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Para redactar el guión de la entrevista a Artigas:

Preguntas posibles:

Vuestra Excelencia, José Gervasio Artigas, Protector de la Unión de los Pueblos Libres:

- ¿Por qué ha decidido no enviar diputados al Congreso de Tucumán?

Cuando se produjo la convocatoria al Congreso, José Artigas convocó a su vez a un


Congreso de los Pueblos Libres para discutir con su gente democráticamente los mandatos
que llevarían los diputados a Tucumán. El Congreso se reunió en Concepción del Uruguay,
provincia de Entre Ríos, el 29 de junio de 1815. Allí estaban los delegados de la Banda
Oriental, Corrientes, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos y Misiones. Sus primeros actos fueron
jurar la independencia de España, izar la bandera tricolor –celeste y blanca con una franja
diagonal roja- y enviar una delegación a Buenos Aires para concretar la unidad.

Artigas proclamaba su “Reglamento Oriental para el fomento de la campaña”, que


establecía la expropiación de tierras a “emigrados, malos europeos y peores americanos” y
su reparto entre los desposeídos del país para “fomentar con brazos útiles la población de la
campaña”. Esto puso muy nerviosas a las autoridades de Buenos Aires, que preparaban
secretamente una invasión sobre Santa Fe mientras recibían a los delegados artiguistas. Se
montó un show tendiente a la distracción de los representantes del caudillo oriental en el
que se le reconocían cargos y honores y se le rogaba que participara del Congreso. Cuando
las dilaciones se hicieron injustificables y ante el peligro de que los delegados se enteraran
y revelaran a su jefe la noticia de la inminente invasión de una de las provincias integrante
de la Liga de los Pueblos Libres, el director Álvarez Thomas decidió secuestrarlos, como lo
admitirá en una carta a Artigas, comunicándole la invasión: “He enviado fuerzas a Santa Fe
con las instrucciones que manifiestan las proclamas que incluyo. Los diputados de Vuestra
Excelencia han padecido alguna detención en su despacho porque, hallándose informados
de la indicada medida, temí precipitasen a Vuestra Excelencia para oponerse a que se
realizase con el sosiego que conviene a todos”.

. La invasión a Santa Fe, como señala José Luis Busaniche, implicaba que la oligarquía
brillante y gloriosa de Buenos Aires había resuelto fijar el límite Este del nuevo Estado en
el Río Paraná, preservando la provincia de Santa Fe con su puerto y su Aduana y
procurando desde entonces o bien la independencia de la zona controlada por Artigas o la
entrega a Portugal de aquellos territorios. Lo importante era hacer desaparecer a Artigas,
sus gauchos y su proyecto revolucionario. Las ciudades de Rosario y Santa Fe fueron
arrasadas entre el 25 y el 30 de agosto de 1815 por las tropas dirigidas por Viamonte, quien
colocó al frente de la gobernación a Juan Francisco Tarragona, un títere de los intereses
porteños. Pero el ejército popular artiguista terminaría en pocos meses con esta farsa
recuperando el poder para el Protector de los Pueblos Libres, quien después de todos
estos hechos y comprobando que el Congreso de Tucumán sería dominado por los
porteños directoriales, tras consultar con los delegados de las diferentes regiones,
decidió, entonces sí, no enviar diputados al famoso Congreso.

¿En qué aspectos usted está en desacuerdo con la política ecónomica y social de Buenos
Aires?

Diferenciándose del liberalismo económico desenfrenado, Artigas promulgó el 9 de


septiembre de 1815 un Reglamento de Comercio que establecía: “Que todos los impuestos
que se impongan a las introducciones extranjeras, serán iguales en todas las Provincias
Unidas, debiendo ser recargadas todas aquellas que perjudiquen nuestras artes o fábricas, a
fin de dar fomento a la industria de nuestro territorio”.

¿Cree que los terratenientes de Buenos Aires le temen?

El reparto de tierras y ganado entre los sectores desposeídos concretado por Artigas en la
Banda Oriental, bien podía trasladarse a la otra margen del Plata y poner en juego la base
de su poder económico.

¿Cuál es su política con los indígenas?

Artigas logró que el Cabildo de Corrientes le otorgara tierras a los indígenas en estos
términos: “Es preciso que a los Indios se trate con más consideración pues no es dable
cuando sostenemos nuestros derechos excluirlos del que justamente le corresponde. Su
ignorancia e incivilización no es un delito reprensible. Ellos deben ser condolidos más bien
de esta desgracia, pues no ignora V.S. quien ha sido su causante, ¿y nosotros habremos de
perpetuarla? ¿Y nos preciaremos de patriotas siendo indiferentes a ese mal? Por lo mismo
es preciso que los magistrados velen por atraerlos, persuadirlos y convencerlos y que con
obras mejor que con palabras acrediten su compasión y amor filial”.

FRASE PARA CERRAR

"Es preciso borrar esos excesos de despotismo. Todo hombre es igual en presencia de
la ley. Sus virtudes o delitos los hacen amigables u odiosos. Olvidemos esa maldita
costumbre de que los engrandecimientos nacen de la cuna."
Martín Miguel de Güemes, el líder de la guerra gaucha que frenó el avance español con sus
tácticas guerrilleras, nació en Salta el 8 de febrero de 1785. Estudió en Buenos Aires, en el
Real Colegio de San Carlos. A los catorce años ingresó a la carrera militar y participó en la
defensa de Buenos Aires durante las invasiones inglesas como edecán de Santiago de
Liniers.

Tras la Revolución de Mayo, se incorporó al ejército patriota destinado al Alto Perú y


formó parte de las tropas victoriosas en Suipacha. Regresó a Buenos Aires y colaboró en el
sitio de Montevideo. Pero Güemes no olvidaba su Salta natal, a la que volverá
definitivamente en 1815. Gracias a su experiencia militar, pudo ponerse al frente de la
resistencia a los realistas, organizando al pueblo de Salta y militarizando la provincia. El 15
de mayo de 1815 fue electo como gobernador de su provincia, cargo que ejercerá hasta
1820.

A fines de noviembre de 1815, tras ser derrotado en Sipe Sipe, Rondeau intentó quitarle
500 fusiles a los gauchos salteños. Güemes se negó terminantemente a desarmar a su
provincia. El conflicto llegó a oídos del Director Supremo Álvarez Thomas quien decidió
enviar una expedición al mando del coronel Domingo French para mediar en el conflicto y
socorrer a las tropas varadas en el norte salteño a cargo de Rondeau, quién parecía más
preocupado por escarmentar a Güemes y evitar el surgimiento de un nuevo Artigas en el
Norte que por aunar fuerzas y preparar la resistencia frente al inminente avance español.
Finalmente, el 22 de marzo de 1816 se llegó a un acuerdo: Salta seguiría con sus métodos
de guerra gaucha bajo la conducción de Güemes y brindaría auxilio a las tropas enviadas
desde Buenos Aires.

Dos días después, iniciaba sus sesiones el Congreso de Tucumán que designó Director
Supremo a Juan Martín de Pueyrredón. El nuevo jefe del ejecutivo viajó a Salta ante las
críticas y sospechas de muchos porteños, que dudaban de la capacidad militar de Güemes y
sus gauchos. Pueyrredón quedó tan conforme que ordenó que el ejército del Norte se
retirara hasta Tucumán y ascendió al caudillo salteño al grado de coronel mayor.

San Martín apoyó la decisión de Pueyrredón y confirmó los valores militares y el carisma
de Güemes y le confió la custodia de la frontera Norte. Dirá San Martín: “Los gauchos de
Salta solos están haciendo al enemigo una guerra de recursos tan terrible que lo han
obligado a desprenderse de una división con el solo objeto de extraer mulas y ganado“.

A principios de 1817, Güemes fue informado sobre los planes del Mariscal de la Serna de
realizar una gran invasión sobre Salta. Se trataba de una fuerza de 3.500 hombres integrada
por los batallones Gerona, Húsares de Fernando VII y Dragones de la Unión. Eran
veteranos vencedores de Napoleón. Güemes puso a la provincia en pie de guerra. Organizó
un verdadero ejército popular en partidas de no más de veinte hombres.
El 1º de marzo de 1817, Güemes logró recuperar Humahuaca y se dispuso a esperar la
invasión. Los realistas acamparon en las cercanías. Habían recibido refuerzos y ya sumaban
5.400. La estrategia de Güemes será una aparente retirada con tierra arrasada, pero con un
permanente hostigamiento al enemigo con tácticas guerrilleras. En estas condiciones las
fuerzas de La Serna llegaron a Salta el 16 de abril de 1817. El boicot de la población
salteña fue absoluto y las tropas sufrieron permanentes ataques relámpago.

En marzo de 1819, se produjo una nueva invasión realista. Güemes se preparaba


nuevamente a resistir. Sabía que no podía contar con el apoyo porteño: su viejo rival José
Rondeau era el nuevo Director Supremo de las Provincias Unidas. La prioridad de Rondeau
no era la guerra por la independencia sino terminar con el modelo artiguista en la Banda
Oriental, que proponía federalismo y reparto de tierras. El nuevo director llegó a ordenarle
a San Martín abandonar su campaña libertadora hacia el Perú y regresar a Buenos Aires con
su ejército para reprimir a los federales. San Martín desobedeció y aclaró que nunca
desenvainaría su espada para reprimir a sus compatriotas.

El año 1821, fue sumamente duro para Güemes porque a la amenaza de un nuevo ataque
español se sumaron los problemas derivados de la guerra civil. Güemes debía atender dos
frentes militares: al Norte, los españoles; al Sur, el gobernador de Tucumán Bernabé Aráoz
que, aliado a los terratenientes salteños, hostigaba permanentemente a Güemes, quién sería
derrotado el 3 de abril de 1821. El Cabildo de Salta, dominado por los sectores
conservadores, aprovechó la ocasión para deponer a Güemes de su cargo de gobernador.
Pero a fines de mayo Güemes irrumpió en la ciudad con sus gauchos y recuperó el poder.
Todos esperaban graves represalias, pero éstas se limitaron a aumentar los empréstitos
forzosos a sus adversarios.

Estas divisiones internas debilitaron el poder de Güemes y facilitaron la penetración


española en territorio norteño. Los sectores poderosos de Salta no dudaron en ofrecer su
colaboración al enemigo para eliminar a Güemes. El coronel salteño a las órdenes del
ejército español José María Valdés, alias “Barbarucho”, buen conocedor del terreno, avanzó
con sus hombres y ocupó Salta el 7 de junio de 1821. Valdés contó con el apoyo de los
terratenientes salteños, a los que les garantizó el respeto a sus propiedades.

Güemes estaba refugiado en casa de su hermana Magdalena Güemes de Tejada,


“Macacha”. Al escuchar unos disparos, decidió escapar a caballo pero, en la huída, recibió
un balazo en la espalda. Llegó gravemente herido a su campamento de Chamical con la
intención de preparar la novena defensa de Salta. Reunió a sus oficiales y les transfirió el
mando y dio las últimas indicaciones. Murió el 17 de junio de 1821 en la Cañada de la
Horqueta. El pueblo salteño concurrió en masa a su entierro en la Capilla de Chamical y el
22 de julio le brindó el mejor homenaje al jefe de la guerra gaucha: liderados por el coronel
José Antonio Fernández Cornejo, los gauchos de Güemes derrotaron a “Barbarucho”
Valdés y expulsaron para siempre a los españoles de Salta.
doña Juana Azurduy, comandaban tropas en las vanguardias de las fuerzas patriotas. Esta
maravillosa mujer había nacido en Chuquisaca el 12 de junio de 1780, Juana era lo que se
dice una revolucionaria de la primera hora. Participó con Padilla en la revoluciones de
Chuquisaca y La Paz en 1809, y un año después alojó en su casa a Juan José Castelli, uno
de los comandantes de las tropas patriotas que iba a cumplir su sueño de hacer la revolución
en el Alto Perú. Juana colaboró hasta con lo que no tenía para abastecer a las tropas
libertadoras que venían desde Buenos Aires.

Tras la derrota de Huaqui los realistas lograron rodear su casa en la que resistió como pudo
junto a sus hijos, hasta que Padilla en una acción absolutamente temeraria logró liberar a su
familia. Juana ayudó a crear una milicia de más de 10.000 aborígenes y comandó varios de
sus escuadrones. Libró más de treinta combates, siempre a la vanguardia, haciendo uso de
un coraje desmedido que se fue haciendo famoso entre las filas enemigas a las que les había
arrebatado personalmente más de una bandera y cientos de armas. Su accionar imparable
permitió recobrar del dominio español las ciudades de Arequipa, Puno, Cuzco y La Paz.

Juana lo fue perdiendo todo, su casa, su tierra y cuatro de sus cinco hijos, Manuel, Mariano,
Juliana y Mercedes, en medio de la lucha. No tenía nada más que su dignidad, su coraje y la
firme voluntad revolucionaria. Por eso, cuando los Padilla estaban en la más absoluta
miseria y un jefe español intentó sobornar a su marido, Juana le contestó enfurecida: “La
propuesta de dinero y otros intereses sólo debería hacerse a los infames que pelean por
mantener la esclavitud, más no a los que defendían su dulce libertad, como él lo haría a
sangre y fuego”.

El 3 de marzo de 1816 Padilla y Juana atacaron al general español La Hera cerca de Villar;
allí Juana al frente de treinta jinetes, entre ellos varias amazonas, logró detener a los
realistas, quitarles el estandarte, recuperar fusiles y cubrir la retirada de su compañero.

Juana fue una estrecha colaboradora de Güemes y por su coraje fue investida con el grado
de teniente coronel de una división explícita llamada “Decididos del Perú”, con derecho al
uso de uniforme, según un decreto firmado por el director supremo Pueyrredón el 13 de
agosto de 1816 y que hizo efectivo el general Belgrano, quien debía entregarle el sable
correspondiente, pero prefirió brindarle el suyo, el que lo había acompañado en Salta y
Tucumán y durante el heroico éxodo jujeño.

Tres meses después, en el combate de Villar fue herida por los realistas. Su marido acudió
en su rescate y logró liberarla, pero a costa de ser herido de muerte. Era el 14
de septiembre de 1816. Juana se quedaba sin su compañero y el Alto Perú sin uno de sus
jefes más valientes y brillantes. Juana murió en la soledad, el olvido y la pobreza,
paradójicamente en una casa en la calle “España” en un humilde barrio de Chuquisaca, el
25 de mayo de 1862.

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