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Entre tanto, Bolívar había encomendado al joven general Antonio José de Sucre
la incorporación de Guayaquil a Colombia. Lograda ésta, Sucre se apresuró a
liberar a Quito, lo que consiguió con la batalla de Pichincha (24 de mayo de
1822), al tiempo que el Libertador vencía en Bomboná (7 de abril de 1824) y
Junín (6 de agosto de 1824), preludios de la batalla de Ayacucho (9 de diciembre
de 1824), librada por Sucre, con lo que quedaba libre de españoles la América
del Sur. En Quito conocía Bolívar a Manuela Sáenz, a quien hará su compañera
prácticamente hasta el final de sus días.
Este gran estado, creación del Libertador comprendía las actuales Repúblicas de
Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá. Si estos acontecimientos que había
fortalecido la causa Republicana, vino a España en Enero de 1.820. En todas
partes los ejércitos de la República obtienen ventajas. Cartagena es situada,
Mérida y Trujillo, libertador. El nuevo Gobierno español intentó llegar a un acuerdo
pacífico con los patriotas. Los comisionados de ambas partes firman en Trujillo en
Noviembre de 1.820, un tratado de Armisticio y otro de Regularización de la
guerra.
La carrera militar de Simón Bolívar duró más de 20 años. En ese tiempo tuvo que
saborear amargas derrotas. También conoció el exilio. En varias ocasiones se
refugió en Curazao, Cartagena, Jamaica y Haití.
Por ejemplo, la dura posición contra España y los españoles y, por la otra parte, su
visión favorable hacia la política británica y la ilustración europea están presentes
en sus escritos fundamentales.
Para entender mejor las ideas del Libertador, es importante comprender que ellas
respondieron a duras y diferentes crisis. Tal como dice Johnson: sin su ambiente
real. Estas ideas bolivarianas han sido usualmente incomprendidas. No debemos
olvidar (dice Johnson que Bolívar no fue un teórico sino un hombre de acción, con
una remarcable intuición política.)
Juramentó en el Monte Sacro: “juro delante de usted. Maestro: Juro por el Dios
de mis padres; juro por ellos, juro por mi honor, y juro por la patria que no daré
descanso a mi brazo ni reposo a mi alma hasta que haya roto las cadenas que nos
oprimen".
Así comenzó la lucha entre España y sus colonias americanas, lucha que continuó
durante años con alternativas de éxito y de derrota con frecuencia caracterizada
por los excesos que cometía el vencedor.
Las fuerzas militares de que disponían los virreyes de la Nueva Granada, unidas a
las del Virreinato del Perú no eran suficientes para contener a los independientes,
quienes sin duda hubieran triunfado a no ser por las discordias intestinas nacidas
de jefes ambiciosos e incapaces. De todas maneras habían terminado por ocupar
a Santa Fe.
Los americanos confiados en la amnistía que les había sido ofrecida, tuvieron la
imprudencia de no buscar su salvación huyendo de sus residencias. Los más
distinguidos por su posición y talento fueron juzgados sumariamente por un
“consejo de purificación” y fusilados luego. Entre ellos José Caldas, cuyos trabajos
habían llamado la atención del mundo científico; por un momento se esperó que
Enrile mostrara piedad e indulgencia en vista de que también había sido un
hombre de estudio, pero no fue éste el caso; Enrile se apoderó de los admirables
dibujos y de los manuscritos del herbario que contenía numerosas plantas
recogidas por Mutis con grandes dificultades, con la ayuda de su discípulo Caldas
y además se llevó mapas topográficos levantados por este joven ingeniero. Las
cárceles estaban llenas de presos patriotas y durante la estancia de Morillo y de
Enrile en Santa Fe fueron fusilados 125 de ellos. Los que se salvaron de este
suplicio fueron condenados a trabajos forzados. La persecución se extendió por
todo el país y se llegó a torturar a los que rehusaban revelar dónde se
encontraban sus parientes o sus amigos.
Los caballos del brillante escuadrón de húsares de Fernando VII, los de la artillería
y las mulas de carga, quedaron fuera de servicio muy pronto. Sin los jinetes
indígenas al servicio del rey, que eran los encargados de conseguir el ganado,
este ejército habría muerto de hambre; oficiales y soldados fueron atacados por
las fiebres y a poco tiempo se convirtió en un ejército de enfermos que actuaban
en un país enemigo, ya que hubo una insurrección general en los llanos de
Casanare en donde se proclamó la independencia.
El llanero no necesitaba ropa; con gran frecuencia se vestía a costa del enemigo.
Más de un soldado de Páez aparecía vestido como un húsar realista, después de
un combate. Acostumbrados a nutrirse de carne, no les era indispensable otro
alimento; nadadores expertos desde temprana edad, ni las aguas del Orinoco, ni
del Apure ni del Casanare los detenían. Los sufrimientos de los llanos eran para
los que no estaban acostumbrados a su clima. Toda persona capaz de usar un
arma se incorporaba a un escuadrón; no había excepción ninguna; es así como en
los combates de Yagual y de Mucurito se veían entre los lanceros a abogados y a
eclesiásticos; el populacho seguía al ejército y todos marchaban reunidos,
descalzos y a medio vestir, alimentándose de carne de res, sin sal.
Del litoral se internó en los llanos del Apure y el 2 de mayo de 1817 pasó a la
margen derecha del Orinoco, en donde se unió a la caballería de Páez. Fue
proclamado jefe supremo y la ciudad de Angostura (8º de latitud norte, 66º
longitud) fue el centro de la República de Venezuela.
Las misiones del Caroní, en el alto Orinoco, dirigidas por 22 padres capuchinos,
completamente adictos a la causa realista, fueron tomadas por el coronel Piar. De
allí se consiguieron buenos recursos en hombres, en bestias y en ganados para el
ejército de la independencia y los capuchinos fueron encarcelados en el convento
de Carache.
La campaña de los llanos continuó muy activa; Morillo fue gravemente herido de
un lanzazo en el abdomen y Bolívar tuvo fiebres. Se hacía la guerra de guerrillas y
hoy sonreímos al pensar en el jefe supremo de una república, todavía en parte en
poder de España, organizando su cuartel militar compuesto de tiradores,
granaderos y dragones de la guardia; más tarde hubo un regimiento de guías.
El general Bolívar tenía la manía de tratar de imitar a Napoleón I y esto dio por
resultado una tendencia a un militarismo nocivo en un país en donde él tuvo
durante tanto tiempo una influencia tan grande y legítima.
Bolívar era un entusiasta admirador del gran emperador; estando en París en
1803 y 1804, asistió a una revista que el Primer Cónsul pasaba en el patio de las
Tullerías y se le vio en los días siguientes pasearse con el sombrerito legendario y
la levita gris. Sus amigos Humboldt y Gay-Lussac, creyeron que estaba loco.
Muchos años después vi a Bolívar con un uniforme azul que recordaba por su
corte con solapas, aquel que le gustaba especialmente al emperador.
Bolívar ocupó a Tunja en donde pudo reaprovisionarse; una batalla decisiva que
ganaron los independientes en Boyacá, les abrió las puertas de Santa Fe. El virrey
Sámano huyó a Honda tan precipitadamente, que no tuvo tiempo de llevarse el
tesoro: 700.000 piastras.
Después de su victoria, Bolívar marchó sobre Venezuela con el fin de paralizar los
esfuerzos que Morillo habría podido hacer para reconquistar a Santa Fe. Se dirigió
a Pamplona para organizar el ejército del norte, luego a Angostura donde se
enteró de la llegada a Margarita de la legión irlandesa compuesta por 5.000
hombres al mando del general d’Evreux.
Con tropas formadas por reclutas que no se atrevían a llevar a cabo movimientos
ofensivos, permaneció a la expectativa. Fue entonces cuando el general español
propuso un armisticio de seis meses, el cual sería efectivo en todo el territorio de
Colombia. Las negociaciones comenzaron y se declaró el alto al fuego y en
seguida tuvo lugar, en la población de Santa Ana, la célebre entrevista de Bolívar
y Morillo, después de la cual se regularizó la guerra.
Los generales pasaron una jornada bajo el mismo techo y fue un curioso
espectáculo el de esos dos hombres, enemigos implacables durante años,
recostados en una misma hamaca o intercambiando brindis en favor de la paz, en
el curso de una cena. Por un instante se olvidó la lucha cruel durante la cual se
había derramado tanta sangre. Un mes después el general Morillo, a solicitud
propia, fue relevado de su mando y regresó a España, dejando como sucesor al
general Latorre, mientras que Bolívar viajaba a la Provincia de Quito para hacer
aceptar las condiciones del armisticio en el Sur.
Se presentó una grave dificultad cuando una columna trató de pasar por la ciudad
de Pasto; toda la provincia estaba en estado de insurrección gracias a la influencia
del obispo de Popayán, Jiménez de Padillo, quien hacía que sus clérigos dirigieran
sus sermones contra los patriotas heréticos y sismáticos. La Provincia de Los
Pastos, debido a los accidentes del terreno, presenta posiciones inabordables y se
necesitó tiempo para dominarla. Esta provincia, gracias a sus aguerridos y
fanáticos habitantes, ha sido siempre la vendé de la América meridional; sin
embargo el general Sucre terminó por imponer allí el armisticio.
Esta batalla fue un golpe mortal para los realistas y aseguró la independencia de
Nueva Granada. Bolívar, pensó que el éxito de esta batalla le permitiría entrar a
Venezuela y liberar la parte occidental y central, que en esos momentos todavía
se encontraba en manos de los realistas.