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RESEÑA COMPLETA DE LA NOVELA "MEMORIAS DE ADRIANO"

Título de la Obra: Memorias de Adriano


Autor: Marguerite Yourcenar
Año en que fue escrita: 1951
Traducción del francés al español por Julio Cortázar.
Análisis del Libro:
La novela histórica “Memorias de Adriano” de la escritora belga Marguerite Yourcenar
narra la evolución del pensamiento del emperador romano Adriano Augusto (76-138 d.C.)
gobernante de origen español, quien ganó fama y prestigio al servicio de su predecesor el
emperador Trajano, como joven ilustrado en filosofía, guerrero y soldado exitoso, segundo
del mandatario y a su turno aplacador de sediciones y reformador del imperio. La narración
en primera persona nos permite hacernos una idea de la inmensidad del imperio romano y
la variedad de súbditos con los que contaba en cada viaje del protagonista a una provincia,
isla, colonia o territorio conquistado. En ellas siempre se luce un ejército sólido y bien
entrenado, capaz de llevar el orden y asentar el camino para la difusión de la cultura
occidental, gracias al contacto de este emperador amante de las artes y letras con filósofos
de distintas escuelas; sacerdotes de diferentes sectas o religiones, con quienes buscaba
acuerdos para incluir a sus fieles al manejo del imperio, mediante la tolerancia a la
diversidad de cultos. También buscó que sus soldados sean colonos, atraer a
comerciantes a los territorios anexados mejorar la educación de la clase media para
prolongar la vida de Roma y detener su caída, entre varios aciertos como mandatario, que
cobrarán vigor actual en la lectura de cualquier hombre de nuestro tiempo, pues se dice
que la voz de este personaje reproduce desde la antigüedad la agudeza, el examen de sus
enemigos y de sí mismo, y las provisiones recomendadas al equipo de gobierno del
emperador, que están contenidas con otros matices en “El Príncipe” de Nicola
Macchiavello.
Las trazas psicológicas de Adriano revelan al hombre de mundo como un ser pensante y
reflexivo en toda circunstancia de su vida, capaz de la mayor alegría o la tristeza más
oscura, pero no por ello disminuido en su imbatible lucidez. Así, Adriano es un fino político
capaz de detectar los movimientos secretos de los conspiradores a su mando desde Lucio
Quieto, insurrecto en Asia, hasta su anciano cuñado Severino, a quien hizo matar cuando
ya empezaba la enfermedad que lo llevaría a su muerte. También Yourcenar nos brinda al
joven amante de patricias y al pederasta protector de sus efebos, Lucio Ceyonio y el
hermoso Antinóo de Bitinia, a quien haría elevar al rango de dios, después de su suicidio.
Otro cariz del protagonista es el de estadista, quien decide afirmar el poderío de Roma en
metrópolis como Antinoe, Plotinópolis y Alejandría, focos de irradación del logos greco
latino. Sin embargo, le queda la sabiduría del comandante y coordina con sus oficiales la
defensa de estas ciudades que aseguran la prosperidad de Roma. En las páginas de esta
novela, Adriano brinda el mérito de su éxito y poder al dominio del idioma griego y la
cultura ateniense, que lo han configurado como un hombre ávido de lecturas, investigador
incansable de la filosofía, la que llega a contrastar por épocas y nacionalidades, pero
busca vincular por la flexibilidad del pensamiento y el arrojo del sabio para defender sus
ideas en el debate intelectual. Como artista compuso poemas que llevó a un compendio,
sabía de pintura, escultura e incluso rescataba a autores antiguos del olvido, comisionando
a sus secretarios para realizar copias de sus obras y preservar la tradición literaria.
Adriano fue un hombre entregado al boato, un sibarita, un ser temerario que no tenía
miedo de experimentar ni en los placeres sensuales ni en numerosos cultos esotéricos en
los que se inició. Entre sus actividades destaca la caza, donde recreaba las carnicerías de
la guerra, junto a sus efebos, pero al mismo tiempo era capaz de reconocer la nobleza y
belleza de sus víctimas, hasta ir a un extremo opuesto de sentir la necesidad de honrar a
su caballo Borístines con una aldea que llevó su nombre, o dedicarse al imperial
pasatiempo de la cetrería.
Si hay una única carencia, que el relato desea mostrarnos en la figura del protagonista es
el rol de padre; pero no como un vacío total, pues él sintió amor paternal por su efebo
Lucio y por su sucesor Marco Aurelio, a quien conoció desde recién nacido y delegó en
manos de los mejores maestros del imperio, a fin de prepararlo digno e íntegramente para
el cargo. La ausencia de la paternidad llena la mayor parte del relato, primero como un
emperador que descuida a su esposa, la emperatriz Sabina, quien muere antes que él sin
tener hijos. Este rol no desarrollado empíricamente es el elemento sobresaliente de la
personalidad homosexual del líder del imperio. El impulso erótico de Adriano, mientras su
cuerpo no caía en la enfermedad terminal, se satisfacía en hermosos jóvenes varones, a
pesar de haber tenido contacto con mujeres de Roma y las provincias, pero la opción por
el efebo es la determinante de su rumbo en la vida, el principio y final de una búsqueda,
donde tiene el recuerdo perenne del bienamado Antinóo. Solo al final, Adriano se hace
legalmente padre adoptando a Lucio como su nieto.
Esta obra es imprescindible en el conocimiento de las letras europeas porque une la
historia del imperio más poderoso de la humanidad a la autobiografía ficticia de Adriano,
gracias a la reconstrucción de Yourcenar mediante fuentes académicas y su fino estilo
para tomar distancia de su propio tiempo, haciendo cavilar a un hombre poderoso,
cargando todo el peso de su existencia, y aun el futuro de Roma, como una proyección del
espíritu previsor de este gobernante.
Personajes Principales de la Obra:
Adriano Augusto: Este gobernante sucede al emperador romano Trajano y dirige sus
memorias en carta a su sucesor Marco Aurelio, para que conozca las estrategias de
conquista, manejo y gobierno de Roma y sus provincias, también a fin de que sepa de los
goces y amarguras del papel de mandatario, por fuente directa de su predecesor.
Con esta última memoria a Marco Aurelio, Adriano le da el ejemplo de cómo ser un
gobernante cerebral, un hombre que encuentre tiempo para el placer más refinado que
pueda ofrecérsele, pero sin imponer su ritmo de vida al futuro príncipe, ya que considera
que las distintas inteligencias y caracteres se alternan en los mandatarios.
Adriano por su vasta exploración del ser humano de todo el mundo que le tocó conocer es
abierto tanto al pensamiento mágico de ritos, cábalas y ceremonias de iniciación, como a
la discusión filosófica de eruditos versados en estos temas. Su personaje es complejo,
porque aún desde la cima del imperio más poderoso del mundo antiguo, siente la urgente
necesidad de amar y ser amado, realización que encuentra solo en plenitud en la fugaz
compañía del muchacho griego Antinóo.
Antinóo: Es el amante griego, de la ciudad de Bitinia de Adriano. Se conocen cuando el
emperador ha pasado los 40 años y el efebo tiene cerca de 15 años de edad. Es un ser
sensible al arte, la música, las letras, escancia el vino para el mandatario, lo acompaña en
viajes a provincias, a cazar, y a la iniciación de cultos esotéricos, los que lo dejan muy
preocupado con la idea de la muerte y perder su juventud y natural belleza. Representa el
amor carnal y la obsesión de Adriano por encontrar la felicidad, sin embargo este sueño se
trunca por su suicidio poco antes de cumplir los 20 años.
Antinóo es a veces reservado, llega a enfadarse por capricho no sin discutir con su
amante, tiene temor al populacho pues no soporta sus insultos. Representa la cúspide del
amor homosexual, la perfección del efebo griego, el joven entregado a los placeres, la
brevedad de la felicidad absoluta. Es un personaje recogido en toda la tradición literaria
occidental, como ejemplo de la pederastía y el amor gay.
Marco Aurelio: Es el sucesor de Adriano y el destinatario de las memorias del emperador
cuando apenas tiene 17 años de edad. La carta a este joven heredero del trono imperial
busca darle agudeza en la observación de los asuntos públicos y flexibilidad de
pensamiento para resolverlos. El narrador marca diferencia con el perfil psicológico de este
joven príncipe, porque es menos propenso a pasar la vida en tantos placeres sensuales,
siendo más continente que su tío el emperador. No se le ve gobernar en la novela, se le
entiende como un lector receptivo de la autobiografía de su predecesor y de la crónica
sobre Roma y sus provincias.
Marco Aurelio también posee origen español, por ello encarna la continuidad de Adriano,
en tanto será un legítimo heredero. Solo tenemos de él, las trazas psicológicas que brinda
el moribundo emperador: un adolescente sosegado, moderado, de gran inteligencia y
origen noble, por ser su familia, gente cercana y colaboradora con Adriano.
Resumen de la Obra:
La vida del emperador Elio Adriano pasa ante nuestros ojos en una carta a su joven
sucesor, Marco Aurelio, dividida en seis capítulos, cuyos títulos están en latín y reflejan el
ánimo y la progresión del pensamiento del moribundo mandatario para compartir sus
descubrimientos sobre el gobierno y la naturaleza del ser humano con el lector.
Animula Vagula Blandula (Agradable alma errante):
El remitente de la carta, el emperador Adriano, empieza a dirigirse a su pariente y sucesor
Marco Aurelio indicándole que está grave y moribundo a causa de hidropesía al corazón,
siendo atendido por un joven médico llamado Iollas y el viejo Hermógenes, quien le conoce
desde hace treinta años atrás. Pero el anciano galeno acaba de llegar de Asia en busca de
plantas medicinales. En este relato en primera persona al príncipe de 17 años de edad,
jamás reniega de su vida, sino más bien busca patentarla como legado para este
adolescente, contando cada uno de sus placeres, empezando por la variada y agitada
caza de ciervos en Etruria y Tíbur, jabalís, recorre Capadocia y Bitinia, mata leones en
Mauritania. Estos asesinatos de animales le contuvieron de matar a sus enemigos políticos
por mucho tiempo. Le dice también que está postrado y ya no puede montar solo, sino con
ayuda de su oficial Celer y recuerda a su mejor caballo, Borístenes. En estas condiciones
de salud, tampoco puede practicar la natación. Es bañado por su esclavo Euforión.
Se describe sobrio en la comida, aficionado a las carnes, pues probó faisán con jamón
preparado por su cocinero Lucio, dieta de ajo y cebada en Asia y comió en tabernas de
Egina o de Falera. Siente el vino cálido y ardiente, el agua pura e insípida. También habla
de filósofos dedicados al ayuno, especialmente los cínicos y moralistas que consideran el
amor voluptuoso un goce grosero. Pasa a describir el sexo como un juego de fuerza y
delirio del cuerpo, que gracias al movimiento nos pone en presencia del otro y la razón
participa pues el conocimiento humano se guía por el erotismo. Contrasta a la seducción
como un arte, pero que conlleva los riesgos de adulación y la mentira.
Adriano gusta del sueño reparador, lo entiende en un sentido místico de muerte y
resurrección, un proceso de transformaciones. Recomienda a este joven el estudio y la
evaluación de sí mismo, observar a los hombres y leer libros de historia, poesía y
narración. Le habla incluso de un informe de los asuntos de estado, supervisado por su
secretario Flegón. Advierte que la realidad no está en los libros, porque no puede caber
entera.
Confiesa que amó el arte sin ser artista, no se abrumó por sus propios crímenes y su vida
osciló entre varias posiciones extremas, pues nunca su existencia estuvo en el justo
medio. Sabe que mediante sus acciones él se graba en la memoria de los hombres y en la
suya propia. Cuenta que cuando no le bastó la razón recurrió a la magia y lo oculto en las
aves y los astros.
Varius Multiplex Multiformis (Colector de Varias y complejas formas):
Adriano presenta los recuerdos de su abuelo marulino, un español matemático, astrólogo,
campesino y semi científico, aficionado a los reptiles, quien murió cuando el protagonista
tenía 12 años de edad, momento en que su tutor lo envía a Roma, dejando de vivir con su
madre. Su padre desconocía a los escritores españoles Seneca y Lucano, mientras su
hermana Paulina se casó joven con un viejo. En su formación de retórica estudió a Jerjes,
Temístocles, Octavio y Marco Antonio. Aprendió griego a temprana edad y Scauro le djo
que sería un poeta mediocre. Aquí vincula a los idiomas antiguos con el carácter de sus
pueblos, considera el hebreo lengua de sectarios que han descuidado lo humano para
atender a su Dios; el Latín, la lengua de la administración del imperio, y el griego, el idioma
en que él ha vivido y pensado.
A los 16 años es enviado a Atenas por su tutor Acilio Atiano para ser alumno del sofista
Iseo y estudiar un curso de medicina con Lestiquidas. Era la época de gloria de su primo
Trajano en el Rin. En el tribunal, su colega Neracio Prisco le instruye en derecho, por otro
lado tomó lecciones de elocución de actores para superar su acento provinciano. Se
aficiona al helenismo, admira la ciencia de Eratóstenes por calcular la longitud de la tierra;
es amante de varias esposas de senadores con lo que accede a secretos políticos y de un
joven mimo. Él se siente más libre y sumiso que la mayoría de los hombres. Empieza
campañas en territorios helados con un guía caucásico Asaar. Sufre la muerte de sus
caballos a manos del esclavo de su cuñado, forzándose a llegar a Colonia a pie. Su primo,
el emperador Trajano, 24 años mayor que él le encarga la primera expedición a los dacios,
pelea contra los sármatas y toma Sarmizegetusa, proeza que le vale que el gobernante le
calce el anillo de diamantes de Nerva, nombrándolo tácitamente su sucesor. Se casó a los
28 años con Sabina, usó barba para ocultar una cicatriz en el mentón y lucir como los
filósofos griegos
Cuenta que a los 30 años siguió el culto de Mitra, de Asia, de exigencia ascética,
obsesionado con la muerte. Compara a las patricias con diosas, distintas a las hembras
bárbaras y a las campesinas romanas. Sabe que las funciones del coliseo son un
dispendio de dinero, pues capturan 12000 fieras para el espectáculo. Casó a veteranos de
guerra con mujeres de territorios anexados, tuvo aliados sármatas y encaró a su más fiero
enemigo el romano árabe Lucio Quieto, sublevado en Asia y extremadamente cruel con los
vencidos. En ese tiempo Adriano sigue el culto de Delfos, recibe apoyo de la emperatriz
Plotina y es nombrado gobernador de Siria. Revela que Trajano permitió una matanza de
cristianos en Antioquía y que tenía orgías en el cuartel con jóvenes hermosos, cuando este
emperador enferma, se demora mucho en nombrarlo su sucesor, antes lo designa
comandante en jefe, y cuando recibe la sucesión, sus enemigos calumnian negando
legitimidad al nombramiento.
Tellus Stabilita (Más estable):
Adriano encuentra el imperio desgastado por las rebeliones y suspende la conquista a
Armenia y Mesopotamia; Quieto se subleva en Mauritania, los caledonios en Bretaña. Para
la pacificación cuenta con Atiano, quien hace matar a Celso en Bayas, Palma en
Terracina, mientras Quieto muere en la ruta. En este tiempo conoce a Lucio Ceyonio de 18
años de edad, hijo de Ceyonio Cómodo, quien será su primer efebo. Ve la necesidad de
reformar Roma, adaptarla a sus colonias, humanizar las leyes, realizar reformas agrarias a
favor del agricultor, luego funda Plotinópolis en honor a Plotina, siempre inspirado por el
arte griego que pudo buscar la perfección humana, mostrando la fuerza latente en un
cuerpo inmóvil y hacer de la frente lisa, símbolo de pensamiento profundo, mientras el arte
romano no es idealista sino realista, sin ocultar los defectos del modelo, como crónicas.
Se hace amigo del sátrapa Osroes, quien en su corte invitaba a brahamanes sabios de la
india, uno de los cuales, maestro de iniciados se quema vivo frente a sus discípulos sin
gritar y ellos sin conmoverse. Adriano reflexiona sobre su condición humana, se siente dios
en su humanidad, tuvo su propio santuario en Vologeso, luego se inicia en la secta de
Eleusis. Consulta a astrólogos y admira a Hiparco de Alejandría por su cálculo de los
equinoccios, lo que lo mueve a construir un observatorio privado en la Villa imperial.
Saeculum aureum (Edad de oro):
Esta sección de la novela describe la etapa de mayor felicidad del emperador Adriano,
porque conoce al bellísimo adolescente Antinóo en Bitinia, Asia Menor. Este joven había
nacido en Claudiopólis, era alegre, confiado, indolente. Acompaña al maduro emperador
por mares, florestras, visitan la tumba de Epaminondas, el templo de Narciso para
sacrificar una osezna, también el niño empieza a tocar instrumentos de cuerda. Se hacen
amigos de filósofos en Atenas, Adriano de Demonax y Antinóo de Chabrias. Es en estas
lecciones trascendentes donde el efebo empieza a desarrollar miedo a la muerte. Cuando
muere Plotina, la genealogía imperial convierte a Adriano en hijo de ésta y Trajano, en
tanto nieto de Nerva. Se siente Zeus en compañía de Hermes, por la presencia del
jovencito, incluso consagran un pitón de la india al santuario griego de Zeus. El chiquillo se
siente asqueado por una cortesana, discute a menudo con Adriano y este llega a
abofetearlo.
En Samotracia se inician ambos en la secta de Cabires, propensa a las orgías, se alojan
en Palma donde el comerciante árabe Meles Agripa, luego inician en Mitra a Antinóo con
aspersión de sangre; Adriano asqueado le prohíbe entrar al santuario de este dios.
También intenta fundar templos paganos en Jerusalén, pero encuentra la resistencia del
pueblo. Cuando matan un león en África, cuentan con el poeta Páncrates para que les
dedique un poema que recuerde el evento. Esa cacería fue peligrosa para ellos, porque si
bien Antinóo hirío primero al animal con dos lanzas, la fiera se levantó para atacarlo,
siendo necesario que intervenga Adriano para matarle con su espada.
Frecuentan varias sesiones de espiritismo con el médico Sátiro y ante Chabrias ocurre la
insólita muerte de un verdugo y una víctima por un rayo. Pronto se reúnen con el bello
Lucio de 26 años y el emperador pasea con sus dos efebos, se queda en la barca de Lucio
y al día siguiente Antinóo se suicida ahogándose en un río. Chabrias descubre una estrella
en la constelación del águila que dedica al muchacho bitinio, embalsaman el cuerpo y le
dedican culto de dios, enterrado dentro de un sarcófago en una cueva usada como
sepulcro egipcio.
En tanto obras de gobierno, Adriano convence a Arriano para recopilar las obras del
filósofo Epitecto, quien agonizaba. También dialoga con Akiba el sacerdote del Sanedrí
judío en Jerusalén. Como anécdota más oscura de los cultos paganos, relata cómo una
maga les inició con Antinóo en el culto de Canope, demandando el sacrificio de un animal
querido, y el muchacho ofrece su halcón, regalo a Adriano del rey Osroes. Al moribundo
gobernante le duele la corrupción de la población de la ciudad de Antinoé, en honor a su
favorito; por su lado, Lucio vuelve a Roma donde su esposa le ha dado un hijo.
Disciplina Augusta:
Adriano viaja a Grecia, de Tracia pasa a Adrinópolis, donde dona tierras a los veteranos de
las guerras dacias y sármatas. Se aloja donde Arriano, también iniciado en Eleusis.
Consigue que una sacerdotisa de esa secta le ayude a establecer el culto a Antinóo. Se
dedica a recuperar trabajos literarios, encargando a Flegón escribir unas crónicas llamadas
Olimpíadas que continúan las de Jenofonte; planea que se enseñe a Hesiodo y Ennio a los
escolares; promueve el teatro y la danza, se aficiona a una bailarina. Le gusta el poeta
Antímaco, quien había llorado a su esposa Lydyé; recopila su propia obra poética;
destierra al poeta Juvenal por insultar al bello Paris, el lujo y los placeres de Roma.
Tiene entendimiento con el obispo cristiano, quien le envía una apología del Cristianismo,
al que considera secta, sin embargo llama a Jesús “joven sabio”y dice que sus seguidores
lo comparan a Orfeo, pero considera el mandamiento de amar al prójimo como a uno
mismo muy difícil de cumplir por el vulgo egoísta y por el sabio, quien está lejos de amarse
a sí mismo.
Está atento a la disputa entre judíos zelotes y persas, ve a los judíos fanáticos y quiere que
haya libre culto en Jerusalén, porque tiene el precedente de un sacerdote del Sanedrín
que dejó morir a su sobrino por negarse a recibir la ayuda de un cirujano griego. Vuelve a
guerrear pero se enferma de tos maligna. En estas circunstancias, Severo le ayuda a
reconquistar Israel, de Judea pasa a Sidón, recomienda a su oficial Celer a Marco Aurelio.
Tiene problemas con la rebelión de Simeón en un tiempo en que empeora la salud del
emperador, quien se fatiga incluso estando sentado. Una hemorragia nasal casi lo mata,
cerca a esta contingencia, su oficial Rufo manda ejecutar a Akita y nueve doctores de la
ley, todos ellos agitadores. Se resuelve a disolver Judea, a la que llama Palestina
ocasionando que los judíos migren a Alejandría, Antioquía o Pérgamo.
Se proyecta a futuro y ve épocas más duras y la de Roma será considerada una era de
oro. En sus aposentos tiene la ayuda del hermoso y joven esclavo Diotimo, instruido en
literatura para leerle poemas mientras le sirve vino y ofrece incienso a su Genio. Luego se
encuentra sin sucesor, piensa primero en Marco Turbio pero tenía su misma edad, era
viejo. Se decide a adoptar a su primer efebo Lucio de treinta años y él toma el nombre de
Elio César, dispone que sea su sucesor y lo nombra cónsul.
La emperatriz Sabina muere en el Palatino, resentida con Adriano por haberla tenido
abandonada. Este evento motiva a su cuñado Severo a planear la muerte de Adriano y
Lucio, pero logran hacerlo detener y matar a los 90 años de edad. También ejecuta a su
opositor Apolodoro, quien no veía con buenos ojos que traiga a Roma estatuas griegas.
Lucio era reticente a viajar a climas bárbaros, accede pero coge un enfriamiento y al
reponerse algo regresa a Itálica y lo instalan en la Villa de Cicerón. Estaba enfermo de
tisis, muere en año nuevo.
Relata que conoció al recién nacido Marco Aurelio, cuando se llamaba Annio Vero en su
aldea española, a sus cinco años de edad lo lleva al Tíber a ver sacrificar a un cerdo,
encarga su instrucción a gente de confianza y lo adopta como nieto. Cuando nombra a
este joven su sucesor, hace que su padre, Antonino adopte al hijo de Lucio, de 5 años,
para que sean hermanos legalmente y cogobiernen. Estas disposiciones son dictadas por
el gobernante enfermo, en litera, fatigándose al hablar. Con todo ello se siente bien
consigo mismo.
Patientiae (Paciencia):
Arriano escribe una carta a Adriano para informarle que circunnavega el Ponto Euximio y
llega a Sinope. Este oficial es un buen trabajador. Esos días el emperador se identifica con
Aquiles por haber amado a Patroclo. Piensa varias veces en el suicidio mirando su daga,
pero desiste por hallarse muy débil para matarse con efectividad. En un momento habla
con su montero mayor, Mástor un sármata rubio, para que lo mate con la espada, pero el
servidor huye aterrado. Después trata de corromper al joven Iollas para que lo envenene,
ofreciéndole dádivas, a lo que el médico se niega hasta que cansado de tanta insistencia
le ofrece traer una pócima, se demora mucho y se suicida en su laboratorio.
Adriano recuerda la aldea Borístines, fundada en Tracia en honor a su caballo, y se entera
que en varias municipalidades abusaban de los trabajos forzados exigiéndolos a la
población. En ese tiempo recuerda que algunos enfermos le creían Esculapio, capaz de
curarlos milagrosamente, y contrasta aquella ilusión con su actual abatimiento. Pensando
en su entorno rodeado de dioses, compara a Antinóo con Hermes guardían del umbral de
la muerte, y se complace en el hecho de haber visto la moneda que lucía el perfil de
quince años de edad de su efebo, como amuleto de recién nacidos. Presenta por
momentos sensaciones de estar siendo tocado por su bienamado, como un extraño calor
en su cuerpo acabado.
Aprende la paciencia digna del emperador para recibir la muerte, pues se ha arrepentido
de la muerte de Iollas y del sufrimiento de Mástor. Tiene pesadillas donde ve al león que
mató con Antinóo atarcarlo y vencerlo, a su padre enfermo, como un recuerdo distante.
Piensa en un presagio significativo, algo que pudo ponerlo en el rol de la víctima, al quedar
su cabeza descubierta cuando él iba a sacrificar un animal.
Cree que en el futuro, el obispo Cristiano o el pastóforo de Mitra reemplazar-a el sumo
pontífice de la religión romana, hecho que lamenta. Dispone que lo incineren después de
morir a los 62 años de edad. Solo espera al final, estar atento a la escena de su muerte y
habla a su mínima alma, tierna y flotante para agradecerle haber animado su existencia.
Anécdota:
Este bien logrado libro tomó varios años de la vida de su autora Marguerite Yourcenar para
verse completo. La bitácora de su composición y método de investigación de la época y
sociedad romanas de la era de Adriano están mostradas en un apéndice de notas de la
escritora, después de la novela. La concepción y boceto inicial del libro ocurrió entre los
años 1924 a 1929, durante los veinte a veinticinco años de edad de la escritora belga.
La escritura es retomada en 1934 y en 1937, cuando viaja por vez primera a Estados
Unidos y lee documentos en la universidad de Yale. Retoma la escritura definitivamente en
1948, tras quemar apuntes y ordenar sus resúmenes, publica esta, su mejor novela en
1951, llegando a los lectores de habla hispana la traducción realizada por el escritor
argentino Julio Cortázar.
Biografía del Autor:
Marguerite Yourcenar nace en Bruselas, Bélgica, el 8 de junio de 1903, fue reconocida
escritora de ficción y ensayista, vinculada al movimiento feminista, mantuvo un
pensamiento dirigido a sostener la independencia plena de la mujer. Ganó por su novela
“La obra en negro” el Prix Femina en 1968, es elegida primera mujer en la historia en
integrar la Academia Francesa en 1980 y en 1983 recibe el Premio Dutch Erasmus por su
contribución a la cultura y literatura Europea.
Su ensayo “Mishima o la visión del vacío” está dedicado al escritor bisexual Yukio
Mishima, militar de carrera y defensor de las tradiciones niponas, quien realizó hara kiri o
suicidio ritual con el sable o katana al fracasar la conspiración que organizó contra un
superior del ejército. Esta práctica samurái de limpiar el honor por la muerte, se volvió
icono de la cultura japonesa y un modo recordado de estoicismo ante el dolor, cuando la
dignidad está comprometida de por vida.
Yourcenar en sus notas confiesa que empezó a escribir y leer textos de la antigüedad
greco latina muy joven, pero que le faltaba la madurez de los cuarenta años de edad para
entender todo aquel universo simbólico de la literatura universal, sin correr el riesgo de
caer en interpretaciones erróneas o aceleradas. Para la novela histórica “Memorias de
Adriano”, la cual fue su mayor proyecto vital, pasó temporadas de aridez de inspiración,
dejando suspendido el manuscrito, mientras tomaba tiempo para leer fuentes históricas y
contemplar los vestigios de la cultura romana en museos como el Louvre. Su paciencia y
tenacidad le recompensaron con una obra de obligada lectura para todo aquel que quiera
llamarse conocedor de las letras francesas.
Su relación lésbica con la universitaria norteamericana Grace Frick, le ayudó a comprender
el deseo homoerótico de los personajes ilustres gays que llevó a la ficción. Fueron
compañeras de 1937 a 1979, año en que Frick muere de cáncer.
Falleció el 17 de diciembre de 1987 en Northeast Harbor, Maine, Estados Unidos.
Crítica de la obra:
Esta obra dentro del género de la novela histórica interpreta la historia idealizando las
dotes del polifacético emperador Adriano, una especie de libre pensador de la roma
antigua, capaz de sentimientos píos hacia sus dioses y cultos de sectas iniciáticas, pero al
mismo tiempo proclive a la duda filosófica, al auto juicio y a la planeación de una mejora de
cada virtud requerida no solo para servir a Roma, sino para disfrutar al máximo su propio
placer, sin cosificarse por él y sin perder la dimensión espiritual de la fascinación, el miedo
o el morbo del que experimenta nuevas experiencias.
La lectura requiere de este libro nuestra atención para detectar los saltos en el tiempo de
una narración circular, donde constantemente hallamos la ampliación del rol en la obra, de
un personaje que en su primera aparición nos parecía secundario, pero se halla imbricado
al rico tejido de eventos de guerras, conspiraciones políticas, asuntos de gobierno,
placeres carnales de Adriano y exploraciones de cultos arcanos que nos configuran
deliciosamente idealizada la vida de este mandatario, pues Marguerite Yourcenar ha
modelado en toda una vida productiva las fuentes históricas, letradas y artísticas que
encontró y estudió para componer la vida de su protagonista.
Yourcenar, mujer del siglo XX, se inspira en la documentación minuciosa de Gustave
Flaubert, escritor quien mediante dicho método logró novelas como “Salambo” de guerras
entre pueblos bárbaros y la controversial para su época “Madame Bovary”. El tono del
relato sostiene lirismo poético, pues nada está sobrante; ya que dentro de la ficción, la
escritora suspende la incredulidad del lector haciendo reflexionar al emperador moribundo
Adriano medita de forma crítica en un largo balance de sus logros, dificultades y
sinsabores, tanto en el gobierno, como en el amor.
Este gobernante supo ser pragmático cuando se trató de pacificar Roma, fue previsor en
economía y cultura, mientras su idealismo se mezcló con el pensamiento mágico que le
ofrecían los cultos iniciáticos, cada vez que sentía un vacío en los mecanismos de la razón
frente a dificultades con el manejo del imperio, y a partir de Antinóo, ante el deseo
desesperado de retener la dicha de este fresco amor que llegaba en su madurez cuando
su efebo vivía.
La novela entrega la agonía de Adriano en un marco de estabilidad de Roma, pues se
espera que su joven sucesor y pariente le tome por modelo o referencia en el gobierno, ya
que no hay una figura en el trono cercana a ambos que haya sido digno de rechazo. Solo
Nerón es mencionado como anti tesis del recto hombre de Estado, como una advertencia
tomada de una lección de la historia, donde los excesos de un hombre se vinculan a un no
saber vivir en su tiempo, ni en su piel. Y para evitar aquellas amarguras, Adriano dirige
esta propedéutica de manejo del imperio y llamado a mantener la calidad de vida en su
sucesor, por el conocimiento de la disciplina Augusta, una invitación a usar la paciencia y
la moderación para no deshonrar la majestad imperial.
Ficha bibliográfica:
Nombre: Memorias de Adriano
Autor: Marguerite Yourcenar
Editorial: Sudamericana / Planeta
Año de publicación: Primera impresión colombiana en octubre de 1984.
No. De páginas: 273

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