasil, que en este ámbito
llevan la delantera con una Ley sobre el Patrimonio Intangible y un Grupo de
técnicos a cargo del PNPI (Programa Nacional del Patrimonio Inmaterial). 10

10
“El Programa Nacional del Patrimonio Inmaterial –PNPI, instituido por el artículo 8º del
Decreto nº 3.551 del 4 de agosto de 2000, tiene como objetivo implementar una política
específica de inventario, referencia y valorización de este patrimonio. El programa
complementa y apoya el Registro, instituido por el mismo decreto, intentando hacer viable la
adecuada instrucción de los procesos, el tratamiento y acceso a las informaciones producidas,
la promoción del patrimonio cultural d naturaleza inmaterial junto a la sociedad, y el apoyo y
En ese contexto se ha concluido recientemente que en la puesta en valor del
patrimonio intangible “la noción de “referencia cultural” presupone la
producción de informaciones y la investigación de soportes materiales para
documentarlas, pero significa algo más: un trabajo de elaboración de esos
datos, de comprensión de la resignificación de bienes y prácticas realizadas
por determinados grupos sociales, en vista de la construcción de un sistema
referencial de la cultura de aquel contexto específico.”11
Es por esto que cuando se ha insistido en ciertos sectores de los
administradores del territorio en el turismo como inductor de crecimiento,
esto es no sólo una salida fácil, sino que muchas veces es la principal
amenaza y factor de riesgo permanente ya que es precisamente en el
patrimonio intangible en donde se producen los mayores impactos, muchas
veces difíciles de medir y prever con anterioridad, creándose para mantener
la imagen inicial invocando la mal llamada “cultura para el turismo” que resta
credibilidad al producto turístico12. De hecho este es un problema que ha sido
enfrentado por atractivos culturales que en las sociedades de alto consumo
ha tenido en jaque a los grandes conjuntos monumentales inscritos en la
Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO como la Acrópolis de Atenas13.

Chiloé: un caso de acción local y reflexión universal.

Si la identidad de un lugar está estrechamente ligada a la valoración y


protección de sus caracteres ambientales, y dentro de estos los valores del
patrimonio tangible e intangible son sus caracteres más pregnantes, es un

fomento a los bienes registrados.”, en GTPI El Registro del Patrimonio Inmaterial, Ministerio
de Cultura, IPHAN, Brasilia, enero de 2002, pág. 177.
11
LONDRES, Cecilia “Referencias Culturales: Base para Nuevas Políticas de Patrimonio.” En
GTPI , Op. Cit., pág.200.
12
LEAL, María Micaela “El turismo y la sustentabilidad perdida en áreas con valor
patrimonial.”, en AA.VV. Ponencias Primer Congreso Internacional para la Conservación del
Patrimonio Cultural, Organizado por el Comité Ecuatoriano de ICOMOS, Riobamba, 9-12 de
noviembre de 1994, pág. 155.
13
ZIVAS, Dionysis “Historic Towns end Villages in Greece: Tourist Development Versus
Sustainable Development.” En AA.VV. Ciudades Históricas. Congreso Mundial de
Conservación de Patrimonio Monumental, ICOMOS, Morelia, 1999.
hecho que mientras más conocimiento hay sobre los lugares hay un cuidado
mayor de ellos.14
Lo anterior lo podemos ejemplificar revisando uno de los ejemplos en que
ese factor de identidad vehiculada por la participación local ha sido un factor
de desarrollo patrimonial, como es el caso de Chiloé, el cual es un territorio
que por sus particularidades contiene una serie de elementos y relaciones
que lo convierten en un sistema patrimonial reconocido desde un largo
tiempo a esta parte.
Aquí el patrimonio ambiental comprende los eventos geográficos y la
preexistencia cultural. Ambos dan forma a la identidad que se expresa en
una calidad de vida escogida por los habitantes de un espacio a través del
tiempo. Esta opción se materializa en un modo de ocupar el espacio y en un
modo de la valorizar los recursos naturales, como por ejemplo la papa.15
Ahora bien, si el medio ambiente urbano es todo aquello que configura un
entorno que define la calidad de vida, también lo constituyen los espacios
públicos o de uso comunitario, los ‘lugares’ que tienen significado histórico y
estético y proporcionan identidad colectiva, el ambiente de seguridad
ciudadana o la trama urbana que facilita la convivencia cívica. Todos estos
componentes de la vida urbana interesan prioritariamente a los sectores
populares que no pueden construirse “ciudades privadas”; al contrario,
construyen la ciudad de todos pero luego son excluidos de sus ventajas.
Este diagnóstico general expresado para los territorios urbanos es válido
también para los espacios definidos por una escala de “localidad menor” que
presentan una mayor fragilidad ambiental, social y patrimonial, como es el
caso de Chiloé.
Una de las características de las localidades menores es la de tener una
identidad cultural definida, aún cuando ésta no tenga la dinámica necesaria
para autosostenerse. La tendencia cultural de los centros mayores es la de la
homogenización, inducida por la gran presión que ejercen las
comunicaciones ante las cuales la cultura local va gradualmente diluyéndose
14
Como bien explica el psicólogo urbano Emilio Moyano, en MOYANO, Emilio y Mayra
LAZCANO “Identidad social urbana. Una comparación exploratoria en asentamientos de
extrema pobreza.” En revista Arquitectura y Cultura, Escuela de Arquitectura, Universidad de
Santiago,nº 1, 2001.
15
SANTANA, Roberto “La papa chilota como patrimonio cultural.” Revista LIDER, nº 5,
Universidad de Los Lagos, Osorno, 1998.
en una cultura global, en la medida que el territorio no puede internalizar la
información recibida. Esta “cultura global” actúa ejerciendo una suerte de
dominio caracterizado por la distribución de bienes estandarizados de
consumo portadores de un mayor “confort” y la transferencia de tecnologías
que se consideran más eficientes y eficaces. Esta cultura global,
evidentemente dotada de una mayor dinámica, va constituyéndose al corto
plazo en un medio ambiente más apetecible.
Debemos considerar que, aún cuando en las localidades menores
encontramos territorios deprimidos y valores culturales en estado recesivo,
en ellas vemos un factor de diversidad cultural. Intentar reactivar los valores
locales puede ser una estrategia general para intentar detener la polarización
del territorio. Esta actitud puede ser la plataforma que sustente una
renovación territorial.
Una identidad territorial definida es, en la actualidad, un producto escaso,
casi un producto no renovable, por lo tanto, la valoración de este recurso
debe constituirse en un potencial de desarrollo puesto que la identidad
cultural es lo que, en definitiva, constituye un atractivo cultural y por
extensión un potencial de desarrollo.
En el caso de Chiloé hemos visto durante las últimas décadas un creciente
proceso de integración al “sistema continental”, de una rapidez y
contundencia tal vez inédita, si se considera toda su historia desde el siglo
XVI e incluso antes. De hecho la inminente construcción de un puente que
unirá la Isla Grande de Chiloé con el continente, proyectado para los
próximos años, es otro de los indicios de este fenómeno16.
La relación del territorio con su producción cultural puede ser sometida a
variaciones violentas producto de este "acercamiento", incluso en los
ámbitos científicos en donde el establecimiento de un diálogo con una
apertura ante el otro debe superar la relación objeto-sujeto de la antropología
decimonónica. La que además de pecar de ingenuidad positivista, en el
plano epistemológico, no nos permitiría superar el umbral de lo ya visto mil
veces por los ojos del turista desprevenido.

16
Ver el inicio de un debate no concluido en los titulares "Chilotes temen perder su cultura y
sus tradiciones", en El Mercurio, 10 de noviembre de 1995.
En ese sentido un interesante proyecto de recuperación de la identidad local,
a través de la historia oral, fue desarrollado por el Obispado de Ancud desde
la década del setenta, a través de los Cuadernos de Historia, en donde se
motivó a niños en edad escolar a entrevistar a sus abuelos y mayores no
solamente para obtener información sino que también para desarrollar
conductas de pregnancia identitaria de alto valor social. Este acervo de
costumbres vernaculares producto de una larga historia es el que permitió
mantener con vigencia las condiciones de las preexistencias tangibles
materializadas en los templos, en donde serán claves figuras como la del
Patrón o el Fiscal, celebraciones populares, fiestas y un sin número de
creencias asociadas al sincretismo religioso dan cuenta de esta fortaleza del
patrimonio intangible 17.
Esta micro reseña nos muestra como en el caso de la cultura chilota lo que
constituye su valor patrimonial es la delicada relación entre los elementos del
patrimonio material e inmaterial que hoy día son saberes reconocidos por el
poder, en una práctica que ha llevado a inscribir parta de su acervo material
en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Este ejemplo nos sirve para ilustrar la conclusión basada en lo que hemos
mencionado en otras ocasiones con claridad: el patrimonio es la base del
desarrollo, a lo que habría que apostillar ahora del desarrollo local.
En su momento la puesta en valor del patrimonio tangible, que sigue siendo
el conjunto de preexistencias más evidentes, y ahora el patrimonio intangible,
reconocido éste como un activo simbólico diseminado en la sociedad, son en
su conjunto los elementos que constituyen este amplio capital de desarrollo.

El manejo de este capital debe hacerse con responsabilidad ya que el único


rédito posible es la solidaridad con las sociedades futuras, más aún en el de
carácter intangible que, por el momento, es más irreductible a la lógica de la
propiedad y el mercado, por lo que una práctica social inducida como
referente de esta relación entre el saber y el poder a través de los Cabildos
Culturales tiene la oportunidad de ser un mecanismo de transferencia en

17
NORDENFLYCHT, José de “Impacto del Patrimonio Intangible en la Estrategia de
Desarrollo del Patrimonio Cultural en Chile.” Ponencia presentada al Seminario Internacional
Patrimonio Intangible: Hombre, Tierra y Patrimonio, organizado por el Comité Brasileño del
Consejo Internacional de Monumentos y Sitios ICOMOS-BRASIL, Salvador de Bahía, 25 al 30
de abril de 2002.
donde todos los actores pueden interrogar al saber y al poder, primer paso
para la puesta en valor de sus patrimonios locales.

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