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La mulata de Córdoba

La ciudad mexicana de Córdoba, en el sur del estado de Veracruz, ofrece una


particular leyenda acerca de una mujer que parece haber dejado una indeleble
huella tiempos coloniales. Nos referimos, claro está, a la leyenda de la mulata de
Córdoba.

A principios del siglo XVIII, aun cuando la fecha no pueda ser precisada
exactamente, sino que, por el contrario, las diversas dataciones difieren mucho
entre sí, habitó en Córdoba, ciudad mexicana, una mujer de origen ignoto a quien
todos conocían como la mulata.

De ella corrían versiones que todos consideraban creíbles, aun cuando parecieran
exageradas, que se trataba de una bruja, de una hechicera, de una peligrosa
mujer que había hecho un pacto con el Diablo. Sin embargo, y a pesar de que se
contaba que en su casa se podían observar extrañas luces luego de la caída del
sol, como si se estuviera celebrando algún ritual, nunca se pudo obtener prueba
fehaciente de esas actividades secretas.

Sin embargo, era verdad que se la consideraba una poderosa hechicera,


especialmente en el rubro dedicado a los milagros casi imposibles de hacer
acontecer: quienes acudían a ellas sanaban de enfermedades incurables, las
jóvenes casaderas que habían sido abandonadas por sus novios veían que éstos
regresaban para ponerse definitivamente a sus pies, quienes perdían su empleo
encontraban uno mejor. Al parecer la capacidad de la misteriosa mulata de
satisfacer a sus clientes en el arte de la hechicería no tenía límites. También se
afirmaba de ella que tenía el don de volar, y que lo hacía sobre los tejados por las
noches, alarmando a los perros guardianes, aunque jamás hubo testigo presencial
de ese prodigio.
Muchos afirmaron que era posible verla al mismo tiempo en la ciudad de Córdoba
y en la ciudad de México, lo que en parapsicología se conoce como bilocación, o
la capacidad sobrenatural de estar en dos lugares simultáneamente. No había
dudas de que mulata cordobesa conocía los vericuetos de las antiguas
enseñanzas de la magia.

No por nada en México, cuando alguien recibe un pedido imposible de cumplir,


contesta: ¡No soy la mulata de Córdoba! Hasta nuestros días ha llegado su fama.

No obstante, tanto alboroto y rumor atrajo la atención del Santo Oficio de la


Inquisición, quien no tardó en abrir un proceso contra la mulata. En él se la
acusaba de practicar la magia negra, de invocar a los poderes de las tinieblas, de
tener comercio carnal con Satanás y de burlarse de la religión. La mulata fue
sometida a juicio; muchos de los testigos de cargo, que levantaron graves
acusaciones, habían sido anteriores clientes de la mulata. Fue encontrada
culpable de brujería y condenada a relajación; en otras palabras, a ser ejecutada
en pública sentencia por el poder civil. Se fijó una fecha para la aplicación de la
pena capital, tras un plazo de unas cuantas semanas. Días antes de la jornada
fijada, se desató un terrible aguacero sobre la ciudad de Córdoba; jamás se había
visto caer tal cantidad de agua de los cielos; las calles se hallaban sumergidas en
líquido amorronado. De pronto, un fragor se escuchó desde los muros del edificio
en donde se hallaban las celdas de la Inquisición; desde el refugio de sus
ventanas, lo atónitos habitantes de Córdoba vieron cómo la mulata huía bajo la
tormenta en un barco pequeño, que copiaba las formas de un pesado galeón
español, pero de dimensiones adaptadas al cuerpo de una persona, y era llevado
por la corriente lejos del pueblo, sin que nadie pudiera hacer nada para evitarlo, ya
que la lluvia era tan intensa que no permitía siquiera caminar. Cuando el diluvio
amainó, los carceleros pudieron ver en una de las paredes de la celda de la
mulata un barco idéntico, dibujado con carbón. Se corrió la voz de que con sus
poderes la mujer había convocado a un navío desde algún lugar del otro mundo.
Jamás nadie volvió a ver a la mulata de Córdoba, y su ancestral sabiduría brujiría
se perdió para siempre.

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