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Fragmento
De A. I. Oparin.
Introducción.
Este punto de vista era defendido tanto por los idealistas como por los
materialistas, limitándose las discrepancias exclusivamente a las causas o
fuerzas que condicionaban aquella génesis.
Con arreglo a los idealistas, todos los seres vivientes, incluyendo al hombre
entre ellos, habrían surgido primariamente dotados de una estructura poco
más o menos igual a la que hoy en día poseen gracias a la acción de fuerzas
anímicas supramateriales: como resultado de un acto creador de la
Divinidad; por la acción “conformadora” del alma, de la fuerza vital o de la
entelequia, etc. En otras palabras, sería siempre el resultado de aquel
principio espiritual que, según los conceptos idealistas, constituye la esencia
de la vida.
Aun incluso durante los primeros decenios de nuestro siglo eran todavía
muy escasos los naturalistas que defendían en sus obras un origen
evolucionista de la vida. Por añadidura, estas apologías estaban expresadas
en términos demasiado imprecisos, por lo que resultaron impotentes para
vencer el atascamiento que, con respecto al origen de la vida, imperaba
entonces en el campo de las Ciencias Naturales.