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Palacio 1914 1930:

-La primera guerra mundial y sus efectos: La restricción monetaria en Europa redundo en una salida neta
de capitales en su origen de Latinoamérica, tanto como la suspensión de la exportación de capitales, como
por medio del rembolso de intereses y amortizaciones. Afecto a los países que, como la argentina, dependía
fuertemente de inyecciones constantes de capital externo para mantener equilibrada su balanza de pagos.
La caída de los precios mundiales de los cereales y la carne y l amala cosecha de 1913-1914 la argentina, hace
descender drásticamente los ingresos por las exportaciones profundizando aún más la crítica situación de
la balanza de pagos del país.

Estas dos circunstancias combinadas (la crisis del financiamiento externo y del comercio exterior)
generaron un importante drenaje de metales del país que, dado el patrón oro vigente, se tradujo en una
contracción monetaria y en una aguda crisis de liquidez. El dislocamiento consiguiente del sistema bancario
crediticio provoco la paralización del comercio y numerosas quiebras de empresas.

En la argentina cae, en 1914, el producto en bruto en un 10 %, el comercio exterior en un más de un 20% y


la inversión externa en más de un 30% respecto del año de 1903.

El déficit comercial se soluciona a poco de andar, de la mano de una recuperación de las exportaciones y de
una drástica caída en las importaciones, que van a generar importante superávit comercial durante la
guerra.

Las exportaciones crecen a partir de 1917, gracias a la demanda de guerra que favorecía a las carnes
congeladas y en conserva en detrimento de los cereales. Entre 1914-1918 baja la producción de trigo, de
maíz y trigo, mientras que las carnes crecieron en el mismo periodo. El volumen de las importaciones
aumento en tres 1913 a 1918. Esta violenta distribución de las importaciones poseía efectos positivos para
la balanza comercial argentina y tenía otro negativo para el intercambio a partir de 1915.

La guerra tuvo un efecto proteccionista para la industria para en toda latino América, dada la protección
natural que genero el aumento de precio de las importaciones provenientes de Europa.

En argentina la industria podría exhibir uno de los desarrollos mayores de latino América y una
considerable capacidad instalada. Creció el capital patrimonial de la industria y el valor de la producción.
La recesión de la guerra había provocado una ciada del salario real y una creciente desocupación afectando
el consumo. Crecieron las industrias que transformaban materias primas nacionales, así como los talleres
de reparación de máquina y herramientas. La disminución de las importaciones tuvo un impacto negativo
sobre las arcas fiscales.

El gran endeudamiento que utilizaron para solucionar la crisis financiera del estado, genero una reducción
del gasto público en las obras y el empleo público y paralizo la construcción privada, la quiebra de empresas
generando niveles de desocupación.

-El largo plazo: Para 1913 la mayoría de los países latinoamericanos ya importaba más de estados unidos
que de gran Bretaña. Las inversiones de origen norteamericano se destinaron a financiar obras públicas o
producción interna.

El segundo proceso a largo plazo que afecta es una creciente sobreoferta de productos primarios que a su
vez generaba una inestabilidad estructural de los mercados de esos productos. Respondía tantos cambios
en la oferta como en la demanda de alimentos y materias primas a nivel mundial. Desde la oferta, la
modernización y el cambio tecnológico había redundado en una mayor productividad de los sectores
agropecuarios, mineros y extractivos en general, a lo que había sumado una expansión constante de la
producción agrícola en los países nuevos para provocar un importante aumento de la oferta global. Esto se
agrava que la utilización de la tecnología más capital-intensivas le imponía a la oferta esos productos,
quitándole versatilidad en el corto plazo. Desde la demanda, las cosas no ayudaban, por las muertes que
provoco la guerra mientras que los aumentos de los niveles de ingresos hacia declinar proporcionalmente
la demanda de alimentos.
En Latinoamérica debían afrontar una difícil competencia con los productos más baratos provenientes de
países como la Argentina. Esto va a redundar en una inclinación a un mayor proteccionismo tanto en EEUU
como en Europa y en un gradual estrechamientos de los mercados para Latinoamérica en general y para la
Argentina en particular.

Los aranceles y controles que se habían impuesto durante la guerra como disposiciones supuestamente
temporarias iba a tener una vida más larga que la conflagración mundial y siguieron vigentes por unos años
más, trabando el libre intercambio de bienes en el mercado mundial.

El desorden monetario que siguió a la guerra y las depreciaciones, obstaculizaron el comercio internacional
y dieron lugar a represarías comerciales entre los países.

-Los años veinte: En la economía mundial los primeros años de la década del veinte se caracterizaran por
una trabajosa vuelta al equilibrio de antes de la guerra. La economía de Europa había quedado sentida con
la contienda y fuertemente endeudada, especialmente con los EEUU. Llevo a varios países europeos a
refinanciar la construcción de sus economías por medio del endeudamiento interno y la inflación. Gran
Bretaña adopta para reconstruir su economía en aferrarse al patrón oro hasta recuperar la paridad existente
antes de la guerra. Significo que aplicar altas tasas de interés para atraer metálicos hacia el país y de esa
manera alcanzar la deseada valorización de la libra, cosa que va a lograr recién en 1925.

La valorización de la libra afectaba directamente la competitividad de las importaciones inglesas que ya


estaban bastante golpeadas por la competencia de otros países, en especial EEUU. Tenía consecuencias
serias para aquellos países cuyos mercados estaban de alguna manera atados a Gran Bretaña, como en el
caso de Argentina, en especial en algunos rubros de importación que por convenios de exclusividad o por
la acción de lobbies muy efectivos resultaban mercados cautivos para las exportaciones británicas.

En Argentina con la paz vuelve la prosperidad. Las inversiones retornan decididamente al país, los precios
se recuperan, se normaliza el comercio y las áreas públicas encuentran la estabilidad. Lo que mejor define
a los años veinte en la economía Argentina es la inestabilidad del ciclo económico y una gran volatilidad en
los precios. Las cifras de inmigración neta vuelven a revertirse y los salarios reales se recuperan
ampliamente.

El gasto publico vuelve a aumentar pasando del 8,5% al 13% del PBI entre 1920 y 1929, con el consiguiente
efecto expansivo sobre la demanda interna. El crecimiento de la Argentina tampoco es despreciable.
Durante los años veinte, el país crece más que los EEUU, Canadá o Australia.

-Comercio exterior e inversiones: El principal motor fue la recuperación del comercio exterior. Las
exportaciones mostraban en el periodo uno de los mayores índices del crecimiento del mundo. El 95% de
estas eran productos agropecuarios, mientras que el 85% tenía de destino a Europa occidental (gran
Bretaña). El incremento de las importaciones proveniente de los estados unidos es constante mientras las
exportaciones se incrementan muy modestamente. Los ingleses mantuvieron y aumentaron su
participación en las importaciones de carbón y material ferroviario.

la argentina satisfacía gran parte de sus necesidades de productos manufacturados importados con
productos británicos. El eje de alrededor del cual giraba toda la relación estaba del lado de argentino en el
sector granadero y en el lado británico en el sector ferrocarrilero.

Se surge un triángulo comercial y de transacciones de capital entre gran Bretaña, argentina y los estados
unidos, que funcionaba de la siguiente manera, del lado del comercio exterior, la argentina tenia excedentes
comerciales con gran Bretaña. En la década de 1920, los productos industriales británicos son desplazados
por los más competitivos de los estados unidos. hacia 1925, ese país paso a ser el primer proveedor de
argentina, siendo los principales rubros los automotores y productos complementarios como neumáticos,
y derivados del petróleo.

La industria norteamericana se aseguraba la demanda de insumos y productos semiterminados para sus


empresas automotrices, farmacéuticas, de cemento o petróleo, superando las trabas aduaneras. El balance
de pagos argentino con Inglaterra de deficitario, debido a las importantes remesas del capital británico en
la argentina, mientras que la balanza con estados unidos era positiva, dado el constante flujo de inversiones.

Con la guerra mundial, la corriente de capital británico con argentina se había interrumpido y luego de ella
se transforma en negativa, ya que las empresas británicas no vuelven a hacer aportes de capital, pasando
las remesas a superar a las inversiones.

Gran Bretaña intento preservar los privilegios comerciales que tenía en su dominio y zona de influencia, a
través de tratados especiales y negociaciones específicas. En la argentina, los intereses británicos intentaron
restablecer el bilateralismo contando con el apoyo del sector más poderoso de los ganaderos argentinos, los
invernadores dedicados a la producción del chilled. En 1926 se agudizan las limitaciones de los países
norteamericanos para los productos agropecuarios argentinos cuando se decreta la prohibición de importar
las carnes argentinas.

A cambio de poder seguir ubicando su producto en el mercado de Londres, los invernadores prometían
ayudar a los intereses británicos para presionar al gobierno argentino para lograr un tratamiento
preferencial (insumo para ferrocarriles y textiles).

La campaña de Robertson apuntaba al revertir la balanza comercial desfavorable que tenía gran Bretaña
con la argentina basada en la idea de que a la economía argentina le convenía comprar a quienes a su vez
podían comprar sus productos. Se firma en 1929 el convenio de comercio y créditos recíprocos entre gran
Bretaña y argentina (Tratado D´abernon) que decía que la argentina se comprometía comprar material
ferroviario metálico para el sistema estatal mientras que gran Bretaña solo prometía preocuparse en que
las empresas británicas compraran una cantidad equivalentes de productos argentinos.

-El sector agropecuario: La producción agrícola retoma la preminencia que había perdido durante la
contienda, mientras que la carne enfriada (chilled) termina de imponerse definitivamente como principal
producto de exportación.

Durante la contienda el aumento en el precio de las carnes, las ventajas relativas que tenían para los
embarques internacionales y la inversión del signo en el saldo migratorio había favorecido a la ganadería
por sobre los cultivos. Entre 1918 y 1930, las áreas sembradas retoman su ritmo ascendente, de la mano de
los cereales y el lino, y a expensas de la alfalfa que retrocede.

Los precios de la carne se derrumbaron al acomodarse a la demanda de tiempos de paz y como reacción a
la evidencia de un mercado más reducido por los efectos del creciente proteccionismo agrícola de Europa.

Tanto la ganadería como la agricultura los habituales ciclos de alzas y bajas se hacen especialmente agudos
y frecuentes, destacándose entre ellos la larga tendencia declinante en los precios del trigo hasta 1925.

El chilled se consolida luego de la interrupción de la guerra. El ascenso vertiginoso del enfriado, solo tolera
un mes y medio en las cámaras antes de perder sus condiciones óptimas de frescura. Con el advenimiento
de la paz, el chilled desplaza definitivamente la carne congelada como principal producto ganadero de
exportación entre 1919 y 1924. Hay división entre los ganaderos como dos grupos antagónicos. Estaba el de
los criadores dedicados exclusivamente a la producción de ganado semiterminado, que debía ser engordado
antes de su venta en el mercado. El otro, los invernadores, que compraban el producto a los primeros para
luego engordarlos, venderlos a los frigoríficos para su faena y exportación. Los criadores dependían
vitalmente de las compras de los invernadores. Además de ser dueños de las mejores tierras de la Región
Pampeana tenían menos inversiones fijas, en momentos de crisis de los precios de la carne, estos ganaderos
podían optar por no comprar ganado a los criadores haciendo recaer todo el peso de la crisis en los criadores.

La cría e invernada fueron muy frecuentes en la región pampeana y gozaban de la más apta versatilidad
económica. Una considerable cantidad de capital para invertir, se necesita de muy buenas tierras dentro de
la Región Pampeana.
La Región Pampeana asiste en la década del veinte a la consolidación definitiva de la estancia mixta, que
combinaba la cría y engorde de ganado con la producción agrícola, con el propósito de evitar riesgos y
responder eficazmente a las variaciones del mercado. La consolidación de la estancia mixta se caracteriza
como la alta volatilidad en los precios y el fin de la expansión horizontal de la producción. Exigía que
cualquier nuevo avance de la producción debía depender ahora de un aumento de la productividad a través
de una mejor y más eficiente asignación de recursos dentro de la empresa agropecuaria. La lógica
productiva detrás de la estancia mixta era un punto de llegada en la Región Pampeana. Se lograba
combinando un mix productivo altamente diversificado con el mantenimiento de una baja dotación de
capital fijo, para dar a la empresa la suficiente versatilidad que le permitiera operar en situaciones de
mercados tan cambiantes. La mejor expresión de las estrategias productivas elaboradas con estos criterios
fue la estancia mixta.

La clave para que estos desplazamientos entre una y otra actividad se produjeran con la rapidez que los
cambios en el mercado exigían, era una generosa cantidad de buena tierra en la empresa, una baja dotación
de capital fijo y un número variable de arrendatarios, que se encargaban de la producción agrícola.

Cerca del 70% de las 40 mil nuevas empresas agropecuarias que surgen en la provincia de Buenos Aires
entre 1914 y 1937 corresponden a la categoría mixta.

La consolidación de la estancia mixta era una buena noticia para los estancieros pampeanos, no lo fue tanto
para los pequeños y medianos chacareros agricultores especialmente para aquellos encargados de la
producción agrícola dentro de esas estancias. Implicaba desplazamientos periódicos de los arrendatarios,
lo que suponía un sistema de tenencia de la tierra particularmente precario. La inestabilidad y precariedad
de la tenencia de la tierra en manos de los agricultores residía en el éxito de la estrategia diversificadora de
toda la empresa. La forma en que la empresa provoca esa inestabilidad era a través del mantenimiento de
un buen número de arrendatarios. La empresa podía redefinir la extensión de la actividad agrícola en el
corto plazo y en el caso de querer ampliarla encontraba en esos agricultores residentes sin tierra una
permanente predisposición a sembrar más predios para complementar su ingreso. Estos arrendatarios y su
familia representaban para la estancia una importante reserva de mano de obra. El número de arrendatarios
crece enormemente en los años 1914 a 1937, fenómenos especialmente notables en las regiones ganaderas.

Esta estructura agraria era la cara visible no solo de las estrategias productivas, sino también de complejos
negocios inmobiliarios. Junto a los terratenientes más productivos, una buena parte de los propietarios de
la región pampeana eran simple rentistas.

Los contratos, si existían, eran verbales, había anuales, bianuales y mucho más frecuentes sin termino.

Las leyes nacionales de arrendamiento de 1921 a 1932 no solucionaron estos problemas. Pretendía atacar
el mal de la inestabilidad de nuestros agricultores en dos frentes: la duración de los contratos y la protección
de los más pequeños. Así los alcances de la ley llegaban solo a los arrendatarios de promedio de menos de
300 hectáreas y para ellos establecía un plazo mínimo y obligatorio de 4 años. La ley no obligaba de forma
explícita a firmar contratos por escrito, la práctica del arriendo verbal, con todas las ventajas que su
ambigüedad e intangibilidad tenían para los locadores, se hizo más extensiva. La otra ley, del año 1932,
quiso subsanar los defectos del anterior: esta vez, se legislaba para todos los predios rurales arrendados
estipulando un periodo mínimo de arriendo de cinco años y se obligaba a celebrar los contratos por escrito
ante escribano o en el juzgado de paz de cada partido. Al no existir eficaces medios de controles estatal en
las alejadas áreas rurales los contratos siguieron haciéndose verbalmente.

Además de ser todavía más inestable la tenencia para el creciente número que arrendaba, el fin de la
frontera agrícola hizo más difícil el acceso de la propiedad de la tierra, que siendo más escasa había
aumentado su precio. Un efecto positivo del fin de la frontera fue el aumento de la productividad de la mano
de un importante proceso de mecanización.
Al chacarero arrendatario, que imitaba a los grandes invernadores y terratenientes, no le intereso el capital
fijo y tuvo una marcada aversión al riesgo y a la inversión de maquinaria y al endeudamiento. El chacarero
arrendatario persiguió la obtención de una rápida ganancia.

Más allá de las pampas: fuera de la región pampeana, los años veinte tuvieron una dinámica más
homogénea. los cultivos industriales requirieren cierta transformación técnica antes de ser destinados al
consumo, como es el caso de la azúcar y el vino.

El azúcar de salta, Jujuy y Tucumán, los vinos cuyanos, las frutas del valle de rio negro, el algodón del chaco
y la yerba mate de misiones basan su crecimiento en el incentivo de una demanda interna en expansión, en
activas políticas nacionales en el exterior de protección y en políticas de colonización por parte del estado.

La zona de Mendoza, san juan y rio negro contaba con 43 mil hectáreas de viñas, que con ayuda de la
inmigración y la corporación de técnicas europeas se transformaron en 124 mil hectáreas. La uva comienza
a imponerse en el mercado interno en la década de 1920.

En la zona noroeste Tucumán, salta y Jujuy la producción de azúcar para el mercado interno se había
desarrollado desde la década de 1880 gracias a la muy efectiva protección del estado nacional, por medio
de elevadas tarifas al azúcar importado y de generosos créditos de los bancos oficiales.

Los grandes ingenios de Jujuy y salta consistía en solidos complejos de plantación y fabrica, que producían
su propia caña tierra de su propiedad mientras que en Tucumán era un importante sector de cultivadores
independiente el que proveía buena parte de la caña a los ingenios.

El caso del algodón del chaco es algo distinto. La situación de las plantaciones a principios del siglo era
estacionaria y su producción muy incipiente. Durante los años de la guerra las hectáreas sembradas crecen
considerablemente. Este era el resultado de la pacificación de territorio (dominación y expropiación de los
indígenas que posibilito el asentamiento de los colonos) de la llegada del ferrocarril y del asentamiento de
las colonias.

Otros cultivos industriales de la región del nordeste incluían el tabaco y la yerba mate, la producción de
yerba mate gano impulso luego de la guerra del Paraguay. La expansión de la producción se logró por medio
del avance de frente pioneros en la selva misionera que combinaban la actividad yerbatera y forestal y
permitieron la creación de los primeros caminos y el desarrollo de poblaciones como centro de distribución.
Entre 1912 y 1929 se crea 16 nuevas colonias oficiales.

Sector industrial: El sector industrial creció en forma gradual y sostenida durante los años veinte. La
industria aumenta su participación relativa como porcentaje del PBI creciendo más que la agricultura, tanto
que algunos ubican en esta década a los orígenes de la industrialización argentina. Testigos de este
crecimiento vertiginoso son el importante aumento del consumo de energía eléctrica y el alto nivel de
importaciones de maquinarias y equipos industriales. Luego de la guerra se duplica el número de usinas.
Gran parte de las inversiones que sustentaron este crecimiento de la década eran de origen extranjero.

La conciencia de tener reservas de combustible fue decisiva para proyectar la industria nacional. La
industria del petróleo se reanima en los años veinte, con un creciente interés del capital extranjero del sector
y con el nombramiento del general Meseoni en la dirección de Yacimientos Petrolíferos Fiscales y la
inauguración de le refinería de La Plata en 1925. Era una actividad dependiente de las importaciones: como
el refinamiento del combustible seguía dependiendo de la maquinaria y tecnología importadas, a pesar de
que la producción nacional se triplica en esos años, las importaciones de insumos para el sector a su vez se
duplicaron en 1922 y 1928.

Otro sector que experimenta un gran crecimiento es el de la construcción. La entrada al país de consorcios
extranjeros destinados a la construcción de edificios, carreteras, muelles y puertos da un gran impulso a la
industria del cemento gracias a la difusión del uso del hormigón en la construcción de diques y grandes
edificios en la Capital Federal. En la década de 1920 ingresan al país 44 sociedades anónimas
norteamericanas, con casi 450 millones de pesos invertidos en frigoríficos, automotores, electricidad y
teléfonos, entre otras cosas.

Del período 1914-1930 data el desembarque en el país de muchas grandes firmas norteamericanas, que
tienen hoy una historia centenaria en el mercado mundial, en especial en los rubros metalúrgico y de
maquinarias (Otis Elevator); automotor (General Motors); artículos eléctricos (General Electric); artículos
farmacéuticos (Colgate, Palmolive) y otros. Esta industria se alimentaba de un crecimiento explosivo de la
demanda de bienes de consumo duradero a nivel mundial que tenía en la Argentina, y en especial en sus
clases medias, el mercado consumidor más importante de América Latina.

Pero a pesar de que la industria en estos años logra una mayor diversificación entre bienes de consumo
duraderos, productos químicos, electricidad y metales, el gran responsable del crecimiento del sector fue
de nuevo la industria liviana. La industria creció sin cambiar su estructura ni los rasgos básicos de la
economía argentina. Se refleja una creciente concentración: 1228 establecimientos.

La industria siguió dependiendo de esas importaciones con lo que el crecimiento del sector, lejos de ser
autónomo o de tener la capacidad de convertirse en el motor de crecimiento de la economía, siguió
dependiendo para poder sostenerse de las divisas que generaban las exportaciones. El Estado se opuso a
los grupos que defendían un desarrollo de la industria con los que, por motivos ideológicos o económicos,
se oponían al desarrollo, como los hombres de campo, los exportadores, los liberales y en general, los
intereses ligados al capital extranjero, en especial al británico.

La elevación de los aforos en 1920 fue menos el resultado de una política proteccionista consciente, que la
reacción del gobierno a las fuertes subas que habían tenido los precios de las importaciones durante la
guerra. Distinto fue el caso de la elevación general de los aforos por ley de Alvear de 1923 (muestra clara del
proteccionismo de este gobierno radical). Durante la guerra, el abandono de la convertibilidad no había
significado una desvalorización del peso.

El proceso de valorización del peso se invierte a partir de 1920, con la recuperación de las importaciones y
la crisis en los precios de los productos de exportación en la inmediata posguerra, lo que llevó a una caída
sostenida de los términos del intercambio.

La nueva recuperación de los precios de las exportaciones inauguró otra etapa favorable para el peso hacia
1925, tan favorable que los sectores exportadores van a presionar al gobierno, como había sucedido en 1899,
para un retorno a la convertibilidad.

El aumento del gasto público y del endeudamiento externo difícilmente pueda relacionarse sólo con una
estrategia expansionista para sostener la demanda de productos industriales. La multitud de diferentes
aranceles, aforos y derechos de importación a diferentes productos presenta una heterogeneidad tal que
resulta difícil establecer un patrón definido.

La antesala de lo peor: las vísperas de la crisis de 1930:

En 1929, la Argentina había llegado a tener reputación mundial como un país con futuro próspero, que
estaba llamado a representar un papel cada día más importante en la economía mundial. La Argentina
seguía siendo el mayor exportador mundial de carne vacuna refrigerada, así como de maíz, lino y avena, y
el tercero de trigo y harina, mientras que sus exportaciones per cápita, $90 anuales en 1928-29, la ubicaban
en el undécimo lugar en el mundo. El sector industrial seguía creciendo de la mano de un auge renovado de
consumo. Creaba una buena base para la sustitución de importaciones que las décadas posteriores hicieron
necesaria. Las reservas de oro alcanzaban en 1928 un nivel saludable que servirían más tarde para afrontar
mejor las estrecheces monetarias que impuso la Gran Depresión. La tasa de analfabetismo, seguía su rumbo
descendente y Buenos Aires se había convertido en uno de los grandes centros culturales del mundo que
habla hispana.
La crisis de la guerra había provocado situaciones específicas como al aliento de la producción industrial de
la mano de un proteccionismo circunstancial o la necesidad de la intervención estatal para regular las
economías de guerra, lo que a su vez generó cierta incipiente reflexión crítica sobre la salud y las
protecciones futuras del sistema.

La economía mundial exhibía durante los años veinte indicios de que el sistema consistía en una
constelación de equilibrios inestables. Por un lado, el reinstaurado patrón oro nunca funciono como antes
de la guerra y surgió una renovada inestabilidad gracias al crecimiento de movimientos de capital de corto
plazo, sumamente volátiles. Ayudado por el auge de los créditos norteamericanos, la producción de
materias primas y alimentos creció enormemente luego de la guerra, de la mano de una renovación.
Agravando el problema señalado de sobreproducción y caída secular del nivel de precios de los productos
primarios, para el largo plazo.

Las economías latinoamericanas, que necesitaban ese flujo constante de inversiones para balancear sus
cuentas externas, comenzaron entonces a registrar graves problemas en su capacidad de pago. En la
Argentina, la balanza de pagos se debilita fuertemente y las reservas de metálico disminuyen a 424 millones,
el nivel más bajo de la década, lo cual obliga al presidente Yrigoyen a abandonar definitivamente el patrón
oro en las vísperas de 1930. Para agravar las cosas, con el desplome de Wall Street en octubre de 1929, los
precios de los commodities se desplomaron.

El resultado de esta inusual combinación de situaciones inaugura en el mundo los años de la Gran
Depresión que, más allá de toda la dureza de la crisis en sí debe su fama al hecho de forzar definitivamente
un cambio de rumbo en la dirección de la economía mundial.

Luego de la depresión de la guerra, el crecimiento vuelve vigorosamente, de la mano de la recuperación de


las exportaciones y del capital extranjero. Si bien el ritmo del crecimiento había disminuido, el capital seguía
fluyendo, al igual que las inmigrantes, mientras que tanto el agro como especialmente la industria
mostraban una importante tasa de crecimiento. Esta disminución en el ritmo del crecimiento no era
privativa de la Argentina, sino que estaba ocurriendo simultáneamente en el resto del mundo.

El mantenimiento de altos niveles de flujo de capital hacia Latinoamérica ayudó a sostener la demanda, a
estimular booms de construcción y a crear la ilusión de una ilimitada oferta de capital. El comportamiento
sumamente volátil de los precios y los nerviosos ciclos alcistas y bajistas del período.

Lo que se hizo en la Argentina durante los años veinte no fue muy diferente de lo que se estaba haciendo en
la mayoría de los países para la misma época, fueran estos países “centrales” o “periféricos” esencialmente,
confiar en la reasignación automática de recursos que preveía el sistema de patrón oro para el caso de crisis
sostenidas en las exportaciones. La imposición sistemática de políticas proteccionistas vía aranceles a la
importación o manipulación del tipo de cambio para promover la industria era impensable en ese entonces,
o hubiera implicado una fe en los efectos externos de la industria.

Si es cierto que la guerra dejó como advertencia los riesgos de una excesiva dependencia del capital
extranjero, a la vez que ayudó a aceptar más ampliamente la idea de cierta intervención del Estado para
regular la economía. En la Argentina, esta toma de conciencia, sumada la preocupación de sectores militares
por retener el control de ciertos recursos estratégicos, ayudó a desatar viejas rivalidades, que venían
manifestándose más o menos solapadamente desde hacía más de una década.

Las reacciones se teñían cada vez más fuertemente de un discurso nacionalista que, si todavía no era en
nombre de un industrialismo que venía necesariamente asociado a aquel, no faltaba mucho para que lograra
articularse en ese sentido.

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