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JUSTIFICACION

Son varias las justificaciones y motivaciones para intentar comprender los estados de

sostenibilidad o insostenibilidad de la economía campesina:

Se resalta la continuidad histórica y la enorme plasticidad social del campesinado (SevillaGuzmán

& López, Agroecología y campesinado: reflexiones teóricas sobre las ciencias agrarias

ante la crisis ecológica, 1994), incluso en formas de dominación política y económica tan

dispares como las del feudalismo, el despotismo oriental, el absolutismo o el capitalismo

(Sevilla-Guzmán & Pérez, Para una definición sociológica del campesinado, 1976), cuyo debate

surgió de la constatación de que no había desaparecido a pesar de las teorías proféticas de los

clásicos del pensamiento social agrario y de los sectores académicos más liberales (SevillaGuzmán

& Gonzalez, Sobre la evolución del concepto de campesinado en el pensamiento

socialista: una aportación para Vía Campesina., 2004). De hecho el campesinado resiste,

subsiste y se recrea, aún en los albores del siglo XXI y en plena ebullición industrial y urbana

(Pérez-Vitoria, 2005).

A pesar de las grandes tasas de urbanización, el número de los que trabajan en la agricultura y

dependen de ella han seguido constantes en décadas recientes (Ploeg, Nuevos campesinos.

Campesinos e imperios alimentarios., 2008).

Una simple mirada histórica, desde las revoluciones políticas y tecnológicas europeas del siglo

XVIII–XIX hasta la revolución verde y los transgénicos, demuestra que existe una voluntad de

eliminación de la clase campesina y su forma de vida (Gallar, 2013).

Para el caso colombiano, con pequeños productores y dentro de ellos con agricultores

familiares, Forero et al (2013) coinciden en resaltar su persistencia a pesar de condiciones

extremadamente hostiles.

Ya no en terminos de la persistencia en sí del campesinado, sino de la conveniencia de su

persistencia, destaca:

La producción campesina agroecológica es poseedora de elementos de solución para

determinados aspectos de la crisis ecológica debido a que los mecanismos de adaptación

cultural que históricamente ha generado la producción campesina en sus formas de adaptación

simbiótica a los ecosistemas, poseen una lógica que mantiene la renovabilidad natural y
permitirían corregir la crisis ambiental y generar justicia social (Sevilla-Guzmán & López,

Agroecología y campesinado: reflexiones teóricas sobre las ciencias agrarias ante la crisis

ecológica, 1994).

La permanencia y reproducción de las comunidades rurales es un derecho relacionado a la

identidad y autonomía de los grupos humanos. Los agricultores familiares y campesinos apoyan

la generación de empleo en Colombia, aportan un poco más de la mitad de la producción

agrícola, el 80% del café y una tercera parte de la producción pecuaria y además pueden

generar suficientes ingresos para salir de la pobreza (Forero, et al., 2013).

La economía campesina sigue siendo de gran importancia en la producción agropecuaria en

Colombia. En 2008 los cultivos campesinos participaron del 75,9% del área y el 66,3% del

volumen de la producción, mientras los capitalistas participaron del 24,1% y el 33,7%

respectivamente (PNUD, Colombia rural. Razones para la esperanza. Informe Nacional de

Desarrollo 2011). Aunque estudios de otros autores reportan datos disímiles ( (Forero J. , 1999),

(Kalmanovitz & López, 2006), (Garay, Barberi, & Cardona, 2010)), en todos el campesinado

subsiste y participa del sistema agroalimentario en grados importantes.

La economía campesina es un importante generador de empleo. Garay, Barberi y Cardona

(2010) calcularon para 2005 un total de 1,8 millones de personas como trabajadores

independientes o por cuenta propia ocupados en la rama agropecuaria, que con un promedio

de cuatro personas por hogar representaría algo más de 7,1 millones de personas beneficiadas,

por lo que el campesinado estaría conformado por algo más del 64,6% de la población rural

registrada por el censo de población de 2005, aunque este valor deja por fuera a los aparceros,

arrendatarios o personas con conflictos de tenencia de tierras. En total, el empleo agropecuario

en 2008 fue de 4,6 millones de personas (Delgado, 2010).

Ploeg (2007) considera que el abandono de la agricultura campesina, el proyecto neoliberal y el

fortalecimiento de los imperios alimentarios explican la emergencia y persistencia de la tercera

gran crisis mundial agraria, caracterizada por amplias fluctuaciones en los precios de los

alimentos para productores y consumidores, con periodos de escasez y abundancia, en

contraste con grandes crecimientos de la industria del procesamiento (Ploeg, The third agrarian

crisis and the re-emergence of processes of repeasantization, 2007).


En términos generales, es de gran interés la racionalidad económica, ecológica, social, cultural y

política del campesinado, las cuales no solo han permitido su pervivencia, sino que además

permitirían afrontar la crisis de sostenibilidad, en lugar de continuar en el camino actual que

solo la acentúa. Estas características claves de la racionalidad campesina que le han otorgado

sostenibilidad, son de particular interés en un proceso como Mercados Campesinos, pues dados

sus logros en cobertura, participación, unidad, visibilización, ventas, continuidad e incidencia

política, entre otros aspectos, requiere fortalecerse para que continúe, se amplíe aún más y

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